"Espíritus del vino"
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Melancolía alcohólica de nueva madrugada,
acerada en su fragua de licores.
Un espíritu lento siento alzarse
mientras el mundo gira más que nunca
y olvida las renuncias, suspendiéndolas
de la frágil cordura evaporada.
La larga caravana del arrepentimiento
se ha detenido ahora bajo el cielo.
Reina la luna en el desierto grave:
la noche se ha encantado,
marca su territorio con estrellas,
hogueras vivas, altas y felices.
Por el caliente aliento del verano,
la irrealidad afina sus contornos.
Una parte de mí salió volando,
-rápida como un pájaro-
sedienta como siempre pero alegre,
con su porción de eternidad en las alas.
En los ojos la luz del vino oscuro,
la turbia niebla sobre la conciencia;
decir entonces sí, te amo entonces,
puedo besar los labios que no importan.
En la noche encantada, los arqueros
tienen también el brillo inmaculado,
incauto y misterioso de las presas.
Abre la puerta azul del cuarto negro,
ven conmigo al deseo y después deja
que a todos nos absuelva su inocencia.
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"King George"
No quería decirte cualquier cosa
ni de cualquier manera.
Quería disparar sobre tu frente
para lavar de golpe mi memoria
con un simple y sencillo asesinato.
Ahora muerdo
el polvo de la pólvora quemada
pegado al paladar y a mi saliva.
Yo no te maté apenas, sin embargo
tu frente se ha tragado mis preguntas.
Toda la noche estuve dando vueltas
al rastro de los besos que inventaba
con inquieta nostalgia de novicia
-esa brutal nostalgia de todo lo no sido-
y recuerdo
que al despertar tenía ya en la boca
cobrado mi salario:
el sinsabor exacto de tu nada.
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"Belchite 2002"
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¿Recuerdas aquel día?
La última visita al pueblo viejo.
Allí danzaban todos los fantasmas
que no pudimos ver, y lo visible
estaba lleno de huesudas manos
que agarraban con fuerza nuestros rostros.
Mirábamos la iglesia, el esqueleto
de un ángel que murió cuando existían.
Con mimbres de noviembre se ha tejido
el pueblo muerto.
Con deseo y con rabia,
con odio minucioso y laberíntico
se edificó esta destrucción paciente
que ahora respira así junto a mi boca.
Todo es cierto y es nuestro y, sin embargo,
no estuvimos allí; sobrevivimos
en la supervivencia de otros hombres.
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* Olga Bernad (Zaragoza, 1969) es licenciada en Filología Hispánica, especialidad de literatura, por la Universidad de Zaragoza. Ha publicado el libro de poemas Caricias perplejas (Siltolá, 2009) y la novela Andábata (Paréntesis, 2010). Colabora en el Heraldo de Aragón y mantiene en la red el blog Caricias perplejas. Estos poemas forman parte del libro Nostalgia armada que acaba de aparecer en colección Vela de Gavia de Ediciones de la Isla de Siltolá. http://cariciasperplejas.blogspot.com/, http://losotrosolgabernad.blogspot.com/
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2 comentarios:
Me alegro por Olga, que ya cosecha frutos granados. Compraré el libro y lo leeré con gusto (y afecto). Un abrazo a ambos.
Muchas gracias, Fernando, por esta segunda vuelta en tu nave. Es un honor.
Y muchas gracias también a Antonio por su afectuosa intención lectora.
Besos a pares.
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