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domingo, 20 de octubre de 2024

Zoom: Hermana de Jon Fosse

Idioma original: Noruego
Título original: Søster
Año de publicación: 2000
Traducción: Cristina Gomez-Baggethun
Valoración: Recomendable

Dice la faja de Hermana que la obra obtuvo el Premio de Literatura Juvenil de Alemania 2007. No os dejéis engañar: Hermana es un texto perfectamente disfrutable, también, para un público "adulto".

Sea como fuere, estamos ante una nouvelle o relato "largo" de unas 45 páginas (que se lee de una sentada, vaya) que plantea una historia de iniciación en la que miedos adultos y ansias de libertad infantiles se sitúan frente a frente.

Un comienzo melancólico / poético da paso una narración atolondrada y plagada de reiteraciones, producto del uso por parte del autor del estilo libre indirecto. 

Creo que ese es uno de los principales aciertos de Fosse. Porque cuando el protagonista es un niño de 4 años tienes dos opciones:

  • utilizar el flujo de conciencia, la primera persona, y que la voz suene impostada y poco creíble (me viene a la mente El príncipe destronado de Delibes o Helena o el mar del verano de Ayesta (sí, me podéis lapidar), o
  • utilizar el estilo libre indirecto y penetrar así en los pensamientos del protagonista sin cerrarte puertas a descripciones u observaciones de corte más poético que en la voz de un niño de 4 años quedan extraños. No digo que no pueda haber poesía en la mirada de un niño de 4 años, pero el riesgo de descarrilamiento es muy alto.
Además, y como ya decía al comienzo de la reseña, destacaría la complejidad detrás de la aparente sencillez, ya que una historia mínima como esta da pie a reflexiones de mayor calado y contenido de lo que inicialmente podria parecer. ¿Será ese un requisito necesario para hablar de buena literatura juvenil?

En el lado menos favorable cabe mencionar las opciones que asoman y que no acaban de salir a la superficie (ay, la madre de los enanicos). Hermana me deja la sensación de ser un boceto o parte de un proyecto mayor aunque, en el fondo, no creo que importe demasiado.

jueves, 12 de septiembre de 2024

Henrik Ibsen: Espectros

Idioma original: noruego
Título original: Gengangere
Traducción: Cristina Gómez-Baggethun (en castellano para Nórdica)
Año de publicación: 1881
Valoración: está bien


Siempre supone cierta dificultad reseñar obras de teatro en su formato literario, pues uno debe recrear mentalmente escenarios y espacios y gran parte del texto se centra en los diálogos entre personajes por lo que el lector debe estar dispuesto a casi formar parte de un imaginario elenco actoral y entrar mentalmente en el escenario. Y el éxito de tal empresa depende en gran parte de la propia historia narrada.

En esta obra, escrita a finales del siglo XIX, intervienen únicamente cinco personajes y se descompone en tres actos correspondientes a los habituales momentos narrativos (introducción, nudo y desenlace). La historia empieza con una escena entre Regina (la asistencia de la señora Alving) y su padre, quien pretende convencerla de que deje el hogar donde está realizando las tareas domésticas y marche a vivir con él para trabajar en una especie de mesón para marineros. La chica descarta la propuesta ya que no se fía del negocio que tienen pensado hacer su padre ni tampoco de él, pues es alguien de vida algo errática. En paralelo, vemos como Osvald, el hijo de la señora Alving, ha vuelto de un viaje al extranjero y se encuentra a su madre hablando con el reverendo del pueblo acerca de la construcción de un asilo financiado por ella. La aparición del hijo y los detalles de su vida en el extranjero alarman al reverendo, pues la mentalidad del joven ha cambiado desde que se fue, abandonando las costumbres más arcaicas y cerradas para ver la sociedad desde un punto de vista más abierto; así, Osvald defiende que las parejas puedan tener hijos sin casarse y convivir en un mismo hogar, ideas con las que su madre está de acuerdo pero que enervan al reverendo, quien le discute sus ideas y conceptos sobre la libertad afirmando que «en esta vida es pura rebeldía esperar la felicidad. ¿Qué derecho tenemos las personas a ser felices? No, señora, ¡lo que tenemos que hacer es cumplir con nuestro deber!». Unas ideas anticuadas que reafirma, hablando a la mujer de su difunto marido y la vida de excesos que llevaba, al decir que «una esposa no ha de erigirse en juez de su marido. Tenía usted la obligación de llevar con humildad la cruz que una voluntad superior había considerado oportuno concederle». A partir de esa puesta en escena y conflicto candente, se desarrolla la acción en un continuo contraste entre mentalidades e ideologías al que se añade situaciones del pasado de los implicados que provocan no pocas discusiones y revelaciones que ponen en riesgo el frágil equilibrio familiar y social de los personajes. 

Como ya ha demostrado es múltiples ocasiones, Ibsen sabe encontrar los conflictos sociales y morales de sus personajes y los somete a momentos de confrontación, mostrando de esta manera las costumbres de una sociedad que se va abriendo a nuevas ideas y visiones del mundo. No podemos olvidar que estamos a finales del siglo XIX, una época en que las ideas de Ibsen colisionaban de lleno en una sociedad donde el modelo de familia (con gran influencia de la religión) era poco menos que intocable por lo que su valentía y atrevimiento le otorgan aún más valor de lo que el propio texto merece. Por ello, a pesar de que no es una de sus mejores obras, Ibsen siempre debe tener un espacio destacado en nuestro bagaje lector, pues la influencia de su obra en la historia de la dramaturgia es incuestionable.

Tal y como dice una de las protagonistas en el texto, en plena confesión al reverendo, «he tenido la sensación de estar viendo espectros. Aunque yo diría que espectros somos todos (…) y no solo porque carguemos con la herencia de nuestros padres. Tenemos además muchas opiniones viejas y muertas». Y no le falta razón, pues la herencia de nuestro pasado sigue presente en nosotros, a veces con valores nobles y vigentes, pero también con mentalidades encerradas y arcaicas que conviene enterrar para que no asomen e impidan avanzar en derechos y libertades.

martes, 3 de septiembre de 2024

Jon Fosse: Ales junto a la hoguera

Idioma original: noruego
Título original: Det er Ales
Traducción: Cristina Gómez-Baggethun en castellano para Random House
Año de publicación: 2004
Valoración: muy recomendable


Bien es conocida mi devoción por los autores nórdicos, por su extraña habilidad en narrar sin describir la soledad, la oscuridad que reside en nosotros, la sensación de desamparo en incluso abandono en relación al mundo que nos rodea. Fosse sigue esa tradición tan arraigada desde tiempos de Hamsun o Strindberg, precursores del stream of consciousness, y la rodea de un aura más enigmática, menos visceral o pasional pero sí más introspectiva si cabe.

Empieza el relato de manera muy oscura e inquietante: Signe se ve a sí misma en su hogar, un martes de finales de noviembre de 1979, justo el día en el que Asle, su pareja, desapareció. La visión que tiene es la de entrar de nuevo en la habitación y verlo a él, en la oscuridad de una tarde de otoño, «mirando hacia fuera en la oscuridad, con su pelo largo y oscuro y su jersey negro». Una oscuridad que le rodea y le abraza, atisbando fuera sin ver nada, solo mirando la oscuridad, la falta de luz, la nada. Una oscuridad que se funde con él, conformando una sola cosa, pues apenas logra distinguirle y que le transmite una inquietud, un nerviosismo, cuestionándose «¿por qué lo hace? (…) ¿Por qué está ahí de pie, sin más, cuando no hay nada que ver? » Él, en su ensimismamiento, dice que está pensando en ir otra vez a ver los fiordos, en su pequeña barca, a pesar del mal tiempo y del frío, a pesar de que está oscuro y estamos a finales de noviembre, a pesar del viento y las olas. Porque él es una persona solitaria, tímida y callada, y necesita la soledad. Una salida al exterior de la que sabemos que ya no regresará, dejándola a ella rodeada de dudas y preguntas lanzadas al aire sin más retorno que el del eco de sus miedos y temores ante una presencia que puede que no vuelva jamás.

Tal y como vimos en «Blancura», el autor se sirve también en esta obra del monologo interior; sin embargo, en este caso, lo hace desde distintas voces que ejercen como narradores, pues el libro es un monólogo continuo aunque en esta ocasión la narración se comparte entre diferentes personajes (principalmente la pareja protagonista) en una alternancia que Fosse domina a la perfección e intercambia sin saltos, sin pausa, sin apenas puntos y aparte; todo fluye de manera natural en su relato, todo está perfectamente armonizado y la narración en tercera persona es, en este caso, lo opuesto a un narrador omnisciente, pues Fosse narra en tercera persona lo que sus personajes hacen o sienten de una manera tan próxima que parece que sean ellos mismos los que nos lo digan, parece que estés en sus cabezas y sientas lo mismo que cada uno de ellos, logrando que sea muy fácil empatizar con una narración tan sencilla pero a la vez tan profunda. De hecho, es como si los personajes estuvieran disgregados y se narraran a ellos mismos, cosa que en ocasiones sí ocurre realmente de manera que se ven desde fuera en una especie de proyección que le permite al autor analizar y narrar sin interferencia directa de la distorsión propia del sujeto protagonista.  La narración en tercera persona le da un rigor y un punto de objetividad aún y sabiendo que quien narra es el propio protagonista constatando con ello que Fosse tiene un gran talento para conseguir una proximidad absoluta con los protagonistas sin que sea necesario recurrir a la narración en primera persona per se.

Tras esta escena inicial a partir de la cual prosigue el relato de manera continua, la narración se centra en ese fatídico día, en esas últimas palabras intercambiadas entre ambos, en esos últimos gestos, en la decisión sobre si era conveniente salir o si no lo era; esos recuerdos la invaden y la golpean, porque, a pesar de que han pasado muchos años, un par de décadas, ella sigue recordándolo, recordando no únicamente esos últimos instantes sino también su vida, su relación, su infinita presencia en su casa, la manera en que copaba cada uno de los espacios y las conversaciones, dejándola a ella sola ante su presencia, sola antes sus ideas, sola antes sus necesidades intentando que de algún modo aflorara su personalidad. Pero, aun años después sigue recordando ese último encuentro, su interminable presencia, sus silencios y la soledad que la contagiaba. Y en este continuo análisis en el que se van intercambiando los pensamientos de ambos, se añaden a la historia otras voces pertenecientes a la familia, a su pasado, a un linaje de varias generaciones que arrastran fantasmas, pérdidas e infortunios.

El estilo de Fosse te atrapa y te sumerge en un estado en el que consigue arrastrarte en sus pensamientos, sus inquietudes, sus angustias, sus cuestionamientos y el abrazo permanente a una soledad con el que busca acercarse a aquello que somos y aquello en lo que nos hemos convertido. El autor noruego sabe cómo pocos llegar a esos sentimientos tan íntimos, tan oscuros y a la vez tan esperanzadores al descubrir que aún hay literatura que consigue llegar a nuestro yo más interno y ver que quizá sí estamos solos, pero que no somos los únicos.

También de Jon Fosse en ULAD: BlancuraEl otro nombre (Septología I)

martes, 30 de julio de 2024

Liv Arnesen: Las niñas buenas no van al Polo Sur

Idioma original: Noruego
Título original: Snille piker går ikke til Sydpolen
Año de publicación: 1995
Traducción: Cristina Gómez Baghettun
Valoración: Recomendable 

Liv Arnesen fue, allá por 1994, la primera mujer en llegar en solitario al Polo Sur. Esos dos datos, primera mujer y en solitario, son fundamentales a la hora de hablar de este libro porque tanto uno como el otro determinan su contenido.

Así, este "Las niñas buenas no van al Polo Sur" inauguraría una nueva categoría que podríamos definir como literatura polar de género, aquel por obvio y este por su carácter más o menos excepcional en el círculo de aventureros polares.

Literatura polar, por supuesto, ya que el libro es, en términos generales, la historia de su viaje al Polo Sur, pero con un fuerte componente de género. Desgraciadamente, Arnesen no lo tuvo igual de fácil que aventureros hombres (los estereotipos y tabúes tan difíciles de romper, la incomprensión, la mayor dificultad a la hora de encontrar patrocinadores, etc) y lo deja bien a las claras en la primera parte del libro. Sin victimismos, pero llamando al pan pan y al vino vino.

Pero además de esto, el texto tiene varias subvariantes que lo hacen diferir del clásico relato de expediciones polares. 

Por un lado, bascula entre el pasado histórico, el pasado más reciente y el presente porque el viaje no comienza al llegar a la Antártida y la idea del viaje no nace de la nada. Los pioneros Nordenskjoll, Nansen, Amundsen o Shackelton y viajeros más recientes como Erling Kagge son figuras clave para entender la atracción de Arnesen por la inmensidad blanca y azul de las regiones polares, y sus historias se entrelazan con la de la propia autora. Además, la parte dedicada a la preparación e intendencia (en su más amplio sentido) es tan importante o más que el propio recorrido en el continente helado.

Por otro lado, el texto tiene un marcado carácter intimista. Mientras que en su primera mitad predominan las reflexiones sobre sueños o metas, en su segunda mitad priman los comentarios sobre la propia interioridad, las tensiones y los miedos derivados del propio viaje y la forma de afrontarlos.

Este carácter intimista hace que a la historia de Arnesen le falte algo de "épica", tanto es así que la propia autora se refiere a sí misma "no como descubridora sino como turista extrema que está en la Antártida solo por el placer de hacer la ruta". No es que el viaje no la tenga (que Liv se hizo más de 1100 kilómetros esquiando y tirando de un trineo de 100 kilos de peso, joder!!) pero la autora opta por otra vía y eso es algo que puede decepcionar a quien busque algo más clásico.

Pero si buscas una aventura polar contada desde un punto se vista diferente y narrada de forma amena y sencilla, esta puede ser vuestra historia.

jueves, 18 de abril de 2024

Jon Fosse: El otro nombre (Septología I)

Idioma original: noruego

Título original: Det andre namnet

Traducción: Cristina Gómez Baggethun y Kirsti Baggethun

Año de publicación: 2019

Valoración: Muy recomendable


Estas cosas a veces pasan, pocas veces pero algunas sí. Ahora ya sé que Jon Fosse es un autor bastante prolífico, que lleva como cuarenta años publicando novela, teatro y poesía, y candidato in pectore al Nobel desde hace tiempo. Pero yo, ignorante de todo esto, le descubro por pura casualidad, podríamos decir por intuición, en la estantería de cierta librería de la que he hablado varias veces. Un libro que parecía tener algo interesante, el primero de una septología (¡), algo que ojeando sobre la marcha tenía pinta de prosa moderna, fresca… El caso es que el libro pasa a la cola de los pendientes, y queda ahí en la balda colocadito cerca de otros autores nórdicos, como Enquist, Ulven o Kivirähk. Y de repente, resulta que le dan el Nobel. Por una parte, me siento un poquito orgulloso de mi olfato literario, y por otra algo avergonzado de haberle tenido cogiendo polvo tanto tiempo.

La citada septología es una de sus obras más recientes, iniciada en 2019, y la que tenemos aquí, la primera de sus entregas que, por lo poco que sé, parece muy influenciada por algunas experiencias personales en relación con el alcohol y la religión.

El monólogo interior es un recurso narrativo del que yo creo que se ha abusado un tanto. Quizá seduce a algunos autores porque, aunque es ya bastante antiguo, conserva una apariencia moderna, más aún si se fuerzan un tanto las reglas de la sintaxis o se escamotean signos de puntuación, por ejemplo. Además, parece algo fácil de utilizar, suficiente con largar parrafadas mezclando muchas cosas, dejar fluir el pensamiento y generar una sensación de confusión e intensidad. El resultado no siempre es bueno, pero cuando se consigue, la lectura se hace sugerente y la información va calando de forma penetrante.

Jon Fosse lo hace muy bien. Su monólogo se funde a ratos con un relato en primera persona, y en él encontramos reflexiones, recuerdos, deseos, tal vez sueños, escenas reales, sin que sea posible, y es uno de sus grandes logros, determinar a cuál de estos grupos pertenece lo que se cuenta. Se presentan simultáneamente en un mismo relato, de apariencia coherente, distintas posibilidades de una misma vida, las opciones que se abandonaron y las que el destino convirtió en imposibles, todo protagonizado por un único personaje que se desdobla, se observa a sí mismo o a su otro yo posible, e interactúa en aquellos otros escenarios, pasados o imaginados, quizá intentando enmendarlos, o solo para rememorarlos. Si quieren, la monserga de la autoficción, sí, pero que cuando se le hace funcionar de verdad es una opción tan válida como otra cualquiera.

El pintor que colocaba los cuadros vueltos contra la pared hasta no haber encontrado en ellos la luz que buscaba, el alcohólico al borde del colapso, el hombre que perdió a su pareja y que no recuerda si tuvo un hijo o solo lo deseó, uno y varios personajes que desde sus pequeñas casas aisladas parecen ser atraídos hacia la ciudad, donde quizá se encuentre el nudo donde se reúnen todas las trayectorias. 

Esa inmersión entre tinieblas y nieve que cae incesante tiene algo de insana, provoca cierta desazón y transmite el profundo cansancio que pesa sobre el protagonista. Pero al lector, a mí al menos, le deja la gratificante sensación de darse cuenta de que está fuera de ese mundo sombrío y aplastante, y puede disfrutar de maravillosas escenas como la de la pareja que pasa el rato en un solitario parque infantil sin más aliciente que el sentirse juntos, o las sucesivas caídas del pintor, quizá un guiño bíblico, a la espera del aguardiente. La doble presencia del lector, dentro y fuera del relato, por momentos sumergido en la narración, viendo, sintiendo, quizá sufriendo, y un segundo después a salvo en el sillón de su casa.

Mucho talento para llevar a buen puerto toda esta complejidad, mejor dicho, primero crearla a partir de algo de apariencia tan sencilla, y después desarrollarla y culminarla creando la atmósfera adecuada, solo a base de inteligencia, buena mano y una prosa limpia, sin trucos ni artificios. Vamos, calidad como para dejarle a uno a muy poco de ir a por el segundo volumen, y empezar a corregir errores.


Otras obras de Jon Fosse reseñadas en ULADBlancuraAles junto a la hoguera

miércoles, 14 de febrero de 2024

Jon Fosse: Blancura

Idioma original: noruego
Título original: Kvitleik
Traducción: Carolina Moreno Tena en catalán para Galaxia Gutenberg y Cristina Gómez-Baggethun para Random House
Año de publicación: 2023
Valoración: recomendable


Debo confesar que Jon Fosse era un auténtico desconocido para mí (y creo que es algo extensivo a los miembros de ULAD) pues no teníamos ningún libro reseñado del reciente ganador del Premio Nobel de Literatura. Así que, entre que haya sido merecedor de tan reconocido galardón, junto con que sea un autor noruego (siendo la literatura escandinava una de mis preferidas), ha hecho que me haya adentrado en conocer su obra.

En este breve relato, que empieza in media res, sin en apariencia tener ningún propósito, parece que autor y protagonista comparten ese vacío momentáneo que el protagonista comparte y expone reconociendo que «no podía pensar en nada que quisiera hacer. Así que hice cualquier cosa. Subí a mi coche y conduje (…) seguí conduciendo hasta que el coche quedó totalmente atascado. Intenté dar la vuelta, pero no pude, así que detuve el coche» y «me sentí vacío, como si el aburrimiento se hubiera convertido en vacío».

De esta manera empieza este brevísimo libro, con el protagonista compartiendo una ansiedad por encontrarse en el final de un camino rural sin posibilidad de dar la vuelta, sin la opción de volver atrás en «la carretera más aburrida por la que uno puede conducir». Allí, al final del camino ve que no tiene salida, que delante de él únicamente hay un gran bosque que se alza intimidatorio. Y confiesa, con esta gran metáfora sobre lo que intuimos que es su vida, su soledad y su rutina. Y en la búsqueda de una granja donde pueda encontrar alguien que le ayude, quizás alguien con un tractor, empieza a andar sin saber qué dirección tomar. Y comienza a nevar, y empieza a tener frío, y piensa que «me voy a helar hasta morir» y que «puede que quizá por eso me he adentrado a pie en el bosque, para helarme hasta morir. Pero no quiero morir». Y empieza a nevar, y a oscurecer, y sigue nadando en la oscuridad. Y en la oscuridad ve una blanca silueta resplandeciente, quizá de una persona, más tarde de una pareja, quién sabe.

Con un claro sentido alegórico sobre el viaje, la pérdida y el camino que se abre (o se cierra) ante nosotros, el libro es un monólogo interno sin pausas, en las que el narrador relata las contradicciones internas constantes entre lo que quiere y lo que no, lo que debería hacer y lo que hace. De estilo en apariencia sencillo, la prosa de Fosse te atrapa, te sumerge como lector también en ese bosque y ese monólogo interno se comparte con el protagonista, encontrándote como lector rodeado de árboles y nieve y frío y soledad, pero una soledad casi reconfortante a pesar de estar perdido, solo, hambriento y sediento. Porque cuanto más te adentras en la lectura y en la soledad, más te sientes arropado en esa simbiosis extraña que la narración te produce, y, como le ocurre al protagonista, no sabes si adentrarte más en ella, en esa oscuridad abrumadora, o alejarte de ella.

Otras obras de Jon Fosse reseñadas en ULAD: El otro nombre (Septología I)Ales junto a la hoguera

martes, 26 de diciembre de 2023

Karl Ove Knausgård: La importancia de la novela

Idioma original: noruego
Título original: Hvorfor romanen er viktig
Traducción: Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo para Anagrama
Año de publicación: 2022
Valoración: muy recomendable

Creo que es innecesario, a estas alturas, reconocer mi admiración por Karl Ove Knausgård; un autor que, pese a sus múltiples detractores (entre los cuáles varios de ellos se encuentran en ULAD) también tiene muchísimos admiradores tras el fenómeno editorial, pero también lector, que supuso la publicación de «Mi lucha», una autobiografía novelada de más de tres mil páginas de alguien que, precisamente antes de esa publicación, era alguien desconocido con una vida bastante común. La cuestión es que su estilo, su contundencia y la radicalidad de su desnudez estilística supusieron un cambio abismal en la narración del yo.

En la breve obra que nos ocupa, basada en un discurso pronunciado por el autor en Londres en 2022, Knausgård afronta la compleja pregunta que supone, no la cuantificación, sino la cualificación de la importancia de la novela en nuestro mundo. De esta manera, el autor noruego, ávido lector y narrador desde la subjetividad de los hechos que nos rodean, empieza este brevísimo ensayo de apenas cincuenta páginas parafraseando a Rainer Maria Rilke quien dijo que «la música podía elevarlo —lo que en sí no tiene nada de especial—, antes de añadir: “Y bajarme a otro lugar”». Para Knausgård, la literatura provoca el mismo efecto, «esa extraña sensación que te invade cuando acaba de leer» y eso es algo que «ocurre con todas las novelas buenas: pueden llenarme por completo, pero solo en el momento; al acabar la lectura, la vivencia se desvanece». Cabe decir que en este aspecto no estoy de acuerdo con él, o al menos no enteramente; su afirmación es algo que me produce cierta inquietud pues para mí la buena literatura deja un poso, una sensación, que perdura mucho tiempo después de terminar la lectura, quizá no con la misma intensidad o la misma emoción compartida entre autor y lector, pero sí que nos cambia en parte y no de manera meramente puntual sino de forma sostenida.

Afirma el autor que «la lectura es cercanía, es acercarse a algo» en el sentido en el que cuando leemos contemplamos de manera atenta, buscando el detalle, los detalles que conforman el relato, porque «la novela mete cualquier idea abstracta sobre la vida, sea de carácter político, filosófico o científico, dentro de la esfera de lo humano, donde ya no está sola, sino que de golpea contra una miríada de impresiones, pensamientos y actos». Y ahí es donde radica su fuerza, en que esos pequeños detalles y reflexiones que van construyendo la narración son los que nos aproximan a ella; son ellos los que hacen que entremos de lleno en la historia y por esta razón menciona a Joyce y Proust destacando que ellos en sus obras «se meten debajo del relato para expandir el breve tiempo que dura. ¿Por qué? Porque es ahí donde vivimos». Del mismo modo, destaca también «Orfanato» de Zhadan (una lectura que tengo anotada desde hace tiempo), la cual «describe un suceso, una guerra, antes de que se haya convertido en historia, o, en otras palabras, mientas aún es realidad», porque la realidad de una guerra es mejor si es contada mientras ocurre, cuando los protagonistas aun no son ni conscientes de lo que implica lo que les está sucediendo, no ya a nivel global, sino en sus propias vidas. Ese es el verdadero suceso, el que conforman todos y cada uno de los cambios en la cotidianidad de muchas vidas sometidas a un futuro que siempre es incierto hasta que el resultado es tan nítidamente palpable que entonces sí, y solo entonces, se puede observar el impacto y la catástrofe a la que se han ido encaminando sin llegar a ser conscientes de ello plenamente. Es por ello que el autor afirma que «solo una novela es capaz de plantear los conflictos más importantes con los que nos encontramos sin encerrarlos en definiciones, sino dejándolos abiertos a sentimientos y experiencias»; ahí está el verdadero impacto y su realidad.

Knausgård es coherente con su obra, pues precisamente en «Mi lucha» lo que hace es justamente eso: llenar la narración de detalles cotidianos, momentos del día a día, acercándose a su propia vida para que, a partir de ella, podamos expandirla y quizá asimilarla con la nuestra propia. Y esa es justamente la importancia de su obra, en que siendo un libro muy extenso no lo empequeñece con innecesarios detalles sino que es, justamente y a partir de ellos, que su novela se ensancha y se abre a cada uno de los mundos que los lectores compartimos durante los momentos de su lectura porque «la novela da voz a esa experiencia, que así consigue un lugar. Ese lugar no existe en ningún otro sitio (…) ese lugar, ese mundo visto desde el interior y que se deja abierto, solo existe en la novela (…) La misión de la novela es encontrar el camino hacia ese lugar».

Concluye el autor afirmando que «la misión de la novela es entrar en el mundo y mantenerlo abierto». Y de ahí su trascendencia, pues gracias a ella podemos llegar a conocernos a partir de los demás, a otras épocas y personajes, porque sus vidas y reflexiones se confrontan con las nuestras, y el diálogo entre ambas se mantiene abierto mientras el recuerdo de la lectura siga vivo en nosotros. 

También de Karl Ove Knausgård en ULAD: La muerte del padre (y su contrareseña aquí), Un hombre enamoradoTiene que llover, Fin

martes, 18 de julio de 2023

ULAD hace Historia #2: Los reyes del río de Cat Jarman

Idioma original: inglés

Título original: River Kings. A New History from Scandonavian to the Silk Road

Año de publicación: 2021

Traducción: Ana Herrera

Valoración: más que recomendable 

Los vikingos están de moda o, cuando menos, lo han estado hasta hace poco. Prueba de ello son película  como The Northman, Valhalla Rising (para quien se atreva) o las basadas en los personajes de la mitología escandinava, aunque sea vía MARVEL... De igual forma podemos encontrar series como El Último Reino (basado en las novelas de Bernard Cornwell) o la directamente titulada Vikingos... Gracias a ellas la imagen de estos aguerridos nórdicos ha pasado de ser la de unos gordinflas con cascos con cuernos a la de unos bigardos tó mazaos vestidos de cuero y con tatuajes molones en el cuerpo (otra cosa que se ha puesto de moda). Eso, sin olvidar a las aguerridos vikingas en plan Xena, la princesa guerrera, que también han proliferado... De ahí que haya quien ve aquel mundo como una suerte de matriarcado, mientras los nazis de toda la vida se ponen ca... entusiasman recreándolo como el epítome de una supuesta raza aria.

En medio de este batiburrillo es de agradecer un poco de rigor histórico y buen tino, y eso es lo que nos proporciona este estupendo libro de la arqueóloga noruega Cat Jarman. Antes que nada, hay que decir que no estamos ante un manual al uso de toda la Historia de los pueblos nórdicos y ni siquiera de las expediciones vikingas. Jarman se centra sobre todo en ciertos aspectos de estas expediciones, el establecimiento de una extensa red tanto militar como, sobre todo, comercial, que les llevó tanto a Occidente como a las muy lejanas tierras meridionales y orientales desde su Escandinavia de origen. Nos propone un viaje que nos lleva desde el yacimiento de Repton en Derbyshire, vestigio del Gran Ejército que holló Gran Bretaña en el 874 hasta la populosa Miklagard -es decir, Constantinopla- y aún más allá: el Caúcaso, las costas del mar Caspio, Persia, Bagdad... Pasando, claro está, por enterramientos y ciudades comerciales de Noruega, Suecia, el Báltico, Rusia y Ucrania.

El hilo conductor que utiliza Cat Jarman para guiarse y guiarnos por todo este periplo está compuesto por varios objetos encontrados en los diferentes yacimientos. Objetos no demasiado aparatosos e incluso aparentemente modestos... pero sumamente reveladores, como una cuenta de cornamenta hallada en Repton y que muy bien podría proceder de la India. También, en otros capítulos, nos habla de un dírham de plata, una estatuilla de Buda encontrada cerca de Estocolmo, aros o torques de cuello o una pequeña representación de una guerrera, hallada por un detectorista de Dinamarca (esto es lo que menos me gusta del libro: que, hasta cierto punto, justifica la actividad de los 'piteros')... A partir de estos objetos, como digo, la autora va desarrollando diversos aspectos de la época vikinga, como la importancia de sus contactos con el mundo árabe, como atestigua la gran difusión de sus monedas por todo el Norte de Europa, el papel de las mujeres en la sociedad nórdica y, sobre todo, la órbita vikinga -también en sus campañas bélicas- o la compleja identidad de los rus, establecidos en aquella época en las cuencas de Dniéper y el Volga. 

Para estudiar y divulgar todos estos aspectos, Jarman no sólo se ciñe a las fuentes escritas y a los restos arqueológicos, en su aspecto exterior, sino que además echa mano de técnicas más recientes de la bioarqueología, como el análisis del ADN mitocondrial y de los isótopos de estroncio, para conocer el origen geográfico de los individuo estudiados. Lo cual nos lleva a la conclusión, por cierto, de que la sociedad vikinga era no sólo más compleja, sino también más variada étnicamente de lo que cabría pensar (y, desde luego, más de lo que pensaban los nazis y sus herederos), incluso en la propia Escandinavia.

En conclusión, no nos encontramos ante una exhaustiva y ordenada crónica histórica sobre la época vikinga, ni siquiera en clave de divulgación (como puede ser el también muy originalmente titulado Libro de Neil Price Vikingos, publicado en España por esta misma editorial), pero Los reyes del río es, sin duda, una muy entretenida y recomendable forma de conocer determinados aspectos de la misma; sobre todo lo que respecta a las relaciones entre las distintas zonas por la que se movieron aquellos legendarios navegantes, guerreros y, parece que de forma especialmente intensa, comerciantes nórdicos. Por ponerle un pero al libro, quizás acerca una cierta vocación de divulgación... hacia el público británico o anglófono -después de todo, su autora reside en Inglaterra-, que sospecho piensa que los vikingos no hicieron aparición en la Historia hasta el saqueo de Lindisfarne, en el 793 y desaparecieron tras la batalla de Stamford Bridge. Porque sospecho que los lectores del resto de Europa y no digamos ya de los países eslavos, tienen mucho más clara desde hace mucho la importancia de la presencia vikinga en diversos  lugares del continente, no sólo en las Islas Británicas. Pero, en fin, cosas del target editorial... Por lo menos, ya no hace falta aclarar que sus cascos no llevaban cuernos.

miércoles, 22 de marzo de 2023

Ingvild H. Rishøi: La puerta de las estrellas

Idioma original: noruego
Título original:  Stargate: en julberättelse
Traductora: Lotte Katrine Tollefsen
Año de publicación: 2021
Valoración: Recomendable 

Resulta algo anacrónico leer esta novela en marzo, como he hecho yo, porque, como todas las críticas y reseñas apuntan, y como indica también el subtítulo original astutamente eliminado en la versión española, esta es "una historia de Navidad". Se sitúa en diciembre, hay nieve para aburrir, y encima uno de los elementos centrales es un árbol de Navidad, o mejor dicho, muchos, muchísimos, muchisísimos árboles de Navidad.

Dickensiana. Ese es otro adjetivo que aparece en casi todas las reseñas de La puerta de las estrellas. Y es casi imposible no utilizarlo: las protagonistas son dos niñas, dos hermanas, Ronja y Melissa, pobres, extremamente pobres, cuyo mayor sueño es tener algún día un árbol de Navidad en casa. ¿Y por qué son tan rematadamente pobres las dos hermanas? Porque su padre es un alcohólico que no consigue mantener ningún trabajo, ni siquiera uno que le consigue su hija pequeña vendiendo árboles de Navidad (oh, the irony!). Después de un periodo de sobriedad viene otro de caída, y luego la culpa, la recuperación, la nueva (aparente) estabilidad... Solo Ronja, más pequeña, mantiene la esperanza y la ilusión por tener una vida normal (y un árbol de Navidad en su casa); Melissa, más madura y por eso más desencantada, solo contesta: "ya veremos, ya veremos".

Como buen relato navideño, este es también un libro de buenos sentimientos (aunque sin ser empalagoso): además de la ternura que surge entre la dos hermanas (con Melissa adoptando el papel de adulta protectora), también encontramos otros personajes que se preocupan por las hermanas y las cuidan de formas más o menos declaradas, como el conserje de la escuela de Ronja que conversa con ella, o como su vecino, el señor Aronsen, que finge no preocuparse pero que acaba adoptando una actitud paternal con la pequeña Ronja. Y tampoco falta, claro, el scrooge de turno, en este caso Eriksen, el dueño de la compañía de árboles de Navidad, que parece empeñado en boicotear los esfuerzos de las dos hermanas por salir adelante...

Con estos materiales, La puerta de las estrellas (que, por cierto, es el nombre de un bar, no tiene nada que ver con la mítica película/serie de ciencia ficción) podía haber resultado un pastiche, un cliché melodramático kitsch. Pero creo que la autora sostiene la novela sin caer en estos extremos, primero porque consigue equilibrar los aspectos duros (las borracheras del padre, la enfermedad, el hambre y el frío de las hijas) con los momentos tiernos o emotivos (las noches que las niñas pasan abrazadas, los gestos desinteresados del vecino o el conserje...) De hecho, la voz que narra la historia es la de la pequeña Ronja, lo que nos transmite su mundo de sueños, esperanzas y miedos. (La autora ha escrito también literatura infantil y juvenil, y demuestra tener una cierta proximidad con ese mundo maravilloso y terrible que es la infancia). Y también porque la novela está narrada de forma ágil, con capítulos cortos y elipsis, en que lo realista (no tremendista) se entrecruza con lo onírico. Además, dado que se trata de una novela relativamente corta (unas 170 páginas con muchos blancos), no tiene literalmente tiempo de hacerse pesada...

Recomendaría a posibles lectores que esperen a Navidad antes de comprarse esta novela, pero claro, estamos en marzo, y para diciembre ya nadie se va a acordar de esta reseña - y probablemente el libro haya desaparecido de las librerías porque, como todos sabemos, entre tanto habrán aparecido otras 600.000 novedades literarias imprescindibles. Así que, olvidad lo que he dicho: si os apetece leer una novela bonita, entrañable, triste y tierna, no esperéis, y abrid La puerta de las estrellas. La novela, quiero decir. Ya me habéis entendido.

martes, 16 de agosto de 2022

Roald Amundsen: Al Polo Norte en avión

Idioma original: Noruego
Título original: Gjennem luften til 88°nord (Amundsen-Ellsworths polflyvning 1925)
Año de publicación: 1926
Traducción: Augusto Mendoza Larsen
Valoración: Entre está bien y recomendable

Está claro que si por algo es conocido el noruego Roald Amundsen es por haber sido el primer ser humano en alcanzar el Polo Sur, tras una dramática carrera contra el tiempo y contra la expedición británica de Scott.

Pero además de este innegable logro, Amundsen llevó a cabo una serie de expediciones "aéreas" por los alrededores del Polo Norte que por sí solas lo hubiesen situado entre los grandes de la exploración polar. Esta que relata el libro que hoy traemos a este espacio es una de esas aventuras, concretamente la que tuvo lugar en el verano de 1925 y cuyo principal objetivo era sobrevolar una amplia zona del Ártico partiendo desde las Svalbard, pero que se vio en parte truncado e implicó unas "agradables vacaciones de 4 semanas" en pleno hielo.

A pesar de lo que el encabezamiento de la reseña puede indicar, "Al Polo Norte en avión" no es únicamente el relato de Amundsen de la expedición. De hecho, este ocupa solo la mitad (aprox) del libro, lo cual personalmente agradezco ya que los diversos anexos hacen del texto algo más completo y poliédrico.

Porque Amundsen sería un explorador del copón, pero el estilo de su texto no me acaba de convencer. Le veo demasiado genérico, frío y lacónico, hasta algo estirado diría, y excesivamente alejado de lo puramente humano, excepción hecha de la parte final del texto.

Más interesante me parecen, en el aspecto literario y "viajero", los apuntes del Teniente Dietrichson. Como que me transmiten más, vaya, gracias a una mirada más compasiva hacia el exterior, más profunda hacia el interior (divagaciones, dudas, temores...) e incluso con una pizca de humor.

Completan el volumen los casi telegráficos diarios de Ramm, periodista que acompañó a la expedición, las notas de carácter eminentemente técnico del Teniente Riis-Larsen (confieso que no me he enterado de una carajo, yo que soy incapaz de montar una estantería de Ikea) y las interesantísimas observaciones meteorológicas de Bjerknes, que contribuyen a ofrecer una visión mucho más completa de lo que los solos diarios de Amundsen harían. 

Por lo tanto, volumen algo irregular en su conjunto pero con páginas y capítulos que los amantes de este tipo de textos seguro encuentran de lo más recomendable. Yo, desde luego, las he hallado.

lunes, 16 de mayo de 2022

Kjartan Flogstad: Pyramiden. Retrato de una utopía abandonada

Idioma original: Noruego
Título original: Pyramiden, portrett av ein forlaten utopi
Año de publicación: 2007
Traducción: Mario Puertas
Valoración: No soy objetivo. Estos libros y estos temas me encantan

La fuerza expresiva de una "ciudad" minera abandonada por completo en pleno archipiélago de Svalbard, al norte del Norte. Para más inri, una "ciudad" soviética en pleno Ártico de soberanía noruega, lo que hace que la potencia de la imagen y su posible sentido metafórico se multiplique.

Cosas que a uno se le pasan por la cabeza a medida que "pasea" con Flogstad por Pyramiden: el abandono de la utopía, el contraste entre la "ciudad" soviética y la naturaleza virgen, el carbón prehistórico convertido en progreso y futuro... pero sobre todo Pyramiden como mausoleo de una época y una cultura, como vestigio en pie de otros tiempos.

Porque Pyramiden fue una especie de ciudad (con 2000 personas, como mucho) ideal construida por los soviéticos en los años 40 al pie de la explotación minera que le da nombre y que fue abandonada a mediados de los 90 tras el derrumbe del bloque del Este. Vamos, algo así como una "Utopía" en pleno Ártico, con biblioteca bien surtida, hospital, Palacio de la Cultura, polideportivo, busto de Lenin, etc, una especie de "respuesta" a los Vorkutá o Kolima de la época.

Pero Pyramiden no es un libro de viajes. O, al menos, no es un libro de viajes al uso. De hecho, diría que se acerca más a las crónicas viajeras de Kapuscinski porque lo que inicialmente semeja un recorrido por la historia de la explotación minera y de la ciudad se vuelve un texto diferente al inicialmente previsto en el que cabe el arte, la política, la economía, la antropología, la etnografía, la historia de la minería (en general) y la exploración, la ecología... 

Ahí radica, aunque parezca curioso, lo mejor y lo peor de este libro. Por un lado, que Flogstad opte por salirse de los límites de la "literatura de viajes" y convierta Pyramiden en algo mucho más amplio hace que el texto tenga un toque ensayístico que multiplica su potencialidad. Por contra, ese "tocar diversos palos" provoca que el interés se pueda "dispersar" en función de las preferencias del lector. En mi caso, por ejemplo, así como la parte "histórico-artística" me resulta acertadísima, la parte "económica" se me queda corta y la parte "etnográfica" me satura un poco. Cuestión de gustos y/o formación, supongo.

Lo que sí es seguro es que si os interesa el tema "polar" en su más amplio sentido y/o el tema "soviético", Pyramiden puede ser vuestra "ciudad" y vuestro libro. Y Svalbard vuestro destino para este verano. ¿Por qué no?

martes, 6 de julio de 2021

Knut Hamsun: Misterios

Idioma original: noruego
Título original: Mysterier
Traducción: Kirsti Baggethun y Regino García-Badell
Año de publicación: 1892
Valoración: recomendable

Considerado uno de los grandes autores nórdicos de finales del siglo XIX y principios del siglo XX y ganador del premio Nobel en 1920, Knut Hamsun basa gran parte de su obra en la exploración de la condición humana, pero no a gran escala o a nivel sociológico, sino a través de la introspección casi enfermiza de sus personajes protagonistas.

Tal es así, que el estilo de Hamsun es perfectamente reconocible en esta novela, aunque en este caso además sorprende por un inicio realmente arrebatador, pues empieza de manera enigmática indicando que «el pasado año, en pleno verano, una pequeña ciudad de la costa de Noruega se convirtió en escenario de unos sucesos sumamente extraños. Apareció en la ciudad un forastero, un tal la Nagel, un raro y singular charlatán que hizo una serie de cosas sorprendentes y que luego desapareció tan repentinamente como había llegado». Así empieza el relato, con esta apertura que podría encajar perfectamente en el formato de relato corto, pero que, sin embargo, establece el punto de partida de una novela larga y ambiciosa. Con este inicio tan intrigante, el autor consigue despertar el interés en la historia a la vez que sitúa el escenario en el que se desarrollará la acción.

Con una narración que parte de la tercera persona y en tiempo pasado, el autor nos presenta a Nagel, una persona sumamente enigmática, de comportamiento extraño, altamente peculiar. Un alma solitaria, indiferente a todo; un personaje sin un pasado conocido ni ninguna actividad a realizar en apariencia en la ciudad a la que acaba de llegar. De carácter sumamente cambiante, en apariencia social, pero, a la vez, taciturno, el autor nos revela de entrada, no únicamente su enigmática personalidad sino también una extraña muerte sucedida pocos días antes en la ciudad y que guarda, en apariencia, un vínculo con alguna relación sentimental mal resuelta o infructuosamente interrumpida. Este inicio de la narración es fulgurante, perfectamente logrado, terriblemente irresistible, pues Hamsun maneja a la perfección la tensión del relato, sublima la caracterización de los personajes y somete los diálogos a su punto más álgido manteniendo el misterio en todo momento.

La trama argumental se desarrolla en torno a la figura del personaje principal y protagonista absoluto de la historia, pues no únicamente todo lo que sucede está narrada con relación a él, sino también con relación a lo que piensa y siente, pues Hamsun es uno de los precursores de la literatura introspectiva, de la introducción de monólogos interiores, de la búsqueda de uno mismo en base del análisis constante sobre su comportamiento y sentimientos. Así, las emociones y la impulsividad someten al protagonista a un caos interior del que no sabe cómo salir y es causa de las situaciones embrolladas a los que arrastra a quienes le rodean y están con él. Y, claro, todo esto se complica y se magnifica cuando aparece en la escena el personaje de Dagny, una joven ya prometida que, por educación o por  curiosidad, deja que Nagel se le aproxime sin conocer muy bien sus intenciones, pues a pesar de que Hamsun nos retrate a Nagel como un personaje solitario, algo extravagante, que conversa consigo mismo y que tiene cierta incontinencia verbal, su carácter misterioso y su talante charlatán hace que todos se sientan intrigados por su personalidad, su procedencia y, especialmente, las intenciones que le han llevado a establecerse, por un periodo de tiempo indefinido, en la ciudad.

Con la intención de seducir a la joven Dagny, Nagel se muestra enigmático y errático, y juega a sorprender y a contradecirse para causar intriga e interés en ella y, tal y como nos tiene acostumbrados, Hamsun nutre el relato de reflexiones y diálogos internos de su protagonista, jugando entre la confusión y el asombro que extiende en este caso a quien se cruza con Nagel quien copa la narración de malentendidos para confundir al público que asiste sorprendido a su presencia y explicaciones. Pero claro, la confusión no es algo pretendido sino que tiene su origen en el propio interior de Nagel, quien confiesa sin reparo que «yo no entiendo bien a los seres humanos pero, sin embargo, me divierte a menudo observar la enorme importancia que pueden llegar a tener los detalles» y quien afirma, sincerándose, que «reconozco que estoy llenos de contradicciones, y que yo mismo tampoco lo entiendo. Pero soy incapaz de entender que las demás personas no opinen lo mismo que yo». Así Hamsun nos narra la lucha contra uno mismo, contra sus contrariedades, sus incoherencias, sus debilidades, sus inseguridades, sus dudas a la vez que se sitúa en un plano diferente al resto de personas incapaz de entenderse a él mismo y a los demás, a los que acaba por ver como gente distante, antagonista e incluso hostil como asevera al decir que «¡Esta ciudad es un agujero¡!Un nido! Me vigilan por donde voy, no me puedo mover sin que me miren. No quiero que me espíen por todas partes».

Y, en medio de esta sensación de aislamiento, a pesar de estar constantemente envuelto de gente de la ciudad, en fiestas y encuentros sociales (en alguna ocasión excesivamente largas y que extienden la longitud del libro algo por encima de lo deseado) la potencia del relato gira en torno a la obsesión de Nagel con Dagny, una obsesión delirante en algunos casos aunque terriblemente perversa y vil, sometiéndola a situaciones extremas y contradictorias, conflictivas y acosadoras. El estilo duro, tosco y arisco de Hamsun se pone de relieve en esta obra en frases como «hago todo lo que puedo para difundir la idea de que la señorita Kielland es una coqueta, no me importa. No lo hago para dañarla a ella o para cegarme, sino para darme ánimos a mí mismo, por egoísmo, porque ella es inalcanzable para mí». Es en estas frases, en esa intencionalidad de los protagonistas, en esta concepción sobre el amor y la manera de aproximarse a las personas objeto de su deseo que es característica en Hamsun como ya vimos en Pan; ese espíritu apasionado pero desalmado a la vez, esa concepción amor/odio en la que viven impregnados sus personajes y que les hacen víctimas y verdugos a la vez; es la dualidad entre sentimientos encontrados y en apariencia opuestos que conforman el estilo de Hamsun y que somete a sus personajes a una tensión interna que raramente son capaces de resolver sin que haya víctimas (emocionales normalmente) por el camino; víctimas como Dagny que, de manera desesperanzada y abatida, declaran que «a veces, cuando le oigo hablar, me pregunto a mí misma sí está usted completamente cuerdo (…) Cada vez me inquieta más, incluso me desazona; desconcierta todos mis conceptos, independientemente de lo que diga, me pone todo al revés. ¿Por qué?».

La literatura de Hamsun, envuelta de claroscuros románticos, obsesiones y personajes inadaptados, destaca y se eleva en el análisis sin reparos que hace sobre los conflictos internos de sus personajes, evidenciando que estamos hechos de contradicciones y los empuja hacia los extremos donde oscilan entre la cordura y la locura, las mentiras y el engaño (hacia uno mismo pero también hacia los demás), pero también con constantes confesiones y reconocimiento de culpa. Son las mentiras propias de quien se siente pedido y necesita justificar cada una de sus neuróticas y perturbadas acciones y decisiones, a las que su resultado parece recaer puramente en manos del azar sin ser uno responsable de las consecuencias de sus decisiones tal y como afirma el propio Nagel afirmando, a modo de aceptación irremediable, que «me han sucedido una serie de cosas que no han sido todo buenas, así lo ha querido el destino».

Así, el protagonista es un ser triste y miserable, pues no consigue nunca encontrar la tranquilidad entre tanta zozobra emocional a la que arrastra a sus pretendidas a las que pretende engatusar con una palabrería que, por atropellada y errante, a menudo las deja más aturdidas que embelesadas. Y, en esa vorágine de emociones cambiante y sinsentido, Hamsun nos hace un retrato de la absurdidad de la vida, de la inconsistencia de nuestros sentimientos y de cómo la mentira y el engaño sólo obtienen un solo resultado, penoso y triste, que se vuelve como un espejo contra el que lo ejerce, por más que la máscara de la mentira intente ocultar la triste verdad que se halla tras palabras vacías y caducas. Dice Hamsun que «vivir es estar en guerra contra los malos en las bóvedas del cerebro y del corazón». Este es el verdadero conflicto existencial, la pulsión entre razón y sentimiento que debemos equilibrar, de manera constante, si no queremos ser sometidos, no únicamente a la confusión que rodea nuestro mundo sino, también, a la incomprensión de nosotros mismos.

miércoles, 19 de mayo de 2021

Tor Ulven: Reemplazo

Idioma original: noruego
Título original: Avløsning
Traducción: Bente Teigen Gundersen y Mónica Sainz Serrano
Año de publicación: 1993
Valoración: entre recomendable y muy recomendable

Creo que bien es sabido, en la comunidad uladiana, que tengo cierta predilección por los autores nórdicos de estilo introspectivo e incluso algo destructivo o desolador. Así que, en cuanto supe de la reciente publicación de un autor desconocido hasta la fecha en nuestros lares, y encima tratándose de una obra prologada por Sæterbakken y de un autor admirado también por Knausgård, no había duda de que tenía que ponerme con ella de inmediato.

En este libro escrito en segunda persona y protagonizado por un conjunto de personajes desvinculados en el plano argumentativo, pero íntimamente relacionados en el emocional, el autor no se dirige al posible lector sino directamente a los protagonistas, de manera incisiva, penetrando en sus vidas y casi sometiéndolos a una añadida presión vital; personajes de vida insignificante, anodina, de existencia casi tormentosa y degradada, sin esperar nada prácticamente de una vida que ya dan por perdida, porque son seres que pueden recordar con alivio el permanecer «contemplando aquel objeto insignificante que se mecía hacia la orilla, aquella sensación de que, si uno se limita a esperar lo suficiente, algo aparecerá flotando, algo insignificante y carente de sentido, muy bien, pero algo».

A modo de entrada, el autor nos sitúa en la piel uno de los protagonistas, de edad muy avanzada, en un escenario en el que lo imaginamos solo, sin compañía, en el ocaso de la vida. Recuerda la playa y el mar, aunque hace unos cuatro meses que no lo ve, pues no ha salido de casa en todo este tiempo. Desde su habitación rememora sus años de cuando era pequeño, cuando tenía que habituarse a una oscuridad que le aterraba «cada vez que colocas un pie desnudo en el suelo, fuera de la cama (…), porque en el espacio entre el suelo y el somier cabe algo, caben unos brazos enjutos y huesudos con dedos (o garras) largos y rígidos que pueden extenderse y aferrarse a tus tobillos». Así el autor retrata el miedo a una oscuridad, no únicamente real sino también mental, pues ahora, en el crepúsculo de su vida, echa la vida atrás y percibe esa misma oscuridad que ahora le aterra igual que cuando era pequeño. 

Narrado de manera fragmentada, el libro es un conjunto de voces y reflexiones pertenecientes a distintos protagonistas que podrían ser incluso uno solo; son abuelos, niños, alcohólicos resacosos, trabajadores de altos hornos, vigilantes nocturnos, hombres que deciden quemar todos los objetos porque en el fondo todo desaparecerá; seres que transitan por la vida a modo de rutina y repetición en un ciclo vital lleno de oscuridad y desaliento, donde miedos y temores habitan en los propios personajes que permanecen aferrados únicamente a la propia inercia del día a día, como un ratón en la rueda, girando para no caer y tener la sensación, ilusoria, que avanzamos, aunque seamos conscientes, en el fondo, de que permanecemos donde empezamos, y justo en el mismo sitio en el que acabaremos.

Con un tono envuelto de desánimo, el autor consigue que cierta luz penetre en la escena vital, como el pequeño halo de luz que se filtra a través de la rendija que se entreabre entre tupidas cortinas, a través de un anillo de luz proveniente de la linterna de un vigilante nocturno o, también, apareciendo levemente por la puerta entreabierta de la habitación del niño asustadizo... son esos pequeños destellos, como cuñas lumínicas, que abren un pequeño atisbo de esperanza en un mundo oscuro y hostil porque «entornas los ojos para aguzar la mirada, que sigue estrictamente el cono de luz de la linterna por donde zigzaguea de forma entrecortada, como un alargado bastón de ciego, de un lugar a otro», aunque sabiendo, a ciencia cierta, que es algo temporal, que será sometido nuevamente a la oscuridad en cualquier momento porque «ella parece mirar fijamente dentro de la propia oscuridad, o el contraste entre la luz y la oscuridad, como si se hubiese anticipado a la oscuridad absoluta que reemplazará a la luz en el momento en que la llama tremole y se enardezca por última vez».

No únicamente la oscuridad está presente en el libro, sino también la cotidianidad, en fragmentos que recuerdan parcialmente a Knausgård por su descripción exhaustiva de algunas escenas, nombrando todas las herramientas y artículos posibles que podrían comprarse en una gasolinera, narrando como una vela se derrite con el fuego o también describiendo el placer de tomarse una cerveza (con un enfoque que muestra un estilo analítico extremo hasta la obsesión, que recuerda en parte a Foster Wallace aunque sin su tono mordaz sino uno más lúgubre y oscuro).

En un libro de tono marcadamente compungido y desesperanzado, Ulven nos retrata un mundo sin excesivo futuro, repleto de pensamientos que transcurren por el sendero marcado por un relato fragmentado que en ocasiones se torna sórdido y decadente, porque en el fondo todo desaparecerá algún día, «todo lo que hay ahí algún día desaparecerá, es cuestión de tiempo (…) no importa en qué momento ocurra, si es hoy o dentro de mil años» porque «la vida terrenal podría haberse declarado nula, así el maldito solo estaría maldito en el más allá y el bienaventurado solo estaría bienaventurado en el más allá, desde la eternidad hasta la eternidad, sin la insignificante interrupción de esta existencia».

También las relaciones amorosas es otro de los temas en los que incide la novela, con una mujer que a menudo está ausente en esos monólogos internos expresados, ausente como protagonista pero terriblemente presente en la narración, como un deseo inalcanzable que ronda por la mente de los distintos personajes; relaciones envueltas de terrible desdicha, pues «estar casada contigo, había dicho, es como caminar con una mochila llena de piedras todo el tiempo, piedras que no sirven para nada; y resulta posible sentarse y descansar un rato, pero jamás quitarse la mochila». Y la nostalgia, presente y triste, al afirmar que «lo que queda de vosotros es justo lo suficiente como para mantener con vida la añoranza de quienes fuisteis una vez».

Aunque en su conjunto destaca por su tono terriblemente intenso y casi trágico, la visión caleidoscópica del autor ofrece una mezcla de estilos y voces en los que combina pasajes más descriptivos con situaciones más emocionales en los que ahonda en lo más profundo de nuestro ser para encontrar, entre el sufrimiento, escombros de pasadas miserias en relación a las parejas, al trabajo, a una sociedad en general que alimenta y trabaja para la «factoría de la felicidad» volcándose en trabajar mirando hacia un futuro donde «todo lo bueno se encuentra (…) porque, si uno no fuese a ser feliz en el futuro, y solo lo hubiese sido en el pasado, ¿cómo podrían mantenerse en marcha los engranajes? ¿para qué tendría uno que esforzarse?».

El autor plasma su pesar en una interesante alegoría, con una imagen onírica que sitúa caminando «por la calle principal de una pequeña ciudad, y las tiendas van cerrando a tu paso, una tras otra, mientras caminas, las puertas van cerrándose con cerrojo, las persianas y las rejas de los escaparates van descendiendo y, a medida que caminas, te viene a la mente lo que deberías tener, algo totalmente necesario cada vez, y todavía queda mucho para llegar a la última tienda, sin embargo, cuando te encuentras en una calle desértica, azotada por el viento, al otro extremo de la ciudad, ya presientes que todavía te falta todo, no, no todo, pero sí lo más importante, te falta lo más importante». Esa es la sensación que trasmite el autor, de terrible tristeza, pues echando la vista atrás uno puede tener la sensación «de que te has perdido algo, sin poder decir qué fue, y de que ahora es demasiado tarde, y de que de alguna forma toda tu vida habrá sido una pérdida de tiempo, un intento fallido de jugar a la gallinita ciega. Pero lo peor quizá sea, piensas, la terrible sensación de que no podría, de ninguna forma sustancial, haber sido de otra manera, de que no te habría ayudado tomar otras decisiones, relacionarte con otras personas, vivir en otros lugares (…)». Por ello, y a pesar de algun fragmento donde predomina el estilo más detallístico, lo que más abunda en el relato no es la presencia de las cosas, sino la terrible ausencia, de una persona, de un futuro, de un pasado e incluso de un presente perdido de manera constante sin que nadie, ni aun dando tumbos en la desoladora vida, consiga encontrar, ni por una casualidad o fortuna, el propósito del mismo.

domingo, 7 de marzo de 2021

Reseña a cuatro manos: "Lena, Theo y el mar" de Maria Parr

Idioma original: Noruego
Título original: Keeperen og havet
Año de publicación: 2017
Traducción: Cristina Gómez-Baggethun y Sergio Daroca
Ilustraciones: Zuzanna Celej
Valoración: Recomendable

Irantzu dice...

Este libro cuenta las aventuras de Lena, su mejor amigo (Theo) y su abuelo (el abuelo de Theo) que se enfrentan a problemas y situaciones que les van surgiendo en la vida cotidiana. Unos ejemplos serían la entrada de una niña nueva en la instituto, la titularidad de otra portera en el equipo de fútbol de Lena, el fracaso con una balsa nueva que les regalan, etc. Estas situaciones son tratadas de forma divertida, con frases que te hacen reír y cosas que impactan un poco al leerlo.

Los personajes actúan de forma creíble y el que más me ha gustado es Theo ya que es el que más ayuda a Lena en situaciones difíciles.

El libro también tiene ilustraciones chulas a color y en blanco y negro que tienen que ver con la hoja que lees.

De esta misma escritora, también he leído "Corazones de gofre" y "Tania Val de Lumbre" y creo que el que más me ha gustado ha sido "Corazones de gofre" porque es el que más acción y aventura tiene, aunque este también está bien.  

Koldo dice...

Bueno, ampliando un poco lo que dice Irantzu a modo de sinopsis, añadiré que "Lena, Theo y el mar" transcurre durante los 12 meses que van desde la llegada de Birgitte (la chica nueva del instituto) hasta su marcha y que ese período vendría a marcar el paso de la infancia a la adolescencia. Así, en la primera mitad de la novela la acción se centra más en las travesuras o juegos de los protagonistas y en en la segunda mitad estos han de afrontar y tratar de superar problemas más "adultos". 

Por tanto, y pese a que ella dice que no le ha gustado tanto como otros porque no tiene tanta acción y aventura, creo que puede ser un libro adecuado para una franja de edad entre los 10-11 y los 14 años (extensible hasta los 99 años). Varios son los motivos:

  • La elección de Theo como narrador, siempre en pasado, de la historia. Esto permite a la autora utilizar un lenguaje asumible para un lector infantil y juvenil, al tiempo que posibilita alguna que otra licencia poética. Lo anterior convierte a Theo en un narrador creíble e identificable para el lector.
  • La ruptura de los estereotipos. Ni Lena es la típica niña lista, hipersensible y "pijandras" ni Theo es el clásico niño bruto e idiota. Un ejemplo de esta inversión de roles sería el hecho de que Lena juega en un equipo de fútbol (vaya, como Irantzu) mientras que Theo lo odia con todas sus fuerzas. Otro ejemplo serían las familias de los protagonistas, alejadas también de todo estereotipo.
  • Los personajes. Los niños son niños y los adultos son adultos (frase que podría suscribir el mismísimo M. Rajoy). Con esto quiero decir que los niños y los adultos actúan y hablan como lo que son y tienen las contradicciones propias de su edad. Aquí no hay niños que se hayan leído a los 12 años las obras completas de Virgilio ni adultos con el coeficiente intelectual de un hámster (aunque haberlos, los hay). Por mucho que sea novela infantil - juvenil, los personajes tienen su complejidad y se agradece. 
  • La edición. Un gusto para el tacto y para la vista, como suele ser habitual.

Poco más, queridos. Seguiremos con esta miniserie de "Reseñas a cuatro manos" de literatura infantil y juvenil. Uno ya se va haciendo mayor y le va cogiendo el gustillo a esto de los libros "para niños".

sábado, 6 de marzo de 2021

Tarjei Vesaas: El palacio de hielo

Idioma original: noruego
Título original: Is-slottet
Traducción: Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo
Año de publicación: 1963
Valoración: recomendable

A menudo se habla en ULAD sobre los clásicos, esos libros que deberían estar en las bibliotecas personales de cada uno de nosotros. Pero no siempre están disponibles, en ocasiones están descatalogados y, además, en algunos casos, son poco conocidos. Y me agrada ver que sigue habiendo interés en ellos, por parte de los lectores, pero también de las editoriales. Y justo por ello, me alegra ver que este año se haya fundado la editorial Trotalibros, una nueva editorial que se inició a partir de un blog literario y que, con los años, ha evolucionado hasta convertirse en una editorial que tiene como visión, y cito textualmente de su web, ser «una editorial joven, radicalmente independiente y especializada en recuperar obras fundamentales de la literatura universal injustamente olvidadas». Así que, después de «La guardia», de Nikos Kavadías, ha publicado este libro de Tarjei Vesaas. Veamos qué nos ofrece.

La novela que nos ocupa nos presenta a Siss y Unn, dos niñas de once años de edad que van a la misma escuela. Apenas se conocen, pues Unn hace poco que vive en el pueblo, al que se ha trasladado tras la muerte de su madre soltera, yendo a vivir a casa de su tía. Pero la conexión entre las dos niñas es instantánea, directa, espontánea e incluso se podría decir que mágica. Tal vez se podría afirmar que es incluso desmesurada, obsesiva, estableciendo un vínculo más allá de la razón y la comprensión del mundo externo a ellas dos.

Ya en esas páginas iniciales se percibe el tono y estilo de Tarjei Vesaas, un estilo firme y enigmático, sin florituras, casi cortante, demostrando la sobriedad típica de la literatura noruega. Pero, en medio de la aparente frialdad, vemos que hay conexión con la historia, a través de un control absoluto del tiempo, de la tensión, del ritmo narrativo. Así, vamos conociendo a Siss y Unn y, a medida que lo hacemos, aumenta a su vez el interés que nos despiertan, empatizando con las niñas, reubicándonos en esa edad donde entendemos poco de lo que ocurre, pero especialmente donde pocos nos entienden a nosotros que vivimos en nuestro propio mundo, con nuestros deseos, miedos y frustraciones.

Situado el contexto, el tono inicial del relato es agonizante, atormentado; el autor transmite esa sensación de peligro constante, un peligro exterior pero también interior, afirmando que «en ese momento se había entregado a lo desconocido, a aquello que en noches como esa está a tus espaldas. Lo desconocido lo llenaba todo». De esta manera, con ese estilo tan directo a la vez que contundente, el autor nos ubica en un ambiente terriblemente frío, denso, que envuelve al lector y le hace tomar consciencia de la soledad y del desamparo, del peligro. Y, en medio de esos helados y fríos parajes, la presencia constante, inmensa, emergiendo como un protagonista más, del palacio de hielo. Un palacio por quien Unn siente una imperiosa y creciente fascinación, consciente de su belleza a la vez que también del peligro que alberga. Y, de manera similar a lo que le ocurre a Unn, esa sensación tensa desborda el texto y apremia a uno a seguir adelante con la lectura, empujándolo a adentrarse en ella, si bien no se sabe a ciencia cierta dónde llevará y qué ofrecerá. Así, como una especie de embrujo, el relato te cautiva y te atrapa, y no te permite escapar de la lectura. Te envuelve de oscuridad y fascinación, como ese palacio de hielo que esconde belleza y amenazas atenazadoras. Una fascinación que con sus tentáculos apresadores tienta el aire, a ciegas y helando el ambiente, buscando una víctima a la que seducir. Hasta que consigue su presa.

Pero esta novela no trata únicamente de peligros o misterios, o al menos no los que albergan los fríos parajes helados; aquí el verdadero peligro, la verdadera amenaza, reside dentro de uno mismo, oculto bajo capas de incomprensión y dificultad de comunicación. Porque esta novela es realmente un relato de una amistad extrema, de tragedias y obsesiones, del descubrimiento de emociones que emergen de dentro de uno mismo, de malentendidos e incertezas, de decepciones y desencantos que el autor retrata afirmando que «un hoyo de lágrimas estaba preparado delante de ella, listo para que se metiera dentro, pero no lo hizo. Ya había acabado el llanto en otro lugar», de perturbaciones en edades jóvenes que se encaminan a la obsesión, que llevan a una de las protagonistas a afirmar que «no quiero pensar en ella, solo quiero estar con ella». Y, con ello, en ese estado de ánimo tenso y alterado, aparece la tragedia, larga y perpetua. Y afecta, a la amistad, al futuro, a uno mismo. A una gestión emocional quebrada y aislada, de incomprensión y desafecto.

De esta manera, el libro nos habla de obsesiones, de promesas y de futuros perfilados, de juramentos de fidelidad y de memoria, de tristeza y de duelo. Con un estilo seco y sugerente, frío e incluso lacerante como ese palacio de hielo repleto de grietas y aristas, la novela retrata la soledad de la pre adolescencia, de la incomprensión a la que se es sometido debido a la falta de empatía e incapacidad de acercamiento de los mayores al mundo de los infantes; es el relato de un abismo que se crea impidiendo, cual estructura inquebrantable de hielo, que se acceda a unos sentimientos que vislumbramos pero que no sabemos cómo acercarnos a ellos sin romper la distancia que la madurez falsamente otorga a los otrora sentimientos albergados, creando así una incapacidad de percibir la tristeza, el miedo, la temeridad, la ilusión o la confianza. Y los secretos y las promesas, tan definitivas e inquebrantables, tan íntimas y pasionales, cuales anclajes emocionales a una vida de deseos impulsivos y puntuales que parecen sin embargo eternos.

«El palacio de hielo» no es una obra fácil, no únicamente por su temática en torno a la soledad y el duelo, sino porque presenta una prosa áspera, seca y fría, distante y tosca que en ocasiones incluso se muestra excluyente; hay ocasiones donde parece que esa contundencia expulse y rechace a un lector que puede sentirse incómodo, especialmente en los breves, hirientes y ocasionales diálogos entre Siss y los adultos, de una sequedad casi desagradable que incluso se puede percibir como extrema y excesiva. Esa misma sensación es la que parece encontrar Siss, que se siente apartada, distanciada del resto de sus compañeros, de sus padres, de su entorno; un entorno involuntariamente hostil que no la comprende, ni ella a ellos, porque no entienden su amistad con Unn, no saben de promesas ni lealtades, no saben de sentimientos ni fraternidad. Entienden solo lo que comprenden, y solo eso aceptan. 

A pesar de ese estilo seco y frío, se trata de un libro recomendable por su poder de atracción y su alto ritmo narrativo, por el gran retrato que hace sobre el dolor y el duelo, sobre la infancia y su terrible impresionabilidad, sobre la incomprensión y la necesidad de proteger pero sin la capacidad de acercamiento ni empatía y también sobre la dificultad en aceptar los hechos aún y sabiendo, en el fondo, que sí han sucedido, aunque únicamente fuera de uno mismo. Dentro permanece el frío, constante, perpetuo e imperecedero.

sábado, 16 de enero de 2021

Jo Nesbo: Macbeth

 Idioma original: noruego

Título original: Macbeth

Año de publicación: 2018

Valoración: Disfrutable

 

Como muchos de ustedes sabrán, y yo ignoraba hasta hace poco, (no por prejuicios, bueno, quizás un poco sí, pero sobre todo porque bebo de fuentes distintas), Jo Nesbo es un apreciado autor noruego especializado en novela negra desde su primera incursión en la escritura allá por 1997, más conocido hasta entonces por liderar un popular grupo musical. Aquella primera novela inauguró la serie del inspector Harry Hole compuesta hasta ahora de doce títulos, aunque existen otras dos series más, una de ellas de carácter juvenil, y otro puñado de obras independientes del que forma parte una cuyo título coincide con el publicado por un tal Shakespeare hace ya varios siglos, no sé si les sonará de algo.

Leo por ahí que los libros protagonizados por Hole han tenido más repercusión que los del también escandinavo Stieg Larsson. Me sorprende pero probablemente sea así, lo que sí he constatado es que sus lectores sufrieron una decepción con Macbeth porque no pertenece a la susodicha serie, es decir, porque el tal Harry no hace acto de presencia. Y, mira por donde, cuando estaba a punto de escribir estas líneas apareció casualmente en mi pantalla de televisión El muñeco de nieve, primera película basada en una de estas novelas y para la que se eligió una nómina de profesionales de primera línea. Ni que decir tiene que la vi con todo el interés, aunque me pareció una más entre las muchas de ese tipo que pueblan las salas, programaciones y plataformas. Luego he leído que el propio director reconoce los fallos achacándolos a la premura y falta de medios.

A todo esto, para conmemorar el 400 aniversario de la muerte de El Bardo se puso en marcha una curiosa iniciativa editorial: actualizar algunos de sus argumentos para acercarlos a la mentalidad del s. XXI. Para ello se contó con escritores tan relevantes como Margaret Atwood que recreó La tempestad con el título La semilla de la bruja, con Nesbo, que eligió Macbeth, y con media docena más. Los resultados en forma de novela aparecieron a partir de 2015.

Después de leer a Nesbo he tenido que echar una ojeada al Macbeth original, que no había vuelto a leer desde la secundaria, y he constatado que, en efecto, el asunto principal (la ambición), los personajes centrales y la sucesión de hechos son exactamente los mismos. De eso se trataba, la dificultad –y principal mérito por parte del novelista– consistía en adaptar un clásico a la mentalidad y circunstancias de nuestros días, una obra dramática a novela, y una tragedia a artefacto del género negro. En mi opinión está más que conseguido: la tensión dramática no decae en ningún momento, el juego de personalidades y situaciones es idéntico al original a pesar de las abismales diferencias y, excepto algún momento algo estereotipado, resulta bastante convincente. Pero ¡claro! al menos hasta ahora, yo no soy fan de Harry Hole.

Naturalmente, aquí no encontraremos reyes, nobles ni palacios. La acción se sitúa en una ciudad oscura y brumosa, de cierta importancia aunque en cierto modo dependiente de otra mayor llamada Capitol. El suculento pastel del poder se reparte entre los que lo ejercen oficialmente: el alcalde y el jefe de policía local, por una parte, y las dos bandas de traficantes que lo usurpan, a saber, el omnipotente Hecate y los Norse Riders, un grupo de violentos motoristas. Al corrupto jefe de policía que acaba de morir le sucederá Duncan, segundo en el escalafón y con fama de insobornable. A su vez, Macbeth, hasta ahora respetado capitán de un cuerpo especial llamado Guardia Real, es ascendido sin previo aviso, hecho que le hace tomar conciencia de su valía, e instigado por su mujer, Lady, propietaria de un elegantísimo casino, pone en marcha un maquiavélico engranaje, primero para acceder al cargo vacante, y mucho más tarde para suceder al actual alcalde en las inminentes elecciones. Para lo primero hay que matar a Duncan y a alguno más de rebote, luego hace falta que esas primeras muertes sean tapadas por otras, y así sucesivamente en una escalada de terror que antes de trascender a la ciudadanía debe ser atajada por los propios agentes. Macbeth elimina a los motoristas ganando así la protección incondicional de Hecate, cuyas emisarias –trasunto de las tres brujas de Shakespeare– son además las expertas cocineras de la droga. Las sustancias que estas le proporcionan y la invulnerabilidad prometida por Hecate mantienen controlado a Macbeth, pero en medio de esa infernal cadena de crímenes varias víctimas consiguen escabullirse y formar un pequeño grupo que se confabulará para destruir al tirano.

Los que gusten de acción trepidante, confabulaciones a mansalva, componendas políticas y un ambiente muy, muy sórdido, se encontrarán en su salsa leyendo esta enrevesada trama, al más genuino estilo de su autor, cuyas más de seiscientas páginas nos deparan una sorpresa tras otra. Pero por encima de los rasgos propios del thriller encontramos un estudio de los caracteres humanos –abiertamente maniqueo, tal como exigen y exigían las convenciones de un género y otro– que se ha mantenido en estado de crionización desde el siglo XVI hasta ahora.