Hay algo muy interesante en la personalidad de las modelos o en su absoluta falta de personalidad cuando posan ante una imagen. No me refiero a Kate Moss y a su boca abierta rozando los dientes con el labio de abajo ni a las modelos de la hornada Victoria Secrets que solo tienen una cara (es decir, poniendo morritos en un intento de sexy) o a especímenes como Daria Werbowy. No. No se trata de eso. Hay un tipo de modelo conocida como "modelo de cabina" cuyo trabajo no es ser famosa ni salir en las campañas de publicidad sino tener una gran percha y desfilar con las prendas para la casa en el desfile (o dejar que te la confeccionen sobre tu cuerpo y en base a tus medidas). Este trabajo especializado no deja de tender a desaparecer pues las modelos de las que Dior hablaba, las que se le casaban y embarazaban cada temporada para su sufrimiento, -y a las que prefería con un poco de barriguita, por cierto, como Balenciaga- están casi extintas. Hace unos años aún se podían encontrar en la Alta Costura pero hoy, tal y como están las cosas, tampoco. Aunque los cánones de la HC siguen siendo los más rígidos del mundo de la moda. Sin embargo hay que decir que en la diosa madre, Vogue USA, habitualmente cuentan con dos modelos que podrían merecer este calificativo.
La fundamental es Caroline Trentini, la brasileña siempre fue una favorita para Wintour y eso supone que, si tu carrera no logra ascender a los niveles estratosféricos de L´Oreal o de Lancome o de una marca de perfume -a ser posible uno de nueva creación-, al menos te supone salir en todos los desfiles y, sobre todo, en las páginas de Vogue USA. Así la señorita Trentini ha aparecido llevando todas las tendencias de moda, especialmente en las imágenes con fondo neutro donde lo importante era ver la caída de la tela sobre el cuerpo de la modelo.
En cuanto al otro nombre, es Raquel Zimmermann, otra brasileña. Trentini y Raquel están bien lejos de los tópicos nacionales del país de la señorita Bündchen, de Adriana Lima y demás. Trabajan absoluta y profesionalmente e, incluso, con gran devoción hacia la cámara. Trentini es una modelo muy aburrida quizá porque su vocación más estricta es la de modelo de cabina. Mientras que Raquel es una modelo que va conquistando poco a poco. Es una mujer muy bella, casada con un fotógrafo, que tiene una estupenda carrera, de esas de segundo plano. Es una lástima porque la verdad es que es una modelo muy versátil que ha mejorado muchísimo con los años. No es una auténtica modelo de cabina al estilo de Trentini en versión actual sino que tiene una carrera de auténtica primera línea aunque siempre en la variante discreta del asunto. Es decir, que acude a la gala del Met pero sin que eso se traduzca en una campaña de Maybelline; que trabaja habitualmente para Lagerfeld pero sin aparecer en versión efímera en sus campañas con Blake Lively y demás y aunque tiene campañas de perfumes en su haber, por ejemplo la de Palazzo de Fendi, fotografiada por el kaiser, no es conocida por el gran público y tampoco ha puesto rostro a las grandes campañas de la década como no sé, la del Nº5.
Cuando veo ésta campaña de publicidad de la línea de joyería de Dior, fotografíada por Meisel en un ejercicio muy comedido, no puedo dejar de pensar precisamente en esas frases que hablan de la elegancia como la cualidad del no ser recordado. Nunca he estado muy de acuerdo con las personas que tienen esa opinión pero sí soy partidaria de la sutileza. Y Raquel Zimmermann es una mujer sutil ante la cámara, aunque sin un ápice de fragilidad. Su talento como modelo se revela, creo yo, cuando está ante un fondo gris y solo tiene su cara para hablarnos de muchas cosas.
En esta colección, Raquel pasa de ser una señorita de los 30s envuelta quizá en un caso de Hercules Poirot que va a Alemania montada en un dirigible a ser una señorona prematuramente envejecida gracias al dinero de su marido que le da un aura de respetabilidad. Luego se convierte en una princesita hastiada, no sabemos si europea o americana, pero sí que sabemos que con mucho dinero. Poco después florece como mujer: poderosa, frágil al tiempo pero sin ñoñería... y poco después es una persona sorprendida admirando la belleza de las joyas que tiene en su mano ante el espejo.
No están mal las modelos de cabina, ¿verdad?.