Los mas leídos...cada uno sus motivos

martes, 31 de diciembre de 2013

Sin balances

Madrid, diciembre 2013

En unas horas finaliza un año muy, pero que muy revelador del que, más allá de lo dicho he decidido, por una vez, no hacer ningún balance y darle cierta continuidad a ver qué pasa.
Un año al que doy una hora de más y acabo de un modo muy distinto al que estoy acostumbrada.
Así, mientras veo Return of the Jedi en ITV2, fascinada por la similitud de la voz de Vader con la del gran Romero, y minutos antes de liarme en la cocina, para desgracia de mis acompañantes,  con mi parte de la cena,   ponerme el vestido y calzarme los tacones, antes de hacer todo lo que empiezo a sentir que no tendré tiempo de hacer, solo quería desearos otro gran año del que disfrutar, por y a pesar, de todo lo que acontezca.

Un abrazo





martes, 24 de diciembre de 2013

Uno de navidad, que no navideño

Todos tenemos nuestro recuerdo personal al que acudir cuando queremos sentirnos más alegres o miserable en días como hoy. Fechas en la que,los que no celebramos nacimientos mesiánicos, disfrutamos sobre todo, como una relación simbiótica, de la ilusión y entusiasmo de los niños; de unos días de vacaciones y de una serie de comilonas indecentes y continuadas  antes del 31, no vaya a ser que tras la última uva se acabe el mundo y no hayamos compartido mesa con todos los que por nuestra vida pasaron, aunque fuese solo para estos eventos.
Siempre hay algún cenizo que se empeña en convertir fechas de justificada celebración en el peor de los tostones, algo casi trágico, como si el simple hecho de aparecer como tales en el calendario hiciese de sus vidas un castigo.
Del consumismo ni hablo, demencial se mire por donde se mire.
También están los de excesivo happismo, con todo tipo de complementos, gorros de papá Noel, cuernos de reno, panderetas, zambombas..., esos que se empeñan en que escuches durante horas villancicos cantados por adultos con voz de niño pera... ¡qué grima! Que hablan de solidaridad, amor, fraternidad...como si en marzo, bonito mes, no tuviesen cabida, o como si enero o agosto no fuesen momento de desplegar bondades.
Yo hoy me he levantado tendiendo a cenizo, sé que, a pesar de no ser muy navideña, es la gripe que ha invadido sin piedad mi organismo la principal culpable de ello y que, con el nuevo año, se irá al carajo pero, hasta entonces, mi yo cenizo me ha traído, como todos los años, el peor de los recuerdos de este día,  para hacerme dar cuenta de que, más que nunca, hay que celebrar.
Recuerdo inevitable, para mí y para aquellos que, desde una noche como la de hoy,  ya hace 23 años,  nos estremecemos al pensar en la injusta lección que aquella joven de cabellos dorados, nos daba desapareciendo de nuestras vidas a causa de un nosequé' autoinmune, sin que nadie entendiese nada. Nos demostraba que a los 15 no todo era posible, que había cosas que no solo les ocurría a otros, que no todo se podía resolver acudiendo a adultos, que hay que decir a los demás lo que se sientes antes de que sea tarde,  y que, desde luego, no éramos inmortales.
Así, a pesar de mi yo cenizo y de las ganas de amputar esta ingrata y despellejada nariz que hace que mi voz suene gangosa, solo quiero celebrar, porque si la vida decide joder, lo hará sin piedad, y no estamos para tirar días de disfrute justificado como si tuviésemos otra vida en la mochila o esto se tratase de un ensayo general.

Felices fiestas y celebrad, celebrad todo, justificado o no, celebrad siempre que tengáis la oportunidad y, sean cuales sean vuestros motivos, celebrad.  

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Precisamente hoy

Es curioso, acabo de darme cuenta. 
No suelo mirar para atrás en lo que voy dejando, y menos remontarme a los inicios. Habiendo tanto por leer y tan poco tiempo no me produce curiosidad lo que dejé en el pasado, pero hoy por algún motivo lo he hecho y, curiosamente hoy, precisamente hoy, hago un año.
Vaya, ¡un año!, ¡Quién lo iba a decir! No le daba yo más de unas semanas, y aquí sigo, para bien o para mal, dejando trozos de a saber qué, ni con qué intención.
Un año de descubrimientos y redescubrimientos,  apertura de ojos, decisiones,  imposiciones, un año de absurdos (seña de la casa que dudo querer cambiar), de seguir sorprendiéndome afortunadamente), de conocer nuevos mundos, nuevas experiencias, nuevas gentes y formas de entender esta especie de Matrix mas o menos apetecible que un día, de repente, aparece tan claro a nuestros ojos.
En definitiva, un año dejando letras con más intención de terapéutica descarga que desde luego por talento, que únicamente me roza en esa capacidad que me gusta pensar que tengo de apreciarlo, como se debe, en aquellos que por suerte he tenido y tengo la oportunidad de seguir ya sea en este u otros entornos.
Así, no tengo otro deseo de cumpleblogaños que dar las gracias. Gracias por el espacio que se me ha permitido quebrantar. Gracias a los que han dejado por aquí un trocito de vista, suspiro, letra o reseña. Gracias a los que simplemente se tropezaron y entraron, y desde luego gracias a los que por algún motivo finalmente se quedaron.

miércoles, 4 de diciembre de 2013

Hoy ha sido un día absurdo, no digo malo, solo absurdo

Hoy he tenido un día valleinclaniano o amanecequenoespoconiano. Tanto que no me hubiese sorprendido encontrarme, reclamando Góngora, a un señor con larga barba de nombre Garcinuño plantado en una de las macetas de mi terraza, o a un tipo de ojos saltones pidiendo que le cambiase el papel vital mientras una asamblea de mujeres elige puta del pueblo para el año en curso.
Hoy me he quedado dormida y cuando esto pasa llego tarde a todas partes, incluso a mi propia vida, no consigo recuperar los minutos perdidos, sin embargo, no ha sido un mal día, solo absurdo. 
Salí corriendo de casa, y sí, digo de casa porque no pude ni llegar a la escalera. Una mujer que decía ser la madre de la chica del segundo me sometía al mejor placaje de la historia. " Encantada señora pero temo que tengo prisa". Nada importaba, fue imposible salir del rellano hasta que terminó de lamentarse por la fatalidad de tener un vecino que no paga la comunidad. Vaya, con semejante recordatorio a primera hora de la mañana, desde luego que me siento mucho mejor.
Al llegar al trabajo, reunión sorpresa en Guadalajara, y yo con estos pelos, me llevan, escucho, expongo, me traen... hasta aquí todo bien, eso sí, el re
torno digno de Ulises. Mas de una hora y media en la que carteles de A2 aparecían y desaparecía misteriosamente. Nunca un objetivo estuvo tan cerca en distancia y tan lejos en  tiempo. Por algún motivo llegamos a Rivas y ya nos veíamos disfrutando de la playa en Valencia, cuando milagrosamente aparecimos en la M40 donde mantuvimos la respiración contenida hasta llegar a nuestro destino, por si algún giro extraño del mismo lo hiciese, por capricho, desaparecer.
La comida bien gracias, con cigarro pasivo al sol, desde que no fumo acompaño para que me de el aire y, con suerte, algo de aquel humo desechado por los que realmente ejecutan.
 Al salir del trabajo, paseando con una amiga un señor nos ladra un guapas que nos hace saltar hacia atrás, a punto del paro cardíaco o la desfibrilación ventricular. ¡Qué necesidad oiga! Se agradece el piropo pero mida la intensidad, tal y como están las cosas semejante derroche sanitario resulta inadmisible. 
Por último, volviendo a casa en metro, una mujer joven de apariencia y acento cubano nos grita que Jesús nos ama y que el reino de dios está cerca. Seguidamente lee pasajes de la biblia con unos pulmones que ya los quisiera Phelps. 
Me puse a buscar sin suerte,  la cámara que obviamente debía estar siguiéndome desde que, a pesar de tarde, tuve a bien levantarme. 
Acabo de llegar a casa y, aun a riesgo de pasar por algún otro suceso extraño he decidido dedicar un tiempo a narrarlo, para ser consciente de nuevo de mi tendencia al absurdo...menos mal que, por fortuna anochece...que no es poco.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Una de Vástagos


El jueves pasado volví a tener la suerte de asistir a la presentación del último libro de Álvaro Bermejo: "Eternamente tuya".
Una tarde magnífica que, esta vez, se ubicó en Tipos Infames, un lugar que si tuviese que definir, diría que invita. Invita a leer, invita a compartir, invita a tomar un vino mientras recorres sus estanterías leeeentamente sintiendo que te lo llevarías todo, o que podrías quedarte por allí para siempre. Es una librería…,es un bar… y sin embargo no se llega a sentir de que sea ninguna de las dos cosas. Es un espacio para compartir, para disfrutar, al que yo solo añadiría algo de música francesa o un jazz bajito y sutil, casi imperceptible.
La presentación impecable, con la genial colaboración de Clara Tahoces, el tema: vampiros.
Yo, que debo reconocer absoluto desconocimiento y cierto desinterés en el tema, salí con mi ejemplar ansiosa de hincarle el diente y con la sensación de que, no haber leído a Stoker (cosa que se resolverá en breve), es una de las más grandes pérdidas literarias de mi vida, rozando casi la indecencia.
La conversación de ambos autores fue dinámica, atractiva e hipnótica, como si de vampiros se tratase y nosotros, sus víctimas, solo pudiésemos desear entrar en ese mundo de belleza, seducción, crueldad, deseo, pasión, absorción vital y un amor loco, absoluto, excesivo que supera cualquier límite, sin desnatarse como esos vampiros ñoños que tanto proliferan últimamente.
Retoma el vampiro malvado, despiadado, aquel que solo busca sobrevivir a costa de todo y todos ¿os suena? Seguro que todos tenemos nuestros vampiros personales, aquellos que acaban con la energía de los que le rodean sin escrúpulos.
Supongo la idea del vampiro podría extrapolarse a muchos ámbitos de la vida social, política y económica, especialmente en los tiempos que corren.
Quizás también sea por eso que, por primera vez en mi vida, sienta la curiosidad necesaria para interesarme por estos seres que representan el lado más brutal y primitivo del ser humano.


martes, 19 de noviembre de 2013

Son de otoño

No soy simpatizante del otoño.

Me molesta la oscuridad sumada a esa dudosa necesidad de restarle luz a los días cambiando horarios, y la inminencia de un frío que solo puede ir a más y que, para perritos callejeros como yo, resulta terriblemente molesto.

No me gusta el otoño, excepto en días que, como ayer, muestra su parte amable con noches claras y frescas de luna casi llena, gorda, luminosa, indecente.

No me gusta el otoño, bueno, igual...solo cuando la lluvia invita a sofá, manta y tarde de películas, amigos y risas. 

No me gusta el otoño y sin embargo, me encanta cuando las hojas tornan en amarillo, antes del marrón que, inevitablemente, las hará caer. Madurez de tierna y luminosa lucha por la vida.

No me gusta el otoño aunque me invite a retomar temas como este que, con un extra de sol, no suenan igual.

No me gusta el otoño...

sábado, 9 de noviembre de 2013

Mucha suerte Laaraichi

-“Vaya, estamos de suerte, parece que el tercero no ha venido”- comenté sentándome en el asiento libre de ventanilla y dejando ,en el que previamente ocupé  en el centro, mi abrigo mientras con una sonrisa invito a mi desconocida compañera de viaje a hacer lo mismo.
Llevaba un rato observándola, con esa mala costumbre que tengo de fijar la mirada cuando algo me produce curiosidad. Pude reconocer en ella los tics comunes a los que se ponen nerviosos en un avión y que, en el pasado, tantas veces pude identifica en mí. Inmediatamente  sentí la extraña solidaridad que forja el tener o haber tenido un enemigo común.
Me sonrió y colocó su abrigo, evitando tocar el mío por si aquello pudiese molestarme. Saqué el libro y comencé  a leer, sin poder evitar mirar  de reojo  cada pocas líneas. Vi como seguía con la mirada a la azafata, como si quisiese preguntarle algo sin llegar a atreverse, me miró y la sonreí de nuevo.
-“No sé si  puedes ayudarme”- me comentó mostrándome su cinturón, demasiado corto,  con un acento que no pude definir y en un castellano, de construcción, perfecto.
-“Claro”- me acerqué para mostrarle cómo podía ampliarlo, ajustarlo, abrirlo o cerrarlo,  y me devolvió de nuevo una sonrisa.
Volví  a mi libro y ella a sus giros de cabeza sin orden definido,  que hacía materialmente imposible poder fijar la vista en nada.
“¿Hace frío en París?”- me preguntó cuándo el avión empezó a moverse. Entonces cerré el libro y me dispuse a distraer su atención durante el despegue que para mí, cuando sentía como ella, era lo más aterrador.
Durante ese tiempo descubrí que era de Larache y que llevaba 20 años viviendo en Madrid  trabajando como jefa de cocina, -“soy muy buena cocinera”- decía soltando una carcajada. Ahora que sus hijos eran mayores y ya no la necesitaban, había decido probar fortuna en París. Aquello era definitivo y pintaba muy bien, el restaurante que la entrevistaría había pagado su vuelo y si finalmente no la seleccionaban se quedaría  buscando otra cosa, era una oportunidad y no iba a desaprovecharla.
Cuando pasaron con la comida, ambas nos dispusimos a pedir la cena, era lo suficientemente tarde para tener dificultades a la hora de encontrar algo abierto al llegar. Sin embargo, cuando miró los precios decidió que mejor no cenaba. Pude percibir el motivo por el que finalmente decidió no ordenar nada.
“Hagamos una cosa, yo pago hoy la cena  y, cuando estés en París como jefa de cocina, lo saldarás con quien veas en la misma situación pagando vuestra”- eso fue lo que me quedé el resto de viaje pensando que debí decir, sin embargo callé. Callé por no sentir violencia, callé por evitar  que ella pudiese sentirse  ofendida, callé sin más, callé y permití que alguien no cenase por evitar una situación incómoda,  callé…callé y no pude parar de pensar  y reprocharme el resto del viaje haber callado.
Desde ese momento poco más hablamos, yo volví a mi libro con esa excesiva luz blanca casi de aparición mariana que enmarcaba mi asiento,  cavilando sobre lo ocurrido y volviendo una y otra vez al principio de una hoja  que mis pensamientos impedían  leer.
Cuando aterrizamos le mostré la cinta donde aparecería su maleta cargada de expectativas e ilusiones y me despedí deseándole, honestamente,  la mejor de las suertes.
No sé  su nombre y es casi seguro que no vuelva a saber de ella, sin embargo  siento un extraño deseo de que todo vaya como esperaba, que haya conseguido el trabajo y que disfrute de la oportunidad que le ofrece la vida.
No deja de sorprenderme el  impacto que algunas personas que solo rozan mi espacio durante un tiempo escaso tienen en mí. Dudo que siquiera imagine la admiración que sentí y la sensación de refrescante  renovación que me inyectó en apenas una hora de conversación.
Mucha suerte laaraichi!!!

martes, 29 de octubre de 2013

Take a "dance" on the wild side

De nuevo esta semana algo, en esta ocasión triste, me ha devuelto a Londres! 
A aquella primera temporada en la que mi adorado Wilde reinaba en la segunda planta, con su eternamente joven, bello y enigmático Gray a la cabeza. 
En The Curve arte iraní, con unas cucarachas de metal gigantes que procuraba, sin mucho éxito, no mirar. 
Y en la primera..., en la primera reinaba el rock. Un tributo al pop y al rock en esa ciudad, no se me ocurre mejor contexto. Reinaban los trajes de los Beatles, de Elton John, vídeos de Bowie, Björk, Madonna, Blur, Radiohead, Rolling Stones...sus historias, complementos, discos...no faltaba nada
He vuelto a aquel día que, al terminar el turno, cogí a Carl de la mano y lo llevé a la costumes room. Llevaba semanas diciéndole que cuando acabase la exposición lo llevaría a probarnos pelucas. El no me daba mucho crédito, creo que confiaba en que todo fuese una broma, o que con ese inglés tan ingrato que yo manejaba realmente quisiese decir otra cosa.
Cuando llegamos abajo le hice ponerse una peluca a lo Bonie Tyler. Él, tan inglés, tan estirado, engolado y tan de flema a pesar de su origen jamaicano. Ese inglés con la piel mas preciosa que jamás he visto,  tan negra que daba tonos azulados, no podía hacer resaltar más a aquella peluca rubia desatada. 
 Él eligió para mí, que de aquellas peinaba de un pelirrojo muy Irish, una de tipo afro.  Así, ambos, con abultadas boas de plumas, dábamos vueltas por la sala riendo a carcajadas hasta que el manager se la galería apareció con un maniquí sin brazos y con el rostro mas serio que yo le había visto en el tiempo que llevaba allí.
Carl se puso todo lo blanco que su piel permitía y a mi directamente me desapareció la sangre del cuerpo.
-"¿Qué hacéis?"- preguntó con tono serio. Yo bajé la vista y Carl empezó a balbucear.
-"¡¡Esa no es la manera!!" Dijo con tono firme -"¡así no!".
Entonces soltó el maniquí, se puso una peluca rubia platino y empezó a cantar la canción que en aquel momento sonaba:"du du du dudu du du du du dudu dudu du du du du ...." Carl y yo nos miramos sonriendo sin saber muy bien que hacer, pero en realidad, solo podíamos hacer una cosa: take a "dance" on the wild side.
Pocas veces volví a coincidir con él, pero por su manera de tratarme desde entonces supe que  sentía simpatía por la española y yo he de reconocer que, en cierto modo, el gesto consiguió enamorarme.
Así pues, este es mi motivo. 

Del resto de méritos del gran Lou ya se habla y se hablará  en estos días suficiente. Seguro que no podré añadir nada mejor que lo que se diga, por lo que mi pequeño tributo sirva sobre todo para agradecerle el recuerdo
Igual se esperaba la canción a la que guiño, pero siempre tuve debilidad por esta.

martes, 22 de octubre de 2013

Los siete dedos de la mano

Este sábado un poco por casualidad, algo que últimamente empieza a ser recurrente con las cosas buenas que pasan por mi vida, pude contemplar un espectáculo maravilloso. Uno de esos que sin duda volvería a ver, si consigo encontrar mis ojos que se cayeron de tanto abrirlos y deben estar entre las butacas de esa segunda fila, quién sabe si en busca de una nueva vida más dedicada al arte de lo que yo puedo ofrecerles. 
Creo que al menos debería nacer 4 veces, empezar a los 4 años y entrenar 4 horas diarias para llegar siquiera a soñar con hacer algo tan bello. ¿Que por qué tanto 4? No se, igual por ser 2+2, o 2X2, o 2 al cuadrado, ese 2  que por algún motivo es mi favorito y para según que cosas tiendo al fetichismo numérico eso sí, sin atribuirle cualidades mágicas. Pero basta de dispersar, que últimamente también tiendo más de lo habitual y eso ya era mucho.
Unas barras, un balancín unos aros y mucha fuerza, no necesitaron mas para emocionarnos y hacernos contener la respiración con aquella sensación del mas difícil todavía que en sus caras y por sus comentarios chistosos con acento canadiense, bien podía parecer un paseo por el parque.
Nunca imagine que una manifestación de fuerza tan contundente pudiese ser tan bella y delicada. Casi como si ralentizasen el tiempo o pesasen e hiciesen pesar los objetos mucho menos que el aire para mantenerse y mantenerlos por mas tiempo con  un sinuoso y melódico movimiento, como si pudiesen volar y solo bajasen por decisión propia, jugando con la gravedad con la que, sin duda, han negociado muy ventajosamente.
La puesta en escena  y la interpretación si excesos pero realmente hermosas, sublimes, y muy creativas. 
No se si lo que sentí fue envidia, admiración o simplemente gratitud por mostrarme de lo que el ser humano puede ser capaz solo con un cuerpo, mucha fe y la necesidad orgánica de llevarlo suavemente al límite con gran creatividad, desafiando a la naturaleza y condensando semejante tensión en carcasas tan aparentemente frágiles. 
Sencillamente maravilloso

jueves, 10 de octubre de 2013

Una victoria para Victor

Todos los días la  veía salir a las cuatro en punto. Abría el Ford Escort rojo por el asiento del copiloto para introducir el bolso y el abrigo, luego bordeaba el coche por delante, arrancaba y se colocaba el cinturón ya en marcha, mientras salía hacia la calzada en dirección al trabajo. 
Adoraba contemplar aquel ritual que ella hacía casi a diario sin ser consciente del ritmo melódico que imprimía, y de la maravillosa escena cinematográfica que él visualizaba desde la segunda planta del edificio de en frente. En ese momento entraba su imaginación para poder pasar la tarde con ella.
Ya tenía la foto del cuadro y la primera de las cartas donde le explicaría cómo, para compensar  su amistad, la enseñaría a adorar el surrealismo y el cubismo a través de su arte. No aspiraba a más, su amistad sería más que un regalo. Era tan insultantemente joven que no podía siquiera soñar con otra cosa, no debía, cómo podría ni pensarlo cuando la había visto crecer. Aprendió a no desear más esforzándose en ver como una terrible descortesía, incluso una indecencia, el siquiera pensar en rozar su  piel, cosa que, a partir de los 65 años no le resultaba del todo difícil.
Dejaría en aquella tienda el cuadro, sería su regalo, solo para ella. Le daría las claves para recogerlo y entenderlo a través de sus cartas, como un juego que no pudiese completarse hasta haber conseguido llegar al final: ella debería entender en qué consistía cada una de las pinceladas para las que había servido de inspiración.
Así, a las cuatro en punto salió a su encuentro, como siempre ella se dirigió a la puerta del copiloto y él se acercó decidido y nervioso extendiendo el brazo hacia ella con un papel en la mano.
-Buenas tardes- dijo acercándole su mensaje.
-Hola Victor- desplegó una cálida sonrisa mientras tomaba y abría el papel.
“Deseo tu amistad, ¿qué dices?”. Levantó timorato la cabeza y preguntó –“¿qué dices?”
-“¡Claro Victor! Gracias, es un gesto muy bonito. Disculpa pero debo ir a trabajar”
-“Claro, claro” – respondió con entusiasmo
Volvió a casa exultante. A partir de ese momento comenzó a enviarle cartas con las claves de su obra y del lugar donde se encontraba su regalo. Delicadas y dedicadas epístolas donde hablaba de arte, su manera de entenderlo, de vivirlo.
Ella recibía aquellas cartas y las guardaba en un cajón. Sabía que Victor hacía años que no estaba bien. Había oído quejarse a su mujer diciendo que había perdido la cabeza y que nadie sabía la cruz que ella tenía que soportar a diario.
Nunca fue a por su cuadro, ni pudo descubrir ni identificar como propios sus trazos. Sin embargo, años después de abandonar aquel barrio y sus rutinas, tras años sin volver a saber nada  de él, pudo reconocer la victoria de Victor: aún permanecía en su recuerdo y en su curiosidad aquel personaje que un día triunfó entregándole aquel papel 

martes, 1 de octubre de 2013

Superables

Hay miedos que creemos que nunca podremos superar. Que asustan de tal modo que nos paralizan, incluso físicamente, en aspectos más o menos importantes de la vida. Estos temores, no siempre racionales, pueden ser gestionados de un modo u otro en función del impacto que tengan en nuestro día a día.
Yo, que de estos he tenido unos cuantos y mantengo más de los que quisiera, la semana pasada haciendo análisis con el entusiasmo de haber conseguido lidiar por fin con uno de esos que daba por perdido, confirmando después de mucho trabajo que todos los pasitos que di daban sus frutos, puedo decir que he superado más de lo que hubiese imaginado, sirviendo esto para sentir que solo es el principio.
De todos los analizados me quedo con 3, que consideré de superación necesaria, porque afectaban de más en mis, podría decir,  momentos importantes de vida.
El primero fue el miedo a volar, paradójico en alguien que en su tierna infancia soñaba con ser azafata y cuyo mayor placer es viajar. Absolutamente orgánico: músculos tensos horas antes y durante el vuelo, palpitaciones, sensación de que en cualquier momento me iba a levantar y zarandear a la azafata para que me bajaran de allí a toda costa. Semejante derroche de adrenalina me mantenía despierta durante más de 24 horas, era agotador. Desde luego tenía que superarlo, siempre quise visitar Australia y no podía ni plantearme semejante periplo por tierra y mar. Así, como medida de choque, comencé a tomar vuelos sola, al principio a golpe de vinos, relajantes musculares, incluso alguna sustancia psicotrópica blandita de las que te dejan dormir plácidamente a costa de un despertar de hambre voraz.  Poco a poco los tiempos de tensión se fueron reduciendo, hasta que en aquel Air Nostrum de hélices  Barcelona-Hondarribia, viendo los Pirineos desde la ventanilla, tuve una revelación maravillosa: ¡estaba volando! Nunca antes fui consciente de aquello, estaba tan ocupada sintiendo miedo que no era capaz de ver lo increíble que era el hecho de poder volar. Desde entonces me encanta, adoro sentir cierto vértigo al principio, ver los perfiles  aprendidos a en los atlas y sentir ese arrogante desafío a la naturaleza…
El segundo fue el miedo a reconocer aprecios. Ser capaz de sentir honestamente, sin peros ni aunques, y de manifestarlo con libertad. Sin esperar respuesta, sin hacer dramas ni misterios, solo algo limpio, sentido, sencillo e incluso fresco. Esto me costó bastante, años,  pero cuando lo hice por primera vez, fue la experiencia más sencilla, bella y liberadora de mi vida.
El tercero el miedo a hablar en público. Portadora de todos los síntomas: voz quebrada, temblequera incluso de cabeza, pérdida de memoria, sudores fríos, nauseas, pérdida de apetito, insomnio…. En este caso el logro tuvo que pasar por subir repetidas veces (sudando la gota gorda) a bailar en escenarios, cursos intensivos de poco más de un día de teatro y presentaciones, forzarme a hablar en reuniones multitudinarias con ese hilo de voz vibrante, y finalmente ofrecerme voluntaria para impartir un curso de formación de más de 4 horas diarias en el trabajo, fue al finalizar este la semana pasada, cuando definitivamente me di cuenta de lo mucho que podía disfrutar con la experiencia y lo genial que resultaba sentir que se abrían nuevas posibilidades nunca antes valoradas.

Llegados a este punto, con la euforia propia de ir superando barreras, solo me planteo buscar aquel miedo que me meta el dedo en el ojo del modo mas molesto, porque ahora solo siento que sea lo que sea, mientras solo dependa de mi, lo puedo superar.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

Más que velocidad


La última película que he ido a ver es una de esas que, a priori, parece aceptable para ver en  televisión, pero oír rugir un Fórmula 1 en el cine hace que definitivamente merezca la pena sentarse en butaca, eso y el trailer de la próxima película que ya he decidido ir a ver, adoro los trailers de cine.
Mi reclamo en esta ocasión: alguien que quería verla, una película entretenida de domingo, y si soy honesta, Daniel Brülh , si señoría lo admito, me encanta. Polifacético, gran calidad en sus interpretaciones, una mirada que absorbe lo que se le pone delante y ese aspecto de chico listo que le hace tan atractivo. Fue realmente excitante verlo acelerar al límite del vértigo el utilitario de aquel italiano que le pide conducir su coche, dudo que James Hunt con todo lo guapísimo que pinta encarnado por todo un Thor, consiguiese, al menos en mi, semejante efecto.
Cuando empezó temí un autentico tostón, pero fue mejorando y mucho según se desarrollaba la historia. 
La tensión, rivalidad y admiración oculta de los protagonistas era efervescente y el parecido físico de los actores con los personajes muy logrado.
Dos personalidades que sin duda fundidas harían el piloto perfecto. Por un lado la pasión mas pura, de excesos, compulsiva, sin control, disciplina ni límites. Valiente o inconsciente pero poderosamente atractivo y erótico.  Por otra parte la inteligencia, la sensatez y la razón mas brillante y rigurosa, capaz de conseguir todo lo que se propone con la confianza de quien no deja opción al azar por encima de 20%.
Dos figuras seguras, atractivas, arrogantes  y fascinantes. Absolutamente  diferentes  y sin embargo los únicos capaces de sacar lo mejor del otro.
Una rivalidad basada en la admiración y la carencia de lo que en el otro brilla, buscando demostrar continuamente, quizás por la duda, que la opción de cada uno es la mas adecuada.
Yo, que no conocía el resultado recomiendo que si no se sabe, no se investigue. Es maravillosa la sensación de directo a 37 años de lo acontecido
La interpretación de los protagonistas, la curiosa forma de desarrollar la idea ganando según avanza, el rugir de Ferrari en el audio de un cine (no pude evitarlo, creo que me quedé con Lauda), o simplemente un argumento muy distinto a lo que este año ha marcado la cartelera, hace que le ceda este pequeño espacio, aunque dudo que pase a la historia o a mi memoria con muchos laureles. 

sábado, 21 de septiembre de 2013

Efecto Sabrina

No entendía nada. Aquella noche, en el mismo Cuarta Avenida donde habían transcurrido tantas noches desde que traspasó la puerta por primera vez, ya hacía mas años de los que podía recordar, algo era distinto. 
Aquel lugar donde las caras, la música y casi las posiciones permanecían inmutables. Donde el estatismo casi monolítico hacía predecible el transcurso de cualquier velada, generando un sentir de “fácil". En aquel lugar donde siempre estuvo como en casa, esa noche de terraza cuando el calor por fin daba un respiro y donde los Rolling seguían sintiendo simpatía por el diablo, algo era diferente. Algo que la sorprendió. 
Nunca pudo entender por qué, a su vuelta tras varios años fuera, aquellas personas que jamás la habían dedicado una mirada en el pasado, no se separaban de ella mostrando una confusa admiración, incluso violenta, con un descaro que no les reconocía en el pasado. 
Sería por los kilos que había adelgazado, quizás por su nuevo estilo, pero lo determinante no era eso, era otra cosa, el verdadero cambio estaba en su mirada, la sonrisa de sus ojos y la seguridad al mantenerla. Algo en su actitud había cambiado y era consciente, pero no estaba preparada para gestionar el cambio en los que allí se encontraban. No estaba acostumbrada a ser observada de aquella manera y desde luego, no estaba acostumbrada a mirar, no allí, no por ellos. 
Aquella noche, sin copas de champagne en los bolsillos, Él se acercó y se la llevó dentro, cerca de la mesa de billar, para hablar a solas. 
-Cenas conmigo el viernes!- había cosas que no cambiaban, pensó ella, esa seguridad de afirmar las preguntas, muy propio de la chulería de quien no tiene costumbre de recibir noes. Dios, hubiese matado por esa proposición años atrás, en aquel tiempo en que él ni siquiera hubiese sido consciente de su presencia, de su adoración. Le miró con cierto pasmo y curiosidad. 
-¿Sabes...? Lo cierto es que ya no tengo hambre- le contestó. 
 -No- sonrió -si digo el viernes...- estaba confuso, no entendía muy bien su respuesta. 
 -Ya- Le dedicó una cálida sonrisa mientras subía la cremallera de su cazadora -creo que no Juan-. 
 Se acerco a despedirse de Antonio, que ya sacaba medio cuerpo por encima de la barra para besarla como siempre había hecho. 
-¿Volverás mañana?-la preguntó. 
- No lo se Antonio- su mirada hablaba por ella.
- Hey, se muy feliz, ¿vale?-.
- Tu también-.
Salió a la calle por la puerta de atrás y encendió un cigarro -algún día tengo que  dejarlo- pensó, pero no aquella noche, en ese momento necesitaba algo estable, algo de normalidad. 
Se ajustó el pañuelo al cuello y caminó hacia casa buscando que el viento, ya mas fresco, se deslizase por su cara. Respiró profundo y siguió caminando - que curiosa puede  ser la vida- pensó - definitivamente tengo que salir de aquí...igual no debí volver...- pero sobre todo sentía que reencontrarse con su David Larrabee personal, no había sido precisamente lo que ella esperaba.

domingo, 15 de septiembre de 2013

Tres años de quinces de septiembre

En días como hoy me doy cuenta de lo mal que gestiono eso de hacerme mayor.
No es que me siente mal, al contrario, es que tengo la impresión de que no se me da bien.

Aun se me da mal, después de tres años, asumir que en esto consiste.
Que los días en ocasiones van lentos, las meses corren y los años vuelan, demostrando que el dolor no siempre entiende de tiempos como nos gustaría.
Se me da mal seguir adelante con la madurez que mi edad exige, cuando lo único que noto desde entonces es que me cuesta un poquito más respirar.
Se me da mal no tener un punto de reproche por haberte ido cuando ''menos'' te necesitaba y mas cerca te quería. Cuando aun tenías tanto que enseñarme.
En días como hoy me doy cuenta de lo poco que me importan demasiadas cosas que me deberían importar.
Hoy no decido yo, hoy decide el recuerdo, la nostalgia y la loseta que parece no querer moverse de mis pulmones y que impide, desde ya hace tres años, que puedan llenarse del todo.
Hoy solo noto que me cuesta un poquito mas respirar. Aunque siga adelante, aunque dentro de unas horas esté con amigos sonriendo con una cerveza en la mano y fingiendo que en días como hoy no te echo tanto de menos

lunes, 9 de septiembre de 2013

Bienvenido Mr Rogge

Yo, que no soy  de las que van a Puertas de Alcalá ni de las que tienen especial interés en que se organicen en esta ciudad eventos que remuevan el ya removido orden más o menos lógico que hay, igual me estoy haciendo mayor,  asumo con estoicismo que son necesarios en muchos casos y he de reconocer que las olimpiadas es algo que me gusta y que toleraría con cierta ilusión, pero no nos engañemos, o mucho me equivoco o Madrid será la eterna candidata si las cosas no cambian  mucho.
Me produce rechazo reconocer que algo tan “humano” como el deporte se cargue de contenido político-económico al punto de relegar a un segundo plano los valores que deberían primar para este tipo de encuentros internacionales. No sé por qué me sigue molestando, debería tomarlo como la ya asumida “guayominídupua”  y conformarme con el regustillo de acertar en este juego más geopolítico que  musical, con la certeza a priori de que Spain nunca ganará Eurovisión.
No creo que la terrible rueda de prensa o el discurso final tuviesen nada que ver con el resultado, ni desde luego la presentación que me pareció francamente buena,  tampoco creo que las posibilidades de éxito que nos vendieron durante semanas fueran ciertas o creídas por quienes se encargaron de publicitarlas como nunca antes se había hecho. Pero empieza a molestarme que nos hagan llegar hasta el final, que carguen de ilusión y ganas a una ciudad e incluso a un país para finalmente recibir semejante “contigo no bicho” con escasos 26 votos y con el más aburrido tono de Madrid is eliminated posible. Si tan preocupados por nuestra situación economica están igual deberían tenerlo en cuenta antes de dejar que se inviertan millones en dar soporte a una candidatura que no tienen intención de contemplar, dejándonos a todos con la sensación de ver como el coche negro pasa de largo sin siquiera pararse a mirar.

sábado, 7 de septiembre de 2013

De amistades y apegos

Una de las cosas que me gustan del  retorno a rutinas, algo bueno tenía que tener, es el reencuentro con  aquellos a los que el verano aleja temporalmente de tu vida. Ayer retomé charla cervecera después de clase, algo tranquilo y sin pretensiones que raramente me deja  neutra. Tema del día: el tratamiento de los amigos.
Yo reconozco una cierta visión infantil de la amistad. Por suerte o por desgracia soy persona de apegos y me gusta valorar a los que forman parte de mi vida de un modo continuado y cercano, cada uno en su medida en función de intimidades, querencias, vivencias y valores compartidos. Así, afortunadamente, siento que hay quizás mucha más gente de la que merezco cerquita de mí.
La conversación de ayer sin embargo no iba por esos derroteros, más bien iba dirigida a aquellas personas que formaron parte de nuestras vidas y que por algún motivo han desaparecido. Alguien comentó que, si las personas que la rodeaban no le daban al menos lo que ella ofrecía no tenían cabida en su vida y se deshacía de ellas sin más.
Me pareció espeluznante, ya dije que yo soy de apegos. Por un lado ese lanzar al olvido a alguien con quien se ha compartido experiencias, confidencias, tiempos y espacios de un modo tan gélido me pasma. Digo yo que haber formado parte de la vida de alguien, si no ha habido daños de por medio, debería dejar siempre un pequeño espacio en el wall of fame vital de aquellos. Me parece demasiado triste sentir que hay personas que fueron tan importantes y que nuestra aportación no haya dejado absolutamente ninguna huella.
Por otra parte nunca pensé que hubiese que exigir a los demás lo que damos, no quisiera yo imponer, más bien soy de la creencia de que  hay que aceptar o no  lo que cada uno está dispuesto a dar.
Es curioso ver las muy diferentes formas que tenemos de ver las “mismas” relaciones personales.

Yo me quedo mis apegos y cedo espacios en mi particular wall of fame para todos aquellos que por aquí pisaron fuerte, aportando algo en positivo y siempre desde el cariño.

domingo, 1 de septiembre de 2013

Fin de temporada

Hoy se cierra hasta el año próximo el periodo de desayunos trafalgareros. 
No podía faltar a la cita el último día, a pesar del levante perdigonero y el cansancio propio de pocas horas de sueño y demasiadas cervezas de despedida. 
Dicen que el madrugar ayuda, pero a mi no se me quita la sensación de nudo marinero en la boca del estómago. No se si seré capaz de enfrentarme de nuevo al límite visual propio de la ciudad. Dejar de sentir que no hay paredes aparte de la línea blanquecina que limita azules y texturas muy al fondo, mas allá de donde la miopía me permite llegar. Esa línea ligeramente más alta si miras de frente, que pierde grados simétricamente según se aleja a derecha e izquierda del punto frontal. 
No, no se me quita el nudo de vuelta al cole, de no respirar y saborear mar. 
No se me quita el nudo de haber dejado demasiadas cosas para septiembre y de haber descubierto muchas mas. 
Quizás siga el nudo por no tener la certeza de regresar pronto, o de sentir tanta paz, porque el invierno es muy largo o porque necesito más. 
El tiempo se me acaba, clausuro pues temporada con nudo y mucha, mucha nostalgia.

lunes, 26 de agosto de 2013

Desmontando a cagona

Noto que he dejado un poco de lado mis propósitos pre-cuarentas, quizás por el periodo vacacional que en mi mente aun equivale al junio-septiembre escolar. Hoy, circunstancias mandan y creo que debo retomarlo. 
Toda la vida he pensado que había cosas inmutables, que si se sentía de un modo respecto a ellas difícilmente eso cambiaría. Los años me han hecho rectificar muchas premisas y evitar ser tajante al expresar nuevas posiciones y sensaciones, aunque en según que cosas me cuesta. Ayer la vida me volvió a poner en situación, demostrando que lo que pensaba o sentía como cuasi-permanente puede cambiar de un modo sorprendente ofreciendo nuevas oportunidades a aprovechar porque, aunque el riesgo que se corra sea grande, la recompensa es mucho mayor. 
En mi propósito de acabar con cagona, aunque un sentir y actuar distinto en el pasado no me coloca precisamente en la pole position he decidido pisar a fondo acelerador. 
Ahora a esperar y ver que pasa. 
Deseadme suerte!! 
Me voy a mi faro

miércoles, 21 de agosto de 2013

Trafalgar

Queda inaugurada oficialmente la temporada de desayunos, de amaneceres tempraneros, en el faro.
No soy una persona dormilona y, como a los niños, en según que situaciones, cuando abro el ojo, no soy capaz de volver a dormir, me entra el nervio y tengo que ponerme en danza. Las vacaciones es una de esas situaciones y supongo que los escasos días la principal causa. Así, como suelo viajar con gente que duerme por mi, tengo costumbre de desayunar con calma y, para no molestar, coger mi atillo y salir a pasear hasta el faro. 
Hoy sin embargo decidí cambiar costumbre y, para variar, preparé el desayuno y me lo llevé. Con un ligero levante que en ocasiones me hacía andar como Michael Jackson en smooth criminal, viéndome sobrepasada por los que corren por la arena como si fuese asfalto mientras a ti se te hunden los pies haciendo que tires en exceso de glúteo he llegado por fin al lugar de ''cumbres borrascosas'' donde amaina el viento, las corrientes son traicioneras y está la gente justa: yo. 
Ahí, algo cansada y feliz, he sacado la tostada, el café, la trilogía de NY, fotos y todo lo demás ha venido solo, la paz, el relajo, las olas, la belleza y la intención de tomarlo por costumbre.

jueves, 8 de agosto de 2013

Ahora me ves...o no

Hoy, para culminar uno de esos días  "Tetris", en los que vas colocando actividades pseudo-ordenadas, de modo que puedas concentrar en el menor tiempo posible las cuatrocientas veinticinco tareas que te has planteado hacer en escasas horas, he acabado ocupando butaca, algo que me gusta especialmente las tardes de agosto en que la estampida generalizada reduce  Madrid en tiempo, haciendo percibir una falsa  contracción de espacio y todo parece más asequible y pequeño.
Una película mágica donde mi principal reclamo fueron el sr. Caine, al que adoro,  y por supuesto Morgan Freeman que como bien decían Gomaespuma es válido para cualquier película. No es que tengan  papel de lucirse, pero es clara su presencia, no podía ser menos.
La trama es buena, ágil, dinámica y con mucha magia. Trucos, mentalismo, manos más rápidas que el ojo, ilusión…,  desde lo más básico a lo más espectacular, toda la magia tiene cabida. El argumento bien construido y ordenado deriva en un final cuanto menos sorprendente, de los de !!!…vaya…!!!
Los diálogos  modelo metralleta pero no nos engañemos, poco creíbles. Desmedidos en ingenio, donde hasta el más básico de los personajes tiene la respuesta perfecta o el comentario adecuado en su justa medida de ingenio, locuacidad, velocidad de respuesta e ironía, vamos como si se hubiesen tragado un libro de frases para genios y las fuesen escupiendo una a una, dejando al espectador cierta sensación de carencia en oratoria. Menudo estrés si hasta para comprar el pan tuviésemos que mantener  semejante nivel de diálogo, más vale que nos pille bien dormidos.

Buena película para tarde estival, con toques de humor, acción, algo de romanticismo...no se si necesario..., y sobre todo mucha magia. Una película para creer, aunque haya quienes se encarguen de arruinar los trucos a cualquier precio buscando ir siempre un paso por delante. Yo, que me gusta pensar que es magia, si no les importa prefiero quedarme detrás.

lunes, 5 de agosto de 2013

No quiero abrigos , me bastan las vivencias



-¿Qué tal me queda?, ¿No lo ves un poco justo de sisa?
-Yo lo veo perfecto

-¿Es bonito verdad?
-¡Mucho! Muy tú.
-Eso pensé cuando lo vi-
declaró con la sonrisa picarona de una chiquilla de ocho años.

Había estado guardando durante meses, en aquel sobre de Modas Celia, los escasos ingresos que sacaba con la tarea extra que comenzó, no hacía muchos años, para poder darse un caprichito de vez en cuando.

-! Me lo llevo!- No podía ocultar su entusiasmo, esos ojos  chivatos se encargaron toda su vida de tirar por tierra cualquier intento de fingir, y a sus ya avanzados setentas ni intentaba evitarlo.

Aún recuerda el día que fue colocado en la percha y colgado en aquel armario. Las demás prendas lo miraban con curiosidad y él fingiendo indiferencia decidió esperar. Le asustó una voz ronca que venía de atrás -jajajaja, ¿qué les dije?- Quiso girarse para ver de dónde venía aquella voz. Era una falda gris, se veía mayor, tanto en la forma, como en la textura de su tela. Había oído hablar de otras modas, cortes, estilos y tejidos pero nunca antes los había visto. -He vuelto a ganar la apuesta, hacedme hueco, venga-. Poco después se enteró, cada vez que alguna prenda nueva se instalaba en el armario apostaban milímetros de espacio sobre qué sería: un pantalón, una falda, unos zapatos...o como en este caso, un bonito abrigo. No era muy habitual la entrada de nuevos inquilinos, nunca lo fue, al principio por escasez y al final por la merma de necesidad que dan los años y la costumbre de acumular de quienes pasaron malos tiempos, por lo que esos milímetros extra garantizaban mayor comodidad durante mucho tiempo.
-¿De dónde vienes joven?
-De Italia-Su respuesta generó una tremenda carcajada
-! Huy, mira!, dice que es de Italia. ¿No será Tailandia?- no pudo ver de dónde venían los comentarios.
-No les hagas caso- susurró la chaqueta que tenía a su lado -Solo es envidia, ahora eres tú la prenda de las ocasiones especiales.
Esta confesión hizo que hinchase hombreras y dejase de escuchar los desagradables comentarios que hacían desde la barra.
Día tras día veía salir y entrar a sus compañeros de espacio, que en más de una ocasión se mofaban de él -¿Qué, hoy también te quedas acumulando polvo?
-Asúmelo, yo soy para las ocasiones especiales, no para cualquier día, como tú.- No le importaban las burlas, su día especial llegaría pronto
Entonces ocurrió, un día la puerta se abrió y notó una agitación especial. ¿Sería su día especial? Se sintió salir disparado como un torbellino de la barra de la que colgaba. Cuando cayó sobre la cama violentamente se dio cuenta de que algo no iba bien. En realidad allí estaban todos, no entendía nada.

-Hija, ¿No quieres quedarte con nada? El abrigo es magnífico.
-¡No!, no podría. Esa maldita costumbre de esperar la ocasión para estrenarlo. Recuerdo el día que lo compró...y aquí sigue. ¿Para qué? ¿Para qué el esfuerzo? ¿Para qué acumularlo? Ni siquiera quitó la etiqueta. Por favor llévatelo, no quiero verlo. ! Llévatelo todo! Ya me quedo con lo importante y nada de ello esta sobre esta cama o en esta casa.
-Me sorprende el poco apego que tienes por las cosas.
-No te confundas, solía tenerlo, lo perdí el miércoles.

Hecho un gurruño, notó como se elevaba enredado con sus compañeros, asustado. -No te preocupes italiano,- susurro la chaqueta que seguía a su lado, - esto no se acaba aquí,- logró escuchar mientras entraban desordenados en bolsa negra que se lo llevaría de allí para siempre.

martes, 30 de julio de 2013

Terapia de peluquería

He descubierto que mi peluquera fue, igual en otra vida, agente de los servicios secretos de inteligencia al servicio de su majestad. Que ¿cómo lo supe? Muy sencillo, en solo 15 minutos consiguió saber mi nombre, dirección, estado civil, trabajo, vacaciones para los próximos meses, grupo sanguíneo, RH, código genético y de haber estado unos minutos más con le hubiese dado sin dudarlo el pin de mi tarjeta.
Curioso sitio las peluquerías, ese lugar donde, aparte de recomponer los pelos se realizan terapias de grupo muy interesantes. Yo ayer lo pasé genial y salí como nueva en todos los sentidos.
Una tendencia familiar a la cana tardía hace que visite poco estos establecimientos, por lo que me sorprendió que esta alumna aventajada de "La TIA" me recordase. Después de superar con nota el tercer grado como si hubiese ingerido un suero de la verdad, ella preguntaba y yo inevitablemente contestaba, lo vi claro, era un hecho, nos caíamos bien.
Esta complicidad me sobrepasó cuando, mientras me colocaba la silla para aclarar el engrudo que tenía en la cabeza, un chico alto y fornido que aun no se de dónde salió, se acercó a ella: ''quieres cenar conmigo el jueves''. Hombreee..., pensé yo, un poquito de intimidad para estas cosas, ¿no?
"Uy! no, no", dijo ella sin dejar de colocar la silla y sin siquiera dedicarle una mirada. La única que lo miraba era yo, que sentía la violencia que ellos no parecían ni remotamente sentir. Un poco de consideración ¿no?, que el coraje invertido al menos merece una mirada mientras hablas. El chico se fue y yo me di cuenta de lo mucho que habían cambiado las cosas en los 10 años que calculo nos separan. Me dieron ganas de levantarme y darle una explicación razonable con un apretón al brazo, pero no quise asustarle con esos pelos.
Ese momento a tres fue definitivo, eso y las quejas sobre su jefa, ya era oficial, podía hablar de lo que quisiera con libertad, y se despachó a gusto.  
Entonces ocurrió, las confesiones y las escuchas dieron sus frutos. Entre aclarados empezó a masajear mi cabeza una y otra vez, repitiendo lo bien que venía después de un largo día de trabajo un masaje capilar. Vaya si doy fe!! No gracias, no quiero esa mascarilla con extracto de aquello que dudo signifique algo, o realmente haga lo que dicen pero, por favor, póngame esas manos para llevar.
No creo que vuelva a subestimar una charla en la peluquería, puede merecer muy mucho la pena: es mas barato que un psicólogo, sales más mona y te dan masajes. Definitivamente debería plantearme ir mas a menudo recordando , eso si, cambiar a la salida el pin de mi tarjeta.

lunes, 22 de julio de 2013

Sin palabras...


Así nos dejó a todos los que estábamos allí el tipo de la voz de oro. Empezó hablando sin arrepentimientos de futuro y, no podía ser mas propio, terminó cerrando bares. 
Siempre he agradecido la gran capacidad de emocionarme que tengo y el miércoles pasado lo agradecí doble, es increíble sentir así.
En un recinto con cerca de 17000 personas, que bien podría haber sido el salón de mi casa del silencio tan absoluto que se oía, me cantaba casi al oído en la distancia quien, tras ofrecer ponerse máscara y examinar cada pulgada de mi, durante unas horas fue definitivamente mi hombre.
Cierto es que eché de menos algo más de entusiasmo, solo visible y vaya por delante que me encantó, en la pareja que en la fila de atrás, con cada canción se comía a besos como adolescentes distando muy mucho de serlo. También, como era de esperar, cuando en los bises tomaba definitivamente la capital germana algo se movió en las gradas, pero a la afición alemana poco dada a mostrar emociones, no podía pedírsela más, así son las cosas... todo el mundo lo sabe.
Fue una experiencia maravillosa, los músicos brillantes, los coros de los que hacen soñar con elfos y ninfas y la puesta en escena sencilla y perfecta. 
Esa tendencia al suelo casi como
 seña de identidad , incluso de rodillas, con el cable en la mano bien cerca del micrófono, junto a la cara, daba más dramatismo al cuerpo perfecto de Suzanne y al silencio de quien encontró la muerte pero no le delató.
La persona que me acompañaba, que temió sentencia a 20 años de aburrimiento cuando comenté que solía durar entre tres y cuatro horas, terminó enjugando lágrimas absolutamente emocionada, no podía ser de otro modo.
Perdono la descortesía de no entrar en mi vida secreta a cambio de la esperanza, no demasiado realista, de volver a bailar un vals con él en un escenario parecido.
Vuelvo a agradecer la gran capacidad de emocionarme, de disfrutar, pero le agradezco aun más a usted, don L.C., la tremenda capacidad que aun tiene de emocionar.
Sincerely N.R. 



A los que nos quedamos sin batería siempre nos queda youtube y es de ley poner esta, aunque no se oiga demasiado bien. 


lunes, 15 de julio de 2013

Si te confundes...sonríe y sigue

Han pasado dos años y medio desde que, muy por casualidad y sobre todo como fruto de la necesidad dedico tres días en semana a algo que si me hubiesen dicho hace cinco años me hubiese provocado un tremendo ataque de risa.
Por casualidad, porque el de fotografía estaba completo y no quedaba otra cosa, y por necesidad porque buscaba sin tregua ocupar el tiempo en cualquier cosa que me evitase pensar en las magulladuras que los golpes que una época cruel se encargó sin piedad de propinarme.
Ahora, consciente de mi suerte, solo quiero hacer un pequeño tributo a estas personas, compañeras de friquismo como yo las llamo, que han contribuido tanto recuperarme la sonrisa entre camellos y africanas. Especialmente a F y M.J. de las que ya no puedo prescindir. Pero también a C. y S. nuestras niñas, a M. y S. tan geniales, a todas aquellas con las que hemos compartido nervios, monedas, abalorios e imperdibles por kilos y por supuesto M. la "culpable" de que todas estemos aquí, creadora incansable, fuente inagotable de coreografías que aguanta con estoicismo nuestras quejas, carencias e inseguridades con una sonrisa y un muybienchicas continuo en la boca.
Nunca pensé que una afición espontánea me daría tanto, ni que compañeras tan auténticas y diferentes tanto a mi como entre ellas, conseguirían implicarme de semejante modo en este bonito proyecto sin principio ni fin. De este modo, doy las gracias a estas mujeres maravillosas que no solo contribuyeron a levantarme el ánimo, sino que están acabando a tortas con mi miedo escénico, confirmando mi teoría de que las terapias de choque es lo que mejor funciona.
Así, sin mas, dejo no sin cierta vergüenza mi pequeño tributo a ellas. Con ustedes, sin mas pretensiones que pasar un buen rato y notar ese extra de adrenalina que te hace flotar, les dejo con su Badik, nuestro Badik.
Solo les pido comprensión, no somos profesionales y cuando nos confundimos sonreímos y desde luego, seguimos.
Lo siento chicas si no es nuestra mejor actuación, como diría la Lupe, pero estamos casi todas y eso es lo importante.




Coreografía de mi profesora M.S.