Los mas leídos...cada uno sus motivos

Mostrando entradas con la etiqueta experiencias. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta experiencias. Mostrar todas las entradas

miércoles, 11 de diciembre de 2013

Precisamente hoy

Es curioso, acabo de darme cuenta. 
No suelo mirar para atrás en lo que voy dejando, y menos remontarme a los inicios. Habiendo tanto por leer y tan poco tiempo no me produce curiosidad lo que dejé en el pasado, pero hoy por algún motivo lo he hecho y, curiosamente hoy, precisamente hoy, hago un año.
Vaya, ¡un año!, ¡Quién lo iba a decir! No le daba yo más de unas semanas, y aquí sigo, para bien o para mal, dejando trozos de a saber qué, ni con qué intención.
Un año de descubrimientos y redescubrimientos,  apertura de ojos, decisiones,  imposiciones, un año de absurdos (seña de la casa que dudo querer cambiar), de seguir sorprendiéndome afortunadamente), de conocer nuevos mundos, nuevas experiencias, nuevas gentes y formas de entender esta especie de Matrix mas o menos apetecible que un día, de repente, aparece tan claro a nuestros ojos.
En definitiva, un año dejando letras con más intención de terapéutica descarga que desde luego por talento, que únicamente me roza en esa capacidad que me gusta pensar que tengo de apreciarlo, como se debe, en aquellos que por suerte he tenido y tengo la oportunidad de seguir ya sea en este u otros entornos.
Así, no tengo otro deseo de cumpleblogaños que dar las gracias. Gracias por el espacio que se me ha permitido quebrantar. Gracias a los que han dejado por aquí un trocito de vista, suspiro, letra o reseña. Gracias a los que simplemente se tropezaron y entraron, y desde luego gracias a los que por algún motivo finalmente se quedaron.

sábado, 9 de noviembre de 2013

Mucha suerte Laaraichi

-“Vaya, estamos de suerte, parece que el tercero no ha venido”- comenté sentándome en el asiento libre de ventanilla y dejando ,en el que previamente ocupé  en el centro, mi abrigo mientras con una sonrisa invito a mi desconocida compañera de viaje a hacer lo mismo.
Llevaba un rato observándola, con esa mala costumbre que tengo de fijar la mirada cuando algo me produce curiosidad. Pude reconocer en ella los tics comunes a los que se ponen nerviosos en un avión y que, en el pasado, tantas veces pude identifica en mí. Inmediatamente  sentí la extraña solidaridad que forja el tener o haber tenido un enemigo común.
Me sonrió y colocó su abrigo, evitando tocar el mío por si aquello pudiese molestarme. Saqué el libro y comencé  a leer, sin poder evitar mirar  de reojo  cada pocas líneas. Vi como seguía con la mirada a la azafata, como si quisiese preguntarle algo sin llegar a atreverse, me miró y la sonreí de nuevo.
-“No sé si  puedes ayudarme”- me comentó mostrándome su cinturón, demasiado corto,  con un acento que no pude definir y en un castellano, de construcción, perfecto.
-“Claro”- me acerqué para mostrarle cómo podía ampliarlo, ajustarlo, abrirlo o cerrarlo,  y me devolvió de nuevo una sonrisa.
Volví  a mi libro y ella a sus giros de cabeza sin orden definido,  que hacía materialmente imposible poder fijar la vista en nada.
“¿Hace frío en París?”- me preguntó cuándo el avión empezó a moverse. Entonces cerré el libro y me dispuse a distraer su atención durante el despegue que para mí, cuando sentía como ella, era lo más aterrador.
Durante ese tiempo descubrí que era de Larache y que llevaba 20 años viviendo en Madrid  trabajando como jefa de cocina, -“soy muy buena cocinera”- decía soltando una carcajada. Ahora que sus hijos eran mayores y ya no la necesitaban, había decido probar fortuna en París. Aquello era definitivo y pintaba muy bien, el restaurante que la entrevistaría había pagado su vuelo y si finalmente no la seleccionaban se quedaría  buscando otra cosa, era una oportunidad y no iba a desaprovecharla.
Cuando pasaron con la comida, ambas nos dispusimos a pedir la cena, era lo suficientemente tarde para tener dificultades a la hora de encontrar algo abierto al llegar. Sin embargo, cuando miró los precios decidió que mejor no cenaba. Pude percibir el motivo por el que finalmente decidió no ordenar nada.
“Hagamos una cosa, yo pago hoy la cena  y, cuando estés en París como jefa de cocina, lo saldarás con quien veas en la misma situación pagando vuestra”- eso fue lo que me quedé el resto de viaje pensando que debí decir, sin embargo callé. Callé por no sentir violencia, callé por evitar  que ella pudiese sentirse  ofendida, callé sin más, callé y permití que alguien no cenase por evitar una situación incómoda,  callé…callé y no pude parar de pensar  y reprocharme el resto del viaje haber callado.
Desde ese momento poco más hablamos, yo volví a mi libro con esa excesiva luz blanca casi de aparición mariana que enmarcaba mi asiento,  cavilando sobre lo ocurrido y volviendo una y otra vez al principio de una hoja  que mis pensamientos impedían  leer.
Cuando aterrizamos le mostré la cinta donde aparecería su maleta cargada de expectativas e ilusiones y me despedí deseándole, honestamente,  la mejor de las suertes.
No sé  su nombre y es casi seguro que no vuelva a saber de ella, sin embargo  siento un extraño deseo de que todo vaya como esperaba, que haya conseguido el trabajo y que disfrute de la oportunidad que le ofrece la vida.
No deja de sorprenderme el  impacto que algunas personas que solo rozan mi espacio durante un tiempo escaso tienen en mí. Dudo que siquiera imagine la admiración que sentí y la sensación de refrescante  renovación que me inyectó en apenas una hora de conversación.
Mucha suerte laaraichi!!!

jueves, 3 de enero de 2013

Primeras veces


    Siempre hay una primera vez, o eso dicen. Yo hoy cumplo con, podría decir, una primera vez y media. Me hace especial ilusión ir por primera vez en AVE, probé el francés, y ya tenía ganas de volar con este. La media es por un asunto pendiente que desde hace años tengo con Hispalis y que espero resolver. Siempre he tenido querencia al tren, supongo que haber casi convivido con él durante tantos años...ha tenido algo que ver, al igual,quizás, que alguna que otra película.
    Aun recuerdo como podían incluso marcar nuestros ritmos, así, a las dos en punto el Alí Babá pasaba con sus 40 vagones y, como por arte de magia, el nombre de algún muchacho salía propulsado desde alguna de las ventanas del vecindario, generando una reacción en cadena de nombres en el aire que venían de todas partes, y que hacían que fuésemos a casa disparados, en esa edad en la que no se concibe llegar a ningún sitio si no es corriendo.
    La cantidad de monedas aplastadas, farolillos rotos, amagos de vírgenes suicidas por dramas del corazón, fiestas en la estación...todo acababa ahí pasando frío y sin saber muy bien por qué seguíamos bajando cada día. Todos esos Madrid-Avila, interminables, pero que a medio camino resolvían la impaciencia con un delicioso bombón nata que salía del carrito del señor más querido del vagón. El interrail, dudo haber podido soportar tanto trayecto en otro medio de transporte, cercanías, regionales, talgos, altarias...traqueteo...mmmmm....me encanta!!
    23-nov-2012

    Esto es de hace algunas semanas, lo rescato porque últimamente estoy en racha de primeras veces, mejores y peores, pero cualquier caso....primeras veces