1.- ¿Por qué escribes?
Para mí escribir siempre ha sido un
acto compulsivo y emotivo, nunca tuvo una motivación racional. Es una necesidad
primigenia de comunicación o de autoconocimiento, una especie de exorcismo
íntimo. Que uno trate de calmar ese sentimiento de incomunicación a través de
la escritura puede parecer un comportamiento extraño o no. Lo que siempre me ha
maravillado es que el resultado final de esa experiencia, a menudo conmovedora,
de angustia e incomunicación —lo escrito— se convierta a través de la lectura
en fuente de placer para otros. Encuentro poco menos que milagroso que la gente
desee leer por placer lo que me resultaría imposible no escribir con dolor.
2.- ¿Cuáles son tus costumbres, preferencias, supersticiones o manías a
la hora de escribir?
He escrito tres novelas. Cada una
ha nacido y se ha desarrollado de una forma distinta. Las novelas son
diferentes, mi situación personal también lo era. Los espacios físicos donde
las escribí y las condiciones personales que atravesaba durante el proceso de
creación tampoco fueron los mismos. Todo ha sido diferente cada vez. Lo único
que, echando la vista atrás, me parece persistente es la música, su
omnipresencia durante el periodo de escritura. Escuchar música ha sido y sigue
siendo, para mí, un elemento propiciatorio. El silencio, al contrario, me
resulta incómodo a la hora de escribir. Es como si la música mitigara en parte
la sensación de soledad que uno experimenta ante la pantalla en blanco.
3.- ¿Cuáles dirías que son tus preocupaciones temáticas?
Cada una de mis novelas maneja un puñado de temas. No muchos y no siempre los
mismos aunque tampoco lleguen a variar radicalmente de un libro a otro. La
necesidad de encontrar una identidad y la sensación de extrañamiento o de pertenencia
al grupo podrían definir mi primera novela. Esto ha ido derivando hacia los
sentimientos de culpabilidad, la imposibilidad de alterar el pasado y la
necesidad, por tanto, de acabar enfrentándolo. Más que saltar de una temática a
otra, lo que ha ocurrido en mi caso es que los argumentos han ido evolucionando
sutilmente, como un espectro continuo de color, donde un tono puro se difumina poco
a poco hasta convertirse en otro color completamente distinto.
4.- ¿Algún principio o consejo
que tengas muy presente a la hora de escribir?
El lector no tiene la culpa. Escribiendo
puedes ser experimental, exhibicionista, barroco, grotesco, puedes ser
cualquier cosa que desees ser y, de hecho, debes serlo. Pero nunca olvides que
el lector no tiene la culpa de tus obsesiones ni de tus excentricidades. Sé
obsesivo y sé excéntrico pero no mates el interés del lector. Nadie sabe por
qué motivo un lector, de entre muchos libros, ha elegido el tuyo. Lo único que
sabes es que lo ha abierto por la página uno. Como escritor sabes que está en
tu mano que siga leyendo hasta el final. Ni te preocupes por lo que los demás
deseen leer, ni escuches sus opiniones sobre lo que deberías escribir o cómo lo
deberías escribir, sólo céntrate en lo que íntimamente deseas contar pero, al
mismo tiempo, nunca olvides que ese texto va dirigido a un lector y que él no
tiene la culpa.
5.- ¿Eres de los que se deja llevar por la historia o de los que lo
tienen todo planificado desde el principio?
Jamás he seguido un esquema
previo. Jamás he sabido lo que diría la próxima frase. Jamás lo he hecho pero
no lo considero ninguna ventaja. Esa falta de planificación sistemática me ha
obligado a escribir las novelas dos veces: la primera para comprenderla, la
segunda para cuadrarla. Muchas veces es desasosegante verse a uno mismo dar
vueltas en círculos junto a tus propios personajes. Sin embargo, lo más
descorazonador que puedo encontrar al abrir una novela es ver que ahí hay una
línea recta y un señor siguiéndola.
6.- ¿Cuáles son tus autores o libros de cabecera?
Por muchos motivos tengo siempre
cerca Conversación en la Catedral de
Vargas Llosa. Aún la hojeo a menudo cuando me abate la desesperación y me siento
incapaz de seguir escribiendo. Cuando estudiaba en la universidad me deslumbró
esa mezcla de pasión, voluntad de estilo y técnica narrativa del Vargas Llosa
treinteañero. Me refiero al joven escritor idealista y dolorosamente consciente
de su incapacidad para cambiar el mundo, quizá el más brillante de su
generación, un escritor audaz, intimista y socialmente comprometido. Curiosamente
he decidido unilateralmente ignorar que ese señor del pelo cano que recoge el
Nobel es la misma persona unos años después. He decidido, en definitiva, imaginar
a Vargas Llosa como otro Salinger y pensar que dejó de escribir y se aisló del
mundo en el año 69.
7.- ¿Podrías hablarnos de tu último proyecto? Bien lo último que hayas
publicado o lo último que hayas escrito o estés escribiendo.
Un buen chico (Mondadori, 2012) es mi última novela publicada. Hace
casi dos años que salió a la venta y en este tiempo he tenido multitud de oportunidades
de hablar con los lectores y recibir su opinión. Una cosa que he aprendido de
esta experiencia es que la ilustración de la portada (en este caso, una imagen
bastante naif de un chico besando a una chica con un abrigo rojo) es más
potente que el texto de la contra. Mira que dice que es una novela oscura y
violenta, que trata del deseo y de la culpabilidad, que puede llegar a ser perturbadora
y hasta aterradora. Mira que lo advierte en la contra, pues cada vez que
alguien acaba el libro y me busca en Facebook, sus palabras siguen siendo las
mismas: nunca pensé que este libro iba a convertirse en algo así. Es una buena
metáfora de cómo funciona nuestro cerebro. Deseamos que las cosas se parezcan a
lo que imaginamos, sobre todo si lo que imaginamos es bonito, pero la realidad
no siempre es tan benevolente. Ni la ficción lo es necesariamente.
Javier Gutiérrez
(Madrid, 1974) es licenciado en Economía por la Universidad Complutense de
Madrid y ha trabajado como economista y editor. Es autor de las novelas Lección
de vuelo (Premio Opera Prima Nuevos Narradores, 2004) y Esto no es una
pipa (Premio Salvador García Aguilar, 2009). Además, ha resultado ganador
del certamen de narrativa breve José Saramago 2008 y finalista del Premio
Tiflos de libro de relatos 2010. Un buen chico (Literatura Mondadori,
2012) es su tercera novela.