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martes, febrero 21, 2012

Décadas



Uno piensa y piensa, ¿qué tiene de fascinante la semana de la moda de Nueva York y la moda americana en general? Yo diría que es una cuestión de pequeñas cosas.

Que Gisele desfile...

Que desfile Carmen...

Que parezca que no han pasado esta docena de años...


Las chicas de la portada, Gisele y Carmen, fueron objetos de tremendos rumores cuando salió aquel número de Vogue USA. Se dijo que la revista estaba tan mal de fondos que la imagen salió directamente de un backstage. Han pasado doce años, algunas cosas han cambiado, claro, pero no todas. No cabe duda de que siguen siendo las mejores. Pues claro. Así de radiantes en el desfile de Alexander Wang para otoño invierno 2012 2013...

sábado, marzo 05, 2011

La Ruina Y La Ascensión


No quiero hacer mucho palabrerío sobre el último show de John Galliano para Dior que ha sido tan apresurado como todos los demás de sucesores pasados de moda o caducos por obra y gracia de las muertes repentinas que tanto se llevan en Dior desde que Monsieur se atragantase -y desplomase- con ¿un bombón?.¿una raspa de sardina?. Quémásda. El muerto al hollo y el vivo al bollo que es lo que se viene diciendo desde siempre y es una frase tan útil como versátil. Viendo el desfile de Galliano me reafirmo en la idea de "morir con las botas puestas". Eso me gusta de Lagerfeld que será por la edad, será por su -no-madurez incluso cuando presenta una bazofiá, él está convencido de que es maravilloso y de que ha hecho lo mejor sin emponzoñarse con la temproada 04 fue mejor que la 05 o la primavera me salió más bonita que el invierno. Al fin y al cabo, la moda dura lo que dura, se trata de evolucionar, de estancarse o de sea lo que Dios quiera.


John Galliano desde hace un tiempo, el mismo que desde que se dio el giro en la publicidad de Dior en la era Galliano pasando de Giselles que cabalgaban bolsos repletos de logos, japonesas cool que se reflejaban en escaparates metálicos y perfumes que había que rastrear en el anuncio porque entre tanto colocón guachi no se encontraban, la maison que capitaneaba el timonel de Galliano también cambió. Los dioses egipcios con sus heraldos dejaron de pasearse por Dior, no había y a locomotoras ni Eugenia Silva llevaba penachos de india, tampoco había carrozas envueltas en nebulosa, gitanas -gitanorras- entremezcladas con enanos y ancianos y amantes que se volvían leones rampantes en la pasarela. Dejó de haber, en medio de la desgracia operística de Madame Butterfly, plisados magistrales de origami que se volvían geishas por sí mismos o africanas que paseaban sus cuerpos lánguidos, mistéricos y salvajes en trajes de noche que podían salir de la sabana por los salones versallescos que Galliano plantificaba en cualquier sitio.


De repente, Galliano dejó de presentar cada colección como la última. Ya no se reía ante la prensa tímidamente diciendo "creo, darling, que mis clochards son lo más bonito que he hecho" ni Arnault tronaba que Galliano era un genio. De repente, comercialidad o madurez manda, Galliano cambió sus delirios pintorescos -en todos los sentidos del término artístico- por colecciones donde una muy medieval y actual Juana de Arco rampaba, virgen, joven, discreta, por los campos de batalla de Dior. Pero, más en la corte del rey que en la batalla. A partir de ahí, hubo quien se mostró algo decepcionado. Que a Galliano le han "atado los machos" para que venda más y más parecía ser el chascarrillo de todo cool que iba a ver sus colecciones; como si tirar la última piedra o hacer la última risa fuera lo más "in"- puagh- del mundo de la moda. 


Galliano siguió creando buenas colecciones que, simplemente, ponían el acento en otras partes. Lejos de juzgar si esto es bueno o malo, si esto es apropiado o no, si esto es lo que se desea, lo que se espera, y lo que se saborea de tres en tres meses en el mundo de la moda, las pildoritas Galliano -al menos para mí- seguían siendo efectivas. En esta, su última colección, Galliano sabe de sobra lo que le está ocurriendo. No hay más que ver las capas de embozado del principio, lo pesimista del negro que se avalanza, trepa y se enrolla por el cuerpo de las modelos, la noche que puebla sus prendas: azul del cielo, negro, gris plomizo.


Galliano, como quien intuye la muerte, sabe lo que le espera. Sabe la ruina, la caducidad de la vida, el tempus fugit, lo huidizo de las vanidades, la carne trémula que se convieret en polvo, la maldad, la decadencia. La hermosa decadencia. La febril y bella decadencia...


Pero, también sabe que tras la ruina, llega la ascensión. Que el ave fénix se incendia para renacer, que de la vida sale muerte y que la muerte engendra vida, y es que al final... al final, lo que cuenta es levantarse y no las veces que caes porque la muerte besa de blanco. Como un nuevo bautismo.


Aunque en la firma se han desligado completamente de Galliano, como se ve en la imagen en la que salieron a desfilar las "manitas" -little hands- de la casa Dior, con sus batas y su palpable emoción -y es que hay que reivindicar este trabajo invisible-, el museo Rodin que también ha visto los adioses de Valentino y de Tom Ford en Yves Saint Laurent se llenó del sonido del que falta, del que no está. God Save Galliano, y sobre todo, que vuelva. (Esto me va a quedar muy cursi pero...) !Te queremos John! Ellos te aplauden a tí, como yo.

lunes, diciembre 07, 2009

La Era Digital


El último número de Vogue Italia, de alguna manera, vuelve a hurgar en la herida. Está dedicado a la era digital, al efecto que ha tenido Internet en el mundo de la moda -y en el cosmos en general- y a la estética surgida entre las redes sociales y el mundo de los fotologs. La verdad es que a medida que nos acercamos al 2010 y cuanto más intentamos resumir lo que ha sido la primera década del siglo XXI, más tenemos que profundizar en el fenómeno Internet. No sólo en los blogs de streetstyle y en la opinión de blogeros afamados -o no- y con más suerte que pericia -o no- sino en esa nueva estética, en esa nueva moda, en esa tendencia y en ese universo digital que nace y recorre nuestro siglo.

La idea de Steven Meisel me ha traído a la cabeza aquella sentencia de Ortega y Gasset que decía que "cada generación quiere dejar su impronta en la historia". Y, lo cierto, es que ésta forma de ser alguien en el medio online es muy adecuada. Mis dulces teens y mis no tan teens se encuentran diseminados en Internet bajo etiquetas muy diversas, ya sean Emos o miembros de la generación 2.0 pero todos unidos por la seña de identidad de la red.


Quizás la cuestión sea cómo dejar esa impronta, y en manos de quién cae, pero yo soy una fan del fenómeno Internet porque es el heredero legítimo de la era Acuario y porque ¿y por qué no? La cosa es que ésta es la dicotomía que plantea Meisel en Vogue Italia, realidad contra digitalización.


Internet nos ha servido a todos para convertirnos voyeurs aficionados o pluriempleados y en adorantes o adorados o todo al mismo tiempo. Ha servido para expandir nuestra intimidad y para reducirla. Ha cambiado nuestra forma de mirar, de actuar y de hablar y nos ha esclavizado a ir a todos los sitios con cámara en mano para inmortalizar cualquier instante vago. El engendro de Vattimo y la postmodernidad se han cebado con Internet, lógicamente claro, pero esto ni bueno ni malo, simplemente "es" que, ya es bastante.

De alguna forma, hemos enfrentado la realidad a la "ficción?" . Internet ha dado voz y voto a los sin nombre y ha covnertido a los elegidos en cuasi dioses de una generación que se muere por glorias con fecha de caducidad. También ha ampliado los límites de la realidad y ha creado extrañas sinergias siderales y culturales. Anna Wintour -se dice, se comenta- ha prohibido hablar de blogs en Vogue USA edición impresa -la Biblia de la moda, al caso- (tampoco hay que sorprenderse porque la señora -La Señora- dijo que era mejor que nadie la saludase porque perdía tiempo) pero al mismo tiempo crea humanoides con el photoshop. Si es que... le dijo la sartén al cazo, quítate que me tiznas.


Otra cosa que ha dado Internet es el sentido de la decencia y el de la intimidad. O mejor dicho el de la no decencia y el de la no intimidad. Fotos semidesnudos, fotos como una cuba, fotos drogados, fotos ¿?, fotos sonrojantes, fotos desvergonzadas... hay que tener en cuenta que hemos creados y que pertencemos a una generación en la que no importa salir de fiesta, no importa pasárselo bien, no importa nada a menos que sea inmortalizado y subido a la red. Es algo así como el "irse el último aunque te estés congelando y aburriendo y echando de menos la cama" versión 2.0...


La estética de Internet -flogs y Tuenti.com- se resume en algo así como una despreocupada vida social íntima al alcanze de todo el mundo. Se inmortaliza todo y en cualquier momento y las fotos se retocan un poco para parecer diosas y dioses. Es curioso lo reducida que queda la vida en Tuenti, -zonas de "marcha", intereses, ¿qué busco? y ¿qué estudio?- más un estado y una galería de fotos. Ay... y lo peor es que cubre todos los aspectos del humano medio más que de sobra.

El fenómeno Twitter -aka barra de bar digital- no tiene tanto calado como Tuenti o fotolog pero también tiene su aquel. Es más inmediato, más payaso, más dinámico y menos comprometedor porque ni se abochorna uno por las imágenes ni los comentarios son demasiado penosos.
En cuanto a la estética fotolog -foto en espejo con cámara con flash- y sus derivaciones moderneras y teens -eternal teen- poco más hay qué decir salvo que tiene, en buena parte, culpa o responsabilidad de la moda del street style y de los ídolos del acné fever.

En cuanto al street style, más refinada y más dandy -y más sesuda- uno no sabe qué decir. Gaultier que decía que se inspiraba en la calle y los coolhunter posteriormente entre el fin de los 90 y los primeros años del 2000 sacudió el mundo de la moda el hecho de que la alta moda se inspirase en los que la consumían. De repente se llevaban las lolitas japonesas y al año siguiente las góticas con maquillaje psicodélico. Y Marc Jacobs y Karl Lagerfeld se tenían que aguantar porque The NY Times vio a Scott Schuman y decidió que este era el futuro.

De hecho la primera plana de las fashion weeks se desvive -y desvivía- por salir en foto y, a ser posible, tener luego un par de fans. Eso sí, las voguettes todas ellas están convencidas de que Balmain es tener personalidad. Oui, madame. La gente también está convencida de que The Sartorialist es un mésías y, si bien en cierta forma lo es, también no lo es de manera rotunda. Son sólamente otros quince microsegundos de fama en Internet...
Pero, quitando todo eso y yendo directamente a la esencia del asunto; ¿qué podemos esperar de nosotros mismos? ¿Seguiremos corriendo sin avanzar?, ¿Amando sin confesar?, ¿Siendo sin aparentar? O alguna vez lo dejaremos de hacer.....

O es que Internet nos gusta tanto porqué nos permite ver segmentos de la vida que querríamos tener y olvidar los segmentos que nos molestan. ¿Podemos considerar nuestros movimientos online como el colador de nuestra experiencia real? ¿Es el método de selección de fotos -buena se sube, mala no se sube- como el de nuestros recuerdos?. ¿Debemos pues quemar periódicos viejos y enterrar a nuestras abuelas?


Y quién sabe... No sabemos si la editorial es buena pero da qué pensar y eso siempre es bueno ¿no? Digo yo...

miércoles, septiembre 23, 2009

It Works


Ocurre en las semanas de pasarelas. Siempre. De la misma forma que ocurre en las fiestas y en las celebraciones y con el típico vestido negro. También con el vestuario de oficina. Con eso que se llama fondo de armario. Con los novios. Con la comida. Con los trabajos. Con las expectativas. Con las personas.

Les pasa incluso hasta a los grandes. Miuccia Prada hizo toda una colección a base de turbantes y blusas sin mangas de raso brillante porque, bueno, porque no estaba contenta con el resultado y decidió no incluir partes de abajo. Eran malas. Así que opto por unos microminishorts. De donde no hay, no se puede sacar.

Quizás tiene que ver con la mediocridad o quizás con la regularidad y la genialidad. Eso de que uno es genial una vez y no siempre. Eso del autoplagio. Chanel con los minivestidos negros, Hermés con los pañuelos, Hervé Leger con vestidos de tiras elásticas, Halston con los vestidos holgados arabescos o Dior con sus chaquetas Bar. Vuitton con sus maletas estampadas, Gucci con sus bolsos cuajados de “G” o, Cavalli con los minivestidos escotados, prietos y ceñidos. Esa fina línea entre el autoplagia y la seña de identidad.

El “it Works” parece ser la clave para no enfrentarse con la realidad y esforzarse. Una colección está Ok y pasa. Y se olvida. Probablemente de eso viene el pasar y pasar de las tendencias. Que son fruto del aceptable significa genial y no del está bien pero podemos y debemos mejorar.

Debe ser cosa de nuestra mentalidad de la misma forma que la mayor parte de la gente hace las cosas para pasar. Y, si no, siempre queda el extravagante polo opuesto. El del escándalo. Chicas desnudas, carne, tacones imposibles, corsés fetichistas o hombres con pintalabios y ligueros. Siluetas de androide, pelucas de payaso o llámalo x para que una Annadelloruso de la vida se lo compre y The Sartorialist lo fotografíe, a ser posible, en la Semana De La Moda de París antes de que esté en las tiendas.

Antes las cosas no se hacían con el It Works. Se hacían basándose en que la gente que iba a gastarse lo que el francés medio ganaba en medio año no pretendía que la ropa, al mes, estuviera quemada. Vista en Vogue, GQ, Instyle, Elle, VMagazine, Bazaar, Vanity Fair y en una centena de blogs en la red. Y manoseada por críos de diez años y por Bridget Jones con un blog que leen ella y sus dos amigas que se creen Coco Chanel en 1.80 y caucásica. Con su talento y el físico de Gisele. Ejem.

Antes la necesidad era la madre de la creación .¿Cómo conseguir que alguien quiera un tuxedo cada temporada? Ahora sólo necesitas tatuar una marca y venderá. Mmmmm… si ya han quitado las bolsas de plástico, ¿quitarán la ropa de usar y tirar por algo que no sea un mero placebo?

No siempre el Ok vale. Porque en la escala hay diez y, el cinco es suficiente pero no Suficiente.

martes, mayo 05, 2009

MET



La gala del MET trataba sobre las modelos. Esas musas mudas que deben ser sólo perchas, nada de caderas, poco pecho y mucha espectacularidad. A las modelos se las trata como mercancía -ganado, carne, jarrón- son, sencillamente vitrinas en movimiento. Y, no tiene nada de malo. Ya hay cabezas pensantes y, de la misma forma que los filósofos no viven, los modistos no se visten, las modelos no son musas. Y, nunca lo fueron. Y, no lo serán.


Las modelos son como antiguas estatuas griegas. Se las escoge para el culto, la contemplación. La hermosura. Son personificaciones del alma, de la belleza extrema, de la sofisticación, la elegancia, el erotismo divino. Son diosas. Son Afrodita.


Las modelos son efigies egipcias. Perfiles dinásticos de cuello largo y rostro afilado. Felinas. De ojos peligrosos, de mirada altiva, descendientes de los dioses, prístimas damas del Nilo. Exóticas, panteras, ágiles. Animales, fieras, damas, reinas...


De alguna forma, son instantes impresonistas. El reflejo del sol sobre un vestido, los rayos de la luna resbalando por el cuerpo desnudo, el carmín rojo devorando el rostro, Olimpia tendida en su diván. Damas de un día, damas para toda la vida.


También deseo. Sexo, pasión y calor. Juventud, vanidad y superficialidad. Sexo, drogas y Rock And Roll. Impulsos. Descargas eléctricas. La tentación. Y, ni siquiera necesitas serpiente.


Otras son tentaciones. Rubia, femme fatale, insignia. Mil rostros o actrices de prendas. Quizás la primera rubia en Chanel. Quizás el deseo. Psicoanálisis de una mujer. O de cientos.



Otras son los fuera tópicos. Supermodelos de las que coreaban su nombre al final de la pasarela y de las que se contoneaban como gatos en celo por la alfombra roja convencidas de que allí arriba son la perdición.



Hay modelos que son, clones de un ejército. Sigen un patrón e identifican una tendencia. Y una clase social. Son modelos wanna be. La moda de hoy. Las niñas bien. Voguettes. Y exclamaciones. Personajes de cómic, casi. Y, siempre con alma de NY.


Etnias. Modelos que son excepciones. Puntos y apartes en el mundo de la moda. Modelos negras cubiertas de diamantes y vestidas de YSL, modelos negras de piel del color del ébano y cuerpo de atleta. Modelos que nunca hablan de lo exótico, hablan del color del alma.


Hay modelos que son ángeles. Ángeles rubios. De Berlín. De Goethe, de tragedia, de pactos con el demonio. O con Mefistófeles, al que, obligarían a comprender las más altas aspiraciones del ser humano quizás hipnotizándole con su mirada.



También hay modelos que hablan de los tipos de belleza. De una androgeneidad muy femenina, muy masculina, muy atemporal. Una especie de divinidad de piedra y cielo, de eternidad, un ser superior muy especial, muy distinto de los rasgos divinales. Una suerte de conciencia última con la frente de mármol y el rostro de cristal.


Y modelos de esas que sirven para todo. Sexo, refinamiento. Y, al final acaban siendo celebrities. Mujerones que miran por encima del hombro y son todo sonrisas y vestidos brillantes. La novia del superhéroe.

Y, otras mujeres... Pero, a veces, las modelos juegan a ser celebrities.