29 febrero 2012
26 febrero 2012
Me gusta mucho cuando Javier Calvo se pone asqueroso.
Quien haya leído a
Javier Calvo sabrá que es un tipo asqueroso, y no como persona -no,
no, que como persona es un amor- sino como creador de historias,
escenarios y sobre todo de personajes. Yo no he leído toda su obra
pero quizá sí la cantidad de libros suficiente (Risas enlatadas,
Mundo maravilloso, Corona de flores y El jardín colgante) como
para poder hacer esta afirmación... porque sus personajes son
repulsivos, de ahí que nos resulten entrañables, de ahí que los
amemos y los odiemos, o que queramos saberlo todo sobre ellos. Quien
haya leído El jardín colgante (Seix Barral, 2012) de Javier
Calvo sabrá que este sea posiblemente su mejor libro por bastantes
motivos, pero, sobre todo, por uno en especial: aquí el autor
explota ese lado más asqueroso y terrible de su literatura. Ese que
tanto nos gusta. Ese que le identifica. Ese que es capaz de crear
personajes inolvidables: Sara Arta (mi nueva musa), Teo Barbosa
(ídolo para las nenas con vísceras punk) y Arístides Lao
(patético, astuto y abrazable)... entre otros.
La historia de El
jardín colgante comienza lentamente, como si Calvo tantease el
terreno. Al principio uno no no sabe con qué va a encontrarse y sin
embargo sabe que le va a esperar una buena. ¿Qué es esto? ¿Una
simple novela policíaca? ¿Un rollo extraño sobre la Transición en
donde de pronto aparece un meteorito sin sentido? ¿Una radiografía
de la Barcelona de finales de los 70 -tan parecida y oscura como la
que ya nos retrató en Corona de flores-? ¿Un retrato sobre el
nacimiento del punk? ¿Qué es esto? Pero conforme
avanza la tensión es cada vez mayor y una tremenda violencia aflora
inundándolo todo. Pero no es esta la violencia que se nos prometía.
Aquí el terrorismo es sólo una excusa que se utiliza para esconder
el verdadera crueldad: aquella que implican las relaciones y
reacciones humanas (el miedo, la lealtad, el silencio, la mentira,
los celos, la incomprensión). Y es en este momento en donde uno se
da cuenta que los personajes de Javier Calvo no son tan asquerosos ni
tan repulsivos como parecían. Los pobres son sólo marionetas de un
sistema que les empuja a la locura. Los pobres personajes de Javier
Calvo son tan humanos como cualquiera de nosotros: sus heridas
superficiales les duelen tanto como las mentales. Su mayor temor: que
nadie se apiade de ellos.
En El jardín colgante
no hay buenos ni malos. No es una novela histórica, no es una novela
política, no es una novela policíaca ni mucho menos fantástica. En
El jardín colgante lo que importa es La Identidad, y el autor no deja de preguntarse por ella sin desvelar o descubrir en
ningún momento a dónde pertenecemos. Calvo destruye
España. Calvo destruye la violencia. Calvo destruye las relaciones.
Calvo destruye el amor. De este modo la tarea del lector es elegir
cuál es su bando, quién es su amigo, o de quién ha de sentir
piedad.
Misticismo,
empalamientos, drogas, alcohol, punk, vísceras, huevos fritos,
puzles, una isla vacía, unos ojos pintados de negro, una mañana
blanca y nevada, una vagina desgarrada, un bar Texas (demasiado
parecido a nuestro Manchester), una cárcel femenina, un cuchillo de
queso y un pezón... esos son algunos de los tags o conceptos que
tras la lectura se me amontonan en el estómago. Esas son las
imágenes que recreo y las que el autor me regala. Por eso recomiendo
su lectura, porque os hará pasar un mal rato como sólo las buenas
novelas los hacen pasar.
Javier Calvo es un tipo asqueroso y por eso
lo amo. Dejaos llevar por sus babas. Por sus piel blanca y blanda.
Por la oscurísima poesía de su jardín.
23 febrero 2012
Ven esta tarde, ven al Soneto, ven a besarnos.
Esta tarde en la librería Pequod...
Carlota Moseguí, el autor y una servidora les presentarán...
Los Sonetos de Robert Juan-Cantavella...
Editado por El Gaviero Ediciones...
A las 20h...
On fire...
Carlota Moseguí, el autor y una servidora les presentarán...
Los Sonetos de Robert Juan-Cantavella...
Editado por El Gaviero Ediciones...
A las 20h...
On fire...
22 febrero 2012
Poesía última de amor y enfermedad.
Cuando creíamos que lo sabíamos
todo sobre Lois Pereiro, la editorial Libros del Silencio reedita Poesía última de amor y enfermedad, los
últimos poemas escritos por este fantástico, oscuro y enigmático autor. Cuando
creíamos que todo lo habíamos degustado, sus enfermos textos irrumpen nuevamente suponiendo un punto y seguido en su obra (aquí hay eclecticismo, amor suicida,
cuerpo débil, impúdica vena) al tiempo que una cima poética, pues, a mi juicio
este librito incluye algunos de sus mejores y más importantes versos, no sólo
por la temática sino también por la forma, la pulsión, la sensación de dejadez,
la muerte. Ese es el tema, La Muerte. La muerte que lo inunda todo desde cualquier
experiencia posible: placer o dolor, poco importa porque ella está detrás,
porque ella es el fin y porque ella es la causa de que estos versos lleguen al
papel y a los sentidos. Cuando creíamos que ya nos habían arrancado la piel, llega Lois Pereiro, breve y agresivo, como una suerte de Panero o Casariego en sus mejores momentos. Así, Poesía
última del amor y la enfermedad abre el año poético con una voz y
un gusto difíciles de superar.
18 febrero 2012
17 febrero 2012
La Biblia de Monelle.
one
day you see a strange little girl look at you
one day you see a
strange little girl feeling blue
The
Stranglers
Si me preguntaran por los
nombres más grandes de la Literatura no dudaría en responder. Diría
tres. Sólo tres. Dos de ellos serían reconocidos por todos, y el
tercero (a mi juicio el más importante) les sonaría un tanto
anónimo, quizá, por la ausencia de apellido, quizá, porque quien
lo porta se denomina a sí misma “la que no tiene nombre”. No me
refiero a tres grandes autores ni a tres grandes libros, sino a tres
grandes protagonistas, heroínas, prostitutas y nínfulas: Dolores
Haze, Alicia Liddell y Monelle. Hay en sus tres nombres una sobredosis
de eles que provoca entre repulsión y ternura, una sobredosis
de azúcar y éxtasis: Lolita-Liddell-Monelle. Hay en sus tres
cuerpecitos el rastro de otros tres cuerpos oscuros y enormes:
Nabokov, Carroll, Schwob.
De estas tres nínfulas,
decía, Monelle podría ser a primera vista la más desconocida. Sin
embargo Monelle también es la más amada, las más deseada, la más
parecida a una bruja capaz de conceder todos los deseos del lector y
de los hombres; o a una princesita de cuento de los hermanos Grimm,
pues como en Las doce princesas bailarinas Monelle tiene once
hermanas que la acompañan a lo largo de las siguientes páginas,
hermanas tontas y sangrientas, princesas ingenuas y decepcionadas,
amigas silenciosas y crueles... o bien, la ramera mágica del primer
amor: ella es el desengaño y la pasión que nunca perece, como una
huella de sangre de un beso infiel, como una voz bíblica, pesada, y
el triste recuerdo de su decepción. Si según Borges los lectores y
seguidores de Marcel Schwob constituyen pequeñas comunidades
secretas (sin ir más lejos, él era devoto de su toda obra), los
amantes de Monelle podrían ser los sacerdotes de esas extrañas
sectas en las que la prosa oscura y la poesía macabra del autor
sustituyen el Pan y el Vino, y en donde los iniciados deben recitar
cada mañana los versículos de la primera sección, Palabras de
Monelle, como si de Hombres-libro
en Fahrenheit 451 se trataran.
Lo
llamaremos La Biblia de Monelle, o como apuntó Ariel
Dilon en el prólogo de la edición argentina: El evangelio de la inocencia
y la piedad. Versículos, aforismos, nihilismo y anarquía en un
texto apócrifo que se encuentra entre la voz de Zaratustra y la del
Principito (aunque sólo si éste hubiera leído a Baudelaire,
Rimbaud o Dostoievsky antes de salir de su asteroide B-612). Aquí
cada cuento de la segunda sección, Las hermanas de Monelle,
es comparable a los librillos contenidos en la Biblia cuyos
personajes son casi siempre castigados para demostrar una moraleja
divina, siendo en este caso la propia Monelle su máximo Dios, pues,
en la tercera sección del libro es ella la que guía a los niños
vestidos de blanco, con sus túnicas y sus pies negruzcos y
descalzos: ¿quién no se dejaría llevar por esta diminuta paladina?
¿Eh? ¿Quién? Si como Diosa también nos miente, también nos
seduce con inverosímiles historias y esperanzas: ella es la
vendedora de lamparitas de aceite, y al igual que La pequeña
cerillera de Christian Andersen, cada luz que enciende para
nosotros no es más que un destello de ficción que poco a poco nos
conduce hasta la muerte.
Un reino blanco. Un reino
que no entiende de reyes porque sólo entiende de Monelle. Esta es la
tierra baldía pero luminosa hasta donde “La Que No Tiene Nombre”
nos ha empujado. Esta, la comunidad secreta a la que algunos de
nuestros contemporáneos también han jurado (con sangre) pertenecer:
De
entre el sudor, la oscuridad, el miedo,
el temblor sordo de la vida,
su dura confusión, su almacenar sombrío
surgió aquella niña, aquel rostro que busco
aquel recuerdo triste y esta luz que rescata
una tarde de 1850
aquella niña
y en la habitación vacía
(y ya era tarde)
yo cojo el azul
para ti
aguja que excava la carne que ya no siente
y ya era tarde
el temblor sordo de la vida,
su dura confusión, su almacenar sombrío
surgió aquella niña, aquel rostro que busco
aquel recuerdo triste y esta luz que rescata
una tarde de 1850
aquella niña
y en la habitación vacía
(y ya era tarde)
yo cojo el azul
para ti
aguja que excava la carne que ya no siente
y ya era tarde
pero
bajo la noche practicaron su arte.
Leopoldo
María Panero
Se
llama Louise. Es frágil, menuda y enfermiza,
silenciosa y abyecta. Casi no se la ve.
Sólo hay terror y angustia en los inmensos ojos
que le invaden la cara, dignos de Lillian Gish.
silenciosa y abyecta. Casi no se la ve.
Sólo hay terror y angustia en los inmensos ojos
que le invaden la cara, dignos de Lillian Gish.
Luis
Alberto de Cuenca
Un
árbol te observa hacerte mujer desde el centro del universo. Y todo
lo que tú quieres es su savia. Apoyarás los labios, como una
profecía, en su corteza sangrienta y vieja. Renunciarás al cuerpo
que amasaste con arcilla en tu ceguera.
Esa
que veo en el mar, se va a transformar en atardecer.
Pero
un día llegó por fin; tú, cara desfigurada, me dijiste: «olvídame,
y te seré devuelta.»
Ruth
Llana
Si me preguntaran por el
nombre más importante de la Literatura, lo sé, dudaría en
responder, porque habría olvidado su tormentoso apodo. Su difícil
disciplina. Su destrucción o su amor. Su enseñanza y su Evangelio
desaparecido.
Si me preguntaran por
Ella... no lo pensaría dos veces...
Pero
olvidadla.
Y
volverá a ser nuestra.
***
Mi prólogo para El libro de Monelle, Demipage, 2012 ...la semana próxima en librerías.
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13 febrero 2012
El blanco. El blanco. El blanco.
No hay más que luz blanca cuando Teo Barbosa abre los ojos. Un estallido blanco. El amanecer pirenaico que lo invade todo. Un mundo blanco. Y en medio de ese mundo una silueta negra.
Javier Calvo
12 febrero 2012
Je vous déteste.
No están
de moda los pájaros
ya no lo
están
los
pájaros tuvieron su tiempo
ahora he
crecido
ahora he
pagado el precio del pico
no están
ni muerden
ni estarán
quédate
tú con sus heces
hazlas
volar.
10 febrero 2012
Las rodillas sucias de Janne Teller.
Janne Teller es la mujer
espeluznante. No porque sus relatos sean malos, ni porque ella sea
especialmente fea. Es espeluznante porque sus pensamientos dan miedo y
retuercen el corazón acongojado del lector conforme avanzan sus historias.
Recientemente leí Nada (Seix Barral,
2011) y Ven (Seix Barral, 2012) dos
novelas breves de también breves títulos pero de gran intensidad concentrada.
Ambas se basan en la brutalidad, en el amor y en la indecisión a la hora de
escoger entre importantes opciones. Nada
se centra en un mundo más infantil y es una obra maestra; Ven es una suerte de denuncia de los excesos del sector editorial
además de una lectura interesante –que, a mi juicio, no llega a la altura de Nada-.
En la primera novela uno siente
que regresa a la infancia, a su lado más asqueroso y terrible, ese al que se
nos invitaba en otras grandes novelas como El
señor de las moscas, La guerra de los
botones, Los hermosos años de castigo
o incluso El guardián entre el centeno.
Los protagonistas aquí son niños casi adolescentes intentando explicar un mundo
que no les pertenece y en donde el rencor y el egoísmo se alzan por encima de
todo para, finalmente, darse cuenta de que la vida no significa absolutamente
nada. Educación, enfermedad e hipocresía podrían ser tres de entre sus más
potentes keywords. Con una prosa sencilla, fría y abrumadora, equiparable a la
de Fleur Jaeggy, autora de una de las novelas mencionadas anteriormente. Si hay
algo que me guste mucho de Teller y Jaeggy es que no son mujeres cursis,
afeminadísimas o epígonos (otro más y otro y otro) de una Virginia Woolf sobre
explotada por tantas escritoras europeas de nuestro tiempo.
De este modo tanto Nada como Ven son novelas con polvo y costras en las rodillas, como las de los niños malos de los parques. Novelas
asexuales. Novelas silenciosas. Novelas de dolor universal. En el caso de Ven, Janne Teller apunta además en una
dirección más literaria y política. La conciencia del narrador fluye, se
autocritica, se castiga, se cuestiona a propósito de la lealtad, de los
mecanismos de la ficción o de los verdaderos fines de su profesión como –respetado-
editor. ¿Puede la ficción causar más daños que la realidad? ¿Puede la ficción
ser más real que la realidad? ¿Puede matar el personaje a la persona y la
invención a la anécdota? Una historia espeluznante, decía, porque Jane Teller
es espeluznante. Por eso recomiendo leerla. Porque su literatura es hermosa.
Porque su literatura es terrible.
05 febrero 2012
Black water.
Pensemos
en un hospital lleno de gatos
pensemos,
los huesos se comen a los huesos,
las uñas
son un gesto
el esqueleto
felino
su olor
pensemos en
gaviotas y en carroña
en ese color
que maúlla
en ese color
como
aquel momento sólo como aquel momento
en que las
ratas se esconden
miau
miau
se esconden
porque el cielo habla de tormentas
o ese
momento exacto en que hasta el sol se
marcha y el
cielo suena vacío revolviendo la mañana
para que
caigan sucios sus copos
ese aquel
ese aquel miau ese
pensemos
quimioterapias y pulmones
pensemos en
derramar nata sobre ciruelas muertas
pensemos en
ese y en aquel
el gato está
en la silla y se ha portado mal como se portan los mundos
cuando maduran
aquí el mundo
ya no crece porque hay vacas que nos guiñan el ojo
y aves
defendiéndose del cuchillo
pensemos
como ciudades como mujeres como mujeres que olvidan
pensemos en
el nombre de Joan-Marc
pensemos la
lectura en la cocina
la ternura
ahora
ahora que
con las flores me mudo a Marruecos
pensemos en
el ruido en el premio
en la siesta
de los sábados
pensemos que
el hospital está lleno de gatos y no hay manera
no, no hay
manera de sacarlos.
03 febrero 2012
The girl(s)¿? you lost to cocaine.
Eric Lluent
A veces tragábamos y decíamos ¡muerte!
A veces nos obsesionaba el dolor y la ortografía.
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