Idioma original: español
Año de publicación: 2022
Valoración: pesado
Lo siento: reconociéndome admirador de la obra de Vila-Matas - evitemos a partir de ahora el término incondicional - las trescientas páginas de Montevideo se me han hecho muy cuesta arriba. Ni siquiera la coartada parisina, el hipotético dinamismo al que los cambios de escenario podría conducir un libro, han llegado a salvar que mi sensación al leerlo haya sido un relativo hastío, un progresivo desconcierto al preguntarme dónde nos llevaba todo esto y una constatación persistente de, no sé si las presiones editoriales producto de su innegable gancho y su reconocido prestigio han tenido que ver, el escritor está ya en una fase de regodeo en su propia capacidad y, á la Picasso, opte por escribir unas cuantas cosas y mantener presencia en anaqueles y volumen en facturación.
A veces más de lo mismo no es lo mismo. Vila-Matas, colosal narrador de la naturaleza humana en El viaje vertical, no aparece aquí. Las peripecias de un escritor en perpetua duda sobre su dedicación a su labor, su asistencia a actos, sus idas y venidas por ciudades de dos continentes, su cohabitación, despojada de todo acto no estrictamente literario, con diversos colegas, resultan, no diré que su excesiva extensión también lo condene, en una entrega de un ejercicio de estilo redundante en exceso. Y puede que a los acólitos pueda gustarnos revolcarnos en continuas referencias a Cortázar - en la práctica, su relato La puerta condenada es lo más parecido al eje de este texto que encontraremos -, a Rimbaud, a Bolaño, a Melville (bueno, a Bartleby), a Tabucchi, a tantos otros que parecen configurar un microcosmos de indudable prestigio pero que no pueden evitar, en su conjunto, una actitud endogámica, casi snob, esa propia de los estudiosos que subrayan - horror - los libros y conservan en su memoria frases, párrafos, nutriéndose de aforismos que muchas veces son más estéticos que prácticos.
Con lo cual esa persecución de puertas en hoteles, esa constante reflexión interior, demasiado interior para ser mundana, demasiado interior para no acabar pareciendo reiterativa y onanista, acusa un paradójico exceso de estatismo. Nada se mueve fuera aunque se viaje y se desplace y se visiten lugares, cafés, restaurantes míticos, aunque se frecuenten encuentros reales y ficticios con destacados miembros del imaginario bibliófilo.
Vila-Matas siempre despierta mi interés y ya he perdido la cuenta de las veces que, incluso por aparentes obras menores, le he prestado mi atención. Montevideo, a tenor de los comentarios en la faja, tenía la apariencia y las hechuras de gran obra. Desde luego, quien quiera acceder a su obra por primera vez, recuerdo, trescientas páginas, seguramente sea presa de sopor y estupefacción. Incluso le veo presa de algún acceso de nostalgia que normalmente atribuiría a otros escritores, no hace falta nombrarlos. Eso me preocupa. Aunque yo también añore y prefiera al hombre joven que coquetea con gentuza en los bajos fondos, aquel pillo que no escribe y trapichea en París.
Muchas obras de Enrique Vila-Matas reseñadas en ULAD: aquí