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25.7.16

Conversación entre Osvaldo Lamborghini y Luis Thonis


Encuentro con Osvaldo Lamborghini, cazador nocturno de la vanguardia local (*)


La obra de Osvaldo Lamborghini puede parecer breve si partimos de la convención que remite lo legible de un texto a su cantidad de páginas. No obstante, El Fiord  (1969), Sebregondi Retrocede (1973) o su reciente libro Poemas (1981), ediciones Tierra Baldía, hablan de esa otra cantidad, la de sus insistencias, fundadoras de una nueva literatura argentina.
Es posible hablar ya de lo lamborginesco para designar una contramitología tramada en y sobre los escombros rítmicos de las líneas menores de nuestra cultura.
En sus varias inflexiones dichos libros pueden aparecer como vanguardia, es decir, como algo previamente informulado –Lamborghini en varios tramos de la conversación define su vanguardia– respecto de las leyes, los patrones, los verosímiles que impone el mercado. Pero basta habitar una página de Sebregondi para entrever que este cazador nocturno no retrocede sin abrir un juego donde coexisten diversas hechuras lingüísticas en un trabajo inusual con el lenguaje.
La dificultad de clasificar el ya mítico Fiord, o seguir linealmente las andanzas del marqués de Sebregondi –¿poemas?, ¿novelas?, ¿falsas novelas que fracasan en ese lugar donde no hay victoria ni derrota y sólo queda la dicha y el riesgo de escribir?– se acentúa al extremo en Poemas.
Su reciente publicación, entre otras cosas, nos acercó a la ciudad de Pringles. Dialogamos en la casa del poeta Arturo Carrera, una casa ostensiblemente pompeyana, con dos espejos necesarios para prefigurar cierto infinito –del mismo modo que dos voces bastan para fundar la apariencia de un diálogo interminable– donde una niña pintada desde antiguo por Renoir, o una muchacha salida sin premura de un Veermer, fueron otras tantas leyes de hospitalidad a los restos de tango, lunfardo, gauchesco, a las eufonías de la palabra. Por momentos, era sospechable que el Niño Diablo de Hudson acudiera, luego de amansar otra vez el cimarrón, pero convirtiéndose en el quicio y por una magia menor, en un personaje de Gombrowicz al cual está tan próximo Sebregondi.


L.T.


Luis Thonis: La aparición de Poemas introduce una variante respecto a El Fiord o Sebregondi Retrocede, obras por sí diferentes. ¿Se trataría menos de una diferencia entre prosa y poesía, que de la continuidad de una obra indefinible genéricamente?

Osvaldo Lamborghini: Hay menos la ilusión de equivalencia con un posible –imposible– “pase al acto” en Poemas –en fin– que en El Fiord y Sebregondi Retrocede. De todos modos la Narración de la Historia –título de un cuento de Correas pero mías son las mayúsculas– no está excluida de este libro “último”. La Narración de la Historia es un arte en la Argentina: una cuestión capital y, al mismo tiempo, o por lo mismo, federalizable: contra el despotismo de Una sola Aduana, contra el despotismo de Una “organización nacional”.

LT: Las referencias al gauchesco, el tango, el lunfardo, las glosolalias hacen a una poética –en Poemas– que recorre diversos tópicos de nuestra literatura, la reescriben. ¿Se va engendrando otro lenguaje, de señas inciertas, por ejemplo, “Soré y Resoré, divinidades clancas de la llanura”? ¿Piensa que una nueva escritura sólo puede nacer de una “vieja lengua”, de su tesoro verbal?

OL: Inscribir lo ya escrito, inscribir. El parche glosolálico –batirlo– es un triunfo momentáneo, breve, de cierto exceso de sentido: el paqué de Girondo de En la masmédula resucita a millones de hablantes frescos como lechugas, y decapita, afortunadamente, la tartamudez engolada de los catedráticos. Son demasiadas las lenguas que se añudan en la Argentina. Y el aquí me pongo a cantar, la potencia doble de poder decirlo, es un buen ejemplo de glosolalia feliz.

L.T.: ¿El Fiord y Sebregondi Retrocede carecen de antecedentes directos en la literatura argentina? O si los tienen, ¿no es más legible lo que en ellos se pierde que la deuda cultural en que se apoyan?

O.L.: Lo que en ellos se pierde es una generación de lectores aldeanos descerebrados por la ecriture, nada más.

L.T.: Opongo la “pérdida” que refiere a las posiciones del sujeto en el lenguaje a la idea positivista –cualquiera sea la ideología en que se ampare– de recuperación porque ésta ha dado lugar a un historicismo lineal, binario, escolar, que excluye de sí el cuerpo, el deseo, el goce, pensando el no sentido como sinsentido –sólo hay historia del Sentido. En cuanto a las rupturas, recordemos que en “Muerte y transfiguración del Martín Fierro”, Martínez Estrada ya establecía todo un sistema de analogías formales entre algunas partes separables del Poema –las escenas de la Pelea y la Payada– y los procedimientos de montaje, ex corpus, del cine de Eiseinstein; explicaba también que su lectura es otra a través de Kafka. Si usted reivindica esa tradición, en sus textos habría montaje…

O.L.: Pienso –pero yo nunca sé si pienso o “escribo”– que toda literatura es montaje, incluida la puramente “facial”, como ocurre ahora con los punks, que se dibujan cicatrices en la cara. Montan, sobre sus propios cuerpos, el relato no vivido de aquella historia: la pesadilla de papá y mamá. Claramente, esto no responde a su pregunta: se trata, más bien, de una maniobra de “diversión”: montaje, por supuesto… Martínez Estrada, Eiseinstein, José Hernández… es montar demasiado: creo que así se nos van a cansar pronto los caballos. Estoy jugando con las palabras, y lo único que puedo responder, “¡ex corpus!” en cuanto a “mi” libro y su relación con el montaje, es el “mi” entre comillas.

L.T.: ¿Y?

O.L.: Y que escucho, mezclo, repito, y tacho y cambio de lugar, y cito. Exageradamente tal vez. Macedonio leía “a oscuras”, y así entonces se produjo ese perfecto acontecimiento de moviola: el film quebrado plantea el espacio y el tiempo (la metáfora) simultánea de Shopenhauer, Quevedo, Del Campo, y William James.

L.T.: Usted también tiene varios caballos.

O.L.: Más el set “bajo” del Ropero, la Pava, el Mate, la Pensión.

L.T.: En sus libros hay una ausencia de “conciencia moral” o de “visión del mundo”. ¿Esa ausencia inscribe al autor como un fragmento más entre otros? ¿Cuántos Lamborghini han escrito y cómo se deslizan en las letras de Poemas?

O.L.: La mía es una literatura familiar: el deseo (y también las ganas) de prolongar indefinidamente la sobremesa. Pero la historia no lo permitió: presencias entrañables, ineludibles distanciamientos. Hay otro Lamborghini, Leónidas: los dos, más tantos otros que no tienen la suerte/desgracia de portar el Lamborghini, estamos precisamente allí, en ese fragmento que pretende, sí, conservar un museo de vanguardia, algún chiste de Macedonio. Porque el Museo, siempre irrisorio en estas latitudes, es preferible al universo concentracionario de los comentaristas sabios: “en el lento divagar del cabaret…”

L.T.: Respecto de los narradores, ¿qué pueden tener que ver entre sí, por ejemplo, la voz monótona que organiza el espacio clausurado de El Fiord con el atonalismo, esa voz que llega a disgregarse en relatos como “La Mañana” aparecido en la revista Escandalar?

O.L.: El Fiord es un final. Mi primer libro, pero que está pensado como el título. Pero claro: ¿quién se entiende? Me gusta El Fiord como intento de frontera, de “últimas poblaciones”. Lo que usted llama voz monótona cumple aquí otra función: ¿se habrá acabado lo que se daba? Si después los narradores se multiplican, el hecho se debe menos a un efecto “barroco” de polifonía que a una escisión cada vez mayor del Narrador, no de Osvaldo Lamborghini. Como si dijéramos, empezar eternamente para llegar a los mismos resultados.

L.T.: Y esa escisión, esa “esquicia” del narrador hará que la mirada caiga hacia algo no representable, haciendo imposible la lectura transparente. Sin embargo, en cuanto a la mirada que no quiere caer, a la crítica que se desprende de ella, fundada en el mito del Escribir Bien, las cosas no están de todo claras; por una lamentable paradoja, en la literatura suele considerarse como ajeno lo que podría leerse a la vista: ¿a qué se debe ese efecto de extrañeza que produjo y sigue produciendo Poemas?

O.L.: Es cierto lo que usted señala: esa “baja” paradoja que hace aparecer a mis escritos como “extraños”, cuando la verdad es que ellos se limitan a cortar y plegar diferentes propuestas de la literatura argentina: sólo que sin respetar sus supuestas intenciones, ni su aparente linealidad. Ascasubi, Le Pera, Hernández, Cayol, Del Campo, Gardel, conviven –violentamente, ¿hay otra manera?– en mis textos.
Contrario ejemplo es el caso de nuestro actual (y lamentable) teatro realista, en el (lamentable) estilo de El gran deschave. Pero punto final aquí: es casi de mala fe ponerse a deschavar (aquí), tanta, pero tanta mala fe.


(*)  Este diálogo –con la introducción respectiva– apareció por primera vez en el diario Convicción– 4/3/1981. Era el diario de los militares y a muchos les resulta insólito. Pero no lo es tanto si se tiene en cuenta que la línea política la escribían periodistas como Alejandro Horowitz y en la parte cultural tenía cierta independencia. Estábamos en la casa de Arturo Carrera y a Osvaldo se le ocurrió el reportaje, aparecido por la generosidad de Ernesto Shoo, que se tomaba sus riesgos en ciertas cosas que publicaba. En realidad, fue un corte en una conversación ininterrrumpida en la que no todo era acuerdo. El reportaje causó indignación a algunos dentro del diario por la forma de expresarse de Lamborghini –hay que tener en cuenta el contexto militarizado de ese momento– y afuera también hubo una cuota de mala fe, ya que no había nada que sonara oficial. Al contrario. Antes había escrito sobre Néstor Perlongher, también publicado en la editorial de Rodolfo Fogwil… finalmente los militares vinieron a preguntar quién era yo: lo que decía sonaba raro. Jorge Dorio, después me contó que el director le dijo: a ese tipo pueden llevárselo, escribe en griego… parece que eso desalentó a los defensores de la patria.

20.1.15

Oliverio, el más allá literario, por Jorge Quiroga




En 1957 Oliverio Girondo  publicó un libro de poemas absolutamente extremo, en términos de propuesta de lenguaje poético, por su calidad y rigor, libro que aún no ha sido suficientemente medido en la historia de nuestra poesía y en los efectos que provoca y provocará pensándolo como investigación y proyecto.
Girondo es un poeta de neto corte experimental, lo que quiere  decir que trabajó, en última instancia, con materiales que le sugerían el diálogo interior, con un fondo o una masa de lenguaje, a la que llegaba a través de una búsqueda signada por la incertidumbre.
En la Masmédula es el resultado provisorio de esa interrogación, que trasciende la expresión habitual y corriente, para encarar el desmembramiento de los vocablos y su recomposición, hasta llegar a la médula  de lo hablado, pensado, escrito, y sentido, en un verdadero estado de conmoción.
La obra poética de Oliverio Girondo accede a ese desenlace de su producción, primero determinada  por  la  Vanguardia  histórica del 20/30 , y luego envuelta en las consecuencias de la neovanguardia de mediados del Siglo XX  que hace su eclosión en la década del 60, y que se extiende hasta la virulencia estética del 70.
En este sentido, es precursora de lo que vendrá, en términos de investigación que indaga, con sus propios recursos, una situación, en  su  caso de existencia, límite y de intensa crisis espiritual.
Por esos años, Rodolfo Walsh arma un juego aparentemente diferente en confluencia con la hiperpolitización de la época, y descubre con Operación masacre un nuevo territorio textual, que conlleva la transformación de acuerdo con la experiencia misma de la escritura.
Esta va modificándose, en la medida que se modifica, al propio escritor, colocándose al borde de su particular búsqueda.
¿En qué se parecen, y en que se separan estas dos obras fundamentales de la literatura argentina?
En las dos, se configura un imaginario que se sumerge en las densidades de la experiencia que se va viviendo. En el libro de Oliverio es la presencia insistente de la orfandad, y de la muerte acaso cercana, en el de Walsh la mirada acuciante de los otros, el peligro y la incógnita  misma de la imagen de esos fusilados.
Los dos encierran una  pasión  por el lenguaje, el uso extremo de procedimientos de escritura, que niegan la acostumbrada ficción, en procura de aventuras inéditas.
El libro de Girondo es impensable en relación a lo escrito hasta allí, inclusive por Oliverio, por las características de una lengua imprevista, pero de ninguna manera frívola ni arbitraria. Formada por palabras inventadas, residuos y yuxtaposiciones, nuevas maneras de fusión que tiende a una significación entrevista, que quiere ser un grito de estremecimiento. Es indudablemente producto de una circunstancia límite más acá y más allá de lo literario.


El libro de Walsh  inaugura un nuevo género, difícilmente  clasificable. Ya  que el autor escribe como trasponiendo el umbral de lo previsible. Tiene que ver con la ética y por lo tanto excede el marco de lo meramente verosímil, para rozar y ahondar la verdad, transformada en circunstancia política.
Un texto y otro utilizan elementos puestos en circulación y de alguna manera irrepetibles. Para la poesía argentina, el modo particular del último Girondo, encontrará aciertos y desmesuras que  parecen ser adecuados a la extrema estética de su escritura.
Operación  masacre inicia una literatura  hiperpolitizada, que lo vinculará estrechamente y de forma indeleble, con las preocupaciones y la sensibilidad de un tiempo histórico.
El libro de poemas de Girondo aparece también en un momento especial de nuestra historia social y política, la primera entrega es de1954, luego en 1956, y otra edición ampliada en 1963, es decir en los finales  del  gobierno de Perón, después  en  el llamado período postperonista, que tanta importancia tuvo en la configuración  de  un contexto de crisis.
Por lo que se puede afirmar que surge en una coyuntura cultural, que estaba de alguna manera condicionada por el estado estético del retorno de la vanguardia que aquí estaba construyendo su  actitud de descubrimiento del lenguaje con su propia lógica que irrumpía a través de una lengua muy particular.
La voluntad artística con que se escriben estos poemas consiste en entablar un diálogo interior, interpelación que trata de buscar un idioma singular que va traduciendo vivencias llenas de quiebras y aristas.
Es un libro desafiante, un modo de intervenir con un soliloquio en el campo cultural de la época, que era pequeño, quizás provinciano, aislado, como  correspondiendo a un país periférico, pero también cruzado con líneas artísticas de avanzada en la plástica, en la literatura. En el teatro, y que explicarán las expresiones posteriores del Instituto Di Tella.
Claro que como sabemos estas tendrán  unas especial relación con la suma politización del 60, producto de las encrucijadas sociopolíticas.
El  cosmopoliticismo de Buenos Aires es un ingrediente que determina estas realizaciones de la vanguardia, que en el caso de Girondo se presentan en su obra, como receptoras de una circunstancia límite, la angustia y la desesperación llegan juntos de una indagación extrema Algunos poemas son vertidos casi evitando la lectura, porque ella solo será posible si se aceptan los procedimientos de esa poética girondiana que se muestra interesada en fijar sobre todo sus inquietantes significaciones.
Girondo escribiendo  un libro como este, que publica muchos años después de la  moderada propuesta del Martinfierrismo, del cual el poeta fue propulsor y protagonista, cuando la mayoría de los escritores que procedían de esta corriente, ya había  entrado en otros caminos estéticos, al  insistir en la frescura de su búsqueda, plena de actitud de ruptura, reivindica así ese pasado y el ejercicio de una escritura poética que lo obligaba  a ser riguroso.
Trabajó entonces incansablemente, rodeado de libros  y diccionarios en el silencio de su escritorio, eligiendo palabra por palabra, sentido por sentido, uniendo y deshaciendo, operando y manipulando el lenguaje.
Su vanguardia consistía en un gesto desmesurado que se explica por su voluntad de culminar su obra, en un momento crucial de su vida.
El libro no era resultante, inevitable de la poesía que se venía escribiendo, por lo tanto se constituye como algo no aguardado y que indirectamente expresaba estados de conciencia, que se fragmentaban en sentidos y significaciones inéditas.
Producto de preguntas vitales de carácter individual, encerraba una posición aristocrática, pero que clamaba por una comunicación renovada. Incluía por un lado, un estremecimiento existencial, una evidente verdad, puesta en  estado de ebullición. Se centraba en la obtención de climas que ya dejaban de ser frívolos y que iban presagiando un destino inexorable.
De alguna forma podía leerse como un trance trágico, una especie de exorcismo y que mediante una detallada elección de vocablos, y el movimiento creador de nuevas palabras, iba en procura de la expresión exacta y el desprendimiento.
Dice Daniel Freidenberg: “Desde Veinte poemas  para ser leídos en un tranvía (1922) a  En  la masmédula ( 1956 ) Oliverio Girondo llevó a cabo una de las mayores aventuras de la lengua castellana. El juego  con la imagen brillante  y la irreverencia  en un principio, un desolado rastreo en la incertidumbre más tarde y finalmente la reelaboración  bullente y desquiciada de las posibilidades de la lengua son los principales rasgos de una obra que, a más de un cuarto de siglo  de la muerte de su autor, vuelve a nacer ante los ojos de quien quiera leerlo” (1)
La aventura, en este sentido la palabra mencionada es muy significativa tratándose de una época que localizó lo heroico de la aventura humana como riesgo y mirada hacia los otros, como acto cargado de significado activo, Girondo, auscultándose de todos modos, realizando una entrega personal.
El mecanismo esencial empleado primero es la negación, la mezcla, el autosondeo  hacia lo incierto de la vida y la muerte, como dos polos fascinantes y aterradores. Indagando en  el ser, con la marca y la alimentación de la nada, asimilando imágenes contradictorias y graves.
El movimiento tiende a la dispersión y al ensamblado de partículas que cobran nuevas direcciones, mitologías intransferibles volcadas en un  lenguaje cifrado pero que es transparente y que con claridad dice su intención. Esto significa explorar hacia dentro y desdoblarse para ser otro. Encontrar quiebras, grietas, erosiones que muestran lo indefenso del ser, su condición de búsqueda.
El tiempo se despedaza en tropos, las palabras se unen, formando secuencias y líneas interminables. Es el darse sin límites, como si la escritura poética consistiese en estar alerta a un llamado incierto que nos conmociona, rodando entre estertores de la muerte.

Se sigue un más allá del lenguaje, entonces las ausencias no son tales, en la intensidad del olvido.
La inmovilidad ante esas formas que no cambian, el exilio más urgente, dejan extender el pensamiento hasta el vacío más inminente, amenaza el buceo en el mismo yo, el lenguaje interno, cercano al grito y a la angustia, lindando con el llanto, fuera del tiempo, en un espacio flotante.
La atmósfera y  la poesía se encuentran  relacionados con la pesadilla y un espacio existencial  de intemperie vinculado, con una sensación de profundo miedo. Son anotaciones de un viaje interno que astilla a las imágenes.

  
Hay un registro minucioso de situaciones de vértigo, que se trasladan al poema extraviando su  turbio angustiante bagaje. El tiempo se difunde en los huecos, porque lo que se desea es capturar el íntimo secreto de las cosas, hechos y  planos de la orfandad extrema.
Es un destino errante en el cual todo está distorsionado y tenso y tiene que ver con la entrega total. Se vaga por un mundo erosionado desgastado, desprovisto. Evidentemente, en el marco de una crisis existencial, cuando rige la nada, el destiempo, el yo minimizado, ante la inmensidad de lo incierto.
Alguien vive todavía en un déficit de asombro y se encuentra dispuesto a trasponer los umbrales del sueño o la pesadilla. Girondo se enfrenta en su último libro con un universo contradictorio, horrendo y hostil a veces, dulce otras, del que sólo podrá salir con la intensidad del fondo de una cerrada noche, utilizando capas de insomnio.
Siendo fiel a su búsqueda peligrosa, escribe una poesía hundida en interrogaciones y hallazgos de lenguaje, que lo hacen renacer y reencontrarse en la ausencia.
Testigo de su propio naufragio de vida, este viaje hacia la nada atisbando el más allá, es uno de los documentos más inquietantes de la poesía argentina contemporánea.
La época no explica esa aventura poética, pero nos ayuda a intentar interpretarla, el desgarramiento y la ruptura eran partes esenciales del sentimiento de esos años, por un lado, de alguna manera eso tiene que ver con la crisis y el cuestionamiento individual, cercano a la muerte, la extrema politización es otro signo, trágico en sus efectos y quizás necesario, de un clima de encerrona, de encrucijada y de avance popular. Los vientos de la Historia, empujaban, según la famosa frase de Walsh, así como la lógica de la ruptura que propiciaba la neovanguardia de mediados del Siglo XX, estaba preanunciada, o por lo menos hacía posible el desborde del legado último de la poesía de Oliverio Girondo.
Acercar estas realidades. no solamente significa  constatar una coincidencia de época, el mismo Paco Urondo, resaltaba en un libro de esos años (2), que Girondo había sido el poeta del 22, más consecuente con una estética que tiene sus raíces en el Martinfierrismo, y que supo ser fiel a la ruptura como estética, sin hacer concesiones, y  con una fulgurante coherencia.
También  en ese tiempo una revista, Zona de la poesía, se encargó de exaltar la figura de Oliverio Girondo, dedicándole un número y  exhibiendo su fotografía como homenaje en la tapa. Es decir que debemos enmarcar esta obra de Oliverio, como un encuentro de ciertas  preocupaciones, que sobre todo están en el clima de esos poemas. Ellos son atravesados y tienen cruces con otros textos con los cuales en algo dialogan, y se acercan en puntos, convergencias y divergencias, que conforman un haz de posibilidades inscriptas en un determinado lapso de tiempo y una literatura.
Transcurridos años de la muerte de Oliverio Girondo es pertinente tratar de reflexionar como su poesía se constituye en un punto de referencia inevitable, si queremos pensar el sentido de  una obra experimental que nos sigue convocando, y que se seguirá releyendo una y otra vez.
Oliverio Girondo es un poeta que de alguna manera arriesga bastante en este su último libro porque él tenía ya un prestigio que provenía  de su trayectoria intransigente, pero con estos poemas se colocaba en una posición radical que lo alejaba bastante de lo que fueron sus compañeros generacionales y  planteaba una escritura poética sumamente extrema.

Habría que pensar este  trabajo poético de Girondo, contextuándolo, a pesar que la escritura de En la masmédula se resiste, porque su intento es el resultado de una crisis existencial que se transfiere a una intensa búsqueda de lenguaje.

Claro que la pasional circunstancia que vivía la llamada generación del 60,  debe incluir al 70, formando una unidad porque allí está el núcleo de una transformación de las expresiones artísticas que debe ligar y  cruzar estos órdenes, que en apariencia están polarizados pero que necesita encontrar vínculos, porque al mismo tiempo que se cuestiona una política, se comienza a gestar una propuesta integral.
Es por eso que los poetas y narradores más conscientes de esa  época, se dan cuenta y  pensaron  a su obra, que es de indagación y de literatura, cuya característica es dejar que la realidad tenga lugar en ella, y además sean permeables  a la investigación y a la problematización estética. 
Rodolfo Walsh es un ejemplo, siempre se mostró atento a las manifestaciones renovadoras de nuestro Arte, Francisco Urondo como vimos pensaba Girondo constituyendo un precursor y un antecedente que formaba parte de una verdadera tradición rupturista que había que recuperar (junto con Macedonio Fernández, Raúl González  Tuñón, Juan L. Ortiz, Roberto Arlt, Nicolás Olivari, los Discépolo, etc.), la  poesía de Juan Gelman está traspasada en muchos poemas de elementos  residuales productos de la neovanguardia, hasta inclusive un poeta como Luis Luchi aparentemente reacio a toda, tesitura escribe algunos textos que únicamente pueden ser  leídos en esa óptica.
La figura del escritor anti-oficial era dominante, y convocaba a la escritura, Girondo  fue tomado como el ejemplo que invitaba con su conducta, a  continuar el camino de su intransigencia, su carácter transgresor lo colocaba en una situación privilegiada. Pero lo que hay que remarcar es que la trayectoria de Oliverio Girondo excede el marco de la mera Literatura para convertirse  en una figura muy emparentada con una sensibilidad poética de cambio. El que lee sus poemas, comprende en esta actualidad  que no necesita continuadores de su poesía, sino más bien comprender su actitud de cambio, de cuestionamiento  y de incesante crítica, una especie de más allá literario, que en realidad es la asunción de una ética.


(1) Daniel Freidenberg: en “Imágenes en vuelo” ( Poemas Inéditos ) Ed. Losada – Nobel Fotografías Eduardo Longoni. Bs. As. / Oviedo 2004

(2) Francisco Urondo: “Cuarenta años de poesía argentina” (1920- 1960) Editorial Galerna, Buenos Aires 1964.



*


EN LA MASMÉDULA - Oiverio Girondo


El pentotal a qué


Lo no moroso al toque

el consonar a qué la sexta nota
los hubieron posesos
los sofocos del bis a bis acoplo de sorbentes subósculos
los erosismos dérmicos
los espiribuceos
el ir a qué con meta
los refrotes fortuitos del gravitar a qué con cuanta larva
      en tedio languilate en los cubos del miasma
los tantos otros otros
la sed a qué
las equis
las instancias del vértigo
el gusto a qué desnudo
los tententedio tercos del infierneo en familia
las idóneas exnúbiles
el darse a dar a qué
el re la mi sin fin
los complejos velados
el decomiso aseto
los tejidos tejidos en el diario presidio de la sangre
los necropiensos con ancestros de polvo
el “to be” a qué
o el “not to be ” a qué
la suma lenta merma
la recontra
los avernitos íntimos
el ascopez paqué
cualquier a qué cualquiera
el pluriaqué
a qué
el pentotal a qué
a qué                          
                       a qué
                                           a qué
                                                                      y sin embargo


La mezcla


No sólo

el fofo fondo
los ebrios lechos légamos telúricos entre fanales senos
y sus líquenes
no sólo el solicroo
las prefugas
lo impar ido
el ahonde
el tacto incauto solo
los acordes abismos de los órganos sacros del orgasmo
el gusto al riesgo en brote
al rito negro al alba con su esperezo lleno de gorriones
ni tampoco el regosto
los suspiritos sólo
ni el fortuito dial sino
o los autosondeos en pleno plexo trópico
ni las exellas menos ni el endédalo
sino la viva mezcla
la total mezcla plena
la pura impura mezcla que me merma los machimbres el
        almamasa tensa las tercas hembras tuercas
la mezcla
la mezcla con que adhrerí mis puentes


Arindandantemente


Sigo
solo
me sigo
y en otro absorto otro beodo lodo baldío
por neuroyertos rumbos horas opio desfondes
me persigo
junto a tan tantas otras bellas concas corolas erolocas
entre fugaces muertes sin memoria
y a tantos otros grasos ceros costrudos que me opan
mientras sigo y me sigo
y me recontrasigo
de un extremo a otro estero
arindandantemente
sin estar ya conmigo ni ser un otro otro

 

 

Destino


Y para acá o allá

y desde aquí otra vez
y vuelta a ir de vuelta y sin aliento
y del principio o término del precipicio íntimo
hasta el extremo o medio o resurrecto resto de éste o
      aquello o de lo opuesto
y rueda que te roe hasta el encuentro
y aquí tampoco está
y desde arriba abajo y desde abajoarriba ávido asqueado
por vivir entre huesos
o del perpetuo estéril desencuentro
a lo demás
de más
o al recomienzo espeso de cerdos contratiempos y destiempos
cuando no al burdo sino de algún complejo herniado en
       pleno vuelo
cálido o helado
y vuelta y vuelta
a tanta terca tuerca
para entregarse entero o de tres cuartos
harto ya de mitades
y decuartos
al entrevero exausto de los lechos deshechos
a darse noche y día sin descanso contra todos los nervios del
    misterio
del más allá
de acá
mientras se rota quedo ante el fugaz aspecto sempiterno
       de lo apasrente a lo supuesto
y vuelta y vuelta hundido hasta el pescuezo
con todos los sentidos sin sentido
en el sofocatedio
con uñas y con piensos y pellejo
y porque sí nomás