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lunes, 28 de abril de 2014

Sobre los `Monólogos del jardín´, de A.L. Prieto de Paula

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¡No ganarán los malos!
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Los lectores de este diario conocen la encomiable labor como crítico de poesía de Ángel L. Prieto de Paula, pero si no viven en Alicante, donde se edita el diario Información, el suplemento semanal Arte y Letras, quizá no estén familiarizados con los artículos que componen sus Monólogos del jardín (Huerga y Fierro, Madrid, 2013). Ahora aparecen recogidos en la elegante colección Signos, diseñada por el fallecido Ángel Luis Vigaray, a quien le dedica una atinada necrológica. Como toda recopilación, ésta admite lecturas muy diversas, pero yo he preferido transitarla como si se tratara de un diario de lecturas caprichosas y placenteras, al margen de las académicas u obligadas por quien cultiva la crítica de actualidad. El título del conjunto, cuyo motivo reaparece en diversas ocasiones en distintas piezas, responde a un declarado epicureísmo, a su cercanía con los denominados “filósofos del jardín”.
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Prieto de Paula posee un estilo propio en su faceta de articulista, pues en ninguno de estos textos falta el comentario sobre un libro o una situación social que se cuestione con ponderadas razones; todo ello adobado siempre por el humor o una leve y compasiva ironía. Aquí conviven clásicos y modernos, el latín y el castellano, la música y el cine con la pintura y la literatura, la reflexión sobre un mundo globalizado y leves trazos de su propia biografía, como los que nos proporciona en el excelente “Una vida de estreno”. Tal vez con quien más indignado se muestre, aunque sin abandonar nunca el tono cordial, sea con los pedagogos a la violeta de la Mercantil Boloñesa, y con los vicios que ha traído consigo Internet (la impudicia, la vanidad desatada y los anónimos feroces) y los críticos literarios roedores. Solo puede uno darle la razón. Si nos detenemos en alguna de las piezas más notables, como es “¿Malos tiempos para la lírica?”, se advierte su mecanismo de composición, en el que suele dejar para el desenlace el tema que verdaderamente pretende tratar: el elogio de la poesía de Claudio Rodríguez.
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Por lo demás, el libro está plagado de lúcidos comentarios, por ejemplo, en torno a los artistas honestos que conocen sus límites; las imposturas de la vida literaria; el mercadillo académico actual que mide la sabiduría por impactos (o sea, al peso); el elogio complaciente de jóvenes y viejos; el denuesto de trepadores varios y las inacabables ridiculeces con que nos fustigan los posmodernos. Todo ello hace pensar, por un lado, que quizás hayamos vuelto a aquella España de cabreros, aunque ahora no soltemos el móvil y solo leamos etiquetas de Nocilla; y por otro, que “un coche a toda velocidad solo es hermoso si te lleva a hacerle el amor a la Victoria de Samotracia” (el poeta Ángel García López dixit). Y así andamos.  
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Prieto de Paula, quien ha cultivado tanto la poesía como la sabia erudición, viene a confirmar con este libro que todo buen crítico literario lleva consigo a un escritor singular, pues su manera de leer y escribir siempre es otra.
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* Esta reseña apareció publicada en el suplemento cultural Babelia del diario El País, el sábado, 26 de abril del 2014.
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sábado, 1 de diciembre de 2012

Isabel Núñez, a galope tendido

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Ningún lugar mejor que Cultura/s para rendirle homenaje a la escritora Isabel Núñez, pues en estas páginas solía dejar testimonio de sus intereses intelectuales. A la hora de realizar un cierto balance de su trayectoria, me gustaría llamar la atención sobre sus singulares reportajes, crónicas y ensayos, de lo que son buena prueba libros como La plaza del azufaifo (Melusina, 2008), testimonio de la campaña ciudadana de denuncia en defensa de un árbol en peligro, situado en la calle Arimón; Si un árbol cae. Conversaciones sobre la guerra de los Balcanes (Alba, 2009), donde recoge testimonios de las víctimas y verdugos de Sarajevo y Kosovo, y que tal vez esté en el origen de la excelente novela de Clara Usón sobre la antigua Yugoslavia; o su reciente Mis postales de Barcelona (Triangle, 2012).
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También querría detenerme en otra faceta de su obra que me parece que no ha tenido la repercusión que merecía. Me refiero a sus libros de relatos: Crucigramas (2006) y Algunos hombres... y otras mujeres (2008). El segundo, de título afortunado, tuvimos el placer y la fortuna de editarlo en Menoscuarto, y lo reseñó elogiosamente en estas mismas páginas Juan Antonio Masoliver. El libro nos llegó a través de Marta Ramoneda, lo que no resulta raro si se considera que La Central de la calle Mallorca es casa que uno visita con frecuencia y satisfacción, y el lugar donde solía encontrarme con Isabel.
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Lo que nos cuenta en estas narraciones, cuyas tramas transcurren en Cadaqués, Barcelona, Comarruga y diversas ciudades de Europa, es parte de la historia sentimental e ideológica de su generación, aquella que se hizo adulta durante los setenta. Por ello, Mariscal, Ouka Leele, Miquel Barceló, Alaska y Almodóvar, levemente disimulados, hacen cameos en estas páginas. Son invención, como nos advierte la cita inicial de Nabokov, pero se nos cuentan episodios que seguramente formaron parte de los avatares de su existencia, para luego ser más o menos ficcionalizados. Así, la protagonista es siempre una mujer, en los años que van de la adolescencia a la edad adulta, que se enamora, disfruta del sexo, cambia de pareja, intenta suicidarse, viaja, coquetea con las drogas, milita en la izquierda comunista, da clases en La Mina, donde la llaman La perla de Labuán, como la novia rubia de Sandokán, o aprende a montar a caballo. Son las peripecias, en suma, de una mujer que vive casi tan libre y a veces tan inconscientemente como se nos permite, sacándole a sus experiencias vitales el jugo que estas pueden brindarnos.
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* Este artículo apareció publicado en el suplemento Cultura/s del diario La Vanguardia, el 28 de noviembre del 2012, p. 10.
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viernes, 2 de marzo de 2012

Homenaje a Néstor Luján

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Ayer, el diario La Vanguardia, tuvo la excelente idea de homenajear a uno de los grandes articulistas de la segunda mitad del siglo XX, Néstor Luján (1922-1995). Y lo hizo de la manera más sencilla posible, recordando su trayectoria, rescatando una excelente entrevista de Lluís Permanyer y, echando mano de sus inagotables fondos, seleccionando una serie de artículos que habían aparecido en sus páginas. El más reciente, dedicado a Julio Camba, data de 1962, y el más reciente se publicó en 1991. Néstor Luján, gran amigo de Álvaro Cunqueiro, Joan Perucho y Antonio Vilanova, escribió también en El Noticiero Universal, donde ingresó en 1952, y fue director de la revista Destino, en su época más brillante, y de la revista Historia y vida. Como articulista trató todo los temas habidos y por haber, aunque sus artículos sobresalgan cuanto más literarios son, al ocuparse de las materias que él conocía mejor, tales como la gastronomía, los toros, el tenis, la literatura, y la cultura en general. Su trayectoria como novelista, en cambio, me parece que tiene menos interés. Os dejo el enlace para que podáis disfrutar: http://www.lavanguardia.com/hemeroteca/20120301/54261235753/nestor-lujan-ingenio-y-erudiccion-en-nuestras-paginas.html
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*La caricatura es de Pablo García.
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sábado, 12 de marzo de 2011

¿A qué saben los besos de sirena? Cunqueriana, 1

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El próximo 22 de diciembre se cumplen 100 años del nacimiento en la lucense Mondoñedo del gran escritor Álvaro Cunqueiro, por lo que ya se anuncian congresos y homenajes en varias ciudades gallegas, pero también en Barcelona y Madrid. Como he tenido la fortuna de ser invitado a los de Santiago de Compostela y Barcelona, me he puesto a releer al gran escritor mindoniense.
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Pero no es eso lo que, en realidad, quería contaros. ¿Sabíais que Cunqueiro, como Mariño de Lobeira que era, descendía de sirenas? El caso es que Roldán, muerto en Roncesvalles, dejó preñada a una sirena, que fue a dar a luz a la playa de Arosa. Algunos pescadores, atraídos por su canto, recogieron al niño y le pusieron por nombre Palatinus, como hijo del paladín Roldán. Y sigue contando Cunqueiro que, por corrupción, Palatinus vino a Paadin, Padin. Así, los Padin son la otra familia gallega que también desciende de las sirenas. Lo que nunca se ha sabido es cómo se las arregló don Roldán para dejarla preñada, ni como logró dar a luz la sirena.
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En un artículo que Cunqueiro publicó en la revista Vida gallega, me he encontrado con una frase que ha logrado captar especialmente mi
atención, pues me parece que haría las delicias de mi buen amigo mexicano, Javier Perucho, sirenólogo por vocación. Allí afirma Cunqueiro que a lo que más se parecen los besos de las sirenas es al sabor de la lamprea. Ahora falta saber si en México se conoce la lamprea y si la experiencia de un reputado sirenólogo, como es Javier, coincide con la de Cunqueiro.
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Lo que tampoco quizá sepáis todos es que las sirenas de estirpe griega son mitad mujer y mitad pájaro, con alas, claro; pero las que provienen de los países nórdicos tienen cola de pez. Eso sí, la parte femenina, la cabeza y el torso, en ambas especies es siempre muy hermosa, con larga caballera y pechos bien formados, turgentes. Respecto a sus cabellos, sabemos que siguen siendo muy apreciados porque impiden que salgan las canas y previenen la calvicie, tras frotar con ellos el pelo de los desdichados humanos. Es sabido, en cambio, que las sirenas encantaban a los marinos con sus siempre ininteligibles cantos, prometiéndoles la eterna juventud. Y Cunqueiro nos cuenta con todo lujo de detalles, en su artículo “Abundancia de sirenas” (Fábulas y leyendas de la mar, Tusquets), al que remito a los curiosos, cómo conquistaban a los marinos.
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En Almería, la ciudad donde nací, en el Cabo de Gata, existe un lugar llamado el Arrecife de las sirenas, que he visitado en numerosas ocasiones. Cuando éramos jóvenes y disfrutábamos de los primeros amores, solíamos bañarnos cerca, en la playa que hay delante de las salinas. El sol nos achicharraba pero entre los pocos años, que todo lo soportan, la correspondiente sombrilla, y una gran sandía que enterrábamos en la orilla, y que nos comíamos cuando estaba fresquita, lográbamos sobrevivir. Pero, la verdad, es que nunca tuve trato alguno con sirenas; ni carnal, ni de ningún otro tipo, por lo que no sé si tienen ombligo o no, o si su carne es comestible. En estas cuestiones, que tanto inquietaban a Cunqueiro, siento no poder ayudarlo.
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lunes, 7 de enero de 2008

Los lunes de Almudena Grandes

Me equivoqué en mi pronóstico. La elegida para sustituir los lunes como columnista a Eduardo Mendoza ha sido Almudena Grandes, quien además continuará con sus artículos quincenales en El País Semanal. Para los amantes de las cuotas, la cosa queda 4-3, con Rosa Montero, Maruja Torres, Elvira Lindo y la recién incorporada, junto a Manuel Vicent, Juan José Millás y Manuel Rivas. Si el equilibrio fuera entre Madrid y Barcelona, los periféricos habríamos perdido un alfil en el envite. Pero las cuentas no se echan así... Las elecciones están a la vista, quedan dos meses, y Almudena Grandes, confesa republicana de IU, puede servirle muchos argumentos a una izquierda tan escasa de ideas como mal avenida. Eso sí, tendrá que ocuparse del presente más inmediato y ceñirse a 1840 caracteres. Sea como fuere, sin restarle mérito alguno a mi querida Almudena, y llegados a este punto, habría apostado -como les dije- por Empar Moliner, puesto que creo que hubiera dado más juego en esa posición concreta, pero todavía no me han nombrado director del diario. Aunque les advierto que hace unos días, en la Staatsoper, asistí al Don Giovanni, dirigido por Barenboim, sentado muy cerquita del señor Moreno, lo que yo -al menos- interpreté como una premonición, o como un primer paso, si prefieren...


lunes, 31 de diciembre de 2007

Eduardo Mendoza, columnista

El año se acaba y Eduardo Mendoza aprovecha para despedirse como columnista del diario El País, tras cuatro años en los que nos ha acompañado todos los lunes. Llegó para sustituir a Manuel Vázquez Montalbán, al que homenajeó en su primera salida y vuelve a hacerlo en la prostrera. Con un estilo muy distinto, menos directo y obvio, poco a poco ha ido haciéndose con el tono y las hechuras propias de tan complicado formato. Se va con un diágnóstico y recordándonos las obligaciones propias del género: "ha de dejar constancia del lento desplazamiento de las actitudes y las percepciones", puesto que ha de ser "un impreciso sismógrafo, algo así como la previsión del tiempo: igual de falible y de científica, porque se elabora a base de mirar las nubes y ver por dónde sopla el viento".


No parece fácil, pero debería ser un aliciente más, compartir ese mismo lugar durante la semana con articulistas de la talla de Juan José Millás, Manuel Vicent o Elvira Lindo, por recordar a los que prefiero. Ahora que vuelve a quedarse una columna vacante, pediría el regreso de Félix de Azúa, aunque tampoco me disgustaría que ese espacio lo ocupara Empar Moliner, otra de mis columnistas favoritas. Entre los colaboradores habituales del periódico tienen buenos artículistas donde elegir: Antonio Muñoz Molina, Julio Llamazares, Luis Landero, Gustavo Martín Garzo, Andrés Trapiello, Luis García Montero, Vicente Molina Foix... Todos ellos han demostrado lo bien que se desenvuelven en esa distancia que exige tener algo que decir y una cierta voluntad de estilo, adobada por la imprescindible precisión y la capacidad de síntesis.

En una país en el que todos tendemos a fosilizarnos, no abandonando ninguna prebenda, aunque no podamos atenderla ni realizar el trabajo encomendado con un mínimo de rigor, merece mucho respeto que alguien deje una tribuna tan apetecible y vistosa como la del diario El País. De lo que estoy seguro es de que echaremos de menos las reflexiones de Eduardo Mendoza, su lucidez y sentido común. Pero quizás el mayor elogio que pueda dedicarle es recordar aquí que guardo recortadas muchas de sus piezas (entre ellas, por ejemplo, "Suicidio"; o las más recientes, "Contrarrevolución", "Circo", "Apellidos" y "Espiritualidad") como la mejor manera de poder recordar por dónde sopló el viento en estos últimos cuatro años.

* Escultura de Igor Mitoraj en la Rambla de Cataluña, de Barcelona. Fotografía de Gemma Pellicer.