La celebración de una novela extraordinaria. Fuente: La Nación. Hoy se cumplen, exactamente, 40 años de la publicación de
Cien años de soledad, la novela de Gabriel García Márquez que cambiaría para siempre la literatura latinoamericana. El autor lo celebrará de una manera bien macondiana:
llegando en un tren lleno de personalidades a su natal Aracataca. Mientras tanto, los homenajes se sumas. Antes he comentado los artículos que José Miguel Oviedo ha escrito sobre la novela en "La República" (el único medio peruano que levantó la fecha). Ahora, les ofrezco
un artículo aún más rememorativo, escrito por el argentino Tomás Eloy Martínez para "La Nación", donde cuenta con lujo de detalles cómo fue ese acontencimiento alucinante y cómo pasó Gabo, de una semana a otra, de ser un desconocido ilustre a una ilustre celebridad. A los que, como yo, son fanáticos de los
souvenirs literarios les recomiendo que lo lean con paciencia y con algo para picar y beber, es decir disfrútenlo, que está genial. Les dejó un adelanto:
El lunes 20 de agosto de hace cuarenta años, cuando llegué al hotel para llevar a García Márquez a la redacción de Primera Plana , donde lo esperaban cincuenta ejemplares de su novela para autografiar, noté que Mercedes estaba incómoda y le pregunté qué le pasaba.
-Nada -dijo-. Ya he usado toda la ropa que traje. Cuando vuelva a Bogotá tendré que comprarme algo.
-¿Por qué no compras acá? -le sugerí-. Es agosto y en todas partes hay liquidaciones de saldos.
-No creo que nos alcance el efectivo que trajimos.
Tanto ella como su marido son extremadamente pudorosos con el dinero. García Márquez no tenía un centavo para comer cuando vivía en París y estaba escribiendo La mala hora . Los amigos le ofrecían préstamos que él siempre rechazaba. Ese código familiar enaltece aún más los malabarismos que hizo Mercedes para mantener la casa sin acudir a nadie durante los dieciocho meses que duró la escritura de Cien años . Pero aquella tarde del día lunes 20 la situación era distinta.
-La novela lleva vendidos ya once mil ejemplares -dije-. Al autor le corresponden unos setenta mil pesos. Podemos pedirle a la editorial que adelante parte de esa suma.
Era una cifra enorme, más de veinticinco mil dólares. Desde el vestíbulo del hotel hablé por teléfono con el presidente de Sudamericana, Antonio López Llausás, y le expliqué lo que pasaba. -La novela sigue vendiéndose sin parar -me dijo-. Nunca hemos hecho antes un pago anticipado como éste. Dígale a García Márquez que mañana, apenas abran los bancos, le llevaré personalmente treinta mil pesos y dos o tres mil dólares.
Subí a contárselo a Gabriel. Lo hice con discreción, para no afrontar el enojo de Mercedes.
-Dile que me lo traiga en billetes pequeños -se obstinó el autor.
-¿Para qué pequeños?
-Nomás eso dile. Billetes de cien y de cincuenta pesos, dólares de veinte y de diez.
-Es un bulto enorme -observé-. López Llausás tendrá que pedir ayuda.
A la mañana siguiente, el presidente de Sudamericana y un asistente llegaron al hotel con dos maletines repletos.
-Hágame el favor, don Antonio -dijo García Márquez-. ¿Puede arrojar todos los billetes sobre la cama?
Se formó una parva alta de varios colores. Si alguien abría las ventanas, los papeles podían salir volando. El escritor tomó un puñado, seis a ocho mil pesos, lo puso sobre la bandeja del desayuno, retiró una rosa del florero y, con una reverencia, se lo ofreció a Mercedes.
-Para que te compres toda la ropa que quieras - dijo-. Si ves algo que te gusta y no puedes pagarlo, vuelve para decírmelo. Puedo escribir otra novela, y ésa va a ser mejor que Cien años de soledad .
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