El Festival Eñe
2012 se celebró los días 16 y 17 de Noviembre en el Círculo de Bellas Artes de
Madrid. Yo estuve por allí el sábado y acudí a varios actos.
El escritor
mexicano Alberto Chimal habló de una generación de escritores a la que llamó
Generación Z, Generación Zombie, a la que se acusó de no tener nada en común
entre sus miembros, ni propuesta ni poética, una generación dispersa en
definitiva. Pero sí tenían algo en común: su desencanto, su angustia ante un
futuro imposible que les llevó a hablar, sobre todo, del tiempo y de la memoria. Era una
generación que miraba hacia atrás porque no había nada hacia delante. Los
escritores que la integraban se dividieron en tres grupos: los que murieron o
abandonaron, los que siguieron en la misma línea y los que renacieron, éstos
últimos son los auténticos escritores zombies, pues supieron reinventarse y
utilizar nuevas formas y explorar nuevos temas. En su charla fue mencionando a
diversos escritores que yo desconocía y cuyos nombres fui apuntando, como
Edgardo Bermejo, Andrés Acosta, Alejandra Bernal, Bernardo Fernández o, la única
que conocía, Guadalupe Nettel, entre otros.
El escritor
colombiano Héctor Abad Faciolince habló de nuevas tecnologías. Afirmó estar
escribiendo en Twitter una novela corta y, a partir de aquí, se lanzó a un
recorrido por los soportes en los que almacenamos la información y por el
ejercicio de la lectura y cómo está cambiando con las nuevas tecnologías. Lo
escrito permanece, como demuestra de un modo contundente la famosa piedra de
Rosetta que permitió a Champollion descifrar los jeroglíficos egipcios. Luego
vino el papel, los libros copiados a mano... Y la imprenta, que fue una de las
más importantes revoluciones que ha sufrido la humanidad. Gutenberg
popularizó la
cultura. Recientemente, se sabe que se ha llevado a cabo un
experimento que ha consistido en escribir un libro en código genético,
utilizando la molécula biológica como base de almacenamiento de datos.
Internet ha sido
la última gran revolución hasta el momento. Internet es un mundo cuya
comprensión se nos escapa, es un entorno que nos espía y en el que todo se
difunde, donde se mezclan los contenidos y al que todo el mundo tiene acceso.
Entre anécdotas
y pensamientos, el escritor se pregunta qué nos deparará el futuro. No cree que
el futuro del libro sea el libro electrónico, piensa que será algo más
interactivo, más similar a las tablets, en cualquier caso algo que aspirará a
contenerlo todo.
Una charla sobre
el futuro de la edición fue uno de los platos fuertes del festival. La escritora Cristina
Fallarás, como editora de Sigueleyendo, Juan Casamayor,
editor de Páginas de Espuma, Constantino Bértolo, editor de Caballo de Troya y
Pepo Paz, editor de Bartleby, se juntaron en la sala de columnas para debatir
este interesante tema, invitando al público a que interviniera en cualquier
momento. Se abrieron muchos frentes de debate, la
discusión está abierta y el tema no puede abarcarse en una hora de charla. Se
habló, claro, de las redes sociales, que ofrecen una importante oportunidad de
comunicación si se gestionan bien. Otra cosa es qué significa gestionar bien
una red social, o más bien, cómo pretende uno utilizar una red social para
promocionarse... Pero no me quiero ir por las ramas. Se habló de cuánto debería
costar un e-book, y en esto sí que parece que se llegó a una conclusión que suena
razonable: un e-book nunca debería costar más que un libro de bolsillo. Otra
cuestión que se planteó fue la de quién creará la necesidad de leer tal o cual
libro, quién jerarquizará. Y en este punto la sospecha de que seguirán siendo
los grandes grupos los que controlarán el asunto resulta inquietante. Las
plataformas más importantes, como Google o Amazon, se están haciendo con el control.
En este panorama que se está dibujando, los intermediarios son los que llevan
la peor parte, pero estaban de acuerdo en que era el librero el primero que
sufriría las consecuencias. Entonces, algunas intervenciones del público
plantearon el tema de la autoedición en Amazon, algo que está revolucionando el
panorama editorial. Una chica del público dijo que ella había vendido más de dos mil
ejemplares de su libro en Amazon en un mes, y preguntó si este dato era una
buena carta de presentación a la hora de dirigirse a una editorial
convencional. Dijeron que si había vendido ese número de
ejemplares para qué quería publicar en papel, y que no se preocupara que si
vendía eso seguro que alguien terminaba contactando con ella e, incluso, que
no, que ese dato no les parecía relevante, que lo único que importaba era la
calidad del libro.
El 16 de
Noviembre, José Saramago habría cumplido 90 años, por lo que el acto de homenaje
que se celebró en su memoria resultó muy emotivo. El lleno fue absoluto. Sobre
el escenario estuvieron su viuda, Pilar del Río, el jurista José Antonio Martín
y el escritor Fernando Berlín. Recordaron la figura de Saramago, su talante, su
pensamiento crítico. Y compartieron anécdotas y recuerdos. Pilar de Río fue muy
elocuente al recordar episodios vividos con el escritor, como el momento en que
el gobierno portugués prohibió su obra El
evangelio según Jesucristo. Se habló de su compromiso político y de que se
definía a sí mismo como indignado. El acto consiguió evocar la figura de
Saramago, acercarlo y, casi, hacerlo presente.
Elvira Lindo
charló con Toni Garrido y el resultado fue una conversación amena y llena de
humor, no en vano el humor era uno de los temas principales. Elvira Lindo habló
de su último libro, en el que recupera a su personaje emblemático, Manolito. Mucha gente le había recriminado haberlo abandonado, hasta el punto
de tener ella que recordar que se trataba de un personaje de ficción. Habló
sobre la madurez recordando una anécdota del recientemente fallecido actor Paco
Valladares que, cuando le preguntaban por sus hermanos decía que tenía dos
hermanos que eran más pequeños que él pero que, poco a poco, se iban haciendo
más mayores.
Por último,
intenté llegar a escuchar al escritor Juan Francisco Ferre, reciente premio
Herralde, pero llegué con el acto empezado y me costó situarme en la lectura
que realizó sobre un personaje que parecía encontrarse en plena crisis.
La jornada
terminó con la entrega de los premios Cosecha Eñe. Entre el público estaban Manuel Vilas y Cristina Rosenvinge. El relato ganador fue Herodes Fungairiño de Silva, de Mario Marín González que, por
cierto, no se encontraba presente para recoger el premio. El resto de
finalistas fueron los siguientes:
Salmón versus naranja, de Mercedes
Cebrián (Madrid, 1971);
Hombres por Correo Lohman, de Laura Fernández
(Barcelona, 1981);
Meta, de Gustavo F. Gros (Buenos Aires,
1981);
soledad.piedra, de Edson Lechuga (Puebla,
México, 1970);
Quinto piso, de Javier Moreno (Murcia,
1972);
Hipermercado, de Santiago Pajares
(Madrid, 1979);
Luk, de Edmundo Paz Soldán (Cochabamba,
Bolivia, 1967);
The top of the world, de Patricia Suárez
(Rosario, Argentina, 1969); y,
Tentativas para eliminar al Osito, de
Norberto Zuretti.