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lunes, noviembre 10, 2014

Diez Cosas Que Elsa Schiaparelli Imaginó Y Las Mujeres Vistieron


Jersey de 1927.



Sombrero zapato 1937


Colección pagana 1938.


1935.


1939. Colección música.


1938.


1939 Colección Música


Colección 1938 "Pagana". Referida a la primavera eterna.


Colección 1938. 


Elsa Schiaparelli se hizo famosa en 1927, con el apoyo de Poiret, con un jersey de punto que era un trampantojo y que salió en Vogue lanzándola a la palestra. Coco Chanel la odiaba, y la llamaba la italiana, porque el estilo de mujer que proponían era completamente opuesto. Chanel era de los cubistas, quería una mujer fuerte y elegante y abogaba por la sencillez y la línea. Schiaparelli estaba vinculada a los surrealistas, optaba por una moda provocadora, absurda y divertida y buscaba construir un cuerpo nuevo y una realidad nueva. Y lo peor era que sus clientas eran las mismas. 

Lo interesante, en mi opinión, de Elsa Schiaparelli es su capacidad de hacer de la moda, arte. Todas sus creaciones son fascinantes pero particularmente interesantes son sus accesorios. Me recuerda a Tom Ford cuando en Gucci controlaba -que no diseñaba- todos los aspectos de la colección, desde el aspecto de las campañas de perfumes a la marroquinería y la colección de pret a porter en sí misma. Pero, por su vinculación con los surrealistas, a Schiaparelli le interesaba dar una nueva vida a los objetos y hacer de ellos un elemento de reflexión y de inflexión en la moda. Es fascinante ver sus broches de bocas y langostas dalinianas, también su zapato sombrero, sus guantes con uñas, sus collares hechos de insectos... Y es que ahora que se pide a los diseñadores que sean tan totales, así por ejemplo a Ghesquiére en Louis Vuitton se le exige que apueste por los diseñadores, Elsa es aún más interesante.

jueves, mayo 24, 2012

Langostas









Ah las langostas. Dalí se fascinó por ellas en 1936 y luego le diseñó un vestido a su amiga Schiap aunque siguió obsesionándose por el tema de la langosta teléfono especialmente. Aludía también a un significado extra: de naturaleza sexual. Cuando Wallis Simpson salió en Vogue para mejorar su imagen como queridísima de "David" y Dalí hizo público esa connotación: su imagen pública se hundió. Pero ahora, con la exposición del MET sobre Schiap y Miuccia Prada el tema de la langosta vuelve a estar de moda. Una mujer como Issabella Blow no precisaba de modas ni de tendencias para ponerse el crustáceo en la cabeza pero Anna Wintour sí, parece que la cosa del sexo... no le importa demasiado. Total, lo que pasa en Nueva York se queda en... ¿Las Vegas?


miércoles, noviembre 23, 2011

El Comfort


Paul Morand dijo que Chanel tenía mucho de Robinson Crusoe porque construyó su moda como quien hacía un mundo a su medida. No anda falto de razón ni de genialidad en el comentario ya que fue Coco Chanel la mujer que inventó el concepto de la ropa de "sport" en la moda. No se puede negar la influencia que tuvo la gentry inglesa y la campiña británica en tal descubrimiento como no se puede negar que Boy Capel era el hombre que Chanel necesitaba -y maldita la suerte que el destino se le cruzó por medio-. Sin embargo, es igualmente cierto que si bien la ropa de la I Guerra Mundial de Chanel es profundamente cómoda y práctica, en el periodo de entreguerras, Chanel se dejó llevar por la bonanza y el lujo de los treinta que fueron al mismo tiempo gloriosos y miserables como solo pueden serlo los tiempos de decadencia y renacimiento.

Chanel en los años 30 se volvió loca y cosió a sus vestidos negros lamidos toda la gracia que se puede añadir a un traje con flores, encajes y pasamanería. Luego, en plena puja con la chiflada de Schiaparelli que orgasmeaba con los surrealistas y con los delirios de Dalí a la cabeza (quien lo mismo le hacía un perfume con una vela para celebrar todos los días el no cumpleaños que ponía en su tienda un mueble con los labios de Mae West hechos habitación y decoración de interiores o plantificaba una langosta completamente fálica en lo que parecía un ingenuo y delicioso vestidito), Chanel añadió ristras de perlas a todo, se hizo diamantista y creó joyas dignas de Cleopatra y de Nefertiti cuando alguna de ellas se dignaba a salir de su bañera de leche y puso lentejuelas, gasas y pedrería por cualquier sitio.

Mientras Elsa Schiaparelli se hacía más y más famosa y ella coqueteaba con el lado oscuro, París dejaba de ser esa fiesta que Hemingway tanto comentaba y se convertía más bien en un drama de opereta. Madame Gres colocaba una bandera francesa en su tienda en tiempos de la ocupación alemana, los nazis pasaban por alto el detalle encantador de que era judía porque esperaban que hiciese trajes de noche para sus mujeres y Chanel quería salvar el mundo, o condenarlo o vaya a saber esa modistilla que se inició como sombrerera lo que pensaba hacer. Luego se fue a Suiza y esa moda que había creado, esos pantalones de pintor, las camisetas de tirantes de albañil, las chaquetas roídas de pescador, las gorras de marinero y el comfort que había creado se desmoronó como el honor de Francia que acabó empapado por el agua de Vichy.

Chanel era una mujer fascinante con un humor de perros (por no decir simple y llanamente: "con mucha mala hostia") y en Suiza notó cómo hervía su sangre cuando Dior apareció en escena tras la Guerra Mundial y barrió de un plumazo todas las novedades que ella había creado y su nombre que, por cierto, ya estaba más olvidado que el de Rabanne hoy. Y, por envidia, volvió a salir a la palestra. Cuando llegó, el tipo de mujer que imperaba no dejaba de ser el de la mujer jarrón que ella tanto había luchado por erradicar y no pudo sino enfurecerse. Barrió de una patada todos los pintalabios rojos, los perfumes dulzones y amodorrantes, los corsés, los sujetadores cónicos, los zapatos de tacón de aguja que destrozan el parquet de una casa, los bolsos de fiesta donde no cabe nada, las faldas ceñidas que no dejan moverse, los abrigos que no abrigaban, los cambios de vestuario tres veces al día porque una no puede ir a almorzar y a cenar con la misma ropa y a las mujeres ociosas de Dior y sus secuaces que tanto éxito estaban teniendo en un mundo que realmente no se desharía de todos esos conceptos hasta los 70 con Yves Saint Laurent. Chanel volvió a la idea de comfort que anidaba en sus primeras obras.

Creó en los años 60s el traje de chaqueta que servía para las mujeres ociosas de Park Avenue cuyos maridos son médicos, para las princesas judías de Manhattan, para las parisinas adictas a la moda y las tendencias, para las mujeres poderosas que trabajaban y para todo aquel que encontraba en la moda algo con lo que moverse y respirar, cruzar los brazos, sentarse y echar a correr o apretar el paso sin precisar de un ayuda de cámara -el marido- que Dior veía tan necesario. Chanel dio libertad a las mujeres con ese traje para todo y siempre igual que solo cambia de color y de tejido según la estación oscilando entre la lana, el algodón y el lino y entre las botas, los zapatos y las sandalias.

Hoy, todo es Chanel. Es Chanel el jersey cruzado, el pantalón amplio, la chaqueta que permite movernos, el vestido a la rodilla 24/7 y los zapatos bajos para caminar y altos para resplandecer. Me gusta el concepto de cómoda elegancia lejana de la aparatosidad que Chanel tenía. El estilo de Coco realmente tenía que ver con esa máxima de la señora Rubinstein que decía "no hay mujeres feas solo hay mujeres descuidadas" porque la comodidad no riñe con la elegancia, la moda no se enfrenta con el deber y la contemporaneidad y, sobre todo, la mujer no deja de ser mirada al tiempo que, ahora sí, !ahora sí!, también contempla. Y Chanel lo hizo todo con una aguja y unas tijeras...

miércoles, mayo 25, 2011

Una Boda Real


Hay hombres que son capaces de hacer todo por contentar, encontrar y amar a la mujer que desean.
Los ingleses conocen dos reales ejemplos: el de Ana Bolena y el de Wallis Simpson.


Por la primera, el rey Herny VIII dio su cielo, casi su reino, alianzas con otros países, el fin del catolicismo en Inglaterra, su hija Mary y las vidas de todo el que se opuso minímamente. Bueno, es verdad que le cortó la cabeza a Ana pero fue "a la francesa" que es más delicado (y pese a ser inocente).


Lo que no acabó tan mal, sino simplemente algo triste, algo extraño, algo ... delirantemente extravagante fue el romance de Wallis Simpson y chez David. Americana y divorciada y experta en artes amatorias cual Mata Hari destronó a un rey por su amor y vivió cubierta de joyas: él nunca se perdonó que no hubiese sido reina. No tengo que decirle que Aline Griffith, sí -esa señora muy elegante, con el pelo lleno de laca al más puro estilo cool y con un pasado como espía americana y el nombre en clave de "Butch"-, subasta sus joyas. Aunque es otra historia, entre ellas tiene un delirante reloj de brillantes de la señora Simpson con una fecha grabada por detrás que ella heredó de Wallis. La fecha es del 36, la boda fue más tarde. Aline dice "tuvieron relaciones íntimas antes de la boda, un escándalo en la época, él lo marcó para siempre en el reloj". Aparte de eso, la señora Simpson tenía el broche panter de Cartier, collares de esmeraldas y pulseras de rubíes y otro millar de joyas para acompañar a ese hombre elegante que llevaba trajes azul noche porque son los únicos que parecen negros.

Aunque no crean ustedes que el hombre solo vive de joyas, como diría la propia Wallis "yo no era hermosa así que me vestía mejor que todas las otras mujeres".

En Vogue se saben una anécdota genial de ella, para mejorar su imagen, hicieron un reportaje con ella en Vogue. En una de las escenas, lleva el vestido langosta del combo Schiaparelli-Dalí. Llovieron críticas. Sobre todo cuando Dalí aclaró el significado freudiano y sexual de la langosta. De todas formas, para mí Wallis Simpson ES Wallis Simpson con este vestido de Mainbocher. Y sí, cuando Sarah Burton acabe de fulminar el estilo-archivo-esencia de McQueen puede empezar a hacer lo mismo con la historia inglesa. Esperen, que eso ya lo ha hecho.Vive Dios. El vestido de la hermanísima Pippa Midlleton se inspira claramente en la modernidad de la línea I de Wallis Simpson. Bueno, otra vez será Sarah. Wallis desde luego está maravillosa.


jueves, diciembre 09, 2010

El Vestido De Noche, Baile y Fiesta



Navidad. La mejor época del año. Tiempo de ser mejor persona. De fiestas de gala y de despedirse del año por todo lo alto. Y de ser los que deberíamos ser. A estas alturas del año, las prendas “de navidad” empiezan a llegar a las tiendas, la edición especial y mejorada de nosotros mismos también aparece. Compramos regalos, vamos a fiestas, nos reencontramos con los seres queridos y, bueno, todo el mundo espera el día de los regalos para descubrir que el mejor regalo siempre viene en la caja más pequeña. Aunque, un poco antes de eso, hay que acostarse tarde y besar a alguien a la medianoche. Quizás con un Lanvin diseñado por Alber Elbaz para H&M o, quizás, con un vestido largo que nos convierta, aunque sea por una noche, en príncipes y princesas.

La historia del vestido de gala se remonta tan lejos como la propia historia de la humanidad. Una fiesta requiere una vestimenta diferente de la de lo ordinario. En realidad, hasta que Chanel no llega al panorama de la moda del siglo XX, la ropa de diario era para las personas pobres: llevaban ropa gris, de colores apagados, cómoda, de trabajo y nada glamourosa. Y las ricas llevaban siempre una especie de traje de gala perpetuo que, en fiestas, se ampliaba: más joyas, más metros de tela, lentejuelas, bordados, encajes y más escote pero en realidad, todo igual que de diario. Al fin y al cabo, las fiestas no eran más que la culminación de una existencia de por sí ya ociosa.

Pero con Chanel, la ropa de lujo -inventa el sport y el auténtico lujo- se convierte en prendas de la Alta Sociedad y de mucha más personas. Naturalmente el acceso a la alta moda seguía reservado a la clase más alta pero, también van iniciándose los grandes almacenes que copian y permiten llegar a las mujeres a la moda.

Son los años del avant garde, de la vanguardia japonesa y de los impresionistas. Y con ello, llega un nuevo estilo: la mujer sin corsé lleva trajes que empiezan a enseñar su cuerpo. Fortuny y Madame Gres crean sus diseños partiendo de la cultura clásica, que ven como la antecesora de todo. Al mismo tiempo conviven aún con Worth y sus hijos que siguen proponiendo un estilo algo más antiguo: el del polisón y el miriñaque, la silueta eduardiana y un físico largo, recto y severo.

Incluso en Lanvin, madame Jeanne Lanvin, crea vestidos únicos para el momento. Su robe de style triunfa tanto que abre todas las portadas de Vogue y define buena parte de los inicios del siglo XX. Introduce los colores brillantes para la noche y el corte es una audacia: no se sabe muy bien qué pasa con el corsé pero el juego de volúmenes es maravillosamete delicioso. Las mujeres elegantes llevan Lanvin en esos años.

Pero no falta mucho para que Poiret destierre todo eso. El corsé desaparece, las mujeres se convierten en mariposas japonesas y andan a pasitos muy pequeños porque la falda del francés que ama las 1001 noches no las deja caminar. Mientras, Madame Gres plisa sus vestidos, pliega la tela como la de las viejas estatuas griegas y en París todo el mundo habla de los rusos que llegan exiliados de Rusia tras la salida del país de la Gran Guerra y el triunfo de la Revolución Rusa comunista.

Chanel está con el Gran Duque Dimitri y su casa se vuelve rusa. La Gran Duquesa María borda en el taller y aparecen las pieles sobre los vestidos de noche. Ya no hay duda de que Coco Chanel es la gran dama de la moda del siglo XX, su talento se empieza a ver aquí: vestidos largos blancos y negros. Especialmente es conocida por su vestidito negro, ese que se lleva con el perfume sintético que ella ha creado, el Nº5, y que es el uniforme de la mujer moderna. Un Ford firmado Chanel como lo llaman en Vogue está cambiando el mundo, de repente, todo es negro. Incluso las bailarinas del Folies Berguere donde Josephine Baker brilla con su falda de plátanos.

En cuanto llega 1929 y la bolsa se desploma el jueves negro dando lugar a la Gran Depresión, todo se tiñe de blanco. El cine y la moda van parejos de la mano de los grandes estudios que, crean sus estrellas más bellas. Incluso Chanel hace una pequeña incursión en Hollywood. Luego llega el vestido Letty Lynton y, sobre todo, de veras que empiezan las variantes baratas, las copias, de los trajes de las grandes estrellas.

Elsa Schiaparelli hizo su aparición en los años 30s de la mano de los surrealistas. Les decía a las mujeres que, para la vida diaria y para las situaciones extraordinarias, lo mejor era el surrealismo. Si se inicia trabajando con Poiret, continúa siendo amiga de Dalí y de Cocteau. Propone a las mujeres que lleven zapatos de sombreros, vestidos de langosta con mahonesa y guantes con notas de música. Vestidos de noche de muchos colores e, incluso, en tejidos sintéticos. Schiap crea vestidos de nylon, de goma, de caucho, de punto.... y Chanel la odia. Claro.
En los años 40s, cuando la II Guerra Mundial se va tejiendo, Chanel cierra su casa de modas y apenas queda Balenciaga y cuatro modistos más que le plantan cara a Hitler para que no se lleve la Costura a Alemania. El problema es que Francia tiene los brazos en alto y, hay racionamiento para los civiles. Apenas si hay seda, porque se usa para los paracaidas. Las medias están racionadas. Las mujeres se pintan los labios con vino y es el pelo de Veronica Lake, el peak a boo, el corte de pelo que se pone de moda a juego con vestidos que vuelven a la femineidad. El pecho, la cadera y la cintura se marcan para devolver a los hombres las ansias de femineidad.

El culmen llegará tras la II Guerra Mundial cuando en 1947 Christian Dior enseñe en febrero a todos los periodistas de moda su New Look, una forma de vestir pensada en las mujeres como flores, se llamaba Corola originalmente, y luego finalmente llevada a cabo por un normando que quiere que vuelva la femineidad, el corsé y las caderas fértiles. Cuando Chanel lo oye, casi no se lo puede creer.

En los 50s, las mujeres se convierten en las amas de casa perfectas, algo desquiciadas quizás, pero en medio de la bonanza económica de la Guerra Fria, de los ganadores de la guerra, en USA se vive una explosión de riqueza. La mujer se convierte en una rubia, con estilo, que sueña con Marilyn Monroe y con Jackie Kennedy. Grace Kelly y Audrey Hepburn contemplan el plantel de estrellas con el que soñar y, son, precisamente, sus estilos los que triunfan hasta los años 60s.

Givenchy para Audrey, Oleg Cassini para Jackie, Marilyn enterrada con su Pucci verde agua como toda la Alta Sociedad ociosa y Grace Kelly vestida de Edith Head, de Adrian, de Pucci, de Givenchy y de Chanel. Las mujeres desean parecerse a ellas. Aunque los jóvenes se mantienen un poco al margen: si en los años 20s eran las flappers que Lanvin creaba, ahora el movimiento hippie ve todo eso un poco mal. Como mucho, los vestidos de Rabanne, los Swinging London de Twiggy con la minifalda de Mary Quant y el corte de cinco puntas y nada más. A finales de los 70s apareció Halston, todo el mundo trataba de ser el mejor y Capote, Andy Warhol y Bianca Jagger se disputaban con YSL el título del más escandaloso: Saint Laurent creó blusas transparentes que dejaban al aire el pecho de la mujer y adaptó para ellas el smoking. Una vuelta de tuerca.

Cuando llegaron los 80s y los yuppies, Armani creó una mujer oficinista. La versión femenina del tiburón de los negocios. Y Versace creó a sus valkirias con Claudia Schiffer hecha una sirena, con Naomi Campbell convertida en una amazona vestida de rosa, con Cindy Crawford envuelta en dorado, Christy Turlington envuelta en imperdibles y teñida de rubio y Linda Evangelista entronada como la reina con un vestido verde transparente. Antes de morir, definió su estética como la ropa que llevan las putas mientras que Armani era la ropa que llevaban las señoras. Junto con Mugler, Montana y Alaia los 80s se convirtieron en lo mejor. Las estrellas de cine llevaban rojo Valentino.

En los 90s, llegó Tom Ford. Y el sexo con él. Y toda una revolución en el concepto de la marca y de la fiesta. El sexo de Versace se reescribía. Las mujeres eran poderosas y los hombres respiraban sexualidad por los poros. John Galliano hacía de chico malo en Dior y McQueen creaba pesadillas y sueños desde su marca, ángeles y demonios y locas de la Revolución Inglesa. Actualmente, el panorama ha cambiado poco: más nombres y más variedad.

Quizás, lo único que merece la pena señalar es la llegada de la moda rápida. Zara, H&M, Mango, Primark, PromoD... y, bueno, Karl Lagerfeld diseñó para los suecos, luego Viktor & Rolf, Madonna, Sonia Rykiel, Comme des Garçons y... !Alber Elbaz! Por fin, vestidos de ensueño a bajo precio. Por fin de “marca”. Ya no son copias, ya no son inspiraciones. Llega la moda de verdad. Al menos desde el 23 de noviembre en H&M. Mucho tul, muchos escotes y una nueva mujer que no quiere flores, quiere Lanvin. Al menos, eso cuento en UMNO.

miércoles, julio 07, 2010

Gaultier, Buenos Y Viejos Amigos


Me encanta Gaultier. Lo reconozco, es uno de mis modistos favoritos. JPG siempre quiso diseñar en Dior pero a Arnault le gustaba más Galliano que podía vapulear lo que le diera la gana y que siempre ha sido su niño mimado y que, además, con la excusa de su genio y su creatividad podía venderle a cualquiera sus descabelladas propuestas porque, como todo el mundo sabe, los genios son incomprendidos necesariamente.



A Gaultier le gusta lo que a mí. Elsa Schiapparelli, la guerra, la posguerra, las medias con costura, las uñas largas pintadas de rojo, las bocas maliciosas, el humo del tabaco pululando con un aura encantadora al lado de la femme fatale, las vampiresas, las medias de rejilla, los zapatos de tacón, los sombreros, el negro, los febriles 40s, el cabaret, las estrellas del cine, Ava Gardner, Carmen Miranda y el sexo. Y el chic. Y la buena chance.



Realmente veo los años de las entreguerras salpicados con un poquito de la posguerra y algo de la II Guerra Mundial, pero poco de esto último. Hay algo austero en el aire que se respira y al mismo tiempo esa decadencia del cine negro que insturaba vampiresas rubias a golpe de filtro, de alcohol y de tabaco de liar. Vestidos dorados con muchos brillos y el pelo sobre el ojo malcayendo como quien dice.


Las imagina uno fugitivas, con mal de amores, repostando en Viena, pasando por París antes de Vichy, yendo a Marruecos, a Casablanca, paladeando el humo y el champagne y besando servilletas blancas para dejar la firma de los labios rojos.

Tienen esa cosa canalla del cabaret. Muy canalla. Esa Alemania de los 25 del espíritu Locarno, de Briand y todo el jaleo de las reparaciones de guerra que parecían solucionarse por sí solas en la que Berlín era el centro del mundo, de la nueva cultura, de las nuevas tendencias, del estilo exagerado y de las mujeres más bellas y más perfidas del mundo.


Aquellas que iban al Cabaret y salían agarradas del brazo de otra chica y un chico. Todo muy de a tres. Y todo muy ¿in?moral.

De aquellas que bebían champagne como agua, creían que lo bueno empezaba y lo malo acababa y las que se pegaron el susto de su vida con el crack del 29.


Hay que joderse. Cuando todo iba tan bien. Schiapparelli vio que todo iba tan bien que las mujeres podían llevar diademas de langostas, sombreros con zapatos, bolsos con manos, guantes con uñas y trajes con cajones por bolsillos.

Chanel la odiaba. La decía italiana -sigh-. Porque ponía a Picasso donde ella ponía otro Picasso y a Dalí donde ella ponía a Cocteau.

Claro que a Chanel, Poiret le decía "sombrerera".
Y que vestía a telegrafistas mal alimentadas.
Y raquíticas de luto.


Pero qué bonitos son los sueños de Gaultier. De un caballero que lo olvida todo a la noche siguiente.


Como la moda actual se olvida de este viejo glamour.



Pero no del todo.
Siempre quedan ellos.
Ellas.
Él.

viernes, abril 16, 2010

Juventud




Lo sé.
Primero llegaron ellas, luego ellos y luego ambos revueltos.
No paro de hablar del impulso motivador, del papel tan importante que tiene el sexo en la moda.


Por favor, Tom Ford vuelve en invierno.
El texano que ve logos en vello púbico y colinas con formas sinuosas de genital.
Una especie de Dalí a la americana, en traje y con musas de otro calado al de Gala y otra creatividad y otro ingenio.
El que inventó el porno chic, el lesbian chic, los carpetazos en látex y los latigos y las fustas entre los muslos.
El mismo de la colonia que huele a sudor y a sexo, a sábanas empapadas, a champagne, a cristales rotas y a labios rojos.


Aún así, bajo el epítome de "la moda no trata de la belleza interior" y desterrando el axioma de "la elegancia es un privilegio de la edad" uno acaba preguntándose si no sería cierto aquello que le dijeron a Dorian Gray sobre poseer lo único que importa en la vida: belleza y juventud.


Dilatadas conversaciones sobre la belleza y el arte de vivir pero pocas quizás sobre la juventud "esa enfermedad que cura el tiempo" y esa puta (que uno no sabe muy bien cómo aprovechar ni cómo hacer sonrojar) a la que sólo puede vengar la muerte.


Lara Stone en Vogue USA
parece reluciente del sudor que se regalan los amantes, centelleante por el sol tostado de quien acaba de amar en un pajar, una especie de Guardian entre el centeno de Salinger revolcándose como una cría -lo que es- entre hierbas y días -más- felices y tras marcarse una carrera para tomar el té con Mamá y Tía Agatá justo después de perder la virginidad e instalarse en su cara esa media sonrisa del que sabe, del que está con los otros iniciados pero ellos aún no saben que él lo es y mira con la superioridad del traidor que se sabe malo y alto al mismo tiempo porque su delito aún no es cometido.
Y lo que nos gusta el aire de misterio.
El ...
_¿Qué has hecho querida Lara?
_Correr por los prados del cielo...