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martes, 17 de agosto de 2010

El Kempis

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Me ha llamado la atención una carta al director, publicada en el dominical de La Vanguardia, en la que una lectora de Gerona recomendaba la lectura de la Imitación de Cristo, a propósito de un artículo de Soledad Puértolas, titulado "Los demás", en el que la narradora se hacía ciertas preguntas. A los más o menos jóvenes, este título apenas les dirá nada, pero a los que ya no lo somos tanto, por decirlo de una manera caritativa, nos hace recordar una lectura habitual en los hogares del pasado.
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Pero, ¿qué era el Kempis? El devocionario cristiano del beato Tomás de Kempis (1380-1471), llamado en realidad Imitación de Cristo (1418), dedicado a la formación de los monjes, ha acabado siendo más conocido por el apellido de su autor que por su título. Se publicó de forma anónima, por lo que durante mucho tiempo se discutió su autoría. Lo más probable es que lo que nos haya llegado sean los apuntes que utilizaba el autor para enseñar a sus pupilos del convento del Monte de Santa Inés, cerca de Zwolle (Holanda). Parece ser que, después de la Biblia, es el libro católico más editado. Lo que se llama hoy, pomposamente, un superventas de larga duración. Me parece que hasta mediados de los años sesenta, del siglo pasado, este tratado de moral solía estar en casi todos los hogares españoles, y se leía como un libro de respuestas a algunas de esas preguntas que solemos hacernos. La memoria me dice que lo leí en una edición de Aguilar, de la célebre colección Crisol, en traducción de Fray Luis de Granada. Tras consultar Iberlibro me entero de que la primera ed., en esta serie, salió en 1944, y que se reeditó con frecuencia en las dos décadas siguientes. O sea, que la memoria no parece ser infiel.
¿Qué etiqueta ponerle a una entrada así? ¿Clásicos contemporáneos, best sellers? ¿O más crudamente, Clásicos anacrónicos? La citada carta en el diario y un par de alusiones en la novela de José María Merino, El heredero, me ha hecho optar por la benevolencia. De todas formas, hay que decir que en esta obra los dos personajes que leen el Kempis, Pilar Alonso y la Señorita, son dos rancias católicas y personajes muy negativos en la historia que se cuenta.

P.S. Mi amiga y vecina en Berlín, María Jesús Beltrán, profesora de español en la Freie, posee una edición de 1923 (Hijos de Gregorio del Amo, Madrid, en traducción del padre jesuita Juan Eusebio Nieremberg), heredada de su padre. Además, me llama la atención sobre la presencia del Kempis en la obra de José Jiménez Lozano, como no podía ser menos. Por ejemplo, en "Objetos perdidos", uno de los microrrelatos de El cogedor de acianos, en el que una viejecilla se acerca a una ofina de objetos perdidos en busca de un Kempis que ha extraviado, pero como el joven que atiende la ventanilla no sabe lo que es, le proporciona la siguiente explicación: "no era un libro de misa (...) sino para leer, y que se lo había regalado su madre hacía muchos años, y era de su abuela, y estaba encuadernado en pastas de piel roja, pero era un libro pequeñito".
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