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viernes, julio 12, 2013

50 Fiestas
































Grace Coddington cuenta en sus memorias que tiene una gran amistad con Anna Wintour. También que le organizó sus más memorables fiestas de cumpleaños, además de contar algún chascarrillo sobre la organización de las fiestas de, por ejemplo, el MET en su gala anual de la moda. Parece evidente que a Anna Wintour, una mujer de negocios, el aspecto social de su cargo, le va. Puede que por ello hace unos meses saltaran rumores sobre una posible embajada en Londres que Obama le había ofrecido... 

Sin embargo, la Wintour decidió quedarse (un poquito más) en Vogue USA, esa revista que ha configurado hasta el milímetro en estos últimos veinte años y en la que hay muchas celebrities, poco blanco y negro, poca letra, pocas páginas (salvo en septiembre), mucha publicidad (de todo tipo), muchas cartas a la directora y, generalmente, un editorial de Grace Coddington que es lo mejor del número y que cuenta una historia y trata sobre la moda. La Coddington, esa loca de los gatos pelirroja, que obtuvo relevancia gracias al documental The September Issue en el que hacía de robaplanos de la Wintour y a la que, pese a las reticencias sobre ser grabada y su amistad, discutía minuto sí, minuto también en pantalla; siempre se ha quejado de la poca moda que hay actualmente en las revistas de moda. 

Eso es algo que el dúo calavera de Vogue: André Leon Talley y Hamish Bowles, comparten con ella. Son, igualmente, hijitos de Wintour, sus protegidos... como muchos otros diseñadores: Galliano, Olivier Theyskens, De la Renta y Jason Wu entre otros y modelos: Caroline Trentini, Gisele o Karlie Kloss... porque aunque el sueño de Wintour es que su hija, Bee, heredase su trono en el mundo de la moda (o en la Biblia de la moda), la criatura no ha pasado de pavonearse (sosamente, la verdad) en las escaleras del MET del brazo de mamá una vez al año y de proclamar que prefiere el derecho (¿algo que ver con Will Gardner de The Good Wife?) y las cosas de papi a los juguetes fashion de mami. Y mami se ha tenido que buscar otros acólitos.

Uno de ellos es Hamish Bowles (en Vogue desde hace veintiún años y, actualmente, International Editor at large, gracias al pique Carine Roitfeld-Anna Wintour en Hearst-Condé Nast) que parece un poco el contrapunto de ALT: delgado, vestido de lord inglés atrapado en la mente de Sebastian en Retorno a Brideshead, coleccionista de Alta costura, especialmente Balenciaga, y con un aire un tanto lánguido y melancólico que oscila entre el dandismo entendido al estilo años veinte y la excentricidad comunista-capitalista del Camelot de los Kennedy del que es un gran estudioso (¿acaso no es esta fiesta similar al derby de Roger Sterling para celebrar su compromiso con Jane en Mad Men?). Esos pocos números que Vogue España ha sacado del suplemento -bastante malogrado dada la crisis económica pero que a mí me chiflaba- Vogue Gourmet se inauguraron con un reportaje a Hamish Bowles y con odas a su estilo de vida y su gusto.

En su cincuenta cumpleaños, la Wintour -ni corta ni perezosa con un vestido verde de Oscar de la Renta- le organizó una fiesta en Long Island, de época (años 20 gracias al Gran Gatsby (se nota que Wintour ha colaborado en la historia de amor entre Prada y la señora Luhrmann para diseñar el vestuario de Daisy en la película y el resto de piezas) -acudió el director Bar Luhrmann, de blanco, pero sin su mujer-), con un mapa del tesoro para encontrar la party, también Lauren Santodomingo (conocida por encontrar excusas para llevar pieles el 21 de junio, fecha en que se celebró el cumpleaños), Naomi o Lacroix (que, además, diseñó la vajilla de Vista Alegre que se usó en la fiesta), Oscar de la Renta, Derek Blasberg (el ex asistente de Wintour despedido por ser demasiado cariñoso y fiestero con algún diseñador... y reconvertido luego en it boy por excelencia -¿?-), Giovanna Bataglia, Bee, Grace Coddington y más gente guapa.

Reseñable, reseñable, lo que se dice reseñable... no mucho más que el voyeurismo hacia los que son ricos y famosos pero quizá, sí, un detallito ligero pero significativo. ¿Por qué nadie fue vestido años 20 a una fiesta años 20? Sí, sí... parece mentira que todos los invitados fueran de primera línea del mundo de la moda y que estuvieran allí algunos de los diseñadores, periodistas y caras de la industria más célebres y con más talento del mundo. Porque ninguno, ninguno, fue vestido como en los años 20. Fueron en un remedo, al estilo de los 20s del Gran Gatsby, de lo que se cree que la gente vestía en los 20s a nivel inconsciente colectivo: vestidos de flecos, boas de plumas, pelo bob (Wintour ahí reina) pero la verdad, que sí, que sí, es que esas prendas quedaron muy limitadas a las flappers y a un estrato social: cabarets, Berlín la nuit de la República de Weimar, antros de Nueva York y Chicago porque la gente de bien no iba vestida así. Para empezar, el largo era más bien a media pierna que en la rodilla, la colita del vestido era casi obligatoria y el aire de decadencia, droga y sexo era menos sórdido y más sofisticado. Y la versión que optaron el resto de invitadas (salvo los trajes veraniegos blancos que eran lo más 20s que se vio): traje largo, kilos de joyas y lentejuelas... bonito pero no, no. Nada que decir sobre los que fueron de sí mismos: los de la Renta, Anna Wintour... ¿Se puede ser más aburrido?... En serio, ¿por qué los ricos no saben vestirse? No clothes, no party!