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domingo, 12 de enero de 2025

Witold Szablowski: Los osos que bailan

Idioma original: inglés

Título original: Dancing Bears: True Stories of People Nostalgic for Life Under Tyranny

Traducción: Katarzyna Molonievich, Abel Murcia

Año de publicación: 2019

Valoración: muy recomendable

Perdonad que me ponga un poco reivindicativo antes de reseñar Los osos que bailan. Ya que es obvio que, igual que cuando se mencionan las palabras novelista chileno es imposible no evocar a Bolaño, la simple mención de periodista (o cronista) polaco debería, por unas cuantas décadas, recordarnos a Kapuscinski. De hecho, un premio con su nombre le fue otorgado al autor de este libro, por parte de una Asociación de Prensa y, seguiré poniéndome pesado (y un poco nostálgico) hay que recordar a menudo al genio, no solo por su incuestionable valor literario, también por su enorme influencia en una profesión (el periodista, el cronista, el corresponsal) que no solo es la injusta víctima en los conflictos que proliferan, sino también la indirecta procuradora de mucho placer literario y mucha inducción a la reflexión. Kapuscinski definía a los desfavorecidos como primeros dañados por los conflictos. Su influencia en libros como el que nos ocupa es incuestionable.

 

Witold Szablowski presenta este libro en dos partes, cada una ocupando la mitad. Primera parte, un estudio compuesto por testimonios sobre una consecuencia a fuego lento de la caída del muro. Cómo esto afectó a una serie de ciudadanos búlgaros, la mayoría de etnia gitana, que empezaron perdiendo sus trabajos cuando las fábricas para las que trabajaban pasaron a ser evaluadas en dinámicas del capitalismo (rentabilidad, productividad) en vez de justificar su existencia por fines sociales y comunitarios. Pero el segundo golpe fue peor: muchos de ellos buscaron un grotesco reciclaje profesional como amaestradores de osos, prácticamente una salida desesperada pero que les procuraba un medio precario de subsistencia. Ese segundo golpe: a principios del siglo XXI,  la presión de las organizaciones de defensa de los animales ilegaliza la tenencia de los animales y su uso, previas fases de entreno que solo pueden calificarse como tortura, en circos y ferias como atracción. Los propietarios de los osos fueron contactados por Cuatro Patas, organización promotora de un parque donde los animales recuperados podían ser reinsertados. Szablowski contacta con los antiguos propietarios, hablan sobre su presente, profundiza en los curiosos procesos de negociación (se les ofrecía una cantidad a modo de indemnización para que entregaran al animal que, en otro contexto, podría serles confiscado), en sus reacciones, en su difícil segunda adaptación que suele achacarse a cuestiones culturales (la clásica dialéctica de que ciertas culturas no están preparadas para la democracia), en su día a día tras separarse de los osos que suponían su precario sustento.

En la segunda, usando fragmentos de la primera como citas iniciales, Szablowski emprende un ejercicio menos localizado, los escenarios son más variados y nos damos un paseo por el mundo tras la caída del Muro. Representa una especie de proyección global de ese panorama local de cambio, de adaptación que ha sido imposible ejecutar sin cobrarse víctimas.Szablowski consigue situarse en la difícil posición del narrador omniesciente y los testimonios desfilan, desde Cuba, Albania, desde algunas de las antiguas republicas soviéticas o territorios de la antigua Yugoslavia, testimonios más heterogéneos sobre el mundo tras la caída del Muro. Una narración que toma un tono extraño, mezcla de nostalgia, dignidad  resignación y esperanza.


sábado, 20 de abril de 2024

Jerzy Kosinski: Desde el jardín

Idioma original: inglés

Título original: Being There

Año de publicación: 1970

Traducción: Nelly Cacici

Valoración: se deja leer

Desde el jardín, del escritor polaco-estadounidense Jerzy Kosinski y novela célebre, sobre todo, debido al éxito que tuvo su adaptación cinematográfica (protagonizada por Peter Sellers), parte de una idea ingeniosa, sin duda, en su momento, hace más de 50 años, pero que me temo que hoy en día suena más que manida: Chance, un tipo que desde niño ha vivido encerrado en la mansión de un viejo ricacho, encargándose de cuidar su jardín (lo que viene a llamarse secuestro de menores y esclavitud, vaya) y sin más conocimiento del mundo exterior que el que le llega a través de la televisión, se ve arrojado, de un día para otro, a ese mundo que casi desconoce y con un mano delante y otra detrás...

Sin embargo, por un azar realmente muy azaroso Chance entra en relación con la élite financiera y política norteamericana y aun mundial, entre la que, merced a sus sencillos comentarios, su buena presencia y, sobre todo, su laconismo que le dota de un aura de inteligencia, es considerado por todos como un prohombre e incluso un gurú en asuntos económicos. Todo sin que él llegue a enterarse de por donde le da el aire, ni siquiera en lo referido a cuestiones más íntima -de hecho, se describen un par de escenas eróticas bastante chuscas a causa de ciertos malentendidos-; tanta candidez, por no decir estulticia, podría resultar inverosímil, si no fuera porque estamos ya acostumbrados a ver cómo alcanzan el éxito personajes que parecen más simples que un capazo (eso, o directamente son unos perturbados: ahí tenemos a un ex-presidente de EE.UU. que puede repetir en el cargo, del que no sabemos si resulta ser más sinvergüenza que megalómano o viceversa, a un presidente de Argentina que habla con su perro muerto y se compara a sí mismo con Lobezno... o, sin ir más lejos, a una presidenta de Comunidad autónoma española claramente ida y cuya vocación de frutera no le ha impedido rodearse de chorizos...).

Así pues, la novela se puede leer como una renovación irónica del mito de la caverna de Platón o el del buen salvaje. Incluso, si se quiere, del cuento aquel del rey desnudo al que sólo un niño se atrevió a decir la verdad. Porque, pese a que encontremos algún momento más jocoso y/o cargado de mala leche, en general el libro no deja de ser un relato alargado en el que incluso el sencillo estilo utilizado recuerda un poco al de los cuentos infantiles. Lo cual, seguramente, era la intención de su autor y bien que está conseguido, aunque, a estas alturas de mi vida lectora, el resultado se me ha quedado un poco escaso y, como ya he comentado, un tanto manido. Puedo entender el entusiasmo que provocó esta historia cuando apareció, en plena era hippy, pero no el que, por lo visto, despierta aún en algunos lectores/as. De ahí mi valoración, que quizás pueda parecer un tanto severa, aunque, en este 2024, creo bastante justa. 


Otros títulos de este escritor reseñados en Un Libro Al Día: El pájaro pintadoPasos

domingo, 24 de septiembre de 2023

Isaac Bashevis Singer: Keyle la Pelirroja

Idioma original: Yiddish
Título original: Yarme un Keyle
Año de publicación: 1972
Traducción: Rhoda Henelde / Jacob Abecasís
Valoración: Recomendable

Keyle la Pelirroja, de Isaac Bashevis Singer, me ha encantado. Es un novelón tan expresivo en el fondo como maduro en la forma. A eso hay que añadir que su acabado general es más compacto que el de otras obras del autor. Por tanto, su calidad literaria es incuestionable, y no me extraña que en 2023 se haya apostado por su traducción simultánea al español y al catalán.

Trata sobre Keyle, quien, tras haber ejercido la prostitución, intenta convertirse en una digna hija del pueblo judío. Keyle comprende que eso es imposible si permanece junto a Yarme, su marido (aunque éste la ama con locura, nunca será una persona honrada) y se lía con Búnem, un joven cuyo padre es un rabino humilde. Al principio, a Keyle le parece que al lado de Búnem las cosas pueden ir bien; desgraciadamente, su pasado la perseguirá.

Keyle la Pelirroja recuerda sobremanera a la narrativa larga singeriana. A fin de cuentas, explora los temas que obsesionan al autor, transcurre en escenarios familiares y presenta caracterizaciones previamente esbozadas; asimismo, abunda en enredos de toda clase, romances turbios, parrafadas introspectivas, reflexiones teológico-existenciales y agudas observaciones sociológicas. 

Sin embargo, la novela aporta no pocas novedades para aquellos lectores asiduos al Premio Nobel de Literatura de 1978. Por ejemplo, mientras que al ya mentado Búnem o a Max (tranquilos, enseguida os hablaré de él) son similares a otros personajes de Singer, no sucede así con Keyle, que exhibe un arquetipo psicológico y un rol en la historia bastante refrescantes.

Keyle la Pelirroja se divide en dos partes. La primera transcurre en Varsovia, Polonia; la segunda nos traslada hasta Nueva York, Estados Unidos. En la primera parte se pone foco en los cuatros integrantes del elenco principal; en la segunda, en cambio, presenciamos casi exclusivamente la vida de Keyle y Búnem, y se descuida en el proceso a Max, que tanto prometeía en un inicio.

Y esta es, quizá, una de las pocas pegas que se le pueden poner a la novela: que no exprime a Max, un embaucador de mujeres que se ha enriquecido en el extranjero gracias a la prostitución. Es Max, precisamente, quien desencadena la trama y, más adelante, origina un nuevo conflicto que lo sacude todo. Desgraciadamente, Singer no sabe qué utilidad darle después de que Keyle la Pelirroja rebase su hemisferio. 

Algo que también sucede, en parte, con Yarme, pero que molesta sólo en el caso de Max porque éste es tremendamente ambicioso y aspira a ser tan célebre como el mismísimo Rasputín, y por tanto resulta poco verosímil que se desvanezca tan fácilmente.

Hay otros personajes cuya aportación es menor a lo esperable, pero creo que, dado su papel secundario, esto se nota mucho menos. Hablo de Solche o Tsírele, hermana y novia de Búnem respectivamente, o de Fania, una de las amantes de Max.

Como viene siendo habitual en las novelas de Singer, algunas de las ideas expuestas en Keyle la Pelirroja (e incluso un par de metáforas) se repiten. Puede que esto se deba a que la obra se publicó originalmente, al igual que otras del autor, por entregas.

Por cierto, la sinopsis que hallamos en la contra cubierta de la edición de Anagrama resulta un tanto engañosa. En primer lugar, porque no menciona a Búnem, uno de los protagonistas indiscutibles de la obra. También porque no acaba de plasmar con fidelidad el argumento: Keyle sí duda cuando Max les propone a Yarme y a ella viajar juntos a Sudamérica. Además, los bajos fondos de la comunidad judía no son, en absoluto, el núcleo de la obra; de hecho, tras los capítulos iniciales, se esfuman y dejan paso a distintos estratos sociales y localizaciones, lo cual permite que la novela plasme desde una visión panorámica la coyuntura histórica y detalle, sobre todo, las diferencias entre los judíos, los rusos y los americanos en esa época. 

Sea como fuere, la novela está habitada por personajes sumamente complejos, contradictorios y memorables; incluso un par de ellos (Max, Solche...), a los que reprocharía que aportan poco a nivel argumental, son al menos interesantísimos. Los temas, tan propios de Singer, se espesan a la hora de mostrar que la gente no cambia, y menos todavía para bien, y que la existencia es intrínsecamente un tormento. Los diálogos son fluidos y se ciñen a las voces y temperamentos de los distintos interlocutores; hay escenas logradísimas; amén de pasajes memorables. Singer en su máximo esplendor, sin duda.


También de Isaac Bashevis Singer en ULAD: Aquí

sábado, 17 de septiembre de 2022

Zygmunt Bauman: ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?

Idioma original: inglés

Título original: Does the Richness of the Few Benefit Us All?

Traducción: Alicia Capei Tatjer

Año de publicación: 2013

Valoración: Bastante Recomendable


Pues una pregunta bien explícita, no? Generemos riqueza, cuanta más mejor, aunque (o para que) se la lleven unos pocos, porque al final algo de todo eso nos llegará a los demás. También conocida como teoría del goteo, es la última vuelta de tuerca del neoliberalismo, que triunfa en todo el planeta y a la que tampoco hace ascos la socialdemocracia con aquello de hacer una tarta bien grande, que ya habrá tiempo de repartirla. En lenguaje más coloquial: cuanto más rico sea yo más sobras os echaré en el plato. Eso, si me beneficia y os portáis bien.

La respuesta de Bauman a la pregunta es obviamente negativa, no tanto desde el punto de vista económico (para lo cual no sé si tendría los argumentos técnicos necesarios) como desde el ético, claro está. Porque la clave está en el verbo: nos beneficia. Ya habrá expertos que discutan si en base a ese axioma la economía va mejor, suben los sueldos y desciende el desempleo y la miseria. Pero aunque así fuese esa situación nos beneficia tanto como si mañana Elon Musk o Amancio Ortega nos prometiesen un incremento del diez por ciento en nuestro salario si nos convertimos en sus esclavos. Ganamos más, pero eso no necesariamente nos beneficia, porque no es el único parámetro que hay que valorar.

La desigualdad, que es en definitiva de lo que estamos hablando, se ha multiplicado de forma explosiva en el siglo XXI. Bauman aporta algunos datos seguramente ya conocidos. Uno: 'casi todo el crecimiento del producto nacional que consiguió Estados Unidos desde el colapso crediticio de 2007, más del 90 por ciento del mismo, cayó en manos del 1 por ciento más rico de los estadounidenses'. Dos: 'el 20 por ciento más rico de la población consume el 90 por ciento de los bienes producidos''. Tres: 'el 1 por ciento más rico posee ahora casi 2.000 veces más que el 50% de la población mundial'. Y así hasta el infinito, más y más ejemplos extendidos por todo el mundo, desigualdades enloquecedoras y en aumento exponencial entre personas y entre países, cifras escalofriantes que ponen negro sobre blanco la concentración de la riqueza en manos de una minoría cada vez más ínfima y cada vez más acaparadora. El libro está editado en 2013, los datos han seguido disparándose desde entonces y lo que cuenta Bauman es una muy pequeña muestra frente al apabullante material, mucho más pormenorizado y técnico, que expone por ejemplo Thomas Piketty

Pero como el pensador polaco no es un economista que conozca a fondo los resortes del sistema, lo que le preocupa no es tanto subrayar la evidencia, ya de sobra demostrada, como detectar sus consecuencias. La primera es que la concentración de la riqueza implica también concentración del poder, y por tanto ‘la primera víctima de esa profunda desigualdad será la democracia’, toda vez que los bienes necesarios para la supervivencia van quedando en manos de unos pocos y por tanto la capacidad de decisión se ve cada vez más limitada. La desigualdad, planteada en estos términos brutales, deriva en una alteración de los conceptos de sujeto y objeto, y sectores cada vez más extensos de la población, engullidos y degradados por el sistema, centrados en la mera subsistencia, pasan progresivamente a convertirse en objetos, piezas que voluntariamente o no, dejan de tener voz y se limitan a contribuir a que el mecanismo siga funcionando.

El proceso se alimenta en gran parte del consumismo (una de las bestias negras de Bauman) que, inyectado profundamente en la sociedad, crea necesidades crecientes que el ciudadano se ve impulsado a satisfacer, con lo que se lanza a recoger las migajas que le caen, se endeuda, compra, y alimenta así al sistema de forma indefinida y creciente porque el beneficio que se genera va de nuevo, en términos macroeconómicos, a aquella minoría cada vez más reducida. La competitividad es otra de las patas del invento, al establecerse una competición entre los consumidores para intentar obtener siempre algo de más valor, algo que al menos simule un estatus algo más elevado.

Entrando en terrenos más propios de la sociología que de la economía, hay también espacio para la tecnología. Recogiendo una idea de Jonathan Franzen, Bauman ve en la tecnología un medio para escapar de la realidad, que en definitiva es aquello que se resiste al ser humano, algo que debemos doblegar o ante lo que debemos plegarnos, y fuerza nuestra voluntad en uno u otro sentido. La tecnología permite escapar de esos límites y plantearnos un mundo a nuestra medida, que se ajuste a nuestras expectativas y que podemos ignorar con solo darle a un botón. Un nuevo bien de consumo para no pensar demasiado y mostrarnos dóciles con lo que nos lo ofrece (y eso que, insisto, el libro tiene casi una década y el autor no se podía imaginar lo que vendría en los años siguientes)

Pese a que son poco más de cien páginas, Bauman va sondeando en distintos aspectos de la sociedad actual a partir de aquellos datos iniciales sobre la desigual distribución de la riqueza. A veces podemos tener la sensación de que se pierde un tanto en digresiones sobre temas sin una conexión demasiado clara, aunque la exposición es siempre fundamentada y rigurosa. Pero es lo que tiene poner un título tan sonoro y específico: puede que el lector acuda con un interés directo sobre lo que se propone y se decepcione al encontrarse con temas diferentes aunque colaterales. Para evitarlo conviene olvidarse un poco de la pregunta inicial y centrarnos en la lectura de un autor que ya es un clásico cuando se trata de analizar estos tiempos líquidos.

domingo, 21 de agosto de 2022

Riszard Kapuscinski Los cínicos no sirven para este oficio

Año de publicación: 2000

Valoración: muy recomendable

Sirva esta reseña como punto final de mi atención a la obra de Kapuscinski. Creo que, con ella, toda la obra traducida del escritor polaco ya ha sido tratada aquí. Lo que yo llamo un escritor fetiche, propio, eso sí, aunque es muy revelador que sea justamente esta obra, que es un punto intermedio entre su obra más teórica (en la que siempre he visto a Kapuscinski un poco fuera de lugar) y su crónica periodística, que en su conjunto es imprescindible y, todavía hoy, necesaria para comprender la configuración planetaria actual. El subtítulo del libro (Sobre el buen periodismo) podrá sonar algo pretencioso, aunque como siempre la realidad se ha empeñado en dar la razón al escritor polaco. Desde las frases lapidarias - demasiadas para mencionarlas - hasta el puro hecho de que algunos que salen en muchos medios - demasiados para mencionarlos - se llamen a sí mismo periodistas a pesar de aportar visiones sesgadas y distorsionadas de la realidad para satisfacer a quienes les pagan o a sus propias ambiciones.

Así que en las entrevistas que configuran este libro, que Kapuscinski ya concede con plena consciencia de que se ha convertido en un autor influyente y venerado, ya se permite un tono, en ese momento ya tiene más de sesenta años, algo más orgulloso de esa condición, no confundamos con soberbia o chulería, pero ahí el protagonista es él, el preguntado y el sometido a un merecidísimo homenaje, cosa que redunda en una atmósfera relajada y una justificada tonalidad algo crepuscular. Ya no es el treintañero entusiasta que toma la cámara y el cuaderno de notas dispuesto a ir donde perciba que puede estar el origen de su crónica. Y las entrevistas son interesantes, algo breves pero sumamente sustanciosas pues Kapuscinski, especulando o teorizando o siendo más concreto en los detalles, no pierde un ápice de su sentido común, cosa que se traduce en genialidad de una densidad absoluta. Por eso es completamente publicable y se convierte en una obra de peso en su obra, Kapuscinski descifrando el código-máquina de su obra e, insisto por si algún tertuliano se deja por caer por aquí y se da por aludido, haciendo sonrojar a más de uno que entiende que periodismo es que te lean ( o te vean) muchos y cobrar a final de mes y si acaso montar una productora y hacerse de oro. Porque una de las cosas en las que insiste es en que nadie se va a hacer rico haciendo el periodismo que él (que de hecho, era historiador), hacía. 

Kapuscinski insiste en que ejerce su profesión por los pobres, por la gente sin privilegios que no consigue columnas ni sillas en los platós. Kapuscinski, perdonad que el tono sea más de epitafio que de otra cosa, resume su obra, su actitud hacia periodismo, crónica, literatura, en estas tres entrevistas, una de las cuales comparte con John Berger. Sus planteamientos están tan revestidos de sentido común, de vocación de ser útil a la sociedad, que a veces pueden parecernos obvios. Pero solo hace falta asistir a los hechos para ver que no es así. Por lo cual, aunque esta sea nuestra última reseña de su obra, va a seguir vigente, por mucho tiempo.

lunes, 9 de mayo de 2022

Isaac Bashevis Singer: El seductor

Idioma original: Yiddish  
Título original: Der Sharlatan
Año de publicación (por entregas): 1967-68
Traducción: Jacob Abecasís y Ronda Henelde
Valoración: Entre recomendable y está bien

A más leo a Isaac Bashevis Singer, más admiro su pluma. Y es que la literatura del premio Nobel polaco derrocha una calidad, sensibilidad y profundidad admirables. Como prueba de esta afirmación tenemos, por ejemplo, El seductor, una magnífica comedia de enredos protagonizada por el contradictorio Hertz Mínsker. 

Mínsker, que vive a expensas de su mejor amigo, el magnate inmobiliario Morris Kálisher, se acuesta con Minne, la esposa de éste. La llegada a Nueva York del ex marido de Minne pondrá la vida de los intregrantes del triángulo amoroso patas arriba.  

De esta novela me han gustado: 

  • Su prosa depurada y dinámica.
  • Sus personajes y las interacciones que éstos mantienen entre ellos.
  • Ciertos giros argumentales.
  • Sus últimos capítulos. Introducen algún que otro elemento abruptamente, pero cierran con tino múltiples arcos y subtramas.
  • Su humor, fino o cáustico según se tercie.
  • El sustrato psicológico que despliega.
  • Su trasfondo misántropo y pesimista.
  • Sus críticas a la comunidad judía y, en concreto, las que dirige a los religiosos, por hipócritas o por intransigentes según se tercie.
  • Las agudas observaciones que hace en torno a la ciudad de Nueva York (y América en general).

Las únicas pegas que puedo ponerle a esta obra son tan insignificantes que para nada lastran al conjunto. Aun así, quisiera señalarlas: 

  • Le falta empaque.
  • No me parecen verosímiles las disertaciones de corte teológico de muchos personajes (algunos de los cuales admiten saber poco de religión).
  • En ocasiones, Singer repite información que ya había dado previamente. Aunque supongo que estas reiteraciones se deben a que El seductor se publicó originalmente por entregas, pueden llegar a molestar.
  • Igual que me sucedió con Escoria, del mismo autor, pienso que a esta novela le falta concesión. En ningún momento se hace larga, pero el mensaje que transmite es demasiado explícito.

Pese a todo lo expuesto, recomiendo esta historia. Aparentemente es vodevilesca, sencilla, localista y mundana; sin embargo, su verdadero alcance es universal. Además, creo que es perfecta en tanto que catalizador del oficio de Singer. A fin de cuentas, apreciamos en estas páginas los personajes, escenarios y temas que obsesionaban al escritor: la desesperación existencial, la congoja espiritual, el sentimiento de desarraigo de los apátridas, el Nueva York tamizado por la mirada de los emigrantes judíos, el adulterio, etc...

Antes de terminar esta reseña querría alabar la edición de Acantilado. Como viene siendo habitual, es tan elegante como bonita. Me gusta especialmente la simpática ilustración de la cubierta, que resume magistralmente el contenido del libro. 
 

También de Isaac Bashevis Singer en ULAD: Aquí

domingo, 27 de marzo de 2022

Isaac Bashevis Singer: Una ventana al mundo y otros relatos

Idioma original:
Yiddish  
Título versión inglesa: Job and Other Stories
Año de publicación versión inglesa: 1972
Traducción: Carlos Lagarriga
Valoración: Entre recomendable y está bien

Una ventana al mundo y otros relatos recupera seis narraciones breves del premio Nobel Isaac Bashevis Singer. Todas, exceptuando "El huésped", inéditas en nuestro idioma hasta la fecha. En general me han parecido destacables, si bien pienso que algunas son mejorables. 

Por ejemplo, me atrevería a decir que "El último regalo" es algo plana. Recuerda al Paul Auster más rutinario, lo cual es indicativo de calidad monocroma. Asimismo, "Job" me ha encantado, porque abunda en ideas vinculadas con el pesimismo filosófico al que me adscribo. Sin embargo, creo que el formato que Singer emplea para esta historia no es el adecuado.

Sea como fuere, merece la pena leer los textos del polaco. Tienen premisas la mar de sugerentes y pasajes logradísimos; sus reflexiones de corte misantrópico, amén de las congojas existenciales y espirituales que supuran, deslumbran por su lucidez; por no hablar de que las pinceladas de autoficción y las estrategias metaliterarias que emplean se antojan sumamente audaces.  


También de Isaac Bashevis Singer en ULAD: Aquí

lunes, 7 de febrero de 2022

Riszard Kapuscinski: El mundo de hoy. Autorretrato de un reportero


Idioma original: polaco

Traducción: Agata Koszelek

Año de publicación: 2004

Valoración: muy recomendable

El mundo de hoy es una edición que surge del enorme éxito que Kapuscinski obtuvo por toda su obra. Su traductora al castellano recoge extractos de sus textos (término este que, según Kapuscinski, definía a la perfección sus obras  y los agrupa en una recopilación que resulta curiosamente poliédrica: incluye, sin el detalle de sus obras completas, suficientes extractos de sus crónicas de periodista de guerra como para apreciar su precisión de testimonio presente. A la vez, incorpora no pocas de sus reflexiones a dos niveles: el personal al analizar los entresijos de su profesión, en la que percibimos su progresión en función tanto de los acontecimientos que fue cubriendo como de las circunstancias en que dicha cobertura se producía: más repercusión, mejores medios, progresivo acceso a más público, mayor tolerancia a su agudo análisis crítico. Pero paralelamente el autor polaco también usa su experiencia acumulada para pronunciarse sobre ese mundo de hoy.  

Muchos fueron los hechos que Kapuscinski tuvo ocasión de vivir, y en una época clave para la configuración de lo que es nuestro presente. Y Kapuscinski, fanático absoluto (no perderse sus ocho puntos claves para ejercer como reportero) de sus métodos, resulta ser capaz de proyectar su experiencia al siguiente nivel. Sin pretender serlo para nada, su análisis político y social resulta no solo brillante y vehemente sino incluso premonitorio de forma algo incómoda. Ya en 2003, como quien no quiere la cosa, hablaba de la enorme transformación que el mundo experimentaría como consecuencia de los enormes progresos en la electrónica, de la necesidad de la generación, superada la guerra fría, de equilibrios de bloques diferentes a los habidos (curioso que hable de Rusia y China igual que se habla hoy, con el miedo ante lo que pueda pasar en Ucrania), del enorme dominio que Estados Unidos ejercería gracias a sus literales monopolios tecnológicos (repito: 2003. Por entonces no Facebook, no smartphones.

El mundo de hoy resulta ideal tanto de introducción a Kapuscinski como de colofón y resumen de una lectura completa de ésta. Muestra su pasión por su profesión y revela a las claras que era consciente de su privilegiada posición. No hay atisbo de arrogancia ni de falsa modestia. En lo meramente literario, lo tenía muy claro. Pisaba territorio en el que pocos se habían aventurado. No tenía reparo alguno en aclarar que para el periodista la objetividad absoluta era una quimera, que sus notas eran un mero borrador desde el que recomponía sus crónicas pero que para ello a veces debía contar con testimonios casi anónimos recogidos en unos pocos minutos. Tozudo en su coherencia e influyente como pocos, leer estos textos apenas unas décadas tras su primera publicación da, igual aún más que en su momento, para sesiones de subrayado y toma de notas a mansalva. A ver si algún día se atisba un discípulo a su altura.


lunes, 15 de noviembre de 2021

Stanislaw Lem: El profesor A. Donda

Título original: Profesor A. Donda
Idioma original: Polaco
Traducción: A. Murcia y K. Moloniewicz
Año de publicación: 1973
Valoración: Recomendable

Hace apenas un par de meses se cumplió el centenario del nacimiento de Stanislaw Lem, uno de los más conocidos autores de ciencia ficción (o, más bien, ficción especulativa) del siglo XX. Habiendo ya reseñado buena parte de sus grandes obras, optamos por este breve (e inédito en España hasta hace bien poco) "El profesor A. Donda" para rendir nuestro pequeño homenaje al autor. Y pese a que es muy probable que esta novelita / relato largo no se encuentre entre lo mejor de la obra del polaco, se trata de un texto recomendable y, hasta cierto punto, sorprendente por varias razones.

En primer lugar, porque aunque en la novelita se identifican algunos de los motivos de otras obras de Lem, "El profesor A. Donda" tiene como factor sorpresa un humor negro y absurdo, de lo más british, que no se encuentra habitualmente en este tipo de textos. Vaya, que por momentos llega a parecer un capítulo de Black Mirror pasado por la óptica de los Monty Phyton. Mención especial merece, en este punto, la descacharrante y visionaria genealogía del profesor.

Más: Porque "El  profesor A. Donda" tiene un ritmo frenético que se adapta como un guante a una narración que probablemente no se sostendría si tuviese una extensión de más de 100 páginas. Por supuesto que me hubiese gustado que algunas situaciones estuviesen más desarrolladas o que el texto ganara en extensión para hacer de algunos pasajes algo menos farragoso, pero entonces el enfoque tendría que haber sido otro y el libro sería completamente diferente. 

Otra: Porque  Lem no deja títere con cabeza. En las apenas 70 páginas del texto, el hombre reparte a diestro y siniestro: la explotación del planeta, el academicismo, la corrupción, el cientificismo en un mundo en el que el error y la casualidad tienen un peso fundamental...

Otra: Porque me encantan esas referencias, veladas o no, a "El planeta de los simios" o a "Robinson Crusoe". Cosas mías.

Más (aún): Porque se trata de un texto plenamente vigente en 2021. Si bien en algunos aspectos la realidad ha superado a la ficción, el núcleo de la acción es tan jodidamente actual que uno no puede dejar de plantearse según qué cosas (y para eso está la ficción especulativa, ¿no?).

Ahora, ¿de qué carajo va "El profesor A. Donda?. Pues, en el fondo, no deja de ser una sátira sobre los posibles efectos del abuso de la ciencia y/o el exceso de información (El desarrollo de la Cibernética es una trampa puesta por la Naturaleza a la Razón) y quizá un toque de atención para los que andamos por estos mundos de pantallitas y algoritmos (No es que haya que reajustar lo que vemos, sino cambiar el punto de vista). Eso sí, todo esto tratado de una forma mucho más gamberra de lo que acostumbra el género.

Un montón de libros de Stanislaw Lem AQUÍ

martes, 18 de mayo de 2021

Olga Tokarczuk: Sobre los huesos de los muertos

 Idioma original: polaco

Título original: Prowadź swój pług przez kości umarłych

Año de publicación: 2009

Valoración: Recomendable



Como saben, sobre Olga Tokarczuk recayó el premio Nobel de 2018 que no recibió hasta el año siguiente junto a Peter Handke, el galardonado del momento –ambos reseñados aquí–, ya que la Academia Sueca decidió hacer una pausa por entonces para resolver sus propios asuntos.

He disfrutado con esta novelita, que quizá merecería otro formato, más reducido, como el relato o la novela corta, para brillar como se merece. Primero descubrimos un personaje femenino con entidad propia que promete dar mucho juego; asimismo, el escenario en el que se mueve está lleno de posibilidades, pero hacia la segunda mitad parece que el argumento se agota, que se enrosca sobre sí mismo, que ya no da más de sí. Una impresión completamente errónea, pues poco después volvemos a sorprendernos y emocionarnos con un giro de guión que no ha sido ideado para hacer un alarde virtuoso, al contrario, sirve para completar el significado más profundo de la trama y conlleva unos cuantos interrogantes éticos. Por eso, si la autora hubiera insistido algo menos en esa vida cotidiana que ya conocíamos, ese anticlímax tan marcado no hubiera llegado a producirse.

Pero vayamos por partes. Los elementos que la componen proceden de una larga tradición, desarrollada en cualquier literatura, aunque hábilmente modificados por Tokarczuk para llevarlos a su propio terreno. En primer lugar, la protagonista constituye un hallazgo destacable. Una ingeniera, de cuyos servicios se prescindió por resultar incómoda, no sabemos por qué, y que ahora vive retirada en un territorio despoblado e inhóspito viviendo de unas clases de inglés a tiempo parcial y de alguna labor de mantenimiento. Este personaje, por lo que luego veremos, recuerda más o menos de refilón a la Miss Marple de Agatha Christie o a la Jessica Fletcher de la vieja serie Se ha escrito un crimen, que quizá alguien recuerde todavía. Con la diferencia de que esta señora tiene entidad propia, incluso muchas capas, y no es un mero instrumento para guiar las investigaciones. Si ha fijado allí su residencia, no fue por casualidad, ya que es una persona reflexiva, con una personalidad muy marcada y pensamientos dignos de atención, que se encuentra unida estrechamente a ese lugar concreto, con su fauna y su flora específicas, y sus opiniones, así como su modo de vida, en comunión con la naturaleza y dedicada obsesivamente al estudio de los astros y su repercusión en lo que ocurre acá abajo, difiere por completo del de sus vecinos, que la consideran, por decirlo suavemente, una excéntrica.

“Al mismo tiempo, deseo exhortar a la Honorable Policía a que no se cierre ante la idea de que los autores de los trágicos acontecimientos arriba mencionados puedan ser los mismos animales. (…) San Bernardo excomulgó a un enjambre de abejas que le impedía hacer un trabajo con su zumbido. Las abejas serían también las responsables de la muerte de un hombre en Worms en el año 846, por lo que el Concilio de Worms decretó la muerte de estas por asfixia. (…) En 1639, en Francia, en Dijon, un jurado condenó a un caballo por haber matado a un hombre. (…) El más famoso de los procesos se celebró en Francia, en 1521 y fue el proceso de unas ratas que causaron grandes daños en las cosechas. Fueron demandadas y citadas a juicio por los vecinos, y les fue designado un abogado de oficio que resultó ser el hábil jurista Bartholomew Chassenée. (…) Finalmente, tras un encendido alegato de su defensor, las ratas fueron declaradas inocentes. (…) Atentamente, Duszejko."

Contra lo que pueda parecer, y aunque escribe varias cartas a la policía de las cuales esta es con diferencia la más estrambótica, nuestra heroína ni es tonta ni está tan desequilibrada como dan a entender estas líneas. Es más, puedo asegurarles que sabe distinguir perfectamente entre las buenas y las malas acciones. Es verdad que, en más de una ocasión, defiende que los animales actúan movidos por propósitos concretos, pero eso, por mucho que les mueva el instinto, nadie puede negarlo. Quede claro, pues, que lo que se narra aquí es algo muy serio, nada que ver con una fábula infantil.

El territorio, desolado y cubierto de nieve durante muchos meses al año, integrado por un puñado de casas dispersas y separadas del pueblo más cercano por unos cuantos kilómetros, es el elemento típicamente novelesco que nos mantendrá en tensión al menor movimiento extraño que se produzca. También aquí, tanto literatura como cine, han encontrado un filón para desarrollar historias inquietantes. Recuerdo ahora el caserón de Otra vuelta de tuerca o el resentido pueblucho llamado Dogville. En este caso las escenas dantescas son escasas y no están descritas con detalle, pero el hecho de que vayan apareciendo cadáveres de vez en cuando, en su propia casa o a la vuelta de cualquier curva, y que la policía demuestre no tener ninguna pista no parece irrelevante en absoluto. Lo malo es que carecemos de sospechosos: los personajes que van apareciendo, siempre en relación con la señora Duszejko, son seres pacíficos, simples aficionados a la caza o a la búsqueda de setas que se ocupan de sus asuntos sin meterse con nadie. Aunque se habla insistentemente de un mafioso local con quien el comandante de la policía –también asesinado– parece haber compartido negocios.

A pesar de lo dicho, no podemos encuadrar esta novela en los géneros negro, policíaco ni nada parecido. Si tuviera que ponerle una etiqueta, la calificaría de ecologista con ciertas dosis de misterio. La propia autora milita en el partido Los Verdes desde hace más de una década. Su transcurso es tan sereno como la protagonista y sus amigos: todos ellos de costumbres pacíficas, carentes de grandes pasiones pero con afectos arraigados y algún gran ideal, causante, quizá, de cierto comportamiento fanático.


Otros libros de la autora: Un lugar llamado Antaño, Los errantes

viernes, 17 de julio de 2020

Ignacy Karpowicz: Sońka

Idioma original: polaco
Título original: Sońka
Traducción: Xavier Farré (ed. en catalán) y Francisco Javier Villaverde (ed. en castellano)
Año de publicación: 2014
Valoración: muy recomendable

Es evidente que, en tiempos de pandemia, una editorial pequeña puede tener grandes dificultades para conseguir situar a los ojos del lector, para tentarlo, para atraerlo, un libro de reciente aparición. La potencia de las grandes editoriales, con sus recursos y su altavoz mediático se impone, y un libro publicado un mes antes de la irrupción de la pandemia es difícil que sobresalga. Pero para eso estamos, para encontrar joyas que puede que hayan pasado injustamente desapercibidas entre el público y abrir una rendija por donde entre la curiosidad lectora.

El inicio del libro que nos ocupa es singularmente atrayente y empieza cuando Sońka, una anciana campesina de un pueblo pequeño ubicado entre Polonia y Bielorrusia, ve cómo un coche para en medio de la carretera próxima a su casa. La persona que baja del coche resulta ser Igor Grycowsky, un joven y famoso dramaturgo, quien le cuenta que se le ha estropeado el coche y no puede llamar a nadie. Sońka le ofrece hospitalidad en su pequeña casa y, mientras le da cobijo, le cuenta su vida, una vida marcada por la guerra y la tragedia, por el amor y el odio, por la incertidumbre y el desespero. Una historia que atrapa a Igor y que encuentra en ella un material inigualable para representar su vida en una obra teatral.

A partir de esta inesperada visita o fortuito encuentro, Sońka narra a Igor la relación que tuvo años atrás con un soldado alemán, en plena Segunda Guerra Mundial. Una relación apasionada, desatada, atrevida, contra los elementos que rigen la coherencia y la racionalidad, un amor por el que afirma que «nos amábamos tanto que el tiempo corría únicamente cuando estábamos juntos. Como si nosotros mismos fuéramos el tiempo. Fuera de nosotros, el tiempo no existía, nada de nada». Un enamoramiento del que recuerda que «rogaba fervorosamente (…) porque los alemanes ganaran y se quedaran allí para siempre». Una relación a escondidas, del padre, de los hermanos, de los vecinos, una relación imposible atada a una mentira que la persigue, que «se te adhiere como una telaraña, que te quita la libertad y —sobre todo— te condena a la soledad».

Estilísticamente, sorprende ya de entrada el estilo de Karpowicz, un estilo que mezcla el tono rural de Sońka, algo antiguo, rústico, de antaño, con un atrevimiento inusual que torna hacia la parte cómica, distendida y valiente de Igor. La mirada del narrador se sitúa inicialmente en el plano de quien, no únicamente contempla la escena entre divertimento y confusión, sino también en la admiración que surge del contraste entre estilos de vida y de pensamiento. Así el narrador permite sorprenderse con la propia historia narrada y contagia al lector en ese interés por saber lo que realmente ocurre entre ambos personajes, que ubica mentalmente y describe tomando consciencia de que forman parte de una obra teatral, situándolos en un escenario y adornando la historia con añadidos teatrales, tal y como describe gráficamente cuando Igor entra en casa de Sońka: «el sol se apagó, en el auditorio se fueron apagando las voces, ahora empezará el estreno, el foco central hace emerger de la oscuridad una figura encorvada». Porque este es uno de los méritos del autor y uno de sus principales atractivos: mezclar el relato de la vida de Sońka con la adaptación de su historia al terreno teatral, una recreación que sucede a la vez que la historia es contada, mezclando lo sucedido con los pensamientos de Igor al ensayar la obra. Con este atrayente planteamiento inicial, el autor consigue mezclar modernidad con antigüedad, distender tanta tragedia aportando distancia saliendo de la escena, al darnos a entender que eso ya pasó, que ocurrió años atrás, pero cautivándonos nuevamente al entrar de nuevo en la historia representada.

Partiendo de esta premisa, el autor teje una narración meta literaria, donde recrea esa historia que uno no sabe a ciencia cierta si ocurrió o es parte del proceso creativo del autor/protagonista narrador que le va añadiendo recursos dramáticos y efectistas, pero que eso es lo de menos, pues para narrar los sentimientos no hace falta que lo que ocurra sea verídico, sino únicamente que sea creíble. Las sensaciones que emanan del texto son reales, existan en este relato o en otro, viven dentro de nosotros y el autor juega con la incertidumbre de la veracidad de la historia sin dudar en ningún momento sobre la autenticidad de los sentimientos que narra. Y el autor no rehúye esa dicotomía, ese dilema narrativo, pues transmite al lector sus inquietudes de manera clara, interpelándolo, casi desafiándole siendo consciente de que todo es un teatro, como la propia vida.

Escrito con gran belleza y sensibilidad, la historia que narra Karpowicz es una historia de dolor y tragedia, de guerra y muerte, pero también de esperanza e ilusión, tal vez rota a veces o quebrantada por una realidad que insiste, obcecadamente, en incidir en la vida dejando una marca anímica imborrable, pero sí transformable, adaptable a una nueva realidad que grita a voces reclamando un espacio para crecer allí donde solo parecía haber tierra árida e infértil. Sońka acoge en su personaje el pesar de aquellos pueblos atravesados completamente por una guerra que deja atrás muertos y pesar, y que deja delante un vasto pasaje de desesperanza. Un estado de ánimo que queda patente cuando afirma que «sabía que la guerra terminaría pronto, porque ya no había gente. Había muerto. Y si no hay gente, tampoco hay guerra».

En esta obra que gana en intensidad a medida que uno avanza en la lectura y que, en ocasiones, recuerda a las tragedias de Mouawad por ese teatro lleno de fatalidades, desgarrador y pasional, un teatro que aquí se entreteje en medio del propio libro, en un acto de metaficción que pone al lector en el anfiteatro desde el que observar la vida, que incluso recuerda a Kristof, por las rurales vidas narradas, tristes y con una esperanza tenue, frágil y sumamente temporal, o también a Țîbuleac, por narrar la tragedia desde la belleza estilística. Porque ahí está la clave, en la pasión que desprende el relato, en su dureza no exenta de belleza narrativa.

Karpowicz ha escrito un texto en el que se entremezcla la narración con el teatro, la representación con la realidad, la vida con la muerte, la esperanza con la tragedia y la revisión de un pasado que no tiene fuerza suficiente para mirar al futuro; una obra que conmueve, afecta y deja un poso que solidifica en el estado anímico del lector que empatiza de manera irremediable con la obra. Dice el autor, en una escena donde Sońka llora desconsoladamente, que «en las personas hay mucha más agua que sangre». Karpowicz hace que seamos conscientes de ambas cosas, inundando con lágrimas una tragedia labrada a base de dolor y muerte.

jueves, 14 de mayo de 2020

Kornel Filipowicz: Un romance de provincias

Título original: Romans prowincjonalny
Idioma original: Polaco
Año de publicación: 1960
Traducción: Teresa Benítez
Valoración: Recomendable

“Un romance de provincias” es un libro que, pese a ser originalmente publicado en 1960, tiene tal aire a clásico que trae a la mente novelas del romanticismo del siglo XIX. Sus apenas 100 páginas se dividen en tres capítulos que vendrían a corresponder a los tradicionales planteamiento, nudo y desenlace.

Sin destripar gran cosa, el libro podría resumirse en …  Una población de provincias, a orillas de Vístula, en la que vive Elzbieta, joven (o no tanto según los cánones de la época y el lugar) de 24 años a quien su madre, enferma y viuda, pretende casar con un hombre mucho mayor: el ingeniero Soniewicz. Pero (alargad la e todo lo posible) procedente de Varsovia llega a provincias el poeta Milobrzeski. Deslumbramiento, atracción por lo desconocido, polos opuestos, campo y ciudad, mujer joven e inocente, hombre que piensa más con "salva sea la parte" que con el cerebro… Enamoramiento, encuentros sexuales, equívocos, malentendidos, habladurías y un desgraciado “accidente”.

Este argumento, a simple vista, puede parecer un dramón como esos con los que algunas cadenas de televisión nos amenizan las sobremesas de los fines de semana. Afortunadamente para los lectores, Filipowicz consigue esquivar hábilmente el previsible drama lacrimógeno y da una vuelta de tuerca a la historia. 

Porque “Un romance de provincias” es, sobre todo, una denuncia de la situación de la mujer en el mundo rural de la Polonia de posguerra. Elzbieta y el resto de protagonistas femeninas de la historia (con una pequeña excepción) aparecen atadas de forma férrea a las convenciones sociales, al miedo a salirse del guión y ser por ello estigmatizadas y Filipowicz logra registrar de forma más que convincente la tristeza y la resignación que gobierna la vida de esas mujeres. Es, además, un completo cuadro de la vida en la pequeña ciudad, con sus estrecheces económicas y “morales”. Los diferentes personajes que van apareciendo (el cura, el médico, etc) contribuyen a crear ese mundo en miniatura y a hacer que paulatinamente la sensación de asfixia vaya aumentando.

Es, por tanto, el interesante descubrimiento de un autor hasta ahora inédito en España. A ver si, con un poco de suerte, se abre la veda y nos llega algo más de Filipowicz. 

viernes, 27 de marzo de 2020

Olga Tokarczuk: Un lugar llamado Antaño

Idioma original: polaco
Título original: Prawiek i inne czasy
Traducción: Bogumiła Wyrzykowska y Ester Rabasco Macías (ed. en castellano), Anna Rubió y Jerzy Sławomirski (ed. en catalán)
Año de publicación: 1996
Valoración: recomenable

Después de la lectura de «Los errantes», tocaba realizar una exploración más a fondo de la obra de Olga Tokarczuk, tras su proclamación como ganadora del Premio Nobel de Literatura en 2018. Su estilo reflexivo, fragmentado, en determinadas ocasiones incluso poético, invitaban a profundizar en la obra de la autora polaca. Y decidí emprender mi propio viaje a Antaño, un viaje a una tierra inconcreta, pero especialmente un viaje a lo largo del tiempo.

A diferencia de «Los errantes», donde la historia englobaba todo el mundo y sus protagonistas eran personas errantes que viajan por todo el planeta, aquí nos encontramos con lo opuesto. Los protagonistas están todos ubicados en Antaño, región imaginaria que podríamos situar en medio de Polonia, y quien viaja no son sus personajes, sino el tiempo, que llega, deja su marca, su huella, y sigue su camino, barriendo vidas en ocasiones, sueños en otras, y dejando a su paso dos guerras mundiales, una ocupación rusa y múltiples atrocidades e infinitas desilusiones. De hecho, su título original («Prawiek i inne czasy») podría traducirse como «Antaño y otros tiempos», título más acorde al contenido del libro y a la idea que sobrevuela la narración.

Cabe indicar, de entrada, que uno no debe sentirse abrumado por la descripción geográfica del territorio que abre el libro ni los arcángeles que lo custodian. Su incidencia en la novela es mínima. Aun así, la autora, nos marca los límites geográficos de Antaño, para ubicarnos en el escenario donde se desarrollará toda la historia, para dejarnos claro que no nos moveremos de ahí y deja un ligero poso mental de límites geográficos, de encierro, de reclusión, de sitio. Y nos sitúa también temporalmente en el inicio de la historia de manera clara: año 1914, justo en el inicio de la primera guerra mundial.

Con esta premisa, la autora parte de uno de los personajes principales, Genowefa, que ve como su marido va a la guerra antes de que pudiera decirle que esperaban un hijo. Partiendo de este acontecimiento, y con capítulos cortos y altamente fragmentados (algo que parece ser un sello estilístico en la autora), Tokarczuk ya da una primera pincelada de qué nos quiere presentar: la vida de diferentes personas del pueblo, que de manera entrelazada tejen un mosaico desde el que nos hablan de la guerra, de la espera, del infortunio, de la vida y de la muerte. Así, los diferentes personajes aparecen y desaparecen, mientras la vida sigue para unos y se detiene para otros, sumergidos en una idea global de penurias y dificultades.

El estilo de Tokarczuk nos transmite escenas cotidianas, pequeñas historias que se entrelazan en un entorno muy delimitado, donde los personajes son retratados con personalidad muy propia sin que ninguno de ellos cope el protagonismo de manera absoluta, sino que es el entorno y las relaciones entre ellos los que ocupan el núcleo central de la novela, aunque sin dejar de lado las propias historias de cada uno; leer este libro es como echar una ojeada a las vidas y a lo que ocurre en las distintas casas, con la añadidura que, a las historias de sus habitantes, se les unen las de algunos animales (como una serpiente) que también participan de manera activa en la historia y nos la cuentan desde su punto de vista; salvando las distancias, me ha recordado en este aspecto a «Canto yo y la montaña baila» de Irene Solà por la fragmentación y el relato distribuido que caracterizan ambas novelas, aunque el tono y el estilo es muy diferente.

Los episodios (muy breves en algunos casos) o fragmentos empiezan por un «Tiempo de...» porque en el fondo, ese es el propósito de la autora, narrar sobre el tiempo, sobre cómo trascurre incidiendo en la vida de unas personas con vidas sencillas, en un lugar cualquiera. En una narración que roza en ocasiones lo místico, lo religioso y lo onírico como elementos orgánicamente integrados en los propios personajes, en el propio territorio y cultura popular, y que han hecho de Tokarczuk una autora clave en el realismo mágico; el estilo de la autora es muy terrenal, muy arraigado a un paisaje y es, a partir de él, donde la narración coge forma y se expande a través de unos personajes que nacen y mueren, viven y sueñan, anhelan y sufren. Porque esta novela trata de ilusiones y desesperos, dificultades y logros, pérdidas y éxitos.

Antaño se convierte en esta novela en una tierra de paso, de tropas alemanas primero, rusas después, pero también una tierra de paso de sus habitantes, de vidas cortas y alteradas, de fugaces deseos que la realidad explosiona y difumina; Antaño es realmente una tierra de paso, pero de paso del tiempo, que deja su marca en los elementos que, de manera transitoria, coinciden en un tiempo y una tierra, transitando en el devenir de una era de guerras y penurias. Un paso casi efímero, que tal y como indica Tokarczuk en uno de los pasajes del libro «el rasgo más característico de todo aquello que vio Izydor era la temporalidad».

Por todo ello, a pesar de ser un libro algo irregular, al que cuesta entrar al principio por la narración fragmentada y por algunas historias que en principio no tienen suficiente interés más allá del potente estilo narrativo de Tokarczuk, el libro mejora a partir de su mitad, volviéndose más duro y contundente. Es en su segunda mitad donde la narración avanza de manera firme e implacable con sus personajes, pero sin perder ni un ápice de su proximidad emocional. Porque, a pesar de esa contundencia y de las desgracias narradas, Tokarczuk consigue que conectemos con los personajes, que suframos con ellos, con Misia, con Izydor, y nos encariñamos de ellos mientras somos testigos que el tiempo avanza de manera inexorable haciendo mella en sus vidas y en sus deseos, y también en la de todos nosotros.

También de Olga Tokarczuk en ULAD: Los errantes

lunes, 9 de diciembre de 2019

Sławomir Mrożek: La vida para principiantes


Idioma original: polaco
Título original: Das Leben für Anfänger (edición en alemán)
Año de publicación: 2004 (como libro)
Traducción: Joanna Albin, Jerzy Sławomirski, Anna Rubió, Bożena Zaboklicka, Francesc Miravitlles (cuentos) y Roberto Bravo de la Varga (epílogo de Jan Sidney)
Valoración: Está bien

Sławomir Mrożek, dramaturgo polaco, aunque vivió muchos años de exilio en Francia y México, escribió estos pequeños cuentos, algunos poco más largos que un chiste, a lo largo de varios años (de ahí tal cantidad de traductores, supongo), que luego fueron recopilados y publicados por una editorial de Zúrich en 2004 (de ahí el título original en alemán y no en polaco, supongo también). De hecho, el título completo contiene el epígrafe: Un diccionario intemporal, pues cada uno de estos cuentecillos
, aparte de su título correspondiente título, viene acompañado en el índice por un concepto más general o una circunstancia de la vida humana (lo que ya ignoro ni supongo es si esta idea estaba ya presente en los textos originales polacos o sólo a partir de la edición suiza); así, La entrevista se refiere al Arte, El kamikaze al Idealismo o El cigarrillo -el último y más amargo de todos los cuentos- a la Verdad.

He escrito antes "dramaturgo" porque es el término que se suele emplear para los autores teatrales y al parecer Mrożek fue, entre otras cosas, uno de los más destacados en lengua polaca (yo, ni idea...), pero hay que puntualizar que en este libro de drama, poco. O por lo menos no lo que solemos entender como tal: son cuentos llenos de humor, con una evidente vocación satírica (aunque es probable que toda sátira esconda una mirada dramática sobre el mundo). Eso no significa, no obstante, que la risa quede asegurada de forma automática; pese a que algunos, muchos, de ellos sean de lo más divertido -mis favoritos son El Nobel, El expreso nocturno o Alguien-, los más de estos cuentos mueven más que nada a la sonrisa irónica cómplice y unos -pocos- no tienen demasiada gracia... El problema quizás resida justamente en esa voluntad humorística -aunque Mrożek no se consideraba a sí mismo humorista- que hay en los cuentos desde un primer momento: cuando funciona, funciona muy bien (en el epílogo se habla de su parentesco con la obra de Ionesco o Beckett, pero yo veo más parecido con el humor absurdo de Gila, de quien probablemente este autor no tuvo la menos noticia). Pero cuando no lo hace, este humor se convierte en un lastre, y la sonrisa, en una obligación para el lector.

Los temas de los cuentos (me cuesta llamarlos relatos) se refieren también, fundamentalmente, a la absurdez de las convenciones sociales y las ideas preconcebidas. En los mejores casos, Mrożek le da la vuelta a estas convenciones presentando un punto de vista diferente desde el que enfocar la realidad; en otros, lo que hace es llevarlas a su extremo para convertirlas en -o desvelarlas como- un sinsentido. El objeto de su sátira suele ser las servidumbres del mundo moderno: la burocracia inacabable y voraz o la hipócrita apariencia de probidad... -muy divertido, en este sentido, es  Carta para Suecia-; varios de los cuentos se basan, además, en el humor negro -Rutina, El hincha, El funeral-... otros, bastantes, se pueden considerar, dada las circunstancias de la biografía de este autor, como críticas al sistema comunista y sus intríngulis, En algún caso, estas sátiras son logradas y originales, como en Hamlet, en otras, en cambio, resultan demasiado burdas. Lo mismo puede decirse de los cuentos que aluden a las reivindicaciones de la clase trabajadora -El mozo de equipajes- o a la insatisfacción revolucionaria de la juventud (en este caso, occidental, es de suponer), como en La revolución o La antigüedad. El tono de estos cuentos, me temo, pasa de ser irónico y satírico a, directamente, lo que podríamos llamar "cuñao" o incluso "pollaviejuno", por emplear alguno de los término en boga en España.... Vaya, que al bueno de Sławomir se le ve un poco el cartón.


Otras obras de Sławomir Mrożek reseñadas en Un Libro Al Día: El elefanteLa moscaLos emigrados

jueves, 21 de noviembre de 2019

Olga Tokarczuk: Los errantes

Idioma original: polaco
Título original: Bieguni
Traducción: Agata Orzeszek (ed. en castellano) / Xavier Farré (ed. en catalán)
Año de publicación: 2007
Valoración: bastante recomendable (con matices)

Antes de empezar esta novela, uno debe despojarse de ciertos corsés mentales en los que, en ocasiones, nos auto embutimos al entrar en un nuevo libro. Es habitual comenzar un texto queriendo encontrar un hilo argumental, una estructura definida, unos personajes recurrentes que faciliten la continuidad narrativa, pero en este caso no es así y hay que celebrarlo, pues existen pocas ocasiones en las que un libro exija que abramos la mente e iniciemos la obra sin ideas preconcebidas, partiendo de cero, desde la inocencia de quién desea, simplemente, gozar de la calidad de un texto. Y Olga Tokarczuk lo consigue en gran medida en este libro, a pesar de no ser una obra para un público amplio.

«Los errantes» es un libro de género difícilmente clasificable, a caballo entre ensayo, libro de viajes, conjunto de relatos y novela, y al que hay que aventurarse con la mente abierta, pues cuando el argumento del libro es prácticamente inexistente y consiste en una fina línea que no une, pero sí pone un marco referencial a pequeñas historias, es importante estar receptivo y centrarse en disfrutar del potente estilo narrativo. Así que, dejad de lado prejuicios y expectativas, no esperéis una historia única sino un conjunto de ellas en apariencia inconexas, pero plasmadas con una innegable coherencia conceptual; olvidaos del argumento y, de esta manera, desnudos ante un texto que se presenta profusamente desestructurado, aventuraos a disfrutar sin ataduras ni complejos de la lectura de este libro buscando principalmente el deleite en cada uno de sus relatos o reflexiones.

Con las altas expectativas propias de quien comienza la lectura sabiendo que la autora de esta obra ha sido galardonada con el último Premio Nobel de literatura, uno espera potencia narrativa y pocas páginas bastan para percatarse de la intensidad que imprime la autora. De narración fragmentada, ya el primer relato sirve perfectamente para calibrar el estilo de Tokarczuk, quién sitúa la protagonista en una extraña tierra de nadie, una espectadora distante de una realidad que uno vislumbra fría, solitaria y algo sombría. Y este estilo se mantiene a lo largo de la novela, y en ocasiones se agudiza. La prosa de la autora es brillante, intensa por reflexiva, emocional por poética, pero en ocasiones parca y seca, casi aséptica. El lector permanece expectante, en estado de alerta aguardando a que algo estalle, y la autora sabe cómo mantener esa tensión narrativa a la vez que mantiene una prosa de precisa meticulosidad y rica en matices. En esta apertura a la obra nos percatamos del estilo y de un tenso ambiente narrativo que encuentra su reflejo en el lector, inquieto ante la dificultad de ver en él algún tipo de continuidad argumental; no la busquéis, no la hay ni se espera que la haya. Y, es más, el lector no debe intentar encontrarla ni obsesionarse con ella.

Argumentalmente, la novela que ha escrito Tokarczuk es un mapa anatómico y anímico de la vida, de su inconsistencia y vacuidad, de su inexorable temporalidad y prácticamente absoluta inexistente incidencia. No hay vidas que repercutan en algo mayúsculo, sino pequeñas gotas de realidad que se filtran por las capas finas del avance de unas vidas que juntas conforman un presente que no se sabe hacia donde será conducido. Así, como en un viaje onírico de historias fragmentadas y episodios en apariencia inconexos, abriendo el abanico en los sucesivos relatos, la autora nos habla de trenes, museos y aeropuertos; de albergues y lugares ocupados por personas en tránsito continuo, un tránsito físico y emocional, deambulando a veces sin rumbo fijo, y la autora nos transmite esa angustia casi nihilista, de ciudadanos despojados de orígenes y raíces, como en un transitar vital sin principio ni fin por el cuerpo del mundo.

De amplio espectro argumental, esta novela se sustenta en la temporalidad de las vidas de cada uno, retratados como almas errantes, como en una estación de paso de aquellos trenes que aparecen puntualmente en la novela, donde la vida no tiene origen ni destino, donde parece no haber pasado ni presente y, si lo hay, no parece tener cabida en su propia vida. Porque la novela nos habla de mapas e islas, de trenes y bares, de aeropuertos y sitios encerrados como unas vidas sin expectativas, casi inamovibles, delimitadas y limitadas por un pesar que lastra sus próximos movimientos, como si de tendones se tratara, siempre en tensión, siempre intentando devolvernos a la condición original. Tokarczuk observa las vidas, a través de la distancia de la soledad de un hotel, a través de innumerables ventanas que de noche muestran fragmentos de vida desnuda tras inexistentes cortinas. Y en esos análisis exhaustivos también del cuerpo humano, de las costumbres, de la lengua o el tiempo y los espacios, nos sitúa en un escenario móvil y cambiante que muestra de manera inexorable los diferentes rasgos y apariencias de la vida. De esta manera, durante las aproximadamente cuatrocientas páginas de relato, asistimos a un desfile de variopintos personajes, disecadores, fotógrafos, científicos, escritores, emperadores, zares, religiosos, que narran historias relacionadas con el cuerpo, con las personas, con los viajes. Toda la narración está envuelta de un sentido global en el aspecto temporal pero también en el geográfico y, en su carácter efímero y cambiante, nos hace partícipes de una visión grande del mundo y pequeña del ser humano, por su insignificancia, por su caducidad, por ser importantes sólo en el ahora y el aquí.

Como en toda novela de relatos, o fragmentos, o ideas, o como podamos etiquetar esta obra, el texto que nos ocupa es irregular, pues asistimos a disgregaciones anatómicas de relativo interés, pero también a profundos análisis y reflexiones sobre el tiempo y el lugar. Y faltaría a la verdad si no dijera que, en ocasiones, se hace algo cuesta arriba, pues la ausencia de hilo argumental tienta a alternar con otras lecturas y, superado ya el ecuador del libro, uno empieza a temer que tal vez su extensión sea excesiva. Y me explico: cierto es que la narración es detallada y rica, pero la fragmentación y la poca conexión entre historias (más allá de la idea supra narrativa que engloba todo el libro de manera conceptual y la repetición en diferentes capítulos de algunos personajes centrales) uno encuentra que es algo desmesurada. Es por ello que no es un libro apto para todos los lectores y de ahí el matiz en la recomendación, pues su estructura, su minuciosidad descriptiva en ocasiones casi obsesiva y sus excesos puntuales pueden alejar a cierto público poco acostumbrado a la novela experimental.

En resumen, una novela interesante en planteamiento y reflexiones, con fragmentos de muy alta calidad, donde Tokarczuk expone la visión del mundo y sus habitantes, donde nos transmite la concepción del mismo como un cuerpo, con las personas recorriendo sus caminos trazando infinitud de vías arteriales en un viaje en tránsito continuo e interminable. Y en este aspecto se comprende la complejidad de la traducción del título original en polaco, pues su interpretación no es única; así se entiende que se haya traducido como «Flights» (Vuelos) en inglés, «Cos» (Cuerpo) en catalán o «Los errantes» en castellano, todas ellas traducciones acertadas, pues todos somos personas errantes que viajamos por el cuerpo del planeta, seres de una infinitesimal importancia e incidencia en la vida de un mundo que a veces nos parece lejano y extraño, pero que recorremos de manera inexorable e incesante buscando, tal vez, aquello que dé sentido a nuestras vidas. Recorremos el cuerpo del mundo buscando aquellas vías respiratorias que insuflen ese aliento que a veces necesitamos para transitar por nuevos caminos y trazarlos, y en ese viaje vital, nos encontramos perdidos, desorientados, solitarios en nuestra búsqueda, pero no solos. En esta aventura plagada de almas errantes nos encontramos todos, aunque a veces no seamos conscientes de ello.

También de Olga Tokarczuk en ULAD: Un lugar llamado Antaño

viernes, 23 de agosto de 2019

Joseph Conrad: La línea de sombra

Idioma original: Inglés
Título original: The shadow-line. A confession
Año de publicación: 1917
Traducción (al catalán): Marta Bes Oliva
Valoración: Recomendable

La línea de sombra es una novela breve escrita en primera persona. En ella, un joven marinero al que se ha concedido el puesto de capitán tendrá que madurar a la fuerza; con un barco y una tripulación a su cargo, descubrirá lo duro que es tener responsabilidades. 

En efecto: estamos frente a un "bildungsroman". De hecho, esta línea de sombra a la que alude el título del libro no es otra cosa que una metáfora con la que referirse al tránsito de la juventud a la edad adulta.

Para mi gusto, el prólogo de esta historia se estira en exceso. Si bien es cierto que introduce personajes y temas relevantes, podría haberse zanjado con la mitad de páginas. De esta obra tampoco me acaban de convencer otros detalles. Minucias, en todo caso; por lo general está muy conseguida.

De sus aspectos positivos, que son muchos, resaltaría los siguientes: 

  • Es breve y está escrita con un estilo sencillo y ameno, por lo que se lee en un santiamén.
  • Aunque acabo de decir que el estilo de Conrad es sencillo, hay que reconocer que en La línea de sombra podemos encontrar pasajes deliciosos. Pienso especialmente en algunas descripciones paisajísticas. 
  • No abusa del argot marinero, como tantas obras de ficción ambientadas en el mar. 
  • El conocimiento del alma humana que demuestra Conrad en este texto es apabullante; el minucioso tratamiento psicológico con que perfila al protagonista, a Burns o a Ransome es exquisito. Por otro lado, los personajes terciarios están algo homogeneizados, aunque queda claro que esta es una decisión del autor para dotar al relato de una atmósfera onírica. 
  • Sus lecturas metafóricas. Como adelantaba al inicio de la reseña, La línea de sombra puede considerase una novela de aprendizaje, y, ciertamente, todos los elementos que la componen apuntan a ello. No obstante, el libro no se agota en esta interpretación.  
  • La fina ironía de que hace gala Conrad al inicio del relato. Concretamente, me encanta cuando el escritor arremete contra la burocracia; los chascarrillos contra la burocracia siempre son bienvenidos. 
  • Las reflexiones que salpican estas páginas. Mi favorita: «La gente tiene en muy buen concepto las ventajas de la experiencia. Pero, en este sentido, la experiencia siempre significa algo desagradable, comparada con la gracia y la inocencia de las ilusiones.»
  • La fantasmagórica subtrama del anterior capitán es sencillamente fascinante.  

En suma, La línea de sombra es una novela interesante. Un "bildungsroman" bastante redondo que, por más que le cueste arrancar, goza de una segunda mitad excelente. 


Otras obras de Joseph Conrad en ULAD: El corazón de las tinieblasLos herederos

miércoles, 3 de abril de 2019

Jerzy Kosinski: El pájaro pintado

Idioma original: Inglés 
Título original: The Painted Bird
Traductor: Eduardo Goligorsky 
Año de publicación: 1965
Valoración: Recomendable (con matices)




Estalla la Segunda Guerra Mundial. Un niño es enviado a una aldea remota; sus padres creen que allí estará a salvo. Sin embargo, la cuidadora del pequeño fallece, de modo que éste deberá sobrevivir, por su propia cuenta, hasta el final del conflicto bélico. En estos años será testigo o incluso víctima de la maldad del ser humano.

Como podéis ver, El pájaro pintado es un "bildungsroman" en el que el contexto le arrebata la inocencia al protagonista de la peor manera posible. Por esta razón, difícilmente pueda leerse sin que uno se sienta asqueado hacia nuestra especie. Y es que en estas páginas se cartografía su faceta más oscura.

Aunque esta novela no sólo repugna en sentido figurado. También los eventos narrados en ella te revolverán el estómago de forma literal. Palizas, asesinatos, torturas, violaciones y más atrocidades, muchas más, abundan en El pájaro pintado. Todo ello descrito con un estilo preciso y rotundo.

Pero, ¿qué otra cosa podíamos esperar de una ficción que trata sobre la barbarie vivida en Europa durante la Segunda Guerra Mundial? Bueno, mejor olvidad lo de la Segunda Guerra Mundial. En realidad, este libro va sobre la barbarie a secas, y sobre la maldad intrínseca del ser humano. No en balde, la maldad plasmada por Kosinski no es provocada, la mayor parte del tiempo, por las circunstancias; el autor parece dar a entender que, simplemente, el hombre es así.

En serio, casi ninguno de los personajes de El pájaro pintado tiene redención alguna. Los campesinos, por ejemplo. Kosinski los retrata, por lo general, con inclemencia. Son gente ignorante, supersticiosa, bruta. De nuevo: el ser humano es malvado. Punto. 

Quizás este mensaje es demasiado evidente para mi gusto, eso sí. Además de con sutileza, también me hubiera gustado que se exhibiera con menos maniqueísmos. Quiero decir, con un poco de astucia, Kosinski hubiera sido capaz de transmitirlo sin tener que victimizar tanto al protagonista, y tampoco hubiera tenido que recaer en que éste sea un niño indefenso y vulnerable. 

Sea como fuere, al mensaje sobre la maldad inherente en el hombre hay que sumarle otro: el hombre es un lobo para el hombre. Esto sí que lo comunica Kosinski con inteligencia. En primer término, se anticipa esta reflexión gracias al título de la novela. Me explico: el niño es un pájaro pintado excluido por su bandada. Tiene piel morena, pelo oscuro y ojos negros. Es por eso que los aldeanos, sus compatriotas, lo discriminan: piensan que puede ser un judío o un gitano. No obstante, la novela cuestiona la raza del protagonista: ¿acaso no tenía su padre rasgos arios?, ¿acaso no le deja marchar un oficial de la SS tras examinarlo detenidamente? En otras palabras: El pájaro pintado denuncia lo fácil que es para el ser humano darle la espalda a otro sólo porque lo percibe diferente; arremete contra el odio que algunas personas sienten hacia sus semejantes, se deba a razones raciales, religiosas, etc... 

Otro acierto de Kosinski es no concretar en ningún momento el país en el que transcurre la acción, ni la cronología exacta de los hechos. Esta falta de referencias le da a la novela una pátina de universalidad, que encaja con sus temas y mensajes.

Dicho esto, listemos los aspectos positivos de El pájaro pintado:

  • Su idea de base. A la ejecución de la misma le falta empaque, pero entrever aquello que Kosinski tenía planeado, la versión ideal de este texto, no tiene precio.
  • El porqué del título. El "leimotiv" del pájaro pintado aparece a lo largo de la novela en una escena, como símil y, especialmente, como tema. Éste último uso otorga sentido al título de esta novela con lúcido acierto. 
  • Su pretendida universalidad. 
  • Sus mensajes. 
  • El manejo de los temas.
  • El tratamiento de la violencia y el horror. Kosinski no usa eufemismos que diluyan la crudeza de la historia. 
  • Algunas reflexiones sueltas. Sobre todo, esas en torno al racismo, la religión o la Unión Soviética.
  • La trama es variada y, hasta cierto punto, rica en matices. Especialmente durante la segunda mitad del libro. 
  • La prosa. De sintaxis sencilla, es directa y concisa por lo general, aunque elegante y hasta poética cuando toca.
  • Recuerdo una omisión importante por aquí, un símil fuera de lugar por allá, o alguna reiteración que no parece intencionada. En general, pero, la narración es legible todo el tiempo, incluso inspirada en determinados pasajes.
  • La fluidez de la novela. Dividida en capítulos breves que se leen en un suspiro, pese a que estos carecen de diálogos y están conformados, mayoritariamente, por párrafos bastante gruesos, El pájaro pintado es una lectura ágil, casi vertiginosa. 
  • La descripción psicológica de algunos personajes. Sin recurrir a exposición barata, Kosinski es capaz de otorgar profundidad a varios de ellos.   

Por otro lado, creo que a El pájaro pintado se le puede reprochar que:

  • El argumento es algo repetitivo. Sobre todo, durante el primer tercio de la novela. No en balde, la mayoría de los capítulos de esa parte del libro tienen una estructura similar: el protagonista llega a una nueva aldea, donde es acogido por alguien (que normalmente le maltrata) y por la razón que sea acaba huyendo del lugar.
  • La exposición constante al horror anestesia al lector. Si éste se hubiera dosificado con mayor tino... 
  • La voz del narrador es algo inconsistente.
  • Ya puestos, tampoco me acabo de creer el desarrollo del niño, no solamente su voz. Pese a todo lo que sucede, rara vez se muestra enfadado o indignado por ello hasta el final de la historia. De todos modos, agradezco que su caracterización se preste a mostrar una personalidad contradictoria en el último tercio del libro.
  • Por cada personaje bien escrito en El pájaro pintado, otros cinco son malvados uni-dimensionales. 
  • Es demasiado conveniente que el "status quo" de la mayoría de aldeas se rompa en presencia del niño, sea él el desencadenante o no. Más teniendo en cuenta que, por lo general, no permanece demasiado tiempo en cada una de ellas.
  • Abusa de los "deus ex machina". El protagonista se enfrenta a la muerte en varias ocasiones, y en muchas sobrevive de forma demasiado inverosímil. Eso sí, las veces en que logra salvar el pellejo gracias a su astucia resultan satisfactoriamente catárticas.
  • Creo que el autor debería haber balanceado más el sufrimiento del niño. Hacerlo más emocional, no tan visual. Su tono distante puede parecer un acierto en un inicio, pero a medida que la narración avanza se siente forzado y hasta cierto punto contra-intuitivo.

En suma, El pájaro pintado es un buen libro. Por desgracia, le deja a uno la sensación de que podría haber sido todavía mejor. Además, recuerda enormemente a El gran cuaderno, de Agota Kristof (en su premisa, en el escenario brumoso, en el protagonista innominado, en la voz narrativa, en la prosa...), la cual es una obra muy superior. De todos modos, recomiendo la novela de Kosinski. Al menos, a aquéllos con un estómago fuerte, claro.


También de Jerzy Kosinski en ULAD: Pasos, Desde el jardín