COLOMBIA EN LA FERIA DEL LIBRO DE GUADALAJARA
COLOMBIA EN LA FERIA DEL LIBRO DE GUADALAJARA
Paul Lych |
BOOKER PRIZE 2023
Se le adelantó la Navidad a Paul Lynch. Esta noche en Londres recibió las cincuenta mil libras (un poco más de sesenta y tres mil dólares) del Booker Prize 2023 por su novela Prophet Song (La canción del profeta), el angustioso y oscuro relato de una madre en una Irlanda distópica, sumida en el totalitarismo. Según confiesa el autor, los recientes conflictos de Ucrania, Siria y Palestina han influido en la escritura de la novela, considerada por el jurado como “una obra de ficción verdaderamente magistral”.
Paul Lynch |
De los seis autores que se disputaron este año el premio, dos son irlandeses, Paul Murray y el ganador Paul Lynch. Les hicieron compañía los estadounidenses Paul Harding y Jonathan Escoffery, la británica Chetna Maroo y la canadiense Sarah Bernstein. Ninguno de los seis había figurado antes en la lista corta del premio, el más importante del Reino Unido.
"No fue un libro fácil de escribir, mi parte racional pensaba que estaba condenando mi carrera", dice Lynch.
Triunfo Arciniegas
26 de noviembre de 2023
En 1970 publicó Política sexual, un libro que se transformó en un mapa para entender el feminismo.
Felipe Ojeda
7 de septiembre de 2017Comenzó su discurso en 1969, cuando convirtió su tesis doctoral en la Universidad de Oxford en Política sexual (Cátedra, 2010), un libro que defiende el postulado de que cualquier desigualdad social tiene en su origen la dominación del hombre sobre la mujer.
Rosalía en los Grammy Latinos 2023 en Sevilla |
Rosalía canta Se nos rompió el amor frente a Raw Alejandro. Shakira:`Perdón, ya cogí otro avión. Aquí no vuelvo, no quiero otra decepción´. Nadie loa la terapia de pareja en la noche sevillana de los Latin Grammy. El amor es una droga, el desamor una enfermedad. Ambas se dan varias veces a lo largo de nuestras vidas, como buenas patologías crónicas.
Jamas duró una flor
Se nos rompió el amor. Manuel Alejandro
dos primaveras
me alimenté de ti
por mucho tiempo
nos devoramos vivos
como fieras
Kate Millett decía en una entrevista: “el amor ha sido el opio de las mujeres”. Un poco también de los hombres, se olvidó de añadir. Es correcto, tan maligno e inútil como una drogadicción. Tan incapacitante como un TOC. Clavado a una manía aguda; grandiosidad, interpretaciones, gastos excesivos, pensamientos obsesivos acelerados, hipersexualidad, reducción de la necesidad de sueño, hilaridad, hipertimia. Un estado deseable aunque improductivo, y repito, peligroso. El desamor es la cara opuesta, el calco de un trastorno depresivo; apatía, desánimo, falta de energía, pérdida de peso e ideas de suicidio. Esta enfermedad se da varias veces a lo largo de nuestras vidas, como una buena patología crónica. Y hay casos de cicladores rápidos (que tienen varias crisis en un corto periodo de tiempo).
Kate Millett |
Kate Millet irrumpió en el mundo con un feminismo que politizaba la vida cotidiana. En su libro más leído, Política Sexual, quedó claro entonces, en la década del 70, que el patriarcado es una de esas estructuras de poder, por medio de la cual los hombres dominan a las mujeres. Millet murió el jueves 7 de septiembre a los 83 años. La antropóloga feminista Mónica Tarducci recuerda su legado, que hoy se expresa muchas veces sin nombrarla.
Mónica TarducciKate Millett |
Seix Barral acaba de publicar la traducción de las memorias de la experiencia de la escritora feminista con la psiquiatrización.
Viaje al manicomio es el relato de la vida de una mujer valiente con una vida y una mente poco comunes. Una mujer que en 1970 se convirtió en icono del movimiento feminista y puso la palabra patriarcado, por primera vez, en el centro del debate mediático estadounidense. Que ese mismo año fue portada de la revista Times en un reportaje donde afirmaba su bisexualidad, en un momento donde las consecuencias de declararse como tal eran muy duras, también en el interior del propio movimiento feminista.
Booker Prize 2023
Está a punto de fallarse el Booker Prize 2023.
Estos son los finalistas: Sarah Bernstein (Study for Obedience), Paul Lynch (Prophet Song) y Chetna Maroo (Western Lane), Paul Murray (The Bee Sting), Jonathan Escoffery (If I Survive You) y Paul Harding (This Other Eden).
Dos estadounidenses, Jonathan Scoffery y Paul Harding (Premio Pulitzer), dos irlandeses, como cosa rara, Paul Lynch y Paul Murray. Una escritora británica, Chetna Maroo, y una canadiense, Sarah Bernstein.
Ninguno de los seis autores mencionados había figurado antes en la lista corta. El gran descabezado de este año, que figuraba en la lista larga, ha sido el irlandés Sebastian Barry (0kd God’s Time). Lo acompañaba en la desdicha Tan Twan Eng (The House od Doors).
El premio, de cincuenta mil libras, se entregará en Londres el próximo 26 de noviembre.
Esa noche, en la cama, lo invadió un recuerdo tan vivido —como le sucedía cada vez con mayor frecuencia— que por unos momentos pareció como si fuera real y estuviera pasando allí y en ese instante. Era algo que le ocurría más y más a menudo cuando resbalaba y perdía pie en la pendiente que separaba el sueño de la vigilia. Daba la impresión de que no hubiera más que una membrana separándolo de la vida del pasado, así como sólo había estado el amnios separándolo del aire libre en el momento del nacimiento. En la mayoría de los recuerdos era un niño otra vez y deambulaba por los campos cubiertos de coloridas margaritas de su infancia, en medio de un intenso olor a caballo, chapoteaba en los arroyos de truchas, oía a sus padres discutir en voz baja, o paseaba en burro por la vasta playa de arena húmeda. Pero esta vez revivió su primera noche con Madeleine.
Ambos eran estudiantes y vírgenes; él se había debatido entre el miedo y la esperanza de que ella no lo fuera, ya que quería ser el primero y al mismo tiempo no quería que resultara un fiasco o un fracaso aún peor. No se lo había preguntado hasta que se desnudaron en el cuarto de hotel que habían alquilado. Ella se había vuelto para mirarlo burlonamente a través de sus negros cabellos, mientras se quitaba de éste las horquillas, dándose cuenta plenamente de sus dos temores.
—No, no ha habido otro, y sí, tendrás que arreglártelas partiendo de cero, pero como los seres humanos siempre se las han arreglado muy bien, probablemente lo conseguiremos. No lo hemos hecho tan mal hasta ahora —dijo, mirándolo con los ojos entrecerrados para recordarle los manoseos cada vez más complejos y atormentadores, en coches, en habitaciones de la universidad, en el río cerca de las raíces de los sauces.
Ella siempre había mostrado una clara ausencia —chocante incluso— de la natural renuencia femenina, de pudor y hasta de ansiedad. Amaba su propio cuerpo, y él lo idolatraba.
Se pusieron a ello, dijo Madeleine más tarde, con uñas y dientes, con plumas y terciopelo, con sangre y miel. Esa noche él revivió una relación íntima que había ido olvidando lentamente durante los años de guerra, así como otros momentos de maravillosa vehemencia que le habían sido arrebatados, y luego la destrucción del hábito. Recordaba haber sentido, y luego pensado: «Ningún otro ha sabido jamás cómo es esto verdaderamente, ningún otro lo ha comprendido de verdad, o la raza humana sería diferente». Y cuando se lo dijo a Madeleine, ella rió con su risa irónica y le dijo que era un presuntuoso —«Ya te dije, James, que todo el mundo lo hace, en mayor o menor medida»—, pero enseguida se echó a llorar y lo besó por todo el cuerpo, y sus ojos ardientes de lágrimas se movían por su vientre como insectos exploradores, y su voz ahogada decía: «No me hagas caso, te creo, ningún otro jamás...».
Y esa noche —mientras se remontaba hacia la vigilia como una trucha en el río para volver a sumergirse— no supo si era un alma en éxtasis o atrapada en las redes del tormento. Sus manos eran nerviosas y ágiles y eran torpes y vacilantes. La mujer lo montaba, arqueada en su gozo, y a la vez yacía sobre él como masilla.
Y él, a quien se le habían empañado los ojos pero que jamás había llorado, los sintió llenos de lágrimas.
Jon Fosse |
Conozca la obra del Nobel de Literatura 2023, el escritor y dramaturgo noruego Jon Fosse. Random House incorporará cuatro de sus títulos inéditos en español.
Fue alcohólico, es católico converso, dejó un tiempo de escribir, se hastió de sí mismo y estuvo a punto de convertirse en un personaje trágico. Pero hoy en día se considera un superviviente de sí mismo, como lo detalla su biografía. Es Jon Fosse, el escritor noruego Premio Nobel de Literatura 2023.
Triunfo Arciniegas
TRES ESTRENOS EN LA FIL 2023
La Feria del libro de Guadalajara está a punto de comenzar y tengo tres estrenos: Caperucita Roja (SM México), Esopo dijo que era el burro (Cataplum) y El dragón viejo (Cataplum). Tres libros muy bien hechos, con una maravillosa dirección editorial. María Fernanda Paz Castillo estuvo a cargo de Caperucita y Esopo, y María Osorio Caminata del tercero, El dragón viejo, que acaba de salir del horno. Mateo Rivano ilustró con sabiduría Caperucita Roja y Juan Palomino resolvió con maestría y belleza Esopo dijo que era el burro. El dragón viejo, por su parte, va con fotos mías.
Tres libros que me regocijan. Tres bellezas. Espero que se vendan como pan caliente y que sus lectores brinquen de dicha en ese México lindo y querido.
17 de noviembre de 2023
Autorretrato Triunfo Arciniegas |
Triunfo, eres un tesoro de la literatura colombiana. Diría el más prolífico de nuestros autores. Yo sólo tengo dos de tus libros de cuentos: uno para niños y otro para adultos. Este libro y estas fotos traen a mi memoria al tipo acelerado y simpático que conocí en la Filbo 2011, que nos saludó de carreras con la cámara al hombro sin dejar de hacer un chiste o una gracia, nos mostró algunas fotos y se fue despelucado porque tenía una presentación. Un tipo al que además siento como un hermano, tocado con la misma maldición que es a la vez un don al que él le ha sacado toda la punta posible sin caer en la autodestrucción. Mi abrazo en admiración. Y mi “standing ovation”.Facebook
7
Aquella primera vez me emocionó el viento y me sobrecogió la peladura de las montañas. Salpicada de iglesias, a menudo visitada por la niebla y la lluvia, Pamplona estaba en el fondo de una taza de montañas raspadas. Hasta los perros, muertos de indiferencia, se aburrían. Palomas hambrientas. Un ciego con la mano estirada. Señoras de negro. Un niño se me acercó y me preguntó de dónde venía. Quería saber cómo era mi pueblo y no acerté a explicarle. El niño sólo conocía a Pamplona, y Málaga era muy distinta, tibia y toda empedrada, atravesada por pájaros escandalosos. El niño, que nunca había salido de Pamplona, se aburrió pronto y se fue. No lo olvidaría en el resto de mi vida. Todavía recuerdo que me preguntó si mis zapatos eran nuevos. Le faltaba el meñique de la mano izquierda pero no me atreví a preguntar. "Me lo arrancó una bruja", dijo, cuando se dio cuenta de que no podía apartar la mirada.
10
Estaba feliz con las revistas y ya no me importaba regresar a casa desde Pamplona cuando papá dijo que visitáramos al viejo Manuel, su maestro. No sabía de quién hablaba y por el camino me explicó algunas cosas. El viejo lo acogió en su casa después de una paliza de misia Candelaria, mi abuela, y le enseñó el oficio de la herrería mucho antes de que yo naciera. Papá con los costales y yo con el maletín, subimos por las gradas de una calle de tierra cruda, maltratada por los caminos del agua, entre perros malhumorados y niños con el ombligo al aire. Papá espantó una gallina que pretendía picotearme el maletín. "En diciembre te compro la bicicleta", dijo. Entonces vi las cometas, alborotadas y llenas de colores, y agosto entró a mis pulmones. Quise que los meses pasaran volando.
13
Al anochecer, del fondo de la casa vino una muchacha negra, como recién bañada, descalza, que el viejo presentó como su mujer. Le palmoteó las nalgas, riéndose. "Soy un dragón viejo pero todavía boto candela", dijo, alborozado, y la negra nos enseñó el resplandor de sus dientes. Papá lo acusó de viejo sinvergüenza. Yo nunca había visto una negra tan bonita.
1Papá acostumbraba llevarme en sus viajes. Recuerdo la impaciencia, el cosquilleo de la noche anterior, mamá alistando la ropa, su cara enrojecida de soplar la plancha, el chisporroteo del carbón como el inicio de una fiesta que nadie festejaba. Quería dormir porque, al abrir los ojos un instante después, papá daba los últimos toques al bigote con unas tijeras de muñeca, y eran las cuatro de la mañana. Me vestía con la ropa de los domingos, me lavaba la cara casi a la manera de los gatos y me peinaba con los dedos. Álvaro y Adelaida, mis hermanos, seguían dormidos. A veces hablaban en sueños, y peor aún: Álvaro decía cualquier cosa y Adelaida le contestaba y se reían con ganas, hasta que mamá se levantaba y les daba un pellizco para que dejaran dormir.