27 julio 2014
20 julio 2014
«Estoy en mi cuarto despintándome las uñas y volviéndomelas a pintar de rojo» (un poema sangriento de Ana Carrete).
El otro día Ana Carrete (para quien aún no la conozca, Ana es la inventora de la New Wave Vomit, así como una de las poetas más importantes y queridas de eso que llamamos Alt Lit) publicó un estado de Facebook en el que anunciaba que había escrito unos poemas en español, y que si alguien los quería. En seguida le puse un like y le contesté que sin duda yo deseaba leer aquellos textos, y que mi blog era su casa, y que sí, que sí, que sí. De modo que Ana, con su enorme generosidad, me mandó este poema, que tanto me alegro de compartir con vosotros en un caluroso, sangriento y loco día de domingo.
estoy en mi cuarto despintándome las
uñas y volviéndomelas a pintar de rojo
mi cara lavada es el significante
y mi cara maquillada es el significado
o al revés
la noticia y las ideas
mi pierna dormida
mi pierna roncando
la falsificación de rostro
el comercio
la imagen se repite por televisión
simulación
doble significado
las vírgenes punks etc
la noticia de las vírgenes se repite
se reparten las ideas
si la gente cree en algo
entonces existe
tú cree esto
porque yo voy a creer en otra cosa
te vendo mi cara si quieres
¿cuánto me das por ella?
las imágenes se venden
la televisión llega y comparte
la imagen se repite otra vez
y el último milagro es que me baje
y que mis jeans se manchen
antes de ser olvidada
salir en la televisión
con los jeans ensangrentados
en la vida real
(Ana Carrete)
19 julio 2014
Confesión terapéutica, o de cuando imaginé que David Meza venía a España y yo le llevaba a conocer El Arrecife de las Sirenas.
la muerte
no es un invento, es el final del libro,
o el
comienzo
Eduardo Ruiz
Sosa
—¿Por qué
llevas un árbol de Navidad tatuado en el vientre?
—Porque ayer
fue mi cumpleaños y nadie me regaló un beso. Porque ayer las bombas cayeron y
masacraron a los niños de las playas. Porque ayer murió un perro con cáncer y
después sus dueños comieron hamburguesas. Porque ayer yo estaba en Marte y tú
estabas en una estrella, pero logramos encontrarnos a pesar de la distancia.
Porque ayer soñé con vuestras madres y todas estaban cantando. Porque tengo
miedo de los regalos, de los renos y de los villancicos. Porque mi pecho es de
madera y mi boca huele a bosque. Porque amo contar las hormigas que suben y
bajan por mis venas. Porque tengo veinticuatro años y tú tienes veinticuatro
cicatrices. Porque hay alguien que nos está mirando. Porque alguien oscuro y
malo nos vigila.
[Al fin…
Al fin el
miedo.
Y al fin el
miedo.]
Tranquilízate,
me dices, que nosotros podríamos haber sido los Enfermos. Tranquilízate me
dices mientras escupes flores dentro de botellas (me has hablado de un río, y
de un universo, me has hablado de una bicicleta cubierta de telarañas).
Tranquilízate y me tranquilizas, y entonces despierto del sueño: en él
encontraba a mi madre disfrazada de pez, ella movía sus ojos de lado a lado
como buscando un pequeño charco en el que volver a sumergirse. Mi madre con
largas aletas brillantes. Mi madre con largos brazos poblados de lentejuelas.
Mi madre con branquias ásperas alrededor del cuello. Nosotros podríamos haber
sido los Enfermos, pero nosotros podríamos haber sido los Perros. Nosotros
podríamos haber nacido sin pulmones, pero nosotros podríamos haber comido sin
dientes. Tranquilízate, me dices, y entonces pongo mi mano fría sobre el frío
dibujo de tu pecho.
[Y al fin
respiro.
Al fin
respiro.
Al fin…]
13 julio 2014
La lucha entre lo visceral y lo real.
Mi propio cuerpo
ya no me entiende
Nichita Stanescu
Cantoras mediadoras entre los vivos que se disponen a celebrar a sus difuntos y estos últimos, las sirenas encuentran su lugar entre el intersticio de los dos mundos.
Carlos García Gual
Estás en tu
cuarto agarrándote el vientre, quédate ahí, le
dices, quédate ahí sangre. Confías en el
cansancio, en los pocos días de retraso, en las ganas de comer patatas fritas
muy picantes con mucha salsa con mucho queso con mucho estrógeno para ti. Estás
tumbada en la cama y el gato te mordisquea los dedos de los pies, miras al
techo como si supieras rezar. Miras dentro de ti, deseando que los síntomas
sean ciertos.
Pero…
En la mesilla
de noche un libro sobre el cáncer y otro libro sobre las sirenas y otro libro
sobre cómo los estómagos se llenan de flores y los caballos violentos nos
pisotean en la guerra. También hay un cómic para niños. Una foto de papá y
mamá. Una lámpara encendida que con su tenue luz alumbra vuestros cuerpos de
verano. Finges que duermes. Finges que no estás pensando en nada de esto.
Finges que te gusta el ruido de la nevera, el mordisco del gato, el vientre a
punto de traicionarte, el olor a madrugada.
Pero…
Estás en tu
cuarto como cada domingo. Estás pensando en el coño de Amarna. Estás en tu
cuarto como cada domingo. Estás pensando en los versos de Gabby. Estás en tu
cuarto como cada domingo. Estás pensando en los cuchicheos con Josune. Estás en
tu cuarto como cada domingo. Estás pensando en los rizos rubios de Elena. Estás
en tu cuarto como cada domingo. Estás pensando en Kika vestida con una falda de
tu madre. Estás en tu cuarto como cada domingo. Estás pensando en que no te
atreviste a pisar el velatorio de Merche. Estás en tu cuarto como cada domingo.
Estás pensando en el coño de Amarna, y en el coño de Amarna, y en el coño de
Amarna. El porno no puede terminar en embarazo,
dice ella.
Pero…
En la mesilla
de noche hay un libro rosa sobre sirenas y harpías. También hay un cuaderno en
el que escribes cosas sin sentido: quédate ahí,
ordenas. Quédate ahí, ordenas. Quédate ahí, ordenas.
Pero a quién…
y a qué…
pero qué clase
de magia esperas si esto sólo son palabras dispersas.
05 julio 2014
Cinco cosas que quería decirme y una cita que quería encontrar.
La peor enfermedad es la soledad, escribió;
luego, debajo de esa línea, muchos años después, con un pulso más firme escribió:
La peor enfermedad es el libro:
y luego, con los años, con la vejez encima y el pulso tembloroso de los que esperan la muerte:
La peor enfermedad es el cáncer. Y en lugar del punto agregó una coma y la palabra Madre.
Eduardo Ruiz Sosa
1.
Encontrar el libro, antes de que el libro te encuentre a ti.
2.
Me hablan de ir a México, a Chile y a Argentina. Pero yo no puedo ir a México, ni a Chile, ni a Argentina. Ahora, más que nunca, me tengo que quedar aquí. Ahora, más que nunca, siento que algunas de las cosas que digo y hago importan.
3.
Vuelve la fruta, el veganismo, la dieta blanda. Vuelve aquel vino que en realidad nunca se fue.
4.
Me quemo en la cocina. La herida huele a galletas y a incienso.
5.
Cuatro años viviendo juntos bajo cuatro techos distintos. Ya no temo nada porque sé que puedo hablar.
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