Año de publicación: 1981
Valoración: Imprescindible
Esta reseña es un acto de justicia, de reparación, una obligación casi, porque es imperdonable que después de más de 5700 reseñas publicadas en este blog, todavía no hubiésemos reseñado
Los Santos Inocentes, la que me parece (y no creo estar solo en esta opinión) la obra maestra de su autor, quizás junto con
Cinco horas con Mario, y una de las novelas fundamentales de la narrativa española del siglo XX. Es verdad que hemos reseñado
un buen puñado de obras de Miguel Delibes, pero me parece incomprensible que esta se nos haya escapado hasta ahora...
Realmente creo que la obra necesita poca presentación, porque es ya un clásico de la literatura española, y también porque la adaptación cinematográfica de Mario Camus nos ha dejado una memoria indeleble de algunas de sus escenas (como ese inmenso Paco Rabal repitiendo "milana bonita, milana bonita"). En todo caso, aquí va un resumen rápido: en una dehesa que nunca se localiza claramente, pero que se sitúa cerca de la frontera con Portugal (en Castilla o Extremadura, por lo tanto) vive una familia de campesinos compuesta por Paco, el Bajo; su mujer, la Régula; sus hijos, Rogelio, Quirce, Nieves y Charito, la discapacitada Niña Chica; y el hermano de Réugla, Azarías, que también tiene algún tipo de discapacidad. Sus destinos están marcados por la voluntad de sus "señoritos": la señora Marquesa, el señorito Iván o la señorita Miriam, que los tratan, sobre todo en el caso de Iván, con una mezcla de displicencia, paternalismo y crueldad, en un ambiente de miseria y violencias simbólicas y materiales.
Más allá de este breve resumen, que podría situar a la novela en el ámbito del tremendismo y/o del realismo social de los años 50 o 60 (a pesar de haber sido publicada, insisto, en 1981), esta novela se eleva a otro nivel gracias a la creación de una voz narrativa única: un narrador que no es un personaje, pero que se identifica con los personajes y nos transmite sus pensamientos y sus parlamentos, integrados en larguísimas frases (cada capítulo solo tiene un punto, el punto final), en un estilo indirecto libre muy saramaguiano. Esta voz mezcla los recursos de la oralidad ("a ver, natural, como quien dice...") adoptados de los personajes, con otros fragmentos de un denso lirismo ("el cárabo ejercía sobre el Azarías la extraña
fascinación del abismo, una suerte de atracción enervada por el pánico, de tal manera que al detenerse en plena moheda, oía claramente los rudos golpes de su corazón"), y con la riqueza léxica habitual de Delibes, sobre todo en lo que se refiere al mundo natural del campo castellano, situándose así, perdonadme si exagero, en el nivel de un García Márquez en cuanto a maestría estilística.
No hay duda, por otra parte, que esta novela es una crítica, casi una sátira, del caciquismo y del feudalismo que dominaba (y no sé si aún domina) determinados ámbitos en España: el señorito Iván es "el amo de la burra", como dice el médico, y puede hacer con sus criados, y con sus animales, y con sus posesiones lo que se le antoja, ya sea obligar a Paco, el Bajo a caminar con un tobillo roto, o cegar a todos sus palomos arrancándoles los ojos, o mantener una aventura con Purita, la mujer de Pedro, el Périto.
Mientras tanto, en el otro lado, este poder absoluto, casi medieval, es aceptado con resignación por Paco, el Bajo y por Régula ("ae, a mandar, para eso estamos" es su leitmotiv), mientras que las nuevas generaciones, quizás porque Delibes quería dejar un cierto atisbo de esperanza, muestran su incomodidad o inconformidad con este estado de las cosas ("ninguno salís a tu padre", le dice a Nieves el señorito Iván, que también se queja de que "a los jóvenes les molesta aceptar una jerarquía"). Quizás de hecho el mayor defecto que se le pueda apuntar a la novela es ser maniquea en su presentación de los personajes, convirtiéndose en algo así como una Doña Perfecta de finales del siglo XX; en todo caso, no es un defecto, este maniqueísmo, que impida el disfrute de la novela sino quizás todo lo contrario, sobre todo teniendo en cuenta su desenlace, que intentaré no destripar.
Hay otro aspecto de la novela que me ha parecido muy interesante, ahora que la he releído bastantes años más tarde de mi primera lectura: la relación de los personajes con la naturaleza, y en particular con el mundo animal. Diría que Delibes plantea en el texto una gradación en la integación de los seres humanos en su entorno natural, que va desde Azarías, constantemente comparado con un cachorro, y que tiene la capacidad de empatizar y comunicarse con sus "milanas bonitas", hasta el señorito Iván, cuya relación con la naturaleza es o bien extractiva (el beneficio a través de la explotación agrícola y ganadera) o destructiva (a través de la caza, su afición favorita). En medio se situarían personajes como Paco, el Bajo, también comparado con un perro por su olfato (y por su carácter sumiso), o por supuesto la Niña Chica, que varias veces es identificada ambiguamente con la milana de Azarías. La separación entre lo humano y lo animal, parece insinuar Delibes, no es radical, sino progresiva, y depende de nosotros el modo como la definimos y afrontamos.
Al final, y en parte gracias a la ausencia de una localización geográfica y cronológica claras, Delibes plantea en Los Santos Inocentes una especie de parábola sobre España, sus desigualdades y sus miserias. El hecho de que se publicase ya en democracia, aunque ambientada en el Franquismo, puede ser un intento de llamar la atención hacia las continuidades que, hoy lo sabemos muy bien, existen entre ambos regímenes. En cualquier caso, Los Santos Inocentes es una obra maestra. Leedla, si aún no lo habéis hecho. Por vuestro bien.
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