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martes, 29 de octubre de 2013

Take a "dance" on the wild side

De nuevo esta semana algo, en esta ocasión triste, me ha devuelto a Londres! 
A aquella primera temporada en la que mi adorado Wilde reinaba en la segunda planta, con su eternamente joven, bello y enigmático Gray a la cabeza. 
En The Curve arte iraní, con unas cucarachas de metal gigantes que procuraba, sin mucho éxito, no mirar. 
Y en la primera..., en la primera reinaba el rock. Un tributo al pop y al rock en esa ciudad, no se me ocurre mejor contexto. Reinaban los trajes de los Beatles, de Elton John, vídeos de Bowie, Björk, Madonna, Blur, Radiohead, Rolling Stones...sus historias, complementos, discos...no faltaba nada
He vuelto a aquel día que, al terminar el turno, cogí a Carl de la mano y lo llevé a la costumes room. Llevaba semanas diciéndole que cuando acabase la exposición lo llevaría a probarnos pelucas. El no me daba mucho crédito, creo que confiaba en que todo fuese una broma, o que con ese inglés tan ingrato que yo manejaba realmente quisiese decir otra cosa.
Cuando llegamos abajo le hice ponerse una peluca a lo Bonie Tyler. Él, tan inglés, tan estirado, engolado y tan de flema a pesar de su origen jamaicano. Ese inglés con la piel mas preciosa que jamás he visto,  tan negra que daba tonos azulados, no podía hacer resaltar más a aquella peluca rubia desatada. 
 Él eligió para mí, que de aquellas peinaba de un pelirrojo muy Irish, una de tipo afro.  Así, ambos, con abultadas boas de plumas, dábamos vueltas por la sala riendo a carcajadas hasta que el manager se la galería apareció con un maniquí sin brazos y con el rostro mas serio que yo le había visto en el tiempo que llevaba allí.
Carl se puso todo lo blanco que su piel permitía y a mi directamente me desapareció la sangre del cuerpo.
-"¿Qué hacéis?"- preguntó con tono serio. Yo bajé la vista y Carl empezó a balbucear.
-"¡¡Esa no es la manera!!" Dijo con tono firme -"¡así no!".
Entonces soltó el maniquí, se puso una peluca rubia platino y empezó a cantar la canción que en aquel momento sonaba:"du du du dudu du du du du dudu dudu du du du du ...." Carl y yo nos miramos sonriendo sin saber muy bien que hacer, pero en realidad, solo podíamos hacer una cosa: take a "dance" on the wild side.
Pocas veces volví a coincidir con él, pero por su manera de tratarme desde entonces supe que  sentía simpatía por la española y yo he de reconocer que, en cierto modo, el gesto consiguió enamorarme.
Así pues, este es mi motivo. 

Del resto de méritos del gran Lou ya se habla y se hablará  en estos días suficiente. Seguro que no podré añadir nada mejor que lo que se diga, por lo que mi pequeño tributo sirva sobre todo para agradecerle el recuerdo
Igual se esperaba la canción a la que guiño, pero siempre tuve debilidad por esta.

martes, 11 de junio de 2013

Ayer volví a Londres

A golpe de portada cambié los jardines del buen Retiro por los pasillos del Barbican Centre. Esa imagen poderosa de mujer, o de mujer poderosa, que ambas serían propias, con el cuerpo tenso, firme y las manos estratégicamente colocadas, me trasladó en un momento a la primavera tardía de 2001.
Recuerdo la cara de los que allí estábamos en el periodo de intercambio, y especialmente los ojos almendrados, abiertos como platos de Lola, erguida como una diosa de ébano recién llegada de Nigeria con su pasaporte británico. Trabajaría entre ellas pero pedirle además que le gustase ya era, como diría Sabina, pedirle demasiado. No entendía mi entusiasmo pero había asumido sin más el extra de pasión que en ocasiones me da por imprimir a la vida, como parte de ese Spain is different tan manido.
La inauguración del evento era diferente, había que quedarse hasta las 9, pero no importaba si tenía la oportunidad de ver a aquel señor que debía tener algo especial en la mirada. Corría el champagne y aquel vino espumoso dulzón que tanto gusta a los ingleses.
"Disculpe, no está permitido fumar en la galería"… "for fuck's sake this is not a pub", rumiaba Andrew, mientras me mostraba con resignación la enorme cantidad de cigarrillos confiscados. Tras mi regreso, no volví a saber de él, era pintor y lo más cerca que había conseguido estar, hasta entonces, de lo que deseaba era aquel espacio que al menos, le permitía soñar con ver su arte colgado en The Curve algún día. 
Seguía sin verlo, en realidad nada me garantizaba que pudiese hacerlo. El sonido de cristal haciéndose añicos me hizo correr para informar por aquella odiosa radio y responder con el “Roger” que tanta vergüenza me daba y cuya omisión exasperaba a David, jefe de seguridad.
Entonces lo vi, estaba sentado, a escasos pasos de mi, "such a mess" o algo así le creí entender mientras me sonreía tras aquellas curiosas gafas. Casi me caigo al suelo. No duró más, en seguida se lo llevaron entre unos y otros.
Estaba mayor, más de lo que esperaba aun sabiendo su edad. Quizás semejante derroche de fuerza, carácter y erotismo en su trabajo me hizo imaginarlo aun enérgico, vital y tremendamente sensual como sus fotos, no el personaje débil y visiblemente cansado que encontré en aquella sala atestada de gente. No volví a verlo ya que, a pesar de mi esperanza nunca volvió a pasar por allí.
Pocos años después informaban de su muerte y yo volvía a golpe de titular a Londres, a esos pasillos a aquel día...