-¿Qué tal me queda?, ¿No lo ves un poco justo de sisa?
-Yo lo veo perfecto
-¿Es bonito verdad?
-¡Mucho! Muy tú.
-Eso pensé cuando lo vi- declaró con la sonrisa picarona de una chiquilla de ocho años.
Había estado guardando durante meses, en aquel sobre de Modas Celia, los escasos ingresos que sacaba con la tarea extra que comenzó, no hacía muchos años, para poder darse un caprichito de vez en cuando.
-! Me lo llevo!- No podía ocultar su entusiasmo, esos ojos chivatos se encargaron toda su vida de tirar por tierra cualquier intento de fingir, y a sus ya avanzados setentas ni intentaba evitarlo.
Aún recuerda el día que fue colocado en la percha y colgado en aquel armario. Las demás prendas lo miraban con curiosidad y él fingiendo indiferencia decidió esperar. Le asustó una voz ronca que venía de atrás -jajajaja, ¿qué les dije?- Quiso girarse para ver de dónde venía aquella voz. Era una falda gris, se veía mayor, tanto en la forma, como en la textura de su tela. Había oído hablar de otras modas, cortes, estilos y tejidos pero nunca antes los había visto. -He vuelto a ganar la apuesta, hacedme hueco, venga-. Poco después se enteró, cada vez que alguna prenda nueva se instalaba en el armario apostaban milímetros de espacio sobre qué sería: un pantalón, una falda, unos zapatos...o como en este caso, un bonito abrigo. No era muy habitual la entrada de nuevos inquilinos, nunca lo fue, al principio por escasez y al final por la merma de necesidad que dan los años y la costumbre de acumular de quienes pasaron malos tiempos, por lo que esos milímetros extra garantizaban mayor comodidad durante mucho tiempo.
-¿De dónde vienes joven?
-De Italia-Su respuesta generó una tremenda carcajada
-! Huy, mira!, dice que es de Italia. ¿No será Tailandia?- no pudo ver de dónde venían los comentarios.
-No les hagas caso- susurró la chaqueta que tenía a su lado -Solo es envidia, ahora eres tú la prenda de las ocasiones especiales.
Esta confesión hizo que hinchase hombreras y dejase de escuchar los desagradables comentarios que hacían desde la barra.
Día tras día veía salir y entrar a sus compañeros de espacio, que en más de una ocasión se mofaban de él -¿Qué, hoy también te quedas acumulando polvo?
-Asúmelo, yo soy para las ocasiones especiales, no para cualquier día, como tú.- No le importaban las burlas, su día especial llegaría pronto
Entonces ocurrió, un día la puerta se abrió y notó una agitación especial. ¿Sería su día especial? Se sintió salir disparado como un torbellino de la barra de la que colgaba. Cuando cayó sobre la cama violentamente se dio cuenta de que algo no iba bien. En realidad allí estaban todos, no entendía nada.
-Hija, ¿No quieres quedarte con nada? El abrigo es magnífico.
-¡No!, no podría. Esa maldita costumbre de esperar la ocasión para estrenarlo. Recuerdo el día que lo compró...y aquí sigue. ¿Para qué? ¿Para qué el esfuerzo? ¿Para qué acumularlo? Ni siquiera quitó la etiqueta. Por favor llévatelo, no quiero verlo. ! Llévatelo todo! Ya me quedo con lo importante y nada de ello esta sobre esta cama o en esta casa.
-Me sorprende el poco apego que tienes por las cosas.
-No te confundas, solía tenerlo, lo perdí el miércoles.
Hecho un gurruño, notó como se elevaba enredado con sus compañeros, asustado. -No te preocupes italiano,- susurro la chaqueta que seguía a su lado, - esto no se acaba aquí,- logró escuchar mientras entraban desordenados en bolsa negra que se lo llevaría de allí para siempre.