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domingo, 9 de febrero de 2014

Se me disculpe la demora

Han pasado ya casi 2 meses, lo cierto es que me demoré mucho, no era la intención, pero en ocasiones me organizo raro.
Era un 19 de diciembre, Madrid estaba frío y la gripe acechaba en cada esquina, pero yo tenía el plan perfecto para aquella noche.
Llevé a mi hermana preferida, preferida por ser la única y preferida porque no podría imaginar ninguna mejor.
Al entrar busqué sin encontrar, desde luego era el sitio y casi la hora. La barra, pequeña, estaba llena y nos sentamos en una mesa de la esquina, sin molestar, mirando hacia donde estaba todo preparado y donde tantas tardes de gintonic arreglando el mundo malrecuerdo.

Durante unos instantes tuve la sensación de haberme colado en una fiesta privada en la que no conocía a nadie, solo me mantenía la certeza de que nadie hace tantos kilómetros para faltar a una cita.

Con la primera cerveza se abrió la puerta y entró, azorado por el retraso, pero no podía dejar pasar la oportunidad de captar las imágenes del evento, perfectamente comprensible para mi, que paso el día retratando momentos.
Cuando comenzó a hablarnos, suave, dulce... sentí que ese, desde luego, era el sitio donde debía estar, que tenía invitación y que no me sacarían a puntapiés los de seguridad. 

Las presentadores describieron de un modo hermoso lo que todos los que estábamos allí, de algún modo ya sabíamos.
Entonces nos habló de la comodidad de lo sólido, pero no del libro, nos habló del concepto, de su experiencia, de su necesidad de superarlo. En ese momento fue cuando, por un lado temí que dejase de prodigarse definitivamente en estos espacios, y por otro descubrí otra forma de admirarlo.
El evento fue emotivo,  tierno, donde los mas osados leyeron aquellas entradas por él elegidas, y que el resto reconocíamos con una sonrisa.
Me quedé sin foto Humberto, me quedé sin ella fruto de un compromiso fraternal, mojado con margaritas, previamente adquirido, ya lo siento.
Me demoré mucho, pero no se me ocurre mejor momento que una tarde lluviosa de domingo con noche de Goyas, ambientada con músicas más propias de vinilo y acompañada de café, quizás demasiado pero un día es un día.
Enhorabuena por este magnífico trabajo que nos hace disfrutar tanto, y que se ha convertido en parte de mi mesilla de noche, para leerlo desordenado, eso no puedo evitarlo, siempre que así se me antoja.
Gracias por el esfuerzo de entregárnoslo en persona.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Una de Vástagos


El jueves pasado volví a tener la suerte de asistir a la presentación del último libro de Álvaro Bermejo: "Eternamente tuya".
Una tarde magnífica que, esta vez, se ubicó en Tipos Infames, un lugar que si tuviese que definir, diría que invita. Invita a leer, invita a compartir, invita a tomar un vino mientras recorres sus estanterías leeeentamente sintiendo que te lo llevarías todo, o que podrías quedarte por allí para siempre. Es una librería…,es un bar… y sin embargo no se llega a sentir de que sea ninguna de las dos cosas. Es un espacio para compartir, para disfrutar, al que yo solo añadiría algo de música francesa o un jazz bajito y sutil, casi imperceptible.
La presentación impecable, con la genial colaboración de Clara Tahoces, el tema: vampiros.
Yo, que debo reconocer absoluto desconocimiento y cierto desinterés en el tema, salí con mi ejemplar ansiosa de hincarle el diente y con la sensación de que, no haber leído a Stoker (cosa que se resolverá en breve), es una de las más grandes pérdidas literarias de mi vida, rozando casi la indecencia.
La conversación de ambos autores fue dinámica, atractiva e hipnótica, como si de vampiros se tratase y nosotros, sus víctimas, solo pudiésemos desear entrar en ese mundo de belleza, seducción, crueldad, deseo, pasión, absorción vital y un amor loco, absoluto, excesivo que supera cualquier límite, sin desnatarse como esos vampiros ñoños que tanto proliferan últimamente.
Retoma el vampiro malvado, despiadado, aquel que solo busca sobrevivir a costa de todo y todos ¿os suena? Seguro que todos tenemos nuestros vampiros personales, aquellos que acaban con la energía de los que le rodean sin escrúpulos.
Supongo la idea del vampiro podría extrapolarse a muchos ámbitos de la vida social, política y económica, especialmente en los tiempos que corren.
Quizás también sea por eso que, por primera vez en mi vida, sienta la curiosidad necesaria para interesarme por estos seres que representan el lado más brutal y primitivo del ser humano.


martes, 1 de octubre de 2013

Superables

Hay miedos que creemos que nunca podremos superar. Que asustan de tal modo que nos paralizan, incluso físicamente, en aspectos más o menos importantes de la vida. Estos temores, no siempre racionales, pueden ser gestionados de un modo u otro en función del impacto que tengan en nuestro día a día.
Yo, que de estos he tenido unos cuantos y mantengo más de los que quisiera, la semana pasada haciendo análisis con el entusiasmo de haber conseguido lidiar por fin con uno de esos que daba por perdido, confirmando después de mucho trabajo que todos los pasitos que di daban sus frutos, puedo decir que he superado más de lo que hubiese imaginado, sirviendo esto para sentir que solo es el principio.
De todos los analizados me quedo con 3, que consideré de superación necesaria, porque afectaban de más en mis, podría decir,  momentos importantes de vida.
El primero fue el miedo a volar, paradójico en alguien que en su tierna infancia soñaba con ser azafata y cuyo mayor placer es viajar. Absolutamente orgánico: músculos tensos horas antes y durante el vuelo, palpitaciones, sensación de que en cualquier momento me iba a levantar y zarandear a la azafata para que me bajaran de allí a toda costa. Semejante derroche de adrenalina me mantenía despierta durante más de 24 horas, era agotador. Desde luego tenía que superarlo, siempre quise visitar Australia y no podía ni plantearme semejante periplo por tierra y mar. Así, como medida de choque, comencé a tomar vuelos sola, al principio a golpe de vinos, relajantes musculares, incluso alguna sustancia psicotrópica blandita de las que te dejan dormir plácidamente a costa de un despertar de hambre voraz.  Poco a poco los tiempos de tensión se fueron reduciendo, hasta que en aquel Air Nostrum de hélices  Barcelona-Hondarribia, viendo los Pirineos desde la ventanilla, tuve una revelación maravillosa: ¡estaba volando! Nunca antes fui consciente de aquello, estaba tan ocupada sintiendo miedo que no era capaz de ver lo increíble que era el hecho de poder volar. Desde entonces me encanta, adoro sentir cierto vértigo al principio, ver los perfiles  aprendidos a en los atlas y sentir ese arrogante desafío a la naturaleza…
El segundo fue el miedo a reconocer aprecios. Ser capaz de sentir honestamente, sin peros ni aunques, y de manifestarlo con libertad. Sin esperar respuesta, sin hacer dramas ni misterios, solo algo limpio, sentido, sencillo e incluso fresco. Esto me costó bastante, años,  pero cuando lo hice por primera vez, fue la experiencia más sencilla, bella y liberadora de mi vida.
El tercero el miedo a hablar en público. Portadora de todos los síntomas: voz quebrada, temblequera incluso de cabeza, pérdida de memoria, sudores fríos, nauseas, pérdida de apetito, insomnio…. En este caso el logro tuvo que pasar por subir repetidas veces (sudando la gota gorda) a bailar en escenarios, cursos intensivos de poco más de un día de teatro y presentaciones, forzarme a hablar en reuniones multitudinarias con ese hilo de voz vibrante, y finalmente ofrecerme voluntaria para impartir un curso de formación de más de 4 horas diarias en el trabajo, fue al finalizar este la semana pasada, cuando definitivamente me di cuenta de lo mucho que podía disfrutar con la experiencia y lo genial que resultaba sentir que se abrían nuevas posibilidades nunca antes valoradas.

Llegados a este punto, con la euforia propia de ir superando barreras, solo me planteo buscar aquel miedo que me meta el dedo en el ojo del modo mas molesto, porque ahora solo siento que sea lo que sea, mientras solo dependa de mi, lo puedo superar.

sábado, 9 de marzo de 2013

Re-presentaciones

Esta semana he hecho un curso muy interesante durante un par de días, era un curso de presentaciones de alto impacto.
Es fascinante lo que se puede sufrir, aun con caras amables, en los previos de las intervenciones en público. Yo, que en el tête à tête o con amigos de confianza soy tirando a teatrera y charlatana, sufro todos los síntomas físicos y no tan físicos cuando tengo que enfrentarse a esto : desde el 'joder qué marrón' como primer pensamiento, al temblor de  voz y manos, sudores y desarrollo sensorial al punto de poder oír como mi sangre se dispara hacia las extremidades inferiores con el fin de hacerlas correr, y superiores por si alguien trata de evitarlo.
El curso ha sido fantástico y seguro me dará para alguno mas de estos, pero hoy voy a quedarme con una idea: transmitir por emoción. En todos los cursos y cursillines sobre comunicación se trata la importancia de la comunicación no verbal como primordial herramienta para provocar emociones, de modo que el mensaje en sí queda relegado a un tercer lugar tras la voz y especialmente la expresión corporal. Si al transmitir el mensaje no logramos un impacto, una emoción, no conseguiremos que nuestro discurso trascienda.
Para tratar otro tema distinto, el formador, muy bueno, nos proyectó un vídeo con el trailer de 'El discurso del rey' (gran película, mi consejo: siempre versión original, pero en este caso aun mas, aunque os toque al lado un actor maleducado repitiendo todas las frases  como si estuviese en clase de conversación, pero eso ya lo contaré otro día). Como decía, con el vídeo tenía intención de demostrar la importancia de comunicar y la posibilidad de superar los límites del tipo que sean, para lograr tener éxito en una presentación.
Sin embargo, lo que mas me impresiona a mi de esta película es cuando, al final,al enfrentase al micrófono y comenzar a articular las palabras que tanto le costaban con bastante fluidez, emocionando, consiguiendo incluso lágrimas por el gran esfuerzo realizado
, lo terrible del mensaje transmitido queda en un segundo plano.
Todo el mundo recuerda con emoción, incluso alegría, la gran interpretación del rey, pero pocos recuerdan el dramático discurso: se estaba comunicando la entrada del Reino Unido en las segunda guerra mundial, paradójico, verdad? Nadie sale del cine con la sensación de tristeza o desasosiego que el mensaje requeriría. 
Así pues, esto al final es como el mus o el poker, aun no teniendo la mejor de las jugadas, el triunfo depende del jugador, no del azar o de las cartas, me encanta esto.
Nuestro mensaje, producto, idea o proyecto puede no ser el mejor, pero si conseguimos emocionar, si tocamos tripas, sin duda lo será...mmmm....ahora solo tengo que superar el terror del principio, otro micropropósito para este año.