28 septiembre 2015

La muerte de la polilla (diario de Japón).

Suehiro Maruo

Leyendo las primeras páginas de La débil mental, de Ariana Harwicz, me encontré esto:

Mi cerebro son polillas en un jarro y se ahorcan.

Lo que me recordó que tengo esta pequeña sección de diario-viaje a Japón algo abandonada, aunque ya queda poquito para que vuelva, o para que pueda volver, o para que el diario-viaje de fuera se sincronice con el diario-viaje de dentro, porque dentro hay una rueda que gira y que no me deja tranquila —¿ya nunca me dejará?—. Estoy escribiendo sobre Japón aunque en dos semanas vayamos a Niza y aunque por culpa de la ruedecita que gira y que gira haya tenido que anular el esperado y querido y anhelado regreso a México este octubre. Pero centrémonos: estoy aquí y estoy escribiendo y el diario de Japón va a volver en muy poquito porque aún me estoy peleando con las palabras que allí escribí (pero sobre todo con las que no y ahora trato de recordar). Lo que decía. Leyendo a Harwicz esta mañana en el Hospital me acordé o me recordó o quizá me obligaron a que recordara que tengo que terminar La muerte de la polilla, el diario-viaje de Japón al que sólo le quedan dos partes, pero que podéis leer, por orden, sin salir de aquí:

9. Un poema de Junzaburo en Tokyodo Books (en proceso, creo)
10. Hana (en proceso, creo)

Gracias. 

08 septiembre 2015

Cigarrillo en el New York Bar.




te estás fumando un cigarrillo
mientras le das unos sorbos a una copa
que en la memoria huele mal
llevas puesta una camisa blanca
porque quieres parecer importante
pero las manchas de salsa de soja
en el borde del cuello me recuerdan
que ni tú ni yo somos importantes
ahora mismo
y nos da igual
estamos en la planta 52 de un edificio
en el que todos fuman cigarrillos
en el que todos quieren parecer
en el que todos atienden asombrados
a las miles de luces rojas y amarillas
que parpadean en las azoteas de Tokio
ni siquiera la niebla detiene
lo interminable de este paisaje
tampoco la voz de la mujer pelirroja
que quiere cerrar su espectáculo
con una canción muy alegre
mientras yo cruzo los dedos bajo la mesa
para que el pianista se detenga
y venga a susurrarnos al oído
my baby don’t care…
te lo estás pasando bien
porque tus ojos están relajados
porque no mueves la rodilla arriba y
abajo como lo hacías en casa furioso
hace apenas unas semanas me miras
sonríes saber que la ciudad
palpita a nuestros pies te hace feliz
quiero verte así por mucho tiempo
con la camisa blanca salpicada
con las ojeras pálidas
y el aliento infantil
con las manos calientes acariciando
mis dedos
si somos importantes
es porque nos deseamos

New York Bar,
Park Hyatt, Tokio
2 de agosto de 2015

06 septiembre 2015

Estas fueron mis mejores lecturas del verano.



1. Nuevo nacimiento, de Forugh Farrojzad (Ediciones del oriente y del mediterráneo)
Cuando empecé a leer al iraní Mohsen Emadi gracias a mi amigo Jesús Carmona-Robles, me di cuenta de la influencia que Clara Janés había tenido en su difusión en nuestro idioma. Por aquellos días, me compré también El lenguaje de los pájaros, bajo la recomendación de María Mercromina, un libro fabuloso y delicado, traducido y editado también por Janés. Fui a mi biblioteca, entonces, y empecé a caer en la cuenta de que muchas de mis lecturas predilectas y también más extrañas tenían la marca y el trabajo de esta poeta, traductora y editora (Holan, Stanescu, Orten, entre otros). Fue entonces cuando me decidí a comprar o a intentar hacerme con todo el catálogo de Ediciones del oriente y del mediterráneo, y cuando, entre esos libros maravillosos, leí a Forugh Farrojzad, una poeta iraní muy importante a la que durante muchos años censuraron, por hablar de su cuerpo, de su deseo, de su mundo, con total libertad. Lo primero que me llamó la atención fue el título, después de pasar un mes de mayo horrible, en junio el verbo "nacer" se había convertido en una obsesión. Es curioso como a veces una palabra sencilla, o una recomendación de un colega que vive a miles de kilómetros de distancia puede darnos tanto. Escribí algo sobre Farrojzad aquí

2. La chica a la orilla del mar (1 y 2), de Inio Asano (Milky Way Ediciones)
El pasado noviembre de 2014, cuando cumplí 24 años, la poeta Lola Nieto me regaló un libro extrañísimo. Se trataba de un manga bastante distinto a lo que yo había leído hasta el momento de ese género (la mayoría cómics sobre adolescentes enamoradas, niñas mágicas o animales con poderes). Nijigahara Holograph era el título de aquel manga que en su momento me pareció una verdadera maravilla, pero que no recuperé hasta este julio, cuando, con motivo de mis vacaciones en Japón, volví a leer algunos de mis mangas. A Ibrah también le apasionó la obra de Inio Asano, así que decidimos bajar a comprarnos algunos mangas más a la tienda de cómics de nuestra calle. Nos hicimos con La chica a la orilla del mar, y nos quedamos fascinados. No era sólo el dibujo, era la narración, la expresividad de su personajes, su manera tierna y violenta al mismo tiempo de retratar la adolescencia, el amor y el sexo. Después de eso, Ibrah y yo empezamos hacernos con todos los libros de Asano, y aunque Solanin no me gustó tanto, su obra se convirtió en el descubrimiento del año. En unos meses Norma va a publicar Buenas noches, Punpun, serie de la que pude leer el primer tomo gracias a la edición francesa. Y además Asano vendrá este año al Salón del Manga. Si queréis saber más sobre él, aquí le dediqué un artículo. (Ah, por cierto, no perdáis de vista Milky Way Ediciones, porque esa editorial es una pasada, tienen muy buen gusto en la selección de títulos, pero lo mejor son sus preciosas y delicadas ediciones). 

3. Deshielo, de Maria-Mercè Marçal (Igitur)
Cotilleando en La Central, me encontré con un ensayo en catalán sobre maternidad y enfermedad en la obra de Maria-Mercè Marçal. Hasta la fecha yo sabía poco de esta autora, aunque personas como mi madre y mi abuela se hubieran cansado de recomendármela durante años. Ese ensayo, sin embargo, hizo que me curiosidad creciera, y entonces me puse a buscar algún libro suyo en castellano, pero sin éxito. Un día, sin embargo, entré con Ibrah a una librería centrada en temática LGTB que hay cerca de la redacción de PlayGround, y en su pequeña sección de poesía me topé con Deshielo, una traducción de uno de sus libros más célebres publicada por Igitur hace unos años. Deshielo me pareció brillante y doloroso, y para quienes estéis enamorados de poesía como la de Sylvia Plath, Joyce Mansour, Olga Novo o Marina Tsvetava, este libro tiene que formar parte de vuestra biblioteca. 

4. Las flores del mal (1, 2, 3, 4, 5, y 6), de Shuzo Oshimi (Norma Cómics)
De este regreso al mundo manga, una de mis mejores lecturas ha sido la serie Las flores del mal, aún incompleta en español, pero para ir descubriendo poco a poco. La clara referencia a Charles Baudelaire fue lo que me hizo comprar el primer número en Continuará (mi nueva librería preferida en Barcelona). La historia desde luego era prometedora: un chaval de instituto se obsesiona con Las flores del mal, y desde entonces su vida empieza a oscilar entre dos chicas de su clase. Una de ellas es una flor, y la otra es el puro mal. Desde entonces, lo que podía parecer una sencilla historia de colegiales con las hormonas locas, acaba convirtiéndose en una verdadera locura llena de crueldad, perversión y mucho humor. Me leí los 6 números del tirón, y evidentemente me quedé un poco pobre, pero por fortuna a Ibrah también le gustó la serie, y entonces hemos decidido compartir gastos en compras de manga. Hacía tiempo que algo no nos apasionaba tanto como ir a la librería y llevarnos un par de mangas para leer durante el fin de semana. Hace unos días me compré Cibercafé a la deriva, otra historia de Shuzo Oshimi publicada por MilkyWay Ediciones, que es otra locura enorme, pero que leeré con calma porque aún me queda mucho manga por tantear. Si tenéis curiosidad, por favor, empezad por Inio Asano y por Shuzo Oshimi. Son unos genios y están llenos de poesía. Os gustarán. 

5. En un principio era el hambre, de Chantal Maillard (Fondo de Cultura Económica)
No sé qué decir de Maillard que no sepáis vosotros o que no os haya dicho en otras ocasiones. En un principio era el hambre es una fantástica selección de su poesía y de sus diarios en donde el lector que no hay tenido la suerte de acceder a toda su obra podrá darse cuenta de los tesoros que Maillard escondía por ahí. Sus diarios, mucho menos conocidos que su poesía, son lo que más me ha gustado siempre de ella, porque son muy brutos y muy inteligentes, y a menudo me parecen más puros y completos que sus poemarios. Con Chantal Maillard me pasa algo curioso, y es que hace algunos años no me gustaba nada o casi nada, creo que, entre otras cosas, porque no la entendía. Cuando conocí sus diarios empecé a comprenderla, y fue precisamente la lectura de esos libros lo que me llevó a terminar apreciando su poesía. Por eso os recomiendo En un principio era el hambre, porque os ayudará a ver a Maillard desde todos sus ángulos, que son muchos, y complejos, y perfectos. Este mes también saldrá a la luz en Galaxia Gutemberg su diario La mujer de pie. Cuando lo tenga en mis manos, se convertirá en el libro número 20 que tendré de ella en mi biblioteca. ¿Y os podéis creer que por unas cosas u otras nunca la he visto recitar en directo? Espero de verdad que mi suerte cambie pronto...

01 septiembre 2015

¿Por qué debería darnos miedo hablar de la maternidad?

Utagawa Kuniyoshi

Ayer publiqué un artículo en PlayGround sobre por qué mis amigas no quieren ser mamás, aunque, en verdad, de lo que trataba aquel texto no era exactamente de la no-maternidad, sino más bien de lo difícil que es respetar y entender las opciones que las demás mujeres toman con respecto a su cuerpo, a su futuro y a su manera de relacionarse con las demás.

Después de que el texto saliera en las redes de la revista no dejaron de llover comentarios positivos, y otros muy negativos en la línea de lo que me esperaba mientras lo escribía. Muchas usuarias y lectoras se quejaron de que había “muchos artículos sobre la no-maternidad” pero ninguno sobre lo difícil que es ser madre joven, o madre a los cuarenta, o madre en ciertos países, o madre soltera, o incluso sobre el hecho de no poder ser madre.

De nuevo, la tesis del artículo quedaba comprobada en esos comentarios. Cuando yo escribo o cuando muchas de nosotras escribimos sobre este tipo de temas, lo hacemos para vencer ciertos tabúes, y no para causar confrontaciones. Sin embargo, es curioso que se trate como se trate, todo lo relacionado con el cuerpo de la mujer siempre da miedo y respeto, porque nunca sabes cuándo podrás estar haciendo daño a alguien.

Cuando meses atrás escribí sobre lo que significa ser madre a los veinte años, madres que lo son a los cuarenta se sintieron insultadas. Cuando un poco antes redacté una columna sobre mi aborto espontáneo y lo horrible de la experiencia, mujeres que habían abortado porque querían o lo necesitaban, se sintieron insultadas porque lo suyo, aunque deliberado, también era doloroso.

De todo esto, lo único que saco en claro es que es dificilísimo hablar de un aspecto de la mujer, sin silenciar otro. Es imposible escribir sobre algo tan íntimo, sin incomodar a las lectoras, aunque ese no sea el propósito de quien redacta. Incluso a mí, que jamás me ha incomodado dar la cara o hablar de mis experiencias, a veces me entra un miedo terrible a decir quién soy, o cómo me siento, no ya sólo al público sino a mis amigos más cercanos.  

Por todas estas cosas me da pena cuando alguien se burla o se queja de la obsesión de muchas escritoras por hablar de temas como el sexo, la maternidad, la crianza, la menstruación o cualquier otro tema femenino. ¿Cómo no iban a hacerlo, si aún quedan tantas polémicas, tantos asuntos delicados por resolver, tanto por aprender de quien tenemos al lado y piensa distinto que nosotras?

Me gustaría deshacerme de ese temor, y quiero hacerlo artículo a artículo, y aprendiendo de otras chicas, de los emails que me envían, de las conversaciones que mujeres que no conozco inician conmigo sólo para buscar reconocimiento y cariño.

¿Por qué parece que estemos tan vacías de esas dos cosas?

¿Por qué yo misma, por ejemplo, siento pudor de hablar con libertad de mi embarazo?

Ya lo sé: es el miedo.

El miedo a que otra vez vuelva a salir mal, o el miedo a decepcionar a mi familia si algo no va bien, o el miedo a que aún sea demasiado pronto, o el miedo a los comentarios de ánimo teñidos de pena, o el miedo a no disfrutar de mi propio cuerpo y de mis propias náuseas, hasta que los médicos no hayan certificado que mi segundo bebé sí nacerá, y que lo hará completamente sano.

Necesito hablar, y necesito compartir, y como muchos y muchas de vosotros me habéis pedido una selección de lo que he escrito a propósito de la maternidad, sus claros y sus sombras, he recuperado 6 artículos que desde 2013 vengo redactando en PlayGround, y que nacen de mi preocupación por este tema.

¿Mi generación no quiere ser mamá? Recomendación de algunas lecturas sobre la maternidad, desde Carolina del Olmo a Sylvia Plath pasando por Gabriela Wiener.

10 retratos de una maternidad salvaje. Pequeña galería fotográfica sobre la que escribo una especie de poema-ficción, en donde apoyo una maternidad natural.


Historia íntima de la literatura a través de la vagina. Sobre no poder ser madre, a través de la novela El cielo oblicuo, de Belén García Abia.

Cómo ser madre a los veinte años. Distintas maternidades por debajo de la treintena, con motivo de la publicación de Siamesa.

Mis amigas no quieren ser madres. Una conversación con tres mujeres que, por motivos bien distintos, no quieren ser madres.


Gracias.
Para más cosas: luna.miguel@playgroundmag.net