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martes, 9 de mayo de 2023

VV.AA.: Montemar

Idioma original: Español
Año de publicación: 2023
Valoración: Recomendable

Puede que no concedamos a los clásicos la oportunidad que merecen, dada su reputación (en muchos casos injusta) de anticuados, difíciles y aburridos. Es por eso que se agradece toda iniciativa que pretenda acercarnos a ellos sin dinamitar su esencia en el proceso, como vendrían a ser las lecturas guiadas o las adaptaciones fieles a distintos formatos. 

Montemar es un ejemplo de esto último. Ricardo Vílbor, profesor, filólogo y, ante todo, apasionado de la literatura española, guionizó su versión favorita del mito del don Juan, esa que el escritor romántico José de Espronceda plasmó en El estudiante de Salamanca, con el objetivo de trasladar un poema narrativo de principios del XIX al lenguaje del cómic moderno. 

Vílbor se mantuvo, por lo general, apegado y reverente con respecto al material original. Algunos de los cambios que introdujo (unas cuantas rimas propias, por ejemplo) son tan orgánicos que un lego como yo ni siquiera los habría advertido, de no haberlos señalado el propio autor en una entrevista. Otros son más evidentes: la dilatación o encogimiento de una escena según crea conveniente, la incorporación de diálogos, pequeñas diferencias en el carácter de ciertos personajes, acentuar los rasgos negativos del protagonista, etc...

En fin: aunque la empresa de Vílbor no era nada fácil, dio un resultado muy meritorio. Pero eso se debe, al menos parcialmente, a que el apartado gráfico de Rodrigo Vázquez complementa a la perfección a un ya de por sí logrado guion. Y es que la narrativa visual de Vázquez integra el texto impecablemente. También permite que el argumento fluya sin llegar a estancarse en ningún momento, y da buena cuenta de la atmósfera que tan bien evocó Espronceda. 

Sólo le pondría un par de pegas al estilo de dibujo de Vázquez: recuerda quizá en exceso al de sus colegas europeos y no siempre atina en las expresiones o las anatomías de sus personajes. En el lado positivo, sus ilustraciones son siempre limpias y comprensibles, pese a que un vistazo superficial puede dar a entender que a veces están algo recargadas. A esto hay que añadir más birguerías estimables: la maravillosa composición de las páginas 38 y 39, la potencia de sus elementos terroríficos o el efecto que provocan las viñetas que abren y cierran el volumen.

Resumiendo: Montemar concilia al público actual con el romanticismo español y la figura de don Félix. Creedme, esta versión del don Juan os seducirá; es un capullo irredimible, tan despreciable como carismático, que Espronceda caracterizó del siguiente modo: 

Segundo don Juan Tenorio,
alma fiera e insolente,
irreligioso y valiente,
altanero y reñidor;
siempre el insulto en los ojos,
en los labios la ironía,
nada teme y todo fía
de su espada y su valor.

Corazón gastado, mofa
de la mujer que corteja,
y hoy, despreciándola, deja
la que ayer se le rindió.
Ni el porvenir temió nunca,
ni recuerda en lo pasado
la mujer que ha abandonado,
ni el dinero que perdió. (versos 100-115)

En Salamanca famoso
por su vida y buen talante,
al atrevido estudiante
le señalan entre mil;
fuero le da su osadía,
le disculpa su riqueza,
su generosa nobleza,
su hermosura varonil.

Que en su arrogancia y sus vicios,
caballeresca apostura,
agilidad y bravura
ninguno alcanza a igualar;
que hasta en sus crímenes mismos,
en su impiedad y altiveza,
pone un sello de grandeza
don Félix de Montemar.  (versos 124-139)

sábado, 16 de enero de 2021

Jo Nesbo: Macbeth

 Idioma original: noruego

Título original: Macbeth

Año de publicación: 2018

Valoración: Disfrutable

 

Como muchos de ustedes sabrán, y yo ignoraba hasta hace poco, (no por prejuicios, bueno, quizás un poco sí, pero sobre todo porque bebo de fuentes distintas), Jo Nesbo es un apreciado autor noruego especializado en novela negra desde su primera incursión en la escritura allá por 1997, más conocido hasta entonces por liderar un popular grupo musical. Aquella primera novela inauguró la serie del inspector Harry Hole compuesta hasta ahora de doce títulos, aunque existen otras dos series más, una de ellas de carácter juvenil, y otro puñado de obras independientes del que forma parte una cuyo título coincide con el publicado por un tal Shakespeare hace ya varios siglos, no sé si les sonará de algo.

Leo por ahí que los libros protagonizados por Hole han tenido más repercusión que los del también escandinavo Stieg Larsson. Me sorprende pero probablemente sea así, lo que sí he constatado es que sus lectores sufrieron una decepción con Macbeth porque no pertenece a la susodicha serie, es decir, porque el tal Harry no hace acto de presencia. Y, mira por donde, cuando estaba a punto de escribir estas líneas apareció casualmente en mi pantalla de televisión El muñeco de nieve, primera película basada en una de estas novelas y para la que se eligió una nómina de profesionales de primera línea. Ni que decir tiene que la vi con todo el interés, aunque me pareció una más entre las muchas de ese tipo que pueblan las salas, programaciones y plataformas. Luego he leído que el propio director reconoce los fallos achacándolos a la premura y falta de medios.

A todo esto, para conmemorar el 400 aniversario de la muerte de El Bardo se puso en marcha una curiosa iniciativa editorial: actualizar algunos de sus argumentos para acercarlos a la mentalidad del s. XXI. Para ello se contó con escritores tan relevantes como Margaret Atwood que recreó La tempestad con el título La semilla de la bruja, con Nesbo, que eligió Macbeth, y con media docena más. Los resultados en forma de novela aparecieron a partir de 2015.

Después de leer a Nesbo he tenido que echar una ojeada al Macbeth original, que no había vuelto a leer desde la secundaria, y he constatado que, en efecto, el asunto principal (la ambición), los personajes centrales y la sucesión de hechos son exactamente los mismos. De eso se trataba, la dificultad –y principal mérito por parte del novelista– consistía en adaptar un clásico a la mentalidad y circunstancias de nuestros días, una obra dramática a novela, y una tragedia a artefacto del género negro. En mi opinión está más que conseguido: la tensión dramática no decae en ningún momento, el juego de personalidades y situaciones es idéntico al original a pesar de las abismales diferencias y, excepto algún momento algo estereotipado, resulta bastante convincente. Pero ¡claro! al menos hasta ahora, yo no soy fan de Harry Hole.

Naturalmente, aquí no encontraremos reyes, nobles ni palacios. La acción se sitúa en una ciudad oscura y brumosa, de cierta importancia aunque en cierto modo dependiente de otra mayor llamada Capitol. El suculento pastel del poder se reparte entre los que lo ejercen oficialmente: el alcalde y el jefe de policía local, por una parte, y las dos bandas de traficantes que lo usurpan, a saber, el omnipotente Hecate y los Norse Riders, un grupo de violentos motoristas. Al corrupto jefe de policía que acaba de morir le sucederá Duncan, segundo en el escalafón y con fama de insobornable. A su vez, Macbeth, hasta ahora respetado capitán de un cuerpo especial llamado Guardia Real, es ascendido sin previo aviso, hecho que le hace tomar conciencia de su valía, e instigado por su mujer, Lady, propietaria de un elegantísimo casino, pone en marcha un maquiavélico engranaje, primero para acceder al cargo vacante, y mucho más tarde para suceder al actual alcalde en las inminentes elecciones. Para lo primero hay que matar a Duncan y a alguno más de rebote, luego hace falta que esas primeras muertes sean tapadas por otras, y así sucesivamente en una escalada de terror que antes de trascender a la ciudadanía debe ser atajada por los propios agentes. Macbeth elimina a los motoristas ganando así la protección incondicional de Hecate, cuyas emisarias –trasunto de las tres brujas de Shakespeare– son además las expertas cocineras de la droga. Las sustancias que estas le proporcionan y la invulnerabilidad prometida por Hecate mantienen controlado a Macbeth, pero en medio de esa infernal cadena de crímenes varias víctimas consiguen escabullirse y formar un pequeño grupo que se confabulará para destruir al tirano.

Los que gusten de acción trepidante, confabulaciones a mansalva, componendas políticas y un ambiente muy, muy sórdido, se encontrarán en su salsa leyendo esta enrevesada trama, al más genuino estilo de su autor, cuyas más de seiscientas páginas nos deparan una sorpresa tras otra. Pero por encima de los rasgos propios del thriller encontramos un estudio de los caracteres humanos –abiertamente maniqueo, tal como exigen y exigían las convenciones de un género y otro– que se ha mantenido en estado de crionización desde el siglo XVI hasta ahora.

viernes, 1 de febrero de 2019

Homero: Ilíada y Odisea, el manga


Idioma original: griego antiguo / japonés
Título original: Manga de dokuha. The Iliad and the Odissey
Año de publicación: 2011
Traducción: Marta E. Gallego Urbiola
Valoración: entretenido (imprescindible para el postureo intelectual)


Pues sí, lectores y lectoras de ULAD y, sin embargo, amigos: hay que reconocer que en los ya casi diez años  (¡¡¡10!!!) y entre las tropecientas mil reseñas publicadas en este apabullante y augusto blog, no ha habido aún ninguna dedicada al padre fundador, al MasterChef and Commander de la literatura occidental, al coloso de la lírica y la narrativa, el mismísimo Homero, el inmortal bardo ciego (¡bieeen, bravo... aplausos!). Ahora bien, no os llaméis a engaño: lo siento si pensáis que me voy a tragar los 27784 versos de la Ilíada y la Odisea en griego antiguo, o incluso en castellano moderno, para que luego vosotros leáis la reseña en diagonal y con un click, a otra cosa, mariposa... Pues de eso nada; por suerte, siempre podemos con la colección de mangas de la otra h, que junto con el Rincón del Vago, son los mejores amigos de los alumnos de ESO poco motivados y de los reseñistas displicentes. 

Así encontramos aquí, en un solo librito de 200 páginas y sin el menor rebozo, los dos pilares maestros de la narrativa occidental desde hace 29 siglos.Y con unos dibujicos la mar de resultones, qué caramba... Como es de suponer, ninguna de las dos obras se cuentan con todo detalle, pero sí con la suficiente claridad para ser entendidas por un lector aún ajeno a ellas, como puede ser, en un primer lugar, un adolescente japonés, supongo yo. Faltan episodios especialmente amenos, como el intento de las sirenas de atraer a Ulises o cuando Circe convierte a sus compañeros en simpáticos cerditos, pero sí están, claro, el del Cíclope y, desde luego, la disputa con los pretendientes de Penélope.

En el caso de la Ilíada, la narración se centra, como no podía ser de otra forma, en las vicisitudes de los diversos héroes y otros personajes principales: Aquiles, Héctor, Paris, Patroclo, Agamenón, etc... , pero también, de manera significativa, en las disputas y encaprichamiento de los distintos dioses a los que se hace responsable, de forma más explícita que implícita, en realidad, del desastre de aquella guerra. Por lo que respecta a la Odisea, hace hincapié, más que en el viaje de Ulises,que es lo que le mola al lector moderno (quizá por culpa de Joyce y de Kavafis), en lo que sucedía mientras en Ítaca, con los dependientes gorrones, las tribulaciones de Telémaco y luego, sobre todo, lo que sucede al regresar por fin el héroe, cual caballero oscuro, pero sin traje de murciélago, sino con pintas de pobretón. En fin, no me extiendo más , porque si luego no leéis la monumental obra de Homero diréis que es por culpa mía... (guiño - guiño - codazo).

En todo caso, la de este manga es una lectura amena y rápida, que incluso se puede considerar imprescindible para todo "cultureta" (no os ofendáis) que pretenda lucir un barniz clásico pero sin el excesivo esfuerzo de desentrañar los interminables hexámetros que componen estas obras y perder un tiempo que bien se puede dedicar a ver series de Netflix. Vaya, pues ahora que lo pienso, ya podían hacer una serie con esto, en plan Juego de Tronos... o por lo menos alguna peli, así como de acción, ¿no? A ver si en Hollywood toman nota y se ponen a ello... ; )

miércoles, 16 de mayo de 2018

Fight Combo: La semilla de la bruja, de Margaret Atwood vs. La tempestad de William Shakespeare

Idioma original: inglés
Título original: The Tempest
Año de publicación:1611 (1ª representación)
Traducción/adaptación: José Hierro
Valoración: casi imprescindible






Idioma original: inglés
Título original: Hag-Seed
Año de publicación: 2016
Traducción: Miguel Temprano García
Valoración: más que recomendable

Vayamos por orden: para celebrar el 400 aniversario de la muerte de William Shakespeare, la editorial Hogarths (nada que ver con Hogwarts, potterheads, no os emocionéis) encargó a unos cuantos escritores bastante conocidos -Jo Nesbø, Gillian Flynn, Tracy Chevalier...- una serie de novelas basadas en sus obras; la autora más destacada de este grupo es, sin duda, la canadiense Margaret Atwood, que escribió La semilla de la bruja a partir de la comedia (!), un tanto hermética, La tempestad.

En segundo lugar, he de confesar que si el título de esta reseña doble induce a error, ha sido de manera premeditada por mi parte (algo tengo que hacer para conseguir que me leáis, concho, que yo no tengo followers ni haters ni nada, como mis compañeros...): aquí no hay ninguna lucha a muerte en Bangkok, ni esto se parece a una secuela de Freedy vs Jason o Alien vs. Predator, sólo que con caretas de Mrs. Atwood y del Inmortal Bardo de Stratford (me encanta esta expresión tan cursi). En realidad, lo que establecen obra de teatro y novela, o sus dos autores, si se prefiere, sería más bien un baile, un tango en el que el movimiento de uno está determinado por el  movimiento del otro bailarín. Cierto que la obra de Shakespeare es cuatro siglos anterior, por lo que sería quien marcara la parte dominante del tango, la que llevaría a su pareja, aunque sus movimientos tendrían un menor sentido sin ésta. Porque si es evidente que la novela de Atwood no podría existir sin La tempestad, lo cierto es que la novela sirve para explicar la obra, la complementa y aporta muchas claves de interpretación para aquellos que no somos, ni de lejos, expertos en Shakespeare.

Sigamos guardando un orden: La tempestad se considera una de las comedias de William Shakespeare, más que nada porque la cosa no acaba en un baño de sangre, hay algún que otro amorío y algún pequeño lío argumental. De acuerdo; pero en cualquier caso, es una comedia más bien amarga, con un aire siniestro y poco festivo, pese a algún momento de humor chocarrero, a cargo de los borrachos Trículo y Esteban y el monstruo Calibán. Éste, que en un primer momento seguramente no pasaba de verse como un personaje chusco y risible, con el tiempo se ha convertido en el más interesante e incluso central de la obra. Calibán es hijo de la bruja Sycorax, único habitante de un islote al que llegan Próspero, duque de Milán y su hija Miranda, cuando son traicionados Antonio, hermano de Próspero, y Alonso, rey de Nápoles, y abandonados en un bote en alta mar. Próspero, gracias a su dominio de la magia, consigue que Calibán le obedezca y, lo que es más importante, también Ariel, espíritu del aire, quien provoca una falsa tempestad cuando se enteran que el barco que lleva a sus antiguos enemigos se acerca. Desembarcados éstos en la isla y también Fernando, príncipe de Napóles, Próspero urde su venganza, largamente esperada...

El tema más evidente de la obra es, como se ve, la venganza. Venganza que parece justa, frente a tanta ambición y traición (no es de extrañar que El conde de Montecristo también rumiara la suya aprisionado en una isla); ahora bien, también podrían vengarse Ariel y Calibán del propio Póspero -y de hecho, al menos uno de ellos lo intenta-, ya que los ha reducido a meros criados y esclavos de sus caprichos, igual que él y su hija Miranda son esclavos del destino, que les ha recluido en un islote perdido; y reclusos de las artimañas de Próspero y Ariel son el resto de personajes... ninguno en la obra, en verdad, puede actuar de acuerdo a su libre  voluntad, constreñidos todos de una u otra manera. El tema subyacente, sería, pues, el de la libertad o la falta de ella, más bien... Claro que, ¿libertad de quién? Porque si hay algún personaje sojuzgado y humillado, ese es Calibán -en quién interpretaciones posteriores han querido ver una metáfora de los pueblos nativos americanos y africanos dominados y masacrados por Europa-, el único además que pretende revertir el orden establecido por medio de la violencia, aunque sea a costa de dejarse dominar por otro amo aún más fantoche -habría que ver por cuanto tiempo-, en una suerte de planteamiento prerrevolucionario. El contrapunto -también el complemento- a esta rabia subversiva lo pondría el viejo consejero Gonzalo, a quien le placería establecer en el islote una sociedad ideal, una utopía donde todo fuera armonía y buen rollito.



Si es Calibán el auténtico protagonista  de La tempestad, con más razón habría de serlo de la novela de Margaret Atwood, habida cuenta, además, que se titula justamente La semilla de la bruja... Pues no: el protagonismo se lo lleva aquí un alter ego de Próspero, el director teatral Felix Phillips, traicionado y apartado de su puesto como director de un festival de teatro en una localidad canadiense y que acaba recalando en un programa de alfabetización mediante la literatura para los presos del correccional Fletcher, lo que él aprovecha para montar con ellos una obra de Shakespeare cada año. Hasta que, por fin, llega el momento de interpretar La tempestad. 

Atwood centra toda su narración  en su Próspero/Felix y sus muy penosas circunstancias, con la sutileza psicológica y la perspicacia para observar los detalles que caracterizan a esta autora. Los demás personajes quedan -a excepción, quizás, de la actriz que interpreta a Miranda- reducidos a una serie de bosquejos rápidos aunque suficientemente característicos... Desopilante, por lo demás, resulta el reparto de presos que actúan en la obra, desde el vaina hasta Ocho Manos, pasando por Piernas o Lápiz Chueco... una panda, en todo caso, a la que se le coge cariño y a la que la autora trata con sumo respeto, porque si bien el humor está presente en buena parte de la novela, es un humor suave y socarrón, en ningún caso hiriente ni con los personajes más ruines (bueno, casi).

Entonces, ¿por qué se titula la novela La semilla de la bruja, en una clara referencia a nuestro ínclito Calibán? De hecho, durante toda la novela casi no se hace énfasis en este personaje... En realidad , lo que propone Atwood es que Calibán forma parte de la propia naturaleza de Próspero (de su Próspero/Felix, pero, por extensión, de todos nosotros): si Ariel se podría identificar con la parte luminosa, creativa y espiritual de la naturaleza humana, con el neocórtex más desarrollado, si se quiere, Calibán sería nuestro lado oscuro, vengativo aunque también insumiso, el cerebro reptiliano que todos tenemos ahí, más o menos escondido, hasta que, por algún motivo,  toma el control de todo nuestro ser.

En fin, una novela que tal vez no será considerada entre de las mejores obras de Margaret Atwood, pero que sin duda resulta de lo más recomendable para leer. Y a Shakespeare, claro... ; )


Otras obras de William Shakespeare reseñados en Un Libro Al Día: Romeo y Julieta, Hamlet, Otelo
Porrón de reseñas de libros de Margaret Atwood en Un Libro Al Día: Aquí

domingo, 15 de abril de 2018

Zoom: Snowhite de Ana Juan

Idioma original: español
Año de publicación: 2001
Valoración: recomendable

Hace ya tiempo, al menos una década, que en España ha proliferado la aparición de libros cuidadosamente encuadernados y, sobre todo, magníficamente ilustrados; se trata tanto de reediciones de clásicos como de obras nuevas cuyo texto puede debe ese incluso a la misma mano ilustradora (caso de Vida de las paredes, por ejemplo). Esta tendencia, que espero se haya convertido ya en algo permanente, se debe en gran medida a la labor de editoriales independientes, como Nørdica o El reino de Cordelia, aunque también se han sumado otras encuadradas en grandes grupos, como la histórica Lumen. Ahora bien, esto ocurre hoy en día , en el año 2018 (me permito un aparte: asusta pensar que estamos sólo a un año de aquél en el que se desarrolla Blade Runner... me refiero a la peli original, la buena), pero allá por el año 2001 no constituía aún una "tendencia editorial". De ahí el interés, además de por su valor intrínseco, claro está. que tiene este relato escrito e ilustrado por la archireconocida Ana Juan.

Más aún porque el relato, más propiamente esta vez, el cuento que ocupa este libro, es una reelaboración del celebérrimo Blancanieves, uno de los pilares de la tradición literaria occidental, junto con otros cuentos supuestamente infantiles, la Biblia y alguna que otra cosilla más...); reelaboraciones que al comenzar este siglo tampoco se estilaban tanto como ahora, tras la estupenda película (hoy toca cine...) El secreto de los hermanos Grimm y otras que le han ido a la zaga: Hansel y Gretel, cazadores de brujas, Maléfica o, precisamente, Blancanieves y la leyenda del cazador... Claro que la interpretación que hace Ana Juan del cuento dista bastante de la mera sofisticación escénica e indumentaria  y no digamos del steampunk que podemos encontrar en  las películas citadas; en este caso, la autora ha situado a sus personajes en una mansión de algún lugar de Inglaterra, en el período de entreguerras: Snowhite es la hija de Lord Hawthorn -el nombre tampoco parece casual-, que tras las consecutivas muertes de madre y padre, se ve a merced de la consabida y vanidosa madrastra, con su espejito, etc... Quien ordena que la joven sea abandonada en el bosque y todo lo demás... (ahora que lo pienso, supongo que no le estoy haciendo spoiler a nadie... ¿O SÍ?). 

Pero resulta que el bosque aquí no es tal, sino una metáfora para definir el mundo exterior a la mansión, a la burbuja -aunque tampoco en el mejor sentido del término- en el que hasta ese momento había vivido la joven, perdida ahora en una sociedad dura, cruel e incluso depravada, en la que Snowhite debe ganarse el pan trabajando en la taberna" Lilly & Putt", de los hermanos Dimes. Va quedando claro que esto no es una versión para niños de la historia: Ana Juan aprieta un poco más las tuercas a sus personajes y no les ahorra ni violencia -empezando por la sexual-, ni conocer la droga o las perversiones... Tampoco una sutil ironía, que se refleja en las alusiones a otras obras literariaas (el evidente Gulliver, pero también el aire dickensiano de toda la historia) o pictóricas (para empezar, el expresionismo en blanco y negro de las ilustraciones, pero también algún momento "bosquiano" a costa de los enanos Dimes).

Y aquí llegamos, por fin (ya acabo), a la parte gráfica del libro... He de decir que a mí, en principio, no me entusiasma el estilo de Ana Juan, mórbido y redondeado, aunque es cierto que sus ilustraciones suelen encerrar más contenido del que se ve a simple vista y merecen una contemplación detenida. En este caso, además, las láminas en blanco, negro y grises se ven  complementadas con pequeñas figurillas silueteadas en negro. Ilustraciones todas muy a tener en cuenta, además, porque en este libro no son un mero reflejo de lo escrito, sino que  forman parte de la narración. Ilustraciones que van desde lo humorístico a lo terrorífico, de lo costumbrista a lo irónica y morbosamente erótico... En fin, un libro que, pese a su brevedad, merece sumergirse en él y explorar algunos aspectos turbios, pero fascinantes, de los cuentos que les contamos a nuestros hijos... y sobre todo a nuestras hijas. Quizás deberíamos contarles la versión de Ana Juan, para que vayan prevenidas, no sé.






lunes, 28 de diciembre de 2015

Rufus T. Firefly: El Gran Engaño

Idioma original: inglés
Título original : The Great Hoax. Trues and Lies in the Spanish Literature
Año de publicación: 2015
Valoración: sorprendente


Demoledor. Tremebundo. Apocalíptico. Fatal... Así ha sido calificado este libro que está haciendo temblar los cimientos de la literatura española. Más aún, de los clásicos dorados de la literatura española... Y eso, sin haber sido aún traducido al castellano ni, claro está, publicado en España (y dudo mucho que alguna vez lo sea). Aunque también hay quien considera las tesis defendidas en el libro de otras maneras: Inconcebibles. Increíbles. Fantasiosas. Timo... En cualquier caso, este libro del prestigioso (admito que mi total ignorancia a este respecto) hispanista y profesor de literatura española comparada, en la Trump University de Atlantic City (NJ), Rufus T. Firefly, no ha dejado indiferente a nadie, más allá, incluso, del especializado circuito de los hispanistas norteamericanos. No es para menos: las afirmaciones que defiende el profesor Firefly difícilmente pueden dejar indiferente a ningún estudioso o incluso mero aficionado la literatura.

Según la teoría defendida por el profesor, los bombardeos sobre Madrid durante la Guerra Civil arrasaron en buena medida tanto la Biblioteca Nacional, destruyendo fondos de incalculable valor, como el Archivo Histórico Nacional, dándose además el caso de que gran parte de las obras de referencia al respecto fueron destruídas también durante los combates de la Ciudad Universitaria -recordemos los libros utilizados para levantar parapetos- y los tres años de sitio que sufrió la capital de España. Paradójicamente, el bando "nacional" vencedor de la contienda se encontró sin las fuentes de una historia literaria nacional que poder oponer a la de los países que en ese momento se le antojaban rivales, aunque fuera meramente en el ámbito cultural. Deseoso de poder presumir de sus glorias patrias, que además debían servir para cimentar la automitología del nuevo régimen, el gobierno franquista -el profesor Firefly sospecha que la sugerencia fue de Sánchez Mazas, aunque parece que el mayor valedor de la idea fue el "cuñadísimo" Serrano Suñer, conocido por su sagacidad- puso en marcha una operación de "recuperación" de la tradición literaria española: la Operación Calíope, también conocida en ciertos círculos criptohumorísticos del régimen como "Chotacabras".

Bajo la dirección de uno de los más destacados hombres de letras del momento (de los que quedaban vivos y en España,  se entiende),  el Bardo de la Patria, el insigne José María Pemán, un selecto grupo de profesores y literatos fieles al nuevo régimen victorioso -Firefly habla de Laín Entralgo o de un joven y ambicioso Cela- se dedicaron a reconstruir, cuando no directamente a mixtificar, desde el romance seminal de la épica patriótica hispana, el del Mío Cid -cuyo protagonista es, al parecer, de dudosa existencia- a la inverosímil Celestina; de la absurda metafísica calderoniana a la cursilería de las Sonatas de Valle-Inclán (escritor que, como tantos otros estudiados y a veces leídos por generaciones posteriores, nunca existió... en este caso, las fotografías que lo muestran son retratos tomados a un pintoresco chamarilero del Rastro madrileño, célebre por sus barbas y por estar un poco tocado del ala). 

En otros casos, se respetó la existencia de autores reales -de los que se conservaba cierta documentación-, pero adaptando sus características a la conveniencia del gobierno o según la ideología dominante. Así, se eliminó de la obra de García Lorca toda referencia a sus veleidades falangistas y se le atribuyó malévolamente una condición homosexual que el poeta granadino estaba lejos de detentar, con el fin de justificar (según, ya digo, el punto de vista de aquel régimen fascista) su muerte en un confuso episodio de espionaje y doble juego. En cambio, se negó cualquier tipo de querencia hacia su mismo sexo en uno de los autores con más pluma -en todos los sentidos- del Siglo de Oro: don Francisco de Quevedo (cuyos conocidos versos: "No he de callar, por más que con el dedo..." serían, por ejemplo, referencia á clef a cierta riña con su furtivo amante Góngora sobre la conveniencia o no de salir del armario). Ni que decir tiene que se cambió de arriba a abajo todo el sentido del argumento de El Buscón y se obvió toda explicación sobre lo que iba buscando don Pablos,  en realidad...

¿Sorprendidos? ¿Asombrados, incluso? Pues Rufus T. Firefly va incluso más lejos. Según el profesor norteamericano, en la Operación Chotacabras participaron también prisioneros de guerra republicanos que, por su condición de intelectuales o profesores -incluso algún maestro de primaria- fueron apartados de los trabajos forzados para dedicarse a la elaboración de estas falsificaciones literarias: así, mientras unos esclavizados presos construían el Valle de los Caídos, otros, recluidos en su abadía, se dedicaban a esta invención sin precedentes en la Historia de toda una literatura nacional (de hecho, Firefly cuenta que su primera pista sobre la operación la obtuvo al caer en sus manos, de forma casual, el diario de uno de los abades del Valle. Y que en una de sus estancias allí para investigar lo ocurrido, trabó conocimiento nada menos que con el Ministro del Interior español, quien, aconsejado por la Virgen de las Angustias, le puso en contacto con un misterioso agente Marcelo, del CNI, que le sirvió de gran ayuda).

Estos prisioneros se ocuparon, además, de las falsificaciones e invenciones más llamativas y flagrantes, quiźa por su garantizada discrección, pues tendían a "desaparecer" una vez completada su misión; de los cruciales Episodios nacionales se ocuparon un historiador marxista y un ex-funcionario del Ministerio de Agricultura que escribía cartas para otros presos. El caso más llamativo, por supuesto, es el de El Quijote, obra, al parecer, de un profesor de Bachillerato de Tomelloso, Miguel Rinconete Cortado, que se limitó, en principio, a transcribir anécdotas de juerguistas y chascarrillos de un tío suyo de Campo de Criptana, apodado "el Cerbantana". Especialmente doloso es también el caso de la principal novela picaresca española, cuyo autor fue "desaparecido" antes de poder firmar el trabajo, por lo que se firmó como tal uno de los libros anónimos más famosos de la literatura universal...

¿Les resulta increíble toda esta historia? Motivos hay, desde luego... ¿Cómo pudo prosperar esta "estafa" sin despertar la alarma no ya de los estudiosos españoles -cómplices, exiliados o muertos- sino de los otros países europeos o amercanos? Bien, recordemos que en aquellos años 40 el mundo estaba pendiente de otros asuntos más acuciantes que la verosimilitud de la literatura española... En fin, el profesor Firefly promete aportar el grueso de sus pruebas -irrefutables, según él-, en próximas publicaciones. Veremos entonces hasta donde llega la verosimilitud de sus tesis, pero de momento, éstas ya han servido para remover hasta lo más profundo la historia de la literatura española, uno de los símbolos culturales y hasta políticos señeros de la España de los últimos 500 años.

miércoles, 24 de junio de 2015

J. M. Coetzee: Foe

Idioma original: inglés
Título original: Foe
Año de publicación: 1986
Traducción: Alejandro García Reyes
Valoración: está bien

La reciente lectura de un cuento de Gabriel Rodríguez García, Viernes y yo, una variación humorística sobre la historia de Robinson Crusoe, me trajo a la memoria un par de libros que ya parecen un tanto viejunos -perdón por el palabro-, pero que supusieron ambos un acontecimiento literario, en sus respectivos -y no tan lejanos- momentos de aparición: Viernes o la Vida Salvaje, de Michel Tournier y, sobre todo, este Foe, de J.M Coetzee, buen ejemplo de la novela posmoderna ochentera.
La historia parte también de una variante de la celebérrima novela de Daniel Defoe: una mujer inglesa, llamada Susan Barton es abandonada en pleno océano por la tripulación amotinada de un barco y como naúfraga, llega hasta un islote en el que ya sobreviven un tal Cruso (sic) y su criado, esclavo o protegido negro, Viernes. Las condiciones de la isla no tienen nada que ver con el paraíso tropical de la novela de Defoe... en el islote apenas hay nada más que pedruscos, matojos y una bandada de monos que traen por la calle de la amargura a Cruso, aunque también le sirven para abastecerse de pieles. Susan trata de adaptarse como puede a ese cautiverio forzoso, lo mismo que a sus dos peculiares compañeros de infortunio, pero también salvadores, aguardando siempre-ella, porque los dos hombres no parecen demasiado interesados- el momento en que llegue algún barco y les rescaten.
Hasta ahí la historia, mal que bien, transcurre por derroteros conocidos. o al menos familiares para el lector. Pero a partir de este momento (y espero no destriparle a nadie el argumento, pero para hacer una tortilla hay que romper huevos), la novela toma un rumbo diferente y se convierte en otra cosa. Si hasta este momento se podría intuir un cierto carácter simbólico en los personajes, que bien podrían ser una metáfora de la institución familiar o también de la situación política del país de origen del autor por aquellos años (los negros dominados por los blancos inmovilistas, frente a los vientos de cambio que traían los nuevos tiempos), a partir de aquí se convierte en una suerte de parábola metaliteraria sobre la relación del escritor y sus personajes, en una reflexión sobre el propio acto de escribir, en una alegoría de las propias musas literarias... y así es como, poco a poco, la narración comienza a hace aguas y es ella la que acaba por naufragar, al menos como una historia novelada en la que interese en algo el devenir de los personajes, más que sus reflexiones -o preguntas y dudas, más bien- sobre diferentes aspectos de la existencia real y de la existencia en la ficción. Y no es que sean cuestiones mal planteadas o que carezcan de interés, pero queda bastante claro que le interesaban, sobre todo, al señor Coetzee, como escritor y supongo que también , podría ser que a otros escritores... pero no sé si le ocurre lo mismo a sus lectores, o al menos al que da su opinión en esta reseña.
Y que conste, por si hay dudas, que John Maxwell Coetzee escribe que da gusto leerlo: por lo menos si se toman sus párrafos uno por uno; no cabe duda de que es todo un virtuoso de la escritura. De hecho, es esta excelencia en el estilo la que mantiene en pie casi toda la novela, cuando menos a partir de un cierto momento, cuando uno empieza a preguntarse adónde diablos quiere llegar el autor. Y es la que hace que se llegue al final de la novela sin demasiadas dificultades (también ayuda la brevedad del libro, que todo hay que decirlo). pero eso no significa que al final no quede cierta sensación de perplejidad, cierta insatisfacción -si no decepción- por haber asistido más a las elucubraciones y divagaciones de un autor sobre su propio oficio que a la lectura de una novela como tal; todo lo metaliteraria que se quiera, de acuerdo, pero con su sopa, sus garbanzos y todos sus sacramentos... Sota, caballo y rey.


miércoles, 19 de febrero de 2014

James Finn Garner: Cuentos infantiles políticamente correctos


Idioma original: inglés
Título original: Politically correct bedtime stories
Año de publicación: 1995
Valoración: está bien

Puede que, a primera instancia, este libro nos parezca una mera broma o una especie de parodia. Puede que esa sea parcialmente la intención del autor. No obstante, bienvenidos los libros que nos hacen pensar y este brevísimo (apenas una horita de lectura cómoda y relajada, ayudada por el estar siempre situados en territorio que nos es familiar) y entretenido experimento disfruta de esa cada vez más extraña cualidad.
Nos hace pensar acerca de la hipocresía social aún arraigada en nuestro entorno. Nos hace pensar en las increíbles e intragables cursilerías con que castigamos a nuestros hijos. Ah. Y qué decir de esas dobles interpretaciones que subyacen, una tras otra, tras esos inocentes historias. Señores, que hasta Blancanieves y los siete enanitos ha tenido ya (y no antes de ayer) su versión en cine X. Así que lo que hace James Finn Garner tiene su gracia.
Tómese cuentos que tildan a las princesitas de seres inferiores sólo preocupados por su aspecto físico, o cuentos que menosprecian la capacidad física de seres de avanzada edad. Algunos, en sus versiones originales, tan intrínsecamente crueles y bárbaros. Despójense de todas esas cuestiones que ahora tanto nos obsesionan, y tan impropias encontramos, y trúfense de eufemismos de esos que entusiasman a la prensa ávida de encontrar nichos de mercado, de ésos que acaban resultando tan socorridos y veamos si todo ese contenido, adaptado a la realidad, no nos resulta grotesco. Lo es: tan grotesco en su intento de no ofender como triste que en sus tiempos se tomaran con toda normalidad y fuesen ejemplificadores. Ay, señores, los tiempos nos los han cambiado, sí, y en ciertos aspectos, mal que pese a los fans del apocalipsis, para mejorar. Aunque he de decir que, pasados algunos cuentos, la cosa empieza a cansar un poquito. Una vez ya hemos visto que el juego consiste casi en un buscar/reemplazar y que algunas imágenes nos han resultado acertadas (los lobos convertidos en especuladores inmobiliarios, las inocentes doncellas convertidas en iconos de la militancia igualitaria) entonces echamos de menos lo que represente algo más que tomar una idea del pasado y satirizarla. Para pasar el rato sin otra pretensión.