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10 mayo 2016

Marzo-Abril 2016: mis 6 lecturas preferidas.


Un virus extraño que convierte nuestros sueños en paseos infinitos por los tejados de la ciudad —paseos que, en realidad, son un pretexto para el amor—. 
Un amor por el alcohol, un amor infinito por el alcohol: no os confundáis, no hablo de Bukowski sino de las dulces borracheras de Amélie Nothomb. 
Dulzura y cariño hacia los gatos. 
O gatos muertos en un riachuelo de una aldea japonesa, donde los huérfanos piden un poco de diversión. 
¿A quién le importa un gato muerto? ¿A quién le importa un cerdo, una vaca, un ratón? 
¿Y a quién le importa una adolescente que se tira desde lo alto de un edificio? 
¿Quizá habría sobrevivido si alguien la hubiera contagiado antes con el virus de los paseantes de sueños?
Ay,
no sé.
Marzo fue el mes del peso. El peso pesado y las patadas nocturnas.
Ay,
tampoco sé.
Abril fue el mes de Ulises. Mes suave. Mes increíble. Mes mi bebé nuestro bebé el bebé.
Ay,
hace 2 meses que apenas duermo, y las lecturas se me mezclan en la cabeza, como una sinopsis delirante, enorme.
Los niños locos de Taiyo Matsumoto en Sunny (ECC), el nuevo asesinato de Amélie Nothomb en Pétronille (Anagrama), la intriga y la ternura de Zidrou en El paseo de los sueños (Norma Cómics), el respeto a todas las especies de Franz-Oliver Giesbert en Un animal es una persona (Alfaguara), el duelo ebrio de Ben Brooks en Hurra (Blackie Books) o el amor por esos seres peludos que son los gatos de Charles Bukowski en Gatos (Visor).
Ay.
Perdonad que no diga más.
Llevo tres horas tratando de escribir estas líneas.
Me tengo que ir.
Bebé me reclama. 

09 enero 2015

Ayer no podía dormir por culpa de Max Blecher.


Todas mis palabras están en una bandeja. Algunas huelen a comida para bebés porque son blandas y no dicen nada. Otras tienen la consistencia de un puñetazo o bien, quizá, de un sueño erecto. Me gusta pensar que voy a comérmelas todas, me gusta pensar que voy a pronunciarlas todas para ti. Veo sólo pornografía subtitulada en mexicano, bebo avellanas machacadas en un vaso de plástico, saco brillo a mis dientes feos con un enjuague de aloe y espero paciente a que el vientre me de permiso para reproducirme. En la pantalla un mensaje de Caterina me recuerda que aún puedo ser útil. En la pantalla el miedo me está dejando fría, muy fría, muy… A quién estoy hablando. De qué me sirve todo esto. Todas mis palabras están en una bandeja. Si espero mucho cantarlas, se me van a pudrir.  

13 noviembre 2013

Comer (2): ñom es el nuevo yummy, y otras historias.

Hace un tiempo me propuse comenzar un "diario de comida" en este blog, pero entre unas cosas y otras no pasé del primer post (pido disculpas, ay). La crítica gastronómica es un género que me queda grande por todo lo que desde aquel momento fui descubriendo, de ahí que aún no me haya animado a seguir, a pesar de que en mi Instagram o en mi cuenta de Foodspotting las imágenes y los comentarios sigan surgiendo; o incluso de que algunos de vosotros me comentarais que después de Comer (1): el tamaño satisface, descubristeis una nueva y genial hamburguesería.¿Sabéis que no he vuelto a ese sitio desde entonces?

En las últimas semanas, sin embargo, he vuelto a escribir bastante a propósito de la comida que como, de la que no como, de la que me gusta o no me gusta comer y de la que os recomiendo. También he leído mucho. Y he cocinado mucho. Y he hablado con verdaderos profesionales del tema, que me han ayudado a entender mejor la verdadera dimensión de los alimentos y sus sabores. Libros como Saber comer, de Michael Pollan (Debate), o Gastropoesía, editado por La Bella Varsovia. Libros de Martín Caparrós, de Mónica Escudero, de Mikel López Iturriaga... Con todo, hace dos sábados publiqué en S Moda una columna (puede leerse aquí) a propósito de las "sectas de la comida", un texto sobre aquellas veces en las que nos volvemos un poco locos al elegir nuestras dietas; y hoy, en PlayGround, firmo un artículo bastante largo en el que trato este tema y muchos más. Aquí os dejo los primeros párrafos, y os invito, si os apetece, a leerlo:

***
Regla uno: 
Comer comida
Michael Pollan

Comer mola
Todo comienza en 2006. Cory Kennedy, la entonces musa adolescente de Cobra Snake, pulsa el play de su discman y el tema “Keep Your Hands of my Girl” de Good Charlote aparece en el YouTube mal grabado de Nylon Mag. Cory mueve la cabeza, el pelo, los hombros y la mandíbula. Cory mola mucho porque baila mientras come; come mientras baila; se retuerce de placer mientras arrastra algo que parece salsa, o hummus, o qué se yo, con un trozo de pita tostada. A decir por el aspecto del plato, cualquiera lo consideraría asqueroso, pero su esfuerzo por regalarnos hipnóticos movimientos punk con la boca llena acaba por hacernos desear cualquiera de los productos que pudiera haber en su bandeja.

Todo empieza en esa época, porque nosotros, como Kennedy, tenemos quince o veinte años, y aprendemos entonces que la comida es una cosa guay, divertida y puramente estética que definirá nuestra manera de ver el mundo. O lo que es más importante, la manera en que el mundo nos verá a nosotros: mucho cuidado a partir de ahora con qué elegimos en el comedor. Mucha atención a cómo mordemos la manzana, el plátano, el pico del pan… Practicamos con nuestras pequeñas cámaras digitales tan de Carrefour 2005 la manera en que dentro de seis años subiremos a Instagram las fotos de nuestros menús. La comida, intuimos, lo es todo. Nos da la vida. Nos construye.

08 octubre 2013

Las hembras feas.

Uno de los grandes logros de la cultura es habernos convencido de que las hembras de nuestra especie son más bonitas que los machos. Todo el reino animal -e incluso el vegetal- es un ejemplo sostenido de cómo los machos son más vistosos que las hembras -la melena de un león, la cola de un pavo real, los colores de un faisán, los colmillos de un elefante, el tamaño y la fuerza de todos-; se precisaba mucho esfuerzo de construcción imaginaria para terminar creyendo que un cuerpo redondeado y bajo con dos colgantes en el medio del pecho, con escasez de vello y abundancia de grasa, con bolas en las asentaderas, es más apreciable que un cuerpo musculoso y alto, bien provisto de pelos, sólido, elástico, potente. Alguien dice que es una prueba retorcida del poder masculino: desde el momento en que el hombre tuvo la potestad de elegir su pareja sexual debió imponer la idea de que belleza era eso que encontraba en ella: razones para su elección. La explicación resulta, supongo, tan falsa y verdadera como todas.
Martín Caparrós 
en Comí (Anagrama, 2013)

26 julio 2013

Seal of approval: mis libros preferidos del primer semestre de 2013 y por qué deberíais leerlos.



Se acaba julio y parece que los lectores, los adictos y los coleccionistas de libros ya tenemos todos nuestros sentidos puestos en lo que será la alocada y nerviosa rentrée. Los grandes títulos del horizonte me llevan entonces a acordarme y a querer ordenar aquellos más me han gustado hasta la fecha, publicados dentro y fuera de España, y que más abajo señalo (el orden es aleatorio), reivindico y recomiendo:

-La trama nupcial, de Jeffrey Eugenides (Anagrama), por ser un retrato fiel del amor post-universitario, de las relaciones complicadísimas y de la locura. La mejor novela del año hasta la fecha.
-Un cuarto propio, de Virginia Woolf (Lumen), por ser una edición tan cuidada de uno de esos libros que a todos nos "cambiaron la vida".
-Poesía completa, de Anne Sexton (Linteo), por ser la primera vez que podemos leer a Anne Sexton de principio a fin. Una batalla ganada. Un volumen esencial en toda biblioteca.
-Así es como la pierdes, de Junot Díaz (Literatura Mondadori), por ser tan divertida, cruda y real. Por ser tan masculina y al mismo tiempo tan crítica con la masculinidad más desagradable.
-Como el ciervo huiste, de Iago Fernández (Delirio), por ser Iago Fernández el único narrador interesante, potente y prometedor nacido a partir de 1990 en este país. 
-Taipei, de Tao Lin (Vintage), por ser la mejor novela de uno de los autores más importantes de mi generación a nivel internacional.
-Todo ajeno, de Natalia Litvinova (Vaso Roto), por ser la gota que colma el vaso de la belleza poética que genera la autora. Y porque la fuerza de su voz ya es un hecho más allá de sus fronteras. 
-Una rubia imponente, de Dorothy Parker (Nórdica), por ser el libro que nos enseñó a ser mujeres más fuertes y más listas. Y porque la edición de Nórdica es una pasada.
-Alone with other people, de Gabby Bess (CCM), por ser una de las autoras que más me interesan del panorama de la Alt Lit. Su poesía es diferente, madura, feminista, social. 
-Virus tropical, de Power Paola (Reservoir Books), por ser tan real, tan loca. Gracias a ella afiancé mi interés por el cómic.
-La materia oscura, de Florian Werner (Tusquets), por ser uno de los ensayos más divertidos e instructivos (sí, sobre la mierda) que he leído en mi vida. 
-Cómo debería ser una persona, de Sheila Heti (Alpha Decay), por ser una lección de amistad, un artefacto narrativo tan original y una confirmación de la autora como uno de los valores más atractivos de la narrativa en inglés. 

***

24 mayo 2013

Guarradas.


Ya no mola ser bonita, ni ser deseada, ni mucho menos presumir de follar. Lo que mola cuando uno termina Zonas húmedas de Charlotte Roche (Anagrama, 2009) es haber sido capaz de reírse del sufrimiento propio, del mal olor propio, de la propia estupidez. Porque Zonas húmedas no es un libro sobre sexo adolescente sino una biografía del sufrimiento a través de la historia de una chavala de dieciocho años que está bastante mal de la cabeza, y a la que encima le gusta estarlo. A pesar de las innumerables escenas “pornográficas” que encontramos a lo largo del libro, lo que Helen nos está pidiendo realmente es que le hagamos caso. Que la miremos. Que ayudemos a que sus padres vuelvan a hablarse. Que, por favor, le concedamos nuestro cariño.

Algo parecido le ocurre a Madison, la protagonista de Condenada, de Chuck Palahniuk (Literatura Mondadori, 2013). Ella, al contrario que Helen, es completamente virgen, pero mantiene una relación con sus padres muy similar: no están divorciados pero pasan de ella y sólo se centran en sí mismos, sin darse cuenta de que su hija preadolescente está enfrentándose a cosas terribles... tan terribles que le llevarán a la muerte. Y será precisamente desde la muerte -desde un peculiar, surrealista y asqueroso infierno- desde donde Madison nos hablará.

Helen desde el hospital, Madison desde el inframundo. Ambas con ese lenguaje guarro y detestable. Con esa mente sucia e incluso bastante masculina. Gracias a la primera encontraremos pelos, menstruaciones y anos operados. Gracias a la segunda encontraremos violencia infantil, drogas y lugares hediondos. El libro de Roche me gustó mucho al principio, pero me pareció que perdía bastante fuerza a partir de la mitad y estuve a punto de abandonarlo. El libro de Palahniuk me hizo reír a carcajada limpia y creo que a quien le guste mucho este autor, Condenada le parecerá una de sus mejores y más locas maravillas.

Y bueno. Eso es todo. Feliz viernes.  

27 marzo 2013

Conversaciones amorosas y "eugenidescas".


-Mi meta en la vida es llegar a ser un adjetivo -dijo-. Que la gente vaya por ahí diciendo: «Eso era tan bankheadiano», o «Un poco demasiado bankheadiano para mi gusto».
-Bankheadiano suena bien -dijo Madeleine.
-Es mejor que bankheadesco.
-O bankheadino.
-La terminación en «ino» es horrible la mires por donde la mires. Hay joyciano, shakesperiano, faulkneriano. Pero en «ino». ¿Quién hay por ahí que sea algo terminado en «ino»?
-¿Thoma Mannino?
-Kafesco -dijo-. ¡Pynchonesco! Mira, Pynchon es ya un adjetivo. Gaddis. ¿Cómo sería para Gaddis? ¿Gaddiesco? ¿Gaddisio?
-No, con Gaddis no se puede hacer —dijo Madeleine.
-No -dijo Leonard- Ha tenido mala suerte, Gaddis. ¿Te gusta Gaddis?
-Leí un poco de Los reconocimientos -dijo Madeleine.
Doblaron Planet Street y subieron por la pendiente.
-Belloviano -dijo Leonard-. Es superbonito cuando se cambia alguna letra. Con nabokoviano no pasa: Nabokov ya tiene la «v». Y Chéjov también: chejoviano. Los rusos lo tienen fácil. ¡Tolstoiano! El tal Tolstói era un adjetivo a la espera de formarse.
-No te olvides del tolstoianismo -dijo Madeleine.
-¡Dios mío! -dijo Leonard-. ¡Un nombre! Jamás había soñado con llegar a ser un nombre.
-¿Qué significaría bankheadiano?
Leonard se quedó pensativo unos segundos.
-De o relativo a Leonard Bankhead (norteamericano, nacido en 1959). Caracterizado por una introspección o inquietud excesiva. Sombrío, depresivo. Véase caso perdido.
Madeleine reía. Leonard se detuvo y la cogió del brazo, mirándola con seriedad.
-Te estoy llevando a mi casa -dijo.
-¿Qué?
-Todo este tiempo que llevamos andando. Te he estado llevando hacia mi casa. Eso es lo que hago normalmente, al parecer. Es vergonzoso. Vergonzoso. No quiero que sea así. No contigo. Así que te lo estoy diciendo.
-Ya me lo había figurado, que íbamos a tu casa.
-¿Sí?
-Te lo iba a decir. Cuando estuviéramos más cerca.
-Ya estamos cerca.
-No puedo subir.
-Por favor.
-No. Esta noche no.
-Hannaesco -dijo Leonard-. Testarudo. Dado a posturas inamovibles.
-Hannaesco -dijo Madeleine-. Peligroso. Algo con lo que no se juega.
-Quedo advertido.
Se quedaron de pie, mirándose, en el frío y la oscuridad de Planet Street. Leonard sacó las manos de los bolsillos para encajarse la melena detrás de las orejas.
-Puede que suba sólo un minuto -dijo Madeleine.
Jeffrey Eugenides, en La trama nupcial (Anagrama). 

17 octubre 2012

"Emociónese así, sea poeta asao..."

Breve apunte mental: Eloy Fernández Porta está cada vez más loco. O es cada vez más -extrañamente- lúcido. O escribe cada vez más... mmm... con un acento tan extraño... pero dice #verdadescomopuños, al menos a propósito de los poetos. Bueno. Venga. Sigo. Buenas noches. 

23 septiembre 2012

Muy fan de Melanie Thernstrom, y otras cosas de domingo.

Pero el Dolor no es un lugar que pueda dejarse atrás fácilmente. Habitamos el reino del Dolor. El dolor nos habita.
Dolor dictat.
Escribimos sobre el dolor, pero el dolor nos reescribe. 
Melanie Thernstrom

21 septiembre 2012

Resumen práctico de lo que ha pasado o va a pasar: noticiario lunático sólo para interesados.

1. Ya están las primeras pruebas de la edición de Musa ammalata, a la portada le faltan un par de semanas, el libro estará listo a mediados de octubre. Qué nervios. Qué nervios. Y el prólogo de Viola es hermoso. Sin ella saber nada de qué estoy escribiendo ahora (nada de Los estómagos aparece en esta selección de poemas) describe lo que hago como algo "estomacal". Me ha hecho mucha ilusión. 

2. La semana que viene estaré junto a otros poetas de Reino Unido, Turquía, Bélgica, etc, en el festival Transpoesie que se celebra en la ciudad de Bruselas. Aquí la ficha de mi colaboración y un poema traducido. Aquí la entrevista que me han realizado en Agenda Magazine

3. No sé si somos jóvenes, o escritores, o pobres, pero hoy en El Cultural de El Mundo nos preguntan por algunas cuestiones relacionadas con el trabajo, los estudios y nuestra manera de asumir (o desasumir???) el concepto ni-ni. 

4. Mañana estreno columna mensual, de nuevo en la prensa nacional. Os avisaré por Facebook y Twitter. Será algo distinto a lo que hice en Público. Nervios.

5. El auto-bombo se ha acabado. El fumigador se ha ido. Los pajaritos cantan. Leo Piel roja, de Juan Gracia Armendáriz (Demipage, 2012) y un ensayo muy potente, Las crónicas del dolor, de Melanie Thernstrom (Anagrama, 2012). Ya os iré comentando cosas. De momento tengo unas geniales citas que pronto compartiré. 

6. Eso es todo. 

7. Creo.

8. Sí.

9. L.

10. Ps. Tengo vino.  

19 septiembre 2012

Somos lo que nos obsesiona (sobre Lila Azam en Playgroundmag).

Megan Frauenhoffer
Lo prometido es deuda y aquí os dejo mi reseña de lo que supuso para mí la lectura de El encantador. Nabokov y la felicidad, un libro que leí este verano y que recomiendo a todos los seguidores de la obra de Nabokov. Ahora que Anagrama ha publicado su novela corta Cosas transparentes, quizá la lectura de estos dos libros se complemente y sea grata para vosotros. 

Texto originalmente 
publicado en Playgroundmag.net

*

Hay escritores de los que no sabemos nada y escritores de los que sabemos demasiado, y sin embargo, por mucha información que tengamos de estos últimos, acabamos por volver a no saber nada. Me explico. Hace unas semanas mi padre me regaló un libro que sabía que yo ansiaba. Se trata de El encantador. Nabokov y la felicidad (Duomo, 2012) de Lila Azam, una especie de ensayo que mezcla el diario y la ficción, escrito a base de capítulos muy cortos que bien podrían recordar a los posts de un blog. En El encantador la autora se centra, como podéis imaginar, en la vida del escritor Vladimir Nabokov, una de las más grades figuras literarias de los últimos tiempos, así como de las más enigmáticas. De él (de su obra y de su vida) se ha escrito muchísimo, pero después de todo siempre acaba convirtiéndose en uno de esos autores oscuros: sabemos tanto de él que en realidad no sabemos nada. La propia Lila, estudiosa de su obra y apasionada por la investigación de su intimidad, opina que nunca jamás sus lectores alcanzaremos a imaginar cómo fue realmente nuestro querido Vladimir. Para Lila, la autobiografía del autor titulada Habla, memoria, no es si no un interrogante más en lo que a él respecta. Parece que cuanta más información, más misterio se genera alrededor.

Hablando del libro con mi padre, le conté que su estructura era muy peculiar, y que a veces ni yo misma sabía si se trataba de una novela o de un ensayo. Él me preguntó si Lila Azam era capaz de distinguir su vida de la de Nabokov, o bien, la ficción de la realidad, y le contesté que sí, que en todo momento la autora marcaba perfectamente la diferencia entre una cosa y la otra, aunque a veces incluso se entrelazaran. Mi padre me habló entonces de un libro sobre fotografía de Joan Fontcuberta en donde todas estas cosas se mezclaban y el lector ya no sabía si lo que se contaba formaba parte de su investigación o de su imaginación. ¿Cuánto de imaginación hay en una investigación, y viceversa? Abrí El beso de Judas (Editorial Gustavo Gili, 2011) de Fontcuberta y encontré una sentencia que a primera vista parece algo obvia pero que más tarde se podría relacionar con El encantador para terminar de comprenderlo: Los creadores acostumbramos a ser monotemáticos. Lo podemos disfrazar con envoltorios de distintos colores, pero en el fondo no hacemos sino dar vueltas obsesivamente a una misma cuestión. Al fin y al cabo, tanto la historia de Lila Azam como la de Vladimir Nabokov partían de este enunciado: la obsesión monotemática de cada uno como motor y tesis del texto que nos concierne.

En El encantador se relatan dos obsesiones (o incluso tres, pero eso vendrá más tarde). La primera es la de la propia autora. Su fijación por la obra de Vladimir Nabokov viene desde que tan sólo era una adolescente. Aquí nos cuenta cómo nace su interés por él. Parece ser que su madre lo leía en inglés, una lengua que ella aún no dominaba pero que más aprendió casi para, entre otras cosas, poder leer a Nabokov. ¿De qué va esto, mamá?, le diría, pues esto aún no es para ti, cariño, contestaría la madre. Poco a poco la vida de Lila Azam fue acercándole a la literatura del ruso. Una serie de casualidades le llevarían a estudiarlo,a interesarse por él y a “amarlo”, y puesto que las obsesiones nacen del amor, Lila Azam tomó la decisión de comenzar este libro extraño. La primera obsesión relatada nos lleva entonces a pensar que El encantador es el libro de una “fan”. El libro que todos los que hemos sido seguidores y fieles a un artista de esta talla habríamos querido crear. Entrañable, divertido, atrevido. Las confesiones de Azam son el máximo exponente de la inquietud que un lector siente hacia su escritor favorito. La autora podría haber optado por un ensayo rigurosísimo, o por una novela entretenidísima, pero prefirió hacer este cóctel... y le salió de fábula. El encantador, en este punto, ya no es un libro más sobre aquel genial ruso, si no un libro necesario y único para su público.

La segunda obsesión que encontramos es la de Nabokov: un hombre gris que coleccionaba mariposas y que escribía novelas sobre un fantasma llamado Tamara (ella era ellas) precursor de todo lo que más tarde amó, así como detonador de todos los sufrimientos y deseos que su narrativa destila. La obsesión de Nabokov era la de ser feliz, sí, ¿pero con qué, con quién, o para qué? Ser feliz gracias a ese momento delicado en el que la mariposa entra en la red -metáfora amorosa, metáfora creativa, metáfora vital-. Su narrativa es la de los grandes placeres y las grandes ideas, su narrativa se dibuja sobre el laberinto sentimental que ha de cruzarse para llegar a ellas. Es curioso que tantas veces se coincida en el pensamiento de que Tamara (o Ada, o Dolores, o incluso el nombre científico de cualquier mariposa) representen la obra de este misántropo y solitario escritor. Dice Javier Marías que Nabokov padecía de insomnio desde la niñez, fue mujeriego en ju juventud y fidelísimo [discrepamos] en su madurez (casi todos sus libros están dedicados a su mujer, Vera), y en conjunto quizá hay que verlo como a un solitario. El mayor placer, la mayor dicha, los mayores éxtasis los experimentó a solas: cazando mariposas, fraguando problemas de ajedrez, traduciendo a Pushkin, escribiendo sus libros... Y todo esto forma parte de la lógica de sus novelas e incluso a veces de sus poemas, como algo que persigue en una interminable cacería.

La tercera obsesión que aparece visiblemente en El encantador es la relacionada con un nombre que acabamos de mencionar: el de Vera, su mujer, su amante, su acompañante, su lectora, su ayudante, su mecanógrafa, su agente, su chófer, su guardaespaldas, su pareja de ajedrez, su banquero privado, su genio práctico, etc. Todo esto nos lo enumera Lila Azam, pues muy sutilmente escribe este libro, o eso creo, para reivindicar la figura de aquella mujer que entregó su vida entera a Vladimir Nabokov, incluso cuando este le fue infiel, o incluso cuando tuvo que dejar una posible vida literaria propia de lado. El encantador se convierte a ratos en la historia oculta de Vera, otro personaje que según cuentan quienes han leído más a propósito de ella, también era obsesivo, también quería ocultarse y también resulta cada vez más y más lejano. Vera es la obsesión de Vladimir. La de Lila. La de ella misma. La de quien acaba este ensayo/novela/diario y siempre quiere saber más.

Como dije un poco más arriba, hay escritores de los que sabemos mucho pero no sabemos nada. De los que se habla mucho pero no se ha hablado nada. Lila Azam habla de Nabokov porque así lo desea y no para demostrar cuánto se puede conocer de él. De hecho, podríamos añadir que a veces es mejor no conocer ciertos detalles o pensamientos íntimos de la vida de los autores, pues como vemos en el ejemplo de Nabokov: todo lo importante ya estaba en su obra. Así, el libro de Azam es un ejemplo de investigación y de imaginación, pero también una suerte de lección sobre cómo ha de asumirse la literatura y cuánto placer puede llegar a darnos. De hecho, para terminar, me permitiré un pequeño lujo corrigiendo el título que la autora eligió para este libro: El encantador. Lila y el placer. Vera y la dureza. Vladimir y esa extraña felicidad. No lo dejéis pasar.  

09 septiembre 2012

Nabokov se declara, que diga, Hugh se declara, que diga, Hugh (el personaje de un genio) se presenta aquí.

Le repliqué: "Pregúntame lo que puedo hacer, no lo que hago, bella muchacha, hermosa estela de sol a través de un tejido negro semitransparente. Puedo aprender de memoria toda una página del listín telefónico en tres minutos, pero soy incapaz de recordar mi propio número de teléfono. Puedo componer trozos de poesía tan extraños y nuevos como usted, o como cualquier cosa que una persona pueda escribir de aquí a trescientos años, pero nunca he publicado un solo verso, excepto algunas tonterías juveniles en la universidad. En las pistas de juego de la escuela de mi padre he adquirido una habilidad devastadora para devolver el servicio -un drive cortado y bajo-, pero me quedo sin aliento después de un partido. Utilizando tinta y acuarela puedo pintar un lago de insuperable transparencia con todas las montañas del paraíso reflejadas en él, pero soy incapaz de dibujar una barca o un puente o la silueta de una persona presa de pánico en las ventanas de una casa como lo hace Plam. He enseñado francés en escuelas americanas, pero no he podido librarme del acento canadiense de mi madre, aunque lo percibo claramente cuando susurro palabras francesas. Ouvre ta robe, Déjanire, para que pueda subir sur mon bûcher. Puedo levitar a dos centímetros de altura y mantenerme así durante diez segundos, pero no puedo trepar a un manzano. Poseo un título de doctor en filosofía, pero no hablo alemán. Me he enamorado de usted, pero no haré nada al respecto. En una palabra, soy un genio versátil."
Vladimir Nabokov

06 septiembre 2012

Awe: un diálogo (para anunciar la rentrée con asombro).

Septiembre es el mes de los libros. Bueno. Todos los meses son meses de libros, por unas cosas o por otras. Pero parece que septiembre lo sea aún más porque llegan todas esas novedades tan emocionantes y todas esas sorpresas que le obligan a uno a querer renovar la biblioteca. (Y sé que acabo de decir una cosa tan tonta y obvia como cierta, pero atended). En el panorama español hay varias cosas que ando leyendo y que ya os comentaré. Me hacen especial ilusión Cosas transparentes, de Vladimir Nabokov (Anagrama), -ya que he pasado un agosto muy vladimiriano-, e Islas flotantes, de Joyce Mansour (Periférica) -para conocer la narrativa de esta poeta querida-. 

Sin embargo hoy quiero hablaros de otros dos libros en los que tengo muchas esperanzas puestas; se trata de Thunderbird, de Dorothea Lasky (Wave Books) y de Stag's Leap, de Sharon Olds (Knopf). El primero llevo esperándolo todo el verano, y por fin el 31 de agosto pude encargarlo. No dudo de la calidad de Dorothea y sé que este libro supondrá un gran paso en su carrera por lo que he podido leer a propósito en la red. Qué nervios. Del segundo no sabía nada hasta este mediodía, cuando Ibrah me ha pasado el link de la noticia, "esto te va a interesar, me recuerda a Anne Carson", y así es, más o menos, pues parece que Stag's Leap está compuesto de poemas sobre el divorcio (que incluyen celos, sexo, dolor...), algo muy íntimo, que según cuenta la autora, le ha costado mucho tiempo mostrar/escribir. Qué bien esta renterée poética. Qué bien y qué ganas. 

Para celebrarlo he intentado traducir un poema de Lasky. Es uno de mis preferidos de Awe (Wave Books, 2007), un libro que precisamente me compré hace dos septiembres y que el otro día fue nombrado por el crítico Blacke Butler -cuya novela sale ahora también en Alpha Decay- en HTML Giant como uno de los 25 libros de poesía más importantes de los 00's. 

Os dejo el poema. Perdonad los posibles errores, por supuesto. Pero disfrutadlo también. Y seguid leyéndola. Y feliz septiembre. Y etc. 

Asombro: un diálogo

Siempre estaba distante.
No, no lo estaba.

Sí que lo estaba, tú se lo decías a todos.
A veces no lo estaba.

¿Y qué hay de la poesía?
Mi amiga dijo que quería suicidarse porque no podía escribir un poema.

Bueno, ¿qué significa eso para ti?
La entiendo, ahora quiero suicidarme.

Y qué pasa con el que sí es real y está ahí. Él te quiere.
Nunca me llama.

Sí que lo hace, cuando puede.
No del todo, no de esa manera obsesiva con la que tendría que hacerlo.

Lo amo.
¿Por qué?

Es dulce. Me recuerda a un bosque.
¿A la niebla de un bosque de California?

No, eso no, a otra clase de bosque.
¿Con incendios y esas cosas?

Sí.
No, no así no, como la niebla.

¿Y qué es la niebla?
No lo sé, la saliva del mundo.

¿Piensas eso realmente?
Claro, quiero decir, el espíritu.

¿Y qué hay de las cosas que has aprendido?
No significan nada.

¿Y el fuego?
Nada.

¿Y qué hay de la nostalgia, qué hay del ruido del metal?
Esos son intrusos. Déjame, soy libre.

¿Entonces por qué estás aún despierta?
La libertad no es complacencia. La libertad sólo es arte.

¿Y el amor es arte?
No, el amor no se parece al fuego.

¿Y cómo te sientes?
Me estoy quemando.

¿Y qué ocurre?
Mi espíritu asciende, mi alma está atrapada.

¿Y qué la atrapa?
Dios. Dios y el Asombro.

Dorothea Lasky,
traducción de Luna Miguel

03 septiembre 2012

"La muerte apareció primero a través de la boca de la mujer, a través de la boca de la mujer la vida es restaurada".

En este sentido, para la mujer se encontraban disponibles tres categorías de santidad:
-La de mártir, si había renunciado por ello a su vida.
-La de virgen, una categoría extremadamente vulnerable, ya que podía ser robada en cualquier momento sin que la mujer interviniera.
-La de doctora, si renunciaba a su vulva. 
Mithu M. Sanyal

01 septiembre 2012

El origen de las cosas: Vulva.

Hace un tiempo Patricio Pron me habló de este libro que tengo entre manos: Vulva. La revelación del sexo invisible, de Mithu M. Sanyal, y que apareció en febrero traducido por él mismo para la editorial Anagrama. Ya me interesó mucho tras su comentario y entonces me hice con él a principios de este año. Sin embargo no he podido comenzar a leerlo hasta ahora. Me impresiona mucho el comienzo del ensayo, y también hacia dónde creo que me dirige. Me apasiona, también, que el origen de este libro sea sacar a la luz "lo desconocido" (de nuestro sexo) y que al mismo tiempo esté formado por historias, mitologías y fábulas exquisitas a propósito de él (o ella, como sea). Hasta hace muy poco, dice Sanyal, no sabíamos nada de este órgano sexual, pero la historia está plagada de imágenes y cuentecillos que nos lo desvelan pudorosamente. Aún me quedan muchas páginas pero ya encuentro este libro esencial y exquisito: un reclamo sobre qué tenemos, cómo nos lo han/hemos ocultado y qué magias oscuras y hermosas lo rodean. 

Sin embargo la vulva no sólo cura sino que incluso puede detener la desgracia antes de que ésta se produzca. En Japón existe una leyenda que narra cómo dos mujeres perseguidas por demonios intentan escapar en una barca de remos pese a que los demonios son más rápidos; en el último instante se les aparece una diosa y les aconseja descubrir sus órganos genitales. Al ver que ambas dudan, la diosa les muestra el suyo y éstas la imitan, de forma que los demonios, aullando de risa, renuncian a la cacería.
M. M. S. 

19 junio 2012

Leer poesía... pero también comprarla.


Me pareció muy interesante el artículo que Gonzalo Torné publicó ayer en ElSindicato a propósito de la edición independiente en España, y particularmente de la edición de poesía. Supongo que en este punto, cuando hablamos de edición de poesía... lo de “independiente” va muy relacionado, pues, puestos a pensar, las colecciones poéticas de Lumen y Tusquets (pertenecientes a editoriales “más grandes” tienen tanto de marginales como DVD, Visor, Bartleby... o incluso, qué sé yo, El Gaviero Ediciones. Si las cifras de venta de narrativa son sorprendentes, de las de poesía mejor ni hablar... pero no es el sólo el número de ejemplares vendidos lo que otorga a la poesía su marginalidad, también hay algo en el “continente” que me da esa impresión.

Estaremos de acuerdo en que Lumen, Tusquets y Pre-Textos hacen libros preciosos, pero también estaremos de acuerdo en que DVD, Visor e Hiperión son a las tres anteriores lo que, no sé, Debolsillo a Literatura Mondadori -hablo de formato no del trabajo que hay detrás-. Lo que quiero decir a modo de respuesta a Torné es que efectivamente editoriales como DVD optaban por un diseño sencillo y funcional, y además barato y asequible. Si no fuera por este modelo de edición las estanterías de un “iniciado” estarían vacías como lo estarían las de quienes no alcanzaran a comprarse otra cosa que no fuera un Compactos de Anagrama ¿será por eso que todos, en la adolescencia, comenzamos leyendo Anagrama...? ¿Será el precio y no el catálogo? No, no lo creo, sólo estoy exagerando. Sin embargo hay que pensar en esto. En esto y en por qué las editoriales de poesía no dejan de surgir en nuestro país. Sé que existirán más editoriales dedicadas a la narrativa que a la poesía, pero dado el nivel de ventas ¿qué hacemos aumentando de manera tan fuerte el modelo de producción? Han sido muchas las que han intentado imitar a DVD, a Visor y a Hiperión, pero eso es imposible porque, como más o menos señalaba Torné, los buenos editores escasean, y si algo me da pena de la desaparición de DVD Ediciones (como autora y, por encima de todo, como lectora), es que muchas personas aún no han comprendido el importante papel que esta editorial ha realizado durante tantos años.

Sin DVD (larga vida y amor, mucho amor a Sergio Gaspar, apunto), con un Hiperión muy aburrido desde hace un tiempo y un Visor al que parece que le faltan ideas... (en los dos casos, salvo excepciones), la pregunta es ¿hacia dónde va la edición de poesía en nuestro país? Más allá de las tres reinas (Lumen, Tusquets, Pre-Textos) quedan La Bella Varsovia, Calambur, El Gaviero Ediciones, El Cangrejo Pistolero y otras tantas, sí, pero sus catálogos aún son pequeños y su nivel atrevimiento o posibilidad de investigar en el terreno de la poesía escrita en el extranjero aún es pobre. ¿Qué papel va a tener aquí la edición digital? ¿Serán los grandes sellos o los pequeños los que primero se lancen a esta aventura? ¿Serán más reacios los lectores o los propios poetas? ¿No es tiene libro de poemas clásico -aquel que se compone de entre 30 y 80 páginas- el tamaño perfecto y deseable para ser vendido como e-book? ¿Si un libro de poesía costara sólo 1'49... la poesía la compraría más gente? Hay demasiadas preguntas que no puedo contestar pero que es necesario plantearse. Ahí lo dejo. A ver qué pasa.  

01 abril 2012

El tiempo de una vida nos separa y yo me corro.


En cuanto a mi cuerpo, prefiero no pensar en él; me repugna, vieja carcasa servil que engatusa a esa niña.
Jean Forton

Apenas había leído sesenta páginas de esta novela cuando puse el siguiente comentario en mi muro de Facebook: “no contentos con Lolita, ni con Monelle, ni con Alicia, ni con cualquiera de esas niñas perversas que aparecen también en el cine y en el arte, Blackie Books nos trae a la pequeña Isabelle, la Lolita de Jean Forton, en un libro (Ceniza en los ojos) que todos los que coleccionamos a estas criaturas malignas deberíamos tener en los estantes de nuestra biblioteca.” Y ahora, tras finalizar esta lectura después de varias horas intensas pegada a sus páginas, confirmo lo que adelanté en esa sentencia. Ceniza en los ojos no es otra cosa que una pieza de coleccionista para los amantes de la literatura de nínfulas: sensual, decadente, tan cruel... Así, Ceniza en los ojos es ese libro que surge de un Nabokov sin Nabokov. De un Schwob sin Schwob. De una Lisa Dierbeck sin Lisa Dierbeck. La historia pura. La pura impureza del amor prohibido Una narración punzante que provoca escalofríos de placer. Un entrenamiento: porque el amor no deja de ser el campo de entrenamiento de las desgracias y Jean Forton da cuenta de ello en cada embestida.

El protagonista de Ceniza en los ojos es un perdedor. El perfecto lúser, un hombre repulsivo y victimista que en ocasiones recuerda al Meursault de Camus en El extranjero, o incluso a una suerte de Michael Houellebecq aburrido y desquiciado que, con un golpe de suerte -el golpe de suerte que caracteriza las historias de estos hombres grises- consigue pasar gran parte de la novela follando con todas esas chicas hermosas que siempre había soñado: Lola, Anita, y la pequeña Isabelle. Lo más interesante en este punto es su capacidad de seducción, que, como en todas las historias de nínfulas, conforma un camino tortuoso, al tiempo que su eje narrativo. Se trata de la agonía. La agonía de la conquista. Violencia y cuidado para no espantar a esa niña con la que quiere acostarse a toda costa y a la que luego olvidará para siempre, pues, ¿quién quiere un cuerpo huesudo e inexperto? ¿A quién le interesa una cara angelical y tontorrona después del primer beso? ¿Quién quiere volver a ese agujero violado? ¿Para qué sirve una Lolita sino para ser despreciada al final de la conquista?

Ceniza en los ojos es una historia llena de erotismo y de rabia. Su lectura es tan sensual como exasperante. Su protagonista, además de presentarse como un obseso y un misógino nos muestra el lado más patético de los sentimientos del ser humano. Jean Forton lleva a cabo este proceso a través de un monólogo interior penoso en cuanto a las ideas expuestas: el mal de amores, el egoísmo, el fracaso, la cobardía y el miedo a la muerte. De este modo su narrador parece que sólo sepa enfrentarse a la vida a través del sufrimiento de los demás. Se compadece a sí mismo de ser viejo (cuando apenas cuenta treinta y cuatro años), se autoconvence de que su amor hacia esa niña es excepcional (cuando ella es ya una adolescente, tan o más loca que él, que seguramente adivinó las intenciones de este hombre  -y su fatal destino- mucho antes de que él planeara ponerle la primera mano encima). Lo dije sin haber apenas abierto el libro. Ceniza en los ojos es una joya para coleccionistas de historias que acaban mal. De hombres que dan asco. De niñas que son tan listas como las niñas y tan tontas como las niñas y tan corrosivas como las niñas... Y aún así, a pesar de lo previsible de esta historia, su interior no dejará de sorprender a los amantes de esos seres malignos y pequeños, tan importantes en nuestra literatura, en nuestra sangre y en nuestra selecta biblioteca.

16 enero 2012

Gossip Girl: "el mundillo literario tiene más de mundillo que de literario".


Lo más probable es que pronto acabemos con el espejismo. Las odas a Internet terminarán algún día, como sucedió con los aviones, la fábrica o las locomotoras. Entonces la red establecerá una relación normalizada con la literatura.
Pablo Raphael

La cita de ahí arriba, la del título del post, es de Carlos Ruíz Zafón (nunca imaginé que mencionaría en mi blog a este autor, pero sí, así es) y viene a su vez citada por Pablo Raphael en su ensayo La Fábrica del Lenguaje, S.A (Anagrama, 2011) que quedó finalista del Premio Anagrama de Ensayo. La cita del título podría resumir, quizá, la voluntad de este libro que para mí no es otra que la delimitación, crítica y comprensión de las actitudes literarias contemporáneas de los escritores en lengua española. Un espacio de reflexión sobre lo que suponen  “las generaciones” (esas turbias ocurrencias de unos pocos o de la prensa  cultural que no hacen más que entorpecer nuestra lectura); sobre lo que supone Internet (especialmente Twitter y Facebook en su relación con la creación literaria, y una llamada a la tranquilidad de quienes parecen obsesionados por explotar  -a veces ridículamente- cada una de sus herramientas y autodenominándose “innovadores”);  o incluso sobre lo que será el devenir de la literatura en español una vez superados –si es que se superan- ciertos vicios detestables y extraliterarios.

Este ensayo me ha hecho especial gracia porque en él aparece casi toda la gente que conozco y con la que trabajo. Gente de la que conozco cotilleos, de la que me cuentan gossips, de la que me dicen cosas feas o incluso gente con la que he llegado a tener malísimas experiencias. Realmente el mundillo literario tiene más de mundillo que de literario. Aquí hay cuatro gatos y a todos les gusta cagar en la arena del otro. Después de algunas semanas estúpidas en las que los celos entre escritores y los malos humos seudotrolleros han vuelto a decepcionarme, el hecho de leer este libro me devuelve cierta esperanza. Las palabras de Pablo Raphael hacia el “mundillo” son puramente “literarias”, y no de “mundillo”. Aquí nadie gana ni pierde. Aquí se muestra el trabajo y las opiniones de cada uno para la búsqueda de un sentido y de una solución ante los problemas que el futuro de la edición y de la creación literaria parecen traernos.

Eso es todo. 

27 diciembre 2011

Mis 20 de 2011 y mi 1 de 2012: from disco to disco.

Con doble emoción escribo hoy. Primero porque Fresy cool ya está en mis manos y en las de Ibrah cual hijito palomeable y besable, y aunque no sale a la venta hasta el 26 de enero de 2012, queremos enseñaros al niño, que es hermoso, grueso y está muy sano. ¡Ayú! Y con doble emoción, decía, porque ya he configurado mi lista de mis mejores lecturas de libros publicados durante el año. He esperado tanto porque he querido acabar los libros que no había tenido tiempo de leer hasta Navidad y porque me apetecía echar un vistazo a las novedades de noviembre, que siempre pasan desapercibidas en las listas de los periodistas y los críticos. Este año la lista ha sido difícil. De hecho he tenido que configurar dos distintas, una de narrativa y otra de poesía, los géneros que más leo a lo largo del año. Las listas no quieren decir nada, sólo son una ordenación mental de lo que más me ha llamado la atención de entre las novedades y de lo que quiero recomendaros de lectora a lectores. Esto es:

Mis diez de narrativa:

1-Bélgica, de Chantal Maillard (Pre-Textos)
2-Ejército enemigo, de Alberto Olmos (Mondadori)
3-Crezco, de Ben Brooks (Blackie Books)
4-Una habitación impropia, de Natalia Carrero (Caballo de Troya)
5-El mapa y el territorio, de Michel Houellebecq (Anagrama)
6-Richard Yates, de Tao Lin (Alpha Decay)
7-Libertad, de Jonathan Franzen (Salamandra)
8-Canción de tumba, de Julián Herbert (Mondadori)
9-El cuerpo en que nací, de Guadalupe Nettel (Anagrama)
10-El cielo de Pekín, de Miguel Espigado (Lengua de Trapo)

Mis diez de poesía:

1-La adoración, de Juan Andrés García Román (DVD)
2-Leve sangre, de Jeannette L. Clariond (Pre-Textos)
3-Dime qué, de David Leo García (DVD)
4-Tierra inalcanzable, de Czeslaw Milosz (Galaxia Gütemberg)
5-Árboles con tronco pintado de blanco, de Juan Antonio Bernier (Pre-Textos)
6-Papel a punto de... de Estíbaliz Espinosa (El Gaviero Ediciones)
7-Introducción a todo, de Berta García Faet (La Bella Varsovia)
8-Codex de los poderes y los encantos, de Martín Rodríguez Gaona (Olifante)
9-Juegos de inteligencia, de Rosario Castellanos (Renacimiento)
10-El común de los mortales, de Jorge Riechmann (Tusquets)

Como veréis no escondo ninguna sorpresa. Algunos de los libros aquí citados han sido bastante tratados en este blog. Otros lo han sido menos, pero los considero imprescindibles en este 2011 y en mi biblioteca personal. No hace falta que hable de Tao Lin, ni de Maillard, ni de García Román, ni de Clariond, ni de David, ni de Olmos porque ya sabéis cuánto los he disfrutado. De hecho no voy a decir nada más a propósito. Nada más de nada más. Fuck fresy yeah. A leer. O mejor... Nos vemos en el Manchester. Hi-hi.