No conocía de nada a Zena El Khalil. La única referencia que tenía de ella era la nota que venía en el programa del festival y que explicaba que se trataba de una mujer que en 2006 escribía un blog en el que ofrecía “al mundo su visión particular de la guerra en el Líbano”.
En el escenario de Caja Segovia encontré a una muchacha joven, de una naturalidad pasmosa y una sonrisa amable y permanente. Mantuvo una charla muy interesante con el periodista Guillermo Altares en la que habló de su amiga Maya, su mejor amiga, cuya muerte, a causa de un cáncer, fue el detonante principal del libro “Beirut, I love you”. La muerte de su amiga y la experiencia de la guerra la sumieron en una depresión. Y en ese estado sintió el impulso de escribir sobre lo que le rodeaba, sobre las experiencias personales e íntimas a las que se enfrentaba la gente normal. No se planteó describir la realidad como una periodista sino como una ciudadana.
Cuenta que en el Líbano hay muchos niveles de locura. Allí la vida no es normal, ya que la agresión año tras año tiene sus efectos y la gente tiene que amoldarse a la situación. La gente se empeña en seguir saliendo para encontrarse con sus amigos. Se vive cada día como si fuera el último, pues se es consciente de que la vida puede terminar en cualquier momento.
Cuenta que la ciudad está dividida en dos partes, una musulmana y otra cristiana. Ella sabe que la interpretación de lo que ocurre es diferente según el lugar del Líbano en el que se vive. En este libro ha tratado de plasmar su propia visión, hablando de lo que a ella le interesa. Ha querido documentar esa época bajo su propia experiencia y en ese sentido su libro es un testimonio de su época y de su generación.
Habla sin borrar la sonrisa de su rostro, una sonrisa de amabilidad, diría que también de resignación. Uno se hace idea, escuchándola, de lo duro que debe ser vivir en esas condiciones, de lo que se estrechan los lazos entre las personas cuando se encuentran compartiendo una situación de tal magnitud. Habla del bombardeo de 2006, cuyo nivel de destrucción fue totalmente inaceptable. Barrios enteros fueron arrasados. Cuando se decretó un alto el fuego, los bombardeos se intensificaron antes de que entrara en vigor. Se utilizaron bombas racimo, que son ilegales. La situación fue tremenda. El auditorio parece contener la respiración, escuchándola con atención.
Habla también de la situación de la mujer. La mujer puede votar, pero sus derechos cívicos son cuestionables. Si una mujer se casa con un extranjero, sus hijos no pueden ser libaneses, por ejemplo. Confía, con humildad, que su libro pueda suponer una oportunidad para otras mujeres que quieran emprender proyectos, hacer cosas.
Líbano es una mezcla de personas y religiones que hacen lo que pueden por convivir. Conviven mujeres con minifalda y mujeres con velo. Sus mejores amigos son de religiones distintas. Se respetan sin cuestionarse.
Pero el país es un lugar inestable mientras no se solucione el conflicto con Israel. Sin alzar la voz, sin perder la sonrisa y el tono pausado de su discurso, expresa que todo el mundo tiene derecho a vivir en su casa en un lugar seguro, tanto los palestinos como los israelíes, y clama por una convivencia pacífica. Bromea diciendo que necesitarían que la zona fuese invadida por marcianos para que llegaran por fin a sentirse unidos.
Zena cuenta que en Líbano las ideas se expresan con mucha claridad. Dice que hay mucha información. Tienen diecisiete periódicos locales y cincuenta canales de televisión. Sólo se censura lo que tiene que ver con la seguridad nacional y la pornografía. Ella nació en 1976, así que es de la generación que ha crecido con la televisión.
Dado que en su libro se habla de temas personales, de preocupaciones vitales, de un modo muy abierto, admite que sí le preocupa un poco lo que pudiera pasar si se tradujese al árabe. Por encima de todo, ella quiere llevar una vida normal.
Cuenta que su madre enfermó cuando leyó el libro y que su padre quiso leerlo. Entonces su madre le escondía el libro a su padre. Y él volvía a comprarlo y ella volvía a esconderlo. Afirma que su padre llegó a comprar seis veces el libro hasta que consiguió leerlo en un avión y la llamó para decirle que le había decepcionado, no por lo que ella temía, sino porque decía que lo nombraba poco, que apenas salía en el libro.
Después de la charla, durante la firma de libros, los volúmenes de “Beirut, I love you” se agotaron. Creo que ha sido la primera vez que ha ocurrido algo así.