domingo, 3 de mayo de 2015
Pizza en Berlín sin fiesta...
viernes, 6 de abril de 2012
Happennings en Berlín
domingo, 17 de julio de 2011
Regreso a Berlín
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lunes, 29 de noviembre de 2010
Adviento en Berlín
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El origen remoto de las fiestas de Adviento se cifra entre los siglos IV y V, cuando fueron cobrando una importancia cada vez mayor, sobre todo, en las iglesias de Hispania y de la Galia, donde empezaba a sentirse la necesidad de consagrar unos días a la preparación de la celebración de la Navidad y de la Epifanía. Pero, en sus orígenes, el Adviento fue un tiempo de penitencia en el que, además, resultaba obligada una participación más asidua al culto. Las primeras noticias que tenemos sobre la celebración de esta fiesta aparecen en Roma, a mediados del siglo VI. Hoy, el Adviento es el tiempo en el que los feligreses cristianos se preparan para el nacimiento de Jesucristo y para renovar la esperanza en la Segunda Venida de Cristo, al final de los tiempos o Parusía. Y para los que no son cristianos, se ha convertido en una celebración festiva más, como tantas otras, de cierto carácter, digamos, pagano.
Su duración es de 21 a 28 días y su color es el morado, celebrándose los cuatro domingos anteriores a la fiesta de Navidad. Marca el inicio del año litúrgico en casi todas las confesiones cristianas. Durante este periodo se coloca en las iglesias, pero también en algunos hogares, la denominada Corona de adviento, que puede bendecirse en los templos, formada por ramas de pino y cuatro velas, una por cada domingo de adviento. A cada una de esas velas se le asigna una virtud que hay que mejorar durante la semana. En la primera, el amor; durante la segunda, la paz; en la tercera, la tolerancia; y durante la cuarta, la fe.
La corona tiene su origen en una tradición que consistía en prender velas durante el invierno representando el fuego del dios sol, para que regresara con su luz y calor durante el invierno. La corona, además, atesora diversos símbolos. Así, la forma circular se debe a que el círculo no tiene principio ni fin, por lo que es una señal del amor de Dios que es eterno, sin principio y sin fin; pero también se refiere al amor de los creyentes para con Dios y el prójimo, que nunca debe de terminar. El verde de las ramas simboliza color de la esperanza y la vida, ejes fundamentales de la fe cristiana.
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La función de las cuatro velas consiste en hacernos reflexionar sobre la oscuridad que produce el pecado, cegando al hombre y alejándolo de Dios. Según la fe cristiana, después de la primera caída del hombre, Dios fue concediéndole, poco a poco, una esperanza de salvación que iluminó todo el universo como las velas de la corona. Así como las tinieblas se disipan con cada vela que se enciende, los siglos se fueron iluminando con la cada vez más cercana llegada de Cristo al mundo. Estas velas van prendiéndose de una en una, durante los cuatro domingos de adviento, mientras se reza en familia. Las manzanas rojas que adornan la corona representan los frutos del jardín del Edén, con Adán y Eva, que trajeron el pecado al mundo aunque también recibieron la promesa del Salvador. Por último, el listón rojo representa tanto el amor a Dios como el amor de Dios.
Durante estos cuatro domingos la familia, o la comunidad cristiana, se reune en torno a la corona para leer la Biblia y meditar. Las lecturas proceden, sobre todo, del profeta Isaías, aun cuando suelen escogerse pasajes proféticos del Antiguo Testamento, como aquellos en los que se recuerda la llegada del Mesías. Así, Isaías, Juan Bautista y María de Nazaret son los modelos de creyentes que la Iglesia ofrece a los fieles para preparar la venida del Señor. En fin, que hace unos días, apenas sí sabía nada del adviento y ahora, mirando aquí y allá, casi me he hecho un experto, o al menos me he convertido en lo que la ligera posmodernidad considera un experto en algo, que consiste en saber cuatro cosas, más o menos bien hilvanadas. Que Dios, en su bondad infinita, me perdone.
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* Las fotos de Charlottenburg son de Gemma Pellicer. ..... .......
domingo, 31 de octubre de 2010
Ritos de noche, con pato
Sin apenas darnos cuenta, a los amigos que pasan por Berlín los solemos llevar a cenar a un restaurante chino de la Kantstr., 30, el Good Friends. El menú, si nos conceden tiempo para encargarlo, siempre es el mismo: Peking Ente, esto es, pato de Pekín. Se compone de cuatro platos: la piel tostada que se come con verduras y frutas (pepino y piña) envueltos en una oblea, como si de un rollito se tratara; el pato propiamente dicho, cortado en tiras, con una guarnición de verduras variadas, también cortada en delgadas tiras; una sopa de verduritas, con trozos de pato; y de postre, unos buñuelos de plátano regados en miel. Todo ello puede acompañarse con una cerveza de trigo. Por fortuna, ni el plátano ni la cerveza llevan pato... El amplio restaurante, de atmósfera algo cargada, suele estar lleno, con numerosos clientes chinos (orientales, al menos) y alemanes. No es un lugar al que lleguen los turistas. El rito suele completarse con la conversación y una vez acabado el plato y la charla, nos retiramos a dormir..
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domingo, 12 de septiembre de 2010
Mis vecinos turcos
Hoy, la selección turca de baloncesto juega la final del campeonato del mundo de baloncesto, contra los Estados Unidos, y me gustaría que ganara. La tarea, claro, no se presenta fácil. En Berlín vivo en una zona del barrio de Schöneberg que los alemanes tachan de multiculti, pero en la que en realidad predominan los habitantes turcos, como ocurre en mi mismo edificio. El primer peluquero que tuve en el barrio era turco, pero pronto tuvo que cerrar el negocio. Acudo con frecuencia a los comercios turcos de mi barrio y los miércoles compro fruta, verduras y pescado en el mercadillo turco de la Willmanndamm con Neue Kulmerstr., muy cerca también de mi casa.
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Alemania debería seguir alerta ante estos brotes de xenofobia, cada vez más frecuentes en Europa. También en Francia y en España, sin ir más lejos. Todos deberíamos estar vigilantes. Pero, lo evidente, es que existe un problema de integración de la población emigrante, mal resuelto, y que deberían tomarse medidas, educativas, para que los ciudadanos de origen turco que han nacido en Alemania, pudieran sentirse miembros de su propio país, algo que no parece ocurrir ahora. No me gustaría resultar frívolo, pero ayer me alegró mucho la victoria de Turquía en el mundial de baloncesto, frente a Serbia, aunque sólo sea por el buen rato que debieron de pasar mis vecinos turcos en mitad de estas terribles semanas para ellos.
* Las fotos del barrio son de Gemma Pellicer.
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jueves, 2 de septiembre de 2010
Cementerios de Berlín, 2
El cementerio de la Ciudad de Dorotea
En la Chausseestrasse, en lo que fue el centro del antiguo Berlín oriental, se encuentra el que quizá pueda considerarse como el más conocido camposanto de la ciudad, el Dorotheenstädlicher Friedhof, que data de 1763. Al Berlín comprendido entre la Unter den Linden y el Spree se le conocía entonces con el nombre de Ciudad de Dotorea. La Dorotheenstadt era, en aquel tiempo, un barrio acomodado en el que solían vivir los profesores de la Universidad, como los filósofos Hegel y Fichte, primer rector de la Friedrich-Wilhelm Universität (hoy Humboldt), quienes a su muerte fueron enterrados aquí. Sus tumbas se conservan juntas.
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Lutero
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Nada más entrar, lo primero que se observa es una pequeña capilla y una llamativa estatua de Lutero. A la derecha, en el denominado rincón de los poetas, se encuentra la tumba del dramaturgo Bertolt Brecht, junto a su segunda esposa, la actriz (interpretó la primera Madre Coraje) y directora teatral Helene Weigel (1900-1971), quien había sido discípula de Max Reinhardt. En este mismo cementerio también están enterrados dos de sus más estrechos colaboradores: el compositor Paul Dessau (1894-1979), a quien le debemos la música de Madre coraje, y la actriz, periodista y directora de teatro danesa Ruth Berlau (1906-1974), amante del escritor. Si continuamos caminando en línea recta, en dirección hacia el fondo, muy cerca nos toparemos con la tumba del hermano de Thomas Mann, el escritor Heinrich Mann (1871-1950), militante comunista, fallecido en 1950 en Santa Mónica, California, y autor de novelas como El profesor Unrat (1905), en la que se inspira la película El ángel azul, de Josef von Stenberg, protagonizada por Marlene Dietrich, y El súbdito (1914).
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En otros lugares de este cementerio, paseando despacio, sin prisas, podremos encontrar el mausoleo de los grandes arquitectos K.F. Schinkel (1781-1841), autor del Altes Museum y del Konzerthaus, de Berlín; y su aventajado discípulo F. A. Stüler (1800-1865), a quien le debemos el Neues Museum y la Nueva Sinagoga, de Berlín, pero también la Orangerie, de Potsdam, y el Museo Nacional de Bellas Artes, de Estocolmo; así como el del escultor J.G. Schadow (1764-1850), autor de la cuadriga de la Victoria que corona la Puerta de Brandemburgo. Todos ellos tenían derecho a ser enterrados aquí, como miembros de la Akademie der Kunste que eran, cuya sede se emplazaba en la parte delantera de la Staatsbibliothek.
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F.A. Stüler
........... Helene Weigel y Bertolt Brecht
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Paul Dessau
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Günter Gaus
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Anna Seghers
Ruth Berlau
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Hegel
........... Fichte y su esposa
............ Heinrich Mann
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Herbert Marcuse
Con un poco de paciencia, tampoco resulta difícil encontrar las tumbas de la escritora Anna Seghers (1900-1983), autora de La séptima cruz (1942); la del filósofo y sociólogo Herbert Marcuse (1898-1979), autor de libros tan influyentes como Eros y civilización (1955), El hombre unidimensional (1964) y Cultura y sociedad (1970); la del crítico literario alemán Hans Mayer (1907-2001), la del periodista Günter Gaus (1929-2004) y la del dramaturgo Heiner Müller (1929-1995), autor de Hamletmachine y Cuarteto. Quizá sea un personaje mucho menos conocido, pero de una gran presencia en la ciudad, Ernst Litfass (1816-1874), a quien se considera el inventor de la Litfassäule, columna cilíndrica utilizada como soporte para pegar anuncios publicitarios, que data, la primera, de 1854.
Aquellos visitantes impacientes, a los que les guste ir al grano, pueden consultar la situación de las tumbas en la entrada, pero entonces la visita pierde todo su interés, pues se trata precisamente de merodear, de perderse entre jardines, tumbas y mausoleos para descubrir, como un hallazgo, a algún personaje que nos interese. A diferencia de lo que solemos hacer los católicos, que sólo acudimos a los cementerios el día de difuntos, y eso los pocos que lo hagan, que tampoco es mi caso, para los alemanes, acostumbran a ser lugares de visita frecuente y paseo, e incluso de lectura, pues no es raro que en ellos haya bancos donde sentarse y se asemejen a cuidados jardines, en los que las tumbas están adornadas y pulidas con el respeto que se les debe a los difuntos, a los seres queridos. En nuestro caso, durante la visita a este cementerio, nos cruzamos con un par de jóvenes parejas que habían hallado en un banco entre los difuntos el lugar ideal para achucharse…
Junto a la parte norte del cementerio y pegado a él, se encuentra la Brecht-Haus, el edificio donde vivió Brecht desde 1953 hasta su muerte en 1956. Desde 1978 se ha convertido en el Archivo de Bertolt Brecht, donde se celebran diversas actividades literarias. En la planta baja hay un restaurante, con jardín, donde se sirven algunos de los platos austríacos que solía cocinar Helene Weigel.
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martes, 24 de agosto de 2010
Cementerios de Berlín, 1
Antiguo cementerio de San Mateo
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Una parte importante de la historia de las ciudades puede rastrearse en sus cementerios, pero no sólo por los hijos ilustres y los seres anónimos queridos que permanecen en ellos, sino también porque la forma de conservar y respetar a nuestros antepasados, cómo los visitamos, puede decir mucho de la idea que tenemos de nuestro paso por el mundo. Apunta Ignacio Sotelo, ilustre berlinés de adopción, que nadie puede afirmar que conoce la capital alemana si no ha frecuentado sus aproximadamente setenta camposantos. Desde luego, no pretendemos ocuparnos aquí de todos ellos, pero sí de algunos de los más curiosos y significativos.
Tumbas de la familia Grimm.
Las de la dcha. pertenecen a los escritores
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