Hoy se cierra hasta el año próximo el periodo de desayunos trafalgareros.
No podía faltar a la cita el último día, a pesar del levante perdigonero y el cansancio propio de pocas horas de sueño y demasiadas cervezas de despedida.
Dicen que el madrugar ayuda, pero a mi no se me quita la sensación de nudo marinero en la boca del estómago.
No se si seré capaz de enfrentarme de nuevo al límite visual propio de la ciudad. Dejar de sentir que no hay paredes aparte de la línea blanquecina que limita azules y texturas muy al fondo, mas allá de donde la miopía me permite llegar. Esa línea ligeramente más alta si miras de frente, que pierde grados simétricamente según se aleja a derecha e izquierda del punto frontal.
No, no se me quita el nudo de vuelta al cole, de no respirar y saborear mar.
No se me quita el nudo de haber dejado demasiadas cosas para septiembre y de haber descubierto muchas mas.
Quizás siga el nudo por no tener la certeza de regresar pronto, o de sentir tanta paz, porque el invierno es muy largo o porque necesito más.
El tiempo se me acaba, clausuro pues temporada con nudo y mucha, mucha nostalgia.
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domingo, 1 de septiembre de 2013
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