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sábado, septiembre 22, 2012

Una China En El Zapato De Prada


La inspiración de Miuccia Prada para la primavera verano 2013 es, indudablemente, Oriente. Y, especialmente, Japón. El calzado revelaba lo que la colección no ocultaba: pies pequeños, pies de las hijas del loto, plataformas para elevar a las nobles de los vulgares mortales y elitismo. Hay flores -y pieles, lo que no deja de ser sorprendente- y hay cortes que recuerdan más al trabajo de Kawakubo y Yamamoto que al de la tradición italiana que uno espera encontrar en Valentino o incluso en Versace.


El Oriente de Prada no es el de Armani, otro italiano aficionado a las dekicias que el lejano Oriente puede darnos a nosotros, castos occidentales. Son mundos completamente diferentes. El orientalismo de Armani bebe de los materiales, del preciosismo de los tejidos, de la constancia del agua, del cantar del viento, del jade, la piedra de la luna y las historias de escamas de dragones y tapices que volaron y se hicieron pájaros y castillos. El Oriente de Prada, en cambio, es el de los cómics, el de los cruces sobresaturados de Tokio, el de los vagones del metro en puro silencio, donde nadie se toca, donde nadie habla por el móvil, donde hay empujadores para que la gente quepa dentro.


La pasarela misma parecía el cruzado de las línes del metro y, el público -espectadores-, los que aguardaban a coger un vagón con destino a los almendros florecidos o a un barrio comercial de la ciudad alta. Al fin y al cabo, lo mismo da. Se respiraba mucha soledad, mucho vacío. De ese tipo de ausencia que solo hay cuando hay mucha gente, muchos ojos mirando que no ven nada.


Prada propone un Oriente que casi es el de los comics y el de las lolitas tokiotas con coletitas y minifaldas de colegio británico, todas a cuadros. Debo ser de los pocos a los que el calzado les ha chiflado. En general, temporada tras temporada, los zapatos de Prada son un objeto oscuro de deseo tanto en la firma principal, Prada, como en la que hace años fue secundaria: Miu Miu. Han recibido muchas críticas y se han alzado muchos ¡oh, qué horror! pero a mí me han gustado. La palabra clave es jikatabi y, hace no mucho, en 2009, Margiela ya lo hizo. Eran unas botas inspiradas en el corte entre los dedos del calcetín tradiocional japonés -tabi- que viene a ser un calcetín con el dedo gordo separado de los otros. La sensación es similar al ir descalzo y era lo que llevaban los ninjas (y las simpáticas Tortugas ninjas de los dibujos animados que además de para aprenderse los nombres de los pintores renacentistas también van a la moda). Miuccia Prada lo que ha hecho ha sido ponerlas tacón y bañarlas en oro, en plata y en la gama de los rosas y ponerlas lacitos. Y todos tan contentos.


En cuanto a otros accesorios: pelo alto, recogido, con un aire marcial y señorial que ya se ha visto en Prada en otras ocasiones cuando citaban a sus bibliotecarias sexies y esmirriadas de los años noventa, por ejemplo. Las texturas de la colección oscilan entre la flexibilidad del calzado y de las prendas y la dureza de los accesorios, los colores apagados y los estampados sobrios y poco alegres con mucho de Marimeko. A Anna Wintour, que criticaba a Pilati por la falta de colores de la primavera en YSL, no le ha debido gustar mucho pero, como al exposición de Prada-Schiaparelli del MET ha sido un fracaso y Miuccia Prada está muy enfadada, la colección estará bien alto en el top ten de Vogue, de Style y de Condé Nast en general. Al tiempo. En realidad, Miuccia Prada ha reconocido que no estaba muy inspirada para hacer esta colección -sólo hay que leer entre líneas en sus declaraciones- y parece que en ella hay un poco de deseo de venganza y de aire letal y casi militar. A mí sus chicas me recuerdan un poco a institutrices occidentales que lo mismo se te aparecen con una fusta en sueños que te saltan los dientes de un bofetón en una pesadilla.


La música francesa que ha acompañado al desfile es maravillosa. Y pone más en situación que las prendas por sí mismas siendo parte del mensaje que nos transmitía, igual que hace un par de veranos cuando todo era mucho más alegre y sideral, pero que tenía las mismas gafas absurdas. El drama del verano es para Miuccia un tema que se cuela en sus colecciones de forma repetida. De hecho, hace unos cuantos años (ss 2007) también tuvo una gran frustración y presentó sus exitosos turbantes en modelos sin parte de abajo porque todo lo que habían hecho era feo y no le gustaba, palabras textuales de ella. ¿Hay feísmo en la colección de Prada?, sí. Lo hay. Es seña de la casa. Pero también hay mucha autocita: la textura casi de neopreno de la primavera aunque menos alegre y despreocupada, el pelo alto y severo de las secretarias de no hace tanto y los zapatos imponibles que se repiten año tras año en Prada.


En cuanto a los colores, el desfile empieza en negro y poco a poco van apareciendo detalles en blanco, en rojo y en rosa. Las notas de color y de luz las ponen los accesorios: botas y zapatos dorados, rojos, plateados y  rosas además de bolsos con flores duras. Lo más reseñable, realmente, es la piel. ¿A qué viene todo ese astracán en verano? Debe ser cosas de la globalización, esa que nos hace perdernos en las traducciones en Tokio. La colección habla de la perversidad, otro drama del verano para Prada. No hay amor, no hay comunicación y hay un aislamiento futurista y oriental en los sesenta. Está claro, estamos en los sixties contra los eighties.

sábado, noviembre 19, 2011

La Delicadeza Y La Cursilería


Valentino al final de su carrera pecó, igual que Yves Saint Laurent, de cursi. Igual que Grace Kelly o incluso que Marilyn de cuando en cuando. Sin embargo, su trabajo no es menos delicado ni impresionante por eso. El problema está en la cantidad de veces que confundimos delicadeza y cursilería igual que confundimos lo romántico con lo ñoño. Al fin y al cabo, es una cuestión de matices igual que los distintos conceptos de Armonía que reflejaba Vitruvio en su obra y que hoy nos suenan indistintos. La gracia es la característica principal de la delicadeza porque el encanto no deja de ser mejor que la belleza y los matices son lo realmente trascendental. Algo puede pasar de aburrido a glorioso en un instante pero lo realmente magnífico es que también ocurre al contrario.

No paro de debatir con distintas personas sobre la permanencia del papel o su desaparición y sobre lo demodés que están los blogs y las páginas web e Internet. En mi opinión, el papel se debe volver algo delicado y lujoso. E Internet debe hacer lo mismo. Ya vale de blogs sensibleros que no dicen nada más que lamentaciones de creativos insomnes y de webs donde la cantidad de relleno y de neon que hay te llevan a pensar si no estarás en Los Ángeles. Lo mismo sobre las publicaciones que solo dejan deslizarlas al cubo de la basura tras echarlas un vistazo. Hay algo absurdo en los periodos de transición, hay algo muy poco Chanelesco en el Chanel de antes de la I Guerra Mundial y no deja de ser un tanto desilusionante ver a Balenciaga copiando a sus contemporáneos célebres de París cuando trabajaba en San Sebastián, en vez de explorar los matices de la costa vasca, la sensualidad de las mujeres de carácter de hierro. Hay que reivindicar fervorosamente lo que es nuestro y, es algo que se nos suele olvidar. Y, sin embargo, nosotros estamos en una etapa de transición hacia el conocimiento de las posibilidades de Internet y a la reordenación de esta cultura de la imprenta que tenemos en Occidente desde que el bueno de Gutemberg se decidió a darle caña a una prensa de vino.

Internet no deja de ser una caja desastre en la que todo tiene cabida y nada se encuentra. Es como ese cajón que todos tenemos en casa donde están lo mismo las tijeras que un imperdible que la postal navideña que un ex amigo te envió en el 92 (aunque sin pilas que tarareen el Merry Xmas). El género blogger es casi trágico. Me cuentan que un community manager -esa profesión metafísica- habla de los regalos que se hacen a bloggers (de moda y no) desde las marcas y sobre el quesito de la publicidad que ahora hay que repartir entre tantos. Bueno, la Wintour debe saber algo de eso porque Armani se cogió un buen rebote con la revista por ver sus prendas solo en los anuncios que pagaba.

Sin embargo, Internet me parece mágico. Y algo muy sutil y terriblemente delicado. No sé, quizá tiene algo de "La elegancia del erizo" porque nada es lo que te esperas. La Universidad española e internacional fue la madre de un efecto postapocalíptico de Internet: los enlaces. Es curioso que algo tan obsoleto y rancio como la bibliografía acabe sirviendo para algo. Desde que nuestra civilización ha comprendido que los dioses están en las pequeñas cosas, que la felicidad la dan los pequeños logros (una pequeña mansión y una pequeña fortuna que diría Groucho Marx) me parece que lo más delicioso es vivir una vida valiosa y sencilla.

Chanel en su etapa con Iribe, ese hombre terrible, (no sé en qué sentido, pero terrible de todas todas), también intentó vivir la sencillez que ya proclamaba con su inefable estilo del "quitar, todo es quitar". Sin embargo, no resultó porque Chanel estaba acostumbrada a la sencillez del lujo y no de la miseria. La sencillez no tiene porqué ser sencilla y austera, es más bien una cuestión de espíritu. Es díficil explicar esto, naturalmente, quizá más que entenderlo. Por eso, he decidido dar un rodeo a Chanel y añadir en vez de quitar, para muestra, tres -delicados- botones, un veneno, una filia y un inadvertido. Tres botones de una obra delicada.

domingo, septiembre 18, 2011

Las Infantitas de Oscar


No hay nada más aburrido que la Semana de la Moda de Nueva York donde todas las mujeres se convierten en grandes damas y todas las jovencitas histéricas pueden ser consideradas trendsetters. La moda americana ha partido siempre desde el punto de vista de la comodidad y la rentabilidad y las pocas sorpresas que reúne cada temporada se cuentan con los dedos de una mano y suelen llevarse el gato al agua los mismos creadores. Marc Jacobs, Rodarte, el dúo de Proenza, Alexander Wang y Altuzarra son últimamente los escogidos para marcar el ritmo del qué se lleva y del qué no se lleva. Al margen de sus propuestas, Marchesa presenta arrebatadores -o no- trajes de noche que se verán en las Alfombras rojas norteamericanas y Ralph Lauren y Oscar de la Renta son dos apuestas seguras.


Lo bueno de la NY Fashion Week es que ni decepciona ni sorprende. Es lo que es. No tiene pretensiones de engañar a nadie. Permite a las mujeres y a los hombres del mundo saber qué van a vestir seis meses antes de que lo vistan y es un auténtico pret a porter que, es algo que se echa de menos. No hay espectáculo, no hay deseos insatisfechos y no hay engaño. La moda se entiende como negocio, como forma de fealdad sustituible, como dinamo de la industria, de la sociedad de consumo y como un campo con el que rendir un tributo temporal a la belleza.


Por eso, se permite jugar y meter baza con el típico tópico de que Nueva York aburre porque, francamente, al 98% de las veces lo hace. Y Tom Ford lo sabe bien porque ha decidido rematar a la ciudad de ciudades y mudarse a Londres para presentar sus colecciones femeninas. No obstante, a mí me gusta la semana de Nueva York. Tiene diseñadores maravillosos que entienden las necesidades de la mujer actual y se dejan de bacos, de báquides y de cuentos. Uno de ellos es Ralph Lauren, el otro Oscar de la Renta.


De la Renta es un gran diseñador que ha dejado momentos inolvidables para el mundo de la moda tanto en su propia firma como en Balmain cuando hacía unos trajes de noche que eran una delicia y con los que uno entendía a la perfección el significado y el concepto de Alta Costura. Sin embargo, a De la Renta le pasa un poco como a Armani. En el inconsciente colectivo, es un diseñador aburrido que trabaja por y para las princesas judías de la Quinta Avenida y que se vende a los petródolares y a la elegancia rancia y conservadora de abrigo de piel, bolso de cocodrilo, traje sastre, anillo de Tiffanys, perlas y rosas blancas en un jarrón bajo una obra de Warhol.


Sin embargo, en su colección de primavera verano 2012, De la Renta se luce. Hace un magnífico desfile lleno de sus señas de identidad: las mujeres blancas, anglosajonas y protestantes y las judías ricas que compran Vogue y lo que sale en Vogue y esas cosas de Anna Wintour. Pero, además, demuestra que si tiene un nombre, lo tiene bien merecido.

La colección es absolutamente primaveral, deliciosamente veraniega y llena de maestría. Tiene un punto inconfundiblemente actual y al mismo tiempo, rebosa de tendencia historicista. De La Renta no hace palabrería con el vintage ni con la inspiración. Planta a su smodelos sobre una alfombra blanca y las hace desfilar como si fueran Titania y él fuese Oberon. Y así es. El sueño de una noche de verano.


En mi humilde opinión, este vestido rosa y el siguiente modelo amarillo son dos de las prendas más hermosas que he visto en mucho tiempo. Estoy segura de que a Velázquez le hubiese gustado pintarlas. La colección tiene un sabor español poco tangible pero muy presente. De La Renta demuestra que España está más allá de los tópicos de la piel de toro y consigue recrear el esplendor y la magnificencia de una corte barroca pero trágica. En mi opinión, el guiño al Barroco encaja perfectamente con el momento económico en el que nos encontramos.

 

Porque este amarillo, este vestido, esta magia, este hada... hace desear seguir viviendo.
Lo que para mí es el verano.
Desear que sea eterno. Al menos, como un sueño.


miércoles, julio 06, 2011

Japón Y La Belleza Y Armani, Claro


Armani ha dicho siempre que su máxima es la belleza de la mujer. La piel blanca, los labios rojos, el cuerpo como una flecha. Un lirio o una orquídea. En esta colección de HC, de otoño invierno 2011 2012, Armani se decanta por un discurso que ya conoce: Oriente, la sencillez, la elegancia del detalle, los elementos que fluyen, las garzas, las olas, la seda, el kimono deconstruido a la universal, el obi y especialmente, Japón.


La colección carece del poder y la omnipotencia de la anterior colección de Alta Costura de Armani aunque es cierto que retoma su inspiración. En este caso, Armani escoge la sofisticación menos inmediata. En vez de sombreros pagoda, tecnología del futuro, reflejos de agua y una elegancia distante, se decanta por reflejos acuosos apenas insinuados, corsés que reposan por las caderas y se deslizan por el vientre de forma sinuosa y delicadeza. Sake, arroz y té de jazmín. Y un servicio completo. Claro.


En Japón consideran que la pobreza consciente es hermosa. Al tiempo, adoran el lujo. Armani rescata la sencillez, el decoro, el esconderse en el caparazón y actúa con la belleza del sol, de lo que no es obvio, de las delicias y el placer. La colección es sencilla y al tiempo es delicadamente lujosa. Los dandies, al inicio con Brummel antes de ser catalagodos de ampulosos, se dedicaban a pasar desapercibidos por su sencillez, por su elegancia.


Armani lo redescubre en versión oriental. Garzas, dragones, lirios, calas, mujeres que caminan a pasos discretos, belleza en estado puro. Porque el rocío llega al amanecer, pero sólo con unas pocas gotas. La belleza de lo que es único, hermoso, plástico pero nada exagerado, nada teatral. Sólo prendas para una mujer. Feliz si puede ser. Y bella.

lunes, julio 04, 2011

El Show Debe Continuar



El show debe continuar. Incluso a la deriva. Incluso aunque el mundo se esté hundiendo. Incluso aunque este día sea el Apocalipsis... y quizás por eso. Aunque no sepamos cuándo será mañana. Ni siquiera si hay un mañana. Sidney Toledano, de Dior, ha dicho que saber cuándo habrá en Dior un nuevo director creativo, es como preguntar a "una muchacha, cuándo va a casarse".  Bill Gaytten y Susana Venegas, su ayudante, pese a que no hay capitán en Dior, se han hecho con el timón de la firma. Aquel rollo de las petites mains, de los artesanos de la firma de Dior, de todo aquello... parece que, bueno, "rezad a Dios y plantad coles".

A las 14.30 horas se presentaba la colección de Dior, la primera en la era post Galliano -más o menos porque sobre la anterior hay grandes incógnitas-. Aunque en Dior se llevan mal con todos los sucesores, aunque Galliano ha afirmado en su juicio no recordar "nada" y lamentar "profundamente" todo lo sucedido así como estar en "tratamiento".... bueno... a veces los peones se rebelan. Minutos más tardes las críticas se sucedían. Demoledoras.

Ya no hay nada de "Yves Saint Laurent salva Francia" cuando se hizo con el timón de Dior, ya no hay aplausos para Marc Bohan que bebe, en medio de la contemporaneidad, con Carolina de Mónaco y tampoco queda nada de Gianfranco Ferré que emplumaba los paseos de las grandes damas. Ni que decir tiene que parece que -como siempre en Dior- Galliano y todos los otros sucesores, parece que no estuvieron. Pero sí que estuvvieron.

Lo curioso de todo esto es que la crítica en el mundo de la moda está completamente fuera de lugar. Anna Wintour lo sabe. Vogue lo sabe. Y todo el mundo sabe -¿verdad Armani?- que quien paga los anuncios tiene derecho a buenas críticas -aplausos- y a ver sus prendas en editoriales y en la revista. Y quien no paga anuncios, no tiene espacio. Por eso, esta devacle es sorprendente. La Wintour era muy fan de Galliano, ella le cuidó y le alimentó, le guió con mano próspera y le hizo triunfar, año tras año, pese a que el espíritu de John Galliano estaba lejos del Vogue Americano, Wintour le mecía entre sus páginas. Incluso cuando no estaba en sus grandes momentos. Pero eso da igual, Olivier Theyskens ha caído varias veces en desgracia y eso no ha supuesto que Vogue USA le retirase su apoyo. Y diseñadores malos salen en sus páginas continuamente.

Pero todo el mundo se ceba con Dior. La colección es mala. Pasa como con Sarah Burton pero ni siquiera es mediocridad. Es mala, a secas. Mala. Mala. Mala. Pero la de Valentino post Facchineti también lo era y no pasó nada y ese duo que diseña ahora sigue siendo malo pero eso no supone nada. A nadie le importa. Y el trabajo de Galliano reciente tampoco es para tirar cohetes. ¿Y qué? Aluvión de malas críticas y ojos soñadores hacia Galliano -bah, esto ya pasó con los otros, no se crean-.

Las malas críticas para Dior son un jarro de agua fría. 23 años estuvo con Galliano el responsable de la colección -que si capitanea Galliano y diseña para Dior y saluda, no es... timonel a ciencia cierta de la firma-. A lo que vamos. Se han inspirado en Marc Bohan, en una rosa moderna (guiño a Dior cuyas casa se edifica sobre las rosas) para el invierno 2011-12 y en lo aprendido de Galliano: la locura, los metros de tela, lo exaegrado, lo teatral, el maquillaje oriental, los 36 pases conquistando entre lo macabro y lo grotesco el Museo Rodin... pero los aplausos no llegan.

El mundo del circo. La vida es un carnaval. Y la colección de Dior no es un espectáculo. Me recuerda a esa historia por la que un elefante inmenso es sujeto por una pequeña cadena,  cuando el niño se sorprende, resulta que le explican que el elefante cuando es pequeño no puede escapar por mucho que lo intente y se resigna. Se resigna a ser libre. ¿ Por qué nos resignamos? Yo aún veo los futuso pétalos de rosa caer... hermosos.

lunes, septiembre 06, 2010

Basp, Beige, Anglosaxon And Protestant


Nuevo número en UMNO, la revista, en septiembre. Todas esas cosas que hacen las revistas: qué se lleva, cómo, por qué y un montón de imágenes. En cambio, para mí el invierno, por el momento, se promete de un sólo color: el beige.

A las señoritas bien, a la élite de Manhattan, la llaman WASP, acrónimo elegante de White (blanca), Anglosaxon (de ascendencia anglosajona) y Protestant (protestante en su confesión). Pero éste invierno el juego de palabras debería ser BASP, porque más que blancas, son beiges.

Cierta persona me dijo una vez que "eres oficialmente mayor cuando todo tu armario es beige". Pero lo que dicen los diseñadores, parece más bien lo contrario. Eres madura y elegante cuando tu armario también lo es. La seriedad comienza en las proyecciones que lanzamos a los otros, en lo que ellos decodifican y en lo que nosotros les proponemos.

En Prada y en Louis Vuitton vuelven las mujeres. Nada de anoréxicas estériles. Vuelve el pecho, el vientre redondo y las caderas fértiles todo mezclado con humo (metiéndosete en los ojos) y un poco de alcohol y de amor, y de sexo y de perdición o lo-que-dios-quiera. Pero en Chloé, la mujer mujer, porque eso es lo que nos espera, no precisa vestirse de otra época ni empezar a comer "emparedados" en vez de sándwiches. (No sé cómo se escribe sándwich, así que va a resultar que yo tambíén voy a tener que decir emparedado. Ay ay. Ay. !Ay!)

Las chicas de Chloé son eso. Chicas. Pero que son mujeres. Nada de lolitas intensas. Nada de pequeños polluelos. No. Son fuerte. Pero son femeninas. Son actuales sin ser blandas. Y tienen determinación y carisma. Trabajan pero cuidan de sus hijos. Se quieren por encima de todo pero aman. Son. Están. Se las nota. Y para eso, visten de beige. Se ve a la mujer. Mujer mujer.

A Armani también le gustó la idea. Eso de los setenta. De trabajar y tomar un poco de hierba suave. De tumbarse entre el tendedero cuando hace bueno en la azotea y envíar al trabajo informes estupendos va con la eficacia pulcra y la elegancia distendida de Armani. ¿Y por qué no? Además en la Alta Costura.

Y es que nos encantan los 70s y esa sexualidad ligera, nada obvia, pero muy erótica que tiene esa década consigo. En la que todo fluye entre Frank Sinatra para el amor, los Beatles para la diversión light, el rock para los momendos hardcore y los pañuelos para el pelo, el vive y deja vivir y el haz el amor y no la guerra. Toda la bagatela de la Era Acuario. Los desayunos con champagne. La cuenta vacía y los guantes de cuero ajados.

¿Y por qué no?
Ya lo decía Diana Vreeland.
Además, a Madame Chanel siempre le gustó el beige. De hecho, ella tiene en buena medida la culpa de esta invasión desde que decidió, de repente, batir la tierra de su apartamento con un montón de alfombras beige y convertir a sus chicas en damas con un vestidito de punto que insinúaba y no insinúaba todo.

Y todo esto.
Y más en UMNO.

sábado, julio 24, 2010

Rouge De Armani


La campaña de Armani es tremendamente oriental. Si Rei Kawakubo hablaba de la hermosura de la pobreza consciente, Armani pone sus ojos en el lujo.



El lujo, en Oriente, se relaciona íntimamente con los tonos que predominan en la campaña de Armani: rojo, negro y blanco.


El negro es el símbolo de lo perfecto, como por ejemplo el cinturón negro es el más alto. Y el blanco de luto. El rojo es vida en casi todos los idiomas y pasión y sangre.


De alguna forma: rojo, negro y blanco se relacionan por los lazos de la vida y de la muerte muy íntimamente.


Los griegos pensaban que el rojo de la sangre es el rojo de la vida y de la muerte, alimento de los dioses y sacrificio supremo, a más sangre, mejor. El rojo es sangre que acaba la vida y sangre que la inicia. Incluso sangre de vida frustrada, por ejemplo en el proceso menstrual femenino. Y, si me apuran, la sangre de las guerras es la de la generación perdida.


El negro en Occidente se considera, a veces, color de luto y otras no. En la oscuridad nacemos, en la oscruidad soñamos y en la oscuridad morimos. Me temo.

Pero, también en la luz. El blanco es luto en Oriente, virginidad y alegría en Occidente. Pureza sin duda. De vida y de muerte. Blanca paloma y la negra parca. Pero de espíritu.


La campaña de Armani tiene ese tono místico de las pinturas orientales, de esos dibujos que dan sensación de movimiento porque se trazan con la máxima quietud. Siempre veo el río rojo de la vida transportada en sangre, la muerte esperando con la vida de la mano y mientras tanto, una casa, un árbol en glor, unas montañas o el Sol.


Y, a veces, un poco de magia. Verde jade de dragón.


No somos consciente de las historias que nos cuentan los sentidos.
Armani saca a sus mujeres del frío del último encuentro y el calor del primer amor.


De la riqueza de la pobreza y la pobreza del rico.

Y, del rojo, que es el color de la fuerza.
Y del negro que es el color de la vida.
Y del blanco que es el color de la muerte.
¿O era al revés?

martes, julio 06, 2010

Locos Setenta, Bonitas Rubias En Armani


Divinas. Los años en los que Armani empezó a triunfar, que fueron los ochenta, tienen una atmósfera especial. Son estéticamente horripilantes para muchos por su cercanía pero tienen algo de chic al mismo tiempo aunque haya que hacer esfuerzos por encontrarlo.



Armani encontró su público en las poderosas mujeres que se sumaban en tropel a las filas del Pueblo oprimido y explotado porque querían. Les hizo el traje blando, les dio un maletín, una pizca de tacón y mucha clase con líneas para ellas.



Pero ahora parece que el tirón de los ochenta empieza a decaer y que hay que volver más atrás porque nos acercamos demasiado a nuestro propio pasado y a nuestros propios horrores como para querer repetirlos y poder disfrutarlos.

Las fashionistas de medio pelo no son tampoco de ayer y si un día se divierten con hombreras, vestidos de puta brillantes y tacones punks con aire de fetichista barato, tampoco van a pasarse la vida vestidas como cuando tenían quince y creían que el rock era lo más, tía. Quiero decir que uno ya tiene una edad y encuentra más chic a Grace Kelly y a Audrey que a Kurt Cobain.


No obstante, los setenta tienen algo mágico.



No son los populares 60 con los Beatles, el LSD, las minifaldas, Twiggy, Mary Quant, el Papa escandalizado, la quema de sujetadores y mayo del 68 francés como una primavera joven ni se acercan a la mente estética e ideal de los 50s en los que las reglas de sexos eran más claras y más divertidas y estilosas. No son los 80s saturados que se hallan en las carnes de los que pagan la ropa y la usan. Son un punto de partida.


Tienen encanto. Claro. No tienen a Studio 54, Warhol, Woodstock, Viviane Westwood ni a los excesos ya totalmente decadentes de los yuppies puntocom pero tienen aire de hippie que dura y de serios profesionales.


Somos lo que queremos ser. Dicen en los 70s.


Trabajamos pero sin ser capitalistas ciento por ciento.
No somos comunistas de pura cepa ni hippies agitadores que sólo fuman maría al sol.

Trabajamos y vivimos.
Un equilibrado y sano concepto.


A Armani parece gustarle el concepto. Son mujeres respetables, con oficio y beneficio pero con vida propia, amores, vida social y una moral a tono con la sociedad y con la individualidad. Pueden leer a Camus y preocuparse por las raíces del pelo. Pasear por la Rive Gauche de YSL y comprar en un brocante un trapo de lencería del XIX por tres francos.


Claro. Tienen encanto.


Años setenta. Me dicen. Mujeres divinas.
Pero mujeres.