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miércoles, octubre 05, 2011

Y Se Hizo La Luz


A Lagerfeld no le gusta la cultura mediterránea, sin embargo, es un hombre de pasiones. No me cuesta nada en absoluto imaginar al káiser contemplando el horizonte envuelto en brumas como en un cuadro del Romanricismo... sin embargo, su colección primavera verano 2012, presentada hace unas horas en París, es un canto a la luz. Se trata de una luz blanca, completamente ajena a los tonos dorados y abrasadores del Mediterráneo que es completamente pura. Es una luz espiritual, abrasadora por su luminosidad y, sin embargo, delicada. 


Asepsia e higienismo parecen ser las palabras que vienen a la boca cuando uno empeiza a contemplar una colección con más de ochenta pases en la que predomina el blanco, el constructivismo a base de líneas y el formalismo estético además de un cierto amor a la tecnología, al plástico, al efectismo. Sin embargo, en mi opinión, Lagerfeld es una persona espiritual. Quizá no tiene una espiritualidad de raíz gótica en la que Dios es luz y color y todo se transmuta envuelto en la nebulosa del color, pero tiene una idea divina bastante inmaculada e inmaterial. Lagerfeld deconstruye con sus puntadas, crea mujeres que tienen algo de droides y algo de ninfas, es condenadamente moderno y atemporal.


Chanel destaca siempre por su trabajo artesanal, las pequeñas manos que se esconden tras el taller, la cara oculta de la Luna. Sin embargo, la presencia de la exquisitez de los detalles está siempre presente por muy lineal o absurda que la colección pueda parecer a primera vista. El verano que Lagerfeld propone se basa en una mujer que llega al mundo inmaculada, es una mariposa envuelta en gotas de rocío, que echa a volar tras todo un invierno rodeada de nieve y que se hace al aire en medio de una tormenta de pétalos de rosa. Hay una inevitable delicadeza y fugacidad en todo lo que se confecciona, hay un ir y venir de la vida que está ahí, ahí esta y no se puede evitar. 


El mar parece el reclamo más evidente de Lagerfeld. Sin embargo, es un mar trasmutado. No hay playa. Es todo agua. Cuando Claudia Schiffer reinaba en las pasarelas y Helmut Newton vivía, cuando Lagerfeld ya fotografiaba a la alemana en medio de escenarios llenos de luz blanca y correteando como una niña con trenzas y sacada de un pueblo francés o vasco; el Chanel del káiser tenía un sabor rural, campestre, delicado y efímero. Claudia era una campesina vestida de Chanel y las sirenas se peinaban su melena de oro y la adornaban con camelias blancas. No obstante, esa fugacidad que Lagerfeld acostumbraba a reflejar en sus fotografías, llevaba varias temporadas desaparecida de Chanel.


Ahora vuelve el tiempo que se fue. O mejor, vuelven los pequeños instantes. Ya no estamos en la Arcadia ni nos enfrentamos a la muerte en Venecia, no se trata de contar una historia. Ya no. Ahora, Lagerfeld se vuelve impresionista. Sin duda.


Lagerfeld monta siempre un cierto jaleo en sus shows, como los impresionistas. Cuando, tras la Guerra Francoprusiana, en Europa surge con fuerza el Impresionismo, se vive tanto un momento convulso como un dulce. Como nosotros. Ya ha acabado la guerra y el progreso continúa hacia delante, se abren los años del principio del fin del viejo mundo y del surgimiento de una nueva edad dorada -que no despinta tan brillante como parece- y, ahí en medio de todo eso, algunos artistas deciden captar un instante.


Wilde decía que "la moda es esa forma de fealdad tan extraordinaria que debe cambiar cada seis meses". Actualmente hemos superado ese pensamiento y estamos más cerca de los quince minutos de fama de Warhol que de otra cosa y, si se apura, más del instante fugar de Monet o de Renoir... Por eso, aunque la moda no acaba de encajar entre las artes sino como artesanía por representar esa caducidad máxima tan bien, no deja de tener todo un halo impresionista...


Lagerfeld es uno de los nombres claves del siglo XX -y de éste-. No es un personaje como Chanel que creó un nuevo mundo con el hilo de sus prendas retroalimentándose de las vanguardias y las situaciones históricas, pero Karl tiene a su favor un continúo mirar hacia delante y hacia atrás, un vaivén que le lleva a captar -precisamente- la vida moderna. No cabe duda de que la modernidad por la modernidad es vana, ya lo dijo Dalí con su apocalíptica frase acerca de que no se podía carecer de modernidad, pero hay algo fascinante en poder disfrutar de la vida entre perlas, entre algodones, entre ir y venir de la espuma del mar...


 Y, en esta colección, muestra que la decandencia puede ser hermosa. Es decadente pero, a vees, viene bien perderse, echarse a las olas y quedarse allí... a ver la puesta de sol antes de morir... o de volver a la orilla.