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20 septiembre 2014

«La teoría de los órganos que cantan», por David Meza.


Aleksandra Waliszewska

La teoría de los órganos que cantan
(un fragmento de El Sueño de Visnu)

Bendita sea la sangre que no se sale de mis venas, benditos sean mis músculos que se amoldan a mi cuerpo. He aquí la gracia interna de estar vivos, de poder mover los dedos para acariciar la hoja. La ética de mis pulmones, mis pulmones atados entre sí por una cuerda, que no avanzan más allá de las paredes de mi plexo. He ahí la ética de mi plexo, de mi plexo lunar y azulado, que marca los límites a mi combustión interna.

He ahí la sociedad secreta de mi cuerpo. Son una danza muscular donde la sangre adora a las dos lunas, son un crecimiento de huesos como caricias. Bendita sea mi sangre, bendita mi columna que reúne las costillas como abrazo. Bendito sea mi cuerpo entero, este cuerpo formado en el vientre de mi madre, sin ninguna mano, sin ninguna ayuda. Bendita sea la ética de mis órganos internos, la ética en la que se confabulan, acaso con más precisión que los astros, porque todo dentro de mí yace con vida.

Bendita la formación de mis tendones, como murciélagos azules sujetados de dos cielos. Benditos mis riñones, pendientes de mi cuerpo por dos clavos. Benditos los discos de mi columna, los cartílagos de mis orejas, el cráneo magnífico que me retiene. Bendita la nieve de mis gemelos, y los pueblos hermosos de mis rodillas.

Heme aquí, heme aquí, cuando uno de los órganos enferma los demás lo cuidan. Heme aquí ante la sociedad secreta de mi cuerpo. Heme aquí admirando la bilis, el semen, la orina. Como tropeles blancos de caballos que descienden por el valle, como tropeles de caballos con el número tres dibujado en los cuartos. 

Benditos sean, benditos sean. Una corona de limo para ellos, una reverencia de capa muerta y sueño altivo. Benditos sean, benditos sean, porque me dejan oler los perfumes del tiempo, porque me dejan ver los grandes acantilados, que en realidad son las rodillas de la tierra.

Benditos sean mis cabellos como una corona traviesa, benditos sean los surcos de mi frente, como un despeñadero donde solo crecen las flores más valientes. Benditas sean las praderas de mi brazo, donde las hierbas se inclinan a gozar su sueño. Sean benditos mis pies arqueados, como una escultura risueña que sostiene al mundo. Benditos, benditos sean mis ojos, como papalotes que se escapan de mi cráneo, y vuelan lejanamente a las comarcas de otro cuerpo.

Bendito sea mi pecho, que es el castillo de músculos y nervios, de huesos y tendones, de un pájaro dormido. Su canto es el flujo de los ríos, y el despertar temprano de los árboles en las montañas de mi cuello.

Ahí yace, una confabulación de miembros, una carroza tirada por caballos, que en la tarde se vuelven aves, y que en la noche se vuelven hombres. Ahí, ahí, como un reino donde los músculos del ano se sofocan, y donde los sexos son las flores abiertas de la mañana.

He ahí mi cuerpo, como una risa. He ahí mis brazos, cubiertos de lejanos pueblos y comarcas. En la parte más alta de mi espalda yace un mar que se agita con los movimientos tectónicos de mis pulmones. En la parte más seca de mis tobillos, hay un desierto que ondea largamente por mis años.

Ahí, ahí está mi cuerpo. Y lo bendigo, y me pongo a tirar magnolias por sus puertos, esperando que el mar copule con el polen, y entonces tenga una costa de pétalos, o un naufragio de pétalos, o una caza de pétalos con redes largas por mi hombro.

Bendito sea mi hombro, y bendita sea mi muñeca. Benditos sean mis ojos, y benditos nuevamente sean mis ojos, porque me permiten ver al albatros que navega entre los astros, coloreando los destinos de cientos de niños en la mano. Benditos sean mis ojos, que me permiten ver a los deformes, arrastrando tristemente sus ataúdes por la costa. Benditos sean mis ojos, que me dejan ver a mis amigos con botellas de cerveza rellenas de sueños.

Benditos sean también ellos, porque son los órganos internos de un cuerpo más grande. Yo soy la rodilla, crecida de nieve y lejanía, donde, sin embargo, florece una magnolia roja tan solo vista por unos cuantos. Lorena es una oreja, colgando de las nubes de las tardes, recogiendo esas últimas palabras que siempre dice el sol cuando se oculta. Frida es una pelvis, una mariposa de hueso que sostiene las carnes del mundo. Daniela es una uña, una uña en la que florecen los pueblos de las orquídeas negras.

Gerardo es una pierna, una pierna delicada, y que, sin embargo, podría saltar todos los montes del planeta. Eduardo es un párpado gigante, su deber es cerrar las cortinas al teatro que es el mar, recoger los clavos que sostienen a los cielos, descolgar las poleas con las que bajaban las estrellas. Omar Jasso es una línea en la mano, una línea tan rara que ningún vate podría descifrarla. Abigail es una costra formada por los dedos del tiempo, una costra sucia, muy sucia, destinada a sanarnos. Ema es una pestaña caída del cuerpo, una pestaña que bien empleada puede ser más poderosa que un cometa.

Miguel es un riñón derecho, capaz de contener el mar de así quererlo. Luna es una rosa de hueso que gira, lentamente gira, entre dos ejes de calcio que une. Y Rebeca es una costilla, una costilla que abraza a todos nuestros órganos. A ellos, a todos ellos, que son los órganos de un cuerpo más hermoso, yo los bendigo, con esta lengua que me ha crecido tanto, tanto.

Benditos sean, benditos sean. Y también bendito sea mi cuerpo, con el que puedo verlos. Bendito sea mi cuerpo, con el que puedo oírlos. Benditas sean mis manos, con las que puedo tocarlos. Bendita sea mi lengua, y mis dientes, y mi garganta, y mis labios, y mis cuerdas; con las que puedo cantarles todo el día. A ustedes, a ustedes, que son la cosmología interna del gran libro.

A ustedes, a ustedes, que son los arcángeles que saben escribir poemas. A ustedes, a ustedes, que han mirado los mares durante tantos años. A ustedes, a ustedes, a los que les escribo mis teorías, como tirando lágrimas a una botella. A ustedes, a ustedes, mis palabras. Benditos sean, benditos sean. He dicho. La ética de este libro, es la sangre que corre en sus cuerpos. 

(David Meza)          

20 julio 2014

«Estoy en mi cuarto despintándome las uñas y volviéndomelas a pintar de rojo» (un poema sangriento de Ana Carrete).

El otro día Ana Carrete (para quien aún no la conozca, Ana es la inventora de la New Wave Vomit, así como una de las poetas más importantes y queridas de eso que llamamos Alt Lit) publicó un estado de Facebook en el que anunciaba que había escrito unos poemas en español, y que si alguien los quería. En seguida le puse un like y le contesté que sin duda yo deseaba leer aquellos textos, y que mi blog era su casa, y que sí, que sí, que sí. De modo que Ana, con su enorme generosidad, me mandó este poema, que tanto me alegro de compartir con vosotros en un caluroso, sangriento y loco día de domingo. 


estoy en mi cuarto despintándome las uñas y volviéndomelas a pintar de rojo

mi cara lavada es el significante
y mi cara maquillada es el significado
o al revés
la noticia y las ideas
mi pierna dormida
mi pierna roncando
la falsificación de rostro
el comercio
la imagen se repite por televisión
simulación
doble significado
las vírgenes punks etc
la noticia de las vírgenes se repite
se reparten las ideas
si la gente cree en algo
entonces existe
tú cree esto
porque yo voy a creer en otra cosa
te vendo mi cara si quieres
¿cuánto me das por ella?
las imágenes se venden
la televisión llega y comparte
la imagen se repite otra vez

y el último milagro es que me baje
y que mis jeans se manchen

antes de ser olvidada
salir en la televisión
con los jeans ensangrentados
en la vida real

(Ana Carrete)

06 enero 2014

La poesía posnoventista española en 15 voces.

Kendra Yee

El escritor y traductor estadounidense Jacob Steinberg me habló hace poco de lo que para él significa el posnoventismo. Como buen conocedor de la literatura argentina actual, me habló de una generación de poetas que cambió la concepción del género durante los años 90 en ese país. Para él, ese espíritu lúdico, esas ganas de conocer lo que se hacía en el mundo, esas ansias por crear editoriales pequeñas, de libros baratos que llegaran al público, etcétera, son muy parecidas a lo que según él está pasando en el mundo ahora mismo. No sólo hay que mirar la Alt Lit estadounidense para darse cuenta de que una nueva ola de autores nacidos más o menos a finales de los años 80 está creando su propio discurso, sus propios medios de publicación y difusión, y su casa, sin fronteras, gracias a Internet. Me llamó la atención este nombre “posnoventismo”, y me acordé también de todo lo que la plataforma de la 89plus está promoviendo, con artistas y escritores nacidos a partir de 1989, de la que ya os he hablado muchas veces.

Cuando miro la lista de autores de Tenían veinte años y estaban locos (la de papel, pero también la digital), me doy cuenta de que en apenas 4 años desde que la idea de este libro comenzara a gestarse, todo ha cambiado mucho, y muy rápido. Si los autores más jóvenes de la antología en papel habían nacido en 1992, ahora sólo hay que mirar un poco la blogosfera, los debates literarios en Facebook y Twitter e incluso algunas revistas para comprobar que los autores de 1990 son cada vez más numerosos, e incluso que sus nombres, a pesar de ser la mayoría poetas inéditos, han llegado a ser bastante influyentes, pues no sólo se limitan a escribir sus cositas y compartirlas en la red, sino que compran y leen libros tanto clásicos como de sus contemporáneos, escriben artículos en medios culturales online, comparten lo que les gusta, agitan el género y confían ciegamente en él.

Los 15 autores que he escogido para hacer una aproximación al “posnoventismo” español me parecen muy significativos. A todos los he conocido a través de Internet, casi todos han publicado en Estaban locos y otras antologías digitales, casi todos tienen blogs, tumblrs, twitters, instagrams y vidas activas en todas estas redes. Cuando uno de ellos comparte un libro, lo más seguro es que muchos de ellos luego se lo compren (hay un efecto libro veo libro quiero muy curioso, pienso en fenómenos como el de Joan Didion, Mascha Kaléko, Tao Lin, Ted Hughes, Anne Carson, la red se llenó de estos nombres, de pronto todos los leíamos... porque al fin y al cabo somos una comunidad).

Casi todos tienen libros escritos o por escribir, pero no parecen frustrados por que su publicación no vaya a ser inminente. Si han publicado, es en editoriales pequeñas. Si no hay webs y revistas de poesía, ellos las crean (pienso en Ciudades Esqueleto, o en Erosionados). Algunos de ellos incluso han llegado a publicar sus poemas mucho antes en el extranjero que en España, y muchos hasta saben traducirse a sí mismos, o son capaces de crear en otro idioma. No hay presión por ser una joven promesa de tal o cual editorial grande (miremos con atención y celebremos el Premio Nacional de Unai Velasco), ni por salir reseñados en El Cultural (posiblemente ni lean El Cultural), ni por querer agradar a la caspa de ahí arriba. Me parecen sencillos, y sinceros, algunos son muy buenos, a otros aún se les nota la timidez y la inocencia. Pero esto, como debatimos la semana pasada a raíz de la reseña al primerpoemario de Emily Roberts, no me parece un problema. Al contrario. ¿No es una gran ilusión? ¿No es perfecto que el género mute y que el género viva, y que el género esté en continuo movimiento?

15 voces, decía, que a mí me interesan especialmente, y con las que me ha gustado contactar y charlar para este post. Ellos son: Arturo Sánchez (Barcelona, 1990), Ruth Llana (Pola de Siero, 1990), Ángel de la Torre (Lucena, 1991), Emily Roberts (Ávila, 1991), Cristian Piné (Móstoles, 1991), Sara Torres (Gijón, 1991), Miguel Rual (Oviedo, 1992), Annie Costello (Murcia, 1992), Roger Vilanova Jou (Castelló d'Empuries, 1992), Yasmín C. Moreno (Madrid, 1993), Patricia Úbeda Sánchez (Almería, 1993), Marcos Ortiz Andrino (Madrid, 1993), Belén Benito Moreno (Toledo, 1994), Sandra Martínez (Valencia, 1995) y Rosa Berbel (Sevilla, 1997). Para que podáis leerlos y conocerlos mejor he creado este link a mi Tumblr (aquí) y este documento en ISSUU (aquí), donde encontraréis sus textos, rostros, notas biográficas y dónde seguirlos.

Qué bien comienza 2014. ¿Verdad?




(Por cierto, la artista de la imagen de arriba es Kendra Yee, 
canadiense nacida en 1996)

10 diciembre 2013

Destellos y silencio, pequeña antología de la poesía joven europea (6): Rita Chirian.

Begoña García Alén 


Rita Chirian (Rumanía, 1982) es una de las poetas más importantes del momento de su país; pero también, me aventuraré a decir, de Europa; pero también, diré, del Mundo. Traductora, profesora de Literatura en Sibiu y autora de tres libros que han sido un fenómeno a nivel nacional. Su último libro publicado es Asperger, un volumen cuyas temáticas son la enfermedad, el egoísmo, la juventud, la ficción, la magia, la superación del dolor, la Literatura. 

Pienso mucho en su Asperger cuando trato de delimitar una línea que una a todos los escritores jóvenes que desde hace un tiempo vengo leyendo. Precisamente hace poco la periodista Begoña Gómez publicó en La Vanguardia un artículo a propósito de la "Generación Asperger" (la también conocida Alt Lit), un nombre que ya se venía utilizando en los blogs y en las revistas de EEUU y que define a esta generación literaria creciente. Es curioso, ¿verdad? Que sin conocerse los unos a los otros. Sin haberse leído. Sin tener la mínima idea de que sus nombres podrían existir más allá de sus ciudades, una palabra, una enfermedad y una literatura acabaría por unirles.

Rita Chirian me recuerda a Dorothea Lasky, pero también a David Meza, o incluso a Layla Martínez. Tiene algo de bruja, algo de hada, algo de surrealista, algo de domadora de bestias.

Conocí a Rita Chirian hace a penas unos meses. Vi su cabello rubísimo aparecer en una sala en la que leyó sus poemas con una voz fuerte y perfecta. Lo hacía en rumano, pero yo sentía como que la entendía, porque su rostro era expresivo y su poesía me golpeaba.

En esta ocasión he contado con Daniela Camacho para que me ayudara a poder publicar uno de los poemas de Rita en español. Eterno agradecimiento a Daniela, por su ayuda y apoyo con este proyecto. Eterna alegría, además, pues ver juntos dos nombres de esta talla es una verdadera gozada.

Y ahora atentos, silencio, que vienen, son destellos:




DIVISIÓN


y preguntaste cuál era mi poema favorito, y yo quería contarte una pequeña y confusa historia, sobre un verano tormentoso y zapatos llenos de barro, sobre un techo y las uñas recortando círculos y líneas, y sobre el agua que no es suficientemente profunda todavía, acerca de un gato castrado y su encuentro casual con una luciérnaga, sobre una mujer con labio leporino golpeando la fina madera de la puerta, día y noche, gritando, ¡si estamos juntos aquí!, ¡horarios!, ¡higiene!, y de los días con cajas perfectas y alineadas, me desharé de todo, me adoraré hasta los 30, y sobre los gestos diminutos de inventar un orden y un límite, acerca de los pies fríos y pequeños corazones que puedes tomar con dos dedos, y piensas: una pequeña y confusa historia sobre la vaga desesperación de enero y sobre la pesada desolación de las farmacias nocturnas, sobre un cenicero hecho pedazos, la patada de reproche, el llanto con hipo de yo-no-quería, sobre los primeros platos y los vasos de cristal muy grueso, y sobre la improvisación de trampas para los animales de la casa, sobre el sabor metálico de los sótanos y sobre las pelirrojas a quienes estás silbando algo que ya no recuerdas, y luego rodar escaleras abajo, y el delgado hilo de sangre, sobre vasijas que propagan una flora sin color, sobre un hombre joven que habla incesantemente de pianos verticales, ¿cómo los llaman?, y acerca de las gotas de sudor que son las palabras más nuevas, uno-dos-tres, y sobre una mañana que comienza con remolinos de nieve, y quien abandona es, primo, un cartógrafo, niño idiota, largo de aquí, y tú, recoge tus cosas, maldito, acerca de páginas húmedas y entrecortadas y ropa puesta a secar en el radiador, ojos y nariz, medio cuello, y sobre un lugar desde donde vemos las luces de la ciudad, y los pensamientos alienados, el hilo de sílice está ahora en uno de sus bolsillos y muy pronto dará latigazos al aire, aquí nadie escuchará el zumbido, nadie verá los dedos agarrando, y sobre la inflamación, remembering is not equal to politeness strategy, igualmente, cada vez que él –, la máquina advierte y prohíbe y castiga, y sobre un índice tenaz, tontos, gallinas, pregunta, ¿con qué ingresos puede justificar el uso de pieles, señora?, y sobre el aroma de las habitaciones sin luz natural, sobre abultados cojines escarlata, sobre decorados lacados en las paredes, tortugas y elefantes sabios, acerca del amor como juego de manos, baby, sobre las manchas de carmín lavadas con lejía, y sobre los pequeños gusanos internos, su pulpa neuronal y su gin sentimental, pero nadie meterá ahí la cabeza, ni siquiera tú, asesino despistado, y sobre un hombre limpiando el desastre, sobre las alcantarillas tragándose el temblor y la náusea, y recuerdas: una pequeña y confusa historia sobre gorriones que se precipitan hacia la rejilla del calefactor, y sobre ese malicioso baño de polvo que es cada vez más parecido al dolor, y acerca de las carreteras, y un tercio de cielo despejado, suficiente al fin, y sobre los abrazos hacia dentro, sustancias con nombres complicados, por lo cual es útil endulzar y mentir, pequeña hoja, pequeña mariposa y pequeña niña, y sobre enrolladas alfombras rojas, sobre la mejilla pegada a las baldosas y sobre la frialdad más real que cada célula, una pequeña historia confusa con nosotros siendo, demasiado tarde, llamados a lavarnos las manos.
Rita Chirian
(traducción de Daniela Camacho)

08 diciembre 2013

Destellos y silencio, pequeña antología de la poesía joven europea (5): Katja Perat.

Europa es un hogar silencioso, pues aquí la poesía rebosa, mas nadie la escucha. Afortunadamente a veces vienen los destellos. Palabras como las de Sam Riviere (Reino Unido), David Teles Pereira (Portugal), Elena Medel (España), Maria Borio (Italia). Palabras que intento poner en orden para que nuestro hogar silencioso tenga al fin sentido. Logre al fin una unión. Sea al fin un verdadero hogar. 

Hoy continuo la publicación de Destellos y silencio, pequeña antología de la poesía joven europea, y lo hago con Katja Perat (Liubliana, Eslovenia, 1988), una joven graduada en Filosofía y Literatura Comparada, autora del libro de poesía The Best Have Fallen (2011) que recibió un premio al mejor debut literario de la Slovenian Book Fair, y además ha sido nominado a otros cuantos premios literarios de su país. Conocí a Katja hace unos meses, gracias al festival Transpoesie de Bruselas, al que asistí hace un año.

La poesía de Katja es muy potente: íntima al tiempo que política, plagada de referentes literarios y filosóficos, que en ocasiones me recuerdan a lo que hace en España la poeta Berta García Faet. Sus versos, su voz, y hasta su presencia, son imponentes (ver aquí). Su poesía ha sido traducida a varios idiomas, entre ellos el inglés y el francés, lenguas desde las cuales yo me he atrevido a traducir uno de mis poemas preferidos de la autora. Hay humor en Katja. Hay un tono generacional muy bruto. Una energía que merece ser leída más allá de todas las fronteras. 

Y ahora, por favor, silencio. Aquí vienen unos cuantos destellos:


Deconstrúyeme

Yo
(con mi libertina actitud hacia realidad)
Soy casi perfecta.

Sueños dorados vanguardistas,
Identidad desmantelada,
Victoria de una complicación inútil,
Una niña que se convierte en lavadora,
El cuerpo cortado,
Esparcido por el desierto-

Esto es por cuanto luchamos,
Este es el reino,
Que prevaleció sobre el fascismo,
Soy vuestra victoria,
Gracias.

No necesito atención,
No pido amor,
Somos justos y honestos con el universo,
No se me debe ningún favor.

Yo soy la perfección inventada,
Yo soy la infinidad de perfecciones inventadas,
Que precisan infinito cuidado,
Yo soy, lo que soy
Yo soy, lo que sé
Yo soy, lo que he luchado
Yo soy, lo que quiero dejar atrás
Yo soy, lo que vislumbro
Yo soy, lo que se me ha asignado
Yo soy, lo que pasó desapercibido

Decosnstrúyeme,
Es lo más íntimo que puedo pedir
Deconstrúyeme,
Sácame de la Literatura
Y prepárame para el amor.
Katja Perat

01 diciembre 2013

Destellos y silencio, pequeña antología de la joven poesía europea (4): Maria Borio.

François Gérard
Primero fue Sam Riviere (Reino Unido), luego David Teles Pereira (Portugal), luego Elena Medel (España) y hoy os presento a Maria Borio (1985, Italia). Borio es una de las poetas jóvenes más importantes de su país, ha publicado en múltiples revistas, blogs y antologías, una de ellas editada por Mondadori. Conocí su voz hace unos años gracias a Pablo López Carballo, quien tradujo algunos de sus versos para su blog y para Tenían veinte años y estaban locos. En esta ocasión, sin embargo, es mi amiga Ruth Llana quien se ofreció para entregarnos una versión de uno de los poemas de María Borio. Desde aquí mando mi agradecimiento primero a Pablo por el descubrimiento y después a Ruth por querer colaborar con esta pequeña antología online. 

Borio es una autora que me fascina porque con gran sencillez consigue hablar de temas dolorosos y profundos. Su imaginario está repleto de animales frágiles y de palabras que se buscan a sí mismas y se chocan, y se rompen, y se regeneran... Ruth tradujo tres de sus poemas aparecidos originalmente en una revista italiana, pero yo he elegido el más breve de todos ellos, el más conciso, y el que más me sorprendió.

Silencio, repito. Vienen destellos:


Una vez estuve apunto de morir
a la orilla de este pequeño lago.
Ahora un animal cualquiera hace el acróbata,
el agua se abre, las plantas reflejadas
relevan el peso, voluntades invisibles
se alargan.

Escondido, hay un paisaje de cemento,
una red de hierro, las esfinges entre las zarzas
-más allá la pesca, los girasoles
y mi paso sin respuesta
que libera.
Maria Borio
(traducción de Ruth Llana)

15 noviembre 2013

Destellos y silencio, pequeña antología de la poesía joven europea (2): David Teles Pereira.

Kendra Yee

Continuamos con la serie dedicada a los mejores poetas jóvenes de este continente. Hace un par de días en este mismo blog pudisteis leer el poema París de Sam Riviere. Hoy le toca el turno a David Teles Pereira, poeta portugués nacido en 1985 que actualmente reside en Lisboa, donde escribe, edita, traduce, lee y agita con amor el género poético. Conocí a David gracias a mi amigo Antonio Alías, quien tradujo este espectacular texto para Tenían veinte años y estaban locos (aquí); pero no volví a saber de él hasta hace apenas una semanas, cuando comenzamos a intercambiar emails proponiéndonos proyectos y hablando de los mundillos poéticos de nuestros respectivos países. David conoce muy bien nuestro idioma, y él mismo ha traducido al español el poema que os copiaré más abajo. Para mí, su voz es una de esas que debería estar en nuestras mesas de novedades literarias, en nuestras estanterías y en nuestro imaginario.

Pero ahora silencio. Se acercan más destellos:


Friedhof der Namenlosen

It must often be like this
We darken gently as you count the days
Ian Hamilton

para Helena

Un hombre habla sobre la extinción anónima
mientras observa la huída de la tarde
a través del canto de las alondras.
Dieciocho años de fiebre, añade,
y una cruz débil de silencio en lugar del nombre.
El sueño de todos los siglos lo ahogó como un agua oscura.
En el fondo, esto es lo que la poesía trata,
hacer del añoro papel y con ojos de tormenta
trazar los límites del horror en la tierra,
vientre hueco que no hereda más que huesos.

Nacimos en imperios distantes,
me escribes acerca de la eterna juventud de los muertos
y yo solamente sé que el camino hacia el olvido es el mismo
donde quiera que estés. Pero aquí, en la casa de
aquellos que no tienen un nombre como sudario,
o en cualquier otro lugar, nuestro amor
es una cartografía distinta, es otra melodía.
David Teles Pereira

12 noviembre 2013

Destellos y silencio, pequeña antología de poesía joven europea (1): Sam Riviere.

Destellos y silencio es un verso robado a Ingeborg Bachmann, del poema Cantos durante la huida, incluido en el libro Invocación a la osa mayor. Es una imagen que me gusta especialmente porque sin duda define el estado de la poesía más joven de nuestro continente. Europa: ese lugar silencioso donde aparentemente nada ocurre, pero cuyas regiones brillan de tanto en tanto a causa de esas voces que son destellos, y que si nos fijáramos un poco más en ellas serían fuegos, y que si las atendiéramos cuidadosamente serían enormes soles para hoy y para el futuro. 

Escribe Arthur Rimbaud en Una temporada en el infierno que es preciso huir de este continente, pero en esta ocasión quiero contradecir al poeta, y armar una pequeña serie de post con esas voces que están aquí, muy cerca de nosotros, y que sólo pueden invitar a que nos quedemos a escucharlas. Algunas las he conocido a través de la labor brutal de 3AM Magazine por dar a conocer autores de todo el mundo. A otras he llegado a través de amigos, de recomendaciones, o incluso de viajes tan alucinantes como el que hace poco realicé a Rumanía, en donde se me abrió un mundo de cosas brutales. 

Poco a poco iré subiendo los poemas, intentaré que todos ellos estén en español, o al menos en inglés. Pero hoy me gustaría comenzar con un poema de Sam Riviere (1981), una de las voces emergentes más importantes de Reino Unido, cuyo primer libro 81 Austerities fue publicado en Faber & Faber en 2012, y desde entonces no ha dejado de recibir críticas excelentes. El siguiente poema pertenece a una plaquette previa, y es una traducción que ha hecho el traductor y también poeta Alberto Acerete. Alberto conoce bien la obra de Sam, y es un gran lector suyo. Mi agradecimiento a él por este trabajo de traducción, y también a Sam, a quien conocí hace unas semanas en Londres y me dejó maravillada.

Y ahora silencio, queridos lectores: se aproximan enormes y hermosos destellos


París

A mediados de un verano tormentoso
conociste a una joven ciega en una librería.
Sus dedos acariciaban los adornos
de los lomos, justo cuando estiraste el brazo
y tocaste sus descuidados rizos.
En un parque cercano, sus besos fueron tan certeros
como pellizcos. Cuando le posabas una mano
en la cadera, la costilla o el tobillo, sus ojos
parpadeaban, desmemoriados como las fuentes,
y cualquier movimiento precipitado estaba hecho a tu medida.
Durante toda una semana soñaste
a través de campanas en caída y aves de paso
con un edificio que sobresalía por encima de las iglesias,
tan alto que tu estómago se tambaleaba
y el suelo alzaba el brazo con su estúpido deseo.
Solo se quedó una vez. Afuera, los coches suspiraban
y tonos de lluvia contenían la habitación
en la que su mirada inquieta releía sin descanso el techo,
en la que cada movimiento sacádico se frenaba y repetía,
captando lo que nunca llegarías a entender.
Sam Riviere
(Traducción: Alberto Acerete)

22 julio 2013

"Ted Hughes nunca te hará reír", sobre la nueva edición de Cartas de cumpleaños, por Gonzalo Torné.


¿Qué se puede decir del libro que más nos gusta, del más importante para nosotros? Se trata de una pregunta muy difícil, pero por suerte un libro de esa clase es apenas una conjetura. El libro favorito se divide en una constelación, un mapa cambiante que admite diversas escalas espaciales y temporales.

Cartas de cumpleaños no es el libro que más me gusta ni el más importante para mí, pero sí uno con los que más he disfrutado, y al que recurro con mucha frecuencia cuando quiero recordar lo que la lectura puede procurarme (una experiencia relativamente sencilla de olvidar a poco que el trabajo o la curiosidad lo internen a uno en el populoso espectro donde leer tampoco es tan sugestivo).

La ocasión de la relectura se debe en esta ocasión a la nueva edición que ha publicado Lumen. Y digo “nueva” porque la llamativa transformación del texto siempre a mejor invitan a felicitar a Villena y al editor por proporcionar un texto en castellano a la altura de la magnífica versión catalana que firmaron Fulquet y Ernest.

A decir verdad no soy un erudito de la obra de Hughes y sé muy poco de una vida demasiado escabrosa en sus salientes más visibles como para dedicarme a investigar. Ni siquiera he descubierto todavía un motivo de peso para leer a Sylvia Plath, claro que tampoco se puede estar en todo. Como el prólogo que ha escrito Andreu Jaume para la ocasión, además de la rara virtud de escenificar una erudición vivificada por ideas propias, supone una introducción al libro que no me siento capaz de mejorar, intentaré conciliar la exigencia de decir algo preciso sobre el libro (motivo por el que he sido invitado a esta “bitácora”) con la determinación a no clarificar demasiado los motivos del placer inmediato que me procuran siempre estos poemas (no vaya a ser que me lo fastidie) he decidido limitarme a comentar los tres primeros aspectos que me vienen a la cabeza:

1) Los veinte primeros poemas de Cartas de cumpleaños son una historia de amor, pero también adentran el libro en uno de los temas más importantes de la literatura reciente, tan importante que suele pasarse por alto: la adaptación de la virilidad a las nuevas exigencias sociales. En algún momento del siglo pasado los varones tuvieron la generosidad de ceder poder y libertad a las mujeres, iniciando así un proceso que no ha sido sencillo para ninguno de los dos géneros, y para el que no se disponía de carta de navegación. Nunca ha sido tan distinto ser hombre o mujer en el escenario urbano que durante los últimos cincuenta años. Nunca lo que ocurría tras el telón de la boda fue tan sugestivo para la imaginación creativa. En la novela, Bellow y sus seguidores han escrito en el centro de esta agitación. Los primeros veinte poemas de Cartas de cumpleaños aceptan ser leídos, desde el mordisco que Hughes le da a la pulpa del melocotón del árbol de la sabiduría (“era tan inocente sobre las cosas de la vida”) en adelante, como la sorpresa, la ilusión, y el esfuerzo que suponen intentar resituarse como hombre.

2) Igual ya se ha dicho pero gran parte de la obra de Hughes se lee como una página satinada sobre los efectos del dolor. Se trata de poemas donde una voz impersonal describe un rasgo de la naturaleza, o se exhiben criaturas míticas. Cartas de cumpleaños ilumina la subjetividad que se nos había escamoteado, el yo paciente de todo ese barullo de fuerza y emoción.

3) El principio operativo de muchas biografías o películas sobre escritores tienen a localizar un rasgo moralmente discutible (cuando no decididamente criminal) del personaje al que transforman en la clave explicativa (para exponerla o disimularla) se su obra. Esta clase de exhibición sólo “explica” la pobreza imaginativa y de ánimo de los biógrafos y directores. La vida humana es un compuesto tan espeso de ingredientes que hay que ser un dios o un idiota para evaluarla moralmente desde el sofá de casa. Hughes vuelca tal cantidad de sucesos íntimos (imaginados, cumplidos, truncados) y lo hace desde perspectivas anímicas y vitales tan contradictorias que las tres veces que he terminado el libro me siento incapaz de juzgarle. No se trata de que Hugues se las arregle arteramente para empañar mi sensibilidad moral, sino que la fuerza y la agitación de su relato la rebasa y la desfonda. Ante el espectáculo de la vida ya jugada, mi fría y protegida por la distancia capacidad de juzgar moralmente se revela como un instrumento ridículo. El libro se abre a otra clase de moralidad, pero no sé si la entiendo bien, y tampoco me queda espacio para irme por las ramas.

Después de Eliot hay cuatro poetas que se reparten el oficioso título de “mi poeta favorito en lengua inglesa” que cada cual concede en el camarín de su mente. W. H. Auden es como un tío materno, de inteligencia y brillantez estrafalaria, un punto caprichoso, y una pizca cruel, al que le sale con naturalidad el tono que Wilde se pasó la vida ensayando. Wallace Stevens es capaz de hacerme reír y temblar con un verso que ni siquiera consigo entender. A John Ashbery llevo más de un lustro leyéndolo y traduciéndolo, es el clima de mi mente, y sus poemas son un espacio imaginario donde me gustaría vivir. Ted Hughes nunca te hará reír y no creo que a nadie le apeteciese vivir en uno de sus poemas, como pariente parece un poco siniestro (sobre todo si no te gusta pescar), probablemente sea el mejor de los cuatro.


Gonzalo Torné
(autor de Divorcio en el aire e Hilos de sangre) 
Julio de 2013