Una salsa fácil de hacer, pero que es necesario hacer despacio y vigilándola porque los azúcares se queman con facilidad.
Es ideal para acompañar platos de carne de cerdo o de pollo, un solomillo o una pechuga a la plancha, por ejemplo.
Yo, sin embargo, la usé para hacer unas tostas con queso fresco de oveja: tostamos el pan, ponemos una buena rodaja de queso de oveja fresco, u otro que nos guste y cubrimos con la salsa de higo templada ¡para chuparse los dedos!
Necesitamos:
100 gramos de higos secos.
100 gramos de cebolla.
1 cucharada rasa de azúcar moreno.
1 cucharilla de maicena.
1 nuez de mantequilla.
1 cucharada de aceite de oliva virgen.
1 chupito de coñac.
½ vaso de vino tinto.
Pimienta negra y sal.
Empezamos lavando muy bien los higos; después los dejamos en un bol con agua unos 10 minutos para que se hidraten; los escurrimos, quitamos el rabo y los partimos en seis u ocho trozos dependiendo del tamaño,
Ponemos en una pota pequeña un trocito de mantequilla y los higos y a fuego muy suave los dejamos que se cocinen cinco minutos más o menos para que ablanden sin tostarse; ponemos un poco de azúcar moreno (poco porque los higos ya tienen bastante) y un chorro de coñac; dejamos evaporar. Los reservamos aparte.
En la misma cazuela, sin limpiarla, ponemos una cucharada de aceite y la cebolla picada muy menuda con una pizca de sal y pimienta y dejamos hasta que ablande, con el calor muy bajo.
Volvemos a poner los higos, espolvoreamos una cucharilla de maicena, damos unas vueltas y agregamos el vino y la misma cantidad de agua; dejamos cocer cuatro o cinco minutos dándole vueltas de vez en cuando.
Ahora podemos triturarla o dejarla así, como más os guste. Yo la trituré pero la próxima vez partiré los higos un poquito más pequeños y la dejaré sin triturar porque después de cocinarlos quedan muy deshechos.
Y listo, ¿comemos o qué?
Esta receta la vi aquí, aunque yo la modifiqué un poco.