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22.11.18

Lunes 22 de octubre, por Laura Salino





Leí no recuerdo dónde “Hay que tener el coraje de aburrirse solo”. El momento de aburrirse, cuando toma el tiempo todo, se parece a una arena movediza. Está lejos la manera de hacerse desear, lejos la tentación, lejos el entusiasmo depravador, lejos la corrupción de la costumbre, lejos el dejarse hablar y que otro oiga. Lejos haber nacido.

Hay que tener el coraje de aburrirse solo y saltar al vacío. Hugo decía que el vacío lo había decepcionado: tal vez esa es la manera de aburrirse solo sin miedo. Hay que perder el miedo a aburrirse solo y afrontar la decepción del vacío. ¿Quién podría ofrecer instrucciones para amueblar el vacío? Ahora pienso en el vacío como una gran boca que todo se lo come. Un enorme agujero negro que es, a su modo, un poema. Un pájaro es pájaro si se atreve a cruzar volando el sueño de una mariposa negra, escribió un tal Ernesto Aguirre. Cómo me hubiese gustado escribir ese poema. O bien ser ese pájaro corajudo.

Ayer supe la noticia de una mujer que cayó de un piso veintisiete por hacerse una selfie. Vivimos una proliferación constante de Narciso en su tragedia. Hay muchos vacíos a los cuales arrojarse. Y en absoluto es lo mismo arrojarse a un vacío que caer en un vacío.

Pienso que no tengo ninguna frase propia, que todo lo que pienso lo he leído, no lo he pensado. Eso también me decepciona. Pienso en Clarice Lispector y su momento de belleza: si alguna vez fui linda fue en aquel amanecer con rosas que caían de mis brazos plenos. Pienso en el conjunto vacío. En la inteligencia de las flores. Pienso cómo habrán sido los últimos momentos de mi abuelo, cuando sabía que se moría y no quería, no aceptaba tener que morirse, probablemente porque toda su vida estuvo un poco temeroso de vivir. Era como los barriletes que remontaba: un vuelo con cuerda, agarrado a la mano que hace tierra. Un hombre bueno. Sabía decir que no. Quise mucho a mi abuelo. Recuerdo nuestro último abrazo, fue eléctrico y largo.

Mañana será la primera vez en mucho tiempo que mi abuela no cumpla años.

Mi padre está a punto de perder una pierna.

Pienso en los autistas y en su interés matemático que excluye cualquier interrogación por las preguntas existenciales. Ninguna fórmula matemática expresa la tristeza (esto sé que se lo leí a Fritz Zörn), el entusiasmo, la muerte, la sexualidad… Pienso en las matemáticas como en un psicofármaco, con otros efectos secundarios. Pienso en la cobardía, en algo que escribí en otro tiempo sobre los cobardes. En un momento de mucho coraje donde no estaba aburrida. Pero está bien aburrirse. Jugar a aburrirse.

Nieves cuenta de su infancia que cada vez que decía Me aburro le respondían No se dice mea burro, se dice pipí caballito. Por cosas como esa vale la pena aburrirse: puede haber ­–no es seguro– la posibilidad de convertir el fastidio en risa.

En el coraje de aburrirme sola, el humor sigue siendo mi mejor salto al vacío.

3.9.16

Poemas de Ernesto Aguirre



(Jujuy, 1953-2016)


.
Un pájaro
es pájaro
si se atreve
a cruzar
volando
el sueño
de una mariposa negra.

.
Involucrados en el silencio.
Con el río
somos tres.

.
Con las tormentas
regresa
la certeza
de ser pez
pero pez
en el exilio.

.
A la hora
de la siesta
las naranjas
sólo
se interesan
en poesía.


Tomados de: Crónicas del buen amor, 1989.



PIPA

De los instrumentos
de viento,
el más primitivo.

Se ejecuta
con fuego.


HUMO

Con fatiga
de fumador
el tabaco
se derrama por las cuestas
del aire.


CORTE DE LUZ

Me devuelve
al primer día.

De la nada
espero el universo.


COQUEANDO

Con paciencia de otoño
hoja a hoja
nos llenamos la boca de paisaje.

Para los católicos cada hoja
es una hostia que sus bocas
los perdona de todos sus pecados
Hasta de los más graves
La indiferencia, por ejemplo, 
imperdonable en animales con memoria.

La mano que elige la hoja a mascar
es una mano lenta.
Obedece al ritmo de una ceremonia
que no es el ritmo de los apurados.

El secreto está en las manos
no en la boca.
Nadie coquea haciéndose servir las hojas
en la boca.
Las manos necesitan tocar, palpar, elegir.
Coquear
es arte de digitopuntura.
las manos reconocen los verdes que convienen
para amortiguar los dolores de la soledad.

No se concibe el coqueo
sin el silencio de un hombre solo.
Silencio peligroso para los indefensos.
Sin recuerdos puede lastimar.

Coquear exige un pasado
en donde podamos repasarnos
mirarnos, condenarnos y perdonarnos
en silencio
hoja a hoja
con paciencia de otoño.

Para el olvido la ceremonia es veloz
El verde es blanco
y la boca es nariz.
No hay descanso en los recuerdos.
El silencio hiere, desgarra, lastima los oídos.
En carne viva la memoria no espera alivio,
sangra
por la nariz.

En provincias como ésta
de silencios cotidianos
y verdes frondosos
la memoria se cultiva con las manos
y se riega con saliva
sin apuros y con paciencia de otoño
hoja a hoja
a pesar de los inviernos
de aquellos que hoy pintan el verde de blanco
y la boca de nariz.


GALLINA

Expulsado 
de las rutas
del aire.

Pájaro 
sin memoria.


ARAÑA

Conoce 
los planos del aire.

Teje 
donde la mosca 
se distrae.


FLOR

La tierra
guarda perfumes
del universo.

La flor 
es un atajo.


CICLISTAS

La distancia
es un esfuerzo

Los prófugos 
se agotan
caminándola sentados.


ANTEOJO

cuando el mundo escapa
el vidrio
empuja
y el ojo
toca


CIRUJA

De un manotazo 
alcanzó su mano en el aire 
y se la guardo en el bolsillo
como algo suyo.

Con el bolsillo lleno
de su mano
se fue.

Siendo propietario
ni siquiera se despidió.


CIRUJA

Hiede 
de tanto vivir
sin cambiarse de vida.


LECTOR

En la biblioteca
lo navegado.

Y en la mesa, 
al alcance de un adiós,
las tintas por navegar.


LIBRO

Leerlo
es como robar un banco.

De lo ajeno
tomamos lo nuestro


PALABRAS

Huesitos del corazón

Esqueleto
de su melodía.

.
Desde la semilla 
hasta su sombra
el sueño 
es un árbol.

Tomados de: Estambul, 1999.