No miento. Vuelven los 70, vuelve Ibiza, vuelve Marruecos, Yves Saint Laurent y Jane Birkin y también los rasta, la cultura reggae y las tribus urbanas. La colección de Céline para este verano se ha convertido en su publicidad en un canto a lo étnico, a lo calmado, a la velocidad concienciada con el m edio ambiente, al mundo cool, distraido, contemplativo de la vida que lo mismo entrecierra los ojos con un canuto de maría que con una noche estrellada durmiendo al raso, si es posible, en una playa de Ibiza.
Ellas se vuelven ellos y ellos se vuelven ellas. Todos se vuelven todos. ¿Oficinista? Un traje pantalón de lino, fresco, blanco, estampado, talla grande -como si hubieras perdido peso por la disentería que te causó tu último viaje no-por-ruta-turística a la India- y un bolso serio donde decir a tus clientes que sí, que molas y que tienes algo en el cerebro. ¿Urbanita? Un skate -patinete- y así ni los 110, ni los 30 ni nada. Más verde imposible. Ni una bicicleta por mucho que le gusten a The Sartorialist. Se trata de no posar en las fotos de street style, de llevar gafas de sol fuera, es decir, como toda persona normal y de tener las distracciones a mano para gozar del verano. Ni sexo alocado a lo rica heredera ni conceptualismo de Prada de bibliotecaria que es rata chic de biblioteca.
Y sí, mucha elegancia. Elegancia en el saber vivir, en tomar vino en un vaso de plástico en la playa, en enredarse el pelo lleno de arena y de sal, en pasear por la ciudad ajeno a las preocupaciones, al qué diran y al ritmo de diatriba alocada de los tiempos. Se trata de ser un poco más consciente de uno mismo, como decía Balzac de la importancia del andar, moverse, pensar y no pensar en ello. Se trata también de estar cómodo. De la multiplicidad y de la ubicuidad. ¿Encorsetamiento, estridencias, pop cultura? No. Rotunda la negativa. Se trata de estar cómodo con lo que llevas, como si la ropa fuese el hogar que transportas; y poder vivir con ellos las veinticuatro horas del día, para una fiesta, para la oficina, para hacer el amor por la noche o para amar por la mañana. Y es que, es cierto lo que dijo Yves Saint Laurent, "la mejor prenda son los brazos del hombre que te ama". Y es que queremos ser y no llevar. Parece que en Céline lo entienden, al menos, como una bonita Arcadia.