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viernes, 12 de octubre de 2018

Nuruddin Farah: Nudos


Idioma original: Inglés
Título original: Knots
Año de publicación: 2007
Traducción: Eugenia Vázquez Nacarino
Valoración: Está muy bien

Cuentan que en su momento Mogadiscio resultaba una ciudad de verdad atractiva; con la suficiente cantidad de placidez, exotismo y posibilidades como para hacer de ella un destino deseado, soñado. Por que ahora, y desde hace casi treinta años, asociamos la capital de Somalia a caos, destrucción y vorágine. Esa es al menos la única percepción que nos llega a través de los informativos, cuya actividad comercial consiste como sabemos en vendernos el relato de la supuesta realidad a base de la recopilación diaria de desastres y hechos llamativos, excepcionales o desgarradores. De lugares como Mogadiscio y de Somalia, entonces, apenas nos enteramos cuando el estallido de un coche bomba deja un buen reguero de cadáveres. Pero el oriente de África es también las melodías delicadas y extrañas de Mulatu Astatke o el ritmo risueño y fascinante de Abdel Aziz El Mubarak. O las novelas de Nuruddin Farah.

Los libros de Nuruddin Farah (Baidoa, Somalia, 1945) disponibles en castellano son los que componen la trilogía Past Imperfect (Pasado Imperfecto). A saber: Links (Eslabones, 2004), Knots (Nudos, 2007) y Crossbones (Huesos cruzados, 2011), que pueden ser leídos de manera desordenada pues lo que albergan es una situación parecida –el regreso del emigrante/exiliado a Mogadiscio- protagonizado por personajes de distinta circunstancia, género y perspectiva. En cualquier caso, son viajes de regreso que el propio autor experimentó por si mismo. Nuruddin Farah realizó sus estudios universitarios en India y en Reino Unido para partir definitivamente al exilio en la década de los 70 cuando Somalia estaba sometida a la dictadura de Siad Barre y tardó más de veinte años en poder visitar de nuevo su país. Desde entonces ha residido en diversas ciudades de Europa, Norteamérica y África.

En Nudos quien regresa a Mogadiscio tras veinte años de ausencia es Cambara, quien en Canadá se ha labrado una posición personal y profesional autónoma y exitosa. O quizás no tanto, pues su único hijo ha fallecido en un accidente doméstico en casa de la amante de su marido. Así que Cambara decide regresar a Mogadiscio con el objetivo de recuperar la casa familiar que ahora está ocupada por uno de los señores de la guerra que dominan la ciudad en una estrategia que pretende por un lado, canalizar el dolor por la pérdida personal a través de una acción que le permita recuperar parte del legado que conforma su estirpe familiar y, por otra, enfrentarse a la descomposición que asola a Mogadiscio y a Somalia tejiendo una red de amistades, fidelidades e intereses con la que plantar cara a la dinámica tribal, machista y depredadora que domina la situación. Y lo que Cambara se encuentra es desde luego dolor, miseria, escasez, ruina y desesperación y ese abatimiento, paralizante y, a la vez, colérico, que domina a los mascadores de qat, la potente planta psicoestimulante cuyo uso parece haberse masificado en los últimos años entre la mitad masculina de la población.

Pero Cambara también encuentra personas con las que compartir sus objetivos, cómplices con los que intentar revertir la situación, afines con los que planear un futuro más luminoso, más amable, más esperanzador, personas con las que construir una convivencia basada en los valores y los afectos y no en las identidades primarias, religiosas o tribales. Y aquí quizás surge a mi entender uno de los reparos que se le puede hacer a la narración; ¿cómo es posible este inmenso ejercicio de convivencia colectiva sin que asome ni por un momento el sentido del humor? Por eso, en algunas páginas la sensación de excesiva formalidad en el tono de la narración me ha parecido que le resta cercanía, veracidad, a esta novela que, en definitiva, deja buen sabor de boca, pues resulta un relato interesante, profundo y revelador.

domingo, 26 de agosto de 2018

Robert Graves: Adiós a todo eso


Idioma original: Inglés
Título original: Goodbye to all that
Año de publicación: 1929
Traducción: Sergio Pitol
Valoración: Está muy bien

Ahora que se cumplen cien años del final de la I Guerra Mundial, o de su interrupción momentánea hasta 1939, la memoria que Robert Graves nos dejó de aquel tiempo en Adiós a todo eso sigue manteniendo intacta una tremenda carga de conmoción y de aturdimiento. Graves había llegado a este mundo en la Inglaterra de 1895 en el seno de una familia con pedigrí aristocrático e intelectual y, en consecuencia, ostentosa de una serie de privilegios, como el acceso sin restricciones a los libros deseados, la posibilidad de mantener discretas relaciones amorosas con colegas del mismo sexo o poder enrolarse en el Ejército como oficial, lo que de por si condiciona una perspectiva muy singular de los demás y de las situaciones que le tocó afrontar.

Así, los años de formación y adolescencia transcurrieron en elitistas internados donde se aprende a mirar el mundo con dotes de mando desde el corazón de un, por aquel entonces, belicoso y confiado Imperio. Años en los que se forjó la necesidad de la poesía, de dejar florecer una personalidad propia no coincidente con la mayoría, en un proceso frágil, a veces muy doloroso, para descubrir y afirmar una sensibilidad a su medida y que incluyó tanto episodios de acoso como el aprendizaje del boxeo como forma de defensa y autoafirmación. Cuando en 1914 estalló la guerra, Robert Graves se enroló en el Regimiento de Fusileros Galeses con el que fue destinado a las trincheras del norte de Francia donde la contienda se atascó durante años con un tremendo coste de vidas.

A recoger esta experiencia se dedican muchas de las páginas de Adiós a todo eso, y en algunos pasajes se hace algo farragoso el detalle de las normas castrenses, de las disposiciones tácticas, del menudeo bélico. Pero Robert Graves es un narrador capaz de transmitir el ambiente de sacrificio, camaradería, desesperación y atrocidad con buen pulso, gracias a su sentido del humor y a la ironía con las que impregna sus recuerdos lo que permite que su lectura no quede atascada, atrapada por lo terrible de la situación.
  
Evidentemente, Robert Graves salvó el pellejo en aquella tremenda carnicería humana y pudo contarlo; fue herido en 1916 durante la batalla del Somme y evacuado y ya no volvió a pisar el frente, aunque no dejó de pensar y razonar como un militar pese a que a esas alturas ya se había producido una nueva percepción de la situación: “Ya no veíamos la guerra como un conflicto entre dos potencias comerciales rivales: su continuación nos parecía sólo el sacrificio de una joven generación de idealistas en aras de la estupidez y miedo egoísta de los mayores”. Si bien el autor se muestra disconforme con la lógica de la política oficial y su inaceptable coste humano tampoco llega a cuestionarse el status quo y busca su acomodo en la nueva situación; se casa, tiene cuatro hijos, procura el confort académico, la complicidad con otros poetas y escritores, intenta negocios desastrosos, marcha con la familia a el Cairo donde imparte clases…

Sin embargo… Algo no encaja, no funciona. A finales de los años 20 emprende la escritura de Adiós a todo eso donde ajusta cuentas consigo mismo y rompe con su familia, con su entorno, con su país. En 1929, la también poeta y escritora Gertrude Stein le habla de Mallorca; “un paraíso, si puedes soportarlo”. Y Robert Graves se instala en Deià, desde donde hace las últimas correcciones de Adiós a todo eso y encuentra su lugar donde crear, gozar y vivir. Pero esta, esta ya es otra historia.

Otras reseñas de Robert Graves en Un libro al día

jueves, 19 de julio de 2018

Dylan Horrocks: Sam Zabel y la pluma mágica

Idioma original: inglés
Título original: Sam Zabel and the Magic Pen 
Año de publicación: 2014 
Traducción: Óscar Palmer 
Valoración: Está bien


Ya lo dijo Winston Churchill: "La metaliteratura es el onanismo de lo literario. Puede resultar divertido, pero no sustituye a un buen ***** " Perdón por lo soez de la cita pero es que Sir Winston era así de campechano... la ginebra, ya se sabe. Pues en este caso nos encontramos, toma rizo conceptual, ante un "metacomic" (Propuesta de tesis doctoral: "La novela gráfica neozelandesa en el tercer milenio y su influencia en la hipsterización de la cultura global"), pero que nadie se asuste: lejos de tratarse de un plúmbeo ejercicio autorreferencial con un guión existencialista e ilustraciones dolorosamente angustiosas, al final este cómic sí que resulta divertido, si bien bastante banal.

El protagonista, Sam Zabel es  un dibujante de cómics de Nueva Zelanda (¡tachán, premio a la originalidad!) que atraviesa una crisis creativa y vital bastante chunga: lo que le pasa al pobriño no es un simple bloqueo de escritor, sino que tiene (atentos al concepto) ANHEDONIA, es decir, una incapacidad para disfrutar de nada, lo que se dice nada, de la vida. Toda una putad... jugarreta, vaya. Así, hasta que en un congreso conoce a Alice, una joven y entusiasta fanática de los cómics que vuelve a despertar su interés por algo -no, no hay tomate con ella, no seáis malpensados-: juntos descubren unos tebeos "mágicos", por haber sido dibujados con la pluma asismismo mágica del título (humm... ¿a qué creíais que se refería, pillines?). A partir de ese momento, Sam vive una serie de aventuras más o menos entretenidas junto con Alice y Miki, una sarcástica colegiala shosen, a través de una serie de cómics de variado género, comenzando por una vueltecita por Marte, planeta de recios varones de color rojo y Venus, origen de hermosas mujeres de piel verde...

En fin, no es que se trate éste de un cómic memorable - el propio Zabel, supongo que como alter ego de Horrocks, reconoce que no es Alan Moore-, pero el rollo meta-lo-que-sea tiene su puntillo, en este caso, y de paso hace alguna que otra reflexión sobre la naturaleza de los cómics y el papel reservado en ellos a las mujeres (*), muy a propósito con el espíritu de los tiempos, por cierto... (y nada que objetar con esos tiempos, por cierto). Claro que igual hasta se pasa un poquito de frenada; el tal Sam Zabel, como personaje, resulta ser un moñas de cuidado. Vale que sufre de la anhedonia de ésa, pero es que el muy cuitao siente angustia incluso ante sus propias fantasías sexuales -y tampoco es que le vaya el BDSM con focas bebé o algo parecido-; porque digo yo que una cosa es tratar de ser respetuoso, igualitario y empático  con las mujeres (eso es BIEN) y otra sentirte un miserable por imaginarte a tu propia esposa con un escotazo, por ejemplo (perdón por el spoiler, pero vosotros diréis...). De hecho, en un determinado momento de este cómic incluso surge esta pregunta: ¿Tenemos alguna responsabilidad moral por nuestras fantasías? "Vamos, no me jo... robes", fue lo que pensé yo. Hasta que recordé que en este momento le estamos volviendo a dar vueltas a Lolita (cierto que quizás no sea el ejemplo más adecuado...) o hay un consenso generalizado de que muchas películas de hace 20 ó 30 años no se podrían rodar hoy en día. Pues igual la pregunta sí que es pertinente, al fin y al cabo. O igual lo procedente es por qué carajo tenemos que hacernos esta pregunta, yo qué sé...

(*)En el caso específico del manga, conviene echar un ojo a la última y estupenda reseña firmada por nuestro compañero Oriol sobre el libro Eroguro...

lunes, 7 de mayo de 2018

Patrick Fermor Leigh: El tiempo de los regalos


Idioma original: Inglés
Título original: A time of gifts. On foot to Constantinople: from the Hook of Holland to the Middle Danubio.
Año de publicación: 1977
Traducción: Jordi Fibla Feito
Valoración: Muy recomendable



En la tarde del 9 de diciembre de 1933 en un muelle del Támesis en Londres, Patrick Leigh Fermor embarca en un pequeño carguero holandés rumbo a Róterdam. Diluvia implacablemente y él tiene dieciocho años. En la mochila carga dos libros, uno de Horacio, en el que su madre le ha anotado un verso de Petronio: ”Abandona tu hogar, y busca costas extranjeras, oh joven: para ti nacerá un estado más grande de las cosas”. Su intención es cruzar Europa a pie, caminar hasta Estambul. Desde luego cumplió el objetivo. Cuarenta años más tarde tiró de memoria y de algunas notas del viaje que había conservado para dar forma a este relato, que va desde Londres hasta Hungría, al que seguirían Entre los bosques y el agua (1986) y El último tramo (editado póstumamente en 2014). 

Las páginas que Patrick Leigh Fermor nos ha dejado son una prodigiosa descripción de situaciones, lugares y personas, así como de un tiempo a punto de desaparecer, en una Europa de nuevo decidida a autodestruirse henchida de fanatismo y de nacionalismo. Pero también son páginas de las que emana esa capacidad con la que el autor va depositando su mirada e interés; por la curiosidad, la sencillez, la perspicacia y la agudeza con la que observa, pregunta, se relaciona con los demás y con las que hace funcionar su pensamiento. Patrick Leigh Fermor visita iglesias, museos, edificios, bibliotecas, aristocráticos palacios y salones burgueses pero también alberges, mercados, tabernas, comisarías de policía, establos y tugurios. Y desde luego, ni las personas ni los pueblos ni los países se observan por igual desde la ventanilla de un automóvil o del ferrocarril que desde un carro tirado por bueyes o desde la cuneta de un polvoriento sendero de tierra. Por cierto. Lo del avión, el crucero o la escapada low cost nos da la justa medida de nuestro tiempo. Y ya puestos: ¿De ciudades como las nuestras se podría hoy salir a pie?

La mirada y el punto de vista que nos ofrece el narrador no tiene nada que ver con la de quien argumenta para mostrar autoridad de criterio, acumulación de conocimientos o afán de admiración para su posición o prestigio, como exhiben a menudo escritores o académicos al practicar este género. Si bien El tiempo de los regalos no está escrito por el adolescente que se reclama estudiante sin colegio si no por el adulto que devino cuarenta años después, sí que el relato está elaborado con la emoción, la vivacidad y el entusiasmo de quien descubre, siente y degusta por primera vez. Pese a lo precoz de su biografía y a hacer del viaje una actitud de vida, Patrick Leigh Fermor (Londres, 1915-2011) fue un escritor parco, de obra escasa y texto depurado, de quien dicen que podía gastar jornadas enteras dudando acerca del adjetivo idóneo. Desde luego su vida estuvo llena de vicisitudes y aventuras, como sus andanzas por las montañas de Creta en la II Guerra Mundial con los guerrilleros que secuestraron en 1944 al comandante nazi de la isla, el general Heinrich Kreipe, episodio en el que se basó la película de 1957 Ill meet by moonlight (aquí traducida como Emboscada en la medianoche), en la que un desafortunado Dirk Bogarde trató de encarnarle.

La caminata de Patrick Leigh Fermor por Europa buscó en los ríos Rin y Danubio los ejes de referencia y en la actitud de ofrecer techo y plato a quien se aparecía por el camino el contexto donde hacerse factible. De acuerdo que un imberbe adolescente de buenos modales y con pasaporte británico desactivaba muchos prejuicios y hostilidades, aunque eso no le impidió ser detenido por la policía húngara al ser confundido  con un contrabandista de sacarinas (!) sí le ayudó en cambio a cruzar la Alemania nazi apenas sin contratiempos. Es la lectura de estas páginas una hermosa caminata, que deja una extraña sensación, como los versos de Louis MacNeice que las encabezan: “Ya ha pasado el tiempo de los regalos…/ oh, muchachos que crecen, oh, nieve que se funde,/ oh, desengaño que taparán los años…/ He aquí la insulsa tierra sobre la que edificar.”


lunes, 12 de febrero de 2018

Contra reseña: Las hermanas Grimes, de Richard Yates

Idioma original: Inglés
Título original: The Easter Parade
Traducción: Rolando Costa Picazo
Año de publicación: 1976
Valoración: Muy recomendable


Las hermanas Grimes fue reseñada en ULAD hará cosa de seis años y obtuvo la calificación global de: se deja leer. Me sorprendió puesto que esta novela suscita, por lo general, opiniones bastante más efusivas y es considerada por muchos lectores como un valor seguro. Tal vez por esto último también suele ser objeto de los comentarios recurrentes en relación a su atmósfera pesimista o al desencanto del sueño americano o al concluyente arranque de la narración: «Ninguna de las hermanas Grimes estaba destinada a ser feliz». Para no redundar ni aburriros con los lugares comunes y por dar el contrapunto adecuado a la reseña tan franca y personal que en su momento hizo Yemila, voy a centrar esta contra reseña en aquellos elementos que me han llamado particularmente la atención como lectora y como ferviente admiradora de los buenos artefactos narrativos. 

Resumen resumido: Nueva York, años 30; Sarah y Emily son dos niñas que se enfrentan a la separación de sus padres; ambas bien parecidas e inteligentes aunque Sarah, la mayor, tiene una belleza y un talante que desprenden naturalidad mientras que Emily es flaquita, introvertida y sensible. Veremos cómo se convierten en mujeres adultas y cómo toman caminos totalmente dispares para acabar siendo infelices ambas, cada cual a su modo.

Esta historia es una mirada certera sobre la desorientación y la vulnerabilidad de esas mujeres que no pueden escapar de la mentira que se cierne tras conceptos como familia o libertad sexual o tradición o emancipación; da igual lo mucho que lo intenten. No es una obra reivindicativa puesto que no hay culpables, mujeres y hombres son igualmente víctimas de sí mismos y del «sistema» (y del alcohol). La cuestión es que como lector ya sabes que la historia acaba mal y que es algo inevitable (recordemos el arranque de la novela), y solo te queda contemplar sin esperanza el declive y caída al fango de Sarah y Emily, con la sensación de que la historia se te escapa entre los dedos como hace la vida y la felicidad con estas dos mujeres.

¿Por qué me sedujo Las hermanas Grimes la primera vez que la leí (una lectura rápida y apasionada) y logró enamorarme después, tras una re lectura pausada y consciente? Estos fueron algunos motivos:
  • El tema de la infructuosa búsqueda del encanto de una clase media que alberga sueños de grandeza pero le basta con que se cumplan solo en apariencia. Esther Grimes, la madre, ansía dicho encanto, Sarah proyecta su futuro en esa dirección y Emily lo hace en sentido opuesto, o eso cree; en realidad huye de la idea tradicional del encanto y cae en las garras de la versión «para la mujer moderna». Ese elemento impregna con sutileza las decisiones, las reacciones y el mundo en general de las tres mujeres. También le da sentido al título original de la obra, tal como explico al final.
  • La prosa de Yates, sencilla, hábil y medida, donde lo que se omite pesa tanto como lo que se muestra, crea unos personajes complejos y vulnerables pero también coherentes en sus conflictos particulares. La primera vez que leí la descripción que hace de Esther Grimes, tuve la sensación en apenas un párrafo de que podía verla y de que su sobrenombre, Pookie (ni idea de qué significa ni de dónde proviene) resultaba concluyente. Es un párrafo que va de menos a más, creciendo en intensidad gracias a la cuidadosa elección y posición de cada palabra que lo compone:
«Esther Grimes, o Pookie, era una mujer pequeña y activa cuya vida parecía dedicada a la persecución y mantenimiento de una imprecisa cualidad que ella llamaba “encanto”. Devoraba las revistas de moda, se vestía con gusto y vivía cambiando de peinado, pero no lograba desterrar de sus ojos esa mirada de asombro ni aprendió nunca a circunscribir el lápiz labial a los límites de la boca, lo que le daba un aire de aturdida y vulnerable incertidumbre»
  • La triangulación de los tres personajes femeninos enriquece y aporta profundidad al conflicto en base a sus diferentes personalidades: la madre, soñadora medio enajenada a la que todo el mundo tolera con condescendencia; Sarah, la esposa americana tradicional (con todas sus miserias) y Emily, encarnación del ideal (frustrado) de mujer moderna. La cuota de protagonismo tampoco es equitativa: estamos casi todo el tiempo en el punto de vista de Emily y no es una decisión azarosa, ella es la única con capacidad crítica y sensibilidad suficiente para que los hechos la mortifiquen mucho más que a su madre o a su hermana (Yates pincha hasta el hueso); Sarah adopta un segundo plano como el reflejo necesario con el que Emily se compara de forma inconsciente y un poco enfermiza, y Pookie, en un tercer plano, es el molesto referente de una decadencia anunciada.
  • La psicología de Emily. Ella es la más realista, la más «progresista» y, curiosamente, la más desorientada. Ha crecido eclipsada por su hermana y aturdida por la idiosincrasia de su madre. Quiere una alternativa de vida que sea solo suya, centrándose más en lo que no quiere ser que en lo que ella realmente quiere y con ello solo logra convertirse en la peor enemiga de sí misma. No es capaz de gestionar la frustración que siente y eso hace que tenga algunos momentos what the fuck! aunque muy fugaces. El último, al final de la novela y, en mi opinión, de nuevo relacionado con el ansiado encanto. No digo más. Aquí una muestra de la psicología de Emily que corresponde al día que vuelven del entierro del padre:
«Emily no había derramado ni una sola lágrima. (…). Trató de musitar “Papá”, trató de cerrar los ojos e imaginar el rostro de su padre, pero fue inútil. Luego pensó en algo que hizo que se le cerrara la garganta: tal vez no había sido nunca el ojito derecho de su padre, pero él siempre le había dicho que era su “conejito”. Entonces empezó a llorar con facilidad. (…). Pero dejó de llorar de repente cuando se dio cuenta de que eso también era mentira: estas lágrimas, como las que había derramado en toda su vida, eran por ella, por la pobre, sensible Emily Grimes, a quien nadie entendía, y que no entendía nada»
  • La reflexión que se impone tras la lectura. Porque no todas las novelas te dejan así de impactado, con tantas inquietudes. En mi caso, después de la implacabilidad de Yates con esas dos pobres mujeres y la reafirmación, página tras página de la imposibilidad de que sean felices, sigo preguntándome si existía una mínima posibilidad para ellas que se me haya pasado por alto. Curioso. 
En relación al título original, The Easter Parade (Desfile de Pascua), de entrada resulta demasiado ajeno a la historia, mientras que el adoptado para la versión en castellano, Las hermanas Grimes es más neutro y fácil de asociar. Eso pensé en un primer momento, coincidiendo con lo que opinaba Yemila al respecto, pero la re lectura de la novela me dio otra clave: en el episodio del Desfile de Pascua que se describe en la novela como un hecho aparentemente anecdótico, Sarah se tiene que disfrazar de «dama» con un traje prestado para repartir unos panfletos y Tony, su futuro marido, se pone un viejo chaqué para acompañarla; un fotógrafo de un periódico inmortaliza la escena:
«La foto apareció el domingo siguiente en una página llena de otras instantáneas menos llamativas. La cámara había captado a Tony y Sarah en el momento en que se miraban sonrientes como la encarnación misma del amor bajo el sol de primavera. Detrás de ellos había árboles y, apenas visible, una esquina del Plaza»
Esa foto se convierte en la máxima culminación del encanto; la prueba documentada de que los Grimes tocaron puntual y fugazmente la gloria. 
Y me quedo con Desfile de Pascua.

domingo, 21 de enero de 2018

Trevor Noah: Prohibido nacer

Idioma original: inglés
Título original: Born a crime
Traducción: Javier Calvo
Año de publicación: 2017
Valoración: recomendable


Trevor Noah es un fenómeno mediático de primer orden desde que Jon Stewart lo designara como su sucesor al frente de The Daily Show (un famoso late-night talk en EEUU). Y no lo menciono como mero relleno introductorio, sino para que quede bien claro que cualquier cosa que se publicara a partir de aquel momento, bajo la autoría de Trevor Noah, tenía todos los números para arrasar en el mercado editorial. (Para que luego digan que Penguin Random House no apuesta por autores noveles).

Resumen resumido: las vivencias de Trevor Noah en su Sudáfrica natal durante y después del apartheid. Se trata de un periodo que se remonta antes de su ilícito nacimiento (puesto que conoceremos las andanzas de su madre, la díscola Patricia Nombuyiselo en los años previos a la concepción, también ilícita, de su primogénito), hasta que éste se emancipa del hogar familiar. 


Prohibido nacer no es alta literatura ni lo pretende, es un producto editorial con una factura muy cuidada y una buena estrategia narrativa. Se sustenta en el interés por un hecho histórico y controvertido (el apartheid), en el punto de vista en relación a los hechos (reales) y en la voz del narrador ¿Y qué tiene de especial esta voz?
  • Es la voz de una víctima.
  • Se dirige al lector con franqueza para explicar unos hechos que le han dejado una profunda marca emocional, 
  • Hace auto crítica y no cae en la auto compasión, 
  • Destila cierta inocencia (dada la corta edad del protagonista en buena parte del relato) 
  • Es ágil y fresca y ameniza la lectura por muy triste que pueda resultar lo que relata. 
Todo eso contribuye a que el lector confíe en el narrador y empatice con su situación prácticamente desde la primera línea. Más allá de eso, Trevor Noah juega también la carta de explotar su vis irónica y mordaz, no solo en el estilo si no también en la mirada; Trevor Noah es capaz de darle la vuelta a cualquiera de sus anécdotas sobre miseria, segregación o incultura:
«En todos los barrios pijos hay una familia blanca a la que se la suda todo. Ya sabéis de qué familia estoy hablando. No cortan el césped, no pintan la cerca y no arreglan el tejado. Tienen la casa hecha una porquería. Pues bien: mi madre encontró esa casa y la compró, y de esa forma consiguió meter a una familia negra en un sitio tan blanco como Highlands North».
Los arranques de capítulo suelen ser de este estilo, más parecidos a un monólogo humorístico, y te ríes y mucho; el desarrollo posterior mantiene la agilidad y el tono desenfadado sin que ello vaya en detrimento de la exposición de los hechos que, por muy tristes que sean, siempre lucen una pátina luminosa. Porque así son Trevor y su madre: dos almas positivas y peleonas, y ese espíritu impregna toda la narración. Me han gustado especialmente las reflexiones en relación a las diferentes lenguas y a las diferentes razas:
«El racismo nos enseña que el color de la piel nos distingue. Pero como el racismo es estúpido, es fácil engañarlo. Si eres racista y conoces a alguien que no tiene tu aspecto, el hecho de que no pueda hablar como tú refuerza tus prejuicios racistas. Esa persona es distinta, menos inteligente. (...). Sin embargo, si la persona que no tiene el mismo aspecto que tú habla el mismo idioma, tu cerebro se cortocircuita porque tu programa racista no incluye esas instrucciones en el código».
Antes mencioné una estrategia narrativa. El libro se estructura en tres partes que van desarrollando de un modo más o menos cronológico la infancia y juventud del protagonista. El interés por las vivencias de Trevor Noah está en su mismo origen: una madre muy negra —xhosa— y un padre muy blanco —suizo— en pleno apartheid (que nadie se me ponga nervioso que eso se explica en la contraportada). También en la contraportada se puede leer: «Mi madre me quería tanto, que tuvo que tirarme de un coche en marcha para que huyera». Lo uno y lo otro ya da para tener al lector pegado al libro un buen rato. Pero el mayor intríngulis está justo en aquello que no se cuenta o solo se menciona puntualmente, una vez en la primera parte, una vez en la segunda y al final de la tercera conocemos el desenlace. Hablo de violencia, son los únicos momentos en los que la voz del narrador se ensombrece por la incomprensión y la tristeza. Porque Trevor Noah y su madre salieron airosos de la violencia del sistema pero no les fue tan bien con la violencia doméstica. Y estas memorias son, con apartheid o sin él, un amoroso homenaje de un hijo a su madre, una mujer muy muy especial como podréis comprobar. 

Tal vez por lo mucho que se dilata innecesariamente la historia con el fin de postergar al máximo el clímax final, es por lo que a partir del último tercio tuve la sensación de que la narración perdía fuerza y ya no aportaba nada nuevo. Cuesta creer que una vida como la de Trevor Noah no dé para trescientas páginas interesantes, el lector se muere de ganas por saber cómo ese muchacho larguirucho y espabilado logra escapar de la miseria y acaba siendo el presentador de uno de los late más reputados de EEUU. Pero eso no te lo cuentan. Te quedas con que se emancipa de casa siendo muy joven y sin intención de ir a la universidad, y lo que sucede entre ese momento y su regreso para el gran final dramático (cuando él ya se ha hecho un nombre en la televisión Sudafricana) se sustrae deliberadamente y como lector te sientes estafado lo más grande; blasfemas, pataleas y maldices aún a sabiendas que igualmente comprarás esa segunda parte que ya debe estar lista y a la espera en algún cajón de madera de la buena. 

En cuanto al título, Prohibido nacer hace referencia directa al conflicto del narrador y protagonista ya que él es la consecuencia de la cópula (ilegal) entre dos miembros de dos razas distintas. Más allá de eso, sintetiza de un modo contundente la estupidez legislativa del aparato apartheid (en el libro se dan ejemplos de algunas de aquellas leyes y os aseguro que son dignas de enmarcar y colgar en el salón). El título original Born, a crime va en la misma dirección aunque resulta más emotivo y menos mordaz. 

No obstante y a pesar del molesto tufillo mercantilista, me reitero en mi recomendable (alto). Es difícil resistirse a un libro que tanto enseña como divierte y emociona.

jueves, 22 de junio de 2017

Hisham Matar: El regreso



Idioma original: Inglés

Título original: The return

Año de publicación: 2016

Traducción: Javier Guerrero

Valoración: Recomendable

              
Nacido en Nueva York en 1970, educado entre El Cairo, Suiza y Gran Bretaña –donde acabó licenciándose como arquitecto y residiendo- Hisham Matar podría pasar como prototipo del exiliado mundano, desenvuelto. Que no del refugiado, puesto que su familia disponía de patrimonio suficiente como para pagar internados helvéticos. Escritor en inglés -reconoce que le cuesta hablar en público en su lengua materna, el árabe- en los libros de Hisham Matar está siempre la presencia de la figura del padre arrebatado, desaparecido, deseado y, posiblemente, idealizado. 

En sus dos novelas anteriores -Solo en el mundo e Historia de una desaparición- concebidas como ficción aderezada de recuerdos y vivencias personales, la narración surgía desde el punto de vista del niño que va conformando su existencia con el enorme vacío causado por la falta –ocasional o definitiva- de la figura paterna. Y, aunque la ficción no era estrictamente autobiográfica, sí que se nutría de la propia experiencia del autor. Su padre, Jaballa Matar, fue secuestrado en El Cairo en 1990 por la policía egipcia y entregado al régimen de Gadafi, que lo recluyó en la prisión de Abu Salim, de la que ya nunca salió. En El regreso el cambio de registro es total y Hisham Matar nos relata su vuelta a Libia en marzo de 2012 (“Ahí estaba la tierra. Oxidada y amarilla. Del color de la piel recién curada.”), después de 33 años de ausencia, tras la caída del dictador y antes de que el enfrentamiento sectario entre milicias desgarrase de nuevo al país abocándolo al caos, la violencia y la ley del más fuerte.

Así que en El regreso confluyen el relato de los preparativos, la llegada y el reencuentro con la familia y los lugares sentidos como propios –Ajdabiya, Bengasi, Trípoli-, a la luz mediterránea que acoge, ampara y reconforta. O, por así decirlo, la esfera de la objetividad personal, con toda la carga emocional y psicológica que conforma la propia personalidad del autor: la ansiedad por encontrar respuestas, por llenar vacíos, por saldar cuentas. Y es quizás en esta simbiosis donde el relato pierde pegada, se ahoga en una excesiva contención y se echa en falta un clímax, pues toda esta sustancia humana y vital, colectiva y política, que podría dejar noqueado al lector, pierde parte de su enorme carga potencial de impacto entre regresiones, flash backs y párrafos para contextualizar.

Aunque, por supuesto, el relato tiene el interés de descubrirnos lugares y personas cuyo tratamiento por los medios de comunicación resulta bastante superficial y, sobre todo, nos acerca a la tesitura de los exiliados, siempre divididos entre el aquí y el allí, el ahora y el antes, lo que hay y lo que se perdió, lo deseable y lo posible. Hay también algún momento tenso, escalofriante, como el que Hisham Matar dedica a su trato –conversación, llamadas, mensajes…- con Seif el Islam, al que se tenía por el hijo más moderado del sanguinario déspota. Uno de esos personajes -todopoderoso, cínico, fanfarrón- de los que uno no querría tener jamás la necesidad de esperar algo. El regerso ha obtenido el premio Pulitzer 2017 en su categoría de “Biografía o Autobiografía”.

domingo, 25 de septiembre de 2016

James Ellroy: Perfidia

Idioma original: inglés
Título original: Perfidia
Año de publicación: 2014
Traducción: Carlos Milla
Valoración: Brutal y muy recomendable (o viceversa)

Pues no. Resulta que en este, por otra parte, inigualable y magnificiente blog de libros  no habíamos reseñado aún ninguno de don James Ellroy, quizás el más grande autor vivo de novela negra. Nunca. Asumo, pues, mi culpa en primer lugar y pido disculpas. El éxito y la vida muelle no pueden hacernos olvidar nuestro sagrado compromiso con los lectores; que ahora escribamos nuestras reseñas desde una lujosa mansión en una isla privada del Caribe no debe ser excusa. Así pues, amigas y amigos seguidoras y seguidores de Un Libro Al Día, aquí tienen por fin una reseña de James Ellroy, esquire de la ciudad de Nuestra Señora la Reina de Los Ángeles y doctor en asuntos sucios de toda índole:

Perfidia -el título original también es así, en castellano- es la última novela, hasta la fecha, de este escritor y la primera de lo que aspira a ser el "Segundo Cuarteto de Los Ángeles". Sus incondicionales seguidores ya lo sabrán, pero para quienes no lo sean -aún-, me explico: existe ya un "Primer Cuarteto de L. A.", que arranca con el caso de La dalia negra, en 1947. El segundo cuarteto, que comienza Perfidia, en realidad vendría a ser, en la ficción, anterior al primero, comenzando cronológicamente en 1941, por lo que ambos cuartetos, junto con la llamada "Trilogía Americana", constituirán al final (al menos tal es el objetivo) una serie de once novelas que abarcarán desde 1941 a 1972; es decir, un gran fresco de 31 años de Historia del crimen y la corrupción norteamericanas, contado con el mejor y más inclemente estilo posible hoy en día. Por supuesto, muchos de los personajes aparecen o aparecerán en ambos cuartetos e incluso en la trilogía. Amén  de los variopintos personajes reales que salen aquí o allá (y que, por cierto, no suelen ser los mejor tratados, precisamente).

¿Qué tal, resulta un poco lioso? Tranquilos, que no es para tanto. Menos aún si se empieza a leer la serie por esta Perfidia, en la que algunos de los más conspicuos personajes "ellroyanos" aparecen por primera vez (aunque, en realidad, no es la primera, sino que... vale,de acuerdo; no voy a reptir todo el rollo de nuevo). La acción de la novela transcurre en diciembre de 1941, cuando EEUU entra en la II Guerra Mundial. Un dí antes del ataque a Pearl Harbor aparecen destripados en su domicilio, en lo que parece un ritual seppuku, todos los miembros de una familia de origen japonés, los Watanabe y el Departamento de Policía de Los Ángeles se pone a investigar el posible crimen -o no crimen-, con la dificultad añadida que supone la entrada en la guerra al día siguiente y sus consecuencias directas en la ciudad: histeria antinipona, redadas en Little Tokyo, oscurecimientos para dificultas ataques enemigos, presencia de submarinos junto a la costa, conatos de revuelta... Además, como hablamos de una novela de Ellroy, las cosas no pueden ser tan simples como la investigación de un crimen, por enigmático o enrevesado que sea; aquí encontramos también policías corruptos y fascistas, políticos aún más corruptos y fascistas, criminales fascistas, espías fascistas, eugenistas fascistas, fascistas a sec... (¿¡pero bueno, en EEUU en 1941 eran todos fascistas, o qué!? Pues según parece, casi, menos Roosevelt y poco más). Vale, no es para tanto: también hay rojos quintacolumnistas, estrellas de cine de variado pelaje, bandas tong de chinos, mafiosos judíos y polis mexicanos... aunque he de reconocer que estos últimos también son bastante fascistas.

En mi opinión, lo mejor de esta novela, además de que Ellroy ha sabido dotarla de un ritmo endiablado, apabullante -casi se diría que uno la va leyendo dopado de benzedrinas, como alguno de los personajes- y del desacomplejadamente ágil dominio del estilo del que hace gala  (inteligente uso del stream of conciousness, por ejemplo, cuando le viene bien hacerlo), es que la indagación detectivesca no recae sólo en un investigador arquetípico, sino que son cuatro los protagonistas que se encargan de ello: Hideo Ashida, inteligente, minucioso y ambiguo criminólogo de origen japonés; la seductora Kay Lake, novia de un agente de policía e inquieta, quizá en demasía, por la necesidad de la aventura; William H. Parker, ambicioso y católico teniente de policía dividido entre sus escrúpulos y sus debilidades; Dudley Smith, sargento de policía irlandés y no menos católico que el anterior, pero casi absolutamente amoral. Encantador, brutal y expeditivo. Según he leído en alguna entrevista a James Ellroy, Dudley es su personaje favorito (y no me extraña, porque es un caramelo para un escritor), aunque yo diría que les trata a todos con el mismo cariño o falta del mismo... Estos cuatro personajes -y no sólo ellos, sino prácticamente todos los que aparecen en la novela-, haciendo honor al título de la misma, nos ofrecen todo un recital de traiciones, asechanzas, rivalidades y felonías de diverso tipo, aunque también, en cierto modo, guarden una cierta extraña lealtad entre ellos. Como copiosa guarnición para la historia, el autor nos ofrece todo un despliegue de violencia -mucha violencia-, sexo -bastante sexo-, alcohol -ídem- y drogas. No hay rock & roll porque en 1941 aún no se había inventado, que si no...

Por resumir la reseña de esta novela de alguna forma, recordaré que en una entrevista a un medio digital español Ellroy declaró: "Me lo he pasado de puta madre escribiendo esta mierda" (suena más fino en inglés, pero no lo es). Yo sólo puedo añadir que lo mismo que  un servidor leyéndola.

Nota: si no he valorado este libro como imprescindible, es solamente por el reparo que me produce su condición -o su pretensión- de ser una parte de un cuarteto, del que aún no sabemos el resultado global. Pero, desde luego, se trata de una novela mucho más que recomendable... Más bien está bordeando el imprescindible. Por no decir chapoteando dentro como un cochino en un lodazal.

sábado, 7 de noviembre de 2015

Robert D. Kaplan: Fantasmas balcánicos

Idioma original: inglés
Título original: Balkan Ghosts. A Journey Through History
Año de publicación: 1.993
Valoración: Está bien

No sé si le ocurre a todo el mundo. Normalmente, cuando leo un libro, hay casi siempre un punto –inconcreto y variable- en el que me he formado una idea de lo que tengo entre manos y, a partir de ahí, mi valoración no suele variar mucho de esa impresión inicial. Pero con ‘Fantasmas balcánicos’ esta teoría doméstica ha saltado por los aires. Ahora vemos por qué.

Empieza diciendo Kaplan que ‘la historia del siglo XX se inició en los Balcanes, donde las gentes, aisladas por la pobreza y las rivalidades étnicas, se vieron condenadas a odiar’. Prometedora síntesis de lo que se supone que más adelante se irá desgranando.

En efecto, empezamos por examinar varias de las repúblicas de la vieja Federación yugoslava, que hace algunos años se vieron envueltas en situaciones críticas, cuando no en guerras abiertas: Croacia, Serbia, Bosnia y Macedonia. Según los casos el análisis es más o menos pormenorizado o superficial, como ocurre también con Albania, incluida en este grupo por motivos suponemos que didácticos.

El relato está bien ensamblado, con la información en sucesivas capas que van pasando de la anécdota o la vivencia subjetiva a la referencia histórica, y de ahí al análisis político o a la reflexión sobre determinado hito cultural. Todo ello con agilidad, evitando tomar demasiada altura teórica, pero sin dejar tampoco que el rigor se eche a perder ante la imagen impactante o el ritmo periodístico.

Las raíces de las guerras en Yugoslavia son claramente el gancho del libro, y la cuestión se expone de forma sencilla, interesante y eficaz, aunque es cierto que asoman ya algunos tics preocupantes, como cierta fobia anticomunista, o alguna sombra de racismo (sobre la etnia albanesa), pero de momento atina con el objetivo, y le daríamos hasta un ‘muy recomendable’.

Pero pasamos a Rumania, y las cosas empiezan a rolar de forma acelerada hacia terrenos muy diferentes: la inquina de Kaplan hacia el comunismo se desborda por completo y se convierte en odio feroz, obsesivo, excluyente. No sólo eso. Parece que la furia se extiende al país entero, y todo destila oscuridad y animadversión.

Nos pinta el autor un país pobre, feo, supersticioso, poblado por incultos y maleantes, individuos que, como diría Martín-Santos, son ‘tierra apenas removida’. Y parece deducirse que la aborrecida dictadura comunista de Ceaucescu no fue sino la consecuencia necesaria de semejante pobreza espiritual. Flipamos página a página contemplando cómo se puede verter tanto veneno y, lo que aún es peor, hemos perdido el bagaje informativo de que disfrutamos al principio. Pasamos a ‘decepcionante’.

Afortunadamente, Bobby se marcha a Bulgaria, donde recobramos algunas de las sensaciones iniciales: se expone con acierto una síntesis histórica que ayuda a entender la posición del país entre los gigantes turco y ruso, y se nos muestra un pueblo acogedor, maltratado por su posición geoestratégica –por supuesto, también por el comunismo-, pero intenso, auténtico, brillante aleación de las culturas bizantina y eslava. Alivio. Volvemos incluso a ‘recomendable’, intentando olvidar un poco los anteriores horrores.

Y terminamos con Grecia. Como Kaplan conoció a su mujer en Grecia, parece que los cielos se nos abren y la luz vuelve a penetrar de nuevo. Hay una interesante reflexión sobre la peculiar situación de este país, con alma balcánica y oriental, pero que mira siempre –y seduce- a Occidente. Todo va bien hasta que el foco se dirige hacia el antiguo primer ministro socialista Andreas Papandreu, y ahí llega ya el pandemónium. De nuevo enseña el autor su hábito de inquisidor, el látigo ideológico se agita sin disimulo contra las veleidades izquierdosas del personaje, y todo se echa a perder.

Concluimos que Kaplan es un periodista que, como viajero y analista, escribe sobre lugares donde se localizan conflictos o situaciones críticas de distinta índole, y ahí exhibe su instinto y dotes de reportero clásico. Pero, claro, no parece capaz de controlar sus muy furiosos impulsos políticos, y termina arruinando un trabajo que, pese a todo, si tomásemos algunas partes aisladas, no deja de tener su interés.    

Sin embargo, un libro es una totalidad, y en este caso, con su extrema irregularidad, sus limitadas luces y sus enormes sombras, sólo podemos llegar a calificar con ese pálido ‘está bien’.

sábado, 12 de julio de 2014

Michael Connelly: La oscuridad de los sueños

Título original: The scarecrow
Idioma original: inglés
Traductor: Javier Guerrero
Año de publicación: 2011
Valoración: entre recomendable y está bien

El norteamericano Michael Connelly  es uno de los más prolíficos autores de la novela negra actual, legítimo continuador del clásico hardboiled. Su protagonista más recurrente es el duro policía de Los Ángeles  Hieronymus “Harry” Bosch (ahí queda eso…), pero también ha escrito otras novelas protagonizadas por personajes secundarios en las de Bosch, como su hermanastro Mickey Haller o, como en el caso de la que aquí se reseña, el veterano periodista de “Los Ángeles Times”, Jack McEvoy.

Aunque es un periodista que, en principio, parece haber llegado a un punto y aparte en su carrera profesional, puesto que es uno de los afectados por los recortes de personal que va a efectuar su empresa (sí, en todas partes cuecen habas) por culpa, cómo no, de la competencia digital. Antes de irse, decide escribir sobre uno de esos casos sin recorrido aparente, el de un chico negro, un pandillero de Watts acusado de matar a una joven blanca, aunque la abuela del muchacho insiste en que es inocente.

El periodista, a pesar del resentimiento hacia la empresa que le da la patada (o debido a ello, para irse por la puerta grande, en plan torero), se hace cargo del asunto, saca a la luz las incongruencias de la investigación oficial y, sobre todo, consigue relacionar el asesinato con otro cometido en Las Vegas. Lo que ignora es que, entretanto, alguien, de manera casi omnipresente, vigila todos sus pasos…

Connelly consigue en esta novela dibujar un thriller vibrante y adictivo, de los que impiden dejar el libro hasta que no se acabe la lectura, con un protagonista más reflexivo que proteico y un malvado pavoroso, como debe ser. De regalo, una interesante descripción del mundo del periodismo (y sus miserias), que el novelista conoce de primera mano, y también de los peligros de la llamada “sociedad de la información”, en la que decimos vivir. Porque…¿información para qué? ¿Y para quién?

Ésta es la pregunta que, en cierto modo nos plantea el libro, aunque sea en forma de novela negra, puro entretenimiento, si se quiere… pero el caso es que la realidad es menos truculenta, sí, pero no menos preocupante, si nos paramos a pensar en ello. Para terminar, creo que en este caso ha sido un error no mantener el título original, “El espantapájaros”. Por más que los “sueños” que nos cuenta Connelly sean, cierto es,  especialmente oscuros….

lunes, 10 de febrero de 2014

Bruce Chatwin: Utz

Idioma original: inglés
Título original: Utz
Traductor: Eduardo Goligorsky
Año de publicación: 1989
Valoración: Muy recomendable.

Para muchos, Bruce Chatwin fue un autor de libros de viajes, especialmente de uno, En la Patagonia, que sirvió para revitalizar el género, allá por los 70, y cuya fórmula, entre la minuciosa descripción objetiva y la observación subjetiva (e incluso íntima), ha sido imitada en infinidad de ocasiones. Bruce Chatwin se ha convertido, además, en la imagen icónica del viajero por antonomasia, del mochilero que ha estado en todas partes (literalmente) y ha dormido lo mismo en chozas o tiendas beduinas que en mansiones de la jet-set internacional.
Para otros, al menos en el mundo anglófono, Chatwin fue una figura literaria desaparecida demasiado pronto y, más aún, una figura social, que se codeaba con todo tipo de personalidades de la cultura, ya fuera la literatura, el arte o el periodismo…
Pero, sobre todo, y para lo que aquí nos ocupa, Bruce Chatwin fue un escritor deslumbrante, que es probable sólo llegará a mostrarnos un apunte de lo que podría haber dado de sí su talento antes de su temprana desaparición. Y, curiosamente, en mi opinión dio su mejor medida no sólo en sus libros y artículos sobre viajes, sino, ante todo, en dos de sus novelas, Colina negra y Utz. He escrito “curiosamente” porque para tratarse de un escritor que ha pasado a la posteridad como un viajero incansable, incluso excesivo en su inquietud (y que teorizaba él mismo sobre el nomadismo), estas dos novelas tratan sobre personajes que no se mueven en su vida, o muy pocas veces, de su lugar de residencia: la novela de la que habla esta reseña está protagonizada por Kaspar Utz, un barón checo de vago origen judío que en la Praga comunista se dedica a coleccionar figurillas y otros objetos de porcelana de Meissen. Con las que atiborra su exiguo apartamento mientras trata de torear a las autoridades del momento, que ven ese coleccionismo como una peligrosa desviación burguesa.
Con estos mimbres y con un narrador anónimo que acude a Praga interesado, en principio, en las legendarias colecciones del emperador Rodolfo, el autor traza una radiografía sobre la pulsión coleccionista (algo que interesaba sobremanera al propio Chatwin, que había trabajado en Sotheby's y padecido toda su vida el desgarro entre el ansia de despojamiento total, al que decía aspirar, y la irreprimible querencia esteta por los objetos de una belleza singular). Además, encontramos aquí el retrato de un personaje cuando menos ambiguo y esquivo, en todos los sentidos; una vindicación del individuo frente al totalitarismo cutre; una reflexión sobre la pervivencia de la cultura de la “Vieja Europa”, en medio del oprobio comunista (eso, entonces; hoy habría que preguntarse sobre su pervivencia en medio del oprobio turbocapitalista); una exploración de las raíces de esa vieja cultura, en ocasiones híbrida o, al menos, injertada de elementos sorprendentes. La idea del coleccionismo (y del arte en sí mismo) como un acto de idolatría y, por tanto, una blasfemia a la Divinidad. E incluso podemos encontrar en el libro una historia de amor, cuando menos singular.
Todo ello escrito en menos de 150 páginas, con una prosa de alta precisión y mientras el autor de la novela, gravemente enfermo, se estaba muriendo (y él lo sabía, claro); todo escrito, además, a partir de un par de semanas de estancia en Praga, repartidas a lo largo de 20 años... Puede que fuera una impostura, como algún crítico señaló cuando se publicó, pero es una impostura magnífica. A ver quien da más.


Otros libros de Bruce Chatwin en Un Libro Al Día: Colina NegraLos trazos de la canción


viernes, 20 de septiembre de 2013

Annabel Pitcher: Mi hermana vive en la repisa de la chimenea

Título original: My sister lives on the mantelpiece
Idioma original: inglés
Fecha de publicación: 2012
Valoración: Se deja leer

Antes de empezar a hablar de este libro, decir que se trata de una obra destinada al público infantil/juvenil. Lo que no quiere decir que los ya adultos (cómo suena esto, como si todos hiciéramos justicia a la palabra "adulto") no podamos llegar a disfrutar de su lectura. Por comentarios que he leído y escuchado por ahí, no son pocos los "mayores" que lo han leído y les ha gustado, pero yo no puedo contarme entre estos. Sucede que Mi hermana vive sobre la repisa de la chimenea me ha parecido un libro un poco pobre aunque deba reconocerle algunos méritos.

Pero, ¿de qué va?

Pues tal y como su título me hizo sospechar la primera vez que lo leí, va de una familia inglesa que tiene la urna fúnebre que contiene los restos de una de sus hijas sobre la repisa de su chimenea. La cría, Rose, murió hace cinco años víctima de un atentado terrorista islamista en Londres, y desde entonces su familia se ha desastrado. El padre coquetea con el alcohol, la madre se ha marchado de casa, y los dos hermanos de la muerta, su gemela Jasmine, ya adolescente, y Jaime, de diez años y el narrador de la historia, sobreviven como pueden en ese ambiente, donde pesa mucho el odio hacia los musulmanes que la tragedia les trajo como una peste. La fobia hacia las personas de esta religión hace que la familia de Jaime abandone la multicultural Londres y se mude a una zona más tranquila, pero, mira tú por dónde, resulta que en su nuevo colegio el crío hará una gran amistad con una chavala musulmana...

Así, es de suponer por dónde va esta primera novela de la joven escritora inglesa Annabel Pitcher (cosecha del 82): familia rota y desestructurada, separación, dolor, odio irracional, huída, adaptación, ayuda, y redenciones y reconciliaciones gracias a algo tan bonito e inocente como la amistad entre dos criaturas de una década de vida. Decir que el libro se lee muy bien y que Pitcher hace que la parte espinosa de la trama no acabe escorándose hacia zonas excesivamente lacrimógenas.

Está escrito con un lenguaje simple pero suficiente, y sus descripciones y narraciones son sencillas y efectivas pero muy creíbles, ya que no hay que olvidar que el pequeño Jaime lo cuenta todo. Pero pese a ello, a lo bien que ha hecho Annabel su trabajo, no puedo decir que este libro me haya gustado especialmente ni recomendarlo, aunque, quizás, algunos maestros de críos entre diez y diecisiete años que estén leyendo esto pueden pensar que se trata de una lectura ejemplar y muy interesante para sus alumnos.

Pero no sé..., además de ver un poco edulcorada la historia del crío con la amiguita musulmana y de esperar más chicha en la trama, una vez más creo que a esta obra le falta ese "algo" que de vez en cuando me llega y hace que la historia que me están contando se quede rondando por mi cabeza durante una buena temporada; toda mi vida, en el mejor de los casos.

También de Annabel Pitcher en ULAD: Nubes de kétchup