Newton decía que era un pistolero al que pagaban por disparar fotos. Tambíén que en su vida de fotógrafo de modas había hecho mucha basura porque, indudablemente, le pagaban pero que también había hecho algo que si no era arte, estaba muy cerca. El fotógrafo, un judío alemán huído hacia Oriente para evitar el Holocausto que dio con sus huesos tras pasar dulces noches de erotismo en Singapur en un campo de concentración australiano, supo captar bien la perversión y la esencia de la mujer, el sexo, el erotismo, el lujo, la decadencia y las segundas intenciones.
Para Newton, un cielo azul, una rubia escultural, un aparcamiento o una terraza eran suficientes. Una verja y un abrigo de piel. Una mujer desnuda y una cocina. Un gorro de piel rusa y un oso. Un zafiro muy azul y un pollo. En el primer número de Vogue Paris con absoluto control de
Emmanuelle Alt, la sucesora de Carine, y una firme contribuyente al look desarrapado-lésbico-rock-ja de las Voguettes (llevado en ella al último eco de ese grito en el vacío, claro) vuelve al pasado glorioso de Vogue Paris cuando Newton era el sheriff e incluso a un poco de sus trabajos propios como aquel en que
Daria se paseaba vestida de Chanel por Los Ángeles... Aunque aquí hay más perversión y menos laissez faire...
A Lara Stone me la creo. Es completamente Newtoniana, tiene algo trágico, algo mágico, algo decadente. Tiene un poderoso atractivo, carisma y fuego en la mirada. Newton podría estar ahí, dándo órdenes, diciendo cómo tiene que coger el hacha y esperando la reacción de temple contenido, de furia exacta que él espera. Lara Stone es una especie de banshee que llama a la muerte y a la vida como una dama primigenia. Es la Santa Compaña encima de esa piscina. Es la cruel parca y también tiene algo de bella medusa porque es bella pero... si te mira, te deja de piedra...
Es cierto, no obstante, que Alt aprovecha para ningunear su revista. Tiene esa afición desmedida por el boho chic, por los pantalones de pata ancha, David Bowie, los músicos melenudos y la laca que poco tienen que ver con los setenta y ochenta helmutonianos. Pero bueno, hay que captar, como Newton, la esencia de las cosas y lo que cuenta, al fin y al cabo, son las instántaneas memorables porque como bien sabe Newton, son las que importan. Las otras, no.
No obstante, es triste que la inspiración, la oleada de inspiración, sea un plagio. No es sorprendente, claro que no. La obra de Newton está día sí, día también en las páginas de las revistas. Testino hace malas copias -y triunfó con ellas- con Carine, Tom Ford y su Gucci noventero; Richardson cree saber a lo que alude Newton en su universo tan sencillo -ja- y Meisel suele recurrir a Newton de vez en cuando con sesiones delirantes donde falta sangre, sudor y lágrimas. Lo bueno de Newton es que convertía los maniquíes en carne y a las modelos en muñecas. A Newton le fascinaban las prostitutas, le fascinaba comprar a una mujer, le fascinaba el sexo a la venta con los sentimientos más puros y más bajos. A Newton no le fallaban los instintos. Eso cambia con Alt, claro. Con Vogue París a día de hoy y también en la era Roitfeld. Hay poca imprenta del hoy y demasiada sencillez para importar y disimular carencias muy hondas.
Alt no entiende el profundo conocimiento psicológico de un Newton conocedor de los límites y las bajezas humanas y tampoco comprende la fuerza arrolladora del fotógrafo alemán -y del mundo-. El problema de hacer fotos a la Newton no son ni las modelos, ni el sitio, ni la ropa, ni la fecha, ni la luz, ni el cielo; es el todo. Newton era la armonía. El hilo conductor. Y eso es lo que pincha en el reportaje. No es Newton, es un remedo y sabe, irremediablemente -incluso en los momentos brillantes- a pastiche. En esta sesión, sus responsables, no entienden que Newton no hace fotos de moda sino que cuenta historias en sus fotos de moda, no entienden que las amas de casa son desquiciadas, que los hombres son amantes perversos y amantísimos, que las putas son putas baratas y de alta alcurnia, casi sagradas, que la sangre es la vida y que el nacer es morir...
Por eso, cuando caminan por los callejones, no se ve a una loca, a una desequilibrada que en los 70s cree vivir en los 50 o en los 30 o en medio de todo aquel jaleo de Veronica Lake con su pelo y Ava Gardner con su arrebatadora belleza. Por eso, cuando pone a un ama de casa de corte medio de la América profunda y bella de perro y valla blanca, no entiende la desesperación que debe palpar en su pequeño mundo opresivo donde la valla blanca del sueño es el muro que trunca toda libertad por voluntad propia.... A Alt le falta naturalidad para ser capitán, a Newton le sobra. Aún así, Lara Stone está muy cerca de Newton y sus sueños, muy muy cerca. El cielo azul, el hacha, la velocidad, las piernas envueltas en medias, las palmeras y las bragas de encaje. Ay Helmut... menos mal que vivirás siempre... menos mal. Cómo nos gusta tu mundo. El tuyo, claro.