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jueves, 22 de junio de 2017

Cuatro días de asueto...

... y la intención es hacer muchas cosas, pero...
... entra el factor niña (y dejo los puntos suspensivos que esto no es una novela de Albert Espinosa).

Por x motivos tengo cuatro días festivos seguidos, lo que no es muy usual. Y siempre hago planes.

- Acabar de rever la segunda temporada de Twin Peaks antes de ponerme con la tercera.
- Ver alguna de las películas de cine negro de serie B que tengo guardadas para cuando encuentre hora y media.
- Leer y hacer que esa maldita pila de libros pendientes mengue un poco.
- Cocinar algo nuevo.
- Paseos tranquilos.
- Ordenar la casa que está hecha un pequeño desastre, pero, claro, con siete seres vivos aquí dentro qué queremos.
- Colgar los pósters nuevos por la casa. Decidir qué se cuelga y dónde se cuelga. El de Wonder Woman es fijo, los otros tenemos que decidirlo.
- Leer algo que supere las ochocientas páginas. Me da igual si es fantasía, drama social en Nueva York, terror de susto y no quiero seguir leyendo o clásico del XVIII con sus doncellas acosadas, sus galanes egoístas y su estilo epistolar (sí, hace tiempo que pienso en releer Pamela. Mira tú, con la de cosas que hay para leer).
- Otras cosas que vayan surgiendo.

Pero, claro, todo estoy topa con una férrea resistencia llamada niña de dieciséis meses que camino a punto de aprender a correr y todo lo que está a mi alcance es para tocar y qué divertido que es esto de pintarme en la barriga.

Todos los bonitos planes destruidos por una bebé que no entiende que mi té es mi té, no su té y que no tiene edad para beber té y que lo dejes, coño.

Surgen otros, sí, como lo de ir mañana a la piscina (ya os contaré. Y sí, odio la piscina), pero de los que me he propuesto me gustaría cumplir uno, solo uno. Creo que no es pedir demasiado. Aunque antes tendré que pedir permiso a la nena si le va bien o prefiere volver a mirar el dichoso cuento de En Pinxo i la orquesta; apasionante historia de un perro vestido de rojo que acompaña a una orquesta para un concierto secreto en el bosque. No sé qué sentido tiene reunir a toda una orquesta en un bosque porque el libro no da más detalles. Ignoro si viven en un mundo donde la música de Saint-Saens está prohibida o si es una secta extraña de músicos templarios, no sé. Seguro que en la próxima media hora volverá a leerlo.


martes, 18 de abril de 2017

Sobre neveras (no es un título muy apetecible, pero no se me ocurre otro)

Estamos sin nevera.
Uno de esos terribles dramas del primer mundo. Tenemos parte de la comida en casa de mis padres, parte en una ingesta descontrolada, parte en la nevera a oscuras. Estamos esperando que venga el técnico del seguro que tiene que aparecer en un intervalo de hace ocho minutos y las doce (estoy escribiendo esto a las 10:08 exactamente, no, espera, 10:09, eso).

No es nuestra nevera. La nuestra no se enciende. No hemos abandonado su cadáver en una cuneta para que sea pasto de los lobos eléctricos..

Como siempre, y más problemas del mundo occidental, la avería ha sucedido en plenos días festivos para que todo sea un poco más engorroso. Y no tengo problemas con lo engorroso, ya lo sabéis. Me encanta. Pero siempre que le suceda a otros.
Como tantas otras cosas.
Total, que la nevera no funciona y no sabemos muy bien por qué. Estamos a la espera que aparezca un señor desconocido con una caja de herramientas. Y como siempre que tiene que venir un técnico a casa, me da mal rollito.


Esto no se debe solo al hecho de haber visto de pequeño la película El visitante de Peter Weir, asfixiante historia de invasión hogareña y que me predispuso contra toda persona que hace reparaciones en casa ajena (incluso si son conocidos).

Por cierto, que si no la habéis visto, hacedlo. Una maravilla de mal rollo pisicológico.

Se debe también a que soy un completo inútil cuando alguien me da indicaciones técnicas sobre lo que ha diagnosticado / reparado. No importa si es informático, electricista, lampista, forense, afinador de pianos virtual o stripper. En el momento en que me miran a la cara y empiezan a explicarme qué ha pasado, mi cerebro se desconecta y se va de viaje a otras dimensiones más apasionantes donde nadie me explica no se qué de la resistencia de algo o de un virus o bla, bla, bla. Mi cerebro se llena de unicornios con metralletas, comunistas nazis que beben té, monos araña formando un cuerpo de baile y demás imágenes pastoriles y no ateniendo ni entiendo nada de lo que me dicen.

INTERIOR. CASA VIEJA, PERO ELEGANTE. DÍA
Un atractivo hombretón escribe su blog.
Suena un timbre.

Viene el de la nevera. Ahora vuelvo.

(Pasa un rato más o menos aburrido)

Ya está. Arreglada.  Ha sido un momento. Muy simpático. Resulta que todo el tema se resume en que la placa de la resistencia de la neve... y, de repente, no estaba allí, estaba en otro lugar situando las figuritas y pensando cómo podríamos entrar en ese templo sin que los devoradores de cerebros se dieran cuentas que habíamos entrado y...


Por suerte está A. A ella le gusta todo esto de la tecnología y las maquinistas y los cables que van de un sitio a otro y hacen, no sé, ¿algo? Así que mientras me pierdo en mis mundos, ella atiende, comprende, aprende y da conversación al técnico y le ofrece un café o una crêpe de chocolate. Formamos un gran equipo, aunque todavía no tengo muy claro qué aporto yo.

Y ya está. Volvemos a tener nevera.
Fin.

Soy consciente que como historia no vale mucho la pena, pero todavía estoy pillándole el ritmo a esto de volver a un blog y tener un bebé gateando a lo loco por ahí.

viernes, 14 de abril de 2017

Entrada de esas de ponerse al día que catorce meses son muchos y han pasado algunas cosas dignas de mención, pero seguramente de estas me olvidaré

Viernes santo y eso.
Lo mejor es que no trabajo.
Lo peor, trabajo mañana. Y toca ponerse a fondo con la parada de Sant Jordi y etiquetar libros, llenar cajas, pensar cómo se colocarán cuando llegue ese fatídico día y hacerme consciente de que falta poco más de una semana.
Y otro Sant Jordi.
Mecagüen.
Aprovecho que Niña Zombi, Niña Dragón y A. están jugando en la que era mi habitación (ya hablaremos un día de eso) e intento escribir algo que no sé muy bien hacia dónde irá. Ahora es más complicado encontrar un momento para escribir. Sí, los rumores eran ciertos y un bebé absorbe tiempo y energía.

Más o menos esto es un bebé. 
Una fuerza gravitacional de tal fuerza que absorbe masa, energía y tiempo. 
Que por otra parte compensa, pero para escribir la gran novela americana, pues no.

Niña Dragón crece bien. Catorce meses de energía que busca salida. Y, tranquilos, no se parece a Bela Lugosi. Es una cría dinámica, alegra, despierta, movida, radiante y con ganas de explorar y comerse el mundo. Vamos, que estamos temblando el día que se lance a andar porque no la podremos parar y seguramente moriremos. Su última afición, darse cabezazos contra el cabezal de la cama y estallar en carcajadas. Si ese es su culmen del humor, entonces sí, ha salido a su padre.

Sigo en la librería (y que dure). Y sigo quejándome, claro (y que dure).

Leo bastante menos que antes (motivo, volver a leer el tema de la Niña Dragón) y lecturas menos sustanciales (me estoy dando un repaso a toda la Dragonlance que algunos puristas de la fantasía están revolviéndose en sus mazmorras). Hay excepciones, ahora estoy con una biografía de Alejandro Magno, pero por lo general vuelo bajo. La concentración está en otra parte.

En lo que sí estoy contento es el tema cine. Bastante, variado y muy basado en el terror, la serie B, el cine negro de bajísimo presupuesto... vamos, todo eso que no sale en listas oficiales o que en libros de tipos sesudos despachan con un "no vale la pena". Ahora disfruto con todo eso. Y mucho. Ya lo comentaré, pero el visionado de toda la serie de Viernes 13 me está haciendo muy feliz. Lo mismo me pasa con la lectura de libros de cine. Tengo que volver a leer en otro sitio lo estupendo y genial que es el final de Con faldas y a lo loco y creo que chillo. El cine es algo más. Debe serlo.

Los lunes seguimos con el rol. Hablaremos de ello.

Ah, y los gatos, bien. Como todos los gatos, jodiendo todo lo que pueden, abusando de un servidor y utilizándolo como palo de rascar y sofá de descanso. 

¿Y qué intenciones hay con el blog? Pues un ir haciendo sin planes ni conciertos; a lo que salga que es como mejor me salen las cosas. A lo mejor recupero alguna cosa del extinto blog de juvenil para este (como la novela de Derrota) y supongo que se hablará mucho de cine y series y de lo que leo. Vamos, como antes. E historias sobre gente plantígrada uvular, muchos tentáculos, monstruos gigantes que se dan de hostias, tipos con machete que solo quieren un abrazo, portales dimensionales que dan a oficinas de objetos perdidos y otras cosas.

Es bueno volver.

lunes, 10 de marzo de 2014

Una de esas historias que a nadie importan, pero que tocan las pelotas no veas como

Hace unos días estaba escuchando jazz. A. estaba dando clase a unos niños en el taller y los nenes participaban en él. Los gatos, encaramados en mi mesa ejerciendo de críticos. Escribiendo en el blog en un raro momento de conjunción de tener algo que decir y las ganas de decirlo. ¿He dicho que sonaba jazz? ¿El qué?

Nils Wogram Septet. External Wind

Había en casa un extraño equilibro; uno de esos momentos en que las fuerzas del universo se alían para dar una falsa sensación de paz y felicidad. Estás bien, dicen. Estás bien hasta que...

... llaman al teléfono.

Es un número que no conozco. No suelo contestar esas llamadas. Que dejen un mensaje. Si es importante, lo harán. Si no, pues ya me enteraré. Pero ese falso equilibrio hacen que baje la guardia y contesto.

- ¿El señor Jorge Jiménez del Moral?
- Sí.
- Hola le llamo de (telefonía móvil) y queremos agradecerle su fidelidad por llevar diez años con nosotros con...
Un viaje a las Vegas, pienso, o un teléfono de esos modernos que conducen tanques y preparan un risotto excelente, o una reducción del 95% del importe de la factura, o un vale para tres horas en un spa, o entradas para el cine, un disco de los Rollings, una foto de marte recién tomada o vete a saber el qué. Total, que me emociono y empiezo a ilusionarme porque me encantan los regalos.
... con - continúa la voz - una tarjeta de crédito.
¿Una tarjeta de crédito? ¿He oído bien? ¿Una tarjeta de crédito? ¿Para qué? Para gastar dinero que no existe y luego que me quiten dinero que existe. ¿Para comprar qué? No quiero una tarjeta de crédito.
- Lo siento - dijo con tranquilidad y buen humor -. No me interesa. Muchas gracias por su propuesta.
Y me dispongo a colgar.
- Sí, una tarjeta de crédito que le reportara múltiples ventajas.
- Gracias, pero ya le digo que no me interesa.
- Ventajas que me dispongo a detallarle en este mismo momento.
- No me interesa, de verdad, no me interesa.
- Increíbles ventajas con una tarjeta de crédito que recompensa todos estos años de fidelidad.
- Mire, no tengo tarjeta de crédito. No me gustan, así que me ofrezca una es algo que no me interesa.
- ¿No tiene tarjeta de crédito? No me lo creo. ¿Y con qué paga?
- En efectivo.
- Pero no tiene la comodidad y las ventajas de la tarjeta de crédito que le estoy ofreciendo.
- Que no me interesa, de verdad, que no me interesa. Dejémoslo ya.
- Ventajas que me dispongo a detallar...
- Que no me interesa, déjalo, me obligarás a colgarte de malos modos y no quiero. Ya está, ¿de acuerdo?
- Ventajas increíbles...
¿Qué pasaba? ¿No me escuchaba? ¿Estaba teniendo conversaciones paralelas? ¿Había abierto alguna puerta y el vacío espacio temporal había mezclado dos conversaciones que se establecían sobre el mismo tema en dos universos alternativos? ¿Un virus telefónico convertía mis "no interesa" en "por favor, sí, más, insiste, véndeme esa tarjeta de crédito que me pone palote del todo y me toco, me toco, me toco, sí, nena, sí". Entiendo que es su trabajo y que tiene que hacerlo. Tiene que vender una tarjeta de crédito, pero creo que al séptimo "no me interesa" el mensaje ha quedado claro. Y sé que podría colgar o liarme a gritar y faltar, pero no quiero caer en eso. Hace su trabajo y a mí me gusta ser educado.
Pero cuesta.
Joder si cuesta.
Tras un par de intercambios más de ventajas vs. no me interesa, el discurso cambió.
- Entonces, ¿no le interesa?
- No.
- Pero las ventajas...
- No quiero tarjetas de crédito.
- Pero es que no lo entiendo. Le estoy ofreciendo un producto que es bueno para usted. Algo positivo y lo rechaza. No tiene sentido.
- Lo siento, pero no me interesa.
- ¿Seguro?
- Seguro. Y le agradecería que no insistiera más.
- Lo que me cuesta creer es que esté rechazando algo que solo reportará ventajas y hará que su vida sea más sencilla. Eso es lo que no entiendo.
- Mira, vamos a dejarlo, vale. No me interesa lo que vendes. No pasa nada.
- Bueno como quiera. No sabe lo que se pierde.
- Viviré con ello.
- Vivirá, sí, pero sin estas ventajas su vida no será tan sencilla.
- Vale. Buenas tardes.
- Que sí.
Y colgó.

Entonces los nenes empezaron a  pelearse, los gatos empezaron su acoso para que les ponga la cena, el ordenador se empezó a colgar y todos los libros que empezaba se caían de las manos de puro malos.
El equilibro se había roto.

sábado, 8 de febrero de 2014

Malito

Llevo unos días malito. Ahora me encuentro algo mejor y voy mejorando de forma lenta. ¿Qué he tenido? Bueno, el martes por la tarde me empecé a encontrar mal. En el estómago empezó un concierto de dark metal y me iba encontrando mareado. Llegué a casa como pude e incrustado en la butaca dejé que me invadiera la fiebre y un progresivo ains qué malito que estoy y cuánto me quejo.

El miércoles no fui a trabajar pensando que esto se pasaría, uno de esos virus encabronados de veinticuatro horas que te dejan echo mierda, pero que al momento se larga a joder a otro. Pero no. 

El jueves fue peor. El estómago recordándome cada segundo su existencia, fiebre, malestar en to el body serrano y... bueno... diarrea; una de las muestras más indignas de malestar corporal. Materia fecal que a pesar de todo y de todos quiere ser libre cual caballo en la pradera y no le importa ni el cómo, ni el cuándo, ni la postura para irrumpir y sentir el viento en la cara y dejar su huella infinita en el mundo. Así que para el médico. No me gusta ir al médico. Y no por ninguna superstición de esas de vete a saber qué me encuentra y vas por un resfriado y sales con un riñón menos y un pecho en la espalda, si no porque no me gusta ir a sitios donde me hacen sentir como un mentiroso. Aunque no lo sea. Mientras iba camino al ambulatorio con los cachetes apretados para no tener ninguna sorpresa, recordé la última vez que fui al médico. Había hecho un cambio de ambulatorio y la enfermera insistió en hacerme una pruebas para poner al día mi ficha.
- ¿Nombre?
- Jorge Jiménez del Moral.
- ¿Fecha de nacimiento?
- Eso no se le pregunta a una dama.
- No eres una dama.
- Ya, pero podría serlo y le agradecería que lo tuviera en cuenta. Además, una dama nunca hace esas preguntas.
- No soy una dama.
- No hace falta que lo jure.
- ¿Fecha de nacimiento?
- 16 de noviembre de 19**.
- ¿Podría decirlo sin asteríscos?
- No.
- Vale. ¿Fuma?
- No.
Y esa mirada. 
Esa mirada que lanzan médicos y enfermeras y que desde pequeño he tenido que soportar y aprender a convivir. Esa mirada desde abajo acompañada de una ligera sorna en los labios y que viene a decir algo así como "Sí, ya...". Y sé que si se atreviera la conversación se desarrollaría de otra forma.
- ¿Dices que no fumas?
- No.
- ¿En serio?
- Hace ya más de cuatro años que no fumo.
- ¿Ni un poquito? Venga ya... seguro que en cuanto salgas te metes un pitillo en la boca. No tienes porque mentirme.
- No le estoy mintiendo. No tengo porque hacerlo. Tengo ** años y no tengo que ir mintiendo a mi médico.
- Ya, pero soléis hacerlo. ¿Fumas? No, claro, decís, pero por dentro solo deseas que me calle, me encienda un cigarrillo y tú puedas sorberme la boca con un beso para capturar el humo, ¿verdad?
- No.
- Porque me deseas.
- ¡No!
- Venga, todos tenéis fantasías con enfermeras. No me digas que nunca me has imaginado con el uniforme de gala, guantes y armada para un buen enema soltando palabrotas.
- ¡Qué no!
- Confiesa... confiesa. Me deseas.
- No.
Y así sigue.
Pero, claro, no dice nada y con condescendecia acepta la "mentira".
- ¿Bebes?
- No, no bebo alcohol.
La mirada.
- Apunto que de forma social.
- No, apunte que no bebo alcohol. Cero. Nada. Ni una cerveza. Ni bombones con licor. Ni me mojo los labios como las abuelas en los brindis. Cero. Nada. Ni una gota.
- Ya...
La sonrisita.
- ¿Comes verdura de forma habitual?
- Si.
Sí, ya...
- Y los dulces.
- Me gustan, pero no soy mucho de bollería.
Sí, ya...
Y así ad nauseam.

Así que no iba con muchos ánimos. Por suerte no estaba la enfermera y mi doctor es un señor muy mayor con ganas de jubilarse que va la grano gracias a los años de indolencia. Pim, pam, gastroenteritis de campeonato. A cuidarse, comer suave, no forzar, papel de water y paciencia. Anda, largo que no te quiero volver a ver.

Y en eso estamos. En la paciencia, los rollos de papel y la manzana y la tostada para desayunar. Mejorando, pero todavía con algún sprint al baño. Han sido días de leer poco, escribir menos, ver alguna película con somnolencia y desear que todo pase ya y que mi aparato digestivo y excretor vuelva a la normalidad.

domingo, 5 de enero de 2014

Algunas cosas chulas de trabajar en una librería

Ser uno de los primeros en tocar, apoderarse y leer de esperadas novedades editoriales. ¿Por ejemplo? Recuerdo aquel séptimo volumen de Harry Potter (tres días antes), el quinto de Canción de hielo y fuego (cuatro días antes), o esos lanzamientos mundiales de bestseller que los periódicos y sumplementos culturales insisten que son muy esperados y que llaman "acontecimientos del año", pero estos no me interesan.

Y relacionado con esto, abrir las cajas y ver
- libros que esperabas.
- libros que esperabas, pero no lo sabías.
- libros que sorprenden y te das cuenta que esperabas, pero no lo sabías.
- libros, libros, libros.
Y ver que alguno de esos libros son perfectos para cliente X, para cliente G, para cliente K. Y acertar. Porque es un placer maquiavélico tener controlados los gustos literarios de algunos clientes, verlos entrar y tentarlos con esos cuentos que combinan sexo y terror, la biografía de un atracador de bancos francés de principios de siglo, una novela intimista de personas paseando por Nueva York, una novela juvenil diferente, un relato de fantastmas, etc. La sonrisita, el terror por el gasto inesperado, ese ligero temblor de un libro nuevo que se quiere, que se necesita, la mirada de puro "te odio" que lanzan al librero.
Oh, yeah baby.

Esos momentos en que aparece esa tercera parte de una saga juvenil tan esperada, llamar por teléfono a las dos o tres muchachas que hacen la serie, decirles que ha salido la nueva parte y preguntar si quieren que les guarde un ejemplar. En algunos casos (de nuevo Harry Potter o las entregas de Vampire Academy), la noticias es recibida por algunos estupendo gritos de puro deleite y eso que se llama, fangirleo.

Enterarse de algún que otro cabreo monumental de algún cliente por ir a comprar un libro cuando tengo el día libre. ¡Y ahora qué leo yo, joder! ¿Por qué Jorge tiene días libres? ¿No eran los jueves? Y enterarse de las taxativas órdenes de una clienta a su familia / amigos. Nada de experimentos. Le preguntáis a Jorge por un libro para mí. Punto. Él ya lo sabe.

La llegada de la primavera y el advenimiento del verano. No solo pierna creciente, falda menguante, sino hombros al aire y escotes vertiginosos. Ains.

Poder decir a un niño, no le hagas caso cuando le dicen eso de si tocas un libro este señor te reñirá / llamará la atención / echará / pegará.

Acertar a la primera cuando te piden un libro del que no saben el título, ni el autor, ni la editorial, ni de qué va, pero sale un mono vestido de mono en la portada, pero no estoy seguro. En muchas ocasiones es el libro de moda por lo que tampoco tiene mucho mérito.

La hora de cerrar.

El día de Sant Jordi. Ni los días de antes, ni los días de después. Solo el día de Sant Jordi con el sol radiante, la gente paseando, la locura de las seis de la tarde, las visitas de los conocidos y un siempre agradecido café con leche. Eso sí, siempre que no llueva.

Las ediciones no venales, los anticipos, las sorpresas que envían editoriales o representantes.

Ordenar con calma las estanterías y encontrar un libro que se te había escapado. Último caso: ¿cuándo llegaron los ensayos literarios de Robert Louis Stevenson y cómo es que no lo soñé / adiviné?

Y otras cositas que ya iré desgranando con el paso de las entradas.



* Próximamente haré de cosas mierda de trabajar en una librería.

miércoles, 1 de enero de 2014

Carta a los reyes

1 de enero de 2014.
Empieza un nuevo año justo donde terminó otro siguiendo un calendario establecido de forma arbitraria hace un puñao de años (más de veinte) por unos tipos listos que no tenían otra cosa que hacer. A todos, que sea un buen año y que no se cumplan esos deseos de los presentadores de las campanadas que dicen eso tan malrrollero e inquietante de

Feliz (inserte año correspondiente) y que el próximo año sea al menos tan bueno como éste.

¿Cómo empezó el año? Bueno, con A. y los nenes en casa viendo capítulos de 


y antes de la una de la madrugada ya estábamos los seis (incluyo a los gatos) durmiendo. 

Con todo lo que habíamos sido.

Y a las ocho y media, diana. Arriba, meadita, poner comida a los gatos, ducha de agua fría (sórdida historia con la presión del agua que no comentaré ahora), vestirse, cafetito, despertar a los niños y prepararse para llevar la carta a los Reyes. Porque hoy es el día. Hoy los trabajadores no asalariados de sus majestades los Reyes Magos de Oriente recogen la carta de los niños llenas de sueños, esperanzas, regalos y juguetes que han visto en interminables catálogos de centros comerciales, material audiovisual de última generación y un "lo que vosotros queráis" en el que se intuye algo así como "pero que no sea una mierda". Niños vestidos, Jorge vestidos, gatos vestidos, A. medio dormida y nos vamos a hacer cola media hora antes de que abran puertas y enormes pajes con cara de mala hostia nos hagan circular en correcto orden y sin ningún concierto para amenizar la espera con buenas versiones de jazz clásico (por pedir...).

Llegamos a la cola. Y desde el primer momento algo raro sucede. Ya sé que estaréis pensando que lo que ocurre es que tengo una sobredosis de Doctor Who, candidatos de Manchuria, ladrones de cuerpos o hipnosis autoinducida, pero la cola era diferente a la de otros años. No había rastro de abuelas ninja intentando colar a sus nietos para ganar dos puestos, no había padres escupe fotos, ni críos histéricos correteando arriba y abajo. No sé si era la hora temprana, la situación socioeconómica o que no me fijo lo suficiente, pero no era como otros años. Mucho más tranquilo.

A las diez y media en punto abren las puertas del recinto donde se concentran los pajes y la cola empieza a avanzar. A. no estaba con nosotros. Se había quedado en casa tirando café con leche por el suelo de la sala. Sus motivos tendría. Al final ha aparecido cuando estábamos a punto de entrar en el Ateneu, el edificio donde los pajes recogen en Igualada las cartas. Y seguía tranquila. Poca presencia de pajes en la calle. Otros años aquello estaba plagado de caras negras, plumas, grandes pendientes de oro repartiendo sonrisas y caramelos a los niños, hablando con ellos, preguntando si se habían portado bien, si eran buenos y otras cuestiones personales. Nada. Y al entrar, peor.


Una alfombra roja. Nosotros, con los niños y un montón de desconocidos, caminando casi en silencio. Y a lado y lado, dos filas perfectas de pajes. No hacían nada. Solo nos miraban y callaban. En silencio. Nada de acercarse, dar caramelos, aceptar fotos. El silencio. La mirada escrutadora. El juicio. Los años anteriores llamaban a los niños, caramelos, más preguntas, pero hoy... nada. Solo un paje entrada en años y faja apretada que pedía velocidad, circulación, rapidez y nada de detenerse. Avanzar, avanzar, prisas, prisas, avanzar. Y en nada hemos cruzado las puertas del teatro y nos hemos visto delante de uno de los pajes que recogen la carta.


¿Qué tal? ¿Buenos? ¿Os habéis portado bien? ¿Sí? No os peléis, menos ordenador y consolas, ayudad a mamá, haced las camas y anda toma una moneda de chocolate y un caramelo, FOTO, circulen.

Y a la calle con un globo, poster, libro y punto de libro publicitario por niño y para casa. Ya está. Sinceramente, un rollo desangelado sin mucha gracia, participación e interacción paje/niño. Niño Lobo y Niña Zombi se han quedado algo desilusionados por lo frío que ha sido toda la recepción de la carta, pero se les ha pasado pronto. ¿Por qué?

Ains.

A., ya lo sabéis, es mi contraste. Es la más mejor mujer del mundo y una de la cosas que más le gustan en el mundo es tener la casa llena de gente. Porque ella lo vale. Y este año ha inaugurado una tradición que quiere perpetuar y que me encargaré de boicotear; ha montado una chocolatada en casa para niños y padres que tras dejar la carta a los pajes quieran pasar a tomar un refrigerio. Así de repente me he encontrado la casa tomada por padres y niños correteando disfrazados por casa de superhéroes, magos, hadas travestidas mientras los padres se tomaban un chocolate caliente y miraban fotos de buenorras dándose el lote o cimbreles de tamaños imposibles. Ellos sabrán por qué. Los gatos se han escondido debajo de la cama en un envidiable acto de asocialidad gatuna que quería imitar, pero no me han dejado. Así que me he visto ejerciendo de anfitrión con mis atrofiadas aptitudes sociales. ¿Y A.? Jugando con los niños, claro. Y yo, manteniendo balbuceantes conversaciones. Suerte que los que han venido ya me conocen y saben que soy una ameba social con mano involuntaria con los críos. En cuanto me encuentro con gente en casa entro en shock.


Pero ellos tranquilos, se relajan y cumplen esa ley no escrita que empieza a correr por este mundo, en casa de A. sabes cuando entras, pero no cuando sales.

¿Por qué? Por los disfraces, las pinturas, el material de manualidades, los sofás movibles, los gatos, esa cueva de las maravillas repleta de juguetes increíbles que es el despacho de Jorge (donde no se entra), los juguetes, la casa de muñecas, los muñecos inventados, amplias habitaciones, pasillo interminable, portales dimensionales, monstruos en el escobero, figuritas, chucherías y miles de sorpresas. Es como la fabrica de chocolate y la tienda mágica del señor Magorium regentada por una mujer simpática, encantadora, abierta y agradable que además está muy buena. Y que comparte vida con el Grinch.

Pero al final, cada oveja a su corral y pasando la tarde tranquilos. Los nenes viendo un par de películas, A. preparando el taller que tiene mañana y yo pegándome la primera siesta de la hostia del año.

Por cierto, vuelvo a mi plan original de conquistar el mundo. Para Reyes he pedido un robot gigante termonuclear y armado con lo último en armas y que dispare lubinas mutantes. Os mantendré informado.

domingo, 8 de diciembre de 2013

Niños

El jueves por la noche tuvimos invitados a dormir.
Una niña.
Amiga de Niña Zombie.
Rubia. Con ojos y manos y piernas y camina y habla y corretea por casa emitiendo ruidos y de vez en cuando emite un ayyyyyyyyy, pero a los tres segundos, nada.
Como otros niños que en algún momento han estado comiendo/merendando/cenando/durmiendo en casa.
Porque yo soy desagradable y antisocial, pero el resto de personas que viven en esta casa son lo contrario y estas habitaciones y pasillos suelen estar repletos de personas, risas, manualidades, meriendas y alegría que suele acabar con la frase, "vamonos, que está a punto de llegar Jorge".
Soy una especie de ogro jodefiestas y reuniones.
Y ya me gusta ya.
Pero de vez en cuando tengo que confraternizar y limpiar mis dotes sociales. Como el jueves con la amiguita de Niña Zombie a la que llamaremos M.
A ver, lo de confraternizar es un decir porque mis dotes sociales consisten en ir cambiando a la habitación donde en ese momento no haya nadie o encerrarme en la cocina con una escopeta y la excusa de que tengo que cocinar.
Y la gente suele respetar eso. Mis otras cualidades hacen que el hecho de ser una ameba social sea considerado una de mis excentricidades. Cocino bien, en pequeño comité tengo una conversación agradable y hasta digo alguna frase graciosa.
En general, el mundo lo respeta. Los niños, no. Porque sin saber el motivo, los niños sienten una enorme fascinación por mi seriedad, mi desprecio y mis aparta de aquí y acaban encariñándose conmigo. ¿Qué no está Jorge? ¿Qué Jorge estará en casa? ¿Qué Jorge vendrá a esta fiesta con trescientos niños en el parque de atracciones? Y cuando entro en casa se acercan corriendo e intentan abrazarme y cómo te hemos echado de menos y, claro, yo solo puedo contestar.
- Largo.
- Aparta.
- No me toques.
- ¿Y tú quién eres?
Y lo digo en serio, porque no me gustan los niños. Pero para mi desgracia, a los niños sí que les gusto yo. Les hago gracia y me pillan cariño. Mis continuos desprecios los toman a broma y se ríen y quieren sentarse a mi lado a la mesa. Y aunque quiero huir de ellos, no me dejan así que no me queda otra que intentar pasarlo bien con ellos y enseñarles palabrotas, mentirles sobre la verdadera naturaleza del cariño de sus padres o convencerles que a los reyes magos les hace gracia los niños cabroncetes que juegan con clavos.
Pero me hacen mucho caso. Se limitan a reírse, decir que estoy de broma e intentar darme un abrazo que esquivo con la habilidad que solo da la experiencia. Y este rechazo solo provoca más carcajadas y que su percepción de que yo soy un amigo crezca. No importa cuánto me queje yo, para los niños y para mi desgracia, yo soy su amigo.
Y si al menos se dejaran manipular para crear mi propio ejercito para conquistar de una vez por todas el mundo...

miércoles, 20 de noviembre de 2013

Alguien entra en la librería y dice...

Fiu, fiu. Se abre puerta. Entra señor.
- Buenos días.
- Buenos días.
- ¿Tiene el libro ese del Aznar?
- ¿El segundo volumen de sus memorias?
- Será. ¿Lo tiene?
- Sí, un momento, ahora se lo traigo paso paso paso paso paso paso tenga, es este.
- Gracias.
Ojea ojea ojea pasa página mira para arriba mira página pasa página ojea ojea ojea.
- Perdona.
- ¿Sí?
- ¿Y la firma donde está?
Entiendo mal.
- Sí, cuando lo presentó imagino que firmaría.
- No, la firma de este libro dónde está.
- No hay firma.
- ¿No hay firma?
- No, no hay firma. Los libros no vienen firmados.
- Pero el escritor los firma, ¿no?
- No, no los firma. Vienen sin firma.
- Pero es que yo sin firma no lo quiero.
- Pues no hay firma.
- Ya.
Silencio algo incómodo.
- Pero, a ver, que a mí no me gusta ese tío. Lo que yo quería era la firma.
- Pues no hay.
- Quería la firma y así me dejáis el libro un momento y yo hago unas pocas fotocopias de la firma y ya la tengo. Pero si no hay firma.
- No, no hay.
- Pues no lo quiero. Toma. Buenos días.
- Buenos días.
- Mierda de sitio.

Fiu fiu. Se abre puerta. Entra señora. Viene cada dos días y siempre pide los mismo. A saber
- Hola, ¿has encontrado algún otro libro sobre familias o niños con cáncer?
- No.
- ¿No hay más?
- Es que sobre familias es muy amplio y sobre niños con cáncer tampoco hay tantos. Y que además sean baratos y de letra grande.
- Es que son para regalar a una señora que está enferma de cáncer y leer sobre otros con cáncer la ayuda.
- Lo siento, ahora no tengo más. Pero si aparecen, estaré al caso y se lo separo.
- Y si va de familias con cáncer, mejor.
- Vale.
- Hasta mañana.
Y mañana volverá.

Fiu, fiu. Se abre la puerta. Entra un pseudo habitual.
- Bon dia, Jordi.
- Bon dia.
- Tengo una amiga que te hace una apaño con la boca por diez euros. Por si te interesa.
Y se va.

Fiu, fiu. Se abre la puerta. Entra alguien que no he visto en mi vida.
- Buenos días.
- Buenos días. ¿Qué querría?
- ¿Tenéis revistas?
- Pocas. ¿Cuál buscaba?
- De decoración.
- No, no tengo. Tengo libros, pero revistas no. Mírelo en quiosco - indico un par de quisocos que quedan cerca.
- Gracias. ¿Y collares para perro tenéis?
- Eeeee, no.
- Pues bueno, otra vez será. Adiós, buenos días.
- Buenos días.
Y sale por la puerta para no volver.

Fiu, fiu. Entra una pareja con prisa y cara de angustia.
- Hola, ¿tenéis alguna novela donde salga una lesbiana?
- ¿Una cualquiera?
- Sí, cualquiera. Es para una gincana.
- Pues esta misma.
Pagan y se van con la misma prisa.

Fiu, fiu. Se abre la puerta. Entra un señor.
- ¿Aquí vendéis libros?
- Sí.
- Pues qué pena.
Y se va.

martes, 22 de octubre de 2013

Dos cabreos

PRIMERO

Desde hace semanas un grupo de jóvenes asaltan a los transeúntes a unos metros de la puerta de mi casa. No son pandilleros, ni sectarios, ni preguntadores profesionales de direcciones. Son jóvenes entusiastas, sonrientes y muy dinámicos que tienen por misión detener al transeúnte, iniciar con él una animada charla interrumpida con abundantes risas y endosarle una tarjeta de crédito que es la repanocha, la maravilla de las maravillas y la culminación de los deseos y esperanzas de occidente; una tarjeta de crédito que al tenerla en tus manos y llevarla a casa no solo te permitirá comprar todo aquello que necesitas y todo lo superfluo que ni pensaban tener sino que al llevarla a casa y dejarle algo de libertad de movimiento deja la ropa limpia, planchada y con olor a lavanda, arrulla con tonadas jazzísticas que acarician el pecado, con suaves acaricias consigue que el pene crezca diez centímetros más de lo habitual y permite divertidos viajes en el tiempo para vivir despopilantes aventuras. Y todo esto por una firma de nada, aquí, en la calle, es un momento. La letra pequeña ya la leerás en casa.

Cuando se sitúan en mi calle se quedan todo el día. Van en grupos de cinco o séis y ocupan las dos aceras. Y abordan. No lo hacen con un perdona, ¿tienes un momento?, que sería lo más normal. No. Porque supongo que quien los ha contratado ha insistido en la agresividad y en confundir al transeúnte y futuro poseedor de una tarjeta que resucita a los muertos. Gritan, te llaman chico, chico, chico a voz en grito, se te colocan delante con su sonrisa y no te dejan pasar. Si te desplazas a la izquierda, ellos se desplazan a la izquierda. Si das un quiebro a la derecha, ellos, lo mismo. Si..., bueno, ya me entendéis. Se te colocan delante y caminan de espaldas al compás de tus pasos mientras ignoran tus repetidos nos y los claros no me interesa, gracias. Son cansinos, molestos y pesados. Y ya sé que solo están haciendo su trabajo, pero esto lo vivo cuatro veces al día. Ida y vuelta, ida y vuelta.

Como decía aquel, ganas de matar aumentando.

SEGUNDO

Han abierto delante de casa un Kyoto. Para quien no sepa qué es, es una cadena de electrodomésticos. Con muchas rebajas, precios escandalosos y un gusto demencial por los cartelitos. Y la música alta. Muy alta. Tan alta que nos molesta y aturde a los vecinos que viven en la acera de enfrente. Como nosotros, por ejemplo Empieza a las nueve y poco de la mañana y es un no parar. Apasionantes melodías de cantantes melódicos, de últimos éxitos de moda o recuperaciones de los primeros discos de Sergio Dalma o Alejandro Sanz. Sí, para temblar.

Música alta que sobrevuela ruido de coches, de la gente que pasea, de la tele encendida, de los diálogos de la película.

- El nuestro es un mundo que se acab... 
Saaaaanta Lucía, el predictor se tiñe de rooojo... 
esto, ¿por dónde iba Stroheim?

Pronto tocará visita. Seguiré informando.

Y en próximos días, las divertidas aventuras de Jorge, su teléfono móvil estropeado desde finales de agosto y la reparación interminable gentileza de Vodafone. Ains qué risa más grande le entra a uno cuando con una sonrisa le dicen, hemos tenido tu móvil un mes, te hemos avisado que la reparación está hecha y, ¿sabes qué?, no hemos hecho nada. Pa mearse.

jueves, 17 de octubre de 2013

Días cinematográficos contados

Ayer fui al cine con mi buen, pero irritante amigo Jordi. Cual fue nuestra sorpresa que al entrar en la Sala 1 donde hacían la película que habíamos ido a ver (hablaré de ella más abajo), nos encontramos que nuestra fila de butacas había desaparecido. Desde tiempos inmemoriales nos sentamos en la fila seis. Es la fila ideal ya que la pantalla ocupa todo el ojo sin que la pared moleste. La película entera en la retina. Llegamos bastante minutos antes para ocupar esa fila, hemos llegado a expulsar a carromatos de abuelas cargadas de laca por esa fila. Una vez matamos por alguien que había ocupado nuestra fila. Allí hemos visto incontables horas de basura cinematográfica comercial que tanto nos divierte y nos hace felices. Películas de terror, films de pensar, acción a raudales con muertes y desnudos que nunca son gratuitos porque bien me han costado una entrada, películas de risa e incontables horas de un mundo cinematográfico ideal que en los malos momentos nos dio espectáculo y esperanza e hizo que los buenos, fueran mejores.
- ¡Cursi!
Y tú, gilipollas.
Total, que nuestra fila ha desaparecido. ¿Y por qué? ¿Estúpida abducción extraterrestre? ¿Reparaciones de última hora? No. El cine, nuestro cine, el único cine que hay en Igualada, cerrará sus puertas a finales de año y ya han empezado con el desmantelamiento.


Es un cine anticuado e incómodo que no ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos. Pero es el único cine que hay en la ciudad y la noticia de que cierra sus puertas es una inmensa putada. Desaparece un cine en el centro de Igualada y, la verdad, esta se verá más pobre y vacía. Ya sé que existe algo llamado coche y que hay cines en pueblos / ciudades cercanos, pero no tengo coche y me jode no poder ir al cine cuando quiera, andando y luego volver a casa en un tranquilo paseo pensando en lo que he visto. O poder llevar a los niños a ver sus películas de dibujos. Me entristece pensar que Niño Lobo y Niña Zombi puedan llegar a crecer en una ciudad sin cine. Ya sé que siempre queda la posibilidad de que construyan los famosos multicines en las afueras de Igualada (la mierda es la palabra "afueras"), pero de eso llevo oyendo hablar desde hace siglos y no creo que pase. Además, al ritmo que van las cosas en esta ciudad...

¿Y el año que viene, qué? Sin cine. Sin seguir la mierda actualidad cinematográfica. Sin mis películas de género, sin las escapadas de los martes / jueves por la tarde, sin mis cabreos por los comentarios de las abuelas que comentan la vajilla que sale en la película o comprobar una y otra vez lo difícil que es para el noventa por ciento de la población cerrar la puta cortina cuando entras en la sala que entra luz, joder, entra luz y molesta, hostias, la puta cortina, joder.

Seguiré informando y deprimiéndome.

¿Y la película que fui a ver?


Interesante y muy efectivo thriller. La desaparición de dos niñas abre las puertas del infierno. Los límites del mal y la moral. Hasta dónde podemos llegar por algo que creemos justo. Muy en la línea de las novelas de Dennis Lehane.

lunes, 14 de octubre de 2013

15 días

Empiezo las vacaciones.
Quince días de asueto con cena de cumpleaños por medio.
El objetivo de estos días es hacer poco y de lo poco que tengo por hacer, hacer la mitad. Porque creo que las vacaciones es una época para hacer planes y no cumplir con ninguno. Bueno, sí, el más puro y gratuito descanso. Lo que se conoce como "desconectar" del trabajo, las novedades, los libros, el texto y, sobre todo, los clientes. Leer mucho, ver piniculas, escribir un poquito y pasear antes de que el frío haga su presencia definitiva.

Y darle vidilla al blog, pero eso es algo que no prometo.

domingo, 29 de septiembre de 2013

Cri cri cantaba el grillo

Tenemos un vecino nuevo. Vive en el árbol enfrente de nuestra habitación. Es un grillo soltero y sin compromiso que por las noches de once y media a cinco de la madrugada busca novia.

Solo busco a alguien que me quiera.

Canta y canta. Cricri y crici durante horas y más horas. A mí no me molesta. La verdad es que el canto del grillo me relaja y desde que nos ofrece una serenata cada noche duermo mejor. Pero A., mi querida A., no lo lleva tan bien.


Y resulta curioso, porque A. es capaz de dormir hasta en un concierto de black metal al lado del batería. Pero desde hace cinco noches, nada. Da vueltas y vueltas, bufa, se cabrea y amenaza con incendiar los árboles de la calle y supongo que más rabia le debe dar verme a mí bien dormidito, con mi parecido con Cary Grant, roncando de forma sensual y atrapado en mis sueños de zombis, krakens y heroínas de imposibles armaduras.

¿Y por qué atormenta el grillo tanto a A.? La teoría que barajamos es la venganza. Hace unos días A. estaba barriendo uno de los balcones, creyó ver una cucaracha, odia las cucarachas y escobazo para la calle. A partir de esa noche, el grillo que canta. Tres opciones.
1. O es el mismo grillo que dijo ahora te vas a enterar cabrona por intentar matarme, o
2. Era la futura novia del grillo y por joderle el plan, canta que te canta hasta provocar la locura de la asesina.
3. Es el fantasma del grillo que ha vuelto del más allá grillesco para atormentar a A.

Sea como sea, empieza a estar desesperada.

Seguiremos informando.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Entre otras cosas...

... estos quince días hubo una fiesta mayor. Y si el concepto fiesta de por sí ya me parece horrible, si al lado le pones un "mayor" me provoca rictus, dolores, cansancio y mal humor. Sobre todo porque vivo en el centro de la ciudad, en el meollo, en el propio cogollo con todo lo que supone de música, lugar de paso, cercavilas, conciertos, pseudocantautores, karaokes populares, diables, borrachos, cantantes improvisados, el estridente y molesto sonido de las grallas a las ocho de la mañana y a las dos de la noche y la alegría popular de una semana de celebraciones. A A. y los nenes les encanta la algarabía y el jaleo. En cambio, un servidor en algunas ocasiones solo soñaba con tener un par de pistolas de esas tan chulas con cargadores infinitos que salen en las películas de Hong Kong.

... ha empezado la temporada de texto de verdad y ya he recibido la primera amenaza.
- Como no me traigas el libro antes de que empiece el curso te acordarás de mí, ¿me oyes? Te acordarás.
Y es que no llevar un cuadernito el primer día de P3 marca a cualquiera para toda la vida. Es un estigma que el pobre crío no podrá quitarse de encima y lo perseguirá siempre. Nada de una buena carrera, nada de conocer el amor verdadero más allá de la barra del bar y una mamada de tres euros. No llevar el cuadernito de lectoescritura del tercer trimestre el primer día de clase convierte a cualquiera de forma inmediata en un fracasado con muchas posibilidades de no aprender a atarse el botón de los pantalones en la puta vida.

... se me ha caído el teléfono móvil al suelo y se ha roto. Y, oye, qué descanso más grande es no estar conectado todo el santo día.

... uno de los gatos se cayó por el balcón de casa. Unos doce metros. ¿Resultado? Una pata rota, un poco de daño en el morro y un susto para todos del cagarse. Veterinarios, operaciones, carreras. Al final, el gato bien. Roba, abusa y mangonea como siempre.

jueves, 15 de agosto de 2013

No era lo que yo entendía por una fiesta de pijamas

Hace una semanas hubo una fiesta de pijamas en casa.
Solo para chicas.
Suertudo, pensarán algunos. Ladrón, dirán otros con esa sonrisa lobuna que da la envidia. Briboncente, mascullarán unos terceros, lo bien que te lo vas a pasar.
Y yo pensaba que sí, que así sería. Una fiesta de pijamas solo para chicas y pensaba mientras me relamía en las fiestas de pijamas que conocía gracias al cine y a unos documentales muy interesantes que corren por internet.
Solían empezar en la casa de alguna chica llamada Mindy o Candie o Melanie. Sus padres se han ido de viaje y ella invita a siete u ocho amigas entre dieciocho y veintidos años para pasar la noche viendo una película de miedo, haciéndose trenzas y criticando a esos chicos que los tienen loquitas loquitas, pero que solo piensan en partidos de fútbol y concursos de beber cerveza. La protagonistas está un poco desengañada con su chico y quiere que está noche sea especial y olvidarse de este patán. Tiene una importante colección de películas de terror y una botella de licor que le ha robado a su abuela que en esos momentos está atada y amordazada en el sótano para que no moleste. Las chicas van llegando y van riendo y se ponen cortos y ajustados pijamas y han bromas y se quejan y dicen qué guapa estás. Hasta que llega la última invitada, Alexia aunque se pronuncia Margaret, y no viene sola. Está con su prima que ha venido de  Wyoming o de Chalapattula de vacaciones; es una preciosa muchacha a la que presentan como la flamanete Miss Calabaza Borracha 2013.
- ¿Te importa que haya venido acompañada, Mindy?
- Por supuesto que no, Alexia aunque se pronuncia Margaret. Bienvenida Prim.
- Gracias, eres un encanto.
- Gracias, y tú muy guapa.
- Sí, pero hay un problema Mindy.
- ¿Cuál Prim?
- No sabía que era una fiesta de pijamas y...
- ¿Sí?
- No he traído pijama y tendré que cenar, ver películas y jugar al twistter desnuda.
- No pasa nada. No tienes nada que ninguna de nosotras no haya visto ya. Íbamos a cenar. Espero que te guste la pizza.
- Me encanta la pizza, aunque espero que no lleve salchicha. No me gusta la salchicha. La odio.
- ¿No? ¿Y qué te gusta comer a ti?
- Me encantan las almejas. Sorber, chuperretear, abrirlas con la lengua y tragarme sus jugos.
- ¡Qué divertido!
Y empieza la fiesta. Beben un poco más de la cuenta y tienen un susto cuando se dan cuenta de que han confundido la película y en vez de poner "El sacacorchos maldito IX" han puesto una película del hermano pequeño de Mindy llamada "Chicas besándose mientras otras chicas saltan a la pata coja III". Y aunque al principio se sienten algo cohibidas y sorprendidas, la curiosidad se abre paso como la gangrena se abre paso en una herida y acaban mirándose, sonriendo, mordiéndose los labios hasta que llega el primer beso, la primera caricia y una de ellas, con voz tímida y recatada, dice lo de si puede sacar su colección de dildos. "Nunca salgo de casa sin ellos".
Y ya podéis imaginar dónde acaba esto. O en orgía de sudor y suspiros, o en orgía de sangre y vísceras porque ha dado la casualidad que un psicópata se ha escapado del hospital psiquiátrico maldito donde un doctor hacía experimentos satánicos con él y las mata a todas bien muertas menos a Mindy porque es nuestra protagonistas y todos nos sentimos identificados con ella.
Pues para mi sorpresa, la fiesta de pijamas que hubo en casa no fue de este tipo.

A ver, que ya me extrañaba a mí que A. dejara el piso para una fiesta de estas características y, la verdad, no sabía a quién podía haber invitado. No me imagino a las mamas del colegio correteando por el piso en pelotas mientras una las persigue con un percutor sensual Mandrake 3000. Pero a mí me daba lo mismo, que hicieran lo que quisieran mientras me dejaran leer en paz. Al final le pregunté a A.
- ¿Y quién viene a la fiesta de pijamas esa?
- Las amigas de Niña Zombie.
- Pero si son unas crías.
- Claro, una fiesta de pijamas para niñas pequeñas. ¿Qué te creías?
- Nada, nada. A mí que me dejen leer.
- Que sí, ya se saben las normas de la casa.
Que son:
1. No se entra en la habitación de A. y de Jorge.
2. No se entre en el despacho de Jorge.
3. No se molesta a los gatos.
4. Jorge no existe.

Y llegó la noche de la fiesta de pijamas y mi casa se vio invadida por seis niñas de cinco y seis años que correteaban nerviosas y entusiasmadas por el pasillo. Con sus pijamas, sus peluchas, sus ilusiones, sus temas pendientes y sus ganas de convertir esta reunión en una tradición. Niño Lobo se había ido a casa de su padre. Los gatos, cobardes ellos, se escondían debajo de la cama intentando huir del acoso al que le sometían las niñas. Y ellas se disfrazaban, se reían de cosa que solo ellas entendían, se quedaban en silencio cuando yo cruzaba la habitación, volvían a perseguir a los gatos, y resultaba aterrador ver como en cuestión de milésimas de segundo eran capaces de pasar de esto


a esto

para volver a su estado original como si no hubiera pasado nada para al poco tiempo, un hecho tonto y sin ninguna importancia encendía la mecha y de nuevo de


a


- A. - decía yo -. Son demonios.
- Son niñas.
- Que no, que lo he visto, que son demonios. Que están en plan qué mona que soy y al momento se les ponen los ojos en blanco y empiezan a chillar. Que no es normal.
- Sí que lo es.
- Que no. Yo no duermo esta noche. Que no me fío de ellas, que no me fío.
- Tú vete a lee tranquilo y ya está.
Ya está. Era muy fácil de decir, pero no las tenía todas conmigo. Es que eran muy raras... pero mucho. Y niña Zombi, también. Se daban abrazos diciéndose lo mucho que se querían y al momento se estaban peleando mientras otra se quejaba de que nunca se hacía lo que ella quería mientras una cuarta perseguía a los gatos. Y volvían a ser amigas y se comportaban como princesas para pasar a ser matones de discoteca al segundo siguiente para convertirse en hadas repartiendo amor y piruletas para metamorfosearse en hunos arrasando una solitaria aldea.
- Están locas.
- Son niñas. Es normal.
- Están muy locas - insistía yo.
- Estate tranquilo - y A. se iba con ellas a jugar, a maquillarlas y a explicarles cuento.
"Es una de ellas", pensé.
Cenamos, jugaron, se pelearon y se reconciliaron. Perseguían a los gatos. Lloraban, se calmaban y volvía a llorar porque estaban calmadas. Decidieron que yo era un juguete genial y que lo más divertido era venir a correr cerca de mí mientras leía. Me hablaban de cosas y yo las mantenía alejadas de mí con un palo y mi peor cara. Y continuaban con su juego de transformaciones. De niñas encantadoras a monstruos. Y eso durante toda la noche.
Toda la noche.
Al final opté por hacer lo más sensato que podía hacer.
Me escondí debajo de mi cama con una escoba y los gatos y recé para que Buffy entrara por la ventana y acabara con esos pequeños monstruos vestidos de rosa que alguien había convocado y que insistían que yo era su amigo.

domingo, 2 de junio de 2013

De por qué no he ido este fin de semana de colonias

Este fin de semana estoy solo en casa con los gatos. Pizza, una vieja película de Paul Muni y un par de capítulos de la serie de los Monty Phyton. Levantarse demasiado temprano y a escribir un rato. Absoluto silencio solo roto por los ocasionales maullidos de Zarpa preguntando si ya es hora de comer. Todo un fin de semana con la casa desordenada para mí solo. Este mediodía me espera algo para comer (aún no me he decidido) y Claudia Cardinale en Los profesionales. ¿Qué dónde están A. y los niños? De colonias. ¿Y por qué no he ido yo? Ah, amigo, para eso estamos aquí.

¿Por dónde empiezo?

No soy una persona muy sociable. Ni muy simpática. Ya sé que esto os acaba de pillar por sorpresa  por la dicharachería que he demostrado en este blog, pero no, no soy el alma de ninguna fiesta ni la alegría de las reuniones. Tiendo a convertirme en El Vigilante, observando desde la distancia y ni de coña interaccionando. No soy rápido buscando temas de conversación y la charla banal se me escapa. Así que suelo conversar con monosílabos, inquieto, buscando la salida más cercana y rezando a quien no creo para que empiece un apocalipsis zombi y así tener un tema de conversación que sí domino.

- Entonces, ¿cómo es posible que una ameba social como tú le haya tocado la lotería de acabar teniendo en su vida a alguien como A.?

Eso, junto con el origen de la vida, el secreto del sabor del arroz que hacía mi abuela y si Wert es humano y no un demonio cibernético es uno de los grandes misterios de la vida. Suerte y no hago muchas más preguntas. Para quienes no la conozcan, A. es todo lo contrario. Le encanta la gente, salir a dar vueltas por las calles, las reuniones multitudinarias, conocer gente nueva, los niños e irse a los parques con sus pinturas y dibujar sirenas, dragones o lobos en los brazos de los críos. De gratis. Solo por el placer de conocer gente y ver la sonrisa de un niño. Y el azar ha querido que la clase de colegio de Niña Zombie (las serpientes) esté rebosante de niños simpáticos con padres sociables que se han conocido y, lo que es peor, se caigan bien entre ellos. Entonces juntas a niños felices y sociables con una madre hermosa, alegre, divertida y con don social con padres simpáticos que ocupan el parque y les encanta la calle y el ruido y son todos alegres y majos y dedican el fin de semana a hacer cosas raras como salir a dar una vuelta o ver a otra gente y, ¿qué ocurre? Lo peor.

Que deciden hacer actividades... todos juntos.

Es gente rara. Ahora les ha dado por irse al parque con instrumentos de música y pinturas y organizar una orgía de actividades para los niños: canciones, cuentos, pintura, juegos y risas. Lo explicas y la reacción general es de "qué guay... esos niños crecerán sanos y con unos recuerdos maravillosos". Pero a mí me inquietan. Son una especie de secta donde hablan, se relacionan, comparten problemas, angustias y alegrías y hacen cosas juntos.

Vamos a tomar algo.
Vamos de paseo.
Vamos a celebrar un cumpleaños.
Vamos a inventar juegos.
Vamos a la nieve.
Vamos al parque.
Vamos a comer un domingo todos juntos.
Vamos a pasar un fin de semana todos juntos en una casa de colonias dejada de la mano de dios en medio de ninguna y sin servicio de habitaciones donde tendremos que hacerlo todo y los niños tendrán espacio para jugar y nosotros para hablar y explicarnos cosas y tendremos tiempo para relajarnos e imaginar otras actividades que podemos hacer todos juntos.

Así que dicho y hecho. Una fin de semana en el campo. Un montón de adultos con ganas de que los niños se vayan a dormir para emborracharse y hablar de sexo, y un montón de críos sin ganas de ir a dormir correteando como animales rabiosos por campo, pasillos y habitaciones. ¿Quieres venir?, preguntó A. Ya imagináis la respuesta. Yo en una casa de campo con mucha gente y críos solo puede acabar de una forma.


Y, la verdad, no me apetece ponerme una estúpida máscara.

Además, cuando era pequeño ya estuve de colonias en esa casa. Y no, no guardo buenos recuerdos. No me gustaba ir de colonias y... pasaron cosas. No recuerdo con exactitud qué, pero pasaron cosas. A veces no son más que flashes, pero... algo pasó y no volví a ser el mismo.




Así que nada, Jorge se queda el fin de semana en casa disfrutando de no hacer nada y la cantidad de vídeos tontos que hay por estos mundos de internet. Para colonias, Varon Dandy. Paso de un fin de semana de niños corriendo y jugando, padres hablando de los niños, del cole, de gin tónics, de los que no han ido, de niños que lloran sin mucho entusiasmo porque se han caído y padres que sana sana culito de rana así con un poco de desgana porque prefieren seguir la conversación, de ver quién hace la carne, de dónde se ha metido, de globos gigantes (en varios sentidos), penes saltarines y lavabos comunitarios. ¿Antisocial? Sí. Además, si fuera, perdería ese aire de misterio que tengo y dejaría de ser el tío ese raro del sombrero que lleva a lo niños al cole para convertirme en alguien más normal y balbuceante.

Y no me lo puedo permitir.

Por cierto, qué gusto da volver.

jueves, 14 de marzo de 2013

¿Y qué tal el mar?

Hace unas semanas vino mi buen, pero insufrible amigo Jordi a cenar a casa. Esto no es una novedad porque viene bastante a menudo a hacer la pelota a A. y pretender ser gracioso. Mientras cocinaba hablábamos de esto y lo otro y me soltó sin venir a cuento:
- ¿A ti te gusta el mar?
Pensé unos segundos mientra veía si la cebolla tenía la textura adecuada.
- Sí, pero a los cinco minutos me cansa.
- Es que yo odio el mar. Lo odio. Me aburre. No me gusta. Toda esa agua junta y quieta sin saber qué hay en el fondo. El mar está sobrevalorado.
- Como los paisajes - dije -. Subir a una montaña para ver un árbol, un río, una montañita durante ¿cuánto tiempo? A los diez segundos ya tengo ganas de largarme.
- Ya, pero ¿tú te irías en un barco a alta mar durante unos días?
- Ni de puta coña. Ni durante unos minutos.
- Pues eso.
- ¿Por qué lo preguntas?
Y me explicó que hacía unas semanas él, su pareja y unos amigos paseaban por el puerto marítimo de una ciudad y sus acompañantes, con un suspiro entre nostálgico y esperanzado, expresaron su deseo de pillar unos de los barquitos que había en el puerto y perderse unos días en alta mar. Ante esa idea, mi buen amigo Jordi expresó su horror y consternación y al comentarme él el plan solo pude mostrar mi horror y consternación. Porque para nosotros el mar es un conjunta de cosas horribles, espantosas y pesadillescas.




Y lo peor de todo


Entonces, ¿vosotros sois más de campo o montaña? No exactamente. Porque de alguna conversación que hemos tenido hemos llegado a la conclusión de que el campo...



 Y lo peor de todo


Vamos, ratones de ciudad. Bueno, no exactamente.




Y lo peor de todo


- Anda que no sois difíciles vosotros dos.
- Nunca hemos dicho que no fuéramos unos gilipollas.
- Ja ho pots dir, ja...

lunes, 18 de febrero de 2013

No hay excusas

Podría poner muchas excusas, pero no pondré ninguna. Digamos que una mezcla de contagio del desanimo general que se respira a mi alrededor por temas que se nos escapan (sean crisis, abusos de poder, inseguridades laborales varias, etc.), pereza, sueño y novelas absorbentes han hecho que abandonara este blog más de lo querría. Y voy notando que esta bitácora que abría por los calores de julio de 2008 necesita una sacudida y una nueva revolución copernicana ahora que el geocentrismo se ha vuelto a poner de moda. ¿Qué haremos? Ni idea, pero algo se barrunta.

Sea como sea, resumen de estos días:

1. He ingresado en la liga del sombrero. Desde hace un par de semanas, llevo sombrero. Tontería, pero para mí es una novedad. Y me gusta, claro. Si no me gustara, no lo llevaría. Es elegante, da calorcito, me sienta muy bien y me ha hecho que volvieran a reírse de mí por la calle. Dos adolescentes empezaron por lo bajini a llamarme "friki" y "tío con sombrero". Y me molestó, claro. Porque ambas cosas son verdad y lo que en principio tendrían que ser insultos, solo fueron definiciones. No sé, algo más de invención se hubiera agradecido.



2. Exploración de la comedia con los nenes. Ya va siendo hora de que tengan base cinéfila sobre la que asentarse. Después de algunas risas gracias a Stiller, Ferrell y compañía, empiezan los clásicos. El guateque (vista el sábado), La carrera del siglo, Sopa de ganso, El ejercito de las tinieblas serán algunas de las próximas. A Niño Lobo le hace gracía todo lo que tenga que ver con insultos. A Niña Zombi, con decapitaciones.

Vigilando por la salud del sentido del humor de los niños desde hace muchos años.

3. Días de revisión de series. Buffy, Community, My name is Earl... primera incursión en Los Soprano.

4. Y entre los sueños tenidos destaco dos.

- Noche de sábado a domingo: un experimento del ejército que sale mal provoca que una tortilla de dimensiones gigantescas aterrorice a la población mundial. Los Vengadores y Green Lantern (traído de otra dimensión ex-profeso y con las pintas de un Tom Cruise muy venido a menos) luchan contra la tortilla devoradora de edificios y personas. En Igualada se decide que un servidor irá a la montaña de la Tossa a vigilar que no se acerque el monstruo. Es un sacrificio por el bien común ya que soy la persona más prescindible de la ciudad. Al final del sueño, me duermo en un árbol, no aviso y la tortilla devora la ciudad siendo yo el único superviviente.

- Noche de domingo a lunes: precuela con aires de comedia de Alien donde la cría como mascota del bichito acaba escapándose de las manos (ya te dije Jordi que no me parecía un buen negocio).

miércoles, 30 de enero de 2013

Una historia de sexo, violencia y vaginas asesinas

Hace un par de días recibí un guasap de esos modernos que utilizan los jóvenes de mi amigo Jordi. Prejuicioso yo, esperaba la típica estupidez de mi buen amigo, pero para mi sorpresa me hizo llegar una noticia que había aparecido en La voz de Galicia que le había calado hondo y que quería compartir conmigo. Venía acompañada de una frase que decía más o menos, y cito de memoría, "oh dios omnipotente y grandísimo proyecto de escritor de obra inacabada y librero sexi, por noticias como ésta merece la pena levantarse por las mañanas".

Imaginé unas cuántas posibilidades. Un nuevo disco de Natalie Dessay, el anuncio de Parque Jurásico IV (más dinosaurios, más muertos, más tonta todavía), el descubrimiento de que el ministro Wert efectivamente no es humano, sino un simbionte de otra galaxia con el propósito de estupidizarnos para hacer la conquista más fácil, la muerte de algún enemigo comido por ardillas mutantes, etc. Pero no, la noticia era ésta:

noticia original pinchando aquí

historia también conocida como

El caso del chocho asesino

¡Chúpate esa Agatha Christie!
¡En tu vida se te ha ocurrido algo tan bueno!

Para quien le de pereza darle al enlace y leerse la escueta noticia que nos ofrece el diario gallego, os hago un pequeño resumen.

La historia tiene lugar en el año 2011 en la ciudad brasileña de Río Petro. Una pareja norma y corriente tiene problemas. Peleas, discusiones, malentendidos. Lo normal, vamos. Un día ella se cansa y decide matar a su pareja envenenándolo. ¿Quién no lo ha pensado o lo ha hecho alguna vez? Pero, claro, no quiere que le pillen y ha visto suficientes capítulos de C.S.I. y de Se ha escrito un crimen como para saber que siempre pillan al asesino y que los de la policía tienen máquinas ultra sofisticadas que en un pim pam y con un boli que hace luz pillan un poco de ADN y en cuarenta minutos sin publicidad te dicen quién, cómo, dónde, en qué cajón guardan los calzoncillos y el nombre de sus tres últimas novias. Necesita un plan. Una forma de eliminar a su pareja y sin que la pillen. Que no encuentren el arma, claro. En este caso, el veneno. ¿Y cómo puede hacérselo ingerir a él sin que la pillen?

Después de pensarlo mucho, encuentra la solución:
1. Ponerse veneno en  la vagina
2. Montar una discusión con su pareja.
3. Reconciliarse y ponerse ambos cariñosos.
4. Decirle, anda cómemelo todo como te gusta y no dejes nada.
5. Mientras ella está "ay, qué rico, ay qué rico", él estar lame que lame, sorbe que sorbe, lengüetazo por aquí, lengüetazo por allá, pues se empieza a encontrar mal porque va ingiriendo el veneno hasta que no puede más y, pam, muerto con la cabeza entre las piernas.
6. Ella se levanta, se ducha bien limpita por todas partes, llama a la policía y nadie descubrirá nunca cómo se ha envenenado porque el arma del crimen está como los chorros del oro.
7. Puede empezar una nueva vida.


Hasta aquí el plan. La realidad, sin embargo, fue muy diferente. Porque todo iba sobre ruedas. El veneno en las partes, la discusión, la reconciliación, el vente para acá y dale un beso con lengua al pepe, pero...

... el típico pero que ocurre en todas las historias de crimen, pasión y sexo oral...

... él nota algo diferente. La vagina de su pareja no huele igual. No es lo mismo. Y mientras está con la cabeza entre sus piernas, entre lamido y lamido, percibe un olor fuerte, duro, espero, agrío que se desliza de entre los pliegues de carne de ella. Y sí, se empieza a encontrar mal por lo que retira la cabeza de allí en medio entre mareos y toses. Ella empieza a deslizarse hacia él pidiendo que continúe y acabe con lo que ha empezado, pero él no puede seguir y sale del apartamento corriendo para denunciar en la policía que su pareja le ha intentado envenenar poniéndose veneno en la vágina. Se le lleva a un médico y, efectivamente, tiene rastros de veneno en la lengua y los labios.

Cuando la poli llega al apartamento, no hay nadie. Ella ha desaparecido y hasta el día de hoy no se la ha encontrado.

Hasta aquí, la historia. Lo tiene todo, amor, romance, drama, pasión, sexo, violencia, ambiente exótico, música de Jerry Goldsmith (le viene bien), pero en mi opinión a la noticia le faltan los detalles y mis dudas.

¿Qué veneno era?
¿No se vio afectada ella por exponer su vagina a un veneno?
¿Cómo se lo puso?
¿Matarratas a lo bruto como si fuera polvos de talco con la excusa del calor que hacía?
¿O fue algo más elegante y solo impregnó los labios con la mezcla ponzoñosa?
¿Labios menores y mayores?
¿O fue un ejercicio de contención?
¿Un gas venenoso que fue deslizando lentamente como si fueran tristes pedos?
¿Qué ha sido de ella?
¿Y de él?
¿Ha podido volver a acercarse a una vagina o le han quedado secuelas y cada vez que ve una película porno chilla?
¿Sueña con una vagina asesina que va a por él?


Sea como sea, aquí hay una novela.