1. Regalitos
Figurita de Mazinger Z y película de John Carpenter. Casi lo más.
Y de invitados en la foto, el doctor Heinz Doofenshmirtz, una patita del buen primigenio de Cthulhu, las patitas de uno de los monstruos de Maurice Sendak, las seis novela de Robin Hobb, la cabeza de Evelina y alguna cosita más de las miles que tengo en mi cueva.
Momento de compra masiva que nos ha dado a los cuatro en la fira de reyes ante un puesto de películas a dos euros. ¿Resultado? Super 8, los dos primeros Harry Potter, Monstruos unvs. alienígenas, un western con Jim Brown y Lee van Cleef que creo que vi de chiquito, tres películas de Boris Karloff (El ladrón de cadáveres, El terror y Bedlam, hospital psiquiátrico) y tres thrillers que no he visto y a los que tengo ganas (El asesino poeta de Douglas Sirk, D.O.A., la versión de Edmond O'Brien y Hermanas de Brian de Palma). De todo un poco y terriblemente contento.
2. El momento en que A. se ha enfundado el traje de vengadora justiciera y ha salido a la calle a impartir justicia. Vivimos en una calle céntrica y popular. Eso tiene sus ventajas. E inconvenientes, claro. Uno de ellos es que es un espacio de la ciudad donde se hacen actos, teatro en la calle cuando llega el festival, paseo de los reyes, pasacalles en fiesta mayor, etc. Hoy había una cursa. Gente corriendo del punto A al punto A dando una vuelta por la ciudad. Sin problemas.
¿Sin problemas?, he dicho.
Bueno, a parte de los que han decidido poner la música a un volumen insufrible bien temprano para "calentar el ambiente". Y quiero aclarar una cosa. Ni A. ni yo somos una de esas parejas paranoicas a los que una risa en la calle hace que hiervan aceite y lo derramen encima de esos jovenzuelos desvergonzados que se pavonean en la rue. No. Pero los encargados de poner la música hoy han decidido que cuanto más alta, mejor. Y alta me refiero a que sonaba como si tuviéramos una puta orquesta en casa y nos siguiera de habitación en habitación al ritmo de lo peor de hace dos veranos. Las peticiones desde el balcón de que por favor bajaran la música han sido tomadas a risa y con subidas de volumen. Esa actitud chulesca de los dos jovenzuelos que se ponían palotes porque les habían dejado tocas un equipo de música es la que ha provocado que una cansada A., con el pelo rebelde, sin café en el cuerpo y poseída de no se qué espíritu vengativo, se vistiera en un suspiro y bajara a la calle preparada para tener una bronca. A. es pacífica, buena, divertida y le encanta la fiesta, la gente y el jaleo. Pero a horas tempranas y con volumen intrusivo, no.
A los segundos la música ha bajado a un volumen razonable con el espíritu de una carrera popular.
A. ha regresado y con un "ya está" ha zanjado el tema y se ha hecho un café.
Reconozco que la actitud de A. entre Gloria y Ripley me ha puesto algo tontón.
3. Comida de Reyes en casa de mi hermana M. Comer como un cerdo rodeado de familiares que comen como cerdos, jugar con los nenes y el sobrino a espías.
El juego consistía en que Niña Zombi, cuyo nombre en clave era Princesa, y mi sobrino, cuyo nombre en clave era Huevo maduro, habían descubierto que yo era un agente enemigo y me interrogaban para que dijera dónde tenían prisionera a una agente amiga. Como no hablaba se dedicaban a cortarme mi dedo favorito, luego cosérmelo para volverlo a cortar mientras me pedían perdón por clavarme la rodilla en la cara. Tortura, patadas, amenazas y solía decirles que vale, de acuerdo, hablaré, vuestra amiga está en... en... ¡el culo de tu madre! Risas, claro, y vuelta a empezar.
Ains, el sofisticado sentido del humor de los niños.
4. El héroe negro mola mucho.
Finiquitada la lectura de Black Super Power de Daniel Ausente, Aristas Martínez Ediciones, un esclarecedor, divertido y muy adictivo ensayo sobre la presencia y figura del héroe negro en cómic con excursiones a el cine y la novela.
Un ensayo que huye de lo académico, que desborda a análisis y referencias, donde subyace una crítica a ese pensamiento tan peligroso de lo "políticamente correcto", que apuesta por una visión lúdica y apasionada del cine, la literatura y la vida. Donde el autor trasmite un entusiasmo tan desbordante que induce al lector a buscar esos cómics y ver esas películas. Y despierta los recuerdos de viejos números de cómics que contenían algunos de los viejos amores de preadolescencia.
El verano del pequeño San John
Hace 5 días