Si de verdad les interesa lo que voy a contarles, lo primero que querrán saber es dónde nací, cómo fue todo ese rollo de mi infancia, qué hacían mis padres antes de tenerme a mí, y demás puñetas estilo David Copperfield, pero no tengo ganas de contarles nada de eso. Primero porque es una lata, y, segundo, porque a mis padres les daría un ataque si yo me pusiera aquí a hablarles de su vida privada.
Así comienza “El guardián entre el centeno”, una historia universal escrita por J. D. Salinger. El reflejo de las dudas y reflexiones de un adolescente narradas con un estilo directo, despojado, con el que nos hemos sentido fascinados infinidad de lectores. Un libro al que se asocia también cierta leyenda negra, a raíz de que se supiera que Mark Chapman, el hombre que mató a John Lennon, estaba obsesionado con él; como también lo estaba John Hinkley, un fanático admirador de la actriz Jodie Foster y que, con la intención de impresionarla, atentó contra el presidente Ronald Reagan en 1981.
Esta semana ha fallecido Jerome David Salinger, a los 91 años de edad. Y la noticia me dejó parado ante las páginas del periódico, mirando esa fotografía que salió hace unos años, ésa en la que un envejecido Salinger intenta arremeter contra el fotógrafo Paul Adam. Una foto para la posteridad.
Hacía más de cuarenta años que no publicaba nada, por decisión propia. Vivía recluido en su casa de campo en Cornish, New Hampshire. Rehuía todo tipo de entrevistas, incluso le molestaba que la gente de su entorno hablara de él con la prensa. De hecho, sólo se conoce una entrevista realizada por Lacey Forburgh y publicada en el New York Magazine en 1974. En dicha entrevista dijo lo que tanto se está repitiendo estos días: Hay una paz maravillosa en no publicar. Es una tranquilidad. Una calma. Publicar es una terrible invasión a mi privacidad. Me gusta escribir. Amo escribir. Pero sólo para mí y para mi propio placer.
También entonces dijo algo que cobra ahora especial relevancia: No es que necesariamente quiera publicar póstumamente, pero me gusta escribir para mí mismo. Es posible que haya mucha gente frotándose las manos en este momento. Los libros póstumos suelen ser un buen negocio y, en este caso, se puede prever una producción bastante extensa, ya que Salinger seguía escribiendo. Al parecer, encargó a su tercera esposa, Colleen, enfermera y cuatro décadas más joven que él, que sus textos inéditos no se publicaran hasta unos años después de su muerte; pero bueno, ya veremos si no circulan convincentes argumentos encaminados a acelerar tal espera.
La producción literaria de Salinger está compuesta por cuatro libros: “El guardián entre el centeno” (1951), “Nueve cuentos” (1953), “Franny y Zooey” (1961) y “Levantad, carpinteros, la viga del tejado y Seymour: una introducción” (1963). También hay un relato publicado en 1965, “Hapworth 16, 1924”, del que se dice que contiene el secreto del silencio de Salinger y que estuvo a punto de ser publicado en formato libro en 1997, por una pequeña editorial de Virginia, aunque finalmente no fue así. Existen relatos de juventud publicados en revistas y no recopilados en libro, ya que cualquier intento por hacer algo similar ha sido rápidamente obstaculizado por el autor, firme en su deseo de no publicar más.
El último capítulo del libro narra con detalle los intentos de Salinger por evitar su publicación y el proceso judicial que se celebró al respecto. Dada la escasez de entrevistas, la transcripción de un breve extracto del interrogatorio al autor resulta más que interesante. Le preguntan por su producción literaria en los últimos veinte años y responde contrariado: Sólo una obra narrativa. Eso es todo. Es la única descripción que realmente puedo hacer al respecto… Es casi imposible de precisar. Trabajo con personajes, y según se desarrollan, simplemente sigo adelante a partir de ahí. Refiriéndose sin duda a que todos sus libros forman parte de una misma obra, de un tronco común.
Unos diez años más tarde, Joyce Maynard, una joven que mantuvo un idilio con él, escribió un libro titulado “Mi verdad”, en el que desveló detalles de su relación con éste. Además, decidió subastar las cartas que Salinger le había enviado en el tiempo en que estuvieron juntos.
Aunque seguro que fue el libro que escribió su hija Margaret, y que se publicó en 2000, el que más debió doler al autor. Se tituló “El guardián de los sueños” y en él contó detalles íntimos que presentaban a su padre como un hombre excéntrico y algo chiflado. También rastrea a su padre en las obras de ficción, en busca de claves que le ayuden a entenderlo. En un momento dado dice: Sus personajes de diez años, mis hermanos ficticios, no son como yo; ellos son el reflejo perfecto de lo que le gusta a mi padre. En cualquier caso, Salinger rompió su relación con Margaret, dejó de hablarle. De hecho, ya se lo había advertido hacía mucho tiempo: Siempre te querré, pero cuando dejo de respetar a alguien, se acabó. Termino con esa persona. Esto le dijo J. D. a su hija cuando ésta tenía diez años. Y así fue.
Uno de los últimos episodios que protagonizó Salinger, hace apenas unos meses, fue llevar ante los tribunales al escritor sueco Fredrik Coltrin, que bajo el seudónimo de J. D. California pretendía publicar el libro “60 years later: coming through the rye”, una supuesta segunda parte de “El guardián entre el centeno” protagonizada por un personaje llamado Mister C, que no es sino un Holden Caulfield de 76 años que se escapa de una residencia de ancianos para vivir diversas aventuras. La publicación del libro en EE.UU. fue prohibida, aunque había conseguido ver la luz en Inglaterra.