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El vómito de la nueva ola, o esa página de Ana C. (poeta norteamericana de orígenes, creo, hispanos) en la que la voluntad de reunir literatura contemporánea desconocida y fresca me ha ayudado a conocer a muchos autores más de diferentes rincones del mundo. Estas iniciativas, a lo 3AM Magazine, me parecen preciosas. Ojalá el blog Tenían veinte años y estaban locos pueda llegar a representar algo así. Todo esto lo digo por varias cosas, a) Ana C. ha sacado dos poemas míos en su vómito eléctrico y delicioso, y b) En ...estaban locos hay un poema de Laura Casielles, poeta española con la que coincidí en Cosmopoética en 2009. Es un poema perfecto. Un poema de pájaros. Sabéis cómo me gustan los pájaros. Sabréis cómo me gusta su poema.
Letra B
Pues bien. Continuemos con la letra b. Hablemos de poesía española. De las novedades en la poesía española. De los últimos libros que he leído. Esto es: Los idiomas comunes (Hiperión, 2010), de Laura Casielles; Ventanas a ninguna parte, de Javier Vicedo Alós (Pre-Textos, 2010); Gritos verticales, de Gracia Iglesias (El Cangrejo Pistolero, 2010) y Apuntes de espera, de Alba González Sanz (Torremozas, 2010). Laura Casielles, decía, ya me parecía bastante buena y ahora me lo parece más. Es cierto que de su hermoso libro algunos poemas están más logrados que otros, y con esto quiero decir que algunos me emocionan tantísimo que no puedo prestar atención al resto. Me refiero a poemas como Vecindario, como Google, como Economía sostenible (este es especialmente bonito), como Credo, como La levedad del pájaro (este lo publiqué en la antología Tumbrl y me parece exquisito), o como La certeza del agua. Me recuerda en algunos momentos a Verónica Aranda (por lo cosmopolita), a Javier Rodríguez Marcos (por los juegos de palabras) o incluso a Amalia Bautista (por la voz femenina dolida). Laura Casielles nació en 1986. Creo que tiene 24 años. No sé si ayer u hoy el poeta José María Cumbreño ha subido un texto muy positivo sobre la poeta. En su texto, Cumbreño, insinúa que últimamente los premios y la prensa sólo se centran en los poetas jóvenes, y "cuanto más jóvenes mejor". Su comentario es desafortunado, pienso, pues salvando las excepciones de María Salvador, David Leo García o Elena Medel, no conozco a ningún autor nacido después de 1985 que haya publicado su primer poemario antes de 2010... con los 20 y los 30 ya cumplidos... (sí, los ha habido, pero sin demasiada repercusión hasta el momento).
La jeunesse, one more time
El otro día, cuando fui a Hiperión a comprar Los idiomas comunes de Casielles, hablé con la célebre librera Susana Rodríguez (quizá una de las mejores libreras que conozco). Hablamos del premio de David Leo, de mi Poetry y de Casielles. Hablamos de Laura Rosal, de Alba González y de algún autor más. Me dijo Susana: ya era hora. Me dijo también que el panorama necesitaba regenerarse un poco, que tenían que venir autores nuevos. Le hablé de las polémicas. Me dijo: siempre hay polémicas. Me referí a las envidias. Me dijo: siempre hay envidias. Mencioné los veinte años. Me dijo: por fin volvéis a tener veinte años.Con este último comentario Susana se refería a los primeros libros de algunos de los autores que ahora leemos y respetamos: Carlos Pardo, Josep María Rodríguez, Miriam Reyes, Carmen Jodra, Antonio Portela. La juventud no es un valor. No. La juventud no es un valor: es una necesidad y un inicio. La juventud no es un tatuaje. La juventud no es una minifalda o un calimocho. La juventud en la literatura, o mejor, en la poesía, es una ley. ¿Cuántos poetas jóvenes hay en este país frente a los narradores de su misma edad? Aquí lo que importa, entonces, no es la edad sino la voz nueva. Y la voz de Laura Casielles (Soldado que huye nos lo advertía) es de esas que aunque nuevas ya te acarician, familiares, fuertes, bonitas... La voz de Laura Casielles es de esas que perdurarán: y eso me pone. Pero también me ponen otras cosas. Me pone que Gritos verticales, de Gracia Iglesias sea un libro cojonudo. Me pone que Ventanas a ninguna parte sea una carta de presentación (aunque ya hubiera publicado alguna cosa más) de mi casi vecino en Madrid, Javier Vicedo Alós. Una carta de presentación sensible, escueta, concisa... Todas esas cosas me ponen. Mucho. Como el primer poema de Apuntes de espera de Alba González Sanz, que me hizo temblar. Y alguno más. Ahora os cuento, sí.
Pájaros, ventanas y niñas celosas
Empezaré por Gracia. Gracia Iglesias no me gustaba, es decir, no me hacía demasiada ilusión. Sin embargo hace menos de un mes me compré Gritos verticales en la presentación del libro... y todo cambió. Su poesía es cruda. Su poesía son pájaros, vómitos, sangre, frutas, árboles (todo lo que a mí me gusta). Su poesía es bella. Gracia sabe crear lo bello. Y cuando alguien sabe crear puta belleza el resto me da igual. Cuando alguien sabe hacer lo bello: me retiro, me arranco los pelos, me miro en el espejo de sus páginas, y, ay, Dios. Gracia Iglesias tiene treinta y pico años. Antes hablaba de la edad. ¿Qué importa decir Treinta y pico después de la belleza? ¿Qué importa? Javier Vicedo Alós es La tranquilidad. Sí. Algo así. Una casa luminosa y tranquila: Ventanas a ninguna parte. Ganó el premio RNE de poesía hace meses pero no lo había leído hasta ahora. Conciso, decía. Escueto, decía. Tranquilo, decía. Una suerte de Clepsidra (Ana Gorría, Plurabelle, 2004) o incluso algo cercano a los poemas de Mariano Peyrou que yo conozco. No lo sé. Una apuesta segura que me gusta. No sé. No lo sé. Me gusta. Me deja con hambre: ey, Javier, quiero más. Y nos lo dará... Quizá de todos los poemarios que vengo mencionando el de Alba González Sanz sea el más flojito. Esperábamos mucho su libro. Sus libros. Sé que Apuntes de espera no es el único que tiene entre manos y sé que lo que he podido leer de su autoría en otras ocasiones me ha gustado bastante. Apuntes de espera tiene destellos. Tiene juegos de palabras. Espacios bonitos. No me llegan sin embargo esos poemas crípticos: cuando habla de ciudades, amantes o experiencias en un tono tan íntimo que apenas llego a comprender o descifrar. Creo que Apuntes de espera tiene la fuerza pero no del todo la forma. Hay algunos poemas: Esto no se hace por teléfono..., o No me habéis educado para permanecer..., o bien Tengo celos de las niñas que te miran en el metro..., que sí me gustan. Su simpleza o brevedad, su forma, su trato de lo cotidiano y el lenguaje coloquial consiguen lo que otros poemas a priori más complicados y sesudos no hacen. Sigo esperando, con muchas ganas, desde mi propio apunte de espera, el próximo libro de esta poeta.
Sometimes my heart pushes my ribs
Y eso es lo que he leído. Hasta hoy, en esta última semana. También he leído a Ángel González (cómo me gusta, joder) a Olvido García Valdés (ella es La Poeta), y a algunos jóvenes norteamericanos: Jordan Castro, Richard Chiem, Ellen Kennedy, otra vez. También he traducido sus poemas. Y he visto coser el culo del pavo relleno. También he sentido la maldita navidad en mis pulmones. En mi nariz. En mi economía. También te he visto vomitar. El vómito de la nueva ola, joder, joder, joder. Y Manolo Vázquez. Y Matías. Y Tua Blesa ha escrito sobre Poetry is not dead. Y hoy he comido en un japonés con papá y mamá. Y he vuelto a casa. Y he traducido este poema de Ellen Kennedy. La nueva ola, la nueva ola, el nuevo vómito, la nueva ola (repito), joder.
A NADIE LE IMPORTA LA POESÍA
Me preguntas si he estado trabajando en mis viñetas
Digo " ahora estoy intentando centrarme en la poesía"
Dices, "nadie quiere leer poesía"
Digo "lo sé, sólo lo hago por dinero"
Mi amigo dice "la poesía es terrible"
Digo "no quiero pensar en la poesía"
Tu novia dice "¿quieres una galleta Moon Pie?"
Digo "claro, supongo que quiero una Moon Pie"
(Ellen Kennedy, traducido por Luna Miguel)