El jueves pasado volví a tener la suerte de asistir a la presentación del último libro de Álvaro Bermejo: "Eternamente tuya".
Una tarde magnífica que, esta vez, se ubicó en Tipos Infames, un lugar que si tuviese que definir, diría que invita. Invita a leer, invita a compartir, invita a tomar un vino mientras recorres sus estanterías leeeentamente sintiendo que te lo llevarías todo, o que podrías quedarte por allí para siempre. Es una librería…,es un bar… y sin embargo no se llega a sentir de que sea ninguna de las dos cosas. Es un espacio para compartir, para disfrutar, al que yo solo añadiría algo de música francesa o un jazz bajito y sutil, casi imperceptible.
La presentación impecable, con la genial colaboración de Clara Tahoces, el tema: vampiros.
Yo, que debo reconocer absoluto desconocimiento y cierto desinterés en el tema, salí con mi ejemplar ansiosa de hincarle el diente y con la sensación de que, no haber leído a Stoker (cosa que se resolverá en breve), es una de las más grandes pérdidas literarias de mi vida, rozando casi la indecencia.
La conversación de ambos autores fue dinámica, atractiva e hipnótica, como si de vampiros se tratase y nosotros, sus víctimas, solo pudiésemos desear entrar en ese mundo de belleza, seducción, crueldad, deseo, pasión, absorción vital y un amor loco, absoluto, excesivo que supera cualquier límite, sin desnatarse como esos vampiros ñoños que tanto proliferan últimamente.
Retoma el vampiro malvado, despiadado, aquel que solo busca sobrevivir a costa de todo y todos ¿os suena? Seguro que todos tenemos nuestros vampiros personales, aquellos que acaban con la energía de los que le rodean sin escrúpulos.
Supongo la idea del vampiro podría extrapolarse a muchos ámbitos de la vida social, política y económica, especialmente en los tiempos que corren.
Quizás también sea por eso que, por primera vez en mi vida, sienta la curiosidad necesaria para interesarme por estos seres que representan el lado más brutal y primitivo del ser humano.