17.12.13

Henri Meschonnic: Viajero de la voz, por Hugo Savino




Lo oscuro trabaja[1]
                                                                                    Para Rodrigo Grimaldi

“Dale la voz a la mirada”.
Jack Kerouac
 (Viejo Ángel de Medianoche)

“Comparativamente la importancia de la crítica ocultó los poemas, sobre todo en la medida de la resistencia que este pensamiento provocó. Verificación empírica de que el pensamiento hace mal, y en primer lugar, socialmente, al que trata de pensar. Pero el poema, tal como lo entiendo, transformación de una forma de vida por una forma de lenguaje y de una forma de lenguaje por una forma de vida, comparte con la reflexión el mismo desconocido, el mismo riesgo y el mismo placer, el mismo pito catalán a los lugares comunes de lo contemporáneo. Puesto que no se escribe ni para gustar ni para no gustar, sino para vivir y transformar la vida.” (Henri Meschonnic, Discurso de recepción del premio de literatura francófona Jean Arp, 4 de marzo del 2006. Estrasburgo.)

Lo oscuro trabaja llega con sus fechas al pie del poema. A veces fecha y lugar. Las fechas no son la cronología. Lo circunstanciado no es una simple información de lugar. Fecha y lugar son un viaje. De la voz y del cuerpo, juntos. Lo oscuro trabaja empezó su viaje. Ya está en el poema Meschonnic. Si no reducimos y dividimos  su obra en géneros: poesía, ensayos, traducción. Meschonnic no escribe poemas circunstanciados.  Responde “siempre / a lo que veo/ incluso si no entiendo/ ante un muro”  1 de marzo del 2008.  Toco este muro, este libro. Lo leo. Intento una respuesta. La vía claudeliana. Lo oscuro trabaja: viaje y visión, envío. Lo ínfimo hilado en la frase, de frase en frase: “más ínfima es la diferencia, más grande es su fuerza”. Meschonnic tiene “la mano llena / de lo que no conozco” – 1 de marzo del 2008, escribe hacia ese lugar desconocido, y hacia ese desconocido que lo espera del otro lado de la mesa. Que tiene también las manos llena de lo que no conoce.
Nota: Murena era experto en capúa, en mafias, la palabra la sacó de Paul Claudel.  Meschonnic es otro experto en intentos de borraduras o borramientos. Las leyó en sus poemas, en la traducción de la Biblia. Las expuso. El ser se puso nervioso. El partido del ser quiere liquidar a Murena. Le busca el pelo en la leche a Paul Claudel. No le gusta la caca de paloma que aparece a la mañana tempranísimo en el verbo ser, adora la higiene, pero lo inauténtico se le sube a la silla, quiere ponerle una barrera a la traducción Meschonnic: “No me gusta el verbo ser. Por varias razones, de las cuales algunas son serias y otras, lúdicas. La más seria es ésta: ser me parece terriblemente aferrado a su mayúscula inicial, el Ser. Y ahí, pienso en Heidegger y saco mi revólver – metafísico, ni hay ni que decirlo. Ahí me digo que rozamos al mayor enemigo de la vida, que es el esencialismo, o el realismo lógico, la esencialización de las abstracciones.” (Henri Meschonnic, Seo in Deo esse, trad. Rodrigo Grimaldi).   La máquina de narrar, abstracción en la pompa de jabón, vasta operación de mercado que se hace pasar por crítica, se pretende la única narración, y sólo narra la discontinuidad. ¡Insistan! Si quieren (se entiende, el sueldo está en juego): pero los escritores no narran, escriben, se lo recordamos, a ese maniquí maquillado de honestidad, cuídense de la honestidad conspiradora decía Jack Kerouac, que ocupa todo el terreno.  Es casi obvio decir que el poema Meschonnic se incorpora a la lista de lo que hay que liquidar. Para mantener el orden.
Henri Meschonnic viaja hacia las palabras en la frase. Ver vidas, “cierro los ojos / veo vidas” – el 24 de julio del 2008, en el tren hacia Montpellier, por Lodève.

Escribe en la rueda del tiempo, envuelve el vacío con sus frases, le ve la cara al tiempo: “el tiempo es un rostro / más un rostro/ sin fin / en no reconocer a nadie/ salvo los rostros / de aquellos/ que transforman el tiempo/ y es a ellos a/ quienes espero” – 14-19 de abril del 2008. Este viaje por el poema contra las retóricas en uso, hacia el rostro que me transforme, hacia el poema, y también contra las falsificaciones, sobre todo contra la falsificación de la historia. El viaje hacia para saber que “no me sabía / tan diferente de mí mismo”  7-8 de mayo del 2008. Ir: no,  ser:  “no sé pero sé / adónde voy lo que hago / es todo lo que no sé / lo que escucho / en mi voz en tu voz / desde que nos oigo / en mi voz en tu voz “ – 16 de noviembre del 2008, en el avión hacia Montreal, y el 29 de noviembre. Henri Meschonnic es un cazador de visiones, de bellezas bíblicas, de “pájaros que ve” y lo “atraviesan”  9 de mayo del 2008,  escribe con los “ojos cerrados” – 9 de mayo del 2008 las visiones del oído.
Meschonnic es un poeta bíblico,  Kerouac es otro bíblico. Dos bíblicos. Y de inteligencia literaria.  Lejos lejísimo de la franela filosófica. Y la inteligencia literaria es rara en el trapicheo de elogios. Muy escasa. Los poetas son encorsetados por lánguidos estudiosos que nunca dicen qué les pasa cuando leen el poema. No se atreven  a escribir la emoción de su lectura. Henri Meschonnic no tiene obra crítica en el sentido profesional actual, cuando habla de Ingeborg Bachman se quema con Ingeborg Bachman, cuando pasa por el  aaa de Tsvietáieva es su grito de poeta. Cuando cita al Mandelstam del Estado y el ritmo es el cuerpo del que conoce el acoso. Cuando escribe su Spinoza, lo lleva a poema del pensamiento. Leer Meschonnic es siempre hacia. En el camino de Los nombres. Por eso la importancia de las fechas.  La fecha no es una cronología, es un viaje de “los días no son días / son metamorfosis” – 13 de mayo del 2008, las fechas al pie del poema son la metamorfosis de una vida, otra vuelta. El viaje.  
Un día, sí, “un día llegaremos / a reconocernos” – 13 de mayo del 2008. Contra los fascinados de la destrucción. Los alelados de la petrificación del lenguaje.
El viaje: 6 de julio del 2008/en el tren de Aschaffenburg a Frankfurt: mira el paisaje, es su viaje de verano, él es el viaje, nosotros somos el viaje, “de espalda al tiempo veo todo / gracias instante”, el instante está en lo divino, el viaje a través del  instante, como un viaje sentimental, viajes, de verano o de invierno, y el viajero lleva los paisajes, los mira en su escucha.
El 7 de julio del 2008, en el tren de Frankfurt a París, de vuelta a casa,  “atravesado por lo que veo”, no sabiendo que “podía entrar todos esos mundos” en él, nos lleva “a las nubes”. 

Yo tampoco sabía que podía entrar todos estos poemas en mí. Tsvietáieva dice que lo primero que supo de Pushkin es que lo habían  matado. Es buena idea preguntarse qué fue lo primero que uno supo de un poeta al que lee en continuidad. Lo primero que supe de Henri Meschonnic lo supe por  Luis Thonis. Supe que había un poeta de aquellos años que no ejercía la plomería filosófica francesa. Ni la alemana. Ninguna. No ejercía placeres del texto. Ni lacanerías literarias. Y fui. Que leía a André Spire. Que traducía la Biblia. Y fui. Es lo primero que supe. Después fue difícil encontrar lugares donde traducirlo. Las primeras traducciones de Henri Meschonnic al español encontraron rápidamente la resistencia de lo filosófico tenaz. Pero es otra historia.
El tiempo esa gran amenaza no está acostumbrado a que lo esperen, prefiere a los poetas obedientes, esos que le dejan la palabra al filósofo que “es la estación terminal de la verdad” (Henri Meschonnic , Lenguaje, historia  una misma teoría,): “espero al tiempo / tuve que detenerlo / nada se mueve /salvo las hojas de los árboles / escucho te espero” – 19-24 de julio del 2008.  Los poemas de Henri Meschonnic saltan al paisaje, como poemas refractarios a cualquier “presuposición general” (Henri Meschonnic).  Los que tienen como el filósofo “la palabra de toda palabra” (Henri Meschonnic), pueden abstenerse de leerlos. Este libro no se “reduce a un relato, a un género literario” (Henri Meschonnic), no es género poesía, sólo sé eso, y aprendo a leer: “caminamos / sobre una escritura que no termina nunca/ pero no sé leer / lo que está escrito” – 30 de octubre del 2008. Estamos aprendiendo indefinidamente a leer. Es tan obvio que hay que machacarlo. A los profesionales de la lectura, sobre todo. Por eso Kerouac insiste: (a Allen Ginsberg) darle voz a la mirada. Y Meschonnic escribió un largo poema de varios libros para darle voz al poema: “Toda poesía es épica, en el sentido en que es una historia que le ocurre a una voz.”
Las fechas y los lugares están en el poema. Hay que escucharlos: “trabajan en abierto misterio”. Henri Meschonnic desajusta el mecanismo de la fecha y el lugar como información. En sus poemas está su biografía, y en sus traducciones y en sus ensayos. Fecha y lugar como épica, como leyenda. Como “historia que le ocurre a una voz”. El acoso, la mirada, la ventana, el amor. El paisaje por la ventana se escribe en la épica: “techos cabezas / cierro los ojos / veo vidas / la velocidad no es nada / al lado de la lentitud / la mirada / es de todo el cuerpo” – 24 de julio del 2008, en el tren hacia Montpellier, por Lodève. Cerrar los ojos para ver, o para pintar. Si la mirada es de todo el cuerpo, hay que dar ese paso: escuchar las vidas que vemos. La visión del oído. Willem De Kooning: “A veces, cuando mi tela avanza muy lentamente, hago muchos dibujos con los ojos cerrados.” 

La palabra oscuro se me aparece como un negro oscuro de matices infinitos. Con puntos de luz, de iluminación. De resplandores que lo traspasan. Destellos de luciérnagas como en Duke Ellington. No es que Meschonnic haga sonar el francés, es que su poema suena en la lengua francesa y la transforma. Hasta alcanzar una luz. La mirada hacia el oído. Lo oscuro tiene su luz. Los poemas de Lo oscuro trabaja llevan su luz.




[1] Henri Meschonnic, L´obscur  travaille, Arfuyen, 2011.

11.12.13

Mozart, el vino y John Fante, por Elvio E. Gandolfo




Textos y cuentos de Charles Bukowski


Stephen King y Charles Bukowski son dos nombres de la cultura popular estadounidense que suelen o solían sub-promocionarse. Desde el punto de vista de la cultura o la literatura “alta”, desde luego. El autor de El resplandor tuvo la mala idea (según admiradores como Peter Straub) de comparar su tarea creativa con la confección de hamburguesas. Mientras vivió Bukowski, por su parte, tendió no solo a exhibir sino también a subrayar su fama de borracho, drogón, pendenciero y gustador de las así llamadas “mujeres de la vida”.
La aparición de este grueso volumen de “relatos y ensayos inéditos (1944-1990)” hacía temer los mismos excesos de búsqueda de “inéditos” en autores como Roberto Bolaño o W. G. Sebald a los que nos tiene acostumbrados el sello Anagrama. La lectura confirma sin embargo que al hacerse la selección sobre un material mayor ya seleccionado y publicado en revistas, resulta un libro tan sólido como otros del autor. El porcentaje de textos claramente menores no es mayor que en otros libros suyos.

POETA Y CUENTISTA. Cuando Charles Bukowski pudo abandonar al fin el odiado mundo del trabajo menor asalariado había producido ya incontables poemas. Fue justamente el editor decidido a recopilar en libros más largos lo que hasta entonces había circulado en cuadernillos, quien le propuso pagarle un sueldo para que solo escribiera. De inmediato Bukowski se descubrió como narrador. Tanto en la poesía como en el relato breve consiguió logros dignos de la mejor tradición norteamericana.
El lugar común de un Bukowski dedicado a tocar solo la samba de una sola nota de sus propias experiencias queda triturado en cuanto se recorren sus cuentos y poemas. El bien ganado prestigio en el campo acotado de la poesía lo consolidó ya 1969 su inclusión en un volumen de la serie “Penguin Modern Poets”, junto a Philip Lamantia y Harold Norse. En estas páginas de ahora no hay poemas pero sí ideas muy bukowskianas sobre la poesía.
Nada correcto políticamente, dice: “En algún momento del trayecto, en algún momento del puto colegio, se te meten en la cabeza. Te dicen, en resumidas cuentas, que el poeta es un maricón. Y no siempre se equivocan”. Y remacha en otro texto: “Un hombre con el menor sentido en la cabeza o sentimiento en el corazón no iría nunca a una universidad aunque se lo pudiera costear. No hay nada que aprender allí salvo lo que ha ocurrido en la historia de las cosas y él ya sabe lo que ha ocurrido en la historia de las cosas con sólo dar una vuelta a cualquier manzana en una ciudad”. Plantea además que la palabra escrita debiera abordarse como la pintura o el sonido. Y apuesta sus fichas: es posible que a la larga Matisse perdure más que Van Gogh, que el novelista O’Hara pase al olvido junto con Mailer. “D. H. Lawrence”, en cambio, “perdurará, aunque por qué, no puedo decírtelo ahora. Mi cerebro no lo tiene; sólo los sentidos”.
Si no hay poemas sí figuran en cambio cuentos. Uno de ellos, “Ejercicio”, muestra hasta qué punto el directo, autobiográfico, caótico Bukowski puede arriesgarse a experimentar con eficacia sin proclamarlo. Ennoviado con una mujer que toma pastillas así como el bebe, van juntos a buscar provisiones a la casa de una “dealer”. A una velocidad feroz el encuentro degenera en una mezcla de violencia y sexo entre las dos mujeres, con Charles B. de espectador. Como es literatura, lo que importa es el lenguaje: sencillez, repetición al máximo, reducción al hueso. Para redondear, más adelante se repite la visita, y la escena, aunque más corta, vuelve a funcionar. El texto tiene un punch que más parece oriental que estadounidense. Hay también un eficaz, veloz relato de ciencia ficción paranoica (“Tal como ocurrió”). El más clásico y “literario”, con el tema del doble (“El otro”) es también el menos original

MANUAL DE INSTRUCCIONES. En “Allucinager” describe por qué le gusta apostar: “Para mí el hipódromo es lo mismo que la plaza de toros para Hemingway: un lugar donde estudiar la muerte y el movimiento y tu propio carácter o la falta del mismo”. Después hace algo más técnico. En “Escoger los caballos. Cómo ganar en el hipódromo, o al menos quedarse igual”, destila su experiencia, en beneficio de los neófitos. Recomienda no gastar dinero necesario para otros menesteres (alquiler, comida, gastos comunes), no prestarle atención a los bocones que recomiendan ganadores y cómo elegir un probable ganador. Aunque sabe que lo que hace es inútil: “La razón de que no me importe revelar estos secretos es que conozco la naturaleza humana. No asimilarás lo que te he dicho, creerás que es una estafa. Todo hombre o mujer tiene que quemarse a su manera. Nada que yo te diga puede salvarte”. El dato final es claro: “Mi mejor consejo con respecto al hipódromo es: no vayas”.

LA LECCIÓN DEL MAESTRO. El trabajo más extenso y conmovedor del volumen es el perfil de John Fante (denominado “Bante” en el texto), complejamente transmitido. Todo escritor tiene un momento de revelación en que lee algo que es exactamente lo que él quiere lograr (le pasó como cuentista a Roberto Fontanarrosa con Dar la cara, de David Viñas). En el caso de Bukowski, cuando descubre a Fante al leerlo en una biblioteca ya ha recorrido una buena cantidad de grandes nombres clásicos. Pero lo que descubre en el texto cambia hasta la percepción misma de la página: “¡Las palabras eran sencilllas, concisas y hablaban de algo que ocurría aquí mismo! Hasta la letra en la página parecía distinta”. Embalado, cree reconocer el hotel donde ocurre el relato y sale a buscarlo. Recién años después, cuando por fin encuentre a John Fante (hospitalizado, mutilado por su diabetes) descubrirá que un pequeño error lo había hecho equivocarse.
El fastidio, la furia ante el estado casi terminal de Fante se convierte en agresión: “Había oído hablar mucho sobre Bante durante mis borracheras. Sobre cómo el mundo era tan estúpido que no era consciente de que sus escritos existían. Cómo el mundo era tan estúpido para honrar a tipos como Mailer y Capote y Bellow y Cheever y Updike cuando un simple párrafo de John Bante podía decir más con una sencillez pasmosa”. Aunque también descubre que, incluso en el deterioro, nada reemplaza el encuentro directo: “Allí estaba ese hombrecillo bajo su sábana. No le quedaba mucho de las piernas. Le habían dejado los brazos, las manos. Las manos se le veían muy pálidas. Pero tenía una cara estupenda, tenía una carita de dogo. Había mucha tenacidad en ella. Una palabra más amable es ‘valentía’” Así como Bukowski tenía como faro a Fante, al propio Fante le había pasado lo mismo con Sinclair Lewis (a quien Bukowski no apreciaba en absoluto). Como Bukowski, él también lo había buscado y conocido, para desilusionarse. Pero el contacto entre los dos escritores de la vida de los “losers” en las calles y los campos estadounidenses resulta mejor: se aprecian mucho. Bukowski (en ese momento en plena fama) colabora  a reeditar la obra del maestro. Al fin asiste a su previsible entierro, y reconoce: “Había conocido a mi ídolo. Muy poca gente lo consigue”.
Además hay múltiples “escritos de un viejo indecente”, un texto sobre Los Ángeles, un apoyo tenaz al viejo Ezra Pound, un comentario sobre Artaud, e innumerables datos sobre escritores, editores, revistillas culturales, y notas de rechazo. En el final reconoce: “Quería perdurar pese a las trampas, morir ante la máquina con la botella de vino a la izquierda y, pongamos, Mozart sonando en la radio a mi derecha”.






FRAGMENTOS DE UN CUADERNO MANCHADO DE VINO, de Charles Bukowski. Anagrama, Barcelona, 2009. 360 págs.


Publicado inicialmente en: El País Cultural N° 1059, 12 de marzo de 2010, pág. 5.

4.12.13

Oda y otros textos, por Omar Requena Medina






Oda a la muerte de un comandante

También yo vi a los mejores cerebros-mierda de mi generación
Destruidos por su locura ideológica
Famélicos, histéricos, desnudos bajo una nutrida lluvia de balas
Suplicando llorosos, espantosamente hartos
Y aun así con el chiste a flor de labios
Huyendo felices de sí mismos
Dando vivas u odiando a una revolución
Que les llegó como ladrón en la noche
Mientras el país
Ese país
Aquél país
El ex país
Descendía veloz a los infiernos y
Rompía las tablas del fondo para seguir triunfante
En su caída

Cerebros afiebrados, insomnes
Arrastrándose con indignación
O con indiferencia por vericuetos virtuales
Hasta el amanecer
Ciber ángeles del odio llamando con amor a la guerra de todos
Contra todos
En nombre de la Patria, de la banalidad del Bien
Franelas rojo-sangre que secaban rápidamente al sol
Homicida del trópico
Filas de muertos en imperfecto orden civil
Yendo a votar obedientes después del toque de diana

Yo pude ver al hombre nuevo: sacaba de su chistera de mago
Sueños e ilusiones de modernidad
Lo vi arrojar al aire monedas de oro que jamás tocaron el suelo
Lo vi revelar una vieja ficción devenida ficción
Como verdad histórica
Ofrecer riquezas que eran el botín de la selecta
Minoría que, hundida hasta las rodillas en ríos de
Whisky dieciocho años, brindaba entre burlas
Por el caballito blanco de Simón Bolívar

Oh, tanqueta-falo forzando el virgo del palacio presidencial
En vivo y directo
Oh, Orishas del G-2  echándonos los caracoles
Profetizando sólo el pasado

Mi Comandante eterno
Muerto
Invencible
Redivivo
Ruega por todos nosotros, ahora y en la hora de nuestro exilio
De los que se van y no vuelven
De los que se fueron y están perdidos
De los que jamás se fueron ni permanecieron
De los que se evaden, de los que olvidan
De los que cambiaron su primogenitura por un plato de consignas
De los que han muerto de muerte vulgar, cacofónica
De aquellos que nacen con una Glock bajo el brazo
Y una cruz de ceniza en la frente
De los ignorados, de los mansos
De los obcecados
De los implacables

Ruega por todos ellos, comandante, por tu ingenuo pueblo
Torpe
Homicida
Trastornado
Intransigente
Vendido
Atrabiliario
Indigno
Hijoeputiado
Y mil veces loco con la locura de lo irremediable

Con el frenesí de la cerrazón

Porque de tu mano hasta la tristeza siempre

Venceremos



Heaven

El cielo se tomaba por asalto
Pese  a su olor ubicuo
Nubes como algodón deshilachado
Ángeles de alambre a quienes
Doblábamos
La cerviz

Hasta que vino alguien
Y su idea
De clausurar
Ventanas
-Descascarar aquí
Pintar allá-

Cobrar entrada

Avergonzando
El dulce
Fuego
En que ardíamos

Fastidiándonos
La vida




Rue Sarduy

Ave fénix parisina, regodeada
En sus cenizas

Soplas la espuma del vaso
Y vuelan peces

Ideogramas del grueso de un cabello

Vuelves a soplar y es esa música
Entrañable puesta una y otra vez
Con el furor del cerveceo

Cuerpos enteros buscándose
Con esa otra hambre

Ceja rota
En el espejo del baño

Epifanías

Epífisis

Maitreya



Rock latinoamericano

Mi país
Tan pródigo
Nos enseñó desde temprano
Al arte del cinismo
Así
Los años de las vacas gordas
Fueron visiones
De la fiebre
Y supimos
Que por alguna razón
E infinidad de veces
Dos más dos
Es igual
A tres




Eva

¿Qué podría saber Eva de la vida?
Yo digo árbol y ella ahí, ronroneando
Digo mantel y de un salto sube
Lo araña

A Eva, sin Adán, le importa un rábano
La Literatura
Mis autores favoritos
En orden alfabético
Mira, Eva, éste es Bukowsky, con be, un gato borracho,
Perdedor, entrañable
Éste es Cela, con ce, un gato castizo, monárquico
Éste es Nietzsche, con ene, el gato loco, francotirador que soñaba saltar desde el tejado
Más alto, igual a un Ícaro predestinado
Abrazando con ternura a los caballos y detestando a los hombres
Éste es Swift, con ese, Eva, un gato amargo, burlón, que sabía
Que la humanidad era una calamidad muy grande
O muy ínfima
O una calamidad grande, ínfima y repugnante a la vez
Y éste, finalmente, es Wilde, con doble ve, el gato dandy
Un gato esteta enamorado de otros gatos
Como tú

Pero Eva nada

Eva, que  llegó a la casa pesando menos de un kilo
Eva que aprendió a estrellarse contra la ventana a las dos de la mañana
Para invitarnos a jugar con ella
Eva, que no tiene idea de lo que será la patria
O de quién es Annie Lennox
Eva, que ni siquiera es mía, yo no la busqué
No la esperé nunca
Eva sin sus siete vidas completas, una quedó colgando
En el hierro del patio cuando casi se ahorca
La otra bajo el auto que la arrastró un diciembre
Convirtiéndola en un doloroso lienzo de tres colores
Con sangre
Partiendo su dulce mandíbula emo en dos

Si volviera a decir árbol, si dijera mantel
Ella de un salto subiría a  la mesa, ronroneando escandalosa
Musicalmente
Mirando fijo, y yo terminaría admitiendo que sé todavía menos que Eva de la vida.



Tanto monta

(Cantiga)

De querer se puede
Claro
Si se tiene

Ah, que se tenga
Y no se pueda

O que se pueda
Y no se tenga

Así nos digan
Que tenemos
Que podemos

Que se quiere
Y no es
Porque a veces
Tengamos

Es que no se quiere
Porque no se tiene
O no se puede

(O no se puede)

¿Y si alguna vez
Diera a todas luces
Lo mismo?

¿Qué ni tuviéramos
Ni quisiéramos
Ni pudiéramos?




Del diario secreto del Comandante

Una noche, el Comandante sentó a la Belleza en sus rodillas. Y la encontró rellena de botox. Aquellos pechos y esas nalgas abundantes, infladas por implantes de solución salina. Fue amargo. Y la injurió, pero todo era comedia. En secreto pagó con buenos billetes verdes su derecho a yacer con ella en mullido lecho, a escondidas de su feligresía que, afuera, antorchas y pancartas en mano, pedía a gritos la cabeza dorada del maniquí.




Omar Requena Medina, Noviembre de 2013.