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jueves, 19 de junio de 2014

Be yourself, everyone else is already taken (Oscar Wilde)

Echaba de menos, mea culpa, las conversaciones cerveceras con mis frikiñeras, y los últimos días de ensayo sin tregua me han servido para recuperar el tiempo perdido a ritmo de cañas bien tiradas.
Hoy me ha vuelto a la cabeza, tras pasar un rato con mis sobrinos, la que surgió aquel viernes que se nos calentó el pico y tomamos una que ya sobraba gracias a la exaltación de la amistad tan propia de estos momentos.
La conversación trataba de la capacidad de los demás de provocarnos reacciones. No contemplábamos algo puntual sino algo estructural. Así fuimos definiendo quien sacaba qué.
Pude identificar quien sacó lo peor de mí, quién me descubrió que podía ser alguien que no me gustaba, quien conseguía mi parte más divertida, o la más sexy, la más seria y, cómo no, quién consiguió mi mejor versión, aquella que quisiera redescubrir una y otra vez, incluso mejor de lo que hubiese imaginado y deseado ser.
Llegadas a este punto nos surgía la duda, ¿era algo propio, pudiendo contener en una misma lo mejor y lo peor que pudiésemos desear o aborrecer, o por el contrario eramos el reflejo de lo que otros imprimen en nosotros? ...Tricky....


¿Hasta qué punto el famoso “se tú mismo” es algo posible? ¿Existe realmente el “tumismo” o es una amalgama de influencias de otros? Si es así, ¿no sería solo posible encontrarnos en los demás?... De ahí  pasamos a la tendencia a alejarnos de quienes hacen que nos veamos como alguien que nos desagrada y viceversa; y a cuestionar si ese huir o acercarse era el camino adecuado...

No llegamos a un acuerdo, o eso creo recordar...en cualquier caso tampoco teníamos  la certeza de hablar por nosotras mismas o que fuesen otros...mmm...demasiadas cervezas, me temo...

sábado, 7 de septiembre de 2013

De amistades y apegos

Una de las cosas que me gustan del  retorno a rutinas, algo bueno tenía que tener, es el reencuentro con  aquellos a los que el verano aleja temporalmente de tu vida. Ayer retomé charla cervecera después de clase, algo tranquilo y sin pretensiones que raramente me deja  neutra. Tema del día: el tratamiento de los amigos.
Yo reconozco una cierta visión infantil de la amistad. Por suerte o por desgracia soy persona de apegos y me gusta valorar a los que forman parte de mi vida de un modo continuado y cercano, cada uno en su medida en función de intimidades, querencias, vivencias y valores compartidos. Así, afortunadamente, siento que hay quizás mucha más gente de la que merezco cerquita de mí.
La conversación de ayer sin embargo no iba por esos derroteros, más bien iba dirigida a aquellas personas que formaron parte de nuestras vidas y que por algún motivo han desaparecido. Alguien comentó que, si las personas que la rodeaban no le daban al menos lo que ella ofrecía no tenían cabida en su vida y se deshacía de ellas sin más.
Me pareció espeluznante, ya dije que yo soy de apegos. Por un lado ese lanzar al olvido a alguien con quien se ha compartido experiencias, confidencias, tiempos y espacios de un modo tan gélido me pasma. Digo yo que haber formado parte de la vida de alguien, si no ha habido daños de por medio, debería dejar siempre un pequeño espacio en el wall of fame vital de aquellos. Me parece demasiado triste sentir que hay personas que fueron tan importantes y que nuestra aportación no haya dejado absolutamente ninguna huella.
Por otra parte nunca pensé que hubiese que exigir a los demás lo que damos, no quisiera yo imponer, más bien soy de la creencia de que  hay que aceptar o no  lo que cada uno está dispuesto a dar.
Es curioso ver las muy diferentes formas que tenemos de ver las “mismas” relaciones personales.

Yo me quedo mis apegos y cedo espacios en mi particular wall of fame para todos aquellos que por aquí pisaron fuerte, aportando algo en positivo y siempre desde el cariño.

martes, 30 de julio de 2013

Terapia de peluquería

He descubierto que mi peluquera fue, igual en otra vida, agente de los servicios secretos de inteligencia al servicio de su majestad. Que ¿cómo lo supe? Muy sencillo, en solo 15 minutos consiguió saber mi nombre, dirección, estado civil, trabajo, vacaciones para los próximos meses, grupo sanguíneo, RH, código genético y de haber estado unos minutos más con le hubiese dado sin dudarlo el pin de mi tarjeta.
Curioso sitio las peluquerías, ese lugar donde, aparte de recomponer los pelos se realizan terapias de grupo muy interesantes. Yo ayer lo pasé genial y salí como nueva en todos los sentidos.
Una tendencia familiar a la cana tardía hace que visite poco estos establecimientos, por lo que me sorprendió que esta alumna aventajada de "La TIA" me recordase. Después de superar con nota el tercer grado como si hubiese ingerido un suero de la verdad, ella preguntaba y yo inevitablemente contestaba, lo vi claro, era un hecho, nos caíamos bien.
Esta complicidad me sobrepasó cuando, mientras me colocaba la silla para aclarar el engrudo que tenía en la cabeza, un chico alto y fornido que aun no se de dónde salió, se acercó a ella: ''quieres cenar conmigo el jueves''. Hombreee..., pensé yo, un poquito de intimidad para estas cosas, ¿no?
"Uy! no, no", dijo ella sin dejar de colocar la silla y sin siquiera dedicarle una mirada. La única que lo miraba era yo, que sentía la violencia que ellos no parecían ni remotamente sentir. Un poco de consideración ¿no?, que el coraje invertido al menos merece una mirada mientras hablas. El chico se fue y yo me di cuenta de lo mucho que habían cambiado las cosas en los 10 años que calculo nos separan. Me dieron ganas de levantarme y darle una explicación razonable con un apretón al brazo, pero no quise asustarle con esos pelos.
Ese momento a tres fue definitivo, eso y las quejas sobre su jefa, ya era oficial, podía hablar de lo que quisiera con libertad, y se despachó a gusto.  
Entonces ocurrió, las confesiones y las escuchas dieron sus frutos. Entre aclarados empezó a masajear mi cabeza una y otra vez, repitiendo lo bien que venía después de un largo día de trabajo un masaje capilar. Vaya si doy fe!! No gracias, no quiero esa mascarilla con extracto de aquello que dudo signifique algo, o realmente haga lo que dicen pero, por favor, póngame esas manos para llevar.
No creo que vuelva a subestimar una charla en la peluquería, puede merecer muy mucho la pena: es mas barato que un psicólogo, sales más mona y te dan masajes. Definitivamente debería plantearme ir mas a menudo recordando , eso si, cambiar a la salida el pin de mi tarjeta.

martes, 26 de febrero de 2013

Intenso

Siempre que voy a Barcelona lo limitó a un par de días o tres y siempre vuelvo con la impresión de que debería haber ido por más tiempo.
En esta ocasión me llevo haber podido dedicar tiempo a amigos a los que en demasiadas ocasiones me perdí en el pasado.
Por otro lado también me traigo haber disfrutado de una noche surrealista que comenzó escuchando a Sabina en un bar canalla de la calle Aribau, calle recurrente estos días. Ponía la voz un desconocido-conocido por compartir afición y que fue tan amable de dedicarme una canción. No quería pasarlo por alto ni olvidar agradecerle el buen rato que pasé. Después ya no había otra que acabar muy tarde y con una afonía importante para un domingo de resaca que no permitía tirarse sofá, había que tirarse a la filosofía en aquel que es el mejor turco de Barcelona, según ellas, las que son capaces de relacionar a Aristóteles con Kubrick. Hacen de una conversación lo más interesante, pasional, intenso y revelador, eso si con toques de frivolidad recurrentes que la convierten en realmente divertida, perfecta, y mojada de buen caldo que favorece el ingenio e iguala la capacidad de abstracción.
 Vuelvo con la sensación de haber aprovechado al máximo y sin embargo, como a menudo me ocurre cuando vuelvo de viaje, siento cierta nostalgia, como si algo por dentro se rebelase al retorno. Supongo que el cansancio no ayuda...supongo...

viernes, 11 de enero de 2013

Manos


Hace unos días, con amigos, salió una de esas conversaciones, rellena-huecos, tan recurrerentes entre cervezas. Qué parte del cuerpo, propia o ajena, es la que mas nos gusta o en la primera que nos fijamos. Todo lo que se os haya pasado por la cabeza seguro que está en primer o segundo lugar en el ranking, no me cabe duda, y me parece natural, sin embargo mi parte favorita son las manos. No solo por su uso más práctico, que huelga describir, si no por su lado más sutil.
En mi caso reconozco una sensibilidad especial en y por esta parte del cuerpo, tiendo a tocar todo lo que se me pone delante, como si no hacerlo me impidiese verlo y a la vez, cuando algo me produce rechazo, las cierro en puño y retraigo el brazo. Las guardo a buen recaudo, cuando la persona que tengo en frente no me inspira confianza, y las saco de más cuando me atrae o siento un cariño especial.
Supongo que algo tendrá que ver con la infancia y ese ir enganchada, casi en volandas, de la mano de mama, esa seguridad que se sentía y que de mayor instintivamente se transmite a los más pequeños, dar la mano, acariciar la cabeza, como símbolo de protección y cariño, que desde luego funciona.
Por otra parte, su componente más sensual, y sin entrar en las caricias mas propias. Rozar casi imperceptiblemente la mano de alguien a quien se desea, acariciarla o mantenerla a una distancia tan corta que comprima el escaso aire entre ellas hasta hacerlo casi sólido, hace que ese momento se cargue de un tremendo erotismo, al menos para mi, que para estas cosas soy mas de tripas que de cerebro.
Así pues, sin restar valor al resto de nuestra anatomía, yo me quedo con las que, torpemente y tecla a tecla han escrito esto.


Esto también es de hace meses pero, como digo al principio, es un tema recurrente, y hoy ha vuelto a mi momento caña y amigos