Alexander
Herzen en mitad de la tragedia que vivió y en el derrumbe de su esperanza en el
´48 francés escribió:
“Hombres de fe, hombres de amor, como se
denomina en oposición a nosotros, hombres
de la duda y de la negación; no saben lo que es arrancar de raíz las
esperanzas alimentadas a lo largo de toda una vida; no conocen la enfermedad de
la verdad..."
Sobre Sánchez es un buen libro mezclado.
La palabra goterío que vale todo un
continente, una Siberia en las letras argentinas: Este es un libro de geografía
pero también de vida, es decir, que se trata en él del tiempo: “El tiempo
vuela. Y las moscas del tiempo también vuelan…” y ese juego pronto deja de
serlo porque ¡¿quienes son moscas!? me
lleva al epígrafe donde Zelarayán y Kant (¡!) piden piedad por las inútiles
moscas, con ironía, que es otra piedad, una piedad dura, durísima, sin atenuantes, como con la que trató
Sánchez.
No
es lo mismo querer ser que ser: hay gente que es. Sánchez. Uno se cansa de
esperar a la gente para que sea, sentí-escribí una vez. Algunos hombres son sin proyecto. Vigilia eterna,
sinceridad perpetua. Carne viva, ningún engaño sobre sí mismos ni sobre los demás-tristes-moscas… el punto de existencia
debiera ser ese. También terriblemente porque “para sobrevivir, casi siempre
uno necesita mentir”.
"Cuánto
cuesta un poema?": Sánchez fue un narrador que quiso narrar poesía. Su
novela poemática. Todo lo contrario a lo que puedo llamar hombres de prosa o
cómodos de letras, como los llamaba Nicolás Rosa. Porque todos hoy quieren ser
novelistas: Sánchez quiso ser poeta.
El
libro de Baigorria está guiado por interrogantes. El registro es mezclado, a lo
mejor eso lo hace buen libro. Querer seguir leyéndolo es la mejor garantía de
que lo es.
Baigorria ve los pesares de Sánchez: ser
duro, pelearse por una afirmación del gusto. Baigorria dice en este libro lo que
pone nerviosos a los hombres-de- prosa: Sánchez no hizo ficción ni buscó
recursos ni procedimientos que se precisan cuando la vida no puede convertirse,
ella misma, en materia estética, así lo dijo. Por eso es biográfico, sin miedo,
y muy claro: “Sánchez debatía con todo el peso de sus músculos y su metro
noventa de estatura contra el realismo literario, la escritura comercial, los
vendidos al mercado”. Sánchez jugó todo. Siempre hay que leer con el pecho y
medirse con todos los brazos. Esos autores se juegan la vida. La del cuerpo,
otra no hay. Por eso Baigorria dice que para Sánchez la mentira es lo contrario
de lo sagrado: una nueva sinceridad, una honestidad como ética propia: otro
realismo o realismo extremo. Ahí la revelación de Gurdjieff, que siempre
recordarían los que trataron a Sánchez, le hizo decir: “Si esto fuera realmente
cierto merecería dedicarle la vida”.
Y
más: “Porque ´la nostalgia de escritura´ (quizá una forma de la repetición…),
replica Sánchez, se vuelve insignificante frente a la dimensión de conocimiento
que aparece al contar con un instrumento que ya no es el lenguaje sino la
experiencia del cuerpo en vínculo con lo sagrado… La noción ´sagrado´ habría
que revisarla, aparece plagada de prejuicios… Sagrado es todo aquello que me
demuestra cabalmente, en la experiencia concreta, en la experiencia viviente,
que no se puede mentir. Ahí está el credo: la experiencia no miente”.
Y
los pesares de Sánchez, su vida entera, están bien agarrados cuando Baigorria
anota: “Seguro, está en la lista negra de los que rechazaron en forma literal
al mundo. Sin otra operación más que sobre su propia carne. Mostrando la
herida, como un santo. Se dirá: ´silencio literario´”. Pero la literatura se
juega en la vida, entonces, el silencio es la muerte.
Sánchez sabía que la vida era escritura
en presente, así entiendo cuando este libro apunta que el relato del antes
rompe el sentido, el de después, el de la experiencia, imposible o inútil. Acá
(en Rusia –quiso decir el insoportable Jodasievich), es imposible, afuera (en
París), inútil. Jodasievich fue un lúcido poeta quejoso que penó el exilio
enloqueciendo. Por eso es bueno leer a Baigorria notando que el viaje de Sánchez
es el del anti-flaneur, el que no mira perdido una ciudad extranjera y el del
anti-exilio. Y Baigorria de esto parece conocer: “Hay que cuidarse de no meter
el pie en el agujero negro. No caer en la depresión del sedentario, ese aparato
de captura con música de tango: ´el viajero que huye/ tarde o temprano detiene
su andar´”. Sedentario y nómade para la literatura extrema son lugares
intercambiables y simultáneos, ese punto donde se conoce la vida, el mundo
–según Mansilla, otro enorme viajero–, es lo mismo.
Hugo
Savino escribió sobre Sánchez, acá está citado y escuchado. Los libros son
siempre islas de comparación (“no se puede explicar un gusto, sólo se puede
comparar con otros”), de formas, de modos, paralelos desgarbados de allá, Kerouac,
y de acá, Puig.
Biografía
y autobiografía pelean sin molestarse, abundándose, se tratan una a otra en Sobre Sánchez. Baigorria sabe que “el
que más habla de sustraer el yo, es el que más preso está en la cárcel del yo”.
En la ciudadela siempre alguien levanta la ceja y dice: ¿Quién puede escribir una autobiografía? O, directamente: ¿Quién es para escribir una autobiografía?
Hay autores que lo primero que escriben es una. Shklovski. Este libro no es ni
biografía ni autobiografía, ojalá siempre haya libros sin género como éste.
Si
me apuran –como dijo Viñas… digo que me gusta más la segunda parte que la
primera: el encuentro entre él y Sánchez fue imposible. Entonces hay que leer y
escribir, y escribir sólo se puede de lo propio, lo único que se sabe. Entonces
Baigorria tiene algo para decir y ahí lo dice. Aunque se demore en el relato de
drogas, claro dice que el problema de Sánchez estaba más acá o más allá de
ellas.
Cita
a Sánchez: “-Pero la improvisación tiene un límite”. Sanchez ritmó pero supo. Supo de la tonta repetición y del
sabio decirse otra vez. Dice Baigorria: “Un sensible que no soportaría demoras
en su intento radical de dejar todo atrás, de dedicarse a una disciplina que
pudiera romper lo que funciona en automático, abolir la esclavitud del hábito
mental y corporal, suprimir la repetición de gestos que se hacen por costumbre.
Por supuesto que debía insistir, querer que los demás lo siguieran. Debía ser
difícil de soportar”. La literatura y su inhumanidad, el fracaso absoluto del
humanismo, esa política de la bondad en prosa, una de sus formas: los hombres
de prosa son soportables, buenos, amables, corteses, comprensibles, ubicados,
correctos y comprensivos en su paternal entender, variante del dejar caer al
otro, del denuesto de esa obra que viene a importunar, a confundir.
Variantes,
diferencias: Zelarayán decía que había dejado la poesía cuando dejó de escuchar
bien, Sánchez cuando perdió lo que llamó épica.
Quizá lo que aquí se llama el “carácter hipnótico de la vida”, “había perdido
el sentido de la vida. Para él, todo tendría sentido si no existiese la
muerte”.
Y uno agradece a Baigorria la cita, el
recuerdo.
Baigorria
anda por recuerdos, citas, cosas que le dijeron, cosas que supo, lo que hizo…
en un momento agrega: “habría que procurar siempre incluirse de otro modo”. Baigorria
piensa y escribe que Sánchez “difícilmente reía de los chistes de otros”, que “huir
es rechazar todo lo que te rechaza”, que escritura y experiencia se unían en
él, que Sánchez peleó contra lo invencible, la muerte: parece que sentía que no
podía ser que “uno se pase la vida como un imbécil y que cuando empieza a
entender algo tenga que morir”. Baigorria trae pensamientos crudos que ayudan a
vivir y a entender. Saberes. “Aun cuando todo funcione, hay días miserables”:
saberes de vida, de la vida de Baigorria, de la vida en la ribera. Como
Wernicke. Saberes de la derrota. Como de Wernicke escribió Monteagudo.
Sánchez
fracasó al esperar que Gurdijeff le funcionara como un salvoconducto, pero sólo
la condena del escepticismo es la que crea, la que hace escribir. El que grita,
insatisfecho, escribe. La escritura es una queja a la que no se la lleva el
viento.
Sánchez
escribió lo que tenía que aprender y perdió en la tarea el ánimo, eso también
lo leo en Sobre Sánchez. Un libro
bueno porque se pierde, digresiones –dirán algunos, yo le llamo vida-propia
entre la ficción alambicada que puede ser ajena. “Intento escribir sobre Sánchez
y de pronto hay crecida y el terreno se inunda” – es hermosa esa frase y es una
especie de fracaso también, luego sigue anotando y anuda: “Como decía Haroldo Conti,
en Sudeste, hablando de otra época
pero que todavía se constata en los isleños viejos: los habitantes del río son
semejantes al río y por eso sobreviven y por eso también parecen hoscos,
sombríos, lejanos, solitarios. Destemplados. ´No aman al río exactamente, sino
que no pueden vivir sin él. Son tan lentos y constantes como el río. Y sobre
todo, tan indiferentes como el río¨”.
Baigorria va destilando: “Se precisa poder para desacatar, para ser
libre”, también comenta justo que la vida se complica en placeres u
obligaciones que a veces se confunden. Baigorria cuenta su vida y lo que fue
juntando, sus trabajos en otra Siberia, Canadá, lejana a la Chacarita que retrató
Sánchez pero muy dura e imprevisible, como aquella. Dice: “la vida sedentaria
tiene más problemas que la nómade. Pero es algo que a la larga se vuelve
inevitable. La velocidad merma, la energía también. Hay que aprender a
administrar los recursos, incluidos los fantásticos”.