Utagawa Kuniyoshi
Ayer publiqué un artículo en PlayGround sobre por qué mis
amigas no quieren ser mamás, aunque, en verdad, de lo que trataba aquel texto
no era exactamente de la no-maternidad, sino más bien de lo difícil que es
respetar y entender las opciones que las demás mujeres toman con respecto a su
cuerpo, a su futuro y a su manera de relacionarse con las demás.
Después de que el texto saliera en las redes de la revista
no dejaron de llover comentarios positivos, y otros muy negativos en la línea
de lo que me esperaba mientras lo escribía. Muchas usuarias y lectoras se
quejaron de que había “muchos artículos sobre la no-maternidad” pero ninguno
sobre lo difícil que es ser madre joven, o madre a los cuarenta, o madre en
ciertos países, o madre soltera, o incluso sobre el hecho de no poder ser
madre.
De nuevo, la tesis del artículo quedaba comprobada en esos
comentarios. Cuando yo escribo o cuando muchas de nosotras escribimos sobre
este tipo de temas, lo hacemos para vencer ciertos tabúes, y no para causar
confrontaciones. Sin embargo, es curioso que se trate como se trate, todo lo
relacionado con el cuerpo de la mujer siempre da miedo y respeto, porque nunca
sabes cuándo podrás estar haciendo daño a alguien.
Cuando meses atrás escribí sobre lo que significa ser madre
a los veinte años, madres que lo son a los cuarenta se sintieron insultadas.
Cuando un poco antes redacté una columna sobre mi aborto espontáneo y lo
horrible de la experiencia, mujeres que habían abortado porque querían o lo
necesitaban, se sintieron insultadas porque lo suyo, aunque deliberado, también
era doloroso.
De todo esto, lo único que saco en claro es que es
dificilísimo hablar de un aspecto de la mujer, sin silenciar otro. Es imposible
escribir sobre algo tan íntimo, sin incomodar a las lectoras, aunque ese no sea
el propósito de quien redacta. Incluso a mí, que jamás me ha incomodado dar la
cara o hablar de mis experiencias, a veces me entra un miedo terrible a decir
quién soy, o cómo me siento, no ya sólo al público sino a mis amigos más
cercanos.
Por todas estas cosas me da pena cuando alguien se burla o
se queja de la obsesión de muchas escritoras por hablar de temas como el sexo,
la maternidad, la crianza, la menstruación o cualquier otro tema femenino.
¿Cómo no iban a hacerlo, si aún quedan tantas polémicas, tantos asuntos
delicados por resolver, tanto por aprender de quien tenemos al lado y piensa
distinto que nosotras?
Me gustaría deshacerme de ese temor, y quiero hacerlo artículo
a artículo, y aprendiendo de otras chicas, de los emails que me envían, de las
conversaciones que mujeres que no conozco inician conmigo sólo para buscar
reconocimiento y cariño.
¿Por qué parece que estemos tan vacías de esas dos cosas?
¿Por qué yo misma, por ejemplo, siento pudor de hablar con
libertad de mi embarazo?
Ya lo sé: es el miedo.
El miedo a que otra vez vuelva a salir mal, o el miedo a
decepcionar a mi familia si algo no va bien, o el miedo a que aún sea demasiado
pronto, o el miedo a los comentarios de ánimo teñidos de pena, o el miedo a no
disfrutar de mi propio cuerpo y de mis propias náuseas, hasta que los médicos
no hayan certificado que mi segundo bebé sí nacerá, y que lo hará completamente
sano.
Necesito hablar, y necesito compartir, y como muchos y
muchas de vosotros me habéis pedido una selección de lo que he escrito a propósito
de la maternidad, sus claros y sus sombras, he recuperado 6 artículos que desde 2013 vengo redactando en PlayGround, y que nacen de mi preocupación
por este tema.
Gracias.
Para más cosas: luna.miguel@playgroundmag.net