No soy simpatizante del otoño.
Me molesta la oscuridad sumada a esa dudosa necesidad de restarle luz a los días cambiando horarios, y la inminencia de un frío que solo puede ir a más y que, para perritos callejeros como yo, resulta terriblemente molesto.
No me gusta el otoño, excepto en días que, como ayer, muestra su parte amable con noches claras y frescas de luna casi llena, gorda, luminosa, indecente.
No me gusta el otoño, bueno, igual...solo cuando la lluvia invita a sofá, manta y tarde de películas, amigos y risas.
No me gusta el otoño y sin embargo, me encanta cuando las hojas tornan en amarillo, antes del marrón que, inevitablemente, las hará caer. Madurez de tierna y luminosa lucha por la vida.
No me gusta el otoño aunque me invite a retomar temas como este que, con un extra de sol, no suenan igual.