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jueves, 5 de junio de 2014

Positivismo, coño

Advierto que hoy me pongo un poco imbécil.

Creo que todos tenemos manías que cuesta explicar y, en algún caso, entender. ¿Mías? Pues no soporto ver una cucharilla de café dentro de un vaso o taza, tengo que llevar encima un libro (o dos) siempre que salgo a la calle, aunque sea a buscar el pan, por si acaso, no aguanto que en la librería me llamen nen o niño y cada vez que una abuela me lo suelta porque quiere discutir el precio del cuadernito de dos euros (es que es un regalo para el nieto de una amiga que no me cae muy bien, pero el nieto le hace la comunión y, claro, tengo que hacerle un detalle, pero barato, eh, muy barato) me entran ganas de gritar cual valkiria en un escenario wagneriano que no soy ningún nen, tengo los huevos llenos de pelos y hace ya más de veinte años que me la casco. 

La última de esas manías. Empezó como algo curioso y que daba paso a la broma, pero ayer descubrí que había traspasado la frontera de la gracia al machete. ¿Qué ocurrió? Bueno, a eso vamos.

Desde hace un tiempo se ha asimilado la palabra "positivismo" como sinónimo de optimismo, de una actitud positiva y alegre ante la vida y las dificultades. A mí este nuevo, y erróneo, significado de la palabra me hacía gracia. Quiero decir, ves a dos imbéciles medio borrachos en una televisión despidiendo el fin de año y soltar "lo que este 2014 necesita es más positivismo y alegría" y piensas, claro que sí, el 2014 será un mejor año si aceptamos de una vez que el único conocimiento bueno es el conocimiento científico. Ji, ji, ja, ja, haces la gracia pedante en casa y a otra cosa. 

Pero un día entra alguien en la librería y te pregunta si tienes algo sobre positivismo. Y, claro, uno se va a la sección de filosofía y se flipa y empieza a sacar obras de Compte y Stuart Mill, pero te dicen que no, que no, de esos no, que busca libros de positivismo, de ver la vida con alegría y una sonrisa.

Auguste Compte, una de las figuras del positivismo. 
Su máxima filosófica fue: "Cuando la vida te da limones, utiliza el positivismo y haz limonada".

Empieza a salir positivismo por aquí, positivismo por allá  y recomiéndame un libro de positivismo y un día explicas que, joder, la perspectiva del fin de mes agobia y hunde y alguien te salta, tienes que ser más positivista, Jorge, no puedes ir con esa cara por el mundo y pienso que coño tienen que solo hay que admitir como conocimientos válidos los que proceden de la experiencia propia con el hecho de estar en negativo en la cuenta. 

Y ayer, actualizando la página de facebook de la libreria, me encuentro con la actualización de un escritor profesional de esos que ganan premios y tienen una larga carrera a sus espaldas, que se presuponen que dominan el lenguaje (que es su herramienta de trabajo, vamos) y conocen el significado de las palabras. En su entrada habla de patatín y patatán y a pesar de ser algo con muy buen rollo y humor y compromiso y conciencia, no es más que una burda propaganda de su peor novela. Ningún problema, en facebook hay muchos de esos. El problema, para mí, es que acaba con un canto al optimismo y a la unidad con el grito de "Positivismo, coño". Y pienso, ¿y tú eres escritor?

En serio, un tipo que en principio tiene que saber qué significan las palabras, que su oficio es el lenguaje, debería saber que positivismo no significa eso, joder. Igual que no existen las novelas "atrapantes". Y esto no es evolución de la lengua, ni adquisición de significados, esto es una mala utilización del lenguaje y de los recursos que tenemos. Y si en la lengua oral tiene un pase, en la lengua escrita, no. Y menos si quien lo escribe encima se vanagloria de profesional. Acabáramos. Y me cabreó. Y cuando me cabreó, ya sabéis quien aparece.


Ya está. Ya me he quedado un poco tranquilo. Ya os advertí que hoy me ponía un poco imbécil. Y es probable que esté equivocado.