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viernes, 21 de junio de 2024

Erika y Klaus Mann: El milagro de España. Crónica de un viaje en 1938

Idioma original (de los artículos): Alemán

Año de publicación: 2024 (el libro), 1938 (los artículos)

Traducción: Carlos Fortea e Isabel García Adánez

Valoración: Recomendable

Es innegable la importancia que la guerra civil española tuvo y tiene en la cultura popular. Decenas (o centenares) de novelas, ensayos, comics, series, documentales, películas, etc se han acercado al tema desde los más variados ángulos. Dicho esto, y sin negar la importancia de la ficción o los estudios históricos, creo que es fundamental acudir a autores que tuvieron la ocasión de presenciar in situ (parte de) la contienda.

Dentro de este grupo, "llama la atención" la cantidad de periodistas alemanes que cubrieron y/o participaron en la guerra: Alfred Kantorowicz, Ernst Toller, Egon Erwin Kisch, etc. En este grupo hay que incluir a Erika y Klaus Mann, hijos del celebérrimo Thomas Mann y exiliados de la Alemania nazi desde 1933.

Los 13 artículos recopilados en este pequeño volumen de apenas 120 páginas tienen su origen en las tres semanas (23/06/1938 a 14/07/1938) que los hermanos Mann estuvieron en la España republicana, siendo Barcelona, Tortosa, Valencia y Madrid los lugares por donde se movieron.

Seis son los textos de Klaus, cinco los de Erika y dos los escritos a cuatro manos. En todos ellos se observan aspectos comunes que oscilan entre la indignación y la compasión y que dan cuenta de la fe y esperanza en el triunfo del bando republicano, el asombro ante la resistencia de la ciudad de Madrid, el reconocimiento del esfuerzo en materia de educación y formación por parte de la República (pedagogía vs demagogia, etc).

Pero más que estos puntos comunes me interesan ciertas diferencias entre los textos de uno y otro y algunas notas que creo que son 100% actuales (recordemos que estamos a unos días de unas elecciones legislativas en Francia en las que la ultraderecha parte como favorita).

En lo que a las diferencias se refiere, los textos de Erika son más íntimos y personales que los de Klaus. Erika pone su mirada más en los pequeños detalles, en las pequeñas cosas y en la cotidianeidad que asoman en medio de la destrucción y el horror. Además, se permite licencias más literarias, como observamos en este párrafo:

Siempre es una impresión extrañamente horrible y conmovedora ver a la gran ciudad encogerse como un animal atemorizado cuando las luces se apagan en segundos, la gente desaparece de las casa, cuando no hay más que miedo y tinieblas.

En cuanto a la vigencia de los textos, resultan interesantes las reflexiones de ambos en lo que a "comprar el marco mental del enemigo" o al sentido y objetivo de la lucha se refiere. Ese dilema pacifismo / guerra en una situación de excepcionalidad es algo que lleva a los autores al cuestionamiento de sus propias convicciones.

Dicho esto, si alguien busca profundidad o un análisis completo de "cómos y porqués", que se olvide de El milagro de España. Son textos escritos en la urgencia del momento y con un objetivo muy claro, el del hacer un llamamiento desesperado a la implicación de pueblos y potencias democráticas. Ahora bien, si se busca un testimonio de primera mano, subjetivo (obviamente) sin ser panfletario, y que no requiera del lector que se estruje las meninges, esta puede ser una buena opción. 

También de Klaus Mann en ULAD: El volcán

lunes, 17 de junio de 2024

Peter Bergen: Osama de cerca


Idioma original:
inglés
Título original: The Osama Bin Laden I Know
Traducción: Gabriel Dols Gallardo
Año de publicación: 2006
Valoración: bastante recomendable

Si hay una máxima periodística que dice que no hay nada más viejo que el periódico de ayer, imaginad cómo me siento programando hoy una reseña como esta. Ni tan siquiera cuento con la coartada de la efemérides o de la rememoración de algún hecho relacionado con cierta fatídica fecha, no hay nada (aparte de las referencias el texto en cierta lectura reciente de Susan Sontag) que justifique que recupere o reabra el interés por este personaje que, cuesta encontrar los términos para ser preciso, es historia de la humanidad. Porque han pasado casi veintitrés años de ese momento que, como muy pocos, queda definido en la memoria colectiva con la consabida frase ¿dónde estabas cuándo cayeron las Torres Gemelas? Y para los muy jóvenes o muy despistados, un gentle reminder sobre los motivos por los que cada vez que tomas un vuelo hay que pasar por los farragosos controles de equipaje y los rutinarios arcos de seguridad. O porque en los puertos hay controles aleatorios de escaneo de los contenedores. Y un largo etcétera de cosas que el liderazgo de Osama Bin Laden provocó. Bueno, y los actos de sus seguidores y su organización terrorista. claro.

De hecho, cuando este libro se publicó ni siquiera se había producido el misterioso episodio de su muerte (o de su desaparición) y el libro, antes de epílogos y apéndices finales, aún habla en tiempo real del cabecilla de Al Qaeda y, con un respeto distante pero respeto al fin y al cabo, se refiere a él como lo que fue durante años: el hombre más buscado del planeta. Un respeto precavido que, ya sabemos cómo se las gastan, habré de mantener para no excitar los ánimos. A ver si habiendo sobrevivido a los fanáticos de Manuel Vilas voy a caer con esto. 

Peter Bergen articula un texto extenso y documentado con dos centros de gravedad: la entrevista que le hizo al propio líder de Al Qaeda y ese crescendo hasta el 11-S al que ineludiblemente el libro nos arrastra. En medio, fragmentos de entrevistas, testimonios y confesiones de detenidos y condenados, confesiones, semblanzas de acólitos y enemigos, recortes biográficos, declaraciones propagandísticas y textos con un claro factor diferencial entre el frío relato de los hechos y el fervor, diría ingenuo pero no, religioso, que tizna las declaraciones y me corrobora en mi opinión expresada no hace demasiado sobre lo pernicioso de las religiones y lo curioso que es que, en los sectores más extremistas, se deteste con tanto encomio a los ateos, como si se tratara de invididuos rebeldes incapaces de acatar un orden superior, bajo el nombre en que este pueda presentarse. Aunque el texto tenga ese efecto colateral de la humanización, al que muchas veces se presenta como un hombre educado, austero, de maneras y ademanes correctos y matizados, apenas hay que raspar un poco para ver cómo sus ideas influyen en sus seguidores, cómo éstas anulan a las de los suyos, cómo el discurso se inflama y se convierte en un díálogo cansino y monocorde (mencionando, eso sí, a Dios cada tres frases) y cómo calaba o cómo cala. 

Porque aún asistimos a los poderosos coletazos de esos hechos y Osama Bin Laden, sin lugar de entierro al que peregrinar, sin que la gente lo lleve en camisetas como a Pablo Escobar, aún está vivo en su estela en el presente. Y no sólo por la escasa habilidad de la civilización occidental para neutralizar su influencia. Cuidado, que los frentes que abrió aún están muy lejos de cerrarse.

miércoles, 26 de abril de 2023

Jorge Carrión / Sagar: Barcelona. Los vagabundos de la chatarra

 

Idioma original: español
Año de publicación: 2015
Valoración: bastante recomendable

Pues no me esperaba para nada que este Los vagabundos de la chatarra fuera así: puede que deba reciclarme en lo concerniente a ciertos prejuicios ante esto de la novela gráfica como si la propia configuración del género ya presupusiese una limitación temática. 
Claro que el impacto visual es importante y puede condicionar el contenido escrito, pero este Los vagabundos de la chatarra me ha dejado realmente perplejo, porque me ha hecho ver las cosas desde otra perspectiva. Se trata de una novela/crónica/trabajo de investigación y es una historia que se desarrolla de una manera tan mezclada como esa combinación de géneros sugiere. Carrión y Sagar (responsable del aspecto gráfico) deciden ver qué hay detrás de todos esos hombres que, al mando de un carro conseguido de algún supermercado, recorren la ciudad de Barcelona haciéndose con el metal desechado en los contenedores de la basura. En su inmensa mayoría, inmigrantes que a duras penas subsisten de lo que se les paga por su recogida diaria, y que suelen pernoctar en enormes naves o edificios abandonados en diversas zonas de la ciudad. Quién los organiza, quién les compra el metal que recogen, qué intereses hay detrás de sus situaciones. Carrión y Sagar visitan esos locales en que los vagabundos han organizado su existencia. Cómo se han agrupado en función de su origen, de sus situaciones. Entrevista a sus líderes y los entrevista a ellos, en medio de un acusado recelo. Le explican sus expectativas vitales, la secuencia de los hechos que les han llevado allí. A veces a cambio de una comida caliente o unas monedas. 
Y construyen una trama que crece como suelen crecer estas tramas en las grandes ciudades: hasta llegar a los intereses o la desidia de los propietarios de los terrenos que habitan, de las empresas que les compran el metal. La escalada llegará hasta los estamentos públicos y acabaremos el libro con una ristra emblemática de tweets del ayuntamiento de Barcelona que nos sitúan en la cruda realidad de 2015. Locales desalojados, incendios por las precarias condiciones de seguridad e higiene, todo un panorama que apenas ha cambiado: los vagabundos aún recorren Barcelona diariamente y la gente de a pie los sigue considerando una especie de mezcla entre indigentes y delincuentes de poca monta, esa gente de a pie que manifiesta su recelo ante su aspecto desastrado quizás piense un poco en su situación si le da por leer este estupendo libro, por supuesto. 

viernes, 11 de noviembre de 2022

Óscar Martínez: Los muertos y el periodista


Idioma original: español

Año de publicación: 2021

Valoración: muy recomendable

Alguna vez en este blog cedemos a la tentación de improvisar con las valoraciones. Puede que los términos que empleamos estén expuestos a cierto desgaste y esos matices en el nivel de recomendación acaben convirtiéndose en el trasunto de una escala numérica. Comenté sobre este libro que resultaba muy interesante y luego he repensado que esos muy no acaban de rendir justicia a libros como Los muertos y el periodista. Una crónica de un escritor que, decidido a llegar hasta el fondo del asunto, con no pocas reflexiones de por medio sobre el desempeño de su oficio, sobre el compromiso, ya no solo profesional, sino ético, que supone el adentrarse (no acercarse: adentrarse) en ciertas situaciones para levantar testimonio, un testimonio tan próximo que resulta, sobre todo desde la fría comodidad de un sillón en el Primer Mundo, y a poco que se reflexione, tan necesario como sobrecogedor, tan fascinante como temerario.

Óscar Martínez es salvadoreño. Un pequeño país en el centro de un continente, sobre el que poco solemos saber, pero que nos llama la atención en cuanto a detalles morbosos: estadísticas de asesinatos por habitante, videos truculentos colgados en la red sobre sus prisiones, sórdidas, masificadas, prácticamente lugares donde los pandilleros campan a sus anchas, otro estereotipo, los individuos repletos de tatuajes que los identifican como integrantes de organizaciones criminales con las que no valen las bromas. En ese entorno Martínez nos cuenta la historia de Rudi, un muchacho joven y pobre que Martínez ve abocado a una muerte segura. Porque ese es uno de los muertos del título. Y el despliegue de Martínez es tan crudo como sincero y necesario. Ni recreación de lo morboso - esto no es La parte de los crímenes - ni el mínimo ahorro en definir la realidad. En un país donde las organizaciones criminales campan a su antojo, donde los ciudadanos bastante tienen con lidiar con ello y con una existencia precaria, resulta que los cuerpos de seguridad que deberían defenderles acaban siendo un eslabón más de una cadena de corrupción, violencia y arbitrariedad. Y no solo eso, sus masacres, sus crímenes, cuentan con mecanismos para mantenerse impunes, y muertes de inocentes serán seguidas de más muertes si esa impunidad ha de ser garantizada.

Construido como una crónica en la que Martínez, pues Rudi en una de sus fuentes, ha de exponerse en encuentros furtivos, esa tonalidad que combina denuncia, reflexión y un poderoso dinamismo narrativo puede ser un libro que se le atragante a los estómagos delicados. Más por lo que implica (que quien se supone que ha de protegerte en realidad pueda asesinarte) que por lo que explica. Justo estos días e n que un antiguo ministro del gobierno español parece alardear de haber salido muy bien parado de organizar una banda, constatar que a estas alturas aún estas situaciones pueden darse resulta tan intimidatorio como esclarecedor.

sábado, 30 de abril de 2022

Jaime Santirso: Los primeros días

Idioma original: castellano

Año de publicación: 2022

Valoración: Está bien


Quiere la casualidad que mientras leo este libro tenga en casa a dos infectados por covid, nada que no le haya ocurrido a tantísima gente pero que me inquieta de forma quizá un poco irracional, después de dos años sacando bolas blancas. Es una absoluta coincidencia, y no creo que la situación, por lo demás nada dramática, me haya influido en ninguna medida como lector. Porque, como muy bien ilustran la cubierta y el subtítulo, lo que nos va a contar el periodista Jaime Satirso es su experiencia en Wuhan durante los primeros días de la pandemia que todavía nos acosa.

Santirso era corresponsal de El País en Pekín cuando surge la noticia del descubrimiento de un extraño virus que empieza a ocasionar problemas. Alguien del periódico le sugiere desplazarse a Wuhan, donde se ha detectado el brote, una ciudad enorme (unos diez millones de habitantes, mediana para los estándares chinos), a unos mil kilómetros al sur de Pekín. El periodista se dirige hacia el epicentro de la noticia, y casi de inmediato la población se ve sometida a medidas de aislamiento cada vez más severas, hasta quedar completamente cerrada al exterior. Satirso queda así bloqueado en el ojo del huracán, y es uno de los poquísimos extranjeros que vivirá la experiencia.

El escenario es en principio bastante aterrador: aunque he creído entender que el autor vive habitualmente en Pekín, no deja de ser un español desplazado en una urbe gigantesca al otro lado del mundo, donde queda bloqueado sin salida, justo en el lugar donde un virus ha empezado a cobrarse vidas sin que se conozca su origen ni su posible evolución. Todos los ingredientes de una película. Como buen periodista busca la noticia, mientras las crecientes restricciones apenas le permiten contactar con los pocos residentes que aceptan hablar, visita a escondidas el hospital donde se concentran la mayoría de afectados, intenta pulsar el ambiente en las calles que pronto quedarán desiertas y en los pocos supermercados que por el momento todavía permanecen abiertos. 

Hablamos entonces de la crónica de sucesos muy recientes, narrados desde una localización y un momento muy concretos. Sin embargo, el relato no termina de funcionar del todo. Tenemos mucha, muchísima información sobre el problema de fondo. Han pasado dos años, sabemos cómo se ha extendido el virus, las medidas que se han adoptado para frenarlo, cuántos muertos ha habido y cómo han colapsado los hospitales, hemos consumido cientos de mascarillas, contabilizamos no sé cuántas olas, vacunas… Es como contemplar el principio de algo cuyo desarrollo conocemos perfectamente, de forma que falta el ingrediente fundamental, la incertidumbre. 

No quiere decir que sea una historia sin interés. Lo tiene, es el colmo del periodismo, encontrarse en el centro de la noticia en el momento y lugar claves. Pero el problema es que lo que funciona como crónica periodística de actualidad no lo hace automáticamente como libro que se lee mucho más tarde, cuando ya tenemos todos los datos. A estas alturas no nos parece especialmente horrible que los habitantes de Wuhan estén confinados y unos cientos de personas infectadas, porque sabemos que lo estará el planeta entero. Tampoco nos impresiona mucho que Santirso tuviese miedo de contagiarse o asistiese al espectáculo insólito de calles vacías, porque todo esto lo hemos vivido nosotros mismos. Para emocionarnos a posteriori el texto debería tener mucha más intensidad, transmitir la sensación del individuo aislado en un lugar remoto por el que circula un virus misterioso que obliga a levantar hospitales en tiempo récord, la sensación de soledad, el desasosiego de quien está viviendo esa película de ficción pasada de vueltas. Tal vez Santirso es un tipo poco impresionable, o la situación tampoco daba realmente para tanto dramatismo. O simplemente no era consciente, como casi nadie lo era en ese momento cero, de que estaba viviendo el inicio de una catástrofe que se prolongaría durante años por el mundo entero. 

A la hora de escribir el libro el autor se muestra sobre todo honesto y con el equilibrio del reportero que huye del sensacionalismo, se resiste a recurrir a la épica y se ciñe a lo que vivió, tal como lo sintió en su momento. Es desde luego una actitud que le honra, pero ahora estamos valorando el libro y la verdad es que, visto desde la perspectiva de 2022, hay que reconocer que queda como algo un tanto frío y diríamos sin gancho. Es lo que a veces tiene la honradez, se valora pero a lo mejor vende peor. Al menos le quedará el consuelo (que no será poco) de que aquella experiencia debió suponerle un considerable éxito a nivel periodístico.


miércoles, 11 de agosto de 2021

Ana Pardo de Vera y VVAA: La armadura del Rey

Idioma original: castellano
Año de publicación: 2021
Valoración: Interesante


La crónica periodística de actualidad suele generar cierta ansiedad ya que parece que si tardas demasiado en publicar la reseña el tema va a quedar desactualizado y no le va a interesar a nadie. No es este el caso, ya que casi semanalmente los medios de comunicación nos sorprenden con perlitas relacionadas con las actividades extraoficiales de nuestro Rey Emérito en un pasado no siempre tan remoto. Aclaremos también que tales informaciones suelen ser el eco obligado o la reverberación matizada de lo que ya se ha publicado abiertamente en medios extranjeros.

Ana Pardo de Vera, Albert Calatrava y Eider Hurtado son tres periodistas de primera línea y aunque de entrada no debería sorprender que estos tres profesionales se hayan puesto de acuerdo para escribir esta crónica, dada su reconocida ideología republicana y de izquierdas, sí sorprende que este libro no se haya escrito antes, básicamente por dos motivos:
  • Porque el peso de los hechos que se exponen tiene (o debería tener) un alcance de primer orden dentro de un estado (supuestamente) democrático y de derecho como el nuestro.
  • Porque todos los hechos están fielmente argumentados y justificados, y muchos de ellos, por más que nos sorprenda, ya eran de algún modo de dominio público.
Resumen resumido: un recorrido por la trayectoria vital del actual Rey Emérito —desde su infancia en el exilio, hasta el exilio de su vejez— en el que se desentrañan sus actividades y actitudes menos ortodoxas que han permanecido veladas gracias a la colaboración necesaria de los dos grandes partidos políticos del país (que en eso siempre han estado de acuerdo), la mayoría de medios de comunicación y la intervención de los grandes poderes económicos con intereses vinculados a la intermediación del monarca.

Al final, La armadura del Rey no es tanto el desentrañar los QUÉS como explicar la existencia de un complejo mecanismo oculto y dinámico a lo largo del tiempo que se ha encargado de salvaguardar la imagen del monarca frente al gran público. Explicar, por tanto, CÓMO se nos ha mantenido en el más absoluto desconocimiento y además se nos ha conseguido vender una imagen que distaba mucho de la realidad.

Bueno, pero ya está ¿no? Dirán los más conformistas: muerto el perro se acabó la rabia. Pues no, queridos, porque en realidad y aunque el hilo narrativo esté focalizado en el Emérito, lo que ha sucedido desde su acceso al trono hasta su caída en desgracia es extrapolable a toda nuestra institución monárquica y a los mecanismos circundantes que, como ya he explicado, la sustentan a pesar de sus grandísimas dosis de desfachatez y torpeza. Y que aunque estemos asistiendo al supuesto desmantelamiento de la armadura del Emérito, muchas de esas piezas se han destinado a forjar la armadura de su actual sucesor. Y así será por los siglos de los siglos mientras la gran masa no se arranque la venda de los ojos. Bastaría con que leyeran unas cuantas decenas de estas páginas…

La armadura del Rey, por tanto, no se queda en el Emérito. Indaga también en la estrategia de salida del mismo y en el minucioso diseño del estilo que debía adoptar su sucesor para marcar la distancia al menos aparente. PP y PSOE mediante.

Así que Interesante, aunque se trate de una lectura que hay que ir retomando en pequeñas fases porque la lluvia de datos y nombres puede llegar a aturdir a un lector impaciente y porque lo que en ella se relata no es moralmente asimilable todo de golpe. Aunque si somos sinceros con nosotros mismos, muchos de los hechos ya estaban rondando por ahí desde hace tiempo (otra cosa es que no quisiéramos verlos) y somos todos más cómplices de lo que nos gustaría pensar. Por poner un ejemplo flagrante, el verdadero papel del Emérito en el 23F que no es la primera vez que se expone en todo su grandioso cinismo.

jueves, 5 de agosto de 2021

Leonardo Padrón. Tiempos feroces


Idioma original:
español

Año de publicación: 2021

Valoración: inflamado


En algún jardín peor me habré metido, pero he de reconocer que no es nada sencillo reseñar libros como este, cuando ya el mero hecho de prestarle atención y leerlo pueda parecer, pero no lo es, una toma de posición respecto a cierta polémica que parece eternizarse. Pues Venezuela es una de las palabras que, cansinamente, y al lado de Irán o Corea del Norte, acostumbran a blandir los políticos de derechas a la hora de criticar los planteamientos, el ideario, o las decisiones de los contrincantes de izquierdas. Una peligrosa banalización siempre producto de la generalización, pero efectiva a la hora de polarizar cualquier discurso, que, no hace falta pasearse por Twitter para comprobarlo, es el juego favorito de los debates actuales en todo medio.

Leonardo Padrón es una voz muy respetada del panorama literario venezolano. Un panorama, voy a quejarme, que no es tan conocido ni divulgado como el de sus países vecinos. No lo planteo como una queja amarga sino como una realidad. Tiempos feroces recoge un buen puñado de artículos publicados con diversos desarrollos pero con un fin común: la crítica feroz, como el titulo indica, hacia la realidad venezolana, realidad determinada lógicamente por las políticas aplicadas por Hugo Chávez y su inmediato sucesos Nicolás Maduro. Una crítica que toma diversos caminos pero siempre es velada y contundente, expuesta de forma tan vehemente y documentada (rara vez se eluden nombre y circunstancias concretas, cuando se trata de levantar testimonios) que su lectura, aún con el estilo dinámico, algo inflamado, pero de lectura ágil, acaba obrando en el lector neutro (así me definiría) cierta sensación de agobio u hostigamiento. Pues Padrón centra sus relatos en los perfiles de personas dañadas, perseguidas o represaliadas por el régimen., continua con la denuncia de hechos objetivos que centran su prisma, el deterioro de la seguridad en las calles, el empobrecimiento, la inflación galopante, la censura de los medios de comunicación no afines, y se escora en algún momento, compréndase mi término, hacia la soflama, apelando no en pocas ocasiones a una eventual organización unitaria de las fuerzas opositoras, como lo haría algún escritorzuelo de algunos medios cuando usa su columna para reivindicar sus creencias.

Lo cual no significa que no hablemos de una buena lectura. Pero que es imposible leer sin sentirse o conmovido por lo que describe o escéptico hacia su carga ideológica. Tras su lectura uno tiende a pensar que Venezuela es otro ejemplo más del poder corruptor del poder cuando este se ejerce de forma absoluta y descontrolada. Pero echaría de menos un texto que contrapesara esa sensación y que no fuera un artefacto propagandístico. La realidad es la del enorme número de venezolanos que han abandonado su país a la búsqueda de unas circunstancias más estables para sus existencias. Pero la realidad es, también, la de un país en el que aún se producen consultas electorales de las que salen elegidos quienes lo gobiernan. Incapaz de comulgar totalmente con alguna de las dos salidas de este laberinto, me gustaría eso, contrastar con obras que tomen la otra perspectiva.

martes, 29 de junio de 2021

Beatriz Gimeno: La construcción de la lesbiana perversa

Idioma original: español
Año de publicación: 2008
Valoración: Muy interesante



Mijas, 9 de octubre de 1999, Rocío Wanninkhof (19 años) sale de su casa y ya no se la vuelve a ver hasta que el 2 de noviembre hallan su cuerpo desnudo, quemado y desfigurado. La presión social y mediática afecta la investigación, errática y plagada de inconsistencias. La necesidad de resolver el caso hará que el foco se detenga sobre Dolores Vázquez, ex pareja de la madre de la víctima, que será declarada culpable y entrará en prisión en 2001. 

No será hasta 2003 que se reconozca su inocencia, gracias a la resolución del caso de Sonia Carabantes, con una prueba de ADN coincidente con el de Rocío Wanninkhof, señalando sin discusión al autor material de ambos crímenes, Tony King.


Es evidente que estamos experimentando durante los últimos años un despertar insólito y muy revelador en relación a cómo los medios de comunicación, las instituciones y el poder legislativo han contribuido al mantenimiento y renovación de unos estereotipos patriarcales altamente lesivos para la mujer en todas sus facetas: la mala madre (Rocío Carrasco), la loca/trepa despechada (Nevenka) y en este caso, la lesbiana perversa (Dolores Vázquez). Y gracias a documentales, películas, crónicas y ensayos más o menos recientes hemos podido indagar en el funcionamiento de esos mecanismos silenciosos y torticeros que han confundido y manipulado a la opinión pública que es la que al final se encarga de hacer prevalecer esas etiquetas horribles e injustas que estigmatizan a tantas mujeres.

Resumen resumido: crónica del caso Wanninkhof focalizada desde un aspecto que resultó fundamental para su inconcebible desarrollo: el hecho de que Dolores Vázquez fuera lesbiana (ex pareja de la madre de la víctima). Y cómo a través de las noticias de algunos medios de comunicación «serios» de nuestro país: El País, El Mundo y ABC se reconstruye y se vislumbra el artefacto para la creación de un culpable (dotado de una monstruosidad sin precedentes) allí donde no lo hay.

La construcción de la lesbiana perversa está muy bien documentada en base a las noticias y los hechos de aquel momento, muy bien argumentada desde el conocimiento especializado referente a la cultura patriarcal, la violencia contra la mujer y la lesbofobia, y también está escrita de un modo sencillo y entendible que facilita cierto hilo conductor para la comprensión del proceso de creación del monstruo por parte de esos tres medios de comunicación.

Esta crónica no solo incide en los gérmenes histórico sociales que promovieron la creación de esa lesbiana perversa, si no que para llegar ahí antes tiene que poner sobre la mesa un sinfín de elementos que constituyen el nubarrón eléctrico de mitos y bulos que se cierne sobre las mujeres y la violencia que se ejerce sobre ellas. Un claro ejemplo es la presunción del crimen sexual como producto de una atracción erótica inevitable del agresor hacia la víctima, cuando en realidad es un tipo de violencia cuyo único objetivo es su quiebra y sometimiento, y ahí reside el placer para el agresor. A menudo se descarta el crimen sexual porque no se hallan signos evidentes en el cuerpo de la víctima pero eso no significa que no lo sea. De ahí que en este caso se descartara el crimen sexual de inicio y se barajara el móvil pasional con el que se pudo poner el foco en Dolores Vázquez.

Después la narración se adentra en los mecanismos de la construcción del monstruo-lesbiano mediante la exposición de una serie de mecanismos complejos pero que quedan perfectamente explicados, como es el caso de la invisibilización, que puede resultar contradictorio pero no lo es:
«(…) de qué manera comienza la representación de lo irrepresentable, de lo invisible: cómo se da forma a ese fantasma, a lo que no puede nombrarse, pero que sin embargo, al mismo tiempo, es necesario transmitir para que esa imagen difusa se vaya construyendo desde la negatividad, desde el odio (…)»
A partir de ahí, se nos explica cómo las diferentes noticias van aportando una serie de detalles sobre la personalidad y el físico de Dolores Vázquez que, por acumulación, consolidan esa imagen de asesina vengativa que el caso necesita. Lo más curioso es que a menudo son rasgos positivos o plausibles cuando se le atribuyen a un hombre. Algunos ejemplos:
  • Ella solía salir a correr y tenía un cuerpo musculado, lo que se vendió como que era mujer monstruosa con una fuerza sobrenatural.
  • Era directora de un hotel y ejercía su mando con firmeza: alguien soberbio y controlador.
  • Mantuvo una actitud digna cuando la gente la abucheaba en la entrada del juzgado o a prisión: propio de una psicópata sin empatía.
  • Soportó los intensísimos interrogatorios sin derrumbarse: fría y calculadora.
Lo cierto es que la reseña podría extenderse más que el libro y eso no tendría la menor gracia, así que concluyo con un Muy interesante porque aporta una enorme cantidad de reflexiones complejas acerca de cómo nuestra sociedad sigue blindada a todo lo que no sea «lo normal» y porque en el camino expone buena parte de las incoherencias e injusticias en los que nuestros organismos públicos incurren todavía a diario por falta flagrante de perspectiva de género y de reconocimiento de los derechos LGTBI.

También porque le hace justicia a una mujer a la que nunca se le ha llegado a pedir perdón por el calvario que tuvo que padecer.

sábado, 1 de mayo de 2021

Mónica G. Prieto / Javier Espinosa: La semilla del odio

Idioma original: español

Año de publicación: 2017

Valoración: muy recomendable

Mencionada con entusiasmo en Una dacha en el Golfo, esta recopilación de artículos a cargo de dos periodistas españoles (justo en la semana que hemos de lamentar el asesinato en Burkina Fasso de dos reporteros) es uno de esos libros que confirma lo que mucho, y muchos, nos tememos: que ciertos conflictos bélicos ineludibles para ciertos políticos (ejem, la famosa foto de los Azores con Ansar despeinado) son solo el resultado de una búsqueda desesperada de pretextos para intervenir en algún punto del globo donde hacer prevalecer sus intereses que, lejos de la preservación de las libertades de los oprimidos o el restablecimiento de la justicia social, suelen ser económicos o geoestratégicos. 

Y, tal como su subtítulo indica (De la invasión de Irak al surgimiento del ISIS) ese proceso se corta en un punto que dista mucho de ser el final. O vamos a ser tan ingenuos, desde nuestros cómodos sofás occidentales, y pensaremos que todo ha acabado porque lo de Siria parece más o menos encarrilado y la pandemia ha distraído al planeta de sus quehaceres bélicos. Nada de eso, me temo. El germen, la semilla de ese radicalismo, su crecimiento, queda descrita aquí en decenas de episodios relatados por estos dos periodistas, muchos, demasiados pero así es la realidad, truculentos, detallados, crueles, pero necesarios para integrar el nudo argumental de la tragedia humanitaria resultado, directo o indirecto tras decisiones torpes que se suceden, de la gran tomadura de pelo de las armas de destrucción masiva y la intervención en Irak, un país al que USA le debía unas cuantas tras lo de Kuwait y la operación Tormenta del Desierto, un gran país y cuna de civilizaciones que tiene la desgracia de estar asentado sobre un territorio rico en petróleo. Así que el ejército USA invade el país y protege desvergonzadamente lo que le interesa, el Ministerio del Petróleo, y siembra el caos, divide a la población, entrega mazos de cartas con los líderes a los que quiere detener, da una demostración de no comprender nada de lo que ahí ocurre (las facciones religiosas, las etnias, el conflicto kurdo, la influencia de Irán) y abraza de forma atolondrada ahora un aliado ahora otro, intenta situar un gobierno títere, actúa de forma histérica y precipitada creando mitos de represión (después de Guantánamo, Abu Ghraib) detiene y masacra a cualquiera que le parece un enemigo y lo único que consigue es crear cárceles que son universidades de radicalismo, cambiar la mentalidad de quienes esperaban que se les liberara del yugo de Saddam Husein y acaban, prácticamente, echándole de menos.

La semilla del odio es, diría, un reverso de una serie como Generation Kill con sus soldados aburridos por la burocracia entusiasmados por entrar en combate. Aquí se habla de una población hastiada y manipulada por sus líderes antiguos y nuevos, de una desesperación en que cualquier ilusión de futuro arraiga, de la fácil penetración del sentimiento religioso (el opio del pueblo de Marx) como contrapartida para un presente funesto y un futuro de muy mal presagio. Una magnífica obra en la que sus autores no usan guisa alguna de héroes sino puro uniforme de reportero entregado a su profesión, sin ínfulas ni compromiso con otra cosa que contar lo que ve. Una lectura que dista mucho de ser gratificante, ligera o incluso agradable, pero es que así son las cosas.

lunes, 8 de febrero de 2021

Sergio Vila-Sanjuán: Por qué soy monárquico

Idioma original: Español
Año de publicación: 2020
Valoración: Muy decepcionante

Fue enterarme de que Ariel publicaría Por qué soy monárquico y hacerme con un ejemplar. Nunca creí que Sergio Vila-Sanjuán, el autor del libro, me hiciera comulgar con su postura, pues soy republicano, pero pensé que sería intelectualmente estimulante confrontar ideas. Además, le supuse a Vila-Sanjuán una categoría argumentativa superior a la de otros monárquicos con los que me he ido encontrando hasta la fecha. Lamentablemente, mis ya de por sí moderadas expectativas se vieron frustradas. Esto se debe a varias razones: 

  1. Por qué soy monárquico es, antes que un ensayo, una suerte de «crónica impresionista (...) declaradamente personal». Lo cual reduce sobremanera su potencia conceptual y fomenta licencias y excesos alejados de una perspectiva objetiva e imparcial. 
  2. Vila-Sanjuán se centra tanto en la realidad española que pierde en el proceso la capacidad para hacer una reivindicación más amplia y enjundiosa de la institución a la que trata de defender. 
  3. Las tesis de la obra no ofrecen enfoques novedosos. Son las de siempre, por lo general tan vacías de contenido y carentes de rigor crítico como las que podría expresar un tuitero anónimo. Sin duda, esperaba más nivel de Vila-Sanjuán, a quien tengo por una persona culta y cuya labor periodística (no puedo juzgar su vertiente narrativa, porque la desconozco) me parece sobresaliente.
  4. Por qué soy monárquico nos enfrenta por enésima vez a debates que a estas alturas tendrían que estar superados, y recurre impúdicamente a varias falacias lógicas (la del falso dilema o la "cum hoc ergo propter hoc", por ejemplo). 
  5. El relato histórico de Vila-Sanjuán presenta imprecisiones, tergiversaciones, omisiones convenientes y lecturas sesgadas. Un caso flagrante de esto es el de Juan Carlos I, cuyas virtudes y hazañas son sobredimensionadas en estas páginas, y cuyas equivocaciones y tachas se intentan relegar casi exclusivamente a los años 2000 en adelante. Al menos, y esto honra a Vila-Sanjuán, se airean unas cuantas de las miserias del emérito (y de algún otro monarca); no todo el mundo se atreve a asumirlas.
  6. A ratos, uno tiene la impresión de que este texto no sólo es el peloteo laudatorio habitual, sino que es un ejercicio oportunista de blanqueamiento de la cada vez más desprestigiada Casa Real española. Y si no, que me expliquen por qué de los Borbones que Vila-Sanjuán aborda, aquél al que se dedica más tiempo es Felipe VI, quien a día de hoy no lleva ni diez años de reinado. Entiendo que Vila-Sanjuán ha conocido personalmente al actual jefe de Estado, pero no comprendo por qué le ve tanto interés. ¡Casi le pone más énfasis a su lucha contra el catalanismo independentista que al papel que Juan Carlos I desempeñó durante la Transición! ¿No sería conveniente tener mayor perspectiva histórica antes de endiosarle? ¿Quién te dice que en unos años no se le va a relacionar con los tejemanejes de su padre? Si a un monarca «se le pide que sea sabio y prudente», también a sus partidarios. 
  7. No ayudan a redondear el conjunto las constantes intromisiones de Vila-Sanjuán, que distraen del que debería ser el objetivo del texto. Sus comentarios y opiniones connotan situaciones que deberían haberse retratado con fidelidad documental; las referencias a su familia y amigos, amén de las que hace a su propio corpus literario y a su carrera laboral, huelen a ego y a autopromoción. 

Llegados a este punto, dejad que discuta algunas de las afirmaciones que se hacen en Por qué soy monárquico:

  1. Que entre los países con más calidad democrática del mundo se encuentren múltiples monarquías parlamentarias no implica que dichas monarquías parlamentarias sean la causa de la calidad democrática de los países en cuestión.
  2. Que la monarquía (o cualquier otra forma política) sea constitucional no quiere decir que se vea respaldada por la legitimidad.
  3. Los monarcas carecen del peso simbólico que se les intenta insuflar. Es más: a ningún ser humano (y menos todavía a uno que no lo obtiene a través del filtro de la meritocracia, sino a través de un derecho de nacimiento) debería atribuírsele peso simbólico alguno.
  4. Soy el primero en reclamar una separación (especialmente, en el terreno de las artes) de autor y obra. Por tanto, estoy a favor de que los méritos políticos de los reyes no queden opacados por sus defectos humanos. Pero es que a menudo olvidamos que los reyes alcanzan el estatus institucional que les permite intervenir en política mediante mecanismos hereditarios, lo cual hace que incluso sus méritos políticos sean injustos. Y, ¿de qué sirve separar, como propone Ernst H. Kantorowicz, la figura institucional de su actividad como persona normal sujeta a debilidades y fallos, si luego se dota a esta última de inmunidad jurídica, blindando obscenamente así sus debilidades y fallos? 
  5. ¿Puede considerarse monárquico (en sentido amplio, se entiende) alguien que se define exclusivamente como juancarlista o felipista? Yo no dejo de ser demócrata cuando un candidato que no me gusta gana las elecciones presidenciales; si acaso, me vuelvo más crítico todavía con el sistema imperfecto al que me adscribo. 
  6. Sugerir que las conquistas modernizadoras y democráticas alcanzadas gracias a los Borbones sólo podrían haberlas logrado ellos, y que por esto la institución monárquica es necesaria en España, es deshonesto.     
  7. Si vamos a ensalzar el valor de los rituales, citando fuera de contexto a Byung-Chul Han, ¿no sería mejor que nuestro país dejara de ser aconfesional? A fin de cuentas, la religión ofrecería unos cuantos «rituales y ceremonias»; esos que, según parece, son tan necesarios. Tampoco deberíamos revisar críticamente varios de nuestros rasgos identitarios, como el toreo, pese a su insultante anacronismo. 
  8. Y bueno, no creo que haga falta entrar en por qué declarar que Felipe VI encarna los valores republicanos es una paparruchada. Por no hablar de lo falso que es asumir que, económicamente, la aportación del rey al Estado es muy superior a lo que cuesta al contribuyente. 

Para ir concluyendo, destacaré que la única virtud que puedo encontrarle a este opúsculo es que sugiera conclusiones que, pese a su obviedad, los republicanos más radicales se niegan a admitir. A saber: 

  1. Que los reyes pueden ser, hasta cierto punto, gobernantes (o agentes políticos) reformistas.
  2. Que no todos los que los apoyan deben ser necesariamente gente conservadora, pues suelen atraer también a perfiles liberales.  
  3. Que se les puede reivindicar sin caer en el proselitismo.

Poco más que añadir. Por qué soy monárquico me ha decepcionado bastante. A la postre, lo que debería haber sido un ensayo como es debido, se queda en una mera reafirmación de las convicciones del autor, en un estéril panegírico salpimentado con trazos de crónica familiar. Ya sé que Vila-Sanjuán no pretendía otra cosa, pero eso no ha hecho menos frustrante mi experiencia lectora, ni ha servido para satisfacer mi curiosidad intelectual.

domingo, 13 de diciembre de 2020

Michael Herr: Kubrick

 

Idioma original: inglés
Título original: Kubrick
Año de publicación: 2000
Traducción: Damián Alou
Valoración: muy recomendable alto

A ver quién es el guapo que se resiste, después del festín que me di en Despachos de guerra, a investigar sobre más obra de Michael Herr. Lamentablemente, la lista es corta, tanto que con este fascinante Kubrick ya he llegado a la mitad y ni siquiera sé cómo podré hacerme con las otras dos publicaciones que figuran en su escueto perfil en Wikipedia. Kubrick es un casi obvio enlace ya que Michael Herr ayudó al director a preparar La chaqueta metálica y Herr nutre este breve (120 páginas) pero intenso libro de su experiencia en ello, con especial mención a agotadoras llamadas telefónicas que Kubrick le hacía, pero en general con un tono que podríamos resumir, pero os agradeceré que sigáis leyendo, en la clásica frase sobre los genios y sus difíciles personalidades y sus complicados modos de trato con su entorno.

A los profanos he de advertirles que Stanley Kubrick fue un director de cine norteamericano conocido por su ambición y su perfeccionismo, y que entre sus películas hay no menos de media docena de obras maestras absolutas, abarcando todo tipo de géneros y siempre dejando su impronta.

(Por cierto, me cuento entre los que hasta ahora habían optado por no ver su discutido último film, Eyes wide shut, pero es muy posible que la marca que ha dejado este libro me haga decidir a ello).

Lo de Herr ni es una biografía ni un panegírico. Herr no ha de dorar la píldora a Kubrick ni mitificarlo incluso habiéndose publicado el libro tras su fallecimiento. Herr habla de su tacañería, de su escaso don de la oportunidad, de su personalidad obsesiva, de sus arrebatos. Y eso es escribir sobre un genio: mostrar todas sus facetas sin apelar al morbo ni rendirse de antemano ante su grandeza. El enorme valor de esa sinceridad, de ese testimonio de periodista que ha visto al personaje y ha atravesado la capa y se ha relacionado con la persona, es lo que convierte esta centena de páginas en un hito. Sirve, desde luego dudo que algún incondicional del director no conozca el libro, repito, sirve igual si eres un admirador del director como si te interesa el cine contemporáneo (o directamente clásico), pero su valor se confirma igualmente si la curiosidad se restringe a cualquier manifestación artística o incluso si se trata de acometer el perfil psicológico de los genios, palabra que Herr en ningún momento recuerdo que haya usado. Hasta en eso el libro es sincero y profesional: hay anécdotas de los procesos de concepción de las obras y hay menciones a una convencional vida familiar, pero sobre todo hay una constante sensación de absoluta fidelidad a lo real. Kubrick racaneando con los presupuestos de sus películas, Kubrick entregado en cuerpo y alma a su perfeccionismo, a la necesidad absoluta de que las imágenes acabaran reflejando aquello que concebía en su cabeza, la cercanía es total y la rendición del personaje de una transparencia (la que Kubrick, introvertido, permitía casi de forma inconsciente) intuyo, absoluta, sin necesidad de detalles escabrosos o de pirotecnia sensacionalista. No lo dejéis escapar si cae en vuestras manos.

sábado, 28 de noviembre de 2020

Mónica G. Prieto y Maruja Torres: Contarlo para no olvidar

Idioma original: Español
Año de publicación: 2017
Valoración: Interesante

Cada vez me interesa más reflexionar sobre el modo en el que las lecturas «nos llegan», acaban en nuestras manos y nos hallan con buena predisposición lectora. Pero no suele ser habitual (al menos para mí) el modo en el que Contarlo para no olvidar acabó en mi pila de libros: un día en una reunión de amigos, Marta simplemente me lo prestó por iniciativa propia. En aquel momento no le di a aquel gesto la importancia que tenía y no ha sido hasta que he leído el libro (ha pasado mucho tiempo y ella ha tenido mucha paciencia) que me he percatado de lo afortunada que soy, porque que alguien piense en ti cuando lee un buen libro es todo un cumplido. 

También se sienten afortunadas Mónica G. Prieto y Maruja Torres a lo largo de las cinco conversaciones que mantienen en el libro. Se percibe con claridad un sincero respeto y admiración mutua muy alejadas del baboseo que suelen proferirse públicamente muchos colegas del gremio periodístico-audiovisual.

Resumen resumido: ambas periodistas hacen un particular recorrido a través de las cinco W: Who (donde cada una presenta a la otra y se configuran ambos perfiles para el lector), What (la escritura y la voz propia y el contrato que se establece con el lector), When (la evolución del oficio, el camino hasta la banalidad imperante hoy), Where (Beirut, ciudad fetiche para ambas, fascinación y desencanto a partes iguales), Why (el feminismo -Oh, sí-, ser mujer en una redacción y en el mundo). 

La estructura de las cinco W no es azarosa si no que es un denominador común de la colección Voces, de la que Contarlo para no olvidar es el segundo número. Dicha colección ofrece diálogos intergeneracionales sobre temas de nuestro tiempo y edita un solo libro al año. Toda una rara avis como el proyecto de la revista 5W del que forma parte, tras la que hay un colectivo periodístico independiente especializado en crónicas inéditas, en poner el foco donde otros lo apartan.

La fórmula de crónica-conversada funciona muy bien y me ha recordado a algunos libros de entrevistas a escritores en los que el lector acaba entrando en el micro-mundo que se genera entre los dos que hablan, casi como un tercero que está allí con ellos en calidad de oyente. La voz de Maruja Torres destaca por su personalidad, su locuacidad, mientras que Mónica Prieto aporta sagacidad y rigor al hilo conductor de la conversación. Pero en general el texto transpira tanta lucidez que hace pupa:
«M.T.: De repente, a un tipo de estos lo hicieron jefe de Cultura de El País y salió diciendo que de Plácido Domingo para abajo no se hablaba nada de ópera, porque la gente no sabe quién es. Pero estos individuos, en el fondo, tenían razón. A ver si me entiendes, no iban desencaminados. ¡Intuían que iba a venir Trump! ¡Ellos fueron pioneros! Y comprendieron que lo que hay que hacer es cargar a la masa de razones para que se sienta bien siendo analfabeta.»

El recorrido por todas las W mezcla lo personal con la mirada sagaz sobre cuestiones de gran calado a nivel mundial como, por ejemplo, la evolución del estado islámico. Ambas periodistas han vivido sus experiencias en zonas de conflicto en primera persona y no como meras observadoras externas, y eso ha dejado huellas imborrables tanto en su memoria como en su mapa emocional. Me ha gustado especialmente conocer su visión sobre la profesión, en varios momentos Maruja Torres habla del periodista de raza; no sé si la expresión me convence pero, en todo caso, llevamos tanto tiempo pensando que las mierdas que vemos y leemos por todas partes (tono inapropiado, lenguaje coloquial gratuito, línea editorial sesgada...) son periodismo que reconforta saber que NO, que todavía quedan profesionales que saben cuál es su trabajo (ser los ojos del lector) y que ello conlleva una gran responsabilidad.

La última W no es ni mucho menos la más extensa pero sí es la más mordaz. En ella, ambas periodistas que han vivido largas temporadas en zonas de conflicto de países donde las mujeres viven en declarada sumisión, afirman que los peores episodios machistas a los que se han enfrentado han sido en sus propias redacciones:

«M.P.: Tras la invasión de Irak en 2003, Javier Espinosa venía de Kuwait, Alfonso Rojo de Kurdistán y yo de Bagdad. Alfonso y yo regresamos al mismo tiempo a la redacción de El Mundo. Habían matado al compañero Julio Anguita (empotrado con los norteamericanos). El comentario de un director adjunto fue: "Alfonso, qué pedazo de trabajo, enhorabuena, siempre tan valiente". Cuando se giró hacia mí, me dijo: "Hombre, Mónica, qué morena estás, parece que has estado de vacaciones". Y yo pensé con ironía: "Será el calor de las bombas...". ¿Cómo que qué morena estás? ¿Tres meses en Bagdad, peleando con el régimen, cubriendo toda la invasión y la caída de Sadam! Regresé a Irak muchas veces, en los peores momentos de la invasión y de la guerra civil: solo Javier y yo volvíamos a ese Irak a donde nadie quería ir por los secuestros. Siempre recibía ese tipo de comentarios por parte de algunos individuos de la redacción.»

No es el único aspecto que destacan al respecto pero, seguramente, sí el más sorprendente. 

En cualquier caso, toda la conversación es una maravilla tanto por lo que se dice como por las reflexiones que implica. También me ha parecido muy interesante el símil que ambas hacen entre periodismo e historia. Jamás lo había visto de ese modo. La lectura de este pequeño libro (apenas 140 páginas) me ha devuelto la confianza en el (buen) periodismo y me ha acercado a sus mimbres. Por todo eso, interesante, y me declaro fan desde ya de esta colección Voces y de la iniciativa 5W.

sábado, 21 de noviembre de 2020

Michael Herr: Despachos de guerra

Idioma original: inglés

Título original: Dispatches

Año de publicación: 1977

Traducción: J.M. Álvarez Flórez y Ángela Pérez

Valoración: imprescindible

Vietnam es la primera brecha en la cabeza del poderío USA. Igual Corea o el 11-S tienen impactos parecidos, pero Vietnam es un conflicto prolongado y coincidente en el tiempo con una cierta efervescencia creativa y una serie de acontecimientos (el movimiento hippy, el asesinato de Kennedy) que, empujados por el auge de los medios de comunicación de masas y la repercusión que estos eran capaces de obtener como altavoces de la chispeante industria cultural, nos conduce casi irremisiblemente a toneladas de tópicos. Guerras televisadas, equilibrio de bloques, uso subterráneo de las influencias. Todo es en colores pero todo es sucio y susceptible de dudas, si no en su plasmación gráfica sí en su recorrido oculto. 

Despachos de guerra, gracias, Tuli Márquez, por la recomendación indirecta, es una constatación terrible de esa presencia física. Un periodista, Herr, que se sitúa en la primera línea del conflicto, con solo un distintivo y los trastos propios del oficio que lo distingan de los marines a los que acompaña. Y crónicas que publica en Esquire, extensos textos de una densidad sobresaliente y una crudeza tan real que solo las imágenes que, por ejemplo, espléndidas películas, las dos contando con Herr como asesor de contenidos, como Apocalypse Now y La chaqueta metálica, pueden contribuir a completar, casi mejor digamos a complementar, no porque al libro le falte nada, simplemente porque todo lo que representa es tan visual que su plasmación en pantalla resulta una especie de constatación, un punto final de confirmación, aunque sea a través de imágenes, que todo fue real.

Herr convive con los soldados en escenarios dantescos gobernados por el caos, la crueldad, el uso de las sustancias como necesarios elementos de escape de un entorno que, al margen de las dosis necesarias de corrosivo humor negro, necesarias porque todo es terriblemente duro ahí, desde la actitud de un enemigo de otra raza, de otra ideología, de otra cultura, un enemigo, caricaturizado el Vietcong como los dinks, como Charlie que es una mera organización de resistentes (armados, eso sí por el bloque soviético) que no acepta la injerencia, que rechaza con lo que tiene a mano la maquinaria bélica USA, hasta la propia actitud de los soldados, arrancados de sus familias y de su país para ir a defender no saben bien qué, eso sí, envueltos en la bandera de la land of the free sin más explicaciones que las órdenes de alistamiento y la consabida apelación al sentido patriótico. Vietnam fue, claro, una herida en el orgullo yankee y una inagotable fuente de inspiración para el mundo artístico, un mundo siempre escorado hacia la izquierda que no entendía (o lo entendía demasiado) qué hacían ahí todos esos jóvenes pertrechados de armamento frente a gente que conocía el territorio en el que vivían. Herr empieza las crónicas muy enfocado en el hecho bélico, en las contingencias de combate, de escaramuzas de trágicos resultados, de rutina en los enclaves alejados del frente, y las acaba, cercano el regreso a casa, habiendo trazado un recorrido hacia el absurdo. Compañeros de profesión fallecidos o enajenados, crudas descripciones que incluyen hileras de bolsas de cadáveres mutilados o desfigurados, crueldad sin límites ejercida por ambos  bandos, arraigado su antagonismo y actuando este como espoleta de una locura que hoy nos puede parecer plásticamente fascinante, caótica, apabullante en lo visual, pero que las páginas de Herr, magnífico escritor, magnífico descriptor del viaje a la nada que es la guerra, nos permiten matizar, dejándonos en el suelo. Un suelo lleno de cascotes, polvoriento, con un aire fétido mezcla de napalm, muerte  y podredumbre. Tan necesario como abrumador, casi hostigador, en su lectura. Menudo libro.

domingo, 19 de julio de 2020

VV.AA.: La máquina es tu amo y señor

Idioma original de los textos: Inglés, francés, chino y español
Traductoras: Paula Martín Ponz
                             Meritxell Martínez
                             Tyra Díez
Año de publicación del volumen: 2019
Valoración: Recomendable para interesa-
dos

La máquina es tu amo y señor recopila diversos textos. Todos ellos, sean testimonios personales, poemas, crónicas periodísticas o el posfacio que los aglutina, tienen una fuerte carga de denuncia, pues exponen las inhumanas condiciones laborales a las que están sometidos los trabajadores de la ciudad-fábrica de Foxconn, situada en China.

Os suena el nombre, ¿verdad? La ciudad-fábrica de Foxconn alcanzó notoriedad cuando una oleada de suicidios la sacudió allá por 2010. Muchos de sus empleados, especialmente jóvenes de procedencia rural, decidieron quitarse la vida tras constatar las duras jornadas que les deparaba el destino. Jornadas caracterizadas por la servidumbre, el cansancio, la cíclica repetición de los días, el control panóptico, la alineación, la incapacidad de aspirar a una promoción y los magros salarios. 

Recomiendo La máquina es tu amo y señor a los interesados en el caso de la ciudad-fábrica de Foxconn en particular o a simpatizantes de los derechos de los trabajadores en general. ¿Simpatizantes? Más bien estudiosos. Y es que la editorial Virus ha optado por una selección con un criterio rayano en lo académico. Asimismo, nos obsequia con elaborados pies de página, amén de una prolija bibliografía complementaria. El aparato crítico que acompaña este volumen es, sin lugar a dudas, de un rigor extraordinario. 

miércoles, 19 de febrero de 2020

Sherwood Anderson: La canción de las máquinas y otros artículos

Idioma original de los artículos: Inglés
Traducción: Alberto Haller
Año de publicación de este volumen: 2018
Valoración: Recomendable para interesados

La canción de las máquinas y otros artículos recopila doce textos del escritor y periodista Sherwood Anderson. Éstos son, como su autor afirma en la nota introductoria, «un intento de expresar, ya sea en forma de narración, verso u opinión, mi creciente convicción de que el hombre moderno está perdiendo poco a poco su masculinidad ante el imperio de las máquinas y el modo que tenemos hoy en día de utilizarlas». El propio Anderson reconoce que este libro no es más que «un esbozo», pero espera que «al menos genere cierto grado de interés y discusión». 

Tranquilo, Anderson, generaste interés y discusión en su momento, y sigues haciéndolo hoy día. Porque, un siglo después de que estos artículos se publicaran, tus reflexiones todavía animan a debatir. El paradigma en que yo vivo es distinto al que tú viste florecer, pero ni duda cabe de que está influenciado sobremanera por él. De manera que tus palabras reflejan perfectamente la época en que fueron concebidas, pero también funcionan en tanto que espejo involuntario de la mía.

El escepticismo por el progreso, la alineación laboral y la mitificación del trabajo son fenómenos que todavía arrastramos en el presente. Y déjame decirte que tu perspectiva acerca de estas cuestiones es muy interesante. Otras de las ideas que aparecen en este libro son más excéntricas. Me refiero al papel que deparas a la mujer y a la naturaleza en un mundo dominado por la industria moderna. Asimismo, te adelantas a tu tiempo en ocasiones, al señalar en cierta medida las implicaciones medioambientales que la producción masiva acarrea, o el mentado papel que otorgas al sexo femenino.

Me gusta tu posicionamiento. Eres crítico con el capitalismo y los empresarios, pero no los demonizas gratuitamente. Muestras empatía hacia los trabajadores, sin que ello te arrastre al sentimentalismo estéril. Propones un arte concienciado con lo social, aunque, por suerte, eludes la superioridad moral y los manifiestos dogmáticos.

Deja que alabe la factura de tus escritos. Tu prosa, sencilla y directa, se ve ocasionalmente interrumpida por ramalazos líricos de una espontaneidad y fuerza increíbles. No me extraña que un titán como William Faulkner te tomara como maestro y mentor, amén de otros tantos autores norteamericanos de principios del siglo XX.

Por todo lo dicho, La canción de las máquinas y otros artículos es una lectura que gustará a aquellas personas a las que interesen los temas tratados por Anderson. Hay que abordar este volumen de poco más de cien páginas, eso sí, conociendo sus defectillos. La mayoría de ellos los admite el propio autor: la falta de «continuidad» de los textos, lo esquemáticos que son sus argumentos, la ingenuidad de ciertos postulados, la reiteración de algunas ideas... Pero, insisto, este es un libro lleno de fuerza en la forma y astutas ocurrencias en el fondo. Valía mucho la pena antes, y sigue haciéndolo en la actualidad.


También de Sherwood Anderson en ULAD: Winesburg, Ohio

lunes, 18 de noviembre de 2019

Egon Erwin Kisch: ¡Escríbelo, Kisch!

Idioma original: Alemán
Título original: Schreib das auf, Kisch!
Traductora: Rosa Pilar Blanco
Año de publicación: 1930
Valoración: Recomendable

El reportero Egon Erwin Kisch (1885-1948) luchó como cabo del ejército austrohúngaro en la Gran Guerra. Estuvo en el frente serbio primero y en el ruso después. ¡Escríbelo, Kisch! es su diario de campaña, y abarca desde su movilización en el verano de 1914 hasta el momento en que es herido en la primavera de 1915. Huelga decir que este testimonio tiene un valor incalculable; como documento histórico, por supuesto, pero también en tanto que artefacto literario.

¿Por qué en tanto que artefacto literario? Me explico. En primer lugar, porque puede leerse esta obra como si de ficción se tratara; a ratos, su protagonista recuerda a un personaje salido de una picaresca moderna. Pero, sobre todo, porque la prosa de Kisch es deliciosa. Uno nunca tiene la impresión de estar frente a un texto periodístico. Kisch trasciende el mero registro taquigráfico de los hechos e imprime en ellos factura estilística, bellísimas descripciones, referencias eruditas, ingeniosas observaciones, lúcidas reflexiones y algo de humor desencantado. Todo lo narrado se transmite de un modo directo y vívido. Kisch escribió estas páginas cuando tenía hambre, cuando pasaba frío, cuando estaba bajo fuego enemigo, robándose horas de sueño, con escasa iluminación, incómodo, y esto se nota. Vaya si se nota. 

Resulta sorprendente que este diario burlara la censura militar. Y es que Kisch se mofa en él de sus aliados (superiores incluidos), de la idiosincrasia del ejército del cual forma parte, de su patria... No deja títere con cabeza, vamos. La ironía es, junto a las bondades previamente destacadas (su valor testimonial y la prosa con que ha sido redactada), uno de los puntos fuertes de esta obra.

Con tal de preservar la frescura de sus apuntes, Kisch decidió no modificarlos a posteriori. Este apego al material original no lastra en lo absoluto al conjunto. Aunque este volumen tiene pasajes lentos o repetitivos, no son demasiado ostentosos y contribuyen a transmitir la honestidad de Kisch. En fin, que ojalá quedaran más "reporteros frenéticos" como tú, Kisch. Perspicaces, sinceros, cultos y con sentido del humor. Falta nos hacen. 

viernes, 11 de octubre de 2019

Gabriel García Márquez: Relato de un naúfrago

Idioma original: español
Año de publicación: 1970
Valoración: muy recomendable

Una entre mis muchas carencias como lector es no haberme especializado aún en ninguna de las figuras del "Boom". Puede que se trate de una mera lejanía generacional, sí, será sobre todo eso el hecho de que no haya vivido en primera persona ese fenómeno literario en espectacular eclosión hace ya unas cuantas décadas. Lejanía generacional, que no física. García Márquez firma en Barcelona, 1970 (supongo que en su famoso piso en el barrio de Sarrià) el brillante, por revelador y por muchas cosas, prólogo a este curioso relato, menos de 150 páginas, puede que parezca una obra menor, claro. Pero menos tenía El coronel no tiene quien le escriba y menudo portento de novela. Aún así, quizás haya de considerarse una obra de excepción, al margen de la florida imaginación del fallecido autor colombiano, tratándose, la explicación en el prólogo representa todo un "entrante" en calidad literaria, de una obra que había sido previamente publicada en prensa, de hecho, de una especie de resumen de esos artículos, constituida, celebridad obliga, en una obra redonda en lo literario pero más enmarcada en lo que podríamos definir como escenificación de un eventual diario de a bordo, basado en hechos reales y fruto de las diversas entrevistas mantuvo con el protagonista.

Porque el título, curiosamente apoyado por un florido párrafo, el horror de aquellos que temen el spoiler que subtitula de forma contundente y que, él solito, ya representa una declaración política, un sutil y poderoso puñetazo al poder público.

Porque el naúfrago es un marino, Luis Alejandro Velasco, un militar tripulante de una embarcación de guerra, un destructor, que, en una rutinaria misión y bajo diversas irregularidades, da un bandazo en el mar y pierde a varios de sus tripulantes, todos ellos miembros de la Marina de Guerra de Colombia, todos ellos menos Velasco fallecidos, Velasco entonces único superviviente, naúfrago, héroe de aquellos que merece distinciones, oropel, reconocimiento y placas colgadas por doquier con políticos y gobernantes prestos a tirar de las correspondientes cortinillas.
Pero Colombia era una dictadura entonces con un férreo control de medios de comunicación y opinión pública. Y si todo es política, hasta el acto más nimio, qué puede ser un episodio de heroicidad en manos de un escritor haciendo de periodista. A García Márquez le fue imposible atajar la repercusión de este escrito, que traspasó la barrera del relato de aventuras para convertirse en sus lecturas directas, y en las indirectas más aún, en un alegato que las autoridades se aprestaron en silenciar (otra vez conviene leer el texto subtítulo de la portada, apenas cuarenta palabras que representan no solo la mejor sinopsis producto del mismo autor, sino la precisa descripción de lo sucedido sin un ápice de añadido, pero así son las cosas, la realidad desnuda duele).
La narración carga también en lo psicológico, como si resonancias de Melville y Kafka se asomaran a la balsa, como si el mar y las especies que la habitan fueran criaturas de Lovecraft. Velasco en el agua diez días preso de esperanza y liberado por alucinaciones, las aletas de los tiburones, la evocación de los compañeros fallecidos, el leve tono de fantasía aportado por el convencimiento de que esa aventura representará el fin de su recorrido vital, la recepción cuando es rescatado en un pequeño pueblo costero alejado de las cuitas de la centralidad política de las naciones. Como simple relato, ya sería una crónica muy notable, sencilla y sincera. Si empezamos a añadirle capas, podríamos llenar párrafos y párrafos. Literatura peligrosa.

sábado, 29 de junio de 2019

Joseph Mitchell: La fabulosa taberna de McSorley

Idioma original: inglés
Título original: McSorley's Wonderful Saloon
Año de publicación: 2017
Traducción: Marcelo Cohen, Alejandro Gibert, Martín Schifino
Valoración: muy recomendable

El prefacio a este texto escrito por uno de sus traductores tiene el curioso efecto de convertir a Joseph Mitchell en algo similar a sus personajes. Pues describe a un sufrido cronista del New Yorker que se mantuvo en nómina y acudiendo a su despacho durante tres décadas sin ser capaz de aportar una sola línea de texto. Toma bloqueo creativo y yo que me quejo cuando, reciente aún la lectura de una última página del libro que sea, no encuentro la frase (la primera, la que Kapuscinski decía que tiraba de las otras. Comprensible que en la revista fueran pacientes y tolerantes. Joseph Mitchell les había regalado El secreto de Joe Gould, inconmensurable texto (cuyo primera parte se incluye en este libro) que no me cansaré de recomendar a todo aquel que se interese por la literatura estadounidense contemporánea y que quiera comprobar cómo se acuña un nuevo estilo.
La fabulosa taberna de McSorley toma el título del primer relato y nos ofrece casi una treintena de los artículos que Mitchell escribió antes de su bloqueo. Y otras historias de Nueva York dice el subtítulo y eso eso exactamente. Crónicas, entrevistas más o menos dramatizadas y estructuradas, muchas veces con información añadida que permite su puesta en contexto y siempre con el preciso estilo de Mitchell, periodista o cronista que expone las cosas tal como son y que deja hablar a sus entrevistados con toda libertad hasta que llegamos a ese punto equívoco en que, de cómodos que nos sentimos asumiendo su perspectiva, puede que hayamos olvidado quién nos está hablando. Porque Mitchell es un maestro en esa generación de cercanía y para nada busca su relevancia por encima de la de aquel que nos presenta. Nada de celebridades, Mitchell siempre estaría alejado del político vanidoso o del empresario ávido de que alguien redacte su recorrido a la cima. Los personajes de Mitchell son gente extraña que transita por lugares como el Bowery, una especie de bajo fondo donde se reunían marginados y gente bajo el paraguas común de la precariedad, la modestia y algunas combinaciones letales como el alcohol o los trastornos mentales. 
Como si fuera un antepasado de los submundos presentes en la obra musical de Tom Waits o Lou Reed, Nueva York entre los años 30 y los 50, período al que pertenece la mayoría de los relatos, Mitchell nos presenta personajes propios de aquella época en un collage que ejemplifica a los Estados Unidos del momento: el que se extiende entre el crash del 29, la Gran Depresión y el renaciente periodo post-guerra, pero no nos muestra triunfadores sino todo lo contrario. Aquí hay vagabundos, mujeres barbudas, maleantes de baja estofa y, en general, toda esa gente anónima o directamente marginal que no se muestra en los tours turísticos a las ciudades. Y es curioso como ciertos estigmas se muestren de un modo tan natural y liviano. Pasados 80 años los capítulos dedicados a los gitanos de Nueva York merecerían la más enérgica de las reprobaciones de los adalides de la corrección política (esos que se devanan los sesos a la búsqueda de eufemismos que acaban siendo circunloquios), pero Mitchell afronta ambos capítulos con una naturalidad que los aleja de cualquier estereotipo racista. Se limita a definir una comunidad, a describir sus costumbres, a acudir y transcribir lo que los cuerpos policiales que los asedian manifiestan sobre ellos. 
Obviamente hay oscilaciones en el nivel literario, y en algún momento (los capítulos finales, curiosamente centrados en detalles gastronómicos) parece que Mitchell ceda ante lo meramente descriptivo o incluso didáctico. Pero el conjunto, y recuerdo algunos libros centrados en Nueva York (Whitehead, Morris), es gratificante como acercamiento al crisol cultural, al bullicioso presente de esa época en que se forjaba lo que es la poderosa nación de hoy, con todas sus contradicciones. Mitchell refleja solo una parte, claro, pero la selección es tan representativa como fascinante.


jueves, 28 de marzo de 2019

Arthur Koestler: El Ártico desde la ventana de un zepelín

Idioma original: alemán
Título original: publicado dentro del libro Von weissen Nächten und roten Tagen
Año de publicación: 1931, como artículos en el diario Vossische Zeitung de Berlín; 1934, dentro del libro Von weissen Nächten und roten Tagen
Traducción: Francisco Uzcanga Meinecke
Valoración: está muy bien y, desde luego, de los más recomendable para amantes de las expediciones polares y /o los zepelines

Creo que no le estropearé a nadie la lectura de este libro si cuento de qué va, habida cuenta de que el spoiler, de haberlo, se encuentra ya en su propio título: en efecto, lo que cuenta este librito es una exploración del Ártico llevada a cabo desde un zepelín -en concreto el célebre y magnífico Graf Zeppelin LZ 127-, que tuvo lugar en 1931 y que contó entre sus miembros con el no menos célebre, al menos en tiempos posteriores periodista Arthur Koestler, como corresponsal del reputado diario berlinés Vossische Zeitung. La expedición, organizada por la asociación exploradora alemana Aeroartic, constituía un curioso ejemplo de acuerdo que quizá no pudiese darse en ninguna otra época: su principal financiadora era la Unión Soviética, pero también un millonario estadounidense aficionado a los vuelos polares y la Sociedad Filatélica Germana... (de todos modos, la idea original era aún más bizarra, pues fue cosa del magnate de la prensa Hearst, quien pretendía un encuentro en el Polo Norte entre el capitán Eckener, sucesor del conde Zeppelin, que comandaría el dirigible y un nieto de Julio Verne, que viajaría hasta allí en un submarino convenientemente rebautizado como Nautilus). Al final este curioso viaje -tampoco era el primero en este tipo de nave por el Círculo Polar Ártico- no llegaría más allá del paralelo 82 y su carácter sería eminentemente científico, sobre todo en los campos de la cartografía y la metereología, pero también contaría entre sus miembros con cameramen de cine y con el periodista Arthur Koestler, dispuesto a retransmitir a sus lectores las sensaciones y avatares de tan espectacular travesía. Koestler, a partir de sus artículos, recrearía el periplo en algunos capítulos de su libro De noches blancas y días rojos, los cuales ahora ha publicado en español Libros del K.O. como un volumen aparte.

Cabe decir que Koestler da cumplida cuenta de todo el viaje- en realidad, de poco más de una semana-, sobre todo teniendo en cuenta sus a la fuerza limitados conocimientos científicos. pero se defiende bastante bien con vívidas descripciones del paisaje y amenas explanaciones acerca de los progresos de la técnica y, de vez en cuando, sobre las ventajas y logros de la sociedad soviética, pues por entonces este periodista y escritor era un comunista convencido, igual que había sido un sionista entusiasta (luego dejaría de ser tanto una cosa como la otra). Al comienzo de su relato del viaje, de hecho, lanza algunas pullas ideológicas contra el doctor de la expedición, cuya querencia, al parecer iba más por la exaltación del volkgeist, la Heimat y esas cosas...(ya nos entendemos). Koestler, en origen Köstzler, era un húngaro de familia judía alemana.

Estas ironías, no obstante, son bastante inofensivas y hasta ingenuas, teniendo en cuenta el devenir político posterior en la vida de Koestler... De este libro queda sobre todo una imagen amable: un zeppelin sobrevolando en silencio la banquisa, llevando en su seno una variopinta tripulación de alemanes, rusos y norteamericanos, con un judío húngaro como testigo y cronista. Una imagen de un tiempo en apariencia más amable que el actual -enseguida se vería que aquella era sólo una apariencia-, que sugiere una suspensión del tiempo y la vulgaridad del mundo, como en una peli de Wes Anderson.

Para concluir este librito, y enlazando con el final de la crónica de Koestler, que hace unas sarcásticas observaciones sobre la "zepelinomanía" que acometió a la Alemania del periodo de entreguerras, que tomó a estos artefactos como uno de sus símbolos patrióticos -"El cigarro plateado se convirtió para el pequeñoburgués alemán en el cuerno mágico de la saga; lo hechizó para obligarle a elevar los ojos y la nariz hacia el cielo de tal modo que, en su ufana embriaguez, ni veía ni olía lo que pasaba abajo..."-, el traductor al castellano, Francisco Uzcanga Meinecke se extiende en un último y delicioso capítulo titulado justamente Zepelinada sobre la historia de los dirigibles rígidos en Alemania.

Porque  estos chismes serían en gran medida objeto de la propaganda nacionalista alemana e incluso quizás, aunque no fuera culpa suya, símbolos de la época del ascenso nazi al poder y su descenso hacia la locura bélica, lo sé, pero qué queréis que os diga: molan un montón, ¿o no? (aunque reconozco que siento una pizca de remordimiento: quizás debí dejar la reseña de este libro a mi compañero Koldo, que es a quien le pirra esto de expediciones polares y demás... Por otro lado, a mí me encantan los zepelines, así que la cosa está empatada. Y una reseña es una reseña... Lo siento, Koldo, pero #NoMercy!). Como decía uno de los poemas de un concurso convocado para exaltar la figura del conde Ferdinand von Zeppelin: "Cada niño, incluso el más pequeñín/ balbucea ya el nombre de Zeppelin". Pues eso.





Otros títulos de Mr. Koestler reseñados en Un Libro Al Día: El cero y el infinito, Llegada y salida

miércoles, 12 de diciembre de 2018

Thomas de Quincey: Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes

Idioma original: Inglés
Título original: Of murder considered as one of the Fine Arts
Traductor: Diego Ruiz
Año de publicación: Entre 1827 y 1854
Valoración: Recomendable (o algo más)

Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes recopila tres textos salidos de la pluma de Thomas de Quincey: "Primera" y "Segunda memoria" (los cuales se publicaron originalmente por entregas), además de un "Post Scriptum". Las dos piezas iniciales, redactadas en formato conferencia, son una obra maestra del humor negro. La última, una crónica periodística de calidad excepcional.

“Primera memoria” fue publicada en 1827 en la revista Blakwood's Magazine. En ella se ficciona una conferencia impartida en la Asociación de Conocedores del Asesinato, asociación que reivindica el asesinato como forma de arte. El ponente asevera que todo asesinato puede (y debe) ser criticado y juzgado estéticamente. El asesinato es un acto reprobable, claro, pero una vez ya ha sido consumado, ¿por qué no admirarlo si así lo merece? Aspectos como el sujeto asesinado, los instrumentos, el tiempo o el lugar son los que determinarán la calidad de la obra. La “Segunda memoria”, publicada originalmente en la misma revista que su predecesora el año 1839*, viene a continuación. Es otra conferencia que ahonda todavía más en las peculiares inquietudes estéticas de la Asociación.

En ambos textos, escritos, por cierto, con precisión y elegancia, De Quincey hace gala de un exquisito humor inglés, permeado en todo momento por el sarcasmo y la ironía. El pasaje más conocido de este libro es una prueba indiscutible de ello: «Uno empieza por permitirse un asesinato, pronto no le dará importancia al robar, del robo pasa a la bebida y a la inobservancia del día del Señor, y se acaba por faltar a la buena educación y por dejar las cosas para el día siguiente.»

Por último tenemos un “Post Scriptum”, fechado en 1854. Esta parte se añadió a posteriori, quizás porque el autor sentía remordimientos por la supuesta frivolidad que había mostrado en las dos "memorias". ¿Qué podíamos esperar? Ya en sus extraordinarias Confesiones de un inglés comedor de opio se acobardó, y en la versión revisada de las mismas añadió un fuerte componente de moralidad. Personalmente, considero que la broma Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes era más que tolerable dado el tono irónico de la misma, y que no hacía falta un cierre como éste. Sin embargo, hay que reconocer que “Post Scriptum” es el texto más bien escrito del libro, por lo que su lectura es una auténtica gozada. En él, el autor finalmente se posiciona abiertamente en el asunto, sin la máscara del humor o la crítica social. Mediante una crónica periodística, describe minuciosamente los asesinatos cometidos por John Williams en 1812 y por los hermanos M'Kean en las proximidades de Manchester, con crudo realismo.

El mensaje Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes es evidente. En primer lugar, De Quincey critica el morbo que ciertos sucesos sórdidos generan en la raza humana. Dejad que os cite un fragmento de la primera conferencia para avalar esta afirmación: «El mundo en general -señores- está sediento de sangre; todo lo que desea en un crimen es que la efusión de sangre sea copiosa (...). Pero el conocedor ilustrado tiene más refinado gusto, el resultado de nuestro arte, como el de todas las demás artes liberales, es humanizar el corazón (...).» El hecho de que el autor señale una flaqueza humana y haga que en una Sociedad de refinados caballeros la justifiquen dota a todo el relato de una aguda misantropía. Por otro lado, también ayuda el uso constante de citas en latín** o académicas. El aire culto que desprende el libro, que en ningún momento consigue camuflar las atrocidades que en él se dicen, actúa como crítica soterrada a los círculos elitistas que se dicen elevados. 

En resumen, Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes es un ejercicio de genialidad que ha influenciado sobremanera a multitud de creadores, desde Marcel Schwob hasta Jorge Luis Borges. Sienta como un soplo de aire fresco en tiempos tan políticamente correctos como los que vivimos hoy en día. Y por sí misma, la lectura de este libro es imaginativa y ociosa: presenta una fabulación totalmente creativa, como la Historia universal de la infamia, teñida por un tono deliciosamente cínico, como el de El diccionario del Diablo. Vamos, que mejor carta de presentación, imposible.



*En el libro se le atribuye dicha fecha a la “Segunda Memoria”, aunque en algunos sitios web consultados durante la gestación de esta reseña se afirma que esta data del 1829. 

**Jamás traducidas en anotaciones de pie de página en la edición de Renacimiento, supongo que para dotar de mayor pedantería todavía al texto.


También de Thomas De Quincey en ULAD: Confesiones de un inglés comedor de opio