Cecil Beaton.
¿Ven esa boca?
El espejo siempre ha tenido mucho que ver con las mujeres.
Son interesantes, fascinantes y pueden ser amigos o enemigos depende del día.
Naturalmente como ya sabían los alemanes con sus wichte y sus cosas tienen algo de doble y de mágico y todas esas cosas que cuentan a los niños y demás. Y que son tan ciertas por otra parte.
Pero, ¿qué importa? Qué vestido.
Es intrínsecamente moderno. Podría ser del resort de Prada de esta temporada -un horror interesante supongo en cierto modo con esas pielecillas y esos calcetinitos- o podría ser un viejo aclásico amoral de Schiap. Podría salir de la mente de Pucci moderándose pero con su estilo innato de la clase alta, de mucho lujo, mucha velocidad y mucha mente perversa que en el fondo es moralista y amoral a la vez. Podría ser un McQueen que se vive con anchoas fritas y almejas en cucurucho como dice Wilde de esos de marineritos de luces y con camisetas de rayas y tal. O quizás un bonito YSL de esos que llevaba Deneuve o que podría llevar Bardot ese patrimonio de Francia por Cannes con uno de esos lazos fascinantes que sellan el final.
O como dice Saint Laurent, el principio.
¿Qué mejor que olvidarse de lo que lleva puesto?