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23.11.15

Gráfica y plástica, por Javier Fernández Paupy


(Sobre La historieta en el (Faulduo) mundo moderno,  Tren en Movimiento, 2015.)


Como si de tanta cantata crítica en torno a la ilegibilidad y el sentido este colectivo de artistas, Un Faulduo, se hubiera cansado y arremetido a componer un relato con requechos de su propia estética recogiendo el guante del relato. En este caso, las glosas de un ensayo. Una experiencia con la sensibilidad de la historieta y el dibujo. Una secuencia rítmica de imágenes que despliegan una exposición ordenada en su propio caos. ¿Hay que leer a Oscar Masotta para entender La historieta en el (Faulduo) mundo moderno? No hay nada que entender para apreciar esta versión, apropiación y manifiesto en formato libro. Si no fuera por los hiatos en el sentido que proponen, su relato no sería el que es. La apuesta de este grupo de prolijos delirantes alrededor del campo de la historieta es otra. La historieta en el (Faulduo) mundo moderno, por todo mandato estético, propone ambigüedad y un camino a deshacer de sentidos relacionados.

¿Es arte abstracto? No. Hay proliferación de sentidos y una red de asociaciones libres hilvanadas con imágenes y dibujos intervenidos. Todas las formas del pastiche, del collage, del palimpsesto atraviesan el libro de manera intensa. Gráfica y plástica. Operaciones con la parodia que van del homenaje a la apropiación, la cita y la malversación. El libro recuerda esa idea de Guy Debord: “La malversación es lo contrario de la cita, de la autoridad teórica siempre falsificada por el solo hecho de haber devenido cita; fragmentos arrancados de su contexto, de su movimiento, de su época, como referencia global de la opinión precisa que estaba en el interior de esa referencia, exactamente reconocida o errónea. La malversación es el lenguaje fluido de la antiideología.” (La sociedad del espectáculo). En Debord resuena la frase de Lautréamont: “El plagio es necesario. El progreso lo implica.” Una diáspora de sentidos puestos en cada página, una atmósfera onírica y un trabajo sutil con la ambigüedad de las imágenes. Mafalda con Lawrence Alloway con Dick Tracy con Art Spiegleman con Tarzán con Carlos Correas con Batman con Lichtenstein con Hulk con Balzac con Krazy Kat con Apollinaire con Popeye con Flash Gordon con Godard con Schulz con Crumb con Daniluk con Ezequiel García con Nicolás Moguilevsky con Nicolás Zukerfeld con Tintin con Alfred Jarry con Borges con Büchner con Mickey Mouse con Flaubert con Mort Cinder con Duchamp con Stendhal con Grimmelshausen con Richard Hamilton.  

Historias sin número de página sobre lo moderno en la historieta: “Y no nos ocupamos de historietas porque pretendamos ser modernos: es que la historieta es moderna.” Un Faulduo muestra esa consigna en cada una de sus páginas. Un Faulduo, “un lector sin edad, aunque adulto” que sueña con literatura dibujada. El libro reflexiona de manera oblicua sobre la relación de los barrios bajos y de las clases altas con el consumo de historietas. Aunque en su lectura resuena la frase de Nabokov: “Un autor no tiene que entregar un mensaje porque no es un cartero”, Un Faulduo indaga sobre el misterio de lo popular en el arte. Poemas y una vertiente delirante para “arquitectos bailarines de la viñeta”. Un libro sobre la historia de los estilos en la historieta moderna que teatraliza esos cambios desde raptos de inspiración, donde leemos: “La novela necesitaba gráfica, o la gráfica, novela”. Y todo se vuelve relato visual, “en páginas al corte” con yuxtaposición de esbozos y relatos. ¿Qué quiere comunicar este libro de Un Faulduo? Una sociología de la historieta moderna, en apretada síntesis visual y, lo que es mejor, sin jerga alguna.

Robert Crumb: “Los mejores comics combinan una imagen potente con un relato de peso. La mayoría de los profesionales dominan una u otra facultad. Muchos artistas técnicamente capaces son buenos creadores de imágenes, ilustradores, básicamente. Otros cuentan con un talento artístico reducido, pero son buenos contadores de historias, conocedores de la estructura de una trama, el desarrollo de los personajes y la dinámica del diálogo. Es raro encontrar ambos elementos equilibradamente con la debida fuerza en un único artista” (Recuerdos y opiniones, 2005) ¿Es Un Faulduo ese artista plural y exigente, en estado de desacato creativo, que aúna en cada pliego el relato de nivel con la imagen lograda? Literatura de dibujos y esbozos como un libro de viñetas sueltas.

Analizando la obra en viñetas de Copi, César Aira dice que “el comic nos hace ver el tiempo”. Otra pregunta que surge después de leer, en una placentera desconexión de los hemisferios, La historieta en el (Faulduo) mundo moderno es qué tiempo espacializa este libro. ¿Espacializa el debate de Massotta sobre la historieta? ¿Espacializa un clima intelectual y discursivo sesentoso? ¿No espacializa ningún tiempo? ¿Espacializa, en sordina, la actualidad actual del año 2015? Puede que como su título avizora, espacialice, entre muchas otras cosas, a la historieta en el Faulduo mundo.



1.10.11

Apollinaire - La cave de M. Vollard

El sótano de M. Vollard




Cerca del bulevard, en la calle Laffitte 8, había, antes de la guerra, una boutique, un verdadero agujero donde se apilaban los cuadros de pintores contemporáneos y el polvo reinaba por todos lados.

Durante la guerra, cerró. M. Vollar, probablemente, renunció a su comercio para abandonarse completamente a la fantasía de ser escritor y a la redacción de sus recuerdos sobre los pintores y autores que frecuentó. No se olvidará de hablar de su sótano, que fue famoso de 1900 a 1908, época durante la cual renunciaba a comer en "su sótano de la calle Laffitte" porque se había vuelto muy húmedo.

Todo el mundo escuchó hablar de este famoso hipogeo. Era tan bueno ser invitado a almorzar como a cenar allí. Asistí, por mi parte, a algunas de esas comidas. Con las paredes revestidas con azulejos y totalmente blancas, el sótano parecía un pequeño comedor monástico.

La cocina era simple, pero sabrosa; manjares preparados según los principios de la vieja cocina francesa, todavía vigente en las colonias, platos de cocción larga, a fuego lento y condimentados con aderezos exóticos.

Podemos citar, entre los asistentes a estos ágapes subterráneos, en primer lugar, a una gran cantidad de mujeres bellas, y luego a M. Léon Dierx, príncipe de los poetas; el príncipe de los dibujantes, M. Forain; Alfred Jarry, Odilon Redon, Maurice Denis, Maurice De Vlaminck, José-Maria Sert, Vuillard, Bonnard, K. X. Roussel, Aristide Maillol, Picasso, Émile Bernard, Derain, Marius-Ary Leblond, Claude Terasse, etc., etc.

Bonnard pintó un cuadro que representa el sótano y, ahora que lo recuerdo, Odilon Redon figura en él.



Léon Dierx estuvo en casi todas esas comidas. Fue allí que aprendí a conocerlo. Su visión ya era débil. Aquellos que lo vieron en la calle o en las ceremonias poéticas que presidía con tan majestuosa serenidad no tienen idea del buen humor del viejo poeta.

Su alegría no disminuía, salvo cuando recitabamos sus versos y había, casi siempre, algún joven que, levantándose repentinamente, le soltaba, en la cara, una de sus poesías.

Una noche, Mme Berthe Raynold había recitado uno de sus poemas y lo había hecho tan bien que el príncipe de los poetas no se había enojado. Pero cuando uno de los comensales, que pretendía, sin embargo, saberlo todo al dedillo sobre Paris y la poesía de su tiempo, preguntó en voz alta: "¿Es de Lamartine o de Victor Hugo?", hizo falta que M.Vollard contara veinte historias sobre la naturaleza de Zanzibar para que M. Dierx se decidiera al volver a sonreir.

Léon Dierx contaba, con complacencia, historias de la época en la que estaba en el ministerio. Hacía su trabajo pensando en la poesía. Una vez, debía escribirle a un archivista de subprefectura y, en lugar de Estimado Archivista, escribió Estimado Anarquista, lo que causó un gran escándalo en la subprefectura.

Los pintores preferidos de Léon Dierx eran Corot, Monticelli y Forain.

Una noche que salíamos del sótano de M. Vollard, el Principle de los Poetas me invitó a encontrarnos en su casa de Batignolles. Me recibió con amabilidad.

En las paredes, los Decamerones pintados por Monticelli están al lado de los croquis de Forain, y los personajes antiguos y diversos de uno parecían fusionarse con las siluetas modernas y espirituales del otro para formar una corte extraña y lírica para este príncipe casi ciego de la aristocrática República de las letras.

Parnasiano, era indulgente hacia los poetas de todas las escuelas (es así como lo nombraron las personas del país de la poesía).

"Todas las teorías pueden ser buenas –decía–, pero sólo las obras cuentan".

Se expresaba con reserva sobre las letras contemporáneas, pero si le sucedía pronunciar el nombre de Moréas, su voz se elevaba, y adivinábamos que una preferencia secreta determinaba su elección, si es que había que elegir un soberano.

También me dijo:

"Nuestra época de prosa y de ciencia conoció a los poetas más líricos. Su vida, sus aventuras constituyen la parte más extraña de la historia de nuestro tiempo.

"Gérard de Nerval se mató por escapar de las miserias de la existencia, y el misterio que rodea su muerte todavía no fue explicado.

"Baudelaire murió loco, ese Baudelaire del que conocemos tan poco de su vida, independientemente de las biografías y de los editores epistolares. ¿No hemos hablado de sus vicios y sus amantes? Ahora aseguramos que, en sus Memorias, Nadar se esforzó por demostrar que Baudelaire murió virgen.

"En este mismo momento, un poeta de primer orden, un poeta loco deambula por el mundo... Germain Nouveau dejó un día el liceo donde profesaba el dibujo y se hizo mendigo, para seguir el ejemplo de San Benito Labre. Fue luego a Italia, donde pintaba y vivía de la venta de sus cuadros. Ahora, sigue las peregrinaciones, y supe que había pasado por Bruselas, Lourdes, África. Loco, es mucho decir, Germain Nouveau es consciente de su estado. Este místico no quiere que lo llamemos Loco ni Poverello lírico, quiere que, en su presencia, no utilicemos otra palabra que Demente.

"Ciertos amigos publicaron algunos de sus poemas; como él había renunciado a su nombre, pusieron en el libro esta indicación mística como un nombre de religión: P. N. Humilis. Pero su humildad se vería afectada por dicha publicación, si la conociera".
Léon Dierx volvió a encender su pipa de espuma. Agitó su bella cabeza de larga cabellera blanca.

"Germain Nouveau todavía puede pintar –dijo–, no ya no puedo hacerlo. Mi vista disminuyó al punto que estoy casi ciego. Ya no puedo leer los libros que me envían. Antes, me distraía pintando. Y no conozco nada más feliz que la vida de un paisajista...".

Este príncipe que venía de las islas a hacerle lugar a otro príncipe de los poetas, Paul Fort, apenas mayor que nosotros.



Fue en el sótano de la calle Laffitte que se compuso el Gran Almanaque Ilustrado. Todo el mundo sabe que los autores son Alfred Jarrey en el texto, Bonnard en las ilustraciones y Claude Terrasse en la música. En cuanto a la canción, pertenece a M. Ambroise Vollard. Todo el mundo lo sabe y, sin embargo, nadie parece haber notado que Gran Almanaque Ilustrado fue publicado sin nombres de autores ni de editor.

La noche en la que imaginó casi todo lo que compone esta obra digna de Rabelais, Jarry aterrorizó a aquellos que no lo conocían pidiendo, después de cenar, el tarro de pickles que comió con glotonería.

Numerosos comensales ancianos añorarán este pintoresco rincón de París, la bóveda blanda de este sótano donde, cerca del boulevard, disfrutábamos de una gran tranquilidad y sin ningún cuadro en las paredes.




Guillaume Apollinaire, "La cave de M. Vollard" en Le flâneur des deux rives, 1928.


Traducción: Flavia Cogliano Jalabert.